INTRODUCCIÓN
El cáncer (CA) se ha definido como un grupo de enfermedades relacionadas. En los distintos tipos, existen células que comienzan a dividirse de forma descontrolada y en ocasiones invadiendo otros tejidos, proceso conocido como metástasis (1). Es la segunda causa de muerte en Chile (2), y entre los más prevalentes se encuentran los que afectan pulmón, hígado, estómago, mama y colon (3); este último puede localizarse desde la válvula ileocecal hasta el recto (4), representa el 8,3 y el 10 % de las muertes producidas por cáncer en hombre y mujer respectivamente, ocupando el cuarto lugar de importancia (5). En países desarrollados como Estados Unidos, la oncogénesis colorrectal es el segundo tipo de cáncer mortal más prevalente (6).
El 35 % de los cánceres colorrectales (CCR) es el resultado de un defecto genético, pero hasta el momento solo el ~5 % de ellos se ha asociado con un síndrome hereditario dominante o recesivo de alta penetración (por ejemplo, síndrome de Lynch); sobre el otro porcentaje, aún se desconoce su causa genética (7). La etiología restante corresponde a varios factores de riesgo dietéticos y no dietéticos, como el consumo de carnes rojas y carne procesada, baja ingesta de fibra, consumo de alcohol, obesidad, un estilo de vida sedentario, tabaquismo y la exposición ambiental a carcinógenos (8).
Organismos internacionales dedicados al estudio del cáncer han descrito desde hace algún tiempo que entre el 30 y el 40 % de todos los casos de cáncer son evitables mediante dietas saludables, actividad física y el mantenimiento del peso corporal adecuado (9). Y, en efecto, investigaciones recientes demuestran que patrones dietéticos saludables se asocian con un menor riesgo de cáncer colorrectal (OR=0,45), mientras que dietas “occidentalizadas” pueden presentar mayor riesgo (OR=11,7) (10). Algunos nutrientes han demostrado cierta relevancia en el aumento o disminución del riesgo de CCR; las grasas saturadas, por ejemplo, aumentan el riesgo (OR=5,23); por el contrario, la vitamina E es un factor protector (OR=0,002) (11), al igual que la vitamina C (OR=0,67) (12) y la fibra dietética (OR=0,90) (13); aunque existen datos contradictorios y no permiten una conclusión confiable (14-16). Por ello se requiere mayor información.
La siguiente investigación tuvo por objetivo evaluar retrospectivamente la ingesta de vitaminas C, E, fibra dietética, frutas, verduras, grasas saturadas, nivel de actividad física, sedentarismo, consumo de tabaco y alcohol en sujetos con diagnóstico confirmado de CCR, hospitalizados en el Hospital Regional de Talca, Chile.
MATERIALES Y MÉTODOS
Investigación descriptiva, retrospectiva, desarrollada durante el mes de febrero de 2016. La población de estudio corresponde al total de pacientes diagnosticados con cáncer colorrectal hospitalizados en la Unidad de Cirugía del Hospital Regional de Talca, Chile, durante el periodo de recolección de datos. La muestra incluyó un total de 22 pacientes, los cuales se seleccionaron de acuerdo con los criterios de inclusión y exclusión respectivamente. Fueron elegibles aquellos sujetos diagnosticados con cáncer colorrectal. Se excluyeron los sujetos con diagnóstico de “estudio u observación” de cáncer, presencia de deterioro cognitivo o sensorial y estado terminal de la enfermedad.
Se aplicó la encuesta de tendencia de consumo cuantificada de Urteaga (2003), la cual incluyó alimentos fuentes de ácido ascórbico, tocoferol, fibra y ácidos grasos saturados (AGS) (17). También se aplicó el cuestionario mundial sobre actividad física (GPAQ - OMS). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) (18) el instrumento “GPAQ fue sujeto a un programa de investigación que mostró que es válido y fiable, pero también capaz de adaptarse para incorporar diferencias culturales u otros aspectos importantes”. Además, incluyó una encuesta estructurada de caracterización creada solo para identificar a los sujetos (nombre, edad, sexo), que incluía además hábito tabáquico y consumo de alcohol. En la aplicación de los instrumentos se solicitó a la persona evocar su estilo de vida durante los cinco años previos al diagnóstico de CCR. Los instrumentos fueron aplicados por un profesional nutricionista capacitado y con experiencia.
Análisis estadístico
Los datos obtenidos fueron analizados con el paquete estadístico IBM SPSS® 20 versión en español. Previa comprobación de distribución de los datos por medio de la prueba Shapiro-Wilk, se realizó prueba Test-T para establecer diferencias por sexo (pruebas de Test-T para muestras independientes), es decir, se utilizó dicha prueba estadística para evaluar la diferencia en la ingesta diaria de frutas, verduras, nivel de actividad física, sedentarismo, consumo de tabaco y alcohol según el sexo del sujeto. Por otro lado, se utilizó la prueba estadística Test-T o Wilcoxon para una muestra, según la naturaleza de la variable, con el objeto de determinar si la ingesta de nutrientes, frutas, verduras y nivel de actividad física se ajustaban a las recomendaciones internacionales. En este aspecto, el consumo de nutrientes se comparó con las ingestas diarias de referencia o Dietary Reference Intakes (DRI) (19); para el tiempo de actividad física se utilizaron como referencia las indicaciones de la OMS (20); y para el consumo de frutas y verduras las indicaciones de la corporación “5 al día” de Chile (21).
Todos los análisis de inferencias se realizaron teniendo en consideración un nivel de significación de 0,05 y confiabilidad del 95 %.
Consideraciones éticas
El estudio contó con la aprobación del Comité de Ética Científico del Servicio de Salud del Maule, Chile, según Ordinario 0617 de 28 enero 2016. Previo a la aplicación de los instrumentos, se explicó claramente a los sujetos los objetivos del estudio y su participación; luego se procedió a la firma del consentimiento informado respectivo.
RESULTADOS
Se encuestó a un total de 22 pacientes diagnosticados de cáncer colorrectal, 14 mujeres (63,6 %), con una edad promedio del total del grupo de 63,5±9,6 años, 65,3±5,0 para los hombres y 62,5±1,5 para las mujeres.
Diariamente, los sujetos practicaban en promedio 92 minutos de actividad física intensa, 76 minutos de actividades de moderada intensidad y 196 minutos de actividades sedentarias, no se encontraron diferencias significativas según sexo. Las recomendaciones semanales de actividad física de intensidad moderada e intensa fueron sobrepasadas por la muestra (p=0,017 y p=0,006). No se observaron diferencias significativas entre el tiempo diario de actividades sedentarias y la recomendación diaria internacional (120 min, p=0,056) (Tabla 1).
Con respecto al consumo de tabaco previo al diagnóstico, 15 sujetos (68,2 %) señalaron no fumar, dos sujetos señalaron fumar solo los fines de semana, mientras que cinco sujetos mostraban hábito de tabaquismo. La edad de inicio de consumo fue de 17,4±4,0 años en los sujetos fumadores (datos no mostrados).
FX±DE: promedio ±desviación estándar.
* Valor de p=0,056 según prueba Test-T para una muestra, comparación minutos de actividad física sedentaria diaria frente a la recomendación OMS (menos de 120 min/día).
† Valor de p=0,017 según prueba Test-T para una muestra, comparación minutos de actividad física moderada semanal frente a la recomendación de la OMS (150 min/semana).
‡ Valor de p=0,006 según prueba Test-T para una muestra, comparación minutos de actividad física intensa semanal frente a la recomendación de la OMS (75 min/semana).
Respecto al consumo de bebidas alcohólicas anterior al diagnóstico de cáncer, nueve sujetos (40,9 %) señalaron no beber alcohol, mientras que seis (27,3 %) informaron consumir “rara vez”. Solo siete personas mencionaron ingerir alcohol, de las cuales cuatro refirieron que lo hacían “a veces” y tres “a menudo”. La edad de inicio de ingesta de alcohol fue de 16,4±2,9 años. Se identificó el consumo de hasta cinco productos con alcohol, siendo la media el consumo de tres tipos de bebidas alcohólicas diferentes. La cantidad de tragos bebidos por ocasión estaba entre 2-3 porciones, con un consumo promedio de 288,5±218,0 mL (datos no mostrados).
Según la encuesta de tendencia de consumo cuantificada, la cantidad de fibra dietética consumida por los sujetos era en promedio 8,6±4,2 g al día (95 % IC 6,8-10,5), en ambos sexos estaba por bajo de la recomendación (p<0,001). El consumo de vitaminas C fue de 131,9±71,3 mg/ día (95 % IC 100,3-163,5), en mujeres se encontró un consumo superior a la recomendación (p=0,015). La ingesta de vitamina E promedio fue de 34,8±16,2 mg/día (95 % IC 27,6-42,0), ambos sexos presentaron un consumo superior a la DRI (p=0,007 hombre y p=0,001 mujer). El consumo promedio de AGS fue de 31,8 g (95 % IC 23,1-40,5). No se observaron diferencias por sexo (Tabla 2).
El consumo de frutas y verduras, en porciones, fue menor a la recomendación de “5 al día” en ambos sexos (p<0,01), al realizar el análisis entre ambos grupos de alimentos se logró identificar que esta diferencia solo se mantiene en las porciones de verduras (p<0,001), tanto en mujeres como en hombres (Tabla 3).
X±DE: promedio±desviación estándar. IC: intervalo de confianza. DRI: Dietary Reference Intake.
* Los valores de p corresponden a la comparación entre lo ingerido frente a la recomendación mediante la prueba de Wilcoxon para una muestra.
† Los valores de p corresponden a la comparación entre lo ingerido frente a la recomendación mediante la prueba Test-T para una muestra.
‡ Ácidos grasos saturados (AGS); la ingesta recomendada corresponde al 10 % de las calorías diarias con base en una ingesta calórica de 2600 Kcal/día para hombres y 2000 Kcal/día para mujeres.
X±DE: promedio±desviación estándar. IC: intervalo de confianza.
* Los valores de p corresponden a la comparación entre lo ingerido frente a la recomendación mediante la prueba Test-T para una muestra.
† Los valores de p corresponden a la comparación entre lo ingerido frente a la recomendación mediante la prueba de Wilcoxon para una muestra.
DISCUSIÓN
El vínculo entre la alimentación, nutrientes y otras sustancias con el riesgo de cáncer colorrectal es difícil de establecer, mientras algunas investigaciones determinan algunas relaciones significativas (10) otras no llegan a conclusiones confiables (15,16).
La OMS al igual que la Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS) recomiendan realizar al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de intensidad vigorosa por semana (22), para prevenir el desarrollo de cáncer. En esta investigación los sujetos sobrepasaban lo recomendado, esto debido a que en su mayoría eran trabajadores agrícolas de localidades rurales de la región, por tanto, serían sujetos sedentarios de tiempo libre pero activos físicamente, como lo describen Cristi-Montero et al. (23). Este es un aspecto importante de la muestra, ya que según otros estudios, las personas físicamente activas antes del diagnóstico de CCR experimentan una mejor supervivencia que los sujetos inactivos o mínimamente activos (24,25). Al igual que el consumo de tabaco, 17 sujetos no presentaron hábito tabáquico. Los fumadores al momento del diagnóstico tienen una mayor mortalidad que los sujetos que nunca fumaron y, por otro lado, dejar de fumar al momento del diagnóstico no afecta la supervivencia (26). En este contexto, la muestra tiene una buena probabilidad de supervivencia.
El consumo de alcohol está relacionado con un aumento significativo del riesgo a desarrollar CCR, metaanálisis y otros estudios demuestran que a medida que aumenta la ingesta de alcohol aumenta el riesgo de CCR (27,28), incluso se ha determinado que cuando la ingesta de alcohol altera el ciclo circadiano (beber alcohol por la noche) aumenta aún más el riesgo de CCR, relacionado en parte con una alteración inflamatoria gastrointestinal y cambios en la microbiota intestinal (29). En el presente estudio solo siete sujetos señalaron consumir alcohol “a veces” o “a menudo”. Por otro lado, se ha descrito que el consumo de alcohol no se ha asociado con un aumento de la mortalidad por la enfermedad, independiente de las características del paciente o del tumor (30).
La ingesta promedio diaria de fibra de los sujetos fue inferior a la recomendación (38 g hombre y 25 g mujer) (31), al igual que el consumo de frutas y verduras. Existe información contradictoria respecto a la asociación entre la supervivencia o mortalidad de CCR y el consumo de frutas, verduras y fibra. En una publicación del estudio de Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED), se concluyó que la ingesta de fibra y frutas estaba asociada con una reducción de la mortalidad por CCR (32), mientras que otro estudio, también de gran envergadura (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition, EPIC), concluyó que la fibra no estaba asociada con la supervivencia del CCR (33).
Sin embargo, se sabe que frutas y verduras contienen diversos compuestos que pueden ser beneficiosos para un individuo que padece CCR, por ejemplo, la fermentación de la fibra por la microbiota intestinal generará ácidos grasos de cadena corta (AGCC: acetato, propionato y butirato), los cuales favorecen la diferenciación celular y apoptosis de células cancerígenas (34), también se ha demostrado que ciertos tipos de fibra disminuyen la capacidad prooxidante y genotóxica en el colon (35). Otros compuestos como los polifenoles pueden ejercer acciones antioxidantes, modular la microbiota intestinal, inhibir mediadores proinflamatorios, modificar la síntesis de eicosanoides, entre otras funciones (36). Por tanto, es recomendable que estos sujetos mantengan una ingesta adecuada de frutas, verduras y fibra dietética.
La ingesta promedio de ácidos grasos saturados (AGS) señalada por los sujetos no fue superior a la recomendación calculada (10 % energía total): 28,9 g para el hombre y 22,2 g para la mujer. Arafa et al., en un estudio caso-control en individuos asiáticos con CCR, identificaron una ingesta promedio de 18,0±9,8 g AGS, menor a la recomendación calculada, pero significativamente mayor a la ingesta descrita por los controles (13,3±7,3 g) (37). En Chile, la media de ingesta de AGS según la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA) (38) es de 20,9 g para hombres y 14,9 g para mujeres. A pesar, entonces, de que la ingesta media en la muestra es menor que la recomendación, es más alta que la ingesta media en la población general. Según algunas investigaciones, la mayor ingesta de grasa estaría relacionada con dos mecanismos que podrían colaborar con la oncogénesis del CCR; alteración en la señalización de la insulina a nivel de AKT y una estimulación de la proliferación de células colónicas promovidas por la ruta quinasa c-Jun N-terminal (JNK) en el epitelio colónico (39).
La ingesta de vitamina C fue mayor a la DRI en mujeres y de vitamina E en ambos sexos. Si bien el consumo de vitamina E se ha asociado inversamente con el riesgo de CCR (11), un consumo excesivo podría tener el efecto inverso (40). De hecho, la suplementación de 400 UI de vitamina E o 500 mg de vitamina C al día no ha demostrado reducir el riesgo de cáncer en ninguno de sus tipos (16,41).
Entre las limitaciones del estudio podemos mencionar el tipo de encuesta utilizada, los Cuestionarios de Frecuencia de Consumo (CFC) o Encuesta Alimentaria de Tendencia de Consumo Modificada (ETCM) basados en alimentos tienden a subestimar la ingesta dietética (42) y esto se puede deber a que el usuario no toma en cuenta algunos ingredientes de las comidas preparadas, como por ejemplo especias, aceite, sal, entre otros elementos de sazón (43). Recientemente, se ha sugerido que se utilice una combinación de métodos, como ETCM o Encuesta Alimentaria Recordatorio de 24 horas (24HR) con niveles de algún biomarcador, para obtener estimaciones más precisas de la ingesta dietética que la de los métodos individuales (44).
Según los antecedentes recopilados, podemos concluir que en esta muestra los sujetos diagnosticados con CCR, prediagnosticados, presentaban una adecuada actividad física, un consumo adecuado de AGS, consumos elevados de vitaminas E y C y un consumo deficiente de verduras y fibra. Por tanto, una ingesta deficiente de verduras y fibra podría estar relacionada con la oncogénesis colorrectal.