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Estudios Socio-Jurídicos

Print version ISSN 0124-0579

Estud. Socio-Juríd vol.17 no.1 Bogotá Jan./June 2015

 

Francisco Gutiérrez Sanín
El orangután con sacoleva. Cien años de democracia y represión en Colombia (1910-2010)
Bogotá: Debate, 2014

Jenniffer Vargas Reina*

* Magíster en Estudios Políticos. Trabajadora social. Investigadora del grupo Conflicto e Instituciones en Perspectiva Comparada del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (Iepri), Universidad Nacional de Colombia. Colombia. Miembro del Observatorio de Restitución y Regulación de Derechos de Propiedad Agraria. Correo electrónico: jenniffervr@gmail.com


El investigador y docente Francisco Gutiérrez Sanín, en su último libro El orangután con sacoleva. Cien años de democracia y represión en Colombia (1910- 2010)1 pone sobre la mesa dos preguntas fundamentales que no han sido adecuadamente resueltas por la academia: ¿Por qué Colombia, uno de los países del continente caracterizado por un sistema democrático competitivo, ha sufrido tanta represión política contra la población civil? ¿Cómo comprender esta anomalía colombiana en perspectiva comparada?

Para entender la explicación propuesta por el autor es necesario explicitar de qué manera comprende la represión y la democracia. Frente al primer concepto, retoma la propuesta de Stohl y López, quienes la definen como “el uso o amenaza de uso de la fuerza por las autoridades del estado o quienes las apoyan contra opositores o potenciales opositores para impedir, debilitar o prevenir, su capacidad de oposición” (1984, p. 7). Esta permite incluir a las fuerzas de seguridad y a los paramilitares dentro del análisis. Si bien Gutiérrez señala que aún se desconoce mucho sobre la naturaleza de las relaciones entre nuestro Estado y los paramilitares, también es amplia la evidencia que permite afirmar que existió una alianza, un conjunto de vínculos establecidos entre ambos para lograr objetivos comunes (p. 169).

Gutiérrez delimita analítica y empíricamente su investigación al enfocarse en la represión política,2 la cual ha sido extraordinaria tanto en la frecuencia de los ataques homicidas contra la población civil como en la amplitud de su repertorio durante los cien años objeto de indagación en su libro. Sin embargo, plantea que han existido dos grandes periodos de represión exterminadora:3 el de la Violencia (que abarca más o menos desde la segunda mitad de la década de los cuarenta hasta comienzos de la década de los sesenta) y el que denomina de guerra contrainsurgente, que comienza en 1980 y continúa hasta la actualidad.

El segundo elemento constitutivo de su análisis es la caracterización del Estado colombiano como uno democrático, para lo cual retoma las definiciones formalistas -Downs (1957), Schumpeter (2008), entre otros- referidas a diseños institucionales relacionados con la rotación de las élites políticas en el poder como elecciones, prensa libre, división de poderes y el establecimiento de pesos y contrapesos institucionales (p. 15). Colombia es uno de los países de la primera oleada democratizadora que se ufana de cien años de democracia casi sin interrupciones (en cien años solamente se destaca el periodo de ocho años, desde 1949, cuando se cerró el Congreso, hubo censura de prensa y dictadura, hasta 1959, cuando se instaló la junta de transición), con relación a los demás países de América Latina que sufrieron mayores y repetidas dictaduras. No obstante, también se caracteriza por ser más exterminador y represivo políticamente en varios submomentos del periodo analizado y por tener el conflicto armado más largo del continente.

Algunos de los contrargumentos poderosos que llevarían a rebatir dicha caracterización se relacionan con la magnitud de la violencia contra los civiles, que ha alcanzado cifras tan elevadas que impide caracterizar este régimen como uno verdaderamente democrático. Ante esto, Gutiérrez plantea que es útil y ventajosa una definición de la democracia que permita diferenciar las definiciones de las reglas de juego de los desenlaces posibles, lo cual es necesario para establecer si existen o no asociaciones sistemáticas entre unas y otros. Por ejemplo, si democracia está asociada entonces con violencia, equidad, desarrollo, etc.

El análisis del autor es bastante provocador, porque evidencia los vacíos existentes en la literatura para explicar la anomalía colombiana. El grueso de la teoría internacional, que se fundamenta en las interpretaciones formalistas de la democracia, llega a la conclusión de que estas reglas de juego deben producir menor represión. En suma, a mayor democracia, menos violencia; pero el caso colombiano señala que democracia y represión han coexistido incómodamente, y que no es clara una relación directa entre una y otra. Incluso la democratización, en ocasiones, ha estado marcada por un incremento de la violencia, es decir, algunas aperturas del régimen han estado acompañadas de incrementos en la violencia y la represión.

Ante esta imposibilidad de la literatura de la paz democrática para explicar adecuadamente la “anomalía colombiana”, propone tres proposiciones o factores fundamentales para su comprensión: 1) la privatización de una parte importante de la provisión de seguridad, 2) inequidad extrema junto con subespecificación de los derechos de propiedad sobre la tierra, 3) un centrismo violento que generó coaliciones de poder con grandes ventajas competitivas para las élites violentas.

Frente al primer aspecto, el autor señala una grave fractura del Estado, al privatizar la provisión de seguridad y de algunas de las agencias encargadas de desarrollar esas funciones (frente a esto último aborda específicamente el caso de la Policía). La privatización de la seguridad, a su vez, ha estado históricamente relacionada con la definición y establecimiento de los derechos de propiedad rural en Colombia. Si bien varios analistas han mostrado cómo los derechos de propiedad en el campo son desiguales y están mal especificados (Reyes, 2009; Legrand, 1986), el aporte de libro radica en vislumbrar varias vías a través de las cuales la competencia por la de definición y el establecimiento de los derechos de propiedad en el campo generan dinámicas represivas.

Finalmente, la “especificidad del centrismo violento”, descrito por el autor, radica en la capacidad de facciones de los partidos políticos de incluir por diseño institucional a agentes con acceso a armas y a especialistas en violencia. Gutiérrez aborda varios casos en los que fueron capaces de incorporar actores altamente represivos y criminalizados intercambiando favores (votos a cambio de capacidad de incidencia o acceso en toma de decisiones e impunidad). Esta agregación de intereses o preferencias es abordada por el autor en casos en los que describe las prácticas de captura de la justicia por agentes privados y en los que concluye que las ventajas para estos últimos no son nada despreciables. Entre ellas se destacan tres: 1) son incluidos dentro del establecimiento con acceso a beneficios por estar en la legalidad; 2) encuentran puntos de entronque o articulación con las agencias de seguridad del Estado a través de mecanismos rutinizados, explícitos e institucionalizados, y 3) no en pocas ocasiones gozan de un sesgo a su favor cuando el Estado procesa sus demandas (p. 26).

Estas tres proposiciones básicas, a su vez, generan interrelaciones y sinergias. Por ejemplo, 1) el centrismo ayuda a comprender el papel fundamental que cumplieron sectores dirigentes extremos a favor de la privatización de la seguridad. 2) La fractura de la provisión de seguridad permite explicar las inercias represivas que se dieron en el modo de operar de las agencias de seguridad. 3) Mediante la asignación política de derechos de propiedad rural, que da ventajas estratégicas a los extremistas y a los actores con conexiones ilegales, se puede entender la persistencia de incentivos para el ejercicio de la violencia del Estado.

Ahora bien, el autor propone que estas tres proposiciones son necesarias, pero no son exclusivas ni suficientes para entender el grado de represión y sus dos periodos exterminadores. Sin embargo, señala que de faltar alguno de estos tres factores, seguramente los desenlaces frente a la represión no habrían sido tan extremos y, a la vez, tan poco desestabilizantes de las instituciones democráticas.

En suma, el libro propone la siguiente explicación: 1) la especificidad del caso colombiano es la subespecificación de los derechos de propiedad rural, la privatización de la provisión de seguridad y el predominio del centrismo violento; lo anterior ha posibilitado el desarrollo de prácticas y rutinas represivas del Estado. 2) Esos tres factores no debilitaron la política competitiva, sino que la reformaron.4 Y 3) la mezcla de alta represión y democracia constituye una especie de “equilibrio pegajoso”, un óptimo local, en el que los costos de salir de este son altos (p. 29).

La forma en que Gutiérrez construye el problema de investigación y propone unos factores y mecanismos explicativos para comprenderlo pueden generar múltiples incomodidades en aquellos que intentan tapar la pregunta con respuestas absolutas aduciendo el cierre a cal y canto del sistema político, o quienes promueven la hipótesis de un complot por parte de las élites que no requiere explicación o que plantean que la represión es una respuesta del sistema sin agentes, etc. Allí justamente reside uno de sus mayores aportes en evidenciar los problemas de acción colectiva entre los diversos actores y agencias que la llevaron a cabo en varios subperiodos y los altos costos que tiene implementar la represión a tan alta escala como en el caso colombiano. Tanto las agencias de seguridad del Estado como los partidos políticos y las élites han sufrido divisiones importantes alrededor del grado y modalidad de represión aplicados durante diversos periodos.

Frente al contraargumento del cierre a cal y canto del sistema político, el autor muestra en una perspectiva comparada que Colombia fue, por mucho, un país menos cerrado que otros del continente. Analiza los subperiodos de la Hegemonía Conservadora, la República Liberal, la Violencia, el Frente Nacional, la guerra contrainsurgente, y concluye que la democracia formal en el país ha gozado de una extraordinaria continuidad5 y del establecimiento de pesos y contrapesos en el poder; contrario a lo que muchos señalan muestra que el ethos predominante en el sistema político no parece haber sido la exclusión, y cómo durante esos cien años hubo experiencias importantísimas de cogobierno de los diferentes partidos en el poder y el establecimiento de todo tipo de alianzas entre distintas facciones y colores.6 También retoma algunas de las intentonas inclusivas y aperturas políticas importantes en diversos momentos, por ejemplo, la reforma agraria para el Frente Nacional, que finalmente encalló,7 y de la constituyente en el periodo de guerra contrainsurgente. Lo anterior no quiere decir que no hayan existido profundos cierres del sistema político en varios de los subperiodos, así como graves exclusiones. Gutiérrez también explicita los problemas que ha tenido la democracia formal en estos cien años; pero muestra contraintuitivamente que no todos los periodos de cierre tuvieron como consecuencia el inicio o profundización de dinámicas exterminadoras. “No es claro que en el país democratización y represión estén asociadas de manera negativa o positiva, parecen ir cada una por su lado” (p. 165).

El libro está conformado por tres partes. En la primera, que comprende los capítulos 1 al 4, el autor profundiza la descripción de la anomalía colombiana, y la discute en el marco de la teoría de la paz interna democrática. Defiende la idea de que el régimen político colombiano ha sido democrático de manera casi ininterrumpida durante el periodo de estudio que abarca su investigación. Muestra un mapa por periodos de la represión y se centra en la violencia paramilitar, en su relación con el Estado que, como él señala, “va mucho más allá de un amor no correspondido”.

En la segunda parte, capítulos 5 al 10, aborda el papel de cada uno de los tres factores (derechos de la propiedad de la tierra mal especificados, privatización de la seguridad y centrismo violento) en la configuración de la anomalía colombiana. Primero presenta un panorama general de los cien años abordados y, posteriormente, ilustra cada uno de los factores para un periodo y un caso concretos. Ello permite explicar mecanismos claros para cada uno de los tres factores o proposiciones. Así, en el capítulo 5 aborda una mirada general sobre la privatización de la seguridad en Colombia y en el capítulo 6 describe el caso de pequeña violencia que tuvo lugar en los departamentos de Boyacá, Norte de Santander y Santander, entre 1931 y 1934. En el capítulo 7 aborda los problemas relacionados con derechos de propiedad rural inestables, inequitativos y mal distribuidos, y en el 8 muestra cómo grandes ganaderos (élite en extremo vulnerable) contribuyeron de manera clave a la represión y a la consolidación paramilitar. En el capítulo 9 aborda de qué manera el centrismo a la colombiana ha incorporado y empoderado a actores violentos y ha contribuido a la represión homicida. En el capítulo 10 aborda el caso de las Convivir y esboza cómo esta experiencia fue activada por políticos centristas.

Finalmente, la tercera parte, conformada por el capítulo 11 y las conclusiones, el autor presenta un análisis del debate entre las teorías vigentes sobre represión y democracia y critica la teoría de la amenaza8 como explicación frecuente de la anomalía colombiana. En las conclusiones evalúa el significado de los tres factores y propone algunas implicaciones de política.

Francisco Gutiérrez, con este valioso libro, profundiza en uno de los debates más actuales y pertinentes de la realidad colombiana, aporta a su comprensión y desafía las lecturas simplistas que poco colaboran frente al importante papel que los diseños institucionales cumplen en contextos históricos y territoriales concretos. Explicita tres proposiciones básicas para entender la especificidad colombiana, contribuye a la literatura nacional e internacional aportando nuevas reflexiones para comprender la dupla represióndemocracia y da luces de política pública para hacer de nuestra democracia una menos sangrienta y asesina.


Notas

1 El título de su libro es una frase tomada de Darío Echandía, quien definió la democracia en Colombia como un “orangután con sacoleva”. Dicha metáfora recoge muy bien los expresado por el autor en su pregunta por la coexistencia de una gran represión exterminadora contra la sociedad civil junto con una democracia formal competitiva en Colombia.
2 Deja por fuera otro tipo de violencias como las mal llamadas limpiezas sociales o violencias contra “clases peligrosas” en aras de hacer una indagación sistemática y abarcable.
3 Por exterminadora entiende “aquella que involucra explícita y sistemáticamente la destrucción física de miles de civiles en situaciones que no son de combate, y eventualmente su expropiación” (p. 18).
4 Para Gutiérrez la explicación adecuada de la anomalía colombiana debe dar cuenta de como se dio la represión exterminadora en condiciones democráticas y porque tal grado de represión no desestabilizó irreparablemente a la democracia (p. 28).
5 “Desde 1910 cuando las élites políticas conservadoras se enfrentaron a Rafael Reyes […] hasta 2010 cuando nueve señores vestidos con una toga decidieron el que el presidente más popular de la historia del país no podía presentarse a una segunda reelección” (p. 115).
6 Durante el Frente Nacional fue clara la exclusión a terceras fuerzas. Pero el autor plantea que algunas de ellas pudieron funcionar dentro del sistema bajo distintas modalidades, incluso saltándose formalidades y haciendo uso estratégico de varios rótulos como el caso de la Anapo (p. 116).
7 Pero no por falta de voluntad política, sino por la acción estratégica y los bloqueos de opositores con capacidad de exclusión.
8 Gutiérrez plantea que la teoría de la amenaza es insostenible “Aunque la naturaleza de las oposiciones que han tenido los distintos gobiernos colombianos puede explicar el cómo, y a veces incluso parcialmente la frecuencia, de la represión, no permite explicar la anomalía ni su persistencia, entre otras cosas porque la teoría de la amenaza cae aquí en un círculo vicioso. Ellas (las oposiciones) han sido creadas por un tipo de configuración estatal y un tipo de ejercicio de la violencia contra la población” (p. 39).


Referencias

LeGran, C. (1986). Frontier expansion and peasant protest in Colombia, 1850-1936.         [ Links ]

Albuquerque: University of New Mexico Press. Reyes, A. (2009). Guerreros y campesinos: el despojo de la tierra en Colombia. Bogotá: Norma.         [ Links ]