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Revista de Economía Institucional

versión impresa ISSN 0124-5996

Rev.econ.inst. v.7 n.12 Bogotá jun. 2005

 


IN MEMORIAM. ANDRÉ GUNDER FRANK (1929-2005)



Alberto Castrillón Mora*

* Profesor de la Universidad Externado de Colombia, jracastrillon@yahoo.com. Fecha de recepción: 27 de mayo de 2005, fecha de aceptación: 2 de junio de 2005.


Él era un tipo de intelectual completamente consecuente con sus ideas. Un luchador permanente por la verdad y por la transformación del mundo. Aunque se equivocó mucho, como todo ser humano, era fértil y motivador incluso en sus errores. Ésta es una calidad que sólo tienen los genios.
Theotonio Dos Santos

El 23 de abril murió en Luxemburgo André Gunder Frank. Nacido en Alemania, es tal vez el “economista latinoamericano” más conocido. En el momento de su muerte estaba vinculado al Luxembourg Institute for European and International Studies, y colaboraba con el World History Center de la Northeastern University (Boston) y con la Universidad de Calabria (Italia).

Theotonio Dos Santos, su amigo y compañero de luchas políticas y reflexión académica, señala que Gunder Frank es el economista más citado en Internet, con más de 30 mil “entradas”; mucho más que cualquiera de los rutilantes laureados en Estocolmo, como cualquiera puede comprobar en algunos de los buscadores de la red.

Su familia, de origen judío, emigró a Estados Unidos en 1941. Gunder Frank terminó el doctorado en economía en la Universidad de Chicago en 1957, justo en el momento en que se fraguó la revolución conservadora que se impuso en el establishment académico en los años setenta. Como estudiante de doctorado, Gunder Frank expresó su inconformidad por la nueva orientación de la escuela, como reacción los profesores Arnold Harberger y Milton Friedman le sugirieron que abandonara el departamento y le auguraron poco futuro como economista, como tuvo oportunidad de recordarlo en la terrible invectiva que les dirigió en el primer aniversario del golpe de Pinochet a propósito de la anuencia y la colaboración “académica” y política que le prestaron los profesores de Chicago para consolidar la dictadura.

En su carta abierta a Harberger y Friedman1, Gunder Frank les decía:

Como su antiguo estudiante de doctorado, cuánta razón tenían en efecto, señores Harberger, Friedman & Cía. Inc. de EE.UU., cuando observaron y predijeron hace veinte años que yo no estaba a la altura de sus expectativas de normalidad; que yo carecía de la actitud, la mentalidad y la moralidad que ustedes comparten con la Junta; que yo no podía estar dispuesto a calcular las condiciones de equilibrio del asesinato masivo y el genocidio, ni estaba hecho a la medida de sus sanguinarios ejecutores. ¡Venceremos!

De la mano de Paul Baran, Paul Sweezy –por cierto fallecido en enero del 2004– y un grupo de brillantes pensadores marxistas, aglutinados en torno a la Monthly Review, Gunder Frank se convirtió en el más conocido de los teóricos de la dependencia en América Latina. Su periplo académico y político lo llevó a Brasil, México, Chile y Cuba. Vivió en Chile, donde colaboró con el MIR. Allí conoció a Marta Fuentes, militante mirista, quien se convirtió en su esposa. El sangriento golpe de estado de Pinochet lo lanzó de nuevo al exilio. Al lado de exiliados de Brasil, Chile y otros países, contribuyó decisivamente a la “teoría de la dependencia”; prácticamente la única corriente de pensamiento propio, a excepción de la pedagogía de Freire, que ha aportado Latinoamérica a las ciencias sociales en el mundo. Para Diego Guerrero y Joaquín Arriola, cercanos a estas preocupaciones,

probablemente el autor que más ha contribuido a divulgar el pensamiento radical sobre los problemas del subdesarrollo sea André Gunder Frank… no cabe duda de que sus libros se encuentran entre los de mayor divulgación e influencia en los años sesenta y setenta. Comenzado por sus textos polémicos con el pensamiento conservador, cuyos títulos se convirtieron en lemas teórico-políticos por más de una década: El desarrollo del subdesarrollo y Sociología del subdesarrollo y subdesarrollo de la sociología2.

Trabajos tales como El desarrollo del subdesarrollo; Capitalismo y subdesarrollo en América Latina; Lumpenburguesía y subdesarrollo, y sus polémicas con Rodolfo Puigróss y Ernesto Laclau en torno al sistema económico que predominaba en América Latina durante la colonia española, se convirtieron en referentes obligados del debate económico. Si bien la teoría de la dependencia tiene algunos puntos de contacto con el marxismo, subraya que es absolutamente falso, contrariamente a lo que creía Marx, que “el país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro”. Para Gunder Frank, Dos Santos, Cardoso, Faletto, Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra, a diferencia de los marxistas y liberales, el subdesarrollo no es una etapa anterior al desarrollo, como sostuvo Rostow en su libro Las etapas del desarrollo económico. El subdesarrollo es un estado, una condición que se mantiene aun en el caso de que la producción de los países subdesarrollados se transforme, pasando de la exportación de productos agrícolas tropicales a la exportación de manufacturas. Para Dos Santos3,

Más grosera todavía es la imagen de los intereses externos. Se los imagina vinculados en forma exclusiva a la economía agrario-exportadora y opuesta a la industrialización. Aún más, se presenta todavía la lucha por la industrialización como una lucha antiimperialista y revolucionaria. A pesar de que en algunos países esta imagen pueda tener algún sentido, para los países en desarrollo, ella es completamente anacrónica. En estos países, la industrialización y el capital extranjero se combinan y se convierten progresivamente en una sola realidad.

De ahí que asombre, con la distancia que dan los años, que uno de los críticos más acuciosos de la teoría de la dependencia en este punto particular haya sido justamente Salomón Kalmanovitz, quien le reprochó a la teoría de la dependencia que no fuera “suficientemente marxista”4. A pesar de la insistencia en que los mayores obstáculos para el desarrollo son los factores internos, como la desigualdad en la distribución del ingreso, la falta de participación social, la fragilidad de las instituciones políticas, es curioso que se afirmara que los teóricos de la dependencia no prestaban suficiente atención a los factores internos. Para Dos Santos:

La dependencia no es un factor externo, como se ha creído muchas veces. La situación internacional se toma como condición general, no como demiurgo del proceso nacional, porque la forma en que esa situación actúa sobre la realidad nacional se determina por los componentes internos de esta realidad5.

Es cierto que el análisis de la dependencia se quedó corto a la hora de señalar las enormes restricciones de economía política existentes en las sociedades o países subdesarrollados, pero ese es un defecto que comparte con la ortodoxia dominante, que sin mostrar los aciertos de los dependentistas, tampoco ha sido capaz, pese a su fanfarronería, de brindar un marco analítico que sirva para algo más que señalar que los gobiernos de América Latina seguían políticas monetarias laxas.

Compañero de viaje de Gunder Frank, Fernando Enrique Cardoso, el “príncipe de la sociología” –que gracias a su conversión de incendiario en bombero– llegó a ser presidente del Brasil en dos ocasiones, la segunda tras una amañada y corrupta reforma de la Constitución, es el icono más representativo y patético del sino trágico que trastorna a los intelectuales de América Latina: insatisfechos con el principado del intelecto ansían ceñir la corona del poder.

Así como otros presidentes latinoamericanos, que no eran precisamente príncipes del intelecto y que la falta de memoria histórica hoy podría llevarlos a ser reelegidos, Cardoso en su transformación de dependentista a tecnócrata neoliberal, dejó a su país al borde del caos económico, social y político, pero allí lo sucedió un representante de todas las izquierdas y sectores descontentos con su malhadada política económica: Luis Ignacio Lula da Silva. No hubo medio de comunicación que la derecha no utilizara para difundir el pánico que le causaba una posible victoria electoral del líder del Partido de los Trabajadores, victoria que se selló con la contundente derrota del candidato del “príncipe”, quien, haciendo caso omiso de su formación de sociólogo, empleó el epíteto de “primitivos” para descalificar al Movimiento de los sin tierra, cuando los campesinos salieron a pedirle cuentas por la falta de respuesta real a los inmensos problemas que aquejan al coloso suramericano: desigualdad extrema, miseria ominosa, criminalidad desenfrenada. Reclamos a los que tampoco escapa Lula, la verdad sea dicha.

Hoy, la tecnocracia formada en la ortodoxia económica se muestra extremadamente crítica con los teóricos de la dependencia, sin que durante los cinco o seis lustros en que ha merodeado las vecindades del poder haya sido capaz de proponer a cambio un pensamiento y una interpretación siquiera similares en alcance y profundidad. En cambio, diversos elementos de la visión dependentista se han integrado al acervo de la economía del desarrollo, tema en el que la ortodoxia nada tiene que decir, salvo repetir a tiempo y a destiempo el catecismo del Consenso de Washington.

Las teorías de la dependencia –en plural– igual que los muertos de Cervantes, “gozan de cabal salud”, en cuanto aluden a los problemas más acuciantes de América Latina. Cabría esperar que veinte o más años de reformas fueran más que suficientes para vislumbrar, no digamos para ver, una mejor suerte para estos pueblos desdichados. Incluso un desdibujado José Antonio Ocampo, heredero un tanto vergonzante de estos temas, reconoce que “la brecha externa sigue siendo el flanco débil de América Latina”6.

Las urgencias políticas y las especiales condiciones de América Latina en los sesenta y setenta contribuyeron a la conformación de “intelectuales orgánicos”, que no sólo teorizaban la realidad sino que participaban activamente en las luchas sociales. Esta combinación tenía virtudes innegables, pero puede ayudar a entender algunas debilidades de su trabajo, como por ejemplo, las deficiencias metodológicas o la escasa atención que prestaban a los indicadores y a su elaboración. Stephen Haber, de la Universidad de Stanford, pese a que hurga sistemáticamente en las debilidades de la dependencia, se ve precisado a reconocer que la evidencia de la alianza entre burguesías locales, capital extranjero, militares norteamericanos y militares nacionales –reflejada en el apoyo irrestricto a las dictaduras que asolaron la región– explica los sesgos particulares de sus trabajos7. Pero ¿acaso los tecnócratas contemporáneos pueden reclamar asepsia alguna para sus recomendaciones de política?

El periplo vital de personas como André Gunder Frank es un ejemplo de grandeza de espíritu, de inmenso valor moral. Causa tristeza, por decir lo menos, que generaciones enteras de economistas hayan culminado sus estudios sin tener una remota idea de sus trabajos y de los de sus compañeros. ¿No son “políticamente correctos” en esta era del pensamiento único? Aún menos conocidos son los trabajos de Gunder Frank posteriores a los de la dependencia, los cuales versan sobre la teoría de los sistemas mundiales, y son afines a los de Immanuel Wallarstein. Quizá la obra más reconocida de esta fase sea su libro Re-Orient: Global Economy in the Asian Age8, en el que muestra el enorme impacto de China en la economía mundial.

En fin, es hora de volver a reflexionar, ya no desde el dogma sino a partir de una realidad que se escapa a los científicos políticos y a los fundamentalistas del mercado. Creo que era Norberto Bobbio quien hablaba de las “promesas incumplidas de la democracia”. Una y otra vez las encuestas que se realizan en todos los países de América Latina muestran un terrible desencanto con la democracia. No en vano se ha escrito acerca de la incompatibilidad entre capitalismo y democracia. El mejor homenaje a la memoria de André Gunder Frank es volver a pensar en “las promesas incumplidas del mercado”.


NOTAS AL PIE

1. 6 de agosto de 1974.

2. http://www.lainsignia.org/2001/enero/econ_004.htm

3. Dos Santos, Theotonio. 1968. El nuevo carácter de la dependencia, Santiago, Centro de Estudios Socio-Económicos, p. 9.

4. Kalmanovitz, Salomón. 1983. El desarrollo tardío del capitalismo. Un enfoque crítico de la teoría de la dependencia, Bogotá, Universidad Nacional, Siglo XXI, pp. 14-46.

5. Citado en http://pabloguerra.tripod.com/Cnueve.htm

6. El País, España, 10 de diciembre de 2000.

7. AA. VV. 1997. How Latin America Fell Behind: Essays on the Economics Histories of Brazil and Mexico, 1800-1914, Stanford University Press.

8. Gunder Frank, Andre. 1998. Re Orient: Global Economy in the Asian Age, Berkeley, University of California.

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