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Perspectivas en Nutrición Humana

Print version ISSN 0124-4108

Perspect Nut Hum vol.11 no.1 Medellín Jan./June 2009

 

REFLEXIÓN

 

Agricultura, alimentación y salud: debate crítico

 

Agriculture, food production and health: a critical issue to debate

 

 

Róger Martínez Castillo1

 

1Universidad de Costa Rica yarustio@hotmail.com

 

Artículo recibido: 1 de marzo de 2009

Aceptado: 2 de junio de 2009

 

Como citar este artículo: Martínez Castillo R. Agricultura, alimentación y salud: debate crítico. Perspect Nutr Humana. 2009;11:73-90.

 


Resumen

Se analizan las complejas relaciones entre la producción agrícola, la salud humana, la alimentación y el ambiente. El propósito es criticar al modelo dominante de agricultura moderna que usa semillas mejoradas, agroquímicos y maquinaria de alta capacidad operativa que conlleva a una alta degradación de los recursos naturales, siendo necesario aceptar y aplicar la concepción agroecológica, como alternativa de una dieta sana y nutritiva, pero también socialmente justa. Sin embargo, las políticas neoliberales de ajuste estructural promovidas por los organismos financieros multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la liberalización del comercio agropecuario dentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) consolidaron el poder transnacional sobre el sistema alimentario nacional y debilitaron la intervención de los estados nacionales en la agricultura y reorientaron las políticas agrícolas, para privilegiar los intereses del mercado, en detrimento de las necesidades de la población nacional, fomentando los cultivos de agroexportación y sacrificando las políticas de apoyo a la producción de granos básicos que aseguran la autosuficiencia alimentaria.

Palabras clave: agricultura, agroecología, seguridad alimentaria, programas y políticas de nutrición y alimentación, producción agrícola, suministro de alimentos.


Abstract

The purpose of this paper is to analyze the complex relationship between agriculture production, human health, nutrition and environment, considering the actual prevalent agriculture model that is using improved seeds, agrochemicals and modern technology, which is destroying the natural resources. It makes necessary to accept and apply agro–ecological techniques as a good alternate to obtain healthy food, and additionally it is more reasonable for societies. However multilateral financial organisms such as the International Monetary Fund (IMF), the World Bank (WB), and the World Trade Organization (WTO), working together, consolidated the multinational power, promoting new polices that don't benefit national and agriculture systems because they are promoting agro–exportation products, without considered and supporting national agriculture policies for basic farmers therefore affecting food production, food access and food security.

Key words:agriculture, sustainable agriculture, food security, food production, nutrition programs and policies, food supply.


 

 

INTRODUCCIÓN

Por décadas, la liberalización del comercio se ha presentado como el único sendero al desarrollo y el objetivo de todas las naciones modernas. La práctica mercantilista de alimentos se basa en que no se producen los bienes y servicios que necesita la población, sino las mercancías que generan beneficios de lucro privado; subordina a la lógica mercantil las necesidades humanas básicas, incluida la alimentación. A partir de aquí, la lógica de la vida queda supeditada al mercado desregulado, o sea, se produce para cubrir intereses privados y no necesidades humanas colectivas.

La dependencia alimentaria de los países no industrializados no se debe tanto a las subvenciones que reciben los agricultores de los países ricos, sino a un modelo de agricultura y alimentación industrializada y productivista, orientada a la exportación, donde, los países en desarrollo ingresan al mercado internacional, pierden gradualmente sus recursos naturales, su producción de autoabastecimiento y por ende su soberanía alimentaria, tornándose más vulnerables a los intereses de las transnacionales.

La producción alimentaria transnacionalizada homogeniza una alimentación de baja o mala calidad nutritiva, controla la estructura completa (siembra, producción, distribución) que enfatiza en la ganancia privada en detrimento de las necesidades sociales de la población. Por ello se genera una mayor dependencia económica y tecnológica en países empobrecidos (1).

Dominada la cadena agroproductiva por parte de las empresas transnacionales, como Monsanto, Bayer, Syngenta, DuPont y otras, adquieren un tremendo poder político que influye negativamente en el desarrollo nacional, del cual obtienen ventajas y tornan a los gobiernos serviles a sus intereses, mediante chantajes, sobornos y convirtiendo la democracia en una farsa plutocrática.

Cuando se compra comida se está determinando no sólo un modelo de consumo, sino también de distribución y de producción, y por tanto, se están marcando las condiciones de trabajo y de vida de las personas que trabajan la tierra y producen los alimentos. Dice un refrán popular que ''de lo que se come, se cría'', y se podría definir la situación en que se vive de alienación alimentaria. Esta alienación no tiene un sentido sólo económico, aunque también, y comienza por la situación que vive el pequeño o mediano agricultor, que no controla los medios de producción (tanto si es propietario como si es obrero agrícola) y posee sólo su fuerza de trabajo hasta llegar al consumidor. Hoy el agricultor tiene cada vez menos control sobre sus medios de producción, como se observa en el cuadro.

La agricultura moderna, con su (ab)uso intensivo de químicos industriales, impacta de manera negativa sobre el ambiente y la salud humana. Suelos, lagos, ríos y aguas subterráneas sufren los impactos de la contaminación. El contenido de químicos dañinos de los productos agrícolas, por la aplicación abusiva y descontrolada de los agroquímicos, es una grave amenaza que va en aumento para la salud de los consumidores en general, sin obviar a los trabajadores agrícolas mismos, que se ven expuestos a los agrovenenos. La búsqueda cada vez, de mayores rendimientos, sin consideración por la naturaleza y sus procesos, ni por los seres humanos que trabajan en el campo, ha hecho que la tradicional vinculación entre agricultura y salud se haya degradado (2).

Así las cosas, la política promovida en la década de los sesenta por la Revolución Verde e impulsada por las principales agencias internacionales de desarrollo, pusieron en marcha una serie de paquetes tecnológicos agrícolas basados en la intensificación a ultranza de la producción. Para ello se diseñaron variedades agrícolas de alto rendimiento y sistemas de producción altamente dependientes de insumos tecnológicos e industriales y el primer mundo se convirtió en el planificador de las producciones agrícolas del tercero, siempre en función de las expectativas de ganancia de sus empresas, y no en base a garantizar la soberanía alimentaria de las poblaciones.

Según los defensores de la agricultura industrial, la intensificación de los insumos agrícolas (químicos y de energía fósil) es necesaria para alimentar a una población mundial siempre creciente, ya que permite incrementar la productividad agrícola. Sin embargo, si se define la productividad como la relación entre la producción y la cantidad de recursos utilizados para obtenerla (trabajo, agua, materia orgánica, insumos industriales y otros), se puede deducir que la productividad de la agricultura industrial, medida en estos términos, es cada vez menor. Y surge otra forma de alienación, la desconexión de la naturaleza y sus procesos, bajo la pretensión de que la vida y la existencia humana pueden desarrollarse independientemente del medio físico que la sustenta. El sistema agrario capitalista se basa en una falacia original, según la cual los medios de producción no se remuneran en base a criterios homogéneos, y en concreto, los recursos naturales no tienen más coste asignado que el de los procesos industriales de extracción y obtención de los mismos (3).

La naturaleza es tratada como un saco sin fondo del que se pueden extraer recursos y en el que se depositan residuos a voluntad, en función de los intereses que exige el proceso productivo, que en gran parte poco tiene que ver con las verdaderas necesidades humanas.

Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS), las enfermedades atacan a poblaciones ya paralizadas por la pobreza y la inequidad: mujeres, niños, poblaciones indígenas y pobres, para las que las previsiones de las instituciones de salud no llegan. Además, se suma la irresponsabilidad de las transnacionales en su afán de concentrar el ciclo productivo, el reducir los costos de producción, la carencia de recursos y la indefinición de prioridades en la preservación de la vida humana, lo que demuestra que las ambiciones monopólicas de los grupos de poder real pueden poner en peligro la especie humana y que la solución depende de alternativas políticas alternativas.

Parecería ser que la ignorancia, la ceguera o los intereses privados son las claves centrales y constantes de las acciones políticas, económicas, sociales y culturales que intentan erigirse como alternativa al tremendo y despiadado, pero astuto, proceso de consolidación de poder hegemónico impulsado por los centros del pensamiento global y económico, de grandes corporaciones transnacionales, de universidades, medios de comunicación y todo factor de incidencia colectiva en el panorama planetario.

Crisis agroalimentaria

Para los países industrializados la producción de alimentos es un asunto estratégico, debido a que la uniformación alimentaria, la agricultura industrializada y el monopolio corporativo enfatizan en los agroquímicos, transgénicos y agrocombustibles, que nada tienen que ver con la solución del hambre en el mundo, como lo mercadea la agroindustria, sino que el mercado desregularizado genera una mayor dependencia de los agricultores con las empresas proveedoras de insumos agroindustriales.

Un mito divulgado por las elites y los organismos internacionales es que el libre comercio ha ayudado a los agricultores pobres en el mundo. La realidad es que los ha dejado a merced del libre comercio acelerando su destrucción. Al bajar los precios, los mercados se saturan de mercancías, la caída de precios en el mercado crea la necesidad de utilizar subsidios para el agricultor, los cuáles son ofrecidos solamente a los grandes agricultores y agronegocios. Los grandes terratenientes se enriquecen, ya que el precio de la tierra y las rentas suben y a los agricultores no les alcanza ni para comenzar una nueva cosecha. Mientras los productores corporativos de los Estados Unidos tienen subsidios, muchos gobiernos de América Latina irresponsablemente han ido reduciendo los recursos en investigación, capacitación y asistencia técnica a los productores nacionales. Esto es una relación de tigre suelto (transnacionales y agroexportadores) contra burro amarrado (productores nacionales).

Pero la importación masiva de alimentos subsidiados en el exterior socava a los agricultores nacionales, obligándolos a abandonar sus tierras y condenándolos a la emigración y miseria. Ellos engrosan las cifras de los que padecen hambre, ya que su seguridad alimentaria se deposita en manos del mercado. Para lograr seguridad alimentaria, los pueblos deben tener acceso a la tierra productiva y recibir precios justos por sus cosechas que les permita gozar de una vida digna.

La exportación de los bienes naturales, es como donar sangre a cambio de nada; pues el hambre y la desnutrición son consecuencias de un (des)orden económico mundial que sostiene y profundiza la pobreza, la desigualdad, la emigración, la riqueza en pocas manos (1).

El modelo capitalista–neoliberal de alimentación es incapaz de resolver los problemas de seguridad alimentaria. El control, forma y condiciones con que el capital desregularizado opera en la alimentación mundial, activa las condiciones para el aumento de la inseguridad, tanto desde la cantidad, como de la calidad de los alimentos (4).

No se informa en las etiquetas de los alimentos, ni se aplica el principio de precaución ante la duda o riesgos de su resultado. Se viola el derecho a la soberanía alimentaria como derecho de los pueblos a definir su propia política agraria y alimentaria, mientras se consolidan las patentes sobre la vida. Se esquilman y privatizan territorios, ecosistemas, agua, suelo, semillas, provocando contaminación, desertización creciente y aumento de la dependencia, la pobreza, el hambre y la emigración forzosa.

Este modelo alimentario ignora las necesidades sociales y ecológicas, y sus consecuencias actuales y futuras. Crece en abierta oposición a los derechos de la población en general, a una alimentación suficiente, saludable y nutritiva, a una vida digna en su propia tierra y a su cultura tradicional. Enfatiza solo en que no se interrumpa el ciclo de producción y circulación de las mercancías, que no cese la producción de plus–valor (5).

El modelo actual de producción, distribución y consumo de alimentos no satisface las necesidades de alimentación de la población del mundo en condiciones suficientes y de calidad, ni garantiza el respeto ecológico para las necesidades humanas; todo lo contrario:

• Intensifica la producción de agrotecnologías, sin haber probado suficientemente los transgénicos, o los plaguicidas (pollos con dioxinas) cuyos efectos dañinos están demostrados, todo ello a costa de la salud de las personas, del agotamiento y contaminación de suelos, agua, semillas, del deterioro progresivo de los ecosistemas.

• Conlleva a un endeudamiento creciente del agricultor y el ganadero, que además, expulsa a los que no pueden competir y elimina la cultura y modo de vida tradicional.

• El agricultor y el ganadero dependen del mercado y sus reglas, no sólo por las condiciones de venta de sus productos, sino por la necesidad de comprar todo lo que necesitan (privatización de semillas, ingeniería genética, plaguicidas, fertilizantes, maquinaria), convirtiéndoles en eslabones de una cadena que les controla y hace corresponsables de la contaminación alimentaria.

• Contamina y deteriora y la calidad de los alimentos, debido al producto y/o tecnología usada.

• Incrementa el comercio mundial de alimentos, normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), impulsado mediante subvenciones, que conlleva un impacto negativo sobre las economías y condiciones de vida del agricultor, jornalero y campesino en los países de origen y destino, además degradando el ambiente, por el aumento de envases y consumo energético debido al transporte.

• Proliferan grandes superficies, controladas por el capital internacional desregularizado, a costa del pequeño comercio local. Sus ventajas competitivas residen en la precarización de sus empleados, las presiones que ejercen sobre los precios y la forma de pago a los agricultores y proveedores en general.

Formular los problemas cuantitativos y cualitativos de la pérdida de soberanía alimentaria supone cuestionar el modelo de producción, distribución y consumo de alimentos propiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) e impulsado por la OMC, mediante la liberalización del comercio de los productos agrícolas2.

Además, la calidad y la seguridad de los alimentos están cada vez más en entredicho a raíz de los escándalos alimentarios. Con ello, crece la desconfianza de la población, debido a los ingredientes: dioxinas en los pollos, priones locos en las vacas, transgénicos y antibióticos para el engorde; las formas y condiciones de producción en el campo y en las industrias de transformación: intensificación de cultivos y ganado, alteración de los procesos naturales, competitividad y abaratamiento de costes a ultranza, mano de obra precarizada en las industrias de transformación y empleada en condiciones de esclavitud en los invernaderos; las formas de distribución y consumo: concentración y monopolio de empresas transnacionales que controlan la producción–distribución–consumo, predominio de grandes superficies que ofrecen gran variedad de alimentos importados a bajo coste y que emplea mano de obra mediante contratos basura, generalización de restaurantes de comida rápida. Esta es la dimensión cualitativa de la falta de soberanía alimentaria que afecta a la salud.

Se promueven alimentos transgénicos3, semillas estériles4 y patentes5 sobre seres vivos, como la solución de los problemas originados por la agricultura industrial cuando, en realidad, son la máxima expresión de dicho modelo de producción industrializada de alimentos.

La historia de la agricultura enseña que las enfermedades de las plantas, las plagas de insectos y las malezas se volvieron más severas con el desarrollo del monocultivo y que los cultivos manejados intensivamente y manipulados genéticamente pronto pierden su diversidad genética (4). Por eso, no hay razón para creer que la resistencia a los cultivos transgénicos no evolucionará entre los insectos, malezas y patógenos como ha sucedido con los agroquímicos. No importa qué estrategias de manejo de resistencia se usen, las plagas se adaptarán y superarán las barreras agronómicas. Las enfermedades y las plagas siempre han sido amplificadas por los cambios hacia una agricultura homogénea (monocultivo).

La presión internacional para ganar mercados y aumentar las ganancias está empujando a las grandes compañías a liberar cultivos transgénicos demasiado rápido, sin considerar los impactos en las personas o en el ecosistema. Además, la agrobiotecnología está orientada a la ganancia, por lo tanto, esta no resuelve los problemas agrícolas (6). En general, toda esta situación permanece oculta a la población. Sólo últimamente y ante los sucesivos escándalos alimentarios, como las vacas locas por ejemplo, ha aumentado la sensibilidad por los alimentos que se ingieren. Ha crecido la desconfianza, pero sin interrogarse por las causas.

En los últimos años han aparecido iniciativas que intentan aportar soluciones, aunque parciales, al problema alimentario. Algunas de estas iniciativas no cuestionan si los alimentos viajan miles de kilómetros, si se venden en grandes superficies, si son promocionados por multinacionales que negocian con los transgénicos, si sólo son para clases pudientes y otros, es decir, si hay que incorporar criterios ecológicos y sociales.

Los instrumentos de la globalización

La reunión de la OMC, celebrada en Doha (Qatar, 2001), concluyó abriendo una nueva ronda de negociaciones para impulsar la liberalización del comercio mundial de mercancías. Se impulsaron también los derechos de la propiedad intelectual (patentes). Paradójicamente, se pospone el derecho a la soberanía alimentaria, a articular políticas para proteger los derechos de los pobres, los campesinos, pero no se para la agenda de liberalización del comercio a escala planetaria. Las mercancías están protegidas pero no las personas, ni el medio en el que viven. A pesar de las consecuencias, ni la FAO ni la OMS y otros organismos e instituciones como CATIE, IICA y algunas universidades, se cuestionan este modelo productivo que provoca vulnerabilidad alimentaria. Separan las dos dimensiones de la seguridad alimentaria (cantidad y calidad) y promueven tan sólo soluciones técnicas, productivas y económicas, ajenas a las necesidades sociales y ambientales. Sobre la calidad de los alimentos proponen controles analíticos cuya premisa es la demostración del efecto perjudicial sobre la salud (eliminan sólo los productos que han demostrado ser la causa de enfermedades graves o muertes directas). Sobre la cantidad, pretenden acelerar la industrialización agraria y alimentaria. No interrogarse sobre las causas que generan hambre y malnutrición por un lado, que extienden y profundizan el deterioro de la calidad de los alimentos por otro, lleva a soluciones parciales, contradictorias y perversas. Soluciones que reproducen y agudizan un ciclo en el que los afectados ni siquiera pueden articular sus propias estrategias de defensa de la salud y la nutrición, impidiéndoles ejercer su derecho a la soberanía alimentaria.

La Cumbre de Johannesburgo de Desarrollo Sostenible (2002), debió replantearse el rumbo e impedir que la economía sea el argumento para aplazar más, las soluciones a los problemas alimentarios, sociales y ecológicos 6. Esta Cumbre pretendía erradicar la pobreza, modificar las modalidades insustentables de producción y consumo, proteger y gestionar los recursos naturales, el comercio global, la salud y un desarrollo sustentable, pero comenzó con pocas expectativas de remontar la década anterior.

El mundo industrializado presentó una propuesta de Pacto Global cuyos objetivos eran desligar el crecimiento económico, de la presión sobre los recursos ambientales en los ámbitos de la energía, los residuos, el uso de sustancias químicas y la biodiversidad. La solución del Pacto Global, persigue aumentar la liberalización de los mercados a cambio de apoyar la condonación de la deuda externa e invertir y transferir tecnologías a los países del Sur. Es decir, suavizar el camino para la nueva reforma de la OMC: la liberalización de los mercados en energía, agua y biodiversidad significa que la riqueza potencial de tales recursos, especialmente en los países del Sur, quede libre en condiciones de mercado (privatizable) para ser gestionada y protegida por el capital internacional7(3).

Desde la primera Cumbre Mundial de la Alimentación en 1974, no sólo no se ha reducido la inseguridad alimentaria, sino que se ha ido agravando la situación. En la Cumbre de 1996 se reconocía que 800 millones de personas no disponían de alimentos suficientes y se constataba que ello dependía de la voluntad política de los estados. La declaración expresaba que no se trata de la cantidad de alimentos producidos sino de la distribución y acceso justo a dichos recursos. Sin embargo el compromiso fue, tan sólo, reducir la cifra de hambrientos a la mitad para el año 2015, que seguramente no se podrá cumplir realmente.

En el Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaría celebrado en La Habana en 2001 (9), se responsabilizó a las políticas neoliberales de las últimas dos décadas (económicas, agrícolas, pesqueras y comerciales) impuestas por el Banco Mundial, de profundizar la brecha entre países ricos y pobres, y agravar las condiciones de producción de alimentos para el acceso a una nutrición sana y suficiente. El Foro señalaba las ideas sobre las que se legitima el modelo alimentario dominante, que no sólo no mejora la seguridad alimentaria, sino que al contrario, se incrementan los factores que originan la inseguridad: la creencia de que los sistemas alimentarios son una cuestión meramente técnica y no política, cuando es la lógica de la ganancia la que genera la insustentabilidad de los sistemas alimentarios, al sobrepasar los límites a la producción permitidos por la naturaleza. Mientras tanto no soluciona los problemas sociales (hambre, pobreza, riqueza), ni los aspectos ecológicos (erosión, deforestación, contaminación y otros).

La concepción promovida por el neoliberalismo sobre las ''ventajas comparativas'' provoca el desmantelamiento de la producción doméstica y del comercio local. Considerar que las agriculturas campesinas, indígenas y la pesca artesanal son ineficientes e incapaces de responder a las necesidades crecientes de alimentos, es el argumento técnico para imponer una agricultura y pesca industrial intensivas de gran escala. Y considerar que la población rural es excesiva en comparación con su aporte al producto interno bruto, es el argumento para expulsarles de sus tierras y privatizar los agroecosistemas a pesar de lo insostenible del modelo urbano. El único patrón alimentario defendido como viable, apropiado y correcto en un mundo global, supone un verdadero monopolio alimentario que atenta contra la diversidad de las tradiciones alimentarias y sus identidades culturales y étnicas (10).

Los efectos políticos señalados por el Foro de la Habana (9) apuntan a la inseguridad alimentaria; el aumento de la deuda externa de los países empobrecidos, la desruralización forzada y genocida de algunos pueblos indígenas y el aumento de la pobreza, miseria y exclusión de los sectores populares del sur, aunque también estos factores se ven en el norte. En definitiva, este modelo económico y social antepone los intereses de la mercancía alimentaria en particular, y de las mercancías en general, a las necesidades de las personas que trabajan elaborando alimentos y/o se alimentan con ellos. La globalización económica es la extensión, consolidación y radicalización de este modelo, neocolonizando, bajo la forma de mercancía, todo lo que aún permanecía fuera, protegido bajo la forma de patrimonio común, o incluso, carente de valor comercial, liberando todas las formas autosuficientes de vida, poniéndoles precio para que puedan ser intercambiadas bajo las reglas democráticas del mercado.

La alimentación y ambiente

La escasez de alimentos no es un problema en el mundo de hoy, sino, que la cuestión radica en la forma en que los alimentos son producidos, distribuidos y consumidos. Es decir, el problema no es de producción, sino de distribución y acceso, por parte de la población, pues el problema está en que se produce para cubrir intereses y no precisamente para cubrir las necesidades humanas (11).

Tampoco es cierto que el planeta carece de recursos naturales; existe suficiente tierra, agua y diversidad genética para cubrir las demandas de la población mundial. El problema está en la velocidad con que estos recursos son depredados o degradados, debido a las prácticas ambientalmente irracionales, propias del monocultivo con agroquímicos y transgénicos. Durante muchos siglos la humanidad se preocupó por producir los alimentos que le eran necesarios, conservarlos para casos de contingencia, utilizarlos con fines comerciales o incluso para brindarlos como ofrendas a los dioses. Nunca hasta el presente el ser humano había alcanzado tal capacidad de poner en peligro las bases que garantizan la reproducción y la vida. Este hecho ha propiciado el cuestionamiento de la esencia misma del comportamiento humano y el surgimiento de nuevos paradigmas que garanticen la sustentabilidad de la sociedad moderna.

Los llamados de alerta ante estos fenómenos durante las últimas décadas han tenido pocos oídos receptivos. No han bastado los desastres ambientales, sociales y económicos causados por la agricultura convencional y la industrialización de la sociedad basada en los combustibles fósiles. Incluso la propia marginación en ciudades abarrotadas y la falta de futuro en el campo se convirtió en un panorama común con vistas a producir suficientes alimentos para una población creciente. De hecho, los modelos desarrollistas alcanzaron parte de sus objetivos con el incremento de la productividad y el bienestar de grandes masas de población, el uso de la maquinaria y el empleo de medios químicos para el control de plagas y enfermedades de los cultivos, entre otros beneficios. Sin embargo, no previeron las nefastas consecuencias de estas prácticas, que pusieron en peligro la propia base de los recursos naturales vitales: el suelo, el agua y la biodiversidad. Este modelo también afectó, las formas de vida y sustento del propio ser humano y puso en peligro su salud.

En años recientes, se ha incrementado la incidencia de enfermedades relacionadas con la forma en que los alimentos se producen. Millones de personas en el mundo no tienen acceso a una alimentación adecuada, siendo más susceptibles a contraer enfermedades. Otra cantidad de personas, consumen alimentos contaminados con productos químicos cuyos principios activos afectan seriamente la salud humana. Inclusive, muchos productores agrícolas contraen enfermedades respiratorias, esterilidad, cáncer, entre otras, como producto de la contaminación directa a través de su continua exposición a venenos. Es evidente que se vive en una ''sociedad enferma'', que necesita nuevos paradigmas para su reproducción natural antes de enfrentar el riesgo de la autodestrucción, camino por el cual actualmente se recorre, en manos de las políticas de gobiernos y las transnacionales.

Al respecto, surgen varias preguntas:

¡Será necesario deteriorar el ambiente en que se vive con tal de garantizar la alimentación de la población mundial?

¡Será sustentable un sistema alimentario que consuma más energía en forma de insumos que la propia energía contenida en los alimentos que produce?

¡Por qué millones de personas en muchos países tienen que sufrir y morir de desnutrición, mientras otras pueden tener absurdos y excesivos patrones de consumo?

¡Una alimentación no solo suficiente, sino sana, con acceso seguro y constante a los recursos naturales, no debería ser derecho universal del ser humano?

Sin embargo, mercado libre y desregularizado, revolución verde (agroquímicos y transgénicos) no son las soluciones. Un modelo agroecológico puede conducir a la integración de los conceptos alimentación, ambiente y salud. Los métodos de la agricultura ecológica tienen una acción directa o indirecta sobre la salud humana, de los animales domésticos y también sobre la salud de los agroecosistemas. El enfoque de ecosalud no es ajeno a la acción humana sobre la vida, microscópica o global, que puede ser beneficiada o perjudicada. Así se tiene que un suelo sano es el mejor sustrato para plantas sanas que sostendrían a poblaciones de seres vivos sanos que se alimentan de estos. Los microorganismos ayudan a la integración de una agricultura ecológica, económicamente factible, ecológicamente apropiada, energéticamente sustentable y socialmente justa (12).

Francis Chaboussou, científico francés (13) afirmó que en suelo sano crecen plantas sanas y las plagas mueren de hambre. El uso indiscriminado de fertilizantes químicos desequilibra los suelos, que a su vez producen plantas desequilibradas, alimentos preferidos por las plagas. Esta teoría de la trofobiosis explica como ocurren estos mecanismos desestabilizadores de la vida. En un suelo sano, se reproduce la vida y se aumenta la diversidad de microorganismos y la biota responsable de la descomposición de los materiales orgánicos. Un sistema biodiverso es robusto, capaz de soportar situaciones desfavorables y recuperarse en breve plazo. La biodiversidad agrícola, el ecosistema e incluso, la diversidad cultural, son saludables porque perpetúan la vida de nuestra especie bajo la premisa del respeto los demás. Una propuesta agroecológica permitiría mitigar la aparición de muchas de muchas enfermedades asociadas al uso de químicos y a la vez contribuiría al consiguiente saneamiento ambiental.

Entre las reglas básicas del consumidor agroecológico, están:

• Ser críticos con el consumo y la forma de vida, aplicando filtros tejidos con valores éticos.

• Exigir información sobre las condiciones sociales y ambientales en las que un producto ha sido elaborado, como ha llegado hasta nosotros y cuáles son sus efectos sobre el ambiente.

• Reducir el consumo, como opción ética y ecológica, optando por un modelo de bienestar y felicidad no basado en la posesión de bienes materiales.

• Practicar un consumo respetuoso con la naturaleza, reduciendo, reutilizando, reciclando y consumiendo productos ecológicos y artesanos.

• Practicar un consumo solidario y socialmente justo, respetuoso con las personas y las culturas, en el que no haya lugar para la discriminación ni la explotación.

Alimentación y salud

La salud está estrechamente relacionada con la alimentación. Todos los seres vivos y entre ellos, los seres humanos, necesitan de alimentos nutritivos, saludables y en una cantidad adecuada para permitir, no sólo su desarrollo como organismo vivo, sino asegurar las condiciones de reproducción y de supervivencia como especie. Es decir, que un escalón básico de la salud individual o colectiva, depende de la alimentación. Así, en la medida en que un ser vivo está bien alimentado permanece más tiempo saludable y es menos sensible a enfermedades o estas son más pasajeras y tienen consecuencias menores; entonces, requiere de menos tratamientos médicos. La salud está vinculada también a diversos factores como la salubridad del medio en el que vivimos, las relaciones laborales, el nivel socioeconómico y la afectividad. Estos aspectos, conforman el conjunto de condiciones por las cuales nos convertimos en seres humanos sanos o enfermizos.

Pareciera que procurarse una vida más o menos saludable depende de la voluntad y libertad individual; sin embargo, la mayor parte de la población que muere de hambre, sub–vive en condiciones de desnutrición y malnutrición o muere de enfermedades evitables, no ha elegido las condiciones de su existencia, sino más bien ha sido víctima de tales condiciones. Lo que enfatiza en una situación de inseguridad alimentaria: la escasez y la mala calidad nutritiva de los alimentos, suele estar vinculada a la pobreza. Con mayor frecuencia, se encuentran alimentos contaminados o inseguros desde el punto de vista nutricional o de su calidad, debido a los agrotóxicos (agroquímicos y los alimentos transgénicos). Tampoco su ingesta es fruto de la voluntad individual consiente. Lo que enfatiza en otra situación de inseguridad alimentaria: alimentos insalubres con alto riesgo para la salud. Esto tiene que ver como se cultivan o procesan los alimentos en el modelo actual de producción, distribución y consumo mundial. Esto es parte del interrogante: ¡Quién contamina: el productor o el consumidor?

El desarrollo agrícola debe ir acompañado con un enfoque agroecológico, donde se debe reconocer que existe un alto nivel de sinergia entre la agricultura y la salud, y buscar maneras de mejorar el producto agrícola, mediante la obtención de buenos alimentos en la cantidad y calidad necesarias para prevenir la desnutrición, eliminar el hambre y miseria nacional (14). Para ello, se enfatizan en los conceptos y las prácticas de la soberanía alimentaria y la nutrición, que ofrecen importantes vínculos entre estas áreas de acción distinta, pero interrelacionadas. Además de abordar el hambre y la desnutrición, va más allá de la producción de alimentos, incluye aspectos como la preparación de dichos alimentos; el acceso a agua limpia y servicios sanitarios; prácticas culturales; temas relacionados con el género; espaciamiento de los nacimientos, y cuidado de los niños.

La vinculación entre agricultura y salud se refuerza con el enfoque agroecológico que considera prioritaria a la seguridad alimentaria de los agricultores y consumidores y reconoce el aporte de los cultivos y los sistemas alimentarios locales (15). En este contexto, la agricultura, la alimentación y la salud se relacionan de muchas formas, por ejemplo en los métodos y el énfasis de apropiación y producción agrícola para el consumo humano, que se reflejan en la calidad nutritiva de la alimentación y ésta se manifiesta en la salud. Otro aspecto entre salud y la agricultura que cobra importancia, es la calidad de las plantas cultivadas, que depende de las prácticas empleadas (16).

Directamente relacionadas con el cuidado de la salud, son el cultivo y el uso de plantas medicinales y culinarias. La población rural, en especial los pueblos indígenas, tienen un amplio conocimiento de las plantas culinarias y medicinales y de su utilización para tratar diferentes dolencias. Con frecuencia, al margen de los sistemas de salud pública en las zonas rurales, las personas sin dinero para comprar las medicinas, relativamente costosas, recurren al uso de diversas plantas medicinales. Este sistema tradicional de cuidado de la salud tiene como actores principales a los curanderos, quienes conservan el conocimiento especializado sobre las plantas medicinales, aunque en los hogares rurales son las mujeres quienes se encargan de la salud familiar mediante la utilización de dichas plantas. Actualmente hay un aumento en el interés por las plantas medicinales y la medicina tradicional, más allá del ámbito rural, que hace que su producción y comercialización constituya un medio de generación de ingresos para grupos organizados de productores. La agroecología reconstruye esa interdependencia, reconciliando a la producción agrícola con la naturaleza, buscando la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud de los seres humanos.

Articular la soberanía alimentaria en un movimiento agroecológico

La guerra global por los alimentos pone en videncia que los planes sociales son insuficientes para paliar la pobreza y que sólo la superación del actual modelo permite disminuir la desigualdad que acecha la región. Se sabe que el mundo produce alimentos suficientes para atender a una población tres veces superior a la que tiene, pero la riqueza continúa injustamente distribuida entre la población, no obstante, los cambios en el régimen político y en el patrón de desarrollo actual.

Reclamar la soberanía alimentaria no es una cuestión exclusivamente campesina (agricultor), sino también ciudadana (consumidor), no sólo porque el modelo alimentario y sus consecuencias en salud, económicas, ecológicas y sociales afectan a todos; también porque ejercer la soberanía alimentaria supone reconstruir las relaciones de intercambio en múltiples direcciones: rural–urbano, agricultor–consumidor, autóctono–inmigrante, Norte–Sur, subsidios agrícolas–ayuda alimentaria, pobres de hoy–generaciones futuras, ambiente según el Norte, agroecología según el Sur. La defensa de la soberanía alimentaria implica tener participación, ser responsable y solidario en los hábitos de consumo, es decir, a la hora de consumir y comprar alimentos cada día (17).

El conocimiento, la actitud y la responsabilidad ante la propia alimentación es un acto político, de soberanía alimentaria. Educar–nos para alimentar–nos con dignidad y de forma saludable, teniendo en cuenta las consecuencias de nuestra elección, es una tarea necesaria, hoy más que nunca. Las personas involucradas en asociaciones, redes, cooperativas de consumo agroecológico, consideran que esta es una aportación real y concreta que se puede compartir con otras personas preocupadas, desde otras dimensiones de lo social (inmigración, salud, educación, género, sindicalismo), por construir un mundo más humano y sustentable hacia el futuro. Por eso, es necesario desarrollar espacios comunes de cooperación entre proyectos de producción y consumo agroecológicos para superar nuestras limitaciones y ayudarnos a resolver los problemas vinculados a la pequeña escala y al esfuerzo enorme que hay que hacer para que estos proyectos de economía social se desarrollen.

La soberanía alimentaria es el derecho de un país a definir su propia política agraria, de empleo, pesquera, alimentaria y de tierras, que sea ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas para sus condiciones únicas. Incluye el verdadero derecho a la alimentación y a las formas de producirlo; es decir, todos los pueblos tienen derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la capacidad para mantenerse a sí mismos (18).

Es necesario reconstruir las relaciones económicas entre las personas, desde la apuesta colectiva y organizada por un consumo responsable y comprometido con las necesidades de consumidores y agricultores, respetuoso con los ciclos naturales y la sociedad. Explorar soluciones diversas que tengan en cuenta a todas las partes (producción, consumo y distribución–transporte). Agricultores buscando un vínculo directo con consumidores que quieran ver algo más que el producto y el precio. Consumidores que se asocian y creen las condiciones para la producción agroecológica. Estas apuestas se realizan hace años desde diversos proyectos alternativos, pero precisan la vocación de traspasar los límites que marcan el necesario esfuerzo comprometido y la identidad propia. Por un lado, dar seguridad a los agricultores agroecológicos, por otro, asegurar condiciones de viabilidad más allá de un consumo, mostrando a sectores crecientes de la sociedad que otra forma de alimentarse es posible. Todo ello cuidando la escala y la dimensión de los proyectos, porque se puede obstruir tanto por ser inviable como por ser demasiado viable.

Las prácticas agrícolas sustentables ofrecen importantes oportunidades para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, y al mismo tiempo, incrementar la productividad agrícola. La retención de carbono en los suelos, a través de la reducción del laboreo, una mejor gestión de los pastizales y la restauración de tierras degradadas, supone la mayor parte del potencial de mitigación en la agricultura. Otras opciones incluyen un uso más eficiente de los fertilizantes, una mejor gestión de los recursos hídricos y los arrozales, plantar árboles, la alternancia de forrajes y el uso sustentable de la diversidad genética animal. La historia demuestra que los sistemas ecológicos locales, para alimentar gentes locales, son los más sustentables y productivos (14).

La agricultura y el consumo de productos ecológicos se presentan como una solución necesaria para proporcionar alimentos sanos a quien los consume y como respuesta a la contaminación ambiental, al agotamiento y crisis del ecosistema, pero esto no deber ser a costa de expandir esta producción bajo el mismo modelo de distribución y consumo convencional, pues no se compromete con las condiciones de pobreza de gran parte de la población mundial. Desde el modelo agroalimentario dominante y a pesar de que el 50% de la población mundial sea todavía campesina, (el 80% cultivan sus propios alimentos), la contraposición de intereses distintos y cada vez más enfrentados, entre las transnacionales contra los agricultores y consumidores, dificulta elaborar un discurso que integre las necesidades de todos, que vaya a la raíz de los problemas y que permita desarrollar experiencias y espacios de economía solidaria y apoyo mutuo.

Los agricultores o consumidores están indefensos en una situación que los convierte en víctimas y colaboradores eficientes en la faceta de consumidores, productores, trabajadores, reclamando intereses diferentes según se adopten uno u otro papel (17). Las diversas posiciones dan lugar a planteamientos parciales e individuales, al partir de una visión fragmentada que convierte cada solución en parte del problema. Así, se presentan soluciones parciales de diversos tipos, por ejemplo:

• Preservar los derechos de la naturaleza sin atender a las condiciones en que los agricultores, viven, trabajan y venden el producto de su trabajo, ni a las necesidades de los consumidores.

• Promover el consumo de alimentos sanos, ecológicos, pero sin cuestionar el modelo de producción y circulación mercantil de alimentos y de las condiciones de vida de los pueblos consumidores y propiciando un mercado ecológico de élite.

• Soluciones que sólo parten de las necesidades e intereses del sector agrario y profundizan más la brecha entre población agraria y consumidora, agudizan las dificultades para disponer de alimentos sanos y suficientes para toda la población y tampoco garantizan la viabilidad de las explotaciones agrarias familiares o comunitarias del mundo.

• Iniciativas de un comercio justo Norte–Sur, que tienen la mejor intención solidaria con campesinos del Sur, pero no dan cuenta de la realidad que afecta a los campesinos del Norte, también en desaparición, además de ignorar el principio de cercanía. Todas estas razones no deben desconsiderar los múltiples aspectos positivos que contienen muchas de las iniciativas parciales frente a la soberanía alimentaria, sino tan sólo, mostrar su coexistencia pacífica con un modelo de producción, distribución y consumo de alimentos incompatible con la soberanía alimentaria de la mayoría de la población mundial.

El control de calidad es un tema de gran importancia en el comercio de productos justos y verdes. La certificación es necesaria, pero por sus altos costos puede estar lejos del alcance de los productores de pequeña escala. Por ello, es importante saber si ya se han encontrado soluciones alternativas y efectivas para certificar la producción de pequeña escala, tales con programas de garantía comunal u otros mecanismos. Estas soluciones también serian muy útiles en el caso de los abastecimientos de ''cadena corta'', donde los consumidores compran directamente a los productores, como en el caso de las ferias de productos ecológicos que se realizan en muchas ciudades de América Latina y otras regiones del mundo (19).

Las iniciativas de comercio justo y su relación intrínseca con la agricultura sustentable se están dando en todo el mundo. Es necesario plantear las oportunidades locales, regionales, como globales; las ferias locales y mercados urbanos con consumidores informados sobre la calidad ecológica de los productos, los mercados externos de productos ecológicos, son ejemplos de estas oportunidades.

Habilitar el potencial local para mejorar la dieta vinculando lo técnico con lo social

La disponibilidad de alimentos adecuados, nutritivos y de buena calidad es un problema importante. Es necesario compartir las experiencias locales, para entender que se podrían beneficiar, mediante el trabajo en los huertos caseros y fincas. Conforme las personas van creando vínculos entre su nuevo aprendizaje y sus propias experiencias, las lecciones son más poderosas. Más allá de que las personas puedan comer nutritiva y sanamente, es importante que lleguen a comprender porque las cosas han llegado a la situación en que están. Por ejemplo, cuando se comparan los estados de nutrición familiar, se descubre que su régimen alimenticio es muy pobre nutritivamente, con respeto a épocas pasadas; ello se evidencia en las enfermedades, como el cáncer gastrointestinal, reflejo de las prácticas convencionales y abuso de agroquímicos. Al respecto, se deben promover los cultivos diversos de alimentos locales, accesibles a los hogares de bajos recursos, como forma exitosa de combatir la desnutrición (12).

La diversidad de cultivos en los campos agrícolas, unida a la rotación de cultivos de menor valor comercial, pero de alto contenido de micronutrientes y proteínas, puede fácilmente enriquecer la dieta y mejorar la salud de los hogares rurales. La agricultura ecológica usa semillas y variedades poco usadas por su mejor resistencia a las plagas, enfermedades y estrés climático. La reintroducción, selección y mejora de las variedades adaptadas localmente contribuye de manera invalorable a resolver las deficiencias de micronutrientes. Los agricultores se dan cuenta de que los problemas causados por los agroquímicos no son el camino al desarrollo de su vida.

Desde la década de los 70, las propuestas de la revolución verde introducidas por los gobiernos de turno han cambiado el sistema agrícola integrado y orgánico que era común en las áreas rurales. Así, los agricultores se volvieron dependientes de las variedades de alto rendimiento, los plaguicidas y los fertilizantes sintéticos, los cuales, a largo plazo, dañaron el suelo y disminuyeron la productividad. Con el sistema de monocultivo, los agricultores cultivaban cada vez menos los productos agrícolas que necesitaban para su dieta tradicional, concentrándose más en la producción hacia el mercado.

La integración de frijoles y arroz, maíz, además de hortalizas, frutas, musáceas y tubérculos, a la agricultura local, rinde sus beneficios económicos y contribuye a la salud de las familias, pues además de garantizar una dieta diversificada, mejora la nutrición. Por eso, es importante observar los sistemas de agricultura y las culturas alimentarias locales cuando se trata de lograr soberanía alimentaria y una nutrición adecuada. Los pueblos pueden ser autosuficientes en términos de cantidad de alimentos, pero combatir la desnutrición depende también de la calidad y variedad de los alimentos consumidos. Para este fin, los conocimientos locales se tornan muy importantes y no deben ser ignorados, así como las innovaciones locales deben ser fomentadas.

Se han identificado seis estrategias de agricultura ecológica, para garantizar éxito:

1. Reducir la destrucción del hábitat aumentado la productividad y sustentabilidad agrícola en tierras que ya se encuentran bajo cultivo.

2. Mejorar los hábitats de vida silvestre en las fincas y establecer corredores que unan los espacios cultivados.

3. Establecer áreas protegidas cerca de zonas de cultivo, pastizales y pesquerías.

4. Imitar los hábitats naturales integrando plantas perennes productivas.

5. Usar métodos de cultivo que reduzcan la contaminación.

6. Modificar prácticas de administración de recursos para mejorar la calidad de los hábitats dentro de y alrededor de las tierras de cultivo.

Urge un cambio en la agricultura

La agricultura moderna estimuló aumentos significativos en la producción de alimentos, pero éstos se han distribuido de forma desigual y hoy los precios de los alimentos son inalcanzables, además presentan altos costos para los agricultores en pequeña escala, los trabajadores, las comunidades rurales y el ambiente.

El modelo de la industria, energía, agricultura y tóxicos es un concepto del pasado, pues los pequeños agricultores con sus métodos y prácticas agroecológicas evitan la profundización de la actual crisis alimentaria y satisfacen las necesidades de las comunidades locales. Es evidente el fracaso de la agricultura industrial, por lo que debe cambiar la manera de hacer agricultura y buscar soluciones ante el aumento de los precios de los alimentos, el hambre, las desigualdades sociales y los desastres ambientales y la concentración de riqueza en pocas manos (agroexportadoras y transnacionales). Según Robert Watson, más de lo mismo, significa que no seremos capaces de alimentar el mundo; más de lo mismo, significa que continuaremos degradando el medio ambiente; más de lo mismo significa que no solucionaremos los problemas de pobreza y hambre (20).

La forma en que el mundo produce su comida tendrá que cambiar radicalmente con el propósito de servir mejor a los pobres y hambrientos del mundo, y para hacer frente a una población creciente y al cambio climático, evitando al mismo tiempo la desintegración social y el colapso ambiental. Es necesario hacer frente a los desafíos y la urgencia de la puesta en marcha de políticas sustentables, que combinen la productividad con la protección y conservación de los recursos naturales, como suelo, agua, bosques, biodiversidad, que vayan en función del desarrollo endógeno, para eliminar la pobreza y el hambre y evitar la concentración de la riqueza en pocas manos.

La civilización debe cambiar sus comportamientos, porque de seguir con las tendencias actuales se agotarán los recursos naturales y se pone en riesgo el futuro las siguientes generaciones. La soberanía alimentaria no se refiere únicamente a la producción de alimentos para quitar el hambre a la población, sino que también implica asegurar a la población nacional que está consumiendo alimentos óptimos para la salud biológica, mental y espiritual del ser humano, esto tiene que ver con la forma en que se produce, se distribuye, se intercambia, se consume el alimento y, en la que el agricultor–consumidor se relaciona con el proceso de producción del alimento.

La soberanía alimentaria debe ir más allá del concepto que plantea sólo asegurar que se produzca suficiente cantidad de comida con garantía sanitaria dudosa (agrotóxicos, transgénicos). Pero la seguridad nacional no dice nada con respecto a la procedencia de la comida (nacional o foráneo) o la forma en que se produce (ecológico o agrotóxicos). La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a proteger, apoyar y promover sus propios sistemas de producción agraria, sobre la base de una producción basada en el modelo social de agricultura, destinada a abastecer su mercado nacional de alimentos en la cantidad y calidad necesaria. Por eso, la soberanía alimentaria es un tema de seguridad nacional, que no está en contra del intercambio de productos, sino de la prioridad dada a las agroexportaciones. El acceso a los mercados externos no es una solución para los productores nacionales, cuyo problema es la falta de acceso a sus propios mercados locales invadidos de productos importados a bajos precios, pero caros al consumidor.

El modelo agroindustrial no es la solución como pretenden los gobiernos (de político–empresarios), sino, que es la causa de los problemas socio–ambientales actuales. Todos los problemas que pretendía resolver el modelo agroalimentario global se han agravado. La desnutrición no se reduce, pero sí aumenta la contaminación del agua, la tierra y el aire. La mercantilización alimentaria mundial ha demostrado su incapacidad para proteger la soberanía y seguridad alimentaria nacional. La soberanía alimentaria no existe sin participación ni democracia, ni al margen de la producción nacional,ello significa defender precios justos y mercados para la producción, de las semillas y los recursos naturales nacionales (17).

 

CONCLUSIONES

A pesar del avance hecho en las organizaciones sociales de descubrir los vínculos entre salud y agricultura, hay conciencia de que todavía se puede mejorar. Con frecuencia se debe a las deformaciones profesionales, ya sea en agricultura, salud u otros ámbitos, que no dejan ver la realidad desde un ángulo integral. Es necesario replantear un cambio de percibir, pensar y actuar en las interrelaciones del ecosistema por parte de las ciencias, pero que debe ser transversal y transdisciplinaria (11). Es importante la sustentabilidad de la propuesta agroecológica: su componente social, económico y cultural. El problema ecológico y social es reflejo de la crisis agroindustrial, que genera contaminación alimenticia (agroquímicos y transgénicos). De esta realidad no ha podido escapar el enfoque neoliberal, al adoptar un desarrollo que llevó a acciones agrarias degradantes social y ambientalmente. El sistema capitalista, con sus reglas de juego (países industrializados) funciona porque extraen materia del resto del mundo (países no industrializados), generando residuos tóxicos, siendo insustentable e ilógico su mantenimiento. Así viven arriba de sus posibilidades, sobre la riqueza natural de otros países (21). La (ir)racionalidad del mundo industrial es intrínsecamente incompatible con los patrones y principios de la naturaleza (22); por eso, estamos viviendo y sufriendo la grave crisis ecológica a escala global. La importancia, del gran desafío y esfuerzos de conservación, es mediante la promoción de tecnologías agroecológicas, que introduzca la racionalidad ecológica en el agro. Pues hoy día, ''la naturaleza ya no puede ser pensada sin la sociedad y la sociedad ya no puede ser pensada sin la naturaleza'' (23).

Entramos en un proceso que obliga a re–pensar todo: política, economía, cultura, educación, estilo de vida, naturaleza; por eso, necesitamos construir una alternativa, donde los seres humanos estén obligados a preservar la regeneración del ecosistema planetario, porque formamos parte de una inmensa comunidad cósmica y planetaria donde todos somos interdependientes, tenemos el mismo origen y el mismo destino, ''de tal forma que cada uno vive por el otro, para el otro y con el otro'' (24).

 

REFERENCIAS

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24. Boff L. Ecología: gritos de la tierra. Grito de los pobres. Madrid: Ed.Trotta; 1996.         [ Links ]

 

 

Notas al pie

2 El modelo de producción, distribución y consumo impuestos por países industrializados, se expande a escala planetaria desde los años 70, a partir de la Revolución Verde: extensión de la agroindustria a los países empobrecidos bajo el argumento de que era la única forma de resolver el problema de las necesidades alimenticias de una población creciente. La base de esta agricultura consiste en un alto empleo de tecnología (maquinaria, irrigación, semillas híbridas, fertilización química y productos químicos para la lucha contra las plagas y enfermedades) considerando ineficientes e inapropiadas la forma tradicional de la agricultura local y los conocimientos de manejo de suelos, agua, semillas, cultivos, etc. Es una de las principales consecuencias del aumento de la deuda exterior de los países empobrecidos que se han visto obligados, para pagar los intereses de esa deuda, a producir cultivos de exportación demandados en el mercado internacional y a importar los alimentos básicos para su población o incluso solicitar ayuda alimentaría. Esta relación ha hipotecado la soberanía y la seguridad alimentaria de los países empobrecidos.

3 Los productos transgénicos no solucionan los problemas creados por la agricultura industrial y la mal llamada revolución verde (desnutrición, hambre, contaminación, erosión, plagas) Los problemas que se prometen eliminar: crecimiento de plagas, resistencia a los productos que combaten las plagas, aumento de la contaminación de aguas y suelos, pérdida de fertilidad de la tierra, menores rendimientos de los cultivos, no se resuelven.

4 A las semillas estériles (Terminator, Verminator) se les ha quitado la capacidad de autorreproducirse, beneficiando a las multinacionales, donde el negocio está en la reproducción y venta de semillas, obligando a comprar antes de cada siembra.

5 Las patentes son derechos de propiedad intelectual sobre semillas, plantas, animales y células humanas, de uso exclusivo para quien paga a la multinacional propietaria, aunque esta se lo haya robado a la comunidad que los conserva y depende de ellos, e incluso a la persona que generó tales células, sin su consentimiento. Sin la patente sobre la semilla o tecnología aplicada.

6 El Informe sobre Desarrollo Mundial 2003 del Banco Mundial (7) y el informe de las Naciones Unidas ''Desafío mundial, oportunidad mundial'' (8) plantea los problemas ecológicos y sus efectos sobre la salud y la supervivencia de la población mundial. Se acrecientan los riesgos de mortalidad por carecer de mínimas condiciones de salubridad. De 6.000 millones de habitantes, 1.100 millones carecen de agua potable (54% en África), 2.000 millones tienen que vivir con menos de 50 litros al día y 2.400 millones carecen de saneamientos mínimos. Debido a ello, 2,2 millones mueren anualmente de enfermedades diarreicas (evitables) de los cuales 1.7 millones son niños. El 40% de la población afronta escasez de agua y dentro de 25 años la mitad de la población tendrá serios problemas de abastecimiento. Sin embargo, el uso mundial de agua ha aumentado en seis veces en el último siglo, duplicando la tasa de crecimiento de la población. El 50% de la población vive en ciudades, pero el 70% de la misma se hacina en suburbios sin urbanización. Todo indica que esta tendencia va a aumentar, especialmente por el desplazamiento de población rural a la ciudad.

7 Los acuerdos para garantizar a la población mundial agua potable y saneamiento se han limitado al compromiso de reducir, en el 2015, las vergonzosas cifras actuales a la mitad. El coste estimado son 20.000 millones de dólares/año, se apunta a la privatización de servicios. Esto activará aún más el afán de las multinacionales por hacerse con el control del agua.