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Psicogente

Print version ISSN 0124-0137

Psicogente vol.19 no.35 Barranquilla Jan./June 2016

https://doi.org/10.17081/psico.19.35.1205 

Resultado de Investigación


Validez y confiabilidad del instrumento de vínculo parental (Parental Bonding Instrument, PBI) en una muestra de varones mexicanos*

Validity and reliability of the Parental Bonding Instrument (PBI)in a sample of Mexican males

Erika Robles Estrada**
Hans Oudhof van Barneveld***
Aída Mercado Maya****
Universidad Autónoma del Estado de México, México

* Proyecto de investigación básica: La construcción del rol de género: Prácticas parentales y la percepción de los adolescentes. Clave 3683/2014/CID
** Doctora en Ciencias Sociales, Profesora Investigadora, Facultad de Ciencias de la Conducta, Universidad Autónoma del Estado de México, México. Email: erikarobles@yahoo.com
*** Doctor en Ciencias Pedagógicas, Psicológicas y Antropológicas, Profesor Investigador, Facultad de Ciencias de la Conducta, Universidad Autónoma del Estado de México, México. Email: hansovb@hotmail.com
**** Doctora en Investigación Psicológica, Profesora Investigadora, Facultad de Ciencias de la Conducta, Universidad Autónoma del Estado de México, México. Email: aidamercadom@hotmail.com

Referencia de este artículo (APA): Robles, E., Oudhof, H. & Mercado, A. (2016). Validez y confiabilidad del instrumento de vínculo parental (Parental Bonding Instrument, PBI) en una muestra de varones mexicanos. Psicogente, 19(35), 14-24. http://doi.org/10.17081/psico.19.35.1205

http://doi.org/10.17081/psico.19.35.1205

Recibido: 3 de marzo de 2015/Aceptado: 10 de noviembre de 2015


Resumen

El objetivo de esta investigación fue obtener la validez y confiabilidad del instrumento de vínculo parental en una muestra de varones mexicanos. En total fueron 125 participantes. El instrumento original es de Parker, Tupling y Brown (1979); mide la percepción de la conducta y actitud de los padres hacia sus hij os hasta los 16 años. La aplicación se llevó de manera colectiva con consentimiento informado. Los datos se analizaron con análisis factorial y Alfa de Cronbach. Los resultados arrojaron la permanencia de los factores del instrumento: sobreprotección y cuidado. La confiabilidad fue de .900. Se puede concluir que el instrumento es válido y confiable para muestras mexicanas de varones.

Palabras clave: Vínculo parental, Apego, Varones, Validez, Confiabilidad.


Abstract

The objective of this research was to obtain the validity and reliability of the Parental Bonding Instrument in sample of Mexican males. In total there were 125 participants. The original instrument is Parker, Tupling & Brown (1979); it measures the perception of the conduct and attitude of parents until the age of 16. The application took collectively with informed consent. Data were analyzed with analysis, factorial and Cronbach Alpha. The results threw the permanence of the factors of the instrument: care and overprotection. Reliability was of .900. It can be concluded that the instrument is valid and reliable for Mexican males.

Key words: Parental bonding, Attachment, Males, Validity, Reliability.


Introducción

El estudio sobre la relación entre el niño y la madre se ha convertido en el centro de un gran número de investigaciones. En primer lugar, porque el proceso de organización psicológica del niño está mediado por las formas de relación que los adultos, y en particular los padres, establecen con él; es a partir de su propio proceso de organización cuando se le ofrecen elementos para estructurarse psicológicamente (Villalobos, Chávez & Pérez, 2013). Por otro lado, desde la teoría del apego de Bowlby (1998) se construyen hipótesis sobre diversos problemas relacionados con la personalidad, e incluso respecto a que ciertos problemas sociales tienen su raíz en la forma como se ha establecido el vínculo con las figuras parentales, en especial con la figura materna.

De tal manera, se parte de la idea de que el vínculo entre un niño con su cuidador primario puede llegar a influir en las relaciones que establece con otras personas, en el desarrollo de su personalidad, incluso Melis et al. (2001) señalan que existe una asociación entre determinadas patologías y los patrones vinculares, que ha dado como resultado trastornos de pánico con o sin agorafobia, trastornos de ansiedad generalizada, trastornos depresivos, trastornos de personalidad y distorsiones en la calidad del vínculo, entre otros. Además, un estudio de caso reciente en México confirmó que los vínculos maternos no positivos, como son: protección excesiva, dominancia, culpa y angustia por la maternidad, pueden ser propiciadores de obesidad en los niños de 8 y 9 años de edad (Gómez, Gutiérrez & Morales, 2013).

Si bien esto comenzó con la teoría del apego de Bowlby (1998), fueron Ainsworth, Blehar, Waters & Wall (1978), quienes realizaron estudios sobre los efectos que el tipo de apego tiene en los niños para el desarrollo de una personalidad saludable en la vida adulta. Para ello recurrieron a la medición del vínculo parental, diseñando uno de los modelos más conocidos: la técnica de la situación extraña, que tuvo como parámetro el grado de incomodidad, la aflicción y las estrategias que utiliza el menor para enfrentar sus necesidades de proximidad cuando no se encontraba la madre. El resultado fue la clasificación del apego en cuatro tipos: seguro, inseguro de tipo evitante, inseguro de tipo ambivalente-resistente y desorganizado. Posteriormente, Parker, Tupling y Brown (1979) realizaron también mediciones, pero denominando el apego como vínculo.

Urizar (2012) brinda oportunamente la diferencia entre ambos. El apego es un mecanismo preprogramado que activa una gama de comportamientos posibilitando la vinculación madre e hijo, con el objetivo biológico de proveer de la proximidad, protección y seguridad del cuidador primario. Mientras el vínculo hace referencia al lazo afectivo que emerge entre dos personas y genera un marco de confianza en el otro y en la vida, pero los dos constructos forman una unidad indivisible. El vínculo se retoma sin duda, con bases de la teoría del apego.

Así, Parker et al. (1979) crearon un instrumento que evaluaba los recuerdos que poseían hombres y mujeres adultos de su madre durante la infancia, ya que a partir de la existencia o la ausencia de sobreprotección y cuidado, era posible obtener el tipo vincular predominante; estos fueron vínculo óptimo, vínculo ausente o débil, constricción afectiva, control sin afecto y promedio.

Cabe señalar que estos vínculos guardan estrecha relación con las definiciones propuestas por Ainsworth et al. (1978), como se detalla a continuación. El vínculo óptimo y el promedio, que se manifiesta cuando la madre se caracteriza por ser con los hijos afectuosa, empática, contenedora emocionalmente, favorecedora de la independencia y la autonomía (Parker et al., 1979), guarda similitudes con el tipo de apego seguro en donde la madre es accesible, receptiva y cálida (Ainsworth et al., 1978). Mientras que el vínculo ausente o débil, referido como aquel que identifica a la madre como fría, emotiva, indiferente (Parker et al., 1979), tiene que ver con el apego resistente definido por una madre que muestra disponibilidad en ciertas ocasiones, pero en otras no: es indiferente, incluso muestra amenazas de abandono como medio de control (Bowlby, 2001).

El apego desorganizado o desorientado de Ainsworth et al. (1978), en el cual la madre no permite la autonomía, controla en exceso e incluso llega al abuso y maltrato hacia el hijo, guarda similitudes con el vínculo constricción afectiva de Parker et al. (1979), porque si bien la madre es afectuosa, contiene emocionalmente y es empática, asimismo es controladora, intrusiva, tiene contacto excesivo y previene la conducta autónoma del niño.

Finalmente, el evitante de Ainsworth et al. (1978), en el cual el niño supone que cuando busque cuidados no recibirá atención o cariño, sino rechazo, es equivalente al de control sin afecto generado por una madre que presenta frialdad, indiferencia y negligencia (Parker et al., 1979).

Posteriormente a estas clasificaciones surgieron otras similares, como las de George, Kaplan & Main (1996), quienes en 1985 diseñaron la entrevista de apego en adultos (Adult Attachment Interview o AAI) para conocer la representación mental sobre el asunto cuando describen sus experiencias infantiles. Aportaron cuatro categorías semejantes a las ya mencionadas como apego autónomo o seguro, inseguro evasivo rechazante, inseguro dependiente preocupado y desorganizado.

El eje central para la medición de los tipos vinculares es la búsqueda de la proximidad con el cuidador primario, que es concebida por Bowlby (2001) como una forma fundamental de conducta que lleva a una persona a obtener o retener la proximidad de otro individuo diferenciado y preferido, que suele concebirse como más fuerte y/o más sabio. En la mayoría de los casos, es la madre.

El autor señala que hay una tendencia natural de los seres humanos a establecer relaciones íntimas y estables con personas determinadas, la cual comienza desde los primeros meses de la vida y se evidencia en las diversas formas que el niño tiene para obtener y mantener la proximidad con una figura significativa. Se exige así la ligadura madre-hijo como resultado de un conjunto de pautas de conducta características, en parte programadas, que se desarrollan en el entorno corriente y que tienen el efecto de mantener al niño en una relación estrecha principalmente con la figura materna (Bowlby, 1998).

Por otro lado, Ainsworth (1985) puntualizó la importancia de estudiar el vínculo parental, el cual radica en que la conducta de la madre en los primeros meses de vida del niño es un buen predictor del tipo de relación entre ambos y posteriormente de las relaciones en la vida adulta; es casi seguro que el sujeto habrá de buscar proximidad de otro ser conocido en quien confiar: el más cercano sería una pareja. En este sentido, Castillo (2008) señala que en la vida adulta, las relaciones amorosas dependen de los sentimientos de apego que sus progenitores le hayan dado especialmente durante la infancia

Estas ideas hablan de la permanencia en los patrones vinculares, los cuales son relativamente estables, dependen de la persistencia de los modelos mentales de sí mismo y los otros, y son componentes fundamentales de la personalidad. No obstante, hay aspectos relevantes que pueden dar lugar a un cambio de acuerdo a tres situaciones. En primer lugar, cuando estos difieren en su estabilidad en función del grado de insatisfacción que despiertan en cada persona. En segundo lugar, pueden cambiar en función de acontecimientos que alteren la conducta de cualquiera de los individuos que formen parte de la relación de apego. Por último, los modelos internos en sí mismos están sujetos al cambio cuando dejan de ser eficaces y el individuo empieza el proceso de acomodar los modelos a la realidad (Bowlby, 1980).

Brenlla, Carreras y Brizzio (2001) retoman esta estabilidad señalando que si en la infancia una persona tuvo un apego inseguro, esto se manifestará inmediatamente con alguien a quien le tenga confianza; en este caso sería la pareja, lo cual podría generar dependencia emocional.

Con todo lo puntualizado aquí, es menester no perder de vista la medición del vínculo parental en adultos en diferentes culturas, en especial en aquellos estudios centrados en las propiedades psicométricas del instrumento de vínculo parental (Parental Bonding Instrument, PBI) de Parker et al. (1979), utilizado en la presente investigación. En los Estados Unidos de América, Wilhelm, Niven, Parker & Hadzi-Pavlovic (2005) durante veinte años de trabajo con el PIB han tenido como resultado la permanencia de las subescalas de cuidado y sobreprotección, así como una consistencia interna adecuada. Datos similares se han encontrado en países latinoamericanos como Chile (Melis et al., 2001) y Colombia (Gómez, Vallejo, Zapata & Zambrano, 2010), que evidencian también la estabilidad de estas subescalas.

No obstante, estudios confirmatorios del PIB en culturas como la brasileña y la japonesa concluyen que una estructura del instrumento de tres factores tiene un mejor ajuste en muestras de adultos (Terra et al., 2009; Sato et al., 1999). Por otro lado, Heider et al. (2005) al trabajar con pacientes psiquiátricos de seis países europeos coinciden en la factibilidad de tres factores, siendo este último el autoritarismo.

Ante estas disyuntivas surge la necesidad de reforzar los estudios en muestras mexicanas; como antecedente se cuenta ya con la validez del instrumento de vínculo parental (Parental Bonding Instrument, PBI) en mujeres, aplicado por Robles, Oudhof, Zarza & Villafaña (2011), que contempló las dos subescalas originales del instrumento; sin embargo, aún no se tienen las propiedades psicométricas en varones mexicanos, razón por la que surge el objetivo de esta investigación: obtener la validez y confiabilidad del instrumento de vínculo parental en esta población.

Método

Participantes

Nunnally & Bernstein (1995) plantearon como criterio para llevar a cabo la validación de un instrumento, que la muestra se seleccionara de acuerdo con su número de reactivos por cinco personas. Con base en este, se obtuvo la participación de 125 personas, ya que el instrumento consta de 25 reactivos. No obstante, de acuerdo con la disponibilidad de participación, la muestra se incrementó, quedando un total de 181 varones de la ciudad de Toluca, estado de México. El promedio de edad fue de 21,5 años, estado civil soltero y escolaridad de licenciatura. El criterio de inclusión fue que los participantes hubieran vivido con su madre hasta los 16 años; el de exclusión fue la decisión de no participar en la investigación.

Instrumento

Las características del instrumento validado son las siguientes:

Es el instrumento de vínculo parental (Parental Bonding Instrument, PBI) de Parker et al. (1979), que mide la percepción de la conducta y actitud de uno o ambos padres en relación con el sujeto en su infancia y adolescencia, en los primeros 16 años de crianza.

Es un cuestionario para personas mayores de 16 años, de ambos sexos. De lápiz y papel, clasificado como una prueba de comportamiento típico, con opciones de respuesta que van de 0 (siempre) a 3 (nunca) y nivel de medición intervalar.

Está constituido por dos escalas: 1. Cuidado (12 ítems) que se refiere, por un lado, a la afectuosidad, contención emocional, empatía y cercanía, y, por otro, la frialdad emotiva, indiferencia, negligencia, y 2. Sobreprotección (13 ítems) que apunta al control, sobreprotección, intrusión, contacto excesivo, infantilización y prevención de la conducta autónoma.

Tiene 25 reactivos y cada respuesta se puntúa en un rango de 0 a 3 puntos, quedando la escala de cuidado con un puntaje máximo de 36 puntos y la de sobreprotección, con 39. Esto hace factible que cada escala puede ser utilizada de manera independiente o conjunta, según obtenga un puntaje para cuidado y otro para sobreprotección. La obtención de puntajes de ambas escalas permite elaborar cinco tipos de vínculos parentales: control sin afecto, constricción afectiva, vínculo ausente, vínculo óptimo y vínculo promedio.

Sobre las propiedades psicométricas del PBI, Wilhelm et al. (2005) señalan que se encontraron coeficientes retest aceptables sobre las puntuaciones de PBI durante 20 años de estudio con adultos. Para los autores, estos resultados indican estabilidad a largo plazo del instrumento.

Procedimiento

En un primer momento se revisaron los reactivos del instrumento para determinar si su redacción correspondía con el contexto sociocultural mexicano y, en ese caso, ajustarlos.

Posteriormente, se llevó a cabo un pilotaje para asegurar la comprensión de los reactivos.

Para la aplicación del instrumento, primero se detectaron las instituciones que por su naturaleza albergaran principalmente a varones, como instituciones educativas de nivel superior y centros de trabajo; esta se llevó a cabo de manera individual y colectiva en una sola sesión, tomando en consideración aspectos éticos como la confidencialidad de los resultados y su uso para fines académicos. Asimismo firmaron una carta de consentimiento informado.

Para controlar los sesgos, se capacitó a los aplicadores sobre el uso adecuado del instrumento, asimismo se explicó a los participantes su objetivo y las instrucciones acerca de su llenado.

Procesamiento

Para obtener la estructura factorial del instrumento, se obtuvo el KMO (Kaiser-Meyer-Olkin) y el índice de esfericidad de Bartlett. Posteriormente se corrió un análisis factorial de tipo confirmatorio con el método de componentes principales de tipo ortogonal (rotación varimax). El criterio para obtener los factores fue de acuerdo con los autovalores mayores o iguales a 1. Asimismo los factores tenían que contar por lo menos con tres reactivos positivos y cada uno de ellos con una carga factorial de .40 hacia arriba. Para obtener la confiabilidad de la escala se obtuvo el alfa de Cronbach.

Resultados

De acuerdo con la adaptación sociocultural del PBI al lenguaje propio de la población mexicana, se modificaron cuatro reactivos como se muestra a continuación. Tabla 1.

El pilotaje no reveló ningún ajuste en el instrumento, por lo que se procedió a su aplicación final, en la cual el KMO obtenido de .822, indicó que la adecuación de la muestra fue correcta. En cuanto al índice de esfericidad de Bartlett, la significancia fue de .00, lo que permite inferir que podría haber correlación entre las variables.

En el análisis factorial se encontraron dos factores que explican el 39.837 % de la varianza y un alfa de Cronbach de .900. Los factores fueron cuidado y sobreprotección y su consistencia fue de .865 y .791, respectivamente. Esto indica que los niveles de confiabilidad son adecuados para el instrumento y en cada uno de los factores. Tabla 2.

El factor denominado cuidado se conformó por 12 reactivos y el de sobreprotección por 11, quedando en total 23. Dos reactivos que no cumplieron con el peso factorial de .40 fueron eliminados.

  • Del factor sobreprotección: reactivo 3. Me dejaba hacer cosas que me gustaba hacer.
  • Del factor cuidado: reactivo 13. Me consentía.

En la Tabla 3 se observan los reactivos por factor con su peso factorial, que se encuentra por arriba de .40.

Discusión

La influencia de los vínculos tempranos en el desarrollo humano y la salud mental ha sido un tópico central dentro de la Psicología (Lecannelier, Ascanio, Flores & Hoffmann, 2011). De hecho, Campo (2010) señala que los niños que no desarrollan patrones emocionales adecuados, posteriormente presentan dificultades en la adquisición de habilidades sociales más complejas. Esto revela que la factibilidad del estudio de este tema tiene que ver con la permanencia de la figura vincular como relativamente estable a lo largo del ciclo vital (Bretherton, 1985; Fonagy, 1999).

De esta manera en la presente investigación, cuya finalidad fue validar y obtener la confiabilidad del PIB en varones mexicanos, se encontró que el instrumento mantiene la estructura de dos dimensiones: sobreprotección y cuidado, no así en el número de reactivos que las conforman. La varianza fue de 39.837 %. Asimismo presenta adecuados niveles de consistencia (alfa de Cronbach = .900).

Si bien existe evidencia de hallazgos sobre la estructura del PIB de tres factores (Sato et al., 1999; Heider et al., 2005; Terra et al., 2009), en este estudio se mantienen dos factores (sobreprotección y cuidado), al igual que en otras contextos culturales similares como Chile y Colombia, así como en Estados Unidos de América (Melis et al., 2001; Gómez et al., 2010; Wilhelm et al., 2005). Por otro lado, el porcentaje obtenido de la varianza explicada revela que el vínculo parental es un constructo muldimensional en el cual es posible que incidan otros factores relacionados con la convivencia con la figura materna.

Al igual que en otras validaciones, las propiedades psicométricas mantienen similitudes. Robles et al. (2011) obtuvieron un alfa ligeramente más alto (.96), manteniéndose también los mismos factores. Se pudiera pensar que estos datos dan lugar a que en futuras investigaciones se profundice sobre las diferencias entre hombres y mujeres en el vínculo parental desde una perspectiva de género; sin embargo, Wilhelm et al. (2005) defienden la idea de que el instrumento indaga la percepción que hay de la madre durante los primeros años de crianza sin tener suficiente peso otros elementos, como las experiencias de vida o el estado de ánimo; de acuerdo con sus hallazgos, parecen tener poco efecto sobre la estabilidad de la percepción de la crianza medida por el PBI; no señalan el género como variable trascendente en el estudio del vínculo parental. Finalmente puntualizan que sus hallazgos aumentan la confianza en el instrumento como una medida válida de la percepción de la crianza de los hijos durante períodos de tiempo prolongados.

Por otro lado, tanto en la versión con mujeres como en la de hombres, en cada subescala fue el mismo número de reactivos: cuidado = 12 y sobreprotección = 11. En ambas muestras se eliminó el reactivo "me dejaba hacer las cosas que me gustaba hacer"; sin embargo, difirieron en "parecía emocionalmente fría conmigo", que se mantuvo en la versión femenina, y en varones: "me consentía". Este último no se eliminó en el estudio de Gómez et al. (2010); y al no presentar suficiente peso factorial en la subescala de sobreprotección, se movió a la de cuidado. Si bien hay coincidencias y diferencias entre hombres y mujeres, se consideran mínimas e incapaces de aportar datos suficientes y relevantes de discusión.

En cuanto a la consistencia interna de cada uno de los factores, se observan variaciones importantes. En esta investigación el alfa es mayor en el factor cuidado (a=.865) que en el de sobreprotección (a = .791), mientras que en la validación con mujeres es de forma inversa (cuidado a = .70, sobreprotección a = .96).

En otros países se han encontrado validaciones del PBI con datos similares en cuanto a validez y consistencia interna adecuada. Gómez et al. (2010) lo aplicaron a población universitaria, y obtuvieron un alfa total de .89; en cuidado, .88, y en sobreprotección, .80. Por otro lado, Melis et al. (2001) calcularon en Santiago de Chile con adultos, la consistencia con el coeficiente de correlación Spearman-Brown y el coeficiente alfa de Cronbach obteniendo datos que fluctuaron entre 0,78 y 0,93.

Estos datos fortalecen los hallazgos y son indicativos de que el PBI mantiene las propiedades psicométricas propias para la población mexicana de varones.

Estudios realizados con los Gussi en Kenia, revelaron que el vínculo parental va más allá de barreras culturales, puesto que han encontrado patrones similares en países occidentales (Kermoian & Leiderman, 1986). En este caso, lo hallado en la presente investigación con muestras latinoamericanas, no es la excepción.

En lo que respecta a los reactivos que integran las subescalas de cuidado y sobreprotección, se logra observar que en la primera es mayor el énfasis en el afecto, pero principalmente en el fomento de la independencia y la libertad. Mientras que en la segunda, es muy clara la tendencia hacia la dependencia y la intrusión.

De alguna manera, esto es lo que se esperaría encontrar en un vínculo favorable entre el hijo y su madre, ya que el primero apunta en mayor medida a la cercanía y contención, mientras que el segundo, a la distancia afectiva o bien contacto excesivo (Parker et al., 1979). Al respecto, García (2002) señala que cuando un individuo se siente seguro puede explorar lejos de la figura de apego (conducta de exploración); en cambio, cuando está ansioso, cansado o enfermo siente la necesidad de la proximidad (conducta de apego).

Pareciera entonces que entre los participantes existe una tendencia a la elección de reactivos alusivos a la libertad e independencia, lo cual puede tener su origen desde la infancia, además de ser característico en la cultura mexicana. Así lo refleja un estudio de Flores y Cortés (2009), cuyo objetivo fue medir el estilo de apego en niños y niñas mexicanos; los investigadores encontraron que los infantes de sexo masculino poseen en menor medida algunos indicadores como necesidad de sentirse acompañados, conductas afiliativas recurrentes con los padres y poca preocupación de sentirse abandonados.

Estos datos tienen que ver con un vínculo favorable; pero según Galán (2010) no son los eventos de la vida de los progenitores lo que permite predecir el tipo de vínculo de sus hijos, sino el grado en que los hijos integran y dan sentido a sus experiencias. Sin duda alguna se relacionan con una conducta afectiva, que como señala Yela (2000), se caracteriza porque el individuo posee funciones psicológicas básicas, entre ellas, compartir, tener afiliación como punto de partida para las relaciones interpersonales íntimas, protección, estabilidad, seguridad, intimidad, apoyo emocional, entrega y compañía. Es por ello que si hay ausencia de amor maternal, es posible la existencia de problemas psicopatológicos en la etapa adulta. Por el contrario, si hay distanciamiento emocional de los padres, puede llegar a ser un estresor en la familia (Delgado, 2011). Es necesario considerar estos elementos como esenciales durante la infancia, porque en esta etapa de la vida se conquistan habilidades emocionales que preparan para el despliegue de competencias socioafectivas relacionadas con la práctica del buen trato, la convivencia y el respeto (Vásquez, 2009).

La importancia de esta investigación radica en que justamente se abordan estas implicaciones del vínculo madre e hijo; no obstante, entre las limitantes de este estudio figura el hecho de que con el PIB no se indagan en mayor profundidad estas relaciones. Asimismo las propiedades psicométricas del estudio son de carácter confirmatorio, determinado a un contexto cultural, no se toman en consideración otros elementos como la perspectiva de género, la salud mental del individuo, la estructura familiar en la que creció, entre otros. De hecho, Pardo, Pineda, Carrillo & Castro (2006) señalan que no basta con tener una taxonomía descriptiva, sino que es relevante estudiar la construcción de la naturaleza del vínculo mismo, contemplando en la investigación las características culturales y temporales específicas que surgen en los comportamientos y apegos de los individuos.

De la misma manera, para futuras investigaciones se precisa la conjugación de instrumentos que midan las relaciones vinculares, con la finalidad de establecer la validez de criterio.

Cabe señalar que los datos aquí encontrados favorecen a una mejor comprensión y uso del PBI en población mexicana, constituyen la base para generar nuevos datos relacionados con la construcción de instrumentos sobre vínculo o apego; se espera que puedan ser desarrollados en mediano plazo.


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