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Psicogente

Print version ISSN 0124-0137

Psicogente vol.18 no.34 Barranquilla July/Dec. 2015

https://doi.org/http://doi.org/10.17081/psico.18.34.516 

http://doi.org/10.17081/psico.18.34.516

La Cuestión de lo Político en el Psicoanálisis*

Political Points of View in Psychoanalysis

Marco Alexis Salcedo Serna1
Universidad Nacional, sede Palmira - Colombia

* Este artículo tuvo de base el proyecto de investigación "Usos y apropiaciones ciudadanas del espacio público" financiado por la Universidad San Buenaventura, Cali.
1 Magíster en Filosofía. Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia. Email: masalcedos@unal.edu.co.

Referencia de este artículo (APA): Salcedo, M. (2015). La cuestión de lo político en el psicoanálisis. Psicogente, 18(34), 420-432. http://doi.org/10.17081/psico.18.34.516.

Recibido: 25 de marzo de 2014/Aceptado: 24 de noviembre de 2014.


Resumen

A tono con las conclusiones que generó un proyecto de investigación sobre Psicología, ciudad y espacio público, en el siguiente artículo de reflexión se debate la relación entre la cuestión política y el psicoanálisis. A través del análisis de la postura que se observa en textos psicoanalíticos sobre el asunto, se argumenta en este escrito que la cuestión política en la Psicología no radica en los objetos de discusión que abordan las teorías psicológicas, ni en los efectos pragmáticos que dichas teorías generan en la vida de las personas, ni en los loables propósitos que adoptan para beneficio de la sociedad, sino en el tipo de racionalidad o perspectiva epistemológica que sustenta sus puntos de vista teóricos.

Palabras clave: Psicología, Política, Foucault, Psicoanálisis, Calle.


Abstract

This article focuses on the findings of a research project about cities, public areas, and Psychology. This research is conducted as a review of different psychoanalysis text concepts related to the relationship between politics and psychoanalytic points of view. This research argues that politics do not lie in psychological theories, pragmatic effects, or intentions to benefit society, but rather in the type of rationality or epistemological points of view that supports its theoretical perspective.

Key words: Psychology, Politics, Foucault, Psychoanalysis, Street.


INTRODUCCIÓN

Una característica general de los debates actuales en las Ciencias Sociales y Humanas es la trascendencia que le dan al término "política". Esta palabra es recurrente en las discusiones propias de estas ciencias, cualquiera sea el campo del conocimiento o el tema abordado. Específicamente en la Psicología, ya resulta común escuchar a profesionales de esta disciplina hablar de "sujeto político" (McLaughlin, 2012), "subjetivización política", "subjetividad política" (Díaz, 2005), "ontología política" (Ospina, 2010), "educación política", "socialización política" (Molina, Rivera, 2012), "cognición política" (Montero, 1991) y otros conceptos asociados, como "ciudadanía", "democracia", "participación", "educación cívica", "ciudad", entre otros.

Lo político ha sido norma en las tendencias teóricas de la Psicología que surgieron después de los años 70 en el siglo XX, cuando, guiados por los presupuestos de un pensamiento emancipatorio, muchos psicólogos hicieron de los análisis de los hechos psicológicos un tipo de reflexión sobre el poder. Estas nuevas tendencias se han agrupado especialmente en subespecialidades como la Psicología social, la Psicología comunitaria, la Psicología cultural, la Psicología jurídica y la Psicología política. Pero, lo que resulta significativo en particular es el uso de conceptos asociados a lo político que comienza a popularizarse entre psicólogos clínicos, educativos, cognitivos y organizacionales que tradicionalmente han fundamentado sus análisis desde la ortodoxia de orientaciones teóricas clásicas.

El caso que resulta más paradigmático es el del psicoanálisis, una doctrina clásica en el pensamiento psicológico que desde 1900 y por más de siete décadas promovió un análisis de la condición humana en el que pocas veces el término "política" constituyó un concepto fundamental. En la actualidad, el panorama es completamente distinto, abundan publicaciones psicoanalíticas en las que es notable el uso del término (Jiménez, 1993; Rodríguez & Falcón, 1998; Macabías, 2003; Bernal, 1999, 2010; Vélez, 2010), hasta el punto que parece estar convirtiéndose en otro de sus referentes fundamentales.

Sin embargo, aún no es muy claro si, más allá del innegable poco uso que tuvo el concepto de "política"en los textos psicoanalíticos publicados en el siglo XX, el psicoanálisis ha integrado o no dentro de su reflexión a lo político. Para algunos psicoanalistas la respuesta al respecto es negativa; y ni siquiera consideran obviamente posible la relación psicoanálisis-política. De ahí que desarrollen textos con títulos como el siguiente: "Existet-il un rapport entre la psychanalyse et la politique?" (Vélez, 2010). Desde esa misma perspectiva, partiendo del supuesto de que los psicoanalistas no se han interesado por lo político, demanda a estos la necesidad de investir el espacio político de hoy para evitar lo que él llama "el silencio del pasado". En este sentido, los psicoanalistas del siglo anterior creyeron encontrarse exonerados de esta cuestión, hasta el punto de parecer impasibles ante prácticas políticas insostenibles. Esta interpretación, de marcada separación del discurso psicoanalítico con el orden de lo político, no sería del todo absurda dado que el mismo Freud acostumbraba a decir: "Soy un hombre de ciencia; nada tengo que ver con la política" (Freud, citado por Jiménez, 1993, p. 46).

Con todo, para otros autores, en la clínica psicoanalítica siempre ha estado presente lo político. De hecho, algunos de sus textos que tratan el asunto intentan mostrar que casi desde su nacimiento el psicoanálisis lo ha tomado muy en serio. A partir de tal convicción, formulan respuestas a preguntas como estas: ¿Qué lenguaje político empleó Freud en su obra? (Macabías, 2003), ¿cuáles fueron las actitudes políticas de Freud? (Jiménez, 1993), ¿qué influencia tuvo Freud en la ciencia política? (Jiménez, 1993; Rodríguez & Falcón, 1998), ¿cuál es el significado del sustantivo "política" en el psicoanálisis? (Bernal, 1999), ¿cuál fue la teoría política de Freud? (Bernal, 2010).

En cualquier caso, el uso generalizado que comienza a tener el concepto de "política" en los textos psicoanalíticos evidencia un cambio progresivo y lento de algunas de las prioridades teóricas y conceptuales de una doctrina que lleva más de un siglo influenciando el pensamiento psicológico, situación que no puede ser objeto de reparo alguno. Estos cambios pueden conllevar a resultados positivos, medibles en contribuciones originales que la sociedad y la academia exaltarán con seguridad en el futuro. Por ahora, lo que puede resultar importante al respecto es lo que concierne al pasado. Esto es, cabe preguntarse hasta qué punto doctrinas como el psicoanálisis, e incluso otras tradicionales en la Psicología, como el conductismo o cognitivismo, aportaron en la creación de las condiciones académicas necesarias para que se impusiera en la Psicología contemporánea, y en general, en las Ciencias Sociales, este paradigma discursivo en torno a lo político. También hay que preguntarse hasta qué punto el estatuto que le concede actualmente el psicoanálisis a la cuestión política es consecuente con los planteamientos y presupuestos que se empezaron a adoptar en la Psicología desde la década de 1970; y por último, ¿qué implicaciones trae asumirla como central en la reflexión académica del psicoanálisis? Estas son las inquietudes que a continuación se tratan en el presente artículo.

LO POLÍTICO Y SUS IMPLICACIONES EN EL PSICOANÁLISIS

Sigmund Freud enseñó que las formulaciones teóricas de la ciencia no acordes con la tradición, inevitablemente debían enfrentar una serie de resistencias organizadas para evitar el potencial transformador que tienen en un campo del conocimiento. Dice Freud que, en un primer momento, la comunidad científica, dominada por lo que tildó como "el horror a lo nuevo" (Freud, 1980c), se opone a lo distinto y nuevo, en tanto tiene por sacrosanto a lo ya consabido, al punto que lo desestima aun antes de someterlo a indagación. Si con el tiempo la novedad adquiere mayor vigor, y mayor reconocimiento y validación de la comunidad científica, el resto todavía renuente a aceptarla, minimiza su alcance e importancia. Y si al final logra imponerse como una nueva verdad científica, sus infatigables críticos, dedicarán sus esfuerzos a mostrarlas como formulaciones omnipresentes y desde siempre aceptadas en cada enunciado hecho desde la tradición. Esta evocación sobre Freud sirve para señalar que con respecto a la cuestión política, el derrotero de interpretación que están adoptando algunos psicoanalistas recuerda el tercer momento. Esto quiere decir que hay razones para sostener que en torno a lo político, el psicoanálisis ha mostrado más lo que Lakatos (1987) nombró como un poder heurístico regresivo o degenerativo, que un poder heurístico progresivo, por cuanto su programa de investigación científica no predijo ni instauró con relativo éxito este nuevo orden de prioridades conceptuales y temáticas en las Ciencias Sociales, y en cambio, hoy día, intenta adaptarse a las nuevas realidades académicas no anticipadas por él, racionalizando a posteriori los hechos ya aceptados por las ciencias.

Por supuesto, esta interpretación ha de resultar inaceptable para muchos de quienes acogen la doctrina freudiana como guía para sus análisis de la condición humana; variados artículos que abordan el asunto (Jiménez, 1993; Rodríguez & Falcón, 1998; Macabías, 2003; Bernal, 2010, 1999) intentan mostrar no solo lo que sería el "innegable" compromiso que ha tenido el psicoanálisis con lo político, sino los posibles aportes que la doctrina freudiana ha dado y puede seguir dando a este campo signado por el propio Freud como del orden de lo imposible.

Para atestiguar lo anterior, recurren a un esquema argumentativo que se puede inferir de sus textos sin mucha dificultad. En primer lugar, apelan a un argumento teórico. Esto es, recuerdan con insistencia que en la obra de Freud hay reflexiones en las que se abordaron algunos fenómenos sociales constituyentes de la realidad política de la cultura occidental. Por ejemplo, se encuentra el análisis de Freud acerca de la religión, sus líderes y su impacto en la sociedad, en textos como El porvenir de una ilusión (1980c) o Moisés y el monoteísmo (1980d); también está el examen que hizo sobre las masas y sus particularidades, en el texto Psicología de las masas y análisis del yo (1980b); y finalmente, uno de los escritos fundamentales del psicoanálisis, El malestar en la cultura (1980e),en el que Freud revela el insalvable antagonismo que existiría entre los requerimientos de la cultura y las demandas pulsionales de la vida psíquica de cada individuo.

De acuerdo con este argumento, no sería política la discursividad de la doctrina psicoanalítica porque necesariamente haya abordado las grandes áreas temáticas de la relación psicología-vida política y que hoy por hoy se arroga en el campo especializado de la Psicología política: la personalidad del líder, las guerras mundiales, el militarismo, las relaciones internacionales entre países, el comportamiento electoral, la propaganda, la tortura, etc. (Montero, 1993). En la misma línea de lo que Martin-Baro y Maritza Montero (citados por Rodríguez, 2001) llamaron"la psicología política inconsciente", se podría suponer que los psicoanalistas han cumplido una implícita labor de psicólogos políticos, al analizar un espectro amplísimo de fenómenos e instituciones sociales que tienen clara relación con la vida política de una nación o de una comunidad, como la escuela, la psiquiatría, la medicina, la criminalidad, la marginación social, el bajo rendimiento escolar, las enfermedades mentales, las dinámicas propias de las grandes aglomeraciones humanas, la influencia de los grupos sobre la conducta y el pensamiento de los individuos, entre muchos otros.

En segundo lugar, está el argumento pragmático. Según los autores, los explícitos compromisos adoptados por los psicoanalistas en defensa de ciertos ideales éticos serían políticos. Es decir, los propósitos explícitos e implícitos de toda la obra freudiana, como la reivindicación de la libertad de acción que deben tener los individuos, su oposición contra la tiranía moral, su voluntad de desbaratar las trampas y denunciar las ilusiones que estructuran el mundo moderno, así como los efectos del dispositivo analítico en el goce del sujeto, tendrían una irrecusable naturaleza política.

Las anteriores apreciaciones parecen suficientemente claras para afirmar la dimensión política del psicoanálisis; de hecho, sirven efectivamente de guía para organizar la producción psicoanalítica que trata la relación psicoanálisis y política, desde los tiempos de Freud hasta la actualidad.Un ejemplo de la aplicación de este esquema es el que revela los ejes propuestos por Michael Sauval (2011), un psicoanalista uruguayo, fundador de la revista argentina Acheronta y del portal Psicomundo, para organizar los expedientes textuales que dan cuenta de dicha relación. En tales portales sugiere tres ejes: Primero, "El psicoanálisis y las instituciones", categoría en la que agrupa las reflexiones y experiencias de los psicoanalistas con las instituciones sociales; segundo, "Política del psicoanálisis", nivel en el que reúne los estudios sobre las cuestiones relativas a la transmisión en psicoanálisis y la posición de los psicoanalistas frente a los poderes públicos (leyes de salud mental, intentos de reglamentación del psicoanálisis, etc.); y tercero, "Psicoanálisis y lucha de clases", categoría que comprende la serie de artículos que abordan las problemáticas relaciones del psicoanálisis con la lucha de clases y el marxismo.

Con este modelo de clasificación de los artículos psicoanalíticos, lo que Suaval en última instancia indica es que el psicoanálisis es y ha sido un modelo teórico comprometido con la cuestión política por el tipo de problemas que ha investigado, por el tipo de valores que ha adoptado ante la sociedad y que promueve con sus teorías y modelos de intervención; y por las alianzas que ha establecido con otras doctrinas para analizar el establecimiento.

Sin embargo, esta forma de comprensión tiene un serio inconveniente, y es que permite otorgarle esa misma condición a toda teorización realizada en nombre de la Psicología. Ciertamente, los argumentos de Sauval son muy esquemáticos y cualquier psicólogo que pretenda salvaguardar alguna de las orientaciones teóricas clásicas de la Psicología respecto a las controversias que genera hoy día lo político, los puede emplear mutatis mutandis, con la única salvedad de que se distancie del supuesto metateórico de la neutralidad valorativa de la ciencia psicológica que esgrimieron con vehemencia los autores clásicos.

Para ilustrar lo anterior, se pueden tomar como ejemplo a autores como Piaget y Skinner. Muy pocos psicólogos asociarían, en efecto, al constructivismo de Piaget a la propuesta conductista de Skinner con el surgimiento y uso de esa plétora de conceptos vinculados con lo político que los psicólogos emplean actualmente. Por el contrario, plantearían la cuestión política como un asunto ajeno a las preocupaciones académicas que ellos tuvieron y que se definieron a partir de la organización disciplinaria que reinó durante gran parte del siglo XX. Sin embargo, sorprendentemente, sus nombres deberían relacionarse con esta preocupación que poseen en la actualidad los psicólogos, ya que para afirmar la naturaleza política de una escuela de la Psicología bastaría señalar que la teoría psicológica en discusión ha abordado algún asunto meridianamente relacionado con la vida política de un país o de la cultura occidental, que loables propósitos sociales y que, además, genera dispositivos con efectos visibles en la vida de las personas.

Obsérvese estas afirmaciones de autores clásicos de la Psicología:

Según Parrat (2007), en 1931 Jean Piaget aseguró en uno de sus discursos que:

más que nunca desde la guerra nuestra civilización está en un punto crítico y los dos caminos entre los cuales ella duda pueden llevar o bien a una regresión hacia la barbarie o bien a una organización internacional y social [...] más que nunca se impone la convicción que solo la educación podrá remediar ese mal (Piaget, citado por Parrat, 2007, p. 1).

Por su parte, Skinner consignó en su libro Walden dos visitado de nuevo este comentario sobre su utopía de una sociedad científicamente organizada:

El mundo comienza a enfrentarse con problemas de una magnituqd enteramente nueva; agotamiento de los recursos, contaminación del ambiente, superpoblación y la posibilidad de un holocausto nuclear, para no mencionar más que cuatro de ellos. Por supuesto que tanto las técnicas físicas como biológicas podían servir de ayuda. (...) Pero todo esto no se conseguiría más que si se cambiaba la conducta humana... Walden Dos, insiste en que está al alcance una ciencia de la conducta de tipo especial, capaz de ocupar el puesto de la sabiduría y del sentido común y de obtener mejores resultados. (Skinner, 1968, p. 7)

¿No debería decirse, entonces, que las anteriores afirmaciones de algunos autores clásicos de la Psicología revelan una asunción de lo político que promovieron a través de su movimiento teórico? Desde los psicólogos que adoptaron como suyos los anhelos de Skinner por contribuir a la creación de una sociedad libre de delincuencia y del sufrimiento que causa la criminalidad hasta los psicólogos sociales más revolucionarios, promotores de un cambio social más generalizado, de todos ellos, podríamos concluir que incluyeron en sus reflexiones la cuestión política.

A partir del esquema argumentativo empleado por algunos psicoanalistas para afirmar la relación del psicoanálisis con la cuestión política, podríamos llegar al extremo de concluir que los análisis psicológicos de cualquier tiempo, de todas las tendencias, y con los más divergentes presupuestos epistemológicos se han encauzado desde la racionalidad política. Ello incluiría a Aristóteles, la figura por antonomasia de la filosofía, y a todos los filósofos griegos de la época antigua que hace más de 2500 años elaboraron reflexiones sobre la psyche, así como a los teólogos de la edad media, a los filósofos de la edad moderna y, por supuesto, a los psicólogos que surgieron a partir del reconocimiento del estatuto epistemológico de la Psicología.

Si lo político se definiera por los propósitos que establece una teoría con respecto a la sociedad, todos los discursos lo son, lo han sido y lo serán. En este sentido, a partir de Marx y Engels (2008) se empezó a comprender que la ciencia no es una empresa neutral, sino que está inundada de valoraciones y apuestas políticas, éticas y morales, desde las cuales se analiza y enjuicia lo existente. En esta perspectiva, todo discurso científico, independientemente de si adopta una reflexión directa de lo social o no, comporta efectos políticos-morales y supone un posicionamiento político frente a lo que acontece en la sociedad, sea de complicidad y defensa del establecimiento, sea de cuestionamiento o de vigilancia de él, pues hasta la indiferencia con lo que puede resultar injustificable podría ser tomado como una postura política.

Por lo anterior, ningún científico queda eximido de un posicionamiento ideológico adoptando el principio epistemológico de la neutralidad valorativa de la ciencia, la ingenua creencia

de que se limita a investigar ‘las cosas tal y como son' y a ‘presentar' sin más los resultados que ha ‘encontrado'. Dicha imposibilidad nace del propio hecho de que nadie puede interrogar asépticamente la ‘realidad' y transmitir de manera neutra la respuesta aportada supuestamente por la propia realidad ante su hábil cuestionamiento (Ibáñez, 1995, p. 24).

Y este aserto tiene especial sentido en la Psicología. Toda teoría psicológica, dice Kenneth Gergen (1988), en su texto La psicología social como historia, está cargada de valores propios de la sociedad que la origina:

Al generar conocimiento acerca de la interacción social, también comunicamos nuestros valores personales. Se entregan así mensajes duales al receptor del conocimiento: los mensajes que describen desapasionadamente lo que parece ser y aquellos que sutilmente prescriben lo que resulta deseable (Gergen, 1988, p. 41).

Desde este modelo de comprensión de lo político, que en el pensamiento marxista se interpreta como lo ideológico, habría una dimensión política en el psicoanálisis, independientemente de si Freud reflexionó sobre lo que acontecía en la sociedad o no; y tanto mejor si lo hizo, como efectivamente lo recuerdan los psicoanalistas. Pero, de la misma manera, habría una dimensión política en el saber de la escuela psicológica humanista que surgió en la década de los años 60 del siglo XX, o en el saber de la escuela cognitivista, que emergió una década antes, o en el de la Psicología fisiológica, que nació antes de la llegada del siglo XX.

Si esto es efectivamente así, entonces debemos admitir que cualquier científico social que sea realmente eficaz en tanto que científico, es decir, que produzca conocimientos ampliamente reconocidos y que aporte efectivamente algo a su campo de especialidad, está actuando ineludiblemente como agente político capaz de incidir, poco o mucho, a más corto o largo plazo, sobre la "realidad" social, puesto que modifica nuestra forma de entenderla (Ibáñez, 1995, p. 23).

En oposición a lo antes planteado, cabe precisar que una doctrina ya constituida no se integra a esta nueva realidad académica relacionando sus tradicionales objetos de estudios con los planteamientos y debates de las ciencias políticas, ni explicitando su postura ética sobre la condición humana, a la que con seguridad considerarán mejor que las otras.

Aquí cabe realizar la misma aclaración que efectuó en su momento Jerome Bruner (1991), cuando, en las pasadas décadas de los años 80 y 90, emergió con gran estruendo en la Psicología la revolución contextual y todas las psicologías, en mayor o en menor grado, se declararon sociales. Ante esta confusión, Bruner enfatizó en que la condición social de una explicación de la acción humana no era teórica, sino epistemológica. En palabras de Moscovici (2010), lo social era una manera de observar los fenómenos y las relaciones, la visión psicosocial, que implica pasar de una concepción binaria de las relaciones humanas, tan extendida, a una concepción ternaria de los hechos y de las relaciones humanas.

Las precisiones que requiere la cuestión política se deben hacer de un modo equivalente a como Moscovici (2010) y Bruner (1991) lo hicieron con lo social y lo contextual, en el sentido de que la dimensión política de un discurso no debe leerse en el objeto de su reflexión teórica, ni la ética y valores que orientan su reflexión, sino en la plataforma epistemológica que lo sustenta. Al respecto, plantea Ibáñez:

Adquirir un compromiso político orientado a un cambio social emancipador no pasa tanto por reconducir los conocimientos psicosociales hacia otras aplicaciones, no por estudiar los problemas que la psicología social estándar menosprecia y a partir de ahí actuar en consecuencia, sino que pasa por romper de forma radical con los supuestos epistemológicos que sustentan la propia psicología social en tanto que disciplina científica (Ibáñez, 1993, p. 33).

Lo anterior se puede explicar con las palabras de Foucault (2004): "La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la conciencia alienada o la ideología; es la verdad misma" (p. 156). Es decir:

El problema político esencial... no es criticar los contenidos ideológicos que estarían ligados a la ciencia, o de hacer de tal suerte que su práctica científica esté acompañada de una ideología justa. Es saber si es posible constituir una nueva política de la verdad. El problema no es cambiar la conciencia de las gentes o lo que tienen en la cabeza, sino el régimen político, económico, institucional de la producción de la verdad (Foucault, 2004, p. 156).

La dimensión política de un discurso no se mide por sus efectos sociales ni por el objeto de su investigación, o por los propósitos que establece con su empresa teórica; sino por el reconocimiento explícito que hace, en el seno de su modelo teórico, de la verdad de sus formulaciones como reveladora de una apuesta política, no necesaria, que hizo una comunidad o una época. Supone adoptar una lectura epistemológica distinta de la verdad y de las teorías científicas, tras asumir las implicaciones del derrumbe de la ontología cerrada tradicional, lo cual"revela que los rasgos percibidos por nosotros como ontológicamente positivos se basan en una decisión ético-política que sostiene la hegemonía prevaleciente" (Zizek, 2001, p. 187). De ahí que Laclau concluya: "Ha muerto la filosofía, ha nacido el orden de lo político" (citado por Zizek, 2001, p. 187).

Para Foucault e Ibáñez, la visión política es histórica, pues, relativiza la perspectiva de mundo que la ciencia presenta en un determinado tiempo, y nació en un momento específico que desaparecerá cuando los acontecimientos políticos que estructuran la cultura occidental así lo establezcan; no es metafísica de lo eterno, de lo que vale para todo hombre, sino condición fortuita de la existencia, efímera en su expresión, y que solo tiene sentido para quienes fueron forjados por los mismos acontecimientos políticos. Es reflexión del ser en el tiempo de la existencia humana, en un mundo contingente y cambiante, no juicio transcendental y mítico. Por tanto, un discurso no es político porque haya hablado de la sociedad y de las graves implicaciones que puede tener ciertas aprehensiones colectivas; sino porque relativizó su perspectiva de mundo y la verdad de su decir, que no es más que el presente de un nosotros, que nunca será el de otros, y que con seguridad llegará a ser el incomprensible pasado de los que en el futuro vivirán en el nuevo "modo de ser de hoy".

Para Foucault (2004), la cuestión política es fundamentalmente una reflexión de los límites del conocimiento, un análisis crítico de los a priori que definen lo verdadero y lo falso en un campo del saber. Esta transformación en el saber científico, en la que se pasa del estudio de la racionalidad universal del conocimiento al examen de lo que se considera verdadero en un contexto histórico específico, es, para Foucault, una lectura nietzscheana de la ciencia. Así, desde una perspectiva de lo político, no se hace historia del saber de la ciencia al modo hegeliano, esto es, como un ascenso hacia la realización de la razón absoluta; más bien, se debe hacer historia del saber de una disciplina al modo nietzscheano. "Yo creo que Nietzsche propone la idea de que la historia se debe a la casualidad, es una cadena de eventos que ocurren por azar y no existe en ella el concepto de progreso o regularidad"2 (Foucault, 2001, p. 598). La historia nietzscheana de la verdad es una historia que instala, como bien lo indicó Octave Mannoni con respecto a la tesis doctoral de Foucault, un "momento de vacilación donde la historia habría podido ser otra" (Mannoni, citado por Eribon, 1995, p. 213). Foucault (2001) conceptuó el azar como elección de una época, que define cuáles serán los criterios para definir la verdad y el tipo de discursos que tendrán efectos de verdad.

Como es de prever, tal comprensión tiene alcances profundos para la conceptualización en los discursos psicológicos, pues, hoy día, resulta imposible aceptar las conclusiones de una teoría psicológica como aplicables a un hecho universal de la condición humana. De ahí que Foucault haya denunciado en el discurso freudiano un desconcierto ante el análisis político, que Freud parece haber impulsado inicialmente con el psicoanálisis.

Según Foucault (1993), al final, Freud se vio obligado a desconocer este basamento político de sus hallazgos, al no situar sus descubrimientos en un contexto de análisis histórico. A través de su mitología, elevó al rango de verdad arcaica de la condición humana las convicciones y las elecciones de una época. Uno de los ejemplos que brinda Foucault es el del "Complejo paternal":

Se trata de esa sedimentación histórica, que más tarde el psicoanálisis pondrá en claro otorgándole por medio de un nuevo mito el sentido de un destino que caracterizaría toda la civilización occidental, y posiblemente toda civilización, sedimento que ha sido depositado por la locura y que no se ha solidificado sino recientemente (Foucault, 1993, p. 231).

Foucault reclama a Freud que posicionó al saber psicoanalítico en un lugar desde el cual no se registra la historia de las experiencias, de los actos institucionales que originaron el conjunto de reglas en la lógica de conocimiento que ha subjetivizado de un modo particular al hombre actual. Según esto, Freud se imaginó que los hombres del pasado y los hombres del futuro compartirían con él la misma positividad de la verdad que nos rige hoy, como si las experiencias originarias del clasicismo fueran inherentes a la existencia humana.

Ahora bien, la asunción de la racionalidad política en una doctrina clásica como el psicoanálisis no significa que lo dicho desde dicha doctrina sea inherentemente falso o que deban tener ahora una mayor sensibilidad hacia lo que acontece en la sociedad. Significa, más bien, que los psicoanalistas deben comprender que sus verdades, probablemente acertadas, solo le conciernen a cierto tipo de hombre, perteneciente a cierto momento histórico y contexto cultural. Significa, además, que reconozcan que esas verdades reflejan una estructura jurídico-política, una de tantas posibles, que hizo viable a esa verdad como tal. Y, subsiguientemente, tendrían que adoptar el compromiso académico de discernir los mecanismos históricos, culturales y políticos de constitución y mantenimiento de esas verdades subjetivas. En este punto, habría que preguntar a los psicoanalistas: ¿los debates psicoanalíticos han conducido a esos reconocimientos? O mejor aún, ¿es posible un psicoanálisis con tales presupuestos? O incluso, ¿puede haber un dispositivo clínico, de cualquier naturaleza, que adopte esos presupuestos?

Por lo pronto, se puede decir que si Freud hubiera adoptado realmente una perspectiva política en su reflexión, habría llegado a la misma clase de conclusión de Kenneth Gergen (1988) con respecto a la Psicología: "los psicólogos del futuro no encontrarán gran valor en el conocimiento contemporáneo" (Gergen, 1988, p. 47).

A MODO DE CONCLUSIÓN

Una manera distinta de entender el creciente interés de los psicólogos de todas las orientaciones por lo político y su impacto en el psicoanálisis, es recordar el interesante análisis de Foucault sobre la Psicología en 1957. Entonces, el filósofo ubicó en la historia de la Psicología dos acontecimientos, en cierta manera fortuitos, pero fundamentales, que decidieron para su época la discursividad en esta disciplina (Salcedo, 2009). El primero aconteció a mediados del siglo XIX y correspondió a la instauración del "prejuicio naturalista" en la Psicología, que implicaba el afán de "hacerse incluir entre las ciencias de la naturaleza, (encontrando) en el hombre la prolongación de las leyes que rigen los fenómenos naturales" (Foucault, 1957a, p. 3). De este modo, la Psicología del siglo XIX estuvo dominada por la aspiración de "tomar prestado de las ciencias de la naturaleza su estilo de objetividad y de buscar, en sus métodos, su esquema de análisis" (Foucault, 1957a, p. 3). Para los psicólogos de dicha época, el laboratorio se convirtió en el nicho de constitución del conocimiento psicológico. Allí nació esta como ciencia positiva, allí se formaron los primeros psicólogos y de allí emanaba su legitimidad ante las otras ciencias.

Para Foucault, el segundo gran acontecimiento en la Psicología que ocurrió a comienzos del siglo XX, no es otro que el nacimiento del psicoanálisis, que transformó radicalmente el pensamiento del psicólogo. Dice Foucault: "el descubrimiento del inconsciente transforma en objeto de la psicología y tematiza como procesos psicológicos los métodos, los conceptos y finalmente todo el horizonte científico de una psicología de la conciencia" (Foucault, 1957b, p. 5). Para Foucault, el impacto que produjo Freud en la Psicología fue muy grande, pues "fue en el curso de la reflexión freudiana como el análisis causal se transformó en génesis de las significaciones, como la evolución cedió su lugar a la historia, y como se substituyó el recurso a la naturaleza por la exigencia de analizar el medio cultural" (Foucault, 1957a, p. 5). En síntesis, "Al llevar hasta sus límites extremos el análisis del sentido, Freud dio su orientación a la psicología moderna" (Foucault, 1957a, p. 5). Toda forma de Psicología nacida hasta por lo menos la década de los 60 del siglo XX tiene entonces una base clínica y su nicho de constitución discursiva es el consultorio, el lugar paradigmático de trabajo del psicólogo. Sustituyendo el laboratorio por el consultorio, Freud posibilitó nuevas opciones a la Psicología y definió la visión popular del psicólogo como un profesional dedicado a ayudarles a las personas a resolver las dificultades emocionales que les causa el mundo o las relaciones con los otros.

Estos dos acontecimientos aparecen descritos en los dos documentos que Foucault publicó en 1957. No obstante, el punto a subrayar es que si hubiera escrito esos textos ese año en la década de los años 70, probablemente hubiera agregado un tercer gran acontecimiento que está modificando el modo de comprensión de la realidad del hombre occidental, y que tardiamente repercute en la Psicología. De hecho, al inicio, Foucault lo ubicó en los eventos ocurridos en 1968.

La manera como el poder se ejercía concretamente y en detalle con toda su especificidad, sus técnicas y sus tácticas, no se planteaba;... solo se ha podido comenzar a realizar este trabajo después del 68... Fue ahí donde la cara concreta del poder apareció y al mismo tiempo la fecundidad verosímil de estos análisis del poder para darse cuenta de las cosas que habían permanecido hasta entonces fuera del campo del análisis político:... el internamiento psiquiátrico, la normalización mental de los individuos, las instituciones penales (Foucault, 2004, p. 146).

Después aclara en otro texto, que es a partir de la desestalinización del mundo occidental del que mayo 68 sería solo un efecto, que el teatro político de la verdad se modifica:

... a partir de la desestalinización, a partir de los años sesenta, creo que hemos descubierto que gran número de asuntos que considerábamos menores ocupan una posición absolutamente central en el terreno político, dado que el poder político no consiste únicamente en las grandes formas institucionales del Estado, en lo que llamamos aparato de Estado. El poder no opera en un solo lugar, sino en lugares múltiples (Foucault, 1999, p. 68).

Como quiera que sea, este acontecimiento de mayo 68 implica la imagen de estudiantes y académicos saliendo del sagrado claustro universitario para protestar en la calle por el tipo de instituciones políticas que nos determina y por los peligros que amenazan a toda la especie humana. Y, por otra parte, esta imagen muestra que lo fundamental para los intelectuales ya no está adentro, en las instituciones, en la torre de marfil que representa la universidad, sino afuera, en la calle, en la vida cotidiana y real de las personas.

Décadas después de 1968, los psicólogos, comienzan a emular a los estudiantes de La Sorbonne, pues, progresivamente, trasladan el nicho constituyente de la discursividad de la Psicología. Luego de hallarse en el laboratorio y en el consultorio, ahora la calle se ha convertido en el nuevo nodo discursivo y encuadre para los psicólogos, escenario que décadas atrás Lefebvre (1980) había reconocido como el espacio político por excelencia: el objeto, centro, causa y finalidad de la lucha política.

Si esto es así, también los psicoanalistas deben trasladar sus dispositivos y discursos a la calle, pasarlos poco a poco, del espacio privado de la familia y del consultorio, al espacio público de la calle, como fuente última de explicación de la estructuración subjetiva. El espacio público es entonces hoy día un nuevo nicho discursivo para los psicólogos (Salcedo, 2010), que va a traer imprevisibles consecuencias epistemológicas y teóricas para esta disciplina, las cuales apenas comenzamos a vislumbrar. Cabe finalizar con esta pregunta: ¿podrá subsistir el psicoanálisis ante un modo de comprensión de la subjetividad como un hecho político constituido, en vez de limitarse a escenarios privados e institucionales como la familia? Con otras palabras, ¿logrará trasladarse a escenarios colectivos y públicos que se han instalado arbitrariamente por ciertas dinámicas de poder?

NOTAS

2 Traducción del autor de este trabajo. Dice originalmente Foucault: "Je crois que Nietzsche propose par là l'idée que l'histoire n'est due qu'au hasard, que c'est un enchaînement d'événements qui se produisent par hasard et qu'il n'y a là ni concept de progrès ni régularité".


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