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Psicogente

versão impressa ISSN 0124-0137

Psicogente vol.25 no.47 Barranquilla jan./jun. 2022  Epub 01-Maio-2022

https://doi.org/10.17081/psico.25.47.5070 

Artículo

Experiencias latinoamericanas en la prevención de la suicidalidad en jóvenes y adolescentes: una revisión teórica

Latin American experiences in the prevention of suicidality in young people and adolescents: a theoretical review

Juan Rubio González1 
http://orcid.org/0000-0001-8118-5104

Alejandra Vega Álvarez2 
http://orcid.org/0000-0002-1676-0587

Victoria Weishaupt Barraza3 
http://orcid.org/0000-0001-9366-3177

Daniela Muñoz Rocco4 
http://orcid.org/0000-0001-6421-6458

Gabriel Ramos Thompson5 
http://orcid.org/0000-0002-9062-4014

1Universidad de Atacama, Copiapó, Chile. jj.rubio.72@gmail.com

2Universidad de Atacama, Copiapó, Chile. alejandra.vega@uda.cl

3Universidad de Atacama, Copiapó, Chile. victoria.weisbarraza@gmail.com

4Universidad de Atacama, Copiapó, Chile. danieladominique@outlook.com

5Universidad de Atacama, Copiapó, Chile. gabrielramos.thompson@gmail.com


Resumen

Introducción:

A nivel latinoamericano el suicidio en jóvenes y adolescente representa una problemática grave, por lo que es necesario trabajar en su prevención. En ese sentido, este trabajo presenta una revisión teórica narrativa sobre la temática.

Objetivo:

Conocer las principales experiencias de prevención de la suicidalidad en jóvenes y adolescentes de Latinoamérica en los últimos 15 años.

Método:

Se revisaron y analizaron 44 estudios empíricos, realizando búsquedas bibliográficas en revistas científicas indexadas en Scopus, Scielo, WoS, REDALYC y ERIH PLUS y motores de búsqueda como Google Académico y EBSCO.

Resultados:

Los hallazgos obtenidos en los 44 estudios se organizaron en tres categorías: 1) diagnósticos sobre suicidalidad realizados en población juvenil y adolescente; 2) intervenciones psicoterapéuticas destinadas a tratamiento en suicidalidad; y 3) intervenciones en base a programas, estrategias y técnicas enfocadas en la prevención del suicidio juvenil y adolescente.

Discusión:

Los principales diagnósticos asociados a la suicidalidad están vinculados a disfuncionalidades emocionales, donde las mujeres son las principales afectadas, la familia y el entorno surgen como principales factores protectores o de riesgo dependiendo de su funcionalidad y cohesión. Además, las intervenciones más valoradas están asociadas a los modelos clásicos de psicoterapia y las estrategias psicoeducativas aparecen como los principales focos de los programas preventivos.

Conclusión:

Por la multifactoriedad del fenómeno, se debería realizar un cambio paradigmal en el enfrentamiento de la suicidalidad.

Palabras Clave: Suicidalidad; prevención; jóvenes y adolescentes; Latinoamérica.

Abstract

Introduction:

At the Latin American level, suicide in young people and adolescents represents a serious problem, so it is necessary to work on its prevention. In this sense, this work presents a narrative theoretical review on the subject.

Objective:

To know the main experiences of suicide prevention in young people and adolescents in Latin America in the last 15 years.

Method:

44 empirical studies were reviewed and analyzed, performing bibliographic searches in scientific journals indexed in Scopus, Scielo, WoS, REDALYC and ERIH PLUS and search engines such as Google Scholar and EBSCO.

Results:

The findings obtained in the 44 studies were organized into three categories: 1) diagnoses of suicidality made in the youth and adolescent population; 2) psychotherapeutic interventions aimed at treating suicidality; and 3) interventions based on programs, strategies and techniques focused on the prevention of youth and adolescent suicide.

Discussion:

The main diagnoses associated with suicidality are linked to emotional dysfunctionalities, where women are the main affected, the family and the environment appear as the main protective or risk factors depending on their functionality and cohesion. In addition, the most valued interventions are associated with the classic models of psychotherapy and psychoeducational strategies appear as the main focuses of preventive programs.

Conclusion:

Due to the multifactorial nature of the phenomenon, a paradigm shift should be made in the confrontation of suicidality.

Keywords: Suicidality; prevention; youth and adolescents; Latin America

INTRODUCCIÓN

En Latinoamérica, de acuerdo a datos de la OPS (2014) se establece que la tasa media de suicidios es de 9,8 por cada 100 mil habitantes. Países como Bolivia, Chile y Uruguay presentan tasas de suicidio del orden de 18 por cada 100 mil habitantes, lo que supera con largueza realidad europea (Hojman, Krause, Llaupi, Rojas y Vergés, 2018). Ante esa realidad, el suicidio pasa a ser una temática de debate público, dejando de ser un tabú, de ahí la relevancia en abordarlo de manera científica.

Etimológicamente, suicidio proviene del latín sui -a sí mismo y caedere - matar-, vale decir, matarse a sí mismo. Así, este fenómeno es conceptualizado en la literatura científica, como el acto deliberado y voluntario por el que se acaba con la propia vida (Barroso, 2019). En ese sentido, emerge el constructo de suicidalidad, el cual da cuenta de una diversidad de conceptos relacionados al suicidio. Dentro de los más relevantes se pueden plantear los de ideas pasivas de muerte, ideación suicida, riesgo suicida, planificación suicida, conducta o comportamiento suicida, intento suicida y suicidio propiamente tal (Echeburúa, 2015).

En la lógica de orientar la definición de estos conceptos, Koppmann (2020, p. 164) establece que riesgo suicida “se refiere a aquellos determinantes personales, familiares y sociales que aumentan la probabilidad de suicidio para esa persona en ese momento específico”. De ello, se deriva el comportamiento o conducta suicida entendido como una secuencia de eventos insertos en el denominado proceso suicida, el cual se produce de manera progresiva y sustentado en base a los diferentes tipos de condiciones de vida, influida por factores como el género, edad, estilo de vida, ideas suicidas (Sánchez, Cáceres y Gómez, 2002) sumado a factores biológicos, psicológicos y sociales, los cuales determinan su permanencia en el tiempo y son clave a la hora de identificar un posible intento suicida (Castañeda, 2016; Koppmann, 2020).

En tanto, la OPS (2003, p. 201) define la ideación suicida como aquellos “pensamientos acerca de suicidarse, con diversos grados de intensidad y elaboración, al sentimiento de estar cansado de la vida, la creencia de que no vale la pena vivir y el deseo de no despertar del sueño”. De lo anterior, se desprende que la ideación suicida, a diferencia de otros comportamientos autolesivos, está marcada por un conjunto de pensamientos intrusivos y repetitivos en torno planes, formas, circunstancias, condiciones y objetos a utilizar en el acto suicida (Eguiluz, 1995). De esa lógica, se desprende que la ideación suicida representa un predictor significativo del intento que realizan las personas por suicidarse (Mortier et al., 2018). Este último, corresponde al acto intencionado y planeado sin resultado de muerte, por lo que se estaría frente a un intento suicida fallido, en caso contrario, se habla de suicidio consumado (Pérez, 1999). De lo anterior, se desprende que el intento suicida es un poderoso predictor del suicidio, pues se establece que entre un 10 % y 14 % de las personas que realizan este acto, cometerán suicidio finalmente (Grey y Claro, 2018).

En esa lógica, la OMS (2018) conceptualiza el suicidio como un fenómeno multideterminado y vinculado a diversos factores individuales, sociales, contextuales e históricos. Dentro de los anteriores, se destacan aspectos biológicos, psicológicos, interpersonales, cognitivos e intrapsíquicos y alteraciones en el comportamiento, influenciados por elementos culturales, sociológicos, filosóficos y morales (Martínez, 2017; Castañeda, 2016).

En el contexto latinoamericano, el suicidio es considerado una problemática grave que provoca repercusiones y desencadenantes sociales y familiares complejas (Sánchez, Guzmán y Cáceres, 2005). En ese sentido, considerando los múltiples factores que influyen en este tipo de decisiones, surge la necesidad de trabajar en la prevención; identificar factores de riesgo y fortalecer factores protectores sería primordial al momento de enfocarse en prevenir o reducir la suicidalidad de una comunidad (Soler, Pérez, Mejías, López y César, 2016). En esa línea, algunos de los factores protectores más relevantes serían sentirse parte de un grupo o comunidad, niveles funcionales de autoestima, buenas relaciones intrafamiliares y redes sociales de apoyo, mayor acceso a servicios de salud efectivos, entre otros (Ríus y Menéndez, 2015).

Considerando lo anterior, Gordon (1983) da cuenta que las estrategias preventivas para abordar la suicidalidad, se pueden agrupar en tres tipos: a) estrategias preventivas universales, las cuales abarcan toda la población; b) estrategias de prevención selectiva, dirigidas a grupos de la población en base a ciertas características; y c) las estrategias de prevención indicada, las que se orientan directamente a los grupos vulnerables de la población. Respecto las intervenciones selectivas, Bustamante et al. (2018) sugieren la necesidad de formar profesionales comunitarios, articular las relaciones de la familia con la escuela y la comunidad, capacitación de guardianes o gatekeepers e interventores para la prevención del suicidio en centros educacionales. Además, se plantea la necesidad de generar protocolos de detección y evaluación del fenómeno (Arias, 2013), donde la psicoeducación es un aspecto relevante, sumado a la derivación, diagnóstico y tratamiento psicológico oportuno a personas que presenten altos factores de riesgo de suicidio (Bustamante et al., 2018), haciéndose necesario incluir un posterior seguimiento a estas personas.

Pero, a pesar de conocerse estas intervenciones y de que la mayor parte de los países latinoamericanos aplican planes nacionales de prevención del suicidio, las cifras en este ámbito siguen siendo preocupantes. Según la OPS (2014) la mayor causa de muerte en adolescentes y adultos jóvenes de entre 15 y 29 años es el suicidio. Ejemplo de ello, en Colombia se reporta que el 29,7 % de los intentos de suicidio se dieron en población de 15 a 19 años, seguido del grupo de 20 a 24 años con un 18,8 % (OPS, 2014), convirtiéndose así, en un problema de salud pública. Ante ello, variados estudios se han enfocado en el factor etario relacionado a la suicidalidad de las personas. Esto, pues la etapa de la adolescencia y juventud temprana es un periodo de desarrollo psicológico complejo que trae aparejado factores como el aislamiento social, la invisibilización, las exigencias sociales por cumplir expectativas académicas, conflictos con la propia identidad, entre otras circunstancias adversas, que de no ser acompañadas, aparece suicidio como una posible solución para estos grupos etarios (Gaete, 2015).

Así, a los factores establecidos se pueden sumar a un cúmulo de experiencias traumáticas vividas en la infancia y adolescencia, las que pueden marcar el rumbo hacia la suicidalidad, más si presentan factores de riesgo, como algún grado de depresión, desesperanza o consumos de sustancias; haber sufrido abuso físico, sexual o violación; o incluso puede darse por imitación (Soler et al., 2016; Achui, 2016; Larraguibel et al., 2000).

Tras lo revisado, y considerando las implicaciones sociales del suicido, la gravedad de que la población joven y adolescente sea uno de los sectores donde en mayor medida se presenta este fenómeno, surge la necesidad de poder sistematizar la información existente respecto a las experiencias preventivas desarrolladas en el continente latinoamericano, pues existen factores culturales comunes que pudiesen dar luces respecto a qué factores protectores y de riesgos estarían influyendo en el surgimiento de los fenómenos asociados a la suicidalidad. De ahí, que surge la pregunta: ¿qué reporta la literatura científica sobre la prevención de la suicidalidad en jóvenes y adolescentes latinoamericanos? Ante ello, esta investigación realizada bajo la lógica de revisión teórica narrativa busca conocer, describir y sistematizar las principales experiencias de prevención de la suicidalidad en jóvenes y adolescentes de Latinoamérica.

MÉTODO

Se realizó una revisión teórica de tipo narrativa, estudiando de manera detalla, selectiva y crítica (Ato, López y Benavente, 2013; Zillmer y Díaz-Medina, 2018) la literatura científica relacionada con la temática de la prevención del suicidio en jóvenes y adolescentes latinoamericanos. En esa lógica, se realizaron búsquedas bibliográficas con el objetivo de identificar la información requerida. Para ello, se recurrió a las siguientes bases de datos: a) revistas científicas indexadas en Scopus, Scielo, WoS, REDALYC y ERIH PLUS; y b) motores de búsqueda como Google Académico y EBSCO.

Para la selección de las muestras de esta revisión teórica, se consideraron los siguientes criterios: a) que fuesen realizados en el contexto latinoamericano; b) que se tratara de artículos científicos parte de revistas indexadas, al menos, con comité editorial, o tesis de pre y postgrado; c) que estuviesen escritos en idioma inglés, español o portugués; d) que el límite temporal de los estudios fuese 15 años, a partir del 2005; y e) que los sujetos de estudio correspondiesen a jóvenes y adolescentes. De lo anterior, se entiende que quedan excluidos de este estudio todos los trabajos que no cumplieran con los criterios descritos.

En tanto, los conceptos utilizados para realizar la búsqueda en las bases de datos señaladas fueron: “programas de prevención suicida adolescente”; “tratamiento prevención del suicidio”; “prevención del suicidio en Latinoamérica”; “riesgo suicida en adolescentes latinoamericanos”; “experiencias respecto a la prevención del suicidio”; “modelos de tratamiento del suicidio en Latinoamérica”; “métodos terapéuticos de prevención del suicidio”, que corresponden a los conceptos que más se repiten en la literatura científica de éste ámbito.

La búsqueda fue realizada por cinco revisores de manera independiente utilizando los diferentes términos o conceptos señalados previamente, o las combinaciones entre ellos. El primer proceso permitió encontrar 91 estudios, de los cuales 42 fueron excluidos por no cumplir alguno de los criterios establecidos. De los 49 seleccionados, finalmente se marginan de esta revisión teórica, cinco estudios por presentar poca claridad en el método investigativo. Una vez saturada la búsqueda, vale decir, que no se encontraron más resultados en las bases de datos, los 44 estudios seleccionados se organizaron a partir de lo que detalla la Tabla 1 de la muestra de este estudio. Una vez leídos y analizados, se establecieron las dimensiones o categorías de las que se da cuenta en el apartado resultados de este trabajo.

Tabla 1 Muestra de estudios que integran esta revisión teórica narrativa 

País Autor/es, año Tipo de estudio Participantes
Argentina Casullo y Fernández, 2007 Artículo Adolescentes
Kaplan y Szapu, 2019 Artículo Adolescentes
Brasil Vedana y Zanetti, 2019 Artículo Universitarias
Chile Alamo et al., 2019 Artículo Universitarios
Micin y Bagladi, 2011 Artículo Universitarios
Ventura et al., 2010 Artículo Jóvenes y Adolescentes
Salvo y Melipillán, 2008 Artículo Estudiantes secundarios
Ardiles et al., 2018 Artículo Adolescentes
Bustamante et al., 2018 Artículo Adolescentes
Tomicic, Immel y Martínez, 2019 Artículo Jóvenes y Adolescentes
Pavez et al., 2009 Artículo Adolescentes
Colombia Bahamón et al., 2018 Artículo Adolescentes
Bahamón et al., 2019 Artículo Adolescentes
Bahamón et al., 2019 Artículo Adolescentes
Carmona, Gaviria y Layne, 2014 Artículo Universitarias
Navarro, 2018 Tesis de Magister Adolescente
Barrios et al., 2017 Artículo Agentes universitarios
Pinzón-Amado et al., 2014 Artículo Universitarios
Cañón et al., 2018 Artículo Adolescentes
Piedrahitas, Paz y Romero, 2012 Artículo Adolescentes
Cuba Arias et al., 2009 Artículo Jóvenes y Adolescentes
Rodríguez et al., 2013 Artículo Adolescentes
Ecuador Iler, 2014 Tesis de Pregrado Adolescentes
Benalcázar y Armas, 2020 Tesis de Magister Jóvenes y Adolescentes
México Córdova, Estrada y Velázquez, 2013 Artículo Adolescentes
Cubillas et al., 2012 Artículo Estudiantes secundarios
Palacios, Sánchez y Andrade, 2010 Artículo Adolescentes
Valadez et al., 2011 Artículo Adolescentes
García de Alba et al., 2011 Artículo Adolescentes
Gómez y Hernández, 2009 Artículo Adolescentes
Quitl, Nava y Jiménez, 2019 Artículo Adolescentes
Rosales y Córdova, 2011 Artículo Universitarios
Hernández y Gómez, 2006 Artículo Adolescentes
Córdova, Cubillas y Román, 2011 Artículo Adolescentes
Valadez et al., 2019 Artículo Adolescentes
Chávez, Medina y Macías, 2008 Artículo Adolescentes
Salazar y Puc, 2019 Artículo Adolescentes
Contreras y Dávila, 2018 Artículo Adolescentes
Borges et al., 2008 Artículo Adolescentes
Perú Sandoval et al., 2018 Artículo Adolescentes
Mamani et al., 2018 Artículo Adolescentes
Sánchez, Suero y Mendoza, 2012 Artículo Adolescentes
Puerto Rico Rosselló et al., 2011 Artículo Adolescentes
Duarté, Torres y Laboy, 2015 Artículo Adolescente

RESULTADOS

En este apartado se presentan los principales análisis de los estudios seleccionados, de los que se desprenden los siguientes ámbitos o categorías:

Diagnósticos sobre suicidalidad realizados en población joven y adolescente

Ello, comprende resultados obtenidos de la aplicación de instrumentos diagnósticos y evaluaciones producto de intervenciones clínicas, antecedentes utilizados en investigaciones enfocadas en establecer los factores de riesgo y protectores de la suicidalidad en jóvenes y adolescentes latinoamericanos. Al respecto, considerando los diversos ámbitos donde se ubica esta población, los diagnósticos descritos se pueden desagregar de la siguiente manera:

Diagnósticos realizados en ámbitos educativos universitarios

En este contexto, se puede constatar el estudio con 200 estudiantes de la Universidad Austral de Chile, a quienes se aplican las Escalas de DesesperanzaBeck -BHS(Beck et al., 1974), de Suicidalidad deOkasha (Okasha, Lotaif y Sadek, 1981) y la de depresión PHQ-9 (Kroenke, Spitzer y Williams, 2001), constatándose que estos instrumentos son confiables en la pesquisa temprana de riesgo suicida, obteniéndose además, que la depresión y el estrés serían dos de los factores más relevantes en la comprensión de la intención suicida (Alamo et al., 2019). También, en Chile, en la Universidad de Santiago, considerando las evaluaciones de 460 estudiantes que recibieron atención psicológica y/o psiquiátrica del Servicio de Salud Estudiantil de este centro educativo, el diagnóstico psicopatológico concluye que el 92 % de cuadros se concentra en trastornos adaptativos, del estado de ánimo y de ansiedad; el 58 % presenta rasgos asociados a la depresión, aunque solo el 6,3 % había realizado algún intento suicida; el 21,1 % de quienes presentan ideación suicida tienen como antecedente previo, intentos suicidas en familiares o cercanos; en cuanto al género, no se encontraron diferencias significativas (Micin y Bagladi, 2011).

Mientras que en México, Rosales y Córdova (2011) dan cuenta de un estudio con 337 estudiantes de la Universidad Tecnológica Fidel Velázquez, donde se aplica una diversidad de instrumentos para evaluar estado emocional e ideación suicida. Dentro de éstos destacan la Escala de actitud disfuncional (Weissman y Beck, 1978); la BHS (Beck et al., 1974), la Escala de apoyo social percibido (Zimet, Dahlem y Farley, 1988), la Escala de estado emocional (Berwick et al., 1991) y la Escala de ideación suicida (Roberts, Roberts y Chen, 1998). Los resultados muestran que 13,2 % de los participantes presentan ideación suicida, la que se presenta, mayoritariamente, en el rango etario de 18 a 24 años, mientras que la experiencia trastornante referida con mayor frecuencia correspondió a problemas familiares (Rosales y Córdova, 2011).

En tanto, Carmona, Gaviria y Layne (2014) constatan una investigación en 17 Universidades de Colombia, con la participación de 1055 estudiantes mujeres, a quienes se les aplicó un cuestionario que indagaba ideación suicida, intento de suicidio y calidad de los vínculos familiares y sociales. Los resultados muestran que las estudiantes que no presentan ideación, intento suicida, ni autolesiones, califican con vínculos familiares y sociales estables. Mientras que aquellas que presentaban conductas suicidas, presentaron puntajes bajos en el vínculo con la figura paterna. El estudio concluye que la calidad de los vínculos familiares es un factor protector con respecto a la suicidalidad de las estudiantes.

Otro estudio realizado en Colombia con 963 estudiantes de medicina, buscaba establecer la prevalencia de ideación e intentos de suicidio y los factores asociados. Se aplicaron instrumentos para evaluar síntomas depresivos y uso problemático de alcohol. Se obtuvo que el 15 % de los participantes señaló haber realizado por lo menos un intento suicida, el 13,9 % informó haber ingerido antidepresivos durante su entrenamiento médico. En tanto, las variables asociadas con la ideación suicida están en la línea de síntomas depresivos clínicamente significativos, historia de consumo de sustancias psicoactivas ilícitas y percepción del regular o mal rendimiento académico durante el último año (Pinzón-Amado et al., 2014).

En el caso de Brasil, Vedana y Zanetti (2019) realizan una investigación dirigida a identificar actitudes relacionadas a la suicidalidad en 111 estudiantes de enfermería del Estado de São Paulo. Se aplicó el Cuestionario de Actitudes Frente al Comportamiento Suicida -SBAQ(Botega et al., 2005) y una encuesta sociodemográfica. Los resultados establecen que el comportamiento suicida, se asocia a variables relacionadas al sufrimiento mental: 37,8 % con la desesperación y 23,4 % con la desesperanza. Además, se establece que las actitudes más negativas fueron asociadas al sexo femenino y que los pensamientos suicidas a lo largo de la vida fueron asociados al contacto con alguien con comportamiento suicida y a actitudes menos moralistas y/o de autocondenación.

Diagnósticos realizados en ámbitos educativos de enseñanza secundaria

Considerando estos contextos educativos, en dos establecimientos ubicados en Puerto Aysén, Chile, a 144 estudiantes se aplican diversos instrumentos, a partir de los cuales se logra detectar 29 casos de riesgo suicida, antecedente que fue confirmado posteriormente, al realizarse el diagnóstico clínico con 27 de estos casos que fueron tratados en el sistema de salud local (Bustamante et al., 2018). También, en Santiago de Chile, en cinco establecimientos se evaluó a 1590 estudiantes con la Escala de Depresión deZung (Zung, 1965) y una encuesta para evaluar distintos niveles de suicidalidad, evidenciando que las mujeres presentan prevalencia en ideación suicida, respecto a los hombres, lo mismo ocurre con el factor intento suicida. Este estudio de Ventura et al. (2010) establece que la mayor frecuencia de ideación suicida se presenta a los 15 años de edad, mientras que el intento suicida a los 16 años. También señala que en los establecimientos públicos-municipalizados existiría mayor prevalencia de ideación suicida e intento suicida que en los centros educativos subvencionados y privados, no siendo el alcance del estudio explicar dichas diferencias.

En tanto, Salvo y Melipillán (2008) con 763 estudiantes de la comuna de Chillán, Chile, buscan determinar la contribución de autoestima, cohesión familiar, adaptabilidad familiar y apoyo social en la predicción de suicidalidad en adolescentes. Para ello, aplicaron diversas escalas dando cuenta que el 50 % de los participantes habría realizado dos o más intentos de suicidio. Además, se encontró una asociación entre menor cohesión familiar y suicidalidad, lo que permite plantear que las familias desvinculadas presentan mayor riesgo a que sus integrantes desarrollen ideas o intentos suicidas. También se encuentra correlación en sentido inverso entre apoyo social con el riesgo suicida; entre menor apoyo familiar o de amigos, más riesgo suicida.

En México, se pueden constatar valiosas experiencias de diagnósticos en contextos educativos de establecimientos secundarios. En ese sentido, en 1169 estudiantes de cuatro establecimientos del Distrito Federal, se utiliza la Escala de probabilidad de riesgo suicida -SPS- (Cull y Wayne, 1982), con la que se obtiene una relación entre los factores de riesgo -evaluación negativa del self, desesperanza, ideación suicida y hostilidad con la predicción de probabilidad de riesgo suicida (Córdova, Estrada y Velázquez, 2013). También, en Distrito Federal, Gómez y Hernández (2009 evalúan las características de personalidad de 72 estudiantes detectados con riesgo suicida. Para ello, se aplicó el Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes -MMPI-A(Lucio, Ampudia y Durán, 1998) y el Inventario de Riesgo Suicida para Adolescentes -IRISA(Hernández y Lucio, 2003). Se concluye que para prevenir el suicidio en adolescentes con trastornos de personalidad es necesario implementar un programa selectivo, teniendo en cuenta sus características de personalidad como dificultades en socialización, malestar depresivo e impulsividad, entre otros (Gómez y Hernández, 2009).

Los mismos investigadores, habían realizado un estudio en Distrito Federal y Morelia, intentando contrastar las experiencias de vida y el riesgo suicida con 341 estudiantes adolescentes, encontrando la existencia de una correlación importante entre los sucesos de vida estresantes y el riesgo suicida; al aumentar el número de sucesos estresantes reportados, también aumenta el riesgo suicida (Hernández y Gómez, 2006). También, en el Distrito Federal de México, Palacios, Sánchez y Andrade (2010) realizan estudio con 550 estudiantes buscando medir el intento suicida y la búsqueda de sensaciones. Encontraron que el 12 % informa haber intentado quitarse la vida, de los cuales el 28,9 % son hombres y 71 % mujeres. La edad promedio para cometer un intento suicida es 15 años, mientras que el motivo más frecuente corresponde a la dimensión emocional; la soledad, la tristeza y la depresión. Además, se concluye que quienes han intentado suicidarse se caracterizan por la búsqueda de placer, riesgos y emociones intensas; realizan actividades novedosas e inusuales, son desinhibidos y buscan experiencias y aventuras.

Siguiendo en México, Valadez et al. (2011) en tres escuelas de Guadalajara, intentan conocer la relación entre maltrato entre iguales y el intento suicida. Para ello, a 723 adolescentes aplican escalas de auto reporte para evaluar dificultades escolares, aislamiento social, identificación de sentimientos de soledad y abandono y de ideas y pensamientos suicidas (Valadez et al., 2011). Los resultados muestran que la victimización en el grupo investigado se asocia significativamente con la ideación suicida y el incremento en el riesgo suicida. Las puntuaciones más altas se presentaron en los reactivos relacionados con la crítica y el rechazo social por parte de sus pares. Mientras que Cubillas et al. (2012) en una muestra de 1358 estudiantes de la localidad de Sonora, buscan la asociación entre la depresión y los comportamientos suicidas. Encuentran que la depresión aparece en 67,3 % de quienes han intentado suicidarse y en 81.1 % de quienes manifiestan ideas suicidas. Las mujeres sin ideación suicida presentan más rasgos depresivos.

En Tlaxcala, México, Quitl, Nava y Jiménez (2019) realizan investigación con el objetivo de identificar el riesgo suicida en 50 adolescentes de secundaria, utilizando el Inventario de Riesgo Suicida para Adolescentes -IRIS(Hernández y Lucio, 2003). Los resultados muestran que un 56 % de los participantes presentan riesgo suicida de distinto nivel; 19 % alerta riesgo suicida, 14 % ideación suicida, 14 % tentativa suicida y 8 % con un alto riesgo de suicidio. Las mujeres presentan un 66 % de riesgo suicida, mientras que los hombres un 43 %. A sí mismo, en Guadalajara, García de Alba et al., (2011) utilizando entrevistas semiestructuradas con 27 adolescentes, buscaba identificar el conocimiento promedio y el grado de consenso cultural manifestado por adolescentes sobre el intento de suicidio. En los resultados se encuentran que el mayor porcentaje es atribuido a los problemas familiares con un 42 %, siguiéndole con un 23 % el sentimiento de soledad. Además, entre los síntomas previos al intento suicida aparece la tristeza con un 33 %, enojó con un 28 % seguido por miedo, desesperación y soledad. Se concluye que los factores más riesgosos para el intento suicida son los problemas familiares como primera causa, seguido por la soledad o incomprensión.

También en Guadalajara, Valadez et al., (2019) intentaron estimar la asociación entre el intento suicida y las actividades del tiempo libre. Con la participación de 1290 estudiantes se obtiene que 132 de ellos manifiestan intentos suicida, correspondiendo mayoritariamente al sexo femenino. Se encontraron factores que incrementan la posibilidad de riesgo suicida tales como, actividades pasivas que no estimulan la creatividad, las relaciones sociales familiares inestables y la flojera y apatía relacionadas a cuidar el propio cuerpo. Dentro de las actividades con un mayor factor protector, se constatan las relaciones sociales fuera de la familia, actividades recreativas o que estimulen la creatividad y actividades físico deportivas.

En Perú, también se verifican estudios en este contexto. Al respecto, Sandoval et al., (2018) dan cuenta de estudio con 289 adolescentes de tres establecimientos mixtos de la localidad de Piura. Se aplicaron diversos instrumentos y en los resultados se obtiene que el 20,1 % presenta riesgo suicida; el 15,2 % tenía antecedentes familiares de suicidio; el 35,3 % presentaba deseo pasivo de morir; el 13,2 % tuvo planificación suicida en algún momento; y el 20,4 % presentó algún estado depresivo. Se concluye que la salud mental de los adolescentes está comprometida en variados aspectos; elevados porcentajes de ideación suicida, depresión y bullying. A lo anterior, se suma a la frecuencia de riesgo suicida el hecho de tener antecedentes familiares de suicidio, estudiar en colegio privado, entre otros.

En tanto, en Ecuador, Iler (2014) realiza estudio en la localidad de Latacunga, con la participación de 448 estudiantes, a quienes se aplicó la Prueba de percepción de funcionamiento familiar FF-SIL (Ortega, Cuesta y Días, 1999) y la Escala de Riesgo Suicida (Plutchik y Van Praag, 1989). En los resultados se identificó que el 21 % de la muestra presenta riesgo suicida, de los cuales solo un 1 % tiene una familia funcional, mientras que el 37 % pertenece a una familia moderadamente funcional, el 47 % representa familias disfuncionales y un 15 % representa familias severamente disfuncionales.

Mientras que en Colombia, Bahamón et al., (2018) dan cuenta de investigación con 328 estudiantes adolescentes de la localidad de Tunja, con quienes se utilizan la Escala de Prácticas Parentales para Adolescentes -PP-A(Andrade y Betancourt, 2008) y otra para medir la ideación suicida (Bahamón et al., 2018). Los resultados mostraron que la imposición autoritaria de los padres sobre sus hijos, la comunicación y el control conductual aumentaban en un alto porcentaje la posibilidad de ideación suicida tanto en hombres como mujeres. Otro elemento que aparece en los resultados es el control psicológico, el cual, según los resultados de esta investigación, ejerce mayor riesgo sobre las mujeres que sobre los hombres y es mayormente utilizado por las madres.

También en Colombia, Bahamon et al. (2019) realizaron una investigación donde buscan establecer la relación entre formas de afrontamiento y riesgo suicida en 617 adolescentes pertenecientes a 41 establecimientos educativos de Barranquilla. Los resultados muestran que la media de riesgo suicida es mayor en mujeres. Los estilos de afrontamiento más utilizados por hombres son las estrategias enfocadas en la solución del problema, mientras las mujeres realizan mayor uso de estrategias centradas en la búsqueda de apoyo y evitativas. El estudio concluye que las estrategias evitativas, la baja autoestima y la desesperanza aumentan el riesgo suicida adolescente.

En tanto en Argentina, Kaplan y Szapu (2019) realizaron una investigación basada en la negación de la subjetividad producto de las desigualdades sociales de jóvenes y estudiantes con respecto a los sentimientos de vacío que pueden conducir a la suicidalidad. En este participaron 40 estudiantes de la ciudad de La Plata. Se les realizó entrevistas semiestructuradas y grupos focales, enfocándose en la sociabilidad, corporalidad, emociones, violencia en la escuela y violencia autoinfligida. Se observa que entre los adolescentes se ve al cuerpo, piel o vestimenta como un signo de diferenciación, convirtiéndose en aspectos que incluso determinan posiciones de superioridad o inferioridad. También se aprecian las diferentes estrategias para sobrellevar el sufrimiento provocado por el rechazo y la inferiorización, en esto el autoflagelarse se ve como una vía de escape frente al padecimiento social; se reemplaza el dolor social por uno físico. En cuanto a la violencia autoinfligida y el suicidio en la población joven representan modos de procesar su emotividad ante la necesidad de lazos entre sus existencias individuales y sociales. Se concluye que las desigualdades materiales y culturales entre los jóvenes conllevan a la producción de sentimientos de exclusión y a la sensación de vacío existencial.

Diagnósticos realizados en ámbitos de salud

En este contexto, Pavez et al., (2009) dan cuenta de una experiencia con 64 participantes -padres, tutores y adolescentes con depresión mayor-, pertenecientes a seis centros públicos de salud mental en Santiago de Chile, a quienes se les aplica diversos instrumentos, obteniéndose la existencia de correlación entre la ideación suicida y el intento suicida de un familiar. Asimismo, se reporta que la adaptabilidad familiar tiene relación con la ideación suicida, con lo cual se evidencia la importancia de integrar y contextualizar el fenómeno del suicidio, siendo necesario incluir a la familia en aspectos relacionados con la reducción y detección de los factores de riesgo familiares asociados al intento suicida en adolescentes, tales como dificultades en las relaciones, comunicación conflictiva, bajos niveles de cercanía afectiva, altos niveles de control parental, estructura familiar inestable, historia familiar con depresión, desórdenes psiquiátricos, abuso de sustancias, conducta suicida y conflictos legales del padre, entre otros (Pavez et al., 2009).

Diagnósticos realizados con población adolescente en distintos contextos

Comprenden estudios que no reconocen un ámbito específico, pero que se realizan sobre población adolescente. En ese sentido, Casullo y Fernández (2007) dan cuenta de una investigación en distintas localidades de diversa concentración poblacional de Argentina con 1567 adolescentes escolarizados. Con estos, se administra una encuesta que contempla datos sociodemográficos, como sexo, región, curso y edad, y el Inventario de Orientaciones Suicidas -ISO-30(King y Kowalchuk, 1994). Los resultados reportan la existencia de un 12 % de adolescentes que presentan riesgo suicida en lugares urbanos y un 15 % en localidades de menor densidad poblacional. También se observa que las oportunidades educativas, en relación a su calidad educativa, aparecen como factores protectores contra el riesgo suicida. Se identificó que los niveles de ideación suicida en mujeres eran significativamente mayores al de los hombres en todas las localidades.

Mientras que en Coquimbo, Chile, Ardiles, Alfaro, Díaz y Martínez (2018) realizan un estudio con 349 estudiantes de 14 a 19 años, pertenecientes a contextos urbanos y rurales. Buscando evaluar el riesgo suicida, se aplica el Cuestionario de Suicidalidad deOkasha (Okasha, Lotaif y Sadek, 1981). Los resultados develan que el 25,5 % de los participantes presentan riesgo suicida, de los cuales un 9,74 % son hombres y un 15,76 % mujeres. Además, se evidencia una prevalencia de intento de suicidio de un 14,04 % de los estudiantes. En tanto, Tomicic, Immel y Martínez (2019) realizan entrevistas narrativas semi-estructuradas a 30 jóvenes con intento de suicidio, parte de una comunidad LGBT+ en Chile, con el fin de describir sus experiencias respecto de la ayuda psicológica recibida. Los resultados reportan la necesidad de contar con consejeros y psicoterapeutas culturalmente competentes en ámbitos de diversidad sexual y de género para tratar con adolescentes. Además, del importante rol de los padres en la posibilidad que sus hijos/as reciban ayuda psicoterapéutica o de consejería psicológica.

En tanto, Borges et al., (2008) reportan estudio con 3005 adolescentes residentes de la zona metropolitana de Ciudad de México, con quienes se realiza una adaptación computarizada de la entrevista Composite International Diagnostic Interview y la encuesta Mexican Adolescent Mental Health Survey. Los resultados establecen que la ideación suicida está presente en un 11,5 % de los participantes; 3,9 % reconoció planificación de suicidio y un 4,3 % manifestó haber intentado suicidarse. En el caso de los eventos traumáticos, un 69 % de los encuestados declararon haber sufrido algún tipo de evento de esa índole, desde la muerte inesperada de un cercano, hasta haber sido víctima de secuestro. Además, se informa existencia de relación significativa entre suicidalidad y eventos traumáticos; 43 % de quienes reportaron haber sido víctimas de violación reconocen ideación suicida, mientras que quienes manifestaron haber planificado un suicidio y/o intentaron suicidarse, declararon haber matado, torturado o herido a alguien más. A su vez, de los adolescentes que no presentaron eventos traumáticos en sus vidas, solo un 4,7 % reportó presentar ideación suicida y menos del 1 % manifestó haber planificado y/o intentado suicidarse.

Intervenciones psicoterapéuticas destinadas al tratamiento de la suicidalidad

En el apartado se consideran intervenciones psicoterapéuticas por medio de técnicas o estrategias sustentadas en enfoques psicológicos y dirigidos a jóvenes y adolescentes que han sufrido problemas relacionados a la suicidalidad. En este contexto, la mayor parte de las experiencias revisadas consideran la Terapia Cognitivo Conductual -TCC en el abordaje de la ideación y conducta suicida. En esa lógica, se constata un estudio con 121 adolescentes puertorriqueños con diagnóstico de depresión mayor y sus familias. Se aplicaron test para medir la Ideación Suicida -ISantes y después del tratamiento; al inicio, un 20,7 % de los participantes presentaron IS alta, al finalizar el tratamiento solo el 5 % de la muestra continuaron presentando esa característica, de ahí que se argumente que la TCC es un acercamiento prometedor para el tratamiento de IS adolescente (Rosselló et al., 2011).

En esa misma línea, se constatan investigaciones con diseños de estudio de caso, en las que intenta evaluar la TCC. En Puerto Rico, una adolescente de 15 años diagnosticada con depresión mayor y que presenta conducta suicida, fue intervenida con la Terapia Socio Cognitivo Conductual -TSCC-. El tratamiento consideró la influencia de la sociedad, la comunidad, el género y las interacciones sociales, con los pensamientos, los sentimientos y la conducta de la adolescente. Tras siete meses de tratamiento la paciente manifestó un cambio significativo en su sintomatología clínica y evidenció una mejoría en sus destrezas de manejo de problemas, y lo más relevante, no presentó ideas suicidas ni de pensamientos de desesperanza durante meses posteriores, ni durante el seguimiento (Duarté, Torres y Laboy, 2015).

En tanto, en Barranquilla, Colombia, otra adolescente de 17 años diagnosticada con depresión mayor, se somete a tratamiento con la TCC, a partir de la cual, reporta resultados positivos, logrando mejoras en las respuestas depresivas e ideaciones suicidas (Navarro, 2018). En los casos planteados, convergen en que la TCC permite reducir los síntomas depresivos y de ideación suicida a través del incremento de la autoestima, de la tolerancia a la frustración y autonomía, generando la capacidad de disfrutar las actividades diarias. Sin embargo, llaman la atención en la necesidad de realizar un seguimiento de los casos con depresión (Duarté et al., 2015; Navarro, 2018).

También, en el ámbito clínico se encuentra la intervención constatada por Benalcázar y Armas (2020) quienes tenían el objetivo de disminuir la sintomatología de la ideación suicida mediante psicoterapia grupal a seis adolescentes usuarios del distrito de salud del Cantón San Miguel de Bolívar, Ecuador. Se realizaron diez sesiones dos veces por semana realizadas bajo el enfoque Gestalt. Los participantes se integraron de forma positiva, se generó un ambiente de confianza, se identificaron síntomas y compartieron experiencias logrando una buena cohesión en el grupo. En los resultados se menciona que los adolescentes redujeron significativamente su sintomatología, concluyendo que las terapias grupales en algunos casos pueden resultar mucho más eficientes a corto plazo que una terapia individual.

En la misma línea de las psicoterapias bajo el modelo Gestalt, una investigación con siete mujeres jóvenes originarias de Calkiní, México, manifestaron mejoría en el autoconocimiento, autoestima, expansión y fortalecimiento del autoconcepto, una vez concluido el tratamiento. Además, reportan un aumento en los niveles de resiliencia, mayor conciencia del manejo de crisis emocionales, y adquisición de herramientas para tomar mejores decisiones; concluyen que el hecho de expresar lo que sienten puede desbloquear su proceso autorregulativo, resolver situaciones de sus vidas y avanzar en ellas (Salazar y Puc, 2019).

Intervenciones en base a programas, estrategias y técnicas enfocadas en la prevención suicida en población juvenil y adolescente

Corresponde a intervenciones sustentadas en programas de prevención del suicidio, en base a estrategias y técnicas como talleres y diversas actividades participativas, realizadas en contexto escolar, familiar y/o comunitario, enfocadas en prevenir la conducta suicida en jóvenes y adolescentes. Estas intervenciones, si bien tienen un rol psicoeducativo para esta población, también en algunos casos, se dirigen con la intención de formar monitores capacitados en reconocer y actuar ante la presencia de algunos signos característicos de la suicidalidad.

En ese contexto, con 106 estudiantes secundarios colombianos se realiza un estudio cuasi-experimental a partir del programa CIPRES destinado a reducir el riesgo suicida y potenciar el bienestar psicológico en adolescentes (Bahamón et al., 2019). Se administró la Escala de Riesgo Suicida y el Inventario de Ideación Suicida Positiva y Negativa -PANSI- para evaluar la pre y post aplicación del programa, desarrollado en 12 sesiones, que consideran aspectos como la redefinición y proyección subjetiva positiva, el control emocional e interacción social positiva, técnicas de relajación y respiración. Tras ello, se presentaron satisfactorios resultados al disminuir la medida de riesgo suicida, los factores de riesgo y aumentar los factores protectores de los adolescentes.

En la misma lógica de incrementar los factores protectores para prevenir el riesgo suicida, Sánchez, Suero y Mendoza (2017) realizan una intervención con 25 estudiantes secundarios de la ciudad de Huánuco, Perú. Se aplicó un pre y post test utilizando el Cuestionario de Riesgo Suicida (Plutchik y Van Praag, 1989) y se elaboró el Programa Pro vida que consiste en una sesión para el personal del colegio y de ocho sesiones para los estudiantes, donde se abordaron temas como la asertividad, comunicación afectiva, autoestima y toma de decisiones. Se concluyen resultados positivos, pues entre los participantes disminuye el riesgo suicida detectado en el comienzo del programa.

Así mismo, se trabajó con 81 estudiantes y sus familias, pertenecientes a instituciones educacionales de Hermosillo, Sonora, en México, con el objetivo de evaluar un programa de prevención del suicidio en adolescentes enfocado en la democratización familiar (Córdova, Cubillas y Román, 2011). En su desarrollo, se realizaron talleres de reflexión-acción con los participantes; actividades de dramatizaciones de problemas cotidianos en las dinámicas familiares, de empatía, resolución de problemas de manera pacífica, democracia familiar y expresión de sentimientos, entre otras. A partir de los instrumentos aplicados antes y después de la intervención, se demostraron cambios positivos en los participantes, sin embargo, se resalta la poca disponibilidad de los padres y madres para involucrarse y participar en los talleres.

En tanto, Piedrahitas, Paz y Romero (2012) desarrollan una intervención psicoeducativa a base de talleres lúdicos, lecturas dirigidas, análisis y reflexión de casos a partir de textos y películas, incluyendo sesiones con los padres, en las que participan 30 estudiantes de una institución educativa de primaria de la ciudad de Cali, Colombia. La intervención demuestra ser eficaz en la entrega de información sobre factores gatillantes del riesgo suicida, la identificación de instituciones a las cuales acudir y mejoró globalmente la concepción que padres y alumnos tenían sobre el suicidio y además gran parte de los participantes afirmaron saber el manejo que se le debe dar a una persona que presenta riesgo de intento suicida. En Colombia también, con la participación de 103 estudiantes de un colegio de Manizales, se realizó un taller de ocho sesiones, donde se trabajó con socializaciones, dibujos, expresión corporal, entre otros. (Cañón et al., 2018). La evaluación de resultados mostró que las estrategias utilizadas fortalecieron los factores protectores, generaron asertividad y capacidad de resolución de conflictos, además permitió el reforzamiento positivo, se corrigieron conductas autolesivas y se resignificó el concepto de suicidio.

Mientras que en Cuba, en una intervención psicoeducativa en tres fases -diagnóstica, intervención y evaluación- con 30 adolescentes y adultos jóvenes con riesgo suicida pertenecientes a siete consultorios médicos de Palma Soriano, se logra modificar el nivel de autoestima, los criterios erróneos sobre conducta suicida y desarrollar habilidades para enfrentar los conflictos intrafamiliares y la depresión (Arias et al., 2009). Experiencia similar, constatan Salazar y Puc (2019) en la intervención con siete alumnas de la Escuela Normal de Educación Preescolar de Calkiní, Ciudad de México, donde en un taller denominado Moviendo mi vida, se desarrollan diez sesiones diseñadas para fortalecer el autocuidado, autoconocimiento, autoconcepto, autoestima y resiliencia, como factores protectores de la salud mental, toma de decisiones y manejo de crisis emocionales, logrando ver cambios en la autopercepción de las participantes y concluyendo que el manejo de crisis emocionales y la toma de decisiones son efectivas para prevenir el comportamiento suicida.

En esa misma línea, Mamani et al., (2018) trabajan la inteligencia emocional como factor protector para la prevención del suicidio. Con 33 estudiantes secundarios de la provincia de San Román, Puno, Perú, realizan una intervención en base a diez sesiones con cinco módulos de acción: intrapersonal, interpersonal, manejo de estrés, adaptabilidad y estado de ánimo general. El plan realizó test pre y post intervención, tras lo cual mostró ser eficaz al lograr no solo el desarrollo de algunos componentes de la inteligencia emocional, sino también al disminuir, significativamente, los niveles altos de ideación suicida.

Respecto a programas que consideren la intervención institucional y la formación de monitores, Barrios et al., (2017) dan cuenta de un estudio enfocado en analizar respuestas institucionales frente a la conducta suicida de sus estudiantes. Plantean una intervención con 66 funcionarios de cinco universidades de Bogotá, Colombia, encontrándose que las estrategias utilizadas para abordar el suicidio en estos centros educativos eran heterogéneas; diferencias en la planeación, implementación, seguimiento y evaluación, antecedentes que dificultan la articulación de acciones interinstitucionales. Mientras, en dos establecimientos secundarios de la región de Aysén, en Chile, se implementa el programa RADAR, buscando capacitar en suicidalidad a 409 estudiantes, apoderados y funcionarios (Bustamante et al., 2018). La capacitación de los denominados gatekeepers permitió la pesquisa y derivación a tiempo de algunos estudiantes, con lo cual se demostró que el programa es una estrategia preventiva factible a ser implementada en comunidades educativas.

En esa lógica, Chávez, Medina y Macías (2008) desarrollan estrategias psicoeducativas con 69 estudiantes de ocho preparatorias de la Universidad de Guanajuato, México. Se realizó un taller denominado Salvando Vidas, de cinco sesiones, donde se abordan temas como análisis de los mitos y realidades del suicidio, factores de riesgo y protección del suicidio, detección y abordaje inicial de personas en riesgo suicida y autocuidado. Aparte de ser eficaz, como generador de información sobre aspectos del suicidio, también se abordó la temática del guardián informado, como agente generador de redes de apoyo para quienes presentan riesgo suicida.

Mientras tanto, Rodríguez et al., (2013) dan cuenta de una intervención en un Policlínico Universitario de Santiago de Cuba, con siete funcionarios del área de la salud que presentan más casos de pacientes jóvenes y adolescentes con riesgo suicida. A partir de una entrevista en profundidad se encontraron variadas dificultades; atención psicológica sin un adecuado enfoque preventivo y comunitario, poca sensibilización de los profesionales hacia el problema del suicidio en la adolescencia, baja implicación de la familia en las estrategias preventivas y completa desvinculación de la escuela, entre otras.

DISCUSIÓN

El objetivo de esta revisión teórica narrativa apuntó a conocer, describir y sistematizar las principales experiencias de prevención de la suicidalidad en la población juvenil y adolescente de Latinoamérica en los últimos 15 años, para lo cual se hizo una búsqueda exhaustiva de dichas experiencias.

Al respecto, los hallazgos dan cuenta que en relación a los grupos etarios y experiencias en prevención de la suicidalidad, la mayor cantidad de estudios estaban dirigidos a estudiantes secundarios y en menor medida en el ámbito universitario. Así mismo, de los estudios sistematizados emergieron ámbitos de análisis asociados a diagnóstico, tratamiento e intervenciones relacionadas a la suicidalidad.

En relación a los diagnóstico, cabe mencionar la alta frecuencia de estudios que utilizan instrumentos como la Escala de Suicidalidad Okasha para evaluar riesgo suicida, relacionados a otras herramientas psicométricas como la Escala de Zung y el Inventario de Beck, que evalúan sintomatología depresiva, con el fin de detectar riesgo suicida, obteniéndose resultados positivos respecto a los principales signos y síntomas asociados a la suicidalidad. Entre éstos, destacan la depresión, ansiedad, estrés y los trastornos adaptativos. Antecedentes que van en línea con lo señalado por Castañeda (2016) quien establece que los mayores factores de riesgo relacionados a la suicidalidad son las enfermedades mentales o psiquiátricas, las disfunciones del núcleo familiar y el aislamiento social. Además, los estudios revisados, dan cuenta que los eventos traumáticos, también son promotores de la suicidalidad en jóvenes y adolescente; haber sufrido violencia, abuso o consumir drogas, entre otros.

Los diagnósticos realizados, a partir de estudios en países como Colombia, Argentina, Chile y México, dan cuenta que las mujeres son quienes presentan mayor riesgo suicida respecto los hombres, en población adolescente-juvenil. Lo anterior, estaría vinculado a que en éstas se observa una mayor prevalencia de rasgos depresivos, asociados a una baja autoestima, presencia de desesperanza y el uso de estrategias evitativas para la resolución de problemas (Cubillas et al., 2012; Bahamón et al., 2019). En ese sentido, los diagnósticos también confluyen en que la influencia familiar y de la comunidad en la vida de los jóvenes y adolescentes, sería un factor relevante asociado a la presencia de sintomatología suicida. Así, contextos donde está presente la crítica constante, el rechazo social y el bullying, sumado a la poca cohesión familiar, la ausencia de expresiones afectivas en ese entorno, estructuras familiares rígidas con poca comunicación, entre otros, serían factores que aumentan la probabilidad de suicidalidad en los jóvenes y adolescentes latinoamericanos (Valadez et al., 2005; Pavez et al., 2009; Valadez et al., 2011; García de Alba et al., 2011).

En relación a los tratamientos e intervenciones psicoterapéuticas, los estudios revisados constatan una mayor frecuencia del uso de Terapias Cognitivo-Conductuales, usadas en tratamientos individuales con jóvenes y adolescentes que presentan alto riesgo de suicidio. En su implementación, se valora el logro de la mejora de la autoestima, la tolerancia a la frustración, el manejo de problemas y la autonomía del usuario, factores relacionados con la suicidalidad. En tanto, a nivel grupal, se valora positivamente el uso de terapias con enfoque gestáltico, por medio de la expresión emocional y favoreciendo el intercambio de experiencias similares entre jóvenes y adolescentes.

En esa línea, un importante número de estudios, apuntan a la psicoeducación como estrategia interventiva en la prevención de riesgo suicida. Ésta, dirigida, principalmente, hacia las familias, los jóvenes y adolescentes, así como otros actores sociales vinculados a éstos -profesores, psicólogos tratantes, comunidad escolar y psiquiatras, entre otros-. Lo anterior, releva la necesidad de capacitar y reeducar a los profesionales que mantienen un contacto directo con jóvenes y adolescentes para detectar oportunamente la suicidalidad (Rodríguez et al., 2013; Tomicic et al., 2019). En ese sentido, una de las herramientas que sería efectiva en el contexto escolar, según los estudio revisados, sería la capacitación de guardianes informados o gatekeepers, quienes, al ser individuos insertos en la comunidad, presentan oportunidades de intervenir directamente en contextos donde los profesionales no estuvieran presentes (Chávez et al., 2008). A ello, se debe sumar el establecimiento de conexiones y redes entre centros educacionales y centros de salud, para que el tratamiento y seguimiento a individuos que presentan alta suicidalidad sea más eficaz y expedito (Bustamante et al., 2018).

En cuanto a los programas y talleres de intervención revisados, también la psicoeducación es una de las estrategias más utilizadas. Al respecto, destaca la resignificación del concepto suicidio con jóvenes y adolescentes, buscando que logren identificar mitos y realidades respecto a la temática. También psicoeducar en torno a la inteligencia emocional, acompañada de comunicación afectiva y asertiva para lograr un mejor manejo y expresión de las emociones, promoviendo relaciones sanas y fomentar la resolución de conflictos y la cohesión familiar. A lo anterior, se suma la promoción del autocuidado, desarrollar la autoestima, el autoconcepto y el manejo del estrés, como lógica de potenciación de los factores protectores de la suicidalidad.

CONCLUSIONES

Como conclusiones generales de la revisión teórica narrativa realizada, aparece como fundamental, la necesidad de generar una concientización social sobre la suicidalidad y los fenómenos asociados a ella. A lo anterior, se debe agregar el conocimiento contextual que se debe tener, no sólo de los ámbitos y poblaciones, sino de las características de un grupo etario, especialmente complejo como los jóvenes-adolescentes. Ello, pues en las estrategias de prevención, tal como lo señala la OPS (2014) se deben considerar, fundamentalmente, la cultura y el contexto donde se planee intervenir. En esa línea, es relevante poder reconocer los ámbitos que presentan factores de riesgo y protectores; los primeros deben ser atendidos con urgencia, y los segundos promovidos como recursos y potencias protectoras (Carmona et al., 2017).

En ese sentido, fomentar el desarrollo de competencias y sensibilización sobre la temática, no corresponde a una labor exclusiva del personal de salud, o educadores y las familias, sino que, sobre todo los medios de comunicación deben cumplir un rol fundamental, no adoptando una postura sensacionalista sobre ciertos acontecimientos públicos, sino realizando un abordaje preventivo respecto a un fenómeno que ha pasado ser un problema de salud pública.

La suicidalidad emerge como un fenómeno multifactorial, de ahí la complejidad en abarcar todas las aristas relacionadas con éste, en los programas preventivos. De ahí, la necesidad de implementar nuevos paradigmas de prevención que no entiendan los fenómenos de manera desfragmentada o parcelada, sino con atributos de emergencia y relación entre ellos. En esa lógica, todavía para ciertos sectores, la suicidalidad sigue siendo un tema tabú. De ahí que los investigadores y profesionales de éste ámbito, deben enfrentarlo como un desafío a nivel investigativo e interventivo.

Por lo anterior, se considera que la presente revisión teórica narrativa aparece como un aporte al sistematizar diversas experiencias preventivas en el contexto latinoamericano. Queda el desafío de poder profundizar esta investigación y realizar otras experiencias con contextos, poblaciones y niveles etarios distintos. De la misma manera, sería relevante evaluar el nivel de impacto de las políticas públicas en materias preventivas de la suicidalidad.

Agradecimientos:

Al Departamento de Psicología de la Universidad de Atacama por su apoyo administrativo y académico.

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Cómo citar este artículo (APA): Rubio González, J., Vega Álvarez, A. Muñoz Rocco, D. & Ramos Thompson, G. (2022). Experiencias latinoamericanas en la prevención de la suicidalidad en jóvenes y adolescentes: una revisión teórica. Psicogente 25(47), 1-28. https://doi.org/10.17081/psico.25.47.5070.

Conflicto de interés: Los autores declaran que no existe, de manera directa o indirecta, ningún tipo de conflicto de intereses, financieros, académicos ni personales para la publicación de este artículo de investigación.

Financiamiento: El trabajo no tiene financiamiento de ningún tipo.

Recibido: 24 de Mayo de 2021; Aprobado: 23 de Marzo de 2022

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