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Desafíos

Print version ISSN 0124-4035

Desafíos vol.25 no.1 Bogotá Jan./June 2013

 

Venezuela en Unasur: integración regional y discurso político

Venezuela in Unasur: regional integration and political discourse

Venezuela em UNASUL: integração regional e discurso político

Rita Giacalone*

* Ph.D. en Historia de la Universidad de Universidad de Indiana, Estados Unidos. Profesora de Historia Económica, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Mérida, Venezuela. Correo electrónico: ritagiacalone@yahoo.com

Artículo recibido: 27 de abril de 2013 Artículo aprobado: 16 de mayo de 2013


Resumen

La actuación de Venezuela en la Unión de Naciones Sudamericanas —Una-sur— puede entenderse a partir del análisis de la política de integración venezolana y del lugar de Unasur en el discurso político de su gobierno, desde la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones —CSN—, embrión de Unasur, hasta el 2012. La política de integración permite identificar sus intereses y si estos convergen o divergen de los de un actor clave en Unasur: Brasil. El discurso muestra las ideas que inspira esa política y ayuda a evaluar en qué medida han sido incorporadas a Unasur. Ambos elementos arrojan luz acerca de la evolución institucional del proyecto de integración sudamericana y de algunos cambios de visión que se observan en la actualidad.

Palabras claves: Unasur, Venezuela, ALBA, Brasil, integración regional.


Abstract

The behavior of Venezuela in Unasur can be understood from the perspective of the regional integration policy and the political discourse of its government (2004-2012). The first one highlights the objectives (interests) of that policy and how they converge or diverge from those of another powerful actor – Brazil. Analysis of the political discourse of the government shows the ideas behind its integration policy and also to what extent they have been incorporated in Unasur. Together, these factors throw light on the institutional evolution of the process of South American integration and on some changes that can be seen now.

Keywords: Unasur, Venezuela, ALBA, Brazil, regional integration.


Resumo

A atuação da Venezuela na União das Nações Sul-Americanas –Unasul-pode se entender a partir da análise da política de integração venezuelana e do lugar da Unasul no discurso político de seu governo, desde a criação da Comunidade Sul-Americana de Nações – CSN-, embrião da Unasul, até o ano 2012. A política de integração permite identificar seus interesses e se estes convergem ou divergem dos de um ator chave na Unasul: o Brasil. O discurso mostra as ideias que inspira essa política, e ajuda a avaliar em que medida têm sido incorporadas à Unasul. Ambos os elementos lançam luz sobre a evolução institucional do projeto de integração sul-americana e de algumas mudanças de visão que se observam na atualidade.

Palavras-chave: Unasul, Venezuela, ALBA, Brasil, integração regional.


Introducción

La actuación de Venezuela en la Unión de Naciones Sudamericanas —Unasur— se caracteriza por algunos eventos o momentos cruciales —tibio apoyo a la constitución de la Comunidad Sudamericana de Naciones —CSN— (2004) y promoción de su transformación en Unasur (2008), creación y mantenimiento paralelo de otra organización regional (Alternativa Bolivariana para las Américas/Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América/ALBA) y protagonismo en dos crisis con Colombia que impulsaron la mediación de Unasur (2008 y 2009)—. Este artículo busca comprender los aspectos anteriores a partir del análisis de: 1. La política de integración regional venezolana. 2. El lugar de Unasur en el discurso político del gobierno de Venezuela.

Distintos enfoques teóricos del regionalismo (realismo, neorrealismo, realismo periférico, funcionalismo, marxismo, teoría de la dependencia, entre otros) consideran que las instituciones de integración regional surgen de decisiones políticas racionales de los gobiernos, que establecen cuáles son sus intereses dentro de la institución. Otros enfoques (transaccionalismo o interaccionismo comunicativo, neofuncionalismo, regímenes internacionales, constructivismo, ideas fuerzas, entre otros) consideran que las ideas juegan un rol central en la forma que asumen esas instituciones y en su comportamiento posterior. Aquí se acepta que las instituciones pueden surgir de acuerdos políticos en torno a intereses y, al mismo tiempo, estar inspiradas en ideas (institucionalismo racionalista) (Goldstein & Keohane, 1993), pero una vez constituidas asumen una dinámica que matiza, tanto a los primeros como a las segundas. Si las instituciones regionales sufren un proceso de transformación que obliga periódicamente a evaluar en qué medida siguen representando los intereses e ideas originales, los proyectos políticos nacionales (intereses e ideas) de los gobiernos que las constituyen también pueden irse modificando en el tiempo.

Explorar la creación y evolución de la CSN (2004), desde el 2008a Unasur, permite identificar qué proyectos políticos convergieron en su creación y transformación y evaluar si su situación actual representa los objetivos originales de la política de integración de Venezuela. Además, se analizan las ideas expresadas en las declaraciones gubernamentales venezolanas, especialmente del ex presidente Hugo Chávez (fallecido en marzo de 2013), porque aunque su discurso fue agresivo y empleó terminología militar en él se asumía que el gobierno tiene una obligación moral, basada en valores no materiales (Zúquete, 2008, p. 106). Al encabezar "la lucha contra las fuerzas materialistas y sin alma del neoliberalismo", Venezuela ofrecería al mundo, comenzando por América Latina, un modelo de salvación (Chávez 2003a, p. 121).

La unión política y económica de la región sirve para que la "comunidad de patriotas" se expanda a la región a fin de derrotar al mal que encarna Estados Unidos y se resume en la siguiente afirmación: "[...] necesitamos derrotar al imperialismo para salvar [...] no sólo a nosotros [sino] para salvar al mundo" (Chávez, 2006, citado en Zúquete, 2008, p. 113).1 Esto no implica que Venezuela se guíe solo por factores ideacionales, pues hay intereses petroleros y geopolíticos en su política exterior (Serbin, 2009). Sin embargo, documentos como un folleto de difusión política del Ministerio de Cultura venezolano, que comienza con la afirmación "al principio fue el verbo [la palabra]" muestran el rol central que el gobierno atribuye al discurso político (Kourliandsky, 2006).

El artículo se divide en tres secciones: la primera resume la evolución institucional de la CSN-Unasur y su situación en el 2012, y destaca la actuación venezolana; la segunda analiza la política de integración regional de Venezuela, y la tercera, los cambios en el discurso venezolano acerca de Unasur. Las conclusiones permiten relacionar la evolución institucional del acuerdo sudamericano, la política de integración venezolana y las ideas expresadas en el discurso de su gobierno, además de arrojar luz acerca de la no aplicabilidad del concepto de regionalismo posliberal a la Unasur.

1. Evolución institucional CSN-Unasur y balance actual

Al crearse la CSN, la posición venezolana difería de la de Brasil con respecto a objetivos y alcance de la nueva institución. Según Venezuela, la CSN debía incluir componentes políticos y de seguridad que chocaban con la propuesta brasileña de articular el comercio y las instituciones a partir de la Comunidad Andina —CAN— y el Mercado Común del Sur —Mercosur—, como alternativa a la negociación del Área de Libre Comercio de las Américas —ALCA—. La propuesta de una unión o confederación de naciones latinoamericanas se había incorporado al Artículo 153 de la Constitución reformada en 1999 y era promovida por Venezuela en el Parlamento Latinoamericano (ver sección II).

El gobierno venezolano rechazaba la negociación del ALCA, desde la cumbre de Quebec (abril de 2001), y proponía una Alternativa Bolivariana para América —ALBA—, que se concretó en un primer acuerdo Venezuela-Cuba el 14 de diciembre de 2004, pocos días después de la creación de la CSN (4 de diciembre de 2004). La propuesta incorporaba la supranacionalidad, fondos compensatorios para asimetrías, una carta social y mecanismos especiales de seguridad, entre otros aspectos (Correa Flores, 2005). Además, junto con un lenguaje anti-Estados Unidos fuerte, proponía: 1. Formas de desarrollo que dieran al Estado el control de la economía, y dejar de lado al sector privado. 2. En lo político, una "democracia participativa" que contrastaba con las prácticas del resto de la región. 3. La transferencia de recursos petroleros y financieros a países de menor desarrollo relativo. Si ALBA era una contrapropuesta, también aspiraba a establecer una esfera de influencia para el modelo político venezolano. Se justificaba porque "si no ayudamos a los países hermanos, ya Estados Unidos nos habría aislado [...] unir a los pueblos políticamente significa hasta una estrategia de supervivencia" (Walter Gavidia,2 citado en Giacalone, 2008, p. 27).

En comparación, entre las motivaciones (estímulos que llevaron a la creación de la CSN) y los objetivos que el gobierno brasileño esperaba alcanzar destacan, entre las primeras, sentar las bases de una organización regional que dejara afuera a México, tradicional competidor de Brasil; entre los segundos, desarrollar la integración sudamericana en comercio, infraestructura y energía, necesarios para el desarrollo nacional brasileño. Un acuerdo comercial CAN-Mercosur buscaba contrarrestar las pérdidas de mercado de Brasil frente a México en América del Norte, después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte —TLCAN— (1994). La infraestructura era una preocupación brasileña de larga data impulsada por las dificultades de comunicación hacia el Pacífico a través de la Amazonia, reactivada por la expansión agrícola en el Matto Grosso y el auge de las exportaciones a China. La energía, o más bien la falta de recursos energéticos, era el talón de Aquiles del desarrollo brasileño, y el petróleo venezolano y el gas boliviano completaban el interés brasileño por Sudamérica (Sennes & Tomazini, 2006; Giacalone, 2008, p. 23).

Estas motivaciones y objetivos existían en los noventa, pero la llegada al gobierno de Lula Da Silva (2003) los colocó en primer plano al plantearse como política exterior la defensa de los intereses nacionales brasileños. Esto encontró eco en los sectores empresariales, porque si la infraestructura interesaba a las empresas de agro-negocios, ingeniería y construcción, el comercio con Sudamérica atraía el apoyo de los industriales (Giacalone, 2008, pp. 23-25). Mientras tanto, la cuestión energética en Brasil se asociaba al concepto de seguridad nacional de los militares (Rego Barros & Azeredo Santos, 2001). También la CSN se planteó como un ejercicio de "agregación de poder" para mejorar las negociaciones extraregionales brasileñas (Moneta, 2002, p. 109), en una coyuntura regional favorable al proyecto por la elección de gobiernos políticamente afines en Argentina, Chile y Venezuela.

De esta forma, la CSN —que incorporó la continuación de la negociación de un área de libre comercio CAN-Mercosur, iniciada en los noventa, y la convergencia de sus respectivas institucionalidades— servía para alcanzar objetivos del gobierno de Brasil con respaldo de empresarios, militares y académicos. Paralelamente, implicaba un enfrentamiento entre los objetivos de Brasil y Venezuela: mientras el proyecto brasileño necesitaba de paz regional —para expandir negocios, comerciar, construir infraestructura, obtener recursos energéticos y proyectarse globalmente como garante de la seguridad regional—, el proyecto venezolano descansaba sobre la inevitabilidad del conflicto con Estados Unidos y otros gobiernos regionales, y se basaba en la afinidad ideológico-política, descartando la liberalización comercial como vía de desarrollo (Giacalone, 2008, p. 40). En este sentido, la integración sudamericana que Venezuela planteaba era una alianza defensiva, en términos ideológicos, políticos y de seguridad, que subvertía la esencia de los acuerdos de integración existentes, basados en dinámicas económicas y comerciales (Illera, 2005, p. 217). Si Venezuela privilegiaba el espacio sudamericano en el 2004 era porque lo veía como espacio de coincidencia ideológica y renovación política (Illera, 2005, p. 219).

La falta de apoyo brasileño a los objetivos políticos del ALBA se manifestó durante la visita de Lula Da Silva a Caracas (agosto de 2003) al presentársele ese proyecto. En la declaración final firmada por ambos presidentes, el punto 3 afirma que el presidente venezolano explicó al brasileño su propuesta y que este se informó al respecto. El punto destaca porque es el único de la declaración que no comienza con un verbo en primera persona plural (acordamos, establecemos, etc.), aspecto que indica la falta de acuerdo entre los firmantes (Giacalone, 2008, p. 28).

Las visiones divergentes de Venezuela y Brasil continuaron expresándose dentro de Unasur. En el 2006 durante la nacionalización del petróleo y gas bolivianos, con asesoría de la empresa venezolana Petróleos de Venezuela S.A. —PDVSA—, que afectó intereses de la brasileña Petrobras, el canciller Celso Amorim reveló, en sesión del Senado de Brasil, que Lula había hablado con Chávez para advertirle que las acciones de PDVSA en Bolivia ponían en peligro el proyecto del gasoducto del sur (Mejía, 2012, p. 83). En el 2008, frente al conflicto entre el gobierno boliviano y la oposición, el gobierno de Bolivia desestimó la mediación de Brasil y prefirió concertar con Venezuela la expulsión de sus respectivos embajadores estadounidenses, a los que atribuyó ser causa del conflicto. Finalmente, Brasil lideró la oposición que impidió que en el documento final de la reunión de Unasur en Santiago para tratar el conflicto se incorporara un párrafo en el cual se rechazara la injerencia estadounidense en Bolivia (Otálvora, 2008).

La confrontación de Venezuela con Colombia en Unasur, desde el 2008, según Serbin (2011, p. 86), buscaba polarizar a Sudamérica frente a Estados Unidos, luego del fin de la polarización anti-ALCA. Se esperaba de esta forma decantar los ejes que el discurso venezolano destacaba en la región:

    se han venido definiendo dos ejes contrapuestos, Caracas, Brasilia, Buenos Aires. Ese es el eje sobre el cual corren vientos fuertes de cambio con mucha fuerza [...] Existe otro eje, Bogotá-Quito-Lima-La Paz-Santiago de Chile, ese eje está dominado por el Pentágono, es el eje monroista [...] Claro que la estrategia nuestra debe ser quebrar ese eje y conformar la unidad suramericana (Chávez, 2004, citado en Muñoz Bata, 2005).

La confrontación se dio cuando comenzaban a descender los precios internacionales del petróleo.3 Pero, si para ello se contaba con involucrar a Unasur, el intento fracasó.4 Con Brasil el desacuerdo al respecto se había manifestado antes en el rechazo por parte del gobierno brasileño hacia el reconocimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia —FARC—, como fuerza política beligerante y no como grupo terrorista (Serbin, 2011, pp. 76,77), y el rechazo hacia los grupos armados beligerantes se incluyó entre los principios del Consejo de Defensa Sudamericano —CDS—.

Cuando en el 2008 la CSN evolucionó hacia Unasur mantuvo su carácter intergubernamental y de baja institucionalidad, preferido por Brasil, aunque agregó un tratado constitutivo con personalidad jurídica y una secretaría general. Este cambio fue promovido por Venezuela pero el alcance y tenor de la institucionalización posterior de Unasur no le dio los rasgos que promovía el gobierno venezolano (supranacionalidad, fuerza militar operativa, etc.); solo diluyó los aspectos comerciales, sobre los cuales no había consenso.

Un balance de la situación de Unasur en el 2012 muestra que, si bien desde el 2006 comenzaron a ponerse en agenda propuestas con sentido político, originadas en Venezuela, algunas de las cuales se incluyeron en sus declaraciones, hasta hoy "en la práctica los elementos que tienen un mayor nivel de instrumentación siguen siendo los económicos [...]" (Regueiro & Barzaga, 2012, p. 55).5 Esto se acompaña del reconocimiento que Unasur en su estructura y funcionamiento post 2008 ha actuado como un foro y no como un organismo supranacional de integración política (Gudynas, 2010, citado en Mejía, 2012, p. 97). Según Saraiva (2012, pp. 94, 95), Unasur "se acerca más a un instrumento de gobernanza regional que a los patrones clásicos de la integración [...]", lo cual no refleja los objetivos venezolanos. En este sentido, Unasur pertenece al grupo de acuerdos regionales que "poseen jurisdicciones no exclusivas y flexibles para tareas especiales", en los cuales el objetivo primordial es solucionar problemas comunes (Hooghe & Marks, 2003, citado en Giacalone, 2011, pp. 31, 32).

Para entender mejor la evolución institucional de CSN-Unasur y los cambios en la posición venezolana, en la siguiente sección se analiza la política exterior venezolana, especialmente en materia de integración regional.

2. La política de integración de Venezuela (2004-2012)

Desde 1998, la política exterior venezolana se articuló en torno a varios objetivos —formación de un eje anti-Estados Unidos, rechazo al neoliberalismo económico, proyección exterior de la revolución bolivariana y valoración de su principal recurso económico, el petróleo—. Los tres primeros evidencian la presencia de elementos ideacionales (antiamericanismo, antineoliberalismo y bolivarianismo); el cuarto responde a intereses racionales del gobierno venezolano (Romero, 2003).

Desde el 2001 la política exterior de Venezuela se radicalizó, cuando los sectores reformistas y moderados de la alianza que apoyó a Chávez en la elección de 1998 desertaron o renunciaron y hubo cambios en la jerarquía militar y el gabinete. "Chávez se apoyó más en los militares y ex militares afectos al régimen, con los cuales coincide ideológicamente en profundizar la Revolución Bolivariana y acercarse a gobiernos y movimientos políticos y sociales radicales en todo el mundo" (Romero, 2003, p. 173). Ese mismo año se produjo el rechazo abierto de Venezuela al proyecto de liberalización comercial hemisférica a través del ALCA.

Al nivel regional se observa el predominio del antiimperialismo y el nacionalismo inspirado en la intención de Simón Bolívar de constituir la "patria grande", junto con elementos geopolíticos —una "visión estratégico-militar de las relaciones de poder entre naciones" con fuertes componentes territoriales y de soberanía (Serbin, 2011, p. 19)—, que se corresponden con la influencia militar en la política exterior hacia la región (Giacalone, 2005).6 También está presente la teoría de la dependencia, en su versión de confrontación de los años sesenta, mediante el objetivo de construir un polo de poder contra la hegemonía del norte desarrollado (Giacalone, 2013a, p. 300). En el 2005 se incorporó el Socialismo del Siglo XXI, sincretismo de cristianismo, marxismo y nacionalismo militar (Kourliandsky, 2006), con lo cual el concepto de patria grande de Bolívar, base de la política de integración regional venezolana, sumó nuevos matices.

De otra parte, en sus relaciones con América Latina, la política exterior venezolana se estructuró con base en tres estrategias: 1. Diplomacia petrolera.7 2. Diplomacia "social" o "de los pueblos". 3. Política de integración regional. La primera permite al gobierno venezolano otorgar petróleo subsidiado para apoyar a gobiernos políticamente afines, mientras que la segunda utiliza los recursos financieros generados por el petróleo para hacer lo mismo con movimientos políticos y sociales afines dentro y fuera de la región. El discurso político de Venezuela acerca de Unasur es repetido, en general, por estos grupos que usan los mismos conceptos e imágenes y consideran a Unasur un triunfo de la influencia regional de Venezuela.

En cuanto a la política de integración venezolana, en el 2002 el Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano presentó el proyecto "Hipótesis constitucional latinoamericana y caribeña" (noviembre 2002), con un total de 18 títulos y 80 artículos. En él se proponía crear una Comunidad Latinoamericana de Naciones a partir del Grupo de Rio.8 Los firmantes del proyecto eran civiles y militares que habían integrado la Comisión Presidencial que dirigió la campaña gubernamental de rechazo al ALCA (Judith Valencia, Raúl Baduel, Iris Varela, Jhannett Madriz, Gustavo Márquez y otros). La falta de apoyo en el Parlamento Latinoamericano no impidió que el año siguiente se presentara el "Anteproyecto constitutivo de la Comunidad Sudamericana", que establecía un sistema con cumbre presidencial, consejo de ministros, parlamento, corte de justicia y tribunal de cuentas (Correa Flores, 2005, p. 50).

Asimismo, en el 2004, en el Taller de Alto Nivel (Caracas, 12 y 13 de noviembre), se discutió acerca del establecimiento de una política activa en torno al objetivo de "profundizar y acelerar la conformación de la nueva estrategia militar nacional" (Cardozo 2006, p. 9). Se asumía que, debilitada la resistencia política en el ámbito nacional, solo restaba luchar en el ámbito internacional, donde la mayor amenaza era una acción de aislamiento o intervención (Cardozo, 2006, p. 94). El planteamiento se vinculaba a una propuesta de integración militar bolivariana, que incluyera a Cuba y al resto de América Latina. Las conversaciones con militares de otras naciones se habían iniciado dos años antes, pero al conocerse la propuesta de creación de una Confederación de Ejércitos Latinoamericanos u OTAN Latinoamericana— esta fue rechazada públicamente por los gobiernos del Cono Sur.

Los aspectos sectoriales de la Unasur son los que mejor ilustran los divergentes intereses de Brasil y Venezuela dentro de ella, especialmente en integración energética, financiera y militar. En cuanto a energía, la Cumbre Sudamericana de Margarita (Venezuela, abril 2007) mostró las estrategias divergentes de Venezuela y Brasil en esa área, basada la primera en el potencial de su petróleo y la segunda, en el biocombustible9 (Quintanar, 2012, p. 260).10 En esa cumbre otros gobiernos respaldaron a Brasil, porque la propuesta energética venezolana privilegiaba al Estado, y dejaba de lado inversiones extranjeras y privadas nacionales (Regueiro & Barzaga, 2012, p. 71). Ese mismo año, Petrobrás, empresa en la cual el gobierno brasileño tiene 55,7 % de las acciones con derecho a voto, se retiró del Proyecto Mariscal Sucre (exploración gasífera conjunta en Venezuela para alimentar al gasoducto del Sur) (Quintanar, 2012, p. 266). En el 2009 el gobierno brasileño, a través de Marco Aurelio García (asesor de Lula en materia internacional, proveniente del Partido de los Trabajadores —PT—), anunció que el gasoducto estaba "provisoriamente archivado" debido a sus dimensiones y problemas de financiamiento en medio de la crisis global (Quintanar, 2012, p. 267).11 El hallazgo de yacimientos de petróleo y gas en el litoral brasileño hizo desaparecer la intención posterior de reactivarlo y en enero de 2009 Brasil firmó con Estados Unidos un acuerdo relativo al etanol. Más tarde hubo problemas para continuar el proyecto brasileño-venezolano (firmado en el 2005)12 de establecer una refinería en Pernambuco (Brasil), para procesar petróleo de Venezuela.

En materia financiera, la propuesta venezolana de un Banco del Sur y un Fondo Sudamericano de Financiamiento, con funciones similares a las de un FMI regional, también muestra posiciones divergentes. El documento constitutivo del Banco del Sur representa un compromiso entre dos proyectos, uno con características tradicionales de banco comercial y otro de banco orientado a la acción social. De esta manera, hay fondos con carácter no reembolsable, pero se estipula que deben ser resultado de la captación de fondos adicionales a los aportes de sus miembros (Regueiro & Barzaga, 2012, p. 113). Otros aspectos se relacionan con el hecho de que Venezuela, Bolivia y Ecuador se oponen a financiar a grandes empresas y Brasil y Argentina creen que debe financiarse según sectores estratégicos y no según tamaño de empresas (Celi, 2013). Aunque se establece tratamiento diferenciado a favor de los países de menor desarrollo relativo, Argentina, Brasil y Venezuela pueden acceder a fondos hasta por 8.000 millones de dólares, mientras que Bolivia y Paraguay pueden hacerlo como máximo por 800 millones (Regueiro & Barzaga, 2012, p. 116).

En septiembre de 2009, en Porlamar, Venezuela, se suscribió su Convenio Constitutivo, pero aún no ha sido implementado (Mejía, 2012, p. 89). Aquí se observa un camino similar al seguido en la construcción de otros mecanismos de Unasur propuestos por Venezuela —grandes objetivos ("financiar el desarrollo económico y social" de Sudamérica) y una implementación restringida a lo largo de un proceso lento—. Venezuela, mientras tanto, casi no participa en el financiamiento de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Sudamericana —IIRSA— (SELA, 2011, p. 38), que responde a intereses brasileños (Iglesias, 2008).

En el 2009, se anunció que el fondo anticíclico funcionaría como ampliación del Fondo Latinoamericano de Reserva —FLAR—, con sede en Bogotá y creado para asistir a sus miembros en dificultades financieras; además, se invitó a Brasil a participar en él (Agencia Peruana de Noticias, 2011). A mediados de 2011 Brasil y Argentina decidieron ingresar al FLAR, viéndolo como un "complemento", no un sustituto, del FMI (Ragir & Raszewski, 2011). Sin embargo, a finales de 2011 se anuncó que el fondo anticíclico no había entrado en funcionamiento y que Venezuela y Ecuador preferían crear un nuevo fondo que sirviera también para desarrollar un mercado regional de bonos ("Unasur consider strengthening emergency fund for balance of payments problems", 2011). Tampoco los llamados de Venezuela a abandonar el Banco Interamericano de Desarrollo —BID— y cerrar la Corporación Andina de Fomento/CAF encontraron eco en Unasur ("Chávez llama a salir del BID y eliminar la CAF", 2008).

En el ámbito militar, la creación del Consejo de Defensa Sudamericano —CDS— (2008) alimentó un discurso divergente. El gobierno brasileño a través de su Ministro de Defensa, Nelson Jobim, expresó en Caracas ("Ministro brasileño llega hoy a Caracas para hablar de temas de defensa", 2008) que "al contrario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el CDS no será una fuerza operativa sino un organismo consultivo" para afianzar la paz de la región. Esta posición fue respaldada en declaraciones de otros gobiernos sudamericanos (Bachelet, 2009 & Ugarte, 2010, p. 5, recogen posiciones de diplomáticos y militares brasileños, uruguayos, paraguayos y chilenos), además del hecho de que el CDS se sujeta a los mandatos de la Organización de Naciones Unidas —ONU— y de la Carta de la Organización de Estados Americanos —OEA— (Mejía, 2012, p. 107), lo cual no permite que funcione como fuerza operativa.13 Según Alda (2012, p. 264), el proceso de creación de dicho Consejo muestra la capacidad de Brasil "de no secundar las propuestas venezolanas y con posterioridad plantear alternativas o propuestas más moderadas sobre los mismos temas [...]". La noción de una OTAN sudamericana (u OTAS) había sido propuesta por el gobierno venezolano en 1999, y se incluía el fin del TIAR y la extensión a Sudamérica del concepto de "defensa integral" —guerra de todo el pueblo, formación de milicias y militares como punta de lanza del desarrollo endógeno—, pero no prosperó regionalmente hasta que la asumió (y transformó) Brasil a fines de 2007. Esto mostraría la incapacidad de Venezuela de imponer sus objetivos en la Unasur sin el apoyo de Brasil.14

La afinidad ideológico-política de sus gobiernos se señala como una de las razones para que, a pesar de estas divergencias, Venezuela y Brasil prefieran negociar en privado y mantener en público una apariencia de consenso en el ámbito regional. Esta afinidad se basa en que ambos gobiernos se apoyan en coaliciones estatista-nacionalista, comparten objetivos de desarrollo y están dominados por partidos de izquierda que ven el mundo a través de paradigmas similares (aunque el PT brasileño se ubica más al centro que el PSUV venezolano). Otra razón es la importancia de los negocios conjuntos que se aprecia en documentos de Folha Transparencia, que muestran la intercesión directa del ex presidente Lula para que empresas brasileñas recibieran contratos de construcción en Venezuela.

Como resultado de lo anterior, la brasileña Odebrecht ha ejecutado en Venezuela los siguientes proyectos: Centro Lago Mall; Proyecto de Reutilización de Aguas Servidas; Sistema Vial II Puente Mixto sobre el río Orinoco; Terminal de Embarques Crudos; Línea I Metro Los Teques; planta de tratamiento "El Chorrito"; Línea III Metro de Caracas; Línea IV Metro de Caracas y Sistema Metrocable San Agustín del Sur. Adicionalmente, tiene en ejecución: Proyecto Agrario Socialista Planicie de Maracaibo; Línea II Metro Los Teques; Sistema Vial III Puente sobre el río Orinoco, Central Hidroeléctrica Tocoma; Proyecto Agrario Integral Socialista José Inácio de Abreu e Lima; Línea V Metro de Caracas; Sistema Caracas-Guarenas-Guatire; Cabletren Bolivariano y Sistema Metrocable Filas de Mariches (Mejía, 2012, pp. 142, 143).15

3. Unasur en el discurso de Venezuela (2004-2012)

En el discurso del gobierno venezolano sobre Unasur, se observan diferencias en el nivel lógico-conceptual (temas y esquemas analíticos) entre 2004-2007 y 2008-2012. En la primera etapa hay escasas menciones a la CSN, pero se señalan los aspectos positivos de la integración sudamericana. Cuando se la menciona en documentos del MRE, se la relaciona con la integración energética, que se considera "la palanca más poderosa para impulsar" la CSN (Hernández Barbarito, 2007, p. 34, 35). Pero el mismo documento más adelante señala que "el gran manto del ALBA [...] va arropando las propuestas de integración energética de la región". Se agrega que "esta visión de la integración energética tiende a acercarse cada vez más al ALBA" sin mención de la CSN (Hernández Barbarito, 2007, pp. 42-55).

En Fundamentos de la Nueva Integración del Sur (2007, p. 39) se distingue entre la CSN, que junto con CAN y Mercosur defiende un modelo de democracia representativa liberal, y Venezuela que inscribió en la Constitución de 1999 un modelo de democracia "participativa y protagónica". Se señala la necesidad de sumar a Centroamérica y el Caribe "al proceso de integración llevado por la Hermana República del Brasil bajo su tutela" [CSN] porque, para "tomar el control del proceso de integración latinoamericano y caribeño y viabilizarlo, Venezuela debe expandirlo a toda la región de América Latina y el Caribe [...]" (Fundamentos, 2007, p. 72), considerada como el "espacio vital" bolivariano (o zona de combate de producirse una invasión estadounidense) (Garrido, 2006, p. 38).

En esta etapa, no hubo tanto apoyo a la CSN como a la idea de la integración regional sobre la base de otorgar un lugar privilegiado a los recursos petroleros de Venezuela y prioridad al ALBA. Este rol superior otorgado al ALBA en el discurso del gobierno venezolano entre 2004 y 2007 puede observarse en el planteamiento de modificar el Artículo 153 de la Constitución de 1999 para incluir sus principios ("El ALBA quedaría fuera de los cambios a la Carta Magna", 2007). La derrota gubernamental en el referéndum de diciembre de 2007 impidió su inclusión, pero el sentido de la misma puede verse en el título de un documento gubernamental publicado ese año: "ALBA: núcleo duro de la integración sudamericana" (2007).

En septiembre de 2005, en la primera reunión cumbre de la CSN en Brasilia16 —cuando se obtuvo consenso en cuestiones relativas a energía e infraestructura mientras lo político e institucional se relegó por la imposibilidad de alcanzar un acuerdo—, el ex presidente venezolano manifestó su contrariedad fustigando a CAN y Mercosur. Chávez objetó la propuesta de integrar a Sudamérica uniendo sus dos bloques comerciales y manifestó que "[...] la CAN, con todo respeto, no sirve y el MERCOSUR tampoco [...] o lo reformateamos y hacemos uno nuevo o también se acabará. No son instrumentos adecuados para la era que estamos viviendo, son instrumentos para la élite" (Propuesta para unir CAN y Mercosur divide a cumbre sudamericana", 2006).

En contraste, dos años más tarde en ocasión de la cumbre de Brasilia (2008) —donde se firmó el tratado constitutivo de la Unasur—, el ex presidente venezolano la describió como el motor de grandes cambios en el mundo:

    En América del Sur hay un nido donde se ha anidado y se está empollando un proyecto nuevo, un proyecto de cambio que se ha desatado en esta última década, que bien podría ser el motor fundacional de los cambios del mundo [...] algunos patalean y chillan, pero no podrán parar la revolución sudamericana [...] Sobre la gran victoria de la unión está asentado el futuro de nuestros pueblos ("Chávez: EE.UU amenaza unión sudamericana", 2008).

Este apoyo exaltado a Unasur se relacionó con: 1. El cambio de nombre —de Comunidad a Unión—, promovido por Venezuela (Saavedra, 2009). 2. El menor énfasis en los aspectos comerciales del acuerdo. Esto se acercaba a la propuesta del "bolivarianismo" que plantea que "el problema de la dependencia es político, una lucha por un espacio geopolítico propio, por lo que abordar la integración como un problema economicista, sólo servirá a los intereses imperiales" ("Fundamentos filosóficos de la nueva integración del Sur", 2007, p. 69).

El nombre de "Unasur" fue propuesto por el presidente de Venezuela en la Cumbre de Mercosur (Ouro Preto, diciembre de 2004) al decir "Fíjate, Comunidad Sudamericana de Naciones puede sonar, Lula, [pero, si] alguien la abrevia, CSA, pareciera una marca registrada de no sé qué, vamos a buscar un nombre que pegue. Yo propongo humildemente Unión de Naciones Suramericanas, Unasur [...]". En esa misma reunión se reiteró otro concepto del bolivarianismo: "si no colocamos lo político como locomotora esto no tiene futuro" (Chávez citado en Narvaja de Arnoux, 2008, pp. 50-52). Acerca de la palabra Unión, Chávez señaló que

    es otro término importante en lo semántico, en lo semiótico, en lo profundo [...] No estamos hablando de integración [...] estamos elaborando un paso de una integración que nos impusieron, de unos códigos, de unos términos, impuestos por el Norte hegemónico [...] estamos hablando de volver al código originario, la Unión ("Hugo Chávez Unión Suramericana de Naciones", 2008).

Este discurso dejó de lado que el tratado de Unasur no estableció una institucionalización fuerte ni definió una agenda concreta para alcanzar los numerosos objetivos explicitados en su Artículo 3. Se presentó como un "proceso innovador", más allá de la convergencia entre CAN y Mercosur, pero también se explicitó en su texto que incluiría logros y avances de ambos acuerdos (Gajate, 2009, p. 211).

Con respecto a la segunda etapa, se aprecia, por una parte, una mayor necesidad política de mostrar a la Unasur como resultado de la influencia venezolana. Además, los objetivos que se espera alcanzar a través de ella, y que se ensalzan en el discurso, corresponden más al campo del voluntarismo político que al de la realidad. El vicecanciller venezolano para América Latina y el Caribe, Francisco Arias Cárdenas, en el 2008 describió a Unasur diciendo lo siguiente: "no es un foro más; es el foro de los foros, es la integración que va caminando seguramente hacia una federación, hacia una confederación, que a lo que más podría parecerse es a la Comunidad Económica Europea" y añadió: "esta es la hora en que América del Sur levante la cara y hable con voz de pueblo unido frente al planeta". Anunció además que "con toda seguridad" la Unasur pondría fin a los intentos separatistas denunciados por los presidentes de Bolivia, Ecuador y Venezuela ("Venezuela anuncia acta constitutiva de Unasur que será firmada en Brasil el 23 de mayo", 2008). El discurso exalta a Unasur en cuanto a lo que podría llegar a hacer si quisiera, sin tener en cuenta que su documento constitutivo no le permite hacerlo.

Estos señalamientos indican que el discurso está dirigido al ámbito político venezolano antes que a la comunidad internacional y a los otros gobiernos de Unasur. Su objetivo es demostrar a sus seguidores la importancia del gobierno bolivariano y presentar su proyecto político como aceptado internacionalmente y expandiéndose. Adicionalmente, dicho discurso pertenece al área de la retórica discursiva donde se busca convencer a auditorios específicos, no universales. Su propósito no es demostrar mediante el razonamiento lógico, sino imponer ideas (Erlich, 2007, pp. 229, 232), exaltar el liderazgo del presidente y disminuir al oponente (Bolívar, 2007, pp. 266-268) (en este caso, acuerdos de integración como CAN y Mercosur, instituciones como BID y CAF o gobiernos con posiciones opuestas). Otros interlocutores son los grupos y movimientos políticos y sociales afines a la región, y el objetivo es puntualizar aspectos que estos amplificarán luego en sus propios discursos; aquí no se trata de convencer sino de contribuir a la formación y diseminación del mensaje.17

Por otra parte, el discurso exaltado no se corresponde con el lugar asignado a Unasur en algunos documentos oficiales, como el programa "Patria Grande" (Chávez, 2012, p. 35), que incluyó objetivos tanto de ALBA, como de Unasur. Los propósitos para ALBA fueron reforzar sus elementos políticos, conformar su zona económica, y fortalecer así el Sistema Unitario de Compensación Regional —Sucre—, el Banco del ALBA y Petrocaribe. Para Unasur, los objetivos son consolidarla y tener participación activa en todos sus consejos. En el documento hay más menciones a Mercosur que a Unasur y se enfatiza la posibilidad de un acercamiento entre ALBA y Mercosur mediante la adopción del Sucre por esta última. Esto indica que la prioridad sigue siendo ALBA e inclusive que Unasur podría estar pasando a un tercer lugar después del Mercosur.18

En la "propuesta del candidato de la patria para la gestión bolivariana socialista 2013-2019", el objetivo nacional es "contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la cual tome cuerpo el mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria [...] desempeñando un papel protagónico en la construcción de la unión latinoamericana y caribeña" (Chávez, junio de 2012). Esta "nueva geopolítica" —que no difiere de concepciones previas del bolivarianismo— se expresa en la ALBA, y para el gobierno venezolano el esfuerzo debe dirigirse a "impulsar el rol de vanguardia de la ALBA en el proceso de cambios latinoamericano y caribeño [...]", mientras Unasur se entiende "como palanca estratégica regional para la construcción del mundo pluripolar" (Maldonado, 2013, p. 4). Se confirma entonces que la ALBA es el "núcleo duro" de la integración latinoamericana y caribeña para Venezuela y Unasur, un instrumento de proyección extraregional.

En el 2011, el gubernamental periódico venezolano Correo del Orinoco recogió declaraciones presidenciales en las cuales Unasur es considerada como un "megaproyecto de desarrollo" (Alcalá, 2011). Esta visión de Unasur se acompaña de la revalorización de sus aspectos económicos por el gobierno. En junio de 2012, como Secretario General de Unasur, el venezolano Alí Rodríguez ("Discurso de Alí Rodríguez en la entrega de la Secretaría de Unasur, 11 de junio de 2012", 2012) declaró que había que materializar la identidad y ciudadanía sudamericana, porque "nosotros pertenecemos a una gran nación, ocupamos el mismo territorio, tenemos el mismo origen histórico [...]". Rodríguez reiteraba de esta manera elementos ideacionales del discurso político y de la política de integración venezolana. Pero al mismo tiempo destacaba que el eje dinámico de Unasur era su reservorio de recursos naturales, fortaleza que debía usarse "para combatir la pobreza, para generar empleo que a su vez expande el mercado interno [...]". Para ello se necesitaba un plan coherente de industrialización, la preparación de gente especializada para aumentar la productividad y garantías de no afectar el medio ambiente. Debían estructurarse equipos para estudiar las políticas nacionales buscando elementos comunes para trazar políticas únicas. "[...] en la medida en que se desarrollen las bases materiales de Unasur tendrá poderío, también mayor presencia, mayor peso específico en escenarios internacionales [...]". Previamente, el mismo Alí Rodríguez en el 2005, cuando era Ministro de Relaciones Exteriores, había utilizado un discurso similar para referirse al ALBA, al considerar que los recursos naturales regionales eran la base para construir una situación en la cual "la gente sienta los beneficios de la integración" (discurso en Mar del Plata, Argentina, 2005, citado en Bossi, 2009).

Resumiendo, después de su conversión de CSN a Unasur hay un definido apoyo venezolano a la institución, pero se mantiene la centralidad de la ALBA. En la actualidad, los elementos ideacionales se acompañan del reconocimiento que estos no lograrán alcanzarse si no se desarrollan las bases materiales de Unasur. Revalorizar la industrialización, la productividad y la ampliación del mercado implica que Venezuela se plantea ahora la convergencia económica, pero no a partir de CAN y Mercosur sino de las políticas nacionales.

Luego de la muerte de Hugo Chávez, en marzo de 2013, la maquinaria de propaganda estatal de Venezuela presenta a Unasur como un logro del ex presidente fallecido, sin mencionar ni a Brasil ni a la CSN ("Unasur: Chávez fue el principal impulsor de la unidad", 2013), mientras la Unasur lo considera "un decidido impulsor de la unidad y la integración suramericana". Hay similitud en esta declaración de Unasur con la que la misma institución dio al producirse la muerte de Néstor Kirchner, secretario general de Unasur y ex presidente de Argentina, en el 2010: la muerte "priva a América Latina de un líder clave en la construcción de una región sin exclusiones [...]" ("Unasur señala que muerte de Néstor Kirchner priva a la región de un líder clave", 2012).

La exageración en el discurso venezolano no niega el hecho de que Venezuela influyó en Unasur, no solo a través del cambio de nombre sino mediante propuestas, como la de integración energética. Sin embargo, Unasur sigue respondiendo al proyecto político de Brasil. Lo que hace que la institución se mantenga es que a través de ella todos sus miembros pueden alcanzar al menos parcialmente sus objetivos (por ejemplo, los países del Pacífico, Colombia, Perú y Chile) se benefician de acuerdos sectoriales como la IIRSA). Ello hace que, ante la desaparición física del ex presidente venezolano, Unasur siga teniendo vida propia, mientras el futuro del ALBA no es tan seguro (Gerbassi, 2013, pp. 6, 7).

A modo de conclusión

En el contexto sudamericano de principios del siglo XXI, el aumento del comercio y de las inversiones intraregionales y la construcción de infraestructura regional hacen que, cada vez más, los conflictos que afectan la estabilidad de un gobierno o las relaciones entre ellos repercutan sobre los demás y necesiten alguna forma de mediación colectiva, rol que cumple Unasur. Al aumentar los costos de transacción de las actividades transfronterizas en Sudamérica hay mayor demanda para disminuirlos, mediante la cooperación, coordinación e integración regional. Esta demanda se orienta hacia los gobiernos cuyas empresas participan activamente en esas actividades, en este caso Brasil. Unasur combina la cooperación por demanda de actores nacionales (Brasil) con la oferta de integración hecha por Venezuela a través de un mayor rol del Estado y las políticas públicas.19 Si los intereses priman en el primer caso, en el segundo lo hace la voluntad política de asumir el liderazgo del proceso para imponer sus ideas. Brasil también tiene "voluntad política" en Unasur, solo que esta se expresa en la búsqueda de controlar o minimizar "la inestabilidad que conocen los países de la región". Para lograrlo, según Lula (citado en Brun & Muxagato, 2012, p. 95), se aplica el principio de no intervención junto con el de no indiferencia.

El equilibrio del sistema (Unasur) depende de que intereses y voluntad política puedan satisfacerse sin producir enfrentamientos abiertos. Aunque hasta ahora los enfrentamientos se han negociado en privado entre los actores gubernamentales, se puede observar la primacía del poder brasileño. Legler (2009), por ejemplo, concluye que hay influencia de Venezuela en la política regional, pero esta no ha logrado alcanzar sus objetivos al no conseguir que América Latina y el Caribe apoyen la formación de un bloque unido.20 Por su parte, Álvarez y Beirute (2010) resumen la situación señalando que Venezuela, mediante la ALBA, tiene la capacidad de influir en lo que sucede, ejercitando poder de veto, pero no puede conseguir acuerdos regionales ni imponerlos.

La concreción del primer acuerdo concreto de la ALBA casi en paralelo a la CSN y su mantenimiento después de la transformación de esta última en Unasur (2008) reconocen implícitamente que ni CSN ni Unasur expresan los intereses e ideas del gobierno venezolano.

La adhesión de Venezuela a ellas sirve para respaldar al gobierno de izquierda de Brasil, impulsar la integración energética y vender la imagen de una mayor influencia regional venezolana, mientras se trabaja desde adentro para desarrollarla. Aunque ALBA busca convertirse en una alianza política latinoamericana, el gobierno venezolano sabe que no puede alcanzar la integración regional sin Brasil (Pecequilo & Carmo, 2009).

Unasur cambió de nombre pero sigue expresando intereses e ideas de Brasil. Este último, interesado en ordenar la región, resultó favorecido por la conformación de Unasur, la cual "se acerca más a un instrumento de gobernanza regional que a los patrones clásicos de la integración [...]" (Saraiva, 2012, 95) y mantiene su carácter intergubernamental y de baja institucionalidad. En el 2004 la CSN articuló objetivos brasileños señalados previamente (convergencia comercial e institucional CAN-Mercosur, integración de energía, infraestructura y comunicaciones). En el 2008, el objetivo más importante fue "la concertación y coordinación política y diplomática que afirme a la región como un factor diferenciado y dinámico en sus relaciones externas" (Regueiro & Barzaga, 2012, p. 42), objetivo que favorece la ambición brasileña en el ámbito global. Esto influyó para que la CSN, que no tenía personalidad jurídica y por lo tanto la posibilidad de ejercer derechos y obligaciones en las relaciones internacionales, la adquiriera en el tratado constitutivo de Unasur (2008) (Regueiro & Barzaga, 2012, p. 44; Saraiva, 2012, p. 94).

Tanto la CSN como la Unasur mantuvieron la idea brasileña de asegurar la paz regional para desarrollar la economía. Si la evolución del discurso en las cumbres muestra el traslado del "foco de atención" de aspectos comerciales a aspectos sociales y concertación política, la instrumentación de políticas sociales también necesita "un reordenamientos de las relaciones económicas, tanto a nivel de las economías nacionales como en el ámbito regional" (Regueiro & Bárzaga, 2012, p. 93). En este sentido, la política regional de Venezuela, construida sobre la dicotomía "amigo-enemigo", no sirve como instrumento de convergencia entre los países sudamericanos (Ríos Sierra, 2011, p. 56), sino que exacerba enfrentamientos y soluciones parciales para complejos problemas comunes (pobreza, exclusión, etc.), hecho que debilita su alcance. A esto Russell (2006, p. 11) lo denomina "el efecto divisivo" del proyecto venezolano, una fuerza centrífuga que afecta la integración regional desde adentro.

Las evaluaciones de Venezuela en Unasur son varias y pueden ubicarse a lo largo de un espectro en uno de cuyos extremos está Beade (2012), que plantea un aumento de la influencia de Venezuela sobre la integración regional desde 1999, la cual se corresponde con el discurso político de su gobierno. En ella, el liderazgo regional de Venezuela ha generado nuevos instrumentos de regionalismo (ALBA y Una-sur), sobre la base de ser una potencia energética que complementa el liderazgo global de Brasil. En el otro extremo está Sanjuán (2008, p. 173), quien considera que Venezuela ha perdido la posibilidad de proyectarse como centro de poder en Sudamérica por su excesiva retórica nacionalista que "no condujo a la convergencia regional en torno de una matriz común de pensamiento latinoamericano [...]" (citado en Baroni & Rubiolo, 2010, p. 148). En una posición intermedia se ubican Baroni y Rubiolo (2010), para quienes la flexibilidad y el pragmatismo permiten que Venezuela articule acuerdos en Unasur con países sudamericanos que no se identifican con ALBA, pero se benefician de sus relaciones comerciales con Venezuela, y dejan de lado que esos países buscan una inserción global menos conflictiva. Una visión opuesta es la de Altmann (2011, p. 220), según la cual si ALBA se mantiene como una alianza política e ideológica será una alternativa inefectiva condenada a fluctuar según los ciclos electorales de sus países miembros. Alda (2012, p. 252), por su parte, ve la ideologización de la ALBA como ambivalente: proporciona cohesión interna, pero limita sus posibilidades de crecimiento. Esta limitación puede explicar que Venezuela siga manteniendo su apoyo a Unasur y la plantee en el discurso como resultado de su influencia.

En conclusión, puede señalarse que entre 2004 y 2012:

  1. Venezuela expresó en Unasur intereses geopolíticos y petroleros, mientras que en términos de ideas prefería una institucionalidad supranacional, que privilegiara lo político y abandonara la liberalización comercial.

  2. Venezuela jugó un rol importante en Unasur apoyada por sus recursos energéticos y financieros, y la ALBA le otorgó poder de veto.

  3. Venezuela no fue ignorada en la agenda y las declaraciones de Unasur, pero cuando se incorporaron sus intereses e ideas estos fueron restringidos en su alcance al convertirse en instrumentos.

  4. Venezuela es todavía el actor que más difiere en intereses e ideas del resto de los miembros de Unasur; razón por la cual, a pesar de sus esfuerzos, no ha logrado totalmente imponer los objetivos de su política de integración regional.

  5. Venezuela no ha conseguido que Unasur incorpore las ideas en las que se basa su política de integración regional, pero esto no se corresponde con su discurso oficial.

  6. El discurso político venezolano amplifica la importancia de Unasur y la presenta como resultado de su propia influencia en la integración regional porque está dirigido más al ámbito doméstico que al internacional.

Finalmente, a nivel teórico, el análisis contradice que Unasur y ALBA formen parte de un mismo proceso, como señala el concepto de regionalismo posliberal que, según Sanahuja (2010), incluye el rechazo del regionalismo abierto. El concepto original surgió con Veiga y Ríos (2007), quienes sostienen que el resurgimiento del nacionalismo económico y la politización de las agendas regionales en la década de 2000 hacen coexistir en Sudamérica agendas regionales desarrollistas y otras basadas en la afinidad política. Esta situación se origina de una crítica del regionalismo abierto, de ahí el término posliberal, pero lo que desaparece en Sudamérica no es el regionalismo abierto, sino la "convergencia liberal" de los noventa, y se mantiene una oposición entre países "aperturistas" y revisionistas, que obliga a ampliar la agenda sudamericana con "compromisos superficiales que agregan poco contenido efectivo a los compromisos asumidos [...]" (Veiga & Ríos, 2007, p. 19). La falta de prioridad otorgada a la agenda comercial de Unasur refleja la dificultad de avanzar en este sentido cuando las políticas exteriores de sus miembros le atribuyen funciones distintas y hasta divergentes al comercio (Veiga & Ríos, 2007, pp. 23, 24).

Veiga y Ríos (2007, pp. 28, 30) reconocen a ALBA como un acuerdo influenciado por la idea de que la liberalización del comercio y las inversiones en tratados comerciales no genera beneficios "endógenos" para el desarrollo y puede limitar el espacio de implementación de políticas nacionales. Pero señalan que "difícilmente la CSN [Unasur] iría en esa misma dirección dada la diversidad de visiones e intereses de los países que participan de ese proyecto [...]" y remarcan que no hay ninguna incompatibilidad entre la CSN [Unasur] y los acuerdos subregionales conformados en los noventa bajo la influencia del regionalismo abierto. También Gardini (2010, p. 15) destaca que Unasur no tiene una dimensión comercial porque haya consenso en que no es necesaria para la integración sudamericana, sino porque no hay consenso en cómo encararla en conjunto.

En Sudamérica, los gobiernos de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia y Perú) reivindican a esta alianza como una forma de integración "profunda", justamente porque incluye la liberalización del comercio (Halperín, 2011), mientras que Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) no cuestiona la liberalización económica (Serbin, 2010), así como tampoco lo hace la Comunidad del Caribe —Caricom—), a la cual pertenecen Guyana y Surinam. Solo Venezuela, Bolivia y Ecuador, miembros de ALBA, no reconocen al comercio como prioridad, y cuando lo hacen matizan su contenido en los Tratados de Comercio de los Pueblos —TCP—, incluidos en el 2006 por solicitud de Bolivia (Giacalone, 2013b).

Nuestro análisis corrobora que Unasur y ALBA expresan diferencias importantes en intereses e ideas al asumir un carácter instrumental en sus respectivas políticas exteriores: para Brasil, está el liderazgo regional, la visibilidad global y continuidad de su proyecto de desarrollo, y el motor de la integración es económico y se manifiesta en una institucionalidad intergubernamental que permite la expansión de sus empresas y exportaciones en la región y no interfiere con su propio desarrollo; para Venezuela, es la integración supranacional, esfera de influencia ideológica propia con base al petróleo y OTAN sudamericana y el motor es político y se concretaría mediante supranacionalidad, afinidad ideológica y posición anti-Estados Unidos.

Aunque ambas instituciones regionales pueden coexistir, sus elementos divergentes son demasiados para englobarlas bajo un mismo concepto que describa y explique el proceso. De esta forma, Unasur sigue arropando en su seno visiones divergentes con respecto a cómo insertarse globalmente, tanto como región como forma individual, sin incorporar plenamente los intereses e ideas de Venezuela.


Notas

1Zúquete considera que este discurso "misionero" y "milenialista" otorga carácter universal a la revolución bolivariana.
2Presidente del Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano.
3Milanese (2007, p. 57) considera que el 2006 fue el año en que el discurso presidencial venezolano alcanzó su nivel máximo de provocación, alentado por los altos precios del petróleo. Pero la caída de estos últimos también alienta la confrontación externa porque, frente a la disminución del recurso petrolero, el gobierno necesita presentarse como protector de los intereses nacionales atacados.
4Según Serbin (2011, p. 87), el profundizar la polarización regional buscaba distraer la atención de las dificultades domésticas, después de la derrota en el referéndum de 2007 y el surgimiento de un núcleo opositor en la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas venezolanas de 2010.
5En este sentido, la Secretaría General de la CAN reconoce a la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Sudamericana —IIRSA— "como el principal articulador [...] de la integración suramericana", situación que atribuye a la convergencia entre intereses gubernamentales y empresariales en Brasil (Regueiro & Bárzaga, 2012, p. 45).
6Estas ideas también son expresadas por militares nacionalistas brasileños (Giacalone, 2005, p. 32). Hay continuidad entre el discurso del gobierno venezolano y el de la Organización de Militares por la Democracia, Integración y Liberación de América Latina y el Caribe —OMIDELAC—, creada en 1986 en Buenos Aires por oficiales retirados con participación activa en los gobiernos de Perón (Argentina), Allende (Chile) y Velasco Alvarado (Perú). Esta organización de inspiración bolivariana tenía por objetivos luchar contra el imperialismo estadounidense, abolir el TIAR y promover la unión "del pueblo y las fuerzas armadas" (OMIDELAC, 1986).
7Su objetivo es servir de núcleo a una integración energética regional que ocuparía el lugar de la Comunidad del Acero y el Carbón en el proceso de formación de la UE (Hernández Barbarito, 2007).
8La propuesta de desarrollar unos Estados Unidos del Sur había sido planteada en la primera reunión cumbre de presidentes sudamericanos (Brasilia, 2000) por el presidente peruano Alberto Fujimori. Tomado de http://americasnet/Commentators/Martha_Pinzon/south_american_summit_eng.
9El biocombustible interesa a empresas brasileñas de agro-negocios, como COSAN, la mayor productora de azúcar de Brasil, que busca convertir al etanol en una commodity internacional mediante acuerdos de cooperación en Centroamérica, para exportarlo a Estados Unidos, y en Africa, para exportarlo a Europa (Quintanar, 2012, p. 261; Iglesias y Pereira de Costa, 2011, p. 7).
10Sobre la reacción venezolana a la propuesta brasileña ver Hernández Barbarito, 2007.
11El gasoducto del sur ha sido sustituido por un sistema que privilegia el transporte marítimo y los puertos, sector dominado por Brasil (Serbin, 2010, p. 11).
12A principios de 2013 se anunció que la refinería estaba construida en un 70 % y entraría en operaciones en 2014, totalmente financiada por Petrobras y el BNDES ("Brasil garantiza...", 2013, p. 17). PDVSA podría asociarse en el futuro pero hasta ahora no se han aceptado las garantías financieras ofrecidas por la empresa venezolana.
13Sobre las diferencias en los proyectos de seguridad de Brasil y Venezuela, ver Gratius, 2009; Alda, 2012.
14El concepto venezolano de "defensa integral" se incorporó en la ALBA; el Presidente venezolano lo justificaba señalando: "debemos trabajar [...] para conformar una estrategia conjunta e ir articulando nuestras fuerzas armadas [...] porque el enemigo es el mismo y si se meten con uno de nosotros se meten con todos [...] y responderemos como uno solo" (Aló Presidente con Daniel Ortega, Caracas, junio 2007, citado en Alda, 2012, p. 254).
15Según Moniz Bandeira (2007), desde la perspectiva brasileña, "Venezuela no es ninguna potencia y Chávez, ninguna amenaza". A su vez, Milos Alcalay (ex embajador venezolano, citado en Theis (2010) señala que "frente a los países industrializados, se dice que el único país que puede controlar a Venezuela es Brasil. Así que Brasil gana, porque se muestra como una izquierda [...] democrática, que ejerce cierta tutela sobre Venezuela". Esta diplomacia "no es a favor de Chávez sino del propio Brasil".
16Montero (2005) y Mellado (2006) destacan el carácter enrarecido de esa reunión que se inició con doce presidentes y terminó con cuatro.
17Contrasta con este lenguaje exaltado el utilizado en la reunión cumbre de Bariloche (Argentina, 2009), analizado por Narvaja de Arnoux, Bonin, Diego y Magnanego (2012) a partir de la versión televisada en directo.
18A principios del 2013 el gobierno venezolano propuso ampliar la complementariedad económica entre ALBA y Mercosur para incluir a otros países y desarrollar el comercio interregional ("Venezuela propone ampliar la alianza ALBA-Mercosur", 2013).
19Sobre las condiciones de la integración por demanda y por oferta ver Mattli (1999).
20La CELAC repite los elementos que hacen de Unasur un foro de gobernanza regional y no un acuerdo de integración. En ella, Venezuela enfrenta una situación contradictoria: por una parte, su poder vis-a-vis Brasil se diluye frente a México; por otra, Venezuela es reforzada por el voto de los países que reciben petróleo venezolano en términos preferenciales a través de Petrocaribe.

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