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Revista de Economía Institucional

Print version ISSN 0124-5996

Rev.econ.inst. vol.3 no.4 Bogotá Jan./June 2001

 


LA ROCA Y LAS MAREAS: ENSAYOS SOBRE ECONOMÍA Y ECOLOGÍA


THE ROCK AND THE TIDES: ECONOMY AND ECOLOGY ESSAYS



Alberto Supelano Sarmiento*

* Profesor de la Universidad Externado de Colombia. Este texto corresponde a la intervención del autor en la sesión de clausura del Taller para la Estructuración de un Programa de Formación Universitaria en Economía, organizado por el Instituto de Estudios Ambientales y la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Además aparece como introducción al libro La roca y las mareas, Jairo Sánchez y Alberto Supelano, compiladores, IDEA, Universidad Nacional de Colombia, 2001.



No me gustaría que mi exposición tuviera un carácter vicario. Hablo por solicitud del Decano de la Facultad de Ciencias Económicas, pero no puedo hablar en su nombre ni en el de la Facultad. Para que mi intervención no sea meramente ceremonial debo entonces exponer mis puntos de vista. No puedo inaugurar la discusión porque ésta ya empezó y no puedo cerrarla porque, después de las ponencias, debemos concentrarnos en la discusión del programa curricular en ecología económica.

De modo que les expondré mis impresiones sobre algunos puntos que se han mencionado en las intervenciones de este seminario. Advierto que sólo me referiré a la visión general de la posible orientación del programa de ecología económica y no a los detalles; es posible que los economistas digan que no soy muy riguroso, igual que los especialistas de otras disciplinas; y tienen razón.

1. La economía ecológica exige tener en cuenta múltiples dimensiones, no basta una sola dimensión. Los problemas ecológicos deben ser mirados desde diversos enfoques y disciplinas y no se los puede entender desde una sola perspectiva, ni reducirlos a una de sus dimensiones. La siguiente metáfora puede resultar útil: para situar un objeto en el espacio se necesitan las tres dimensiones espaciales: x, y, z. La altura no se puede reducir a la profundidad y la posición a la derecha o a la izquierda no se puede reducir a ninguna de las otras. Así también, para definir los problemas de la ecología, y más aún los de la ecología humana -como Joan Martínez-Alier sugiere denominar a la economía ecológica- se requiere tener en cuenta los diversos niveles de organización y los variados subconjuntos de los ecosistemas biológicos y humanos, es decir, se requiere un marco analítico de n dimensiones, todas las cuales son necesarias y ninguna de las cuales se puede excluir ni reducir a cualquiera de las demás sin incurrir en errores cognitivos, técnicos, valorativos o políticos.

Así como la reproducción de un organismo no se puede reducir a la composición bioquímica o a las interacciones físicas de las moléculas, la evolución de una especie o la sucesión de un ecosistema no se pueden reducir al intercambio de energía, y es absurdo explicarlas en términos económicos de costo-beneficio. Existe un reduccionismo económico muy nocivo, así como existe un reduccionismo físico y un reduccionismo termodinámico. La contaminación atmosférica, por ejemplo, tiene aspectos físicos y químicos que no se pueden reducir a una explicación crematística y que tienen que ver con los grandes ciclos de regulación de la biosfera -que la producción de desechos industriales afecta cuando sobrepasa ciertos umbrales y niveles de tolerancia- más que con su contabilidad en términos de precios, aunque éstos influyan indirectamente en su nivel específico. Para entender y enfrentar la contaminación y sus efectos sobre el medio ambiente natural y humano se deben considerar esos diversos niveles y perspectivas, sin exclusiones ni simplificaciones infundadas; la omisión de cualquiera de ellas ofrece una visión limitada e insuficiente y sin lugar a dudas conduce a juicios erróneos y a políticas erradas o contraproducentes. Para recordar un término muy utilizado por algunos de los participantes en este seminario, los distintos aspectos y visiones del problema son inconmensurables y es imprescindible recurrir a un enfoque interdisciplinario. Cada enfoque por separado da lugar a criterios de valoración diferentes y es necesario llegar a soluciones de compromiso, como muy bien dijo el profesor Munda en su exposición sobre la evaluación multicriterio.

2. El viejo imperialismo económico ha sido remplazado en nuestra época por una forma más sutil y difundida: el imperialismo que la visión económica ejerce sobre la conciencia contemporánea y sobre las ciencias sociales. Hoy se tiende a ver todos los problemas sociales exclusivamente en términos de costo-beneficio o a reducirlos a esquemas compatibles con este enfoque. Es claro que la contaminación del agua por desechos químicos tiene aspectos físicos y químicos relacionados con el volumen y la velocidad de la emisión, y la capacidad de absorción y degradación de materiales y sustancias, los que a su vez están relacionados con la tecnología y las disposiciones legales correspondientes, así como con los móviles de la producción y el papel de los costos, las rentabilidades y las normas legales; también debería ser claro que los primeros no se pueden reducir a los segundos y viceversa: es necesario tener en cuenta los niveles de organización pertinentes, las relaciones entre los componentes de cada nivel y las interdependencias entre niveles, pues ni siquiera analíticamente unos pueden ser sustituidos por los otros.

La economía ambiental convencional, igual que el neoinstitucionalismo, incorporan problemas nuevos al análisis económico, pero ignoran o desechan sus dimensiones específicas y cualitativas cuando no las pueden reducir a indicadores económicos: el matrimonio y el amor, la religión y la necesidad de trascendencia, el medio ambiente y la vida de cada especie, y aun las mismas instituciones -sociales, culturales, jurídicas o científicas- se contabilizan para reducirlas a un problema de maximización o minimización, de costos de transacción, información o externalidades, con lo cual se ignoran su naturaleza específica, el nivel en que operan, su historia o trayectoria particular y, por tanto, la riqueza y la complejidad de sus interrelaciones. Como han mostrado algunos de los ponentes, la economía ecológica busca superar esos yerros y limitaciones.

3. La ecología y la economía, como otros sistemas sociales y naturales, son sistemas complejos y abiertos. Están conformados por diversos subsistemas y son regulados por las interacciones entre esos subsistemas y por los mecanismos de control que les imponen los demás sistemas; y algunos sistemas tienen mecanismos de regulación propios y específicos. Esto da lugar a una estructura heterárquica, en la medida en que los sistemas ecológico y económico tienen la propiedad de la clausura. A diferencia de otros sistemas más simples cuya estructura es jerárquica y que, en principio, se pueden regular por sí mismos siempre que cuenten con entradas de energía externa.

Cuando un sistema está regulado por las relaciones entre los subsistemas que lo componen y las conexiones con los sistemas que conforman su entorno, y se pretende regularlo con un mecanismo de control que depende de variaciones externas, o cuando se pretende maximizar o minimizar una sola de sus ‘variables’ sin mantener la coherencia estructural con las demás, se producen bucles explosivos o crisis cuando se sobrepasa el umbral de repuesta de los controles negativos. El intento de regular la emisión de desechos industriales o materias tóxicas afectando la rentabilidad, con mecanismos de precios o gravámenes, sólo lleva a una contaminación mayor; paradójicamente, para controlar la emisión de desechos contaminantes es necesario controlar también los mecanismos de control - a rentabilidad, los precios, la tecnología- mediante otros subsistemas, y así sucesivamente. Uno de los principios de la teorías de sistemas autoorganizados dice que la maximización de un solo componente o comportamiento de un sistema -sin tener en cuenta sus nexos estructurales con los demás componentes y comportamientos- puede producir un colapso del sistema, como sucede con los famosos caballos poliploides: lo mismo que hoy se evidencia cuando se intenta controlar la contaminación con medidas meramente económicas o la deforestación de la Amazonia con programas paliativos. La producción limpia o ecológica se convierte en un negocio igual que las industrias de reciclaje o de depósito de desechos.

4. La significativa diferencia que estableció Aristóteles -y que hoy reivindica Martínez-Alier siguiendo a Karl Polanyi- entre economía, entendida como abastecimiento material de la polis, y crematística, o estudio de los precios y demás aspectos pecuniarios de la economía, lleva obligatoriamente a considerar en forma explícita los estratos físicos y biológicos, las diferentes capas de la organización social y cultural, sus niveles de apertura y sus regulaciones mutuas, que por principio no son comprensibles ni explicables con esquemas analíticos propios de sistemas simples y cerrados. Si lo económico -en el sentido de Aristóteles- no se puede reducir a precios y mercados, la comprensión de estos últimos tampoco puede hacer abstracción del medio ambiente y de la sociedad como un complejo de estructuras y relaciones más o menos densas. Como advierte Polanyi, no existe un solo tipo de mercado sino diversos tipos de mercados, y su regulación ha sido una función de las instituciones que los seres humanos han inventado, siguiendo sus tradiciones peculiares y enriqueciéndolas con las de los demás pueblos a lo largo de su historia. Hoy, el sistema económico parece estar separado de la sociedad y haberse convertido en un sistema autorregulado, ilusión que se refuerza cuando la libertad se confunde con la soberanía del consumidor y del empresario. La visión más amplia, que con denuedo proponen los defensores de la economía ecológica, intenta evitar este reduccionismo, y muestra la necesidad de superar la crematística, para dar un valor propio a la igualdad, a las consideraciones éticas, políticas y ecológicas. Busca así cumplir el programa de Polanyi: reabsorber el mercado en la sociedad sin caer en el totalitarismo que hizo girar el péndulo de la historia en 1917 y lo catapultó en la dirección opuesta en 1989.

Estos dos hechos muestran claramente que la separación y la delimitación analítica de un sistema y la visión que de él se construye generan valores contradictorios, y por tanto invitan a inventar visiones más amplias, no excluyentes, que no confundan el mapa con el territorio y permitan identificar los presupuestos e intereses implícitos en cada visión y llegar a soluciones de compromiso. Así como en los sistemas lógicos existen principios cuya verdad o falsedad no se puede decidir si no se sale del sistema, en la solución de los problemas sociales no hay principios a priori que demuestren la bondad de una acción o de una política, y siempre es necesario decidir teniendo en cuenta las consecuencias para los demás; estas elecciones son éticas, pues son problemas en principio indecidibles para un individuo o un solo grupo. De modo que es necesario el diálogo, y la búsqueda de un consenso entre visiones contrarias es la mejor opción para tomar una decisión informada y socialmente posible.

La perspectiva de la evaluación multicriterio que nos presentó Giuseppe Munda aporta una metodología útil para ampliar la visión, evaluar las consecuencias de diversas opciones y facilitar los consensos. Las preguntas que nos plantea son muy pertinentes, aún más en nuestro país. ¿Quiénes toman las decisiones?, ¿el gobierno?, ¿los adversarios armados?, ¿los expertos?, ¿los científicos?, ¿los consultores?, ¿la sociedad?, ¿cuáles son los intereses y apuestas de cada grupo?, y ¿cuáles los premios para cada uno? No hay valores ni criterios apriorísticos y universales. Además, ¿cómo evitar el relativismo para el que todo sería válido? Es cierto que el diálogo no es la solución, pero es un principio de solución sin exclusiones, pues el diálogo abre y enriquece las posibilidades, las nuestras y las ajenas; la exclusión las cierra y las empobrece e impide los consensos.

5. Las tesis sobre el desarrollo sostenible oscilan entre el realismo impertérrito y la utopía frustrante. La ponencia del profesor Luis Lorente señala que hay que llegar a soluciones realistas. Afirmando el realismo, también debo defender la utopía, obvio, la utopía que nos abre posibilidades realizables y nos impulsa a actuar, no en nombre de los demás o de abstracciones, sino de nosotros mismos como unidades autónomas pero interdependientes, como individuos que podemos superar la resignación que hoy provoca el realismo paralizante. Y, ¿por qué no?, remediar algunos males y vivir en un país habitable.

6. Como ya mencioné, algunas corrientes económicas contemporáneas querrían explicar el surgimiento y la evolución de las instituciones por meras razones económicas. Y reducir el derecho y las leyes a simples cálculos monetarios. Es cierto que en la sociedad contemporánea, el derecho tiende a ser cada vez más privado, a convertirse en un elemento funcional para el sistema de propiedad y producción privada, de legitimación de la libertad de elección de quienes cuentan con recursos, de validación de la ansiada y discutible eficiencia económica. Esta tendencia ha cobrado gran fuerza aun en las escuelas de derecho; los tribunales y los abogados tienden cada vez más a negociar los derechos y a olvidar sus propias tradiciones. No es extraño que esto venga acompañado de un aumento de los delitos, de las sanciones pecuniarias y de la corrupción a que da lugar la omisión de valores distintos del dinero. La búsqueda de la eficiencia privada da lugar a regulaciones que defienden a quienes controlan los medios para emplear conocimientos y tecnologías creados colectivamente, y a desmontar los sistemas de control y bienestar social en defensa de la libertad de empresarios y consumidores, reduciendo su naturaleza y su riqueza humana a dos pobres categorías abstractas. No debe causar entonces extrañeza que cuando las regulaciones ambientales ponen en desventaja a ciertas industrias, se defienda la libertad económica y aun el derecho al trabajo como valores superiores y más tangibles que un ambiente sano o el bienestar de todos los ciudadanos.

Esto es aún más grave cuando el derecho tiende a ser global y a debilitar las legislaciones nacionales. Me atrevería a decir que con el derecho sucede igual que con otros sistemas de control. Los niveles superiores no pueden controlar directamente los niveles inferiores ni viceversa. El aire acondicionado de un edificio no controla la temperatura de una ciudad; para suavizar la temperatura de una habitación basta un ventilador, no se requiere energía nuclear. Pero en la era global, el sentido común es avasallado por el mito de la técnica, y recurrimos a guerras globales para mantener dictadores que antes derrocaban sus propios gobernados. De continuar así, quizá intentemos espantar la mosca que tenemos en la oreja con una bomba atómica.

Igual que con el sistema económico y los precios, los controles institucionales no se pueden reducir al simple sistema legal; más aún, en un país que inventa leyes que jamás se cumplen. Los efectos prácticos de la Constitución de 1991 constituyen un buen ejemplo. Los problemas institucionales de nuestro país son más amplios, profundos y multidimensionales, y así como no se pueden resolver con paliativos económicos tampoco se pueden resolver con paliativos legales: las dimensiones éticas, culturales, religiosas y sicológicas hacen estallar los proyectos parciales y unidimensionales (la historia reciente no se cansa de recordarnos los graves efectos e ilusiones de la reforma constitucional); quizá deberíamos reconocer que aún carecemos de ciudadanos y de instituciones ciudadanas, y que su conformación no puede quedar en manos de ingenieros sociales al albur de discursos y programas circunstanciales. Es claro que existen otras tendencias y otras motivaciones y valores: algunos científicos dieron la alerta sobre los problemas ambientales globales y se generó un movimiento ecologista. Esto ha dado lugar a leyes y a disposiciones regulatorias. Sin embargo, si carecemos de agentes capaces de dar legitimidad a sus propias visiones y sus propios valores, que tengan actitudes y comportamientos realmente ecológicos, e influencia política real, se seguirán incumpliendo y transgrediendo todas las reglamentaciones que copiamos de otros países, y que en el nuestro son apenas letra muerta. El respeto a la vida ha sido un valor universal, como la libertad, y hoy se muere y se mata por doquier, pese a la Constitución y las leyes; ni siquiera en los Estados Unidos la esclavitud terminó con la declaración de los padres fundadores. Pareciera que estamos condenados a imitarlos, aun en su Guerra Civil.

7. Un programa de estudios en economía ecológica puede concebirse desde una o más perspectivas, dependiendo de las unidades académicas que estén a su cargo y, sobre todo, de la formación de sus docentes, la que no puede obtenerse por decreto y sin esfuerzo. Si realmente queremos y podemos hacerlo interdisciplinario, deberíamos conformarlo como un sistema abierto en el que se fecunden las diversas disciplinas y se enriquezcan las visiones particulares, se amplíen los horizontes conceptuales y analíticos, se traten problemas pertinentes, se busquen diversas soluciones, se examinen los diferentes criterios de valoración y se ponderen las consecuencias de los cursos de acción alternativos. En mi opinión, sería insuficiente un programa unidimensional: económico, ecológico o jurídico. Aunque tengo claro que sólo podemos dar lo que tenemos.

Los componentes del sistema ecológico y ambiental no se deben considerar como simples restricciones al comportamiento económico o legal; esto lleva y ha llevado a economizar y a judicializar la ecología y a considerarla como un simple problema técnico y no como un sistema con sus propiedades de clausura específicas y su evolución propia, la cual requiere la diversidad de especies y nichos ecológicos y, por ello, éstos tienen un valor intrínseco propio, no un valor atribuido por el dinero o por el hábito. Si pudiéramos elaborar y ofrecer un programa interdisciplinario desde el comienzo, deberíamos precisar o empezar a discutir si la ecología económica es una disciplina que abarca a otras disciplinas y no una rama especial de la termodinámica, la biología, la economía, el derecho o cualquier otra disciplina. Y reconocer nuestras diferencias para encontrar los puntos en común y avanzar en el camino, con puntos de referencia claros para evaluar lo que hacemos, corregir lo corregible y esforzarnos por lograr lo deseable.

Puesto que en esta reunión abundan los economistas y faltan representantes de otras disciplinas, me quiero referir por último a algunos temas específicamente económicos. A esta disculpa debo agregar que conozco las limitaciones de mi formación disciplinaria y que no suelo hablar de lo que no sé. Me gustaría que el programa de economía ecológica que se piensa establecer en la universidad fuera un espacio abierto y fecundo para discutir y replantear algunos supuestos básicos del pensamiento económico predominante:

a. El individualismo metodológico y su consecuencia, la concepción del sistema económico como mera agregación de átomos y comportamientos individuales. Comparto con Pascal la idea de que las partes sólo se pueden entender teniendo en cuenta el todo y que el todo sólo se puede comprender como interrelación entre las partes. Aquí valdría la pena incluir módulos que traten el tema de la emergencia y de las propiedades emergentes que surgen en cada nivel de organización de un sistema complejo. Creo que esto ayudaría a precisar las relaciones entre microeconomía y macroeconomía, y a hacer propuestas que no yerren por aquello que algunos economistas llaman ‘falacia de composición’.

b. El origen, la evolución y el papel de las instituciones, aun como condiciones de la existencia del mercado, que dependen de la cultura, los valores y la historia de cada comunidad; que intuyo son un resultado emergente de las relaciones entre individuos que quizá no pueda construirse en forma deliberada, bien sea por imperativos económicos o por simples disposiciones legales. Este es un campo idóneo para debatir las concepciones institucionalistas, neoinstitucionalistas y evolucionistas que hoy fecundan al pensamiento económico tradicional, y para contribuir a superar la etapa de adhesión sin conocimiento de causa y por simple moda.

c. Los alcances y limitaciones de la transferencia de teorías y métodos que se usan para explicar el intercambio en la esfera de la producción. Hasta no hace mucho tiempo, el pensamiento económico tradicional ignoraba la producción física y descuidaba el papel de la ciencia y la tecnología; sólo consideraba sus aspectos pecuniarios, y sólo hasta hace poco ha empezado a tomar en cuenta los aspectos materiales, ambientales, culturales, sociológicos y sicológicos que intervienen en los procesos productivos, aunque reduciéndolos a su dimensión contable o cuantificable.

Incorporar módulos dictados por profesores nacionales y extranjeros que traten esos temas enriquecería la visión de los estudiantes, ayudaría a superar el provincialismo disciplinario de sus profesores y a aflojar la camisa de fuerza que la economía ha impuesto a las demás ciencias sociales. También sería aconsejable incluir módulos que enriquezcan la visión económica con el contacto con las ciencias naturales, biología, termodinámica, lógicas polivalentes y borrosas y las matemáticas necesarias para estudiar sistemas no lineales. La transferencia fundamentada de conceptos, metáforas y métodos de estas ciencias enriquecería el análisis económico y ayudaría a elevar el rigor de muchos discursos actuales que confunden la oscuridad con la profundidad de pensamiento. A guisa de ilustración, menciono algunos temas que podrían ser de interés para economistas ecológicos:

a. Reconsideración de la idea de progreso y del concepto de desarrollo económico como mero crecimiento con ayuda de las teorías de la evolución; papel de la diversidad, límites y alcances de la selección natural; formación de nuevas especies; adaptación de los más aptos, esa metáfora malthusiana que los economistas creen adoptar de la biología.

b. Coevolución, simbiosis y formación de hiperciclos; papel de la competencia en la evolución de los organismos. Las ideas expuestas por John Lovelock y Lynn Margulis para el estudio de los sistemas biológicos y ambientales son de gran utilidad para entender el papel de la cooperación y delimitar los alcances de la competencia de mercado en el logro de la eficiencia económica.

c. Sistemas en equilibrio y fuera del equilibrio. El equilibrio de la palanca es adecuado para ciertos sistemas mecánicos pero no es ya la metáfora general para el estudio de los sistemas complejos. El equilibrio y las soluciones únicas como metas para un organismo o una sociedad sólo llevan a la uniformidad, a la degradación del sistema, a la ausencia de vida y de evolución, y a la exclusión de otras opciones. La teoría económica aún se resiste a incorporar estas concepciones que son moneda corriente en otros campos, sin excluir a las matemáticas.

d. Problemas de reversibilidad e irreversibilidad. El estudio de este tema eventualmente llevaría a replantear las ideas de sustituibilidad de factores y de reposición del entorno natural como bien reproducible. Los ecosistemas no pueden producirse en serie, empaquetarse y despacharse prêt-à-porter.

e. En conexión con el punto anterior, un examen del papel del tiempo en la economía. La ausencia del tiempo o el tiempo económico no son equiparables al tiempo de los procesos, al tiempo geológico, al tiempo de la biología, al tiempo de la evolución. Y, por supuesto, no existe en el dominio de la lógica y la tautología. La simple coherencia interna de un modelo económico no le da legitimidad en el dominio de la explicación de la realidad. La finalidad de la economía no puede seguir siendo la de construir artificios axiomático-deductivos.

f. Delimitación de los campos de aplicación de los sistemas lineales y de los sistemas no lineales. Dependencia de la historia e importancia de la sensibilidad a las condiciones iniciales. Este tema se puede enlazar con la discusión sobre el papel de los modelos econométricos y su capacidad predictiva.

8. No sé si haga falta decir que así como no creo que un programa de economía ecológica deba adoptar una visión reduccionista y atomizada, tampoco debe profesar una visión holística indiferenciada. Es necesario derivar continuamente entre ambos polos y por sus etapas intermedias. Siempre se requiere la visión de conjunto, como también la visión analítica. El bosque y los árboles. Hoy no podemos seguir ignorando que la evolución hizo posible la aparición de organismos simples en nuestro planeta, los que a su vez hicieron posible la aparición de organismos más complejos, entre ellos los humanos, y de muy diversas formas de vivir, amar y morir. Y que lo que pase al conjunto de la biosfera afecta a quienes hacen parte de ella; que una población no puede crecer infinitamente sin llevar al colapso de su entorno y a su propia desaparición. La visión analítica propia de la ciencia occidental fue el resultado de la diferenciación de las visiones holísticas de la antigüedad y del medioevo. Hoy ambas son insuficientes y la imposibilidad de llegar a una nueva puede llevar a una catástrofe irremediable.

9. No quiero dejar la impresión de que el entusiasmo o la esperanza pueden remplazar el esfuerzo y el trabajo persistentes. Ni que la enseñanza de la economía y la teoría económica se modificarán con un simple programa de estudios. Tampoco con las críticas de unos cuantos desconfiados poco rigurosos. En las ciencias, un paradigma no sustituye a otro porque critique los fundamentos del paradigma dominante. Sólo lo llega a sustituir cuando ofrece explicaciones más convincentes y soluciones más convenientes o, tal vez, cuando las nuevas generaciones remplazan a las viejas. De modo que no basta criticar a la economía dominante o a las demás disciplinas reduccionistas sino que es necesario crear un entorno favorable para el descubrimiento y la transmisión de otras visiones, más amplias y profundas, que no sólo permitan explicar más adecuada e integralmente los viejos problemas sino que también contribuyan a resolverlos, y a enfrentar problemas nuevos y desconocidos.

10. Para terminar, quiero comentarles que cuando Joan Martínez-Alier propuso que la ecología económica puede llegar a convertirse en una orquestación de las ciencias, como hubiera querido Otto Neurath, miembro del círculo de Viena, sentí cierta extrañeza, pues la influencia de algunos seguidores de esta escuela sobre la economía impulsó la cuantificación y la matematización pecuniaria del dominio económico, excluyendo las dimensiones cualitativas y los aspectos no cuantificables. Sin embargo, la rápida exploración que pude hacer luego de su conferencia me demostró que esa extrañeza obedecía a mi ignorancia y a mis prejuicios. Quisiera aprender permanentemente la lección y admitir que quienes no piensan como nosotros nos enseñan y enriquecen más que quienes piensan como nosotros. Me complace compartir el punto de vista del profesor Martínez-Alier y a través suyo el de alguien cuyos trabajos desconocía y cuyos puntos de vista tendía a rechazar a priori: la economía ecológica debe conjugar todos los instrumentos científicos necesarios a nuestro alcance. Sólo una orquesta puede tocar todas las voces de esa compleja melodía. No basta un solo instrumento. No es posible interpretar una sinfonía con un contrabajo.

Muchas gracias.

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