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Revista de Economía Institucional

Print version ISSN 0124-5996

Rev.econ.inst. vol.9 no.17 Bogotá July/Dec. 2007

 


EDITORIAL


En días pasados, Jorge Iván González, profesor de las universidades Nacional de Colombia y Externado de Colombia, y miembro de nuestro comité editorial, recibió la Orden Gerardo Molina, la más alta distinción académica que otorga la Universidad Nacional. Nos sumamos a ese merecido homenaje y nos complace ceder el espacio editorial de la Revista a las palabras que pronunció en esa ocasión.

* * *

En Proceso y destino de la libertad, un libro que aparece en 19551, el maestro Gerardo Molina analiza la tensión entre libertad y justicia. Molina mira la dictadura colombiana a la luz de los acontecimientos europeos. La Guerra Fría y los diversos conflictos del mundo (este-oeste, norte-sur, etc.) muestran que cuando la balanza se inclina hacia uno de los extremos, el de la libertad o el de la justicia, la sociedad vive horrores morales. Si la balanza se va del lado de la justicia, a nombre de la igualdad se destruye la libertad. En tales circunstancias el dictador justiciero, como Stalin, ocupa el lugar central de la escena. Pero si la balanza se inclina del lado de la libertad, el talentoso termina aniquilando a los menos capa­ces.

Molina expresaba de esta manera la tensión entre libertad y justicia:

Como la mayoría de los colombianos, pensábamos que el respeto a las libertades y a los derechos humanos era una manera definitiva de nuestro ser social, y que sólo faltaba darles un suplemento de justicia. Pero una mala mañana de 1949 nos encontramos con que las evidencias de la víspera se habían disipado; en el suelo yacían sin vida aquellas frases de “país estéril para la tiranía”; “de­mocracia modelo de América”, y tantas otras que merecieron nuestra adolescen­cia. Los cuerpos de representación fueron abolidos, subyugada la prensa, sus­pendidas las garantías sindicales, quebrantada la autonomía de la inteligencia, intervenida la justicia. La pena de muerte, borrada de los estatutos, fue decretada contra el real o supuesto enemigo político; más de la mitad de los colombianos fueron proscritos dentro de su propia patria (pp. 12-13).

A finales de los años cuarenta y comienzos de los años cincuenta, la teoría económica empezó a pensar de manera sistemática la relación entre la libertad y la justicia. Las aproximaciones anteriores utilizaban el lenguaje de la filo­sofía y de la política y no había, en sentido estricto, lo que podríamos llamar una lectura económica del vínculo entre justicia y libertad.

El acercamiento analítico de la disciplina económica tuvo como punto de partida la forma como la preferencia individual se modifica en presencia del otro. La in­teracción con el otro cambia las preferencias y el comportamiento estratégico de los sujetos. Si el otro está ahí, los equilibrios son subóptimos. El ejemplo que utiliza Sen ilustra muy bien la situación2. Si a mí me gusta más la pera que la manzana, y al llegar a mi casa encuentro que en la mesa hay una pera y dos man­zanas, no dudo en comerme la pera y dejar sobre la mesa las dos manzanas. Pero si estoy en una reunión conversando con otra persona, y un mesero se me acerca con una bandeja en la que hay una pera y dos manzanas, mi primera reacción, por simple urbanidad, es decirle a la otra persona que escoja primero. Si ella insiste en que yo sea quien primero escoja, termino eligiendo una de las dos manzanas, con el fin de darle al otro la posibilidad de que elija entre la manzana y la pera. En presencia del otro, mi elección es subóptima. Los ejemplos de la vida coti­diana abundan. Si ella quiere ir a cine, y yo quiero ir a la ópera, y si ambos que­remos estar juntos, la solución final es subóptima porque uno de los dos no estará plenamente satisfecho. Estos ejercicios de interacción entre parejas se aplicaron a la elección colectiva, a través del llamado “liberalismo mínimo”, que examina si dos personas, en determinadas circunstancias, pueden decidir sobre la alter­nativa más conveniente para la sociedad. Los resultados axiomáticos muestran que el paso de la elección individual a la colectiva no encuentra una solución lógicamente consistente. Estas conclusiones llevan hasta sus últimas conse­cuencias la paradoja de Condorcet: hay una ruptura lógica entre elección indi­vidual y elección colectiva. En otras palabras, la democracia es imperfecta porque siempre habrá minorías descontentas. Y los criterios para compensar la situación de los perdedores se definen en el campo de la justicia.

La presencia del otro genera situaciones subóptimas. El individuo desearía que su libertad no fuera interferida por nadie, pero el reto de la sociedad liberal con­siste en avanzar hacia la libertad positiva reconociendo las limitaciones inherentes a cualquier forma de libertad negativa. La libertad positiva tiene limitaciones in­trínsecas originadas en la presencia del otro. En este contexto tiene sentido la advertencia de Sen sobre la imposibilidad de un liberal paretiano3.

La teoría económica de los años cincuenta no descubrió nada nuevo. La imperfección de la democracia ya había sido puesta en evidencia por los clásicos grie­gos y por los pensadores políticos del siglo XVIII. La economía ofrece un méto­do alternativo para entender por qué razón la regla de la mayoría puede ser pro­fundamente injusta. Von Neumann, Morgenstern4 y Nash5 definieron las condicio­nes matemáticas de tales situaciones, y mostraron las potencialidades de la teoría de juegos para entender las interacciones humanas. Esta aproxi­mación se convirtió en una propuesta metodológica alternativa a los modelos de equilibrio general, más preocupados por las convergencias cuantitativas de precios y cantidades. Se trata, entonces, de rescatar a los individuos y sus comportamientos. Desde esta perspectiva, es más relevante entender la forma como la acción humana se expresa en el mundo de los negocios que indagar procesos de mercado supuestamente impersonales. Si la acción humana importa, los precios y el mercado son de naturaleza política, porque reflejan las interacciones entre sujetos que buscan espacios para ejercer su libertad en un contexto de relaciones estratégicas. La acción humana, como la llama von Mises6, tiene sentido únicamente si ningún individuo es ex­cluido. No hay ejercicio de la libertad sin unos principios básicos de justicia dis­tributiva.

Esta forma de pensar la economía aún lucha por ganar espacio an­te los enfoques basados en la certeza, el equilibrio y el comportamiento de suje­tos homogéneos supuestamente racionales. En la enseñanza de la disciplina y en el juicio sobre la política económica prevalece la casuística lineal y acíclica. Este enfoque lleva a hacer afirmaciones que no tienen asidero en la teoría ni en las evaluaciones empíricas, como las siguientes: “el equilibrio fiscal es condición para el crecimiento económico”, “la reducción de la inflación es un bien intrínseco de la sociedad”, “la independencia de los bancos centrales es ga­rantía de estabilidad”, etc. Estas lógicas causales contienen gérmenes totalitarios, como diría von Hayek7. Son inaceptables desde una visión que crea en la importancia de los sujetos. Las relaciones entre personas están determinadas por la cultura, las pasiones y las creencias. Y cuando estas dimensiones se incorporan al análisis, la incertidumbre entra en escena. No hay espacio para la previsión racional sino para el mundo de la imaginación. En el lenguaje de Keynes8, el comportamiento económico responde a los espíritus animales. Y en este escena­rio no cabe la casuística lineal, ni el afán de predicción que le es inherente.

Afortunadamente para las ciencias sociales, la academia sueca ha tenido un espí­ritu abierto. Aumann y Schelling recibieron el premio Nobel de economía hace dos años. Estos autores se destacan por sus aportes a la teoría de juegos. En su discurso del Nobel, Aumann muestra que la teoría de juegos apenas pretende hacer un modesto aporte a las ciencias sociales en el proceso de entender la condición humana. La pregunta sustantiva es: ¿por qué hacemos la guerra si queremos la paz? En otras palabras, ¿por qué las sociedades contemporáneas no logran el ideal kantiano de la paz perpetua entre las naciones? Por su parte, Sche­lling examina todas las vicisitudes de la Guerra Fría. La paz fue posible porque cada una de las partes se preparó para la guerra. La carrera armamentista se con­vierte en condición para la consecución de la paz. En su libro Micromotivos y macrocomportamientos 9, Schelling reflexiona sobre la forma como las decisio­nes que toman los individuos, por motivos heterogéneos y si se quiere minúscu­los, van marcando las dinámicas globales con resultados tan dramáticos como la explosión demográfica o el calentamiento global. La teoría de juegos, dicen Aumann y Schelling, ayuda a pensar de qué manera las decisiones de cada sujeto van modelando las angustias de la sociedad contemporánea. La fortaleza de la teoría de juegos radica en que su punto de partida es la comprensión de la interacción con el otro. Desde el siglo XVIII la teoría económica se ha preocupado por que el or­denamiento de la economía favorezca el bien-estar de las personas. Pero antes de la teoría de juegos esta lectura se hacía sin considerar de manera explícita la importancia de cada sujeto.

La sociedad colombiana no ha asimilado los principales legados del liberalismo. Avanzamos muy lentamente hacia la modernidad política. El “disfrute apacible de la propiedad”, que es uno de los propósitos de la sociedad con la que soñaba John Stuart Mill10, no ha sido posible porque no se han cumplido dos condicio­nes básicas del ideario liberal: la conversión del excedente en riqueza y la distri­bución de la riqueza. Para que el excedente sea riqueza se debe reflejar en una mayor producción de bienes básicos. Y para que la riqueza se convierta en feli­cidad es necesario que a lo largo de su historia la sociedad realice balances dis­tributivos fuertes.

El respeto a las libertades y a los derechos humanos, dice Gerardo Molina, debe tener un “suplemento de justicia”. La libertad de agencia del pensamiento liberal supone que todas las personas han satisfecho las necesidades bási­cas. Utilizando las categorías contemporáneas se podría afirmar que el ejercicio de la libertad de agencia sólo es posible si las personas han superado la línea de pobreza. Por tanto, desde la visión liberal, casi la mitad de los colombianos no tienen las condiciones mínimas para ejercer la libertad. Las ideas liberales aún no arraigan en la sociedad colombiana, que atraída por el canto de las sirenas piensa que un peso revaluado es signo de prosperidad y de riqueza. Este tipo de discurso niega el compromiso con la creación de valor propio, con la producción de bienes salario y, sobre todo, pospone la agenda ineludible con la justicia, que debe pasar necesariamente por una distribución sustantiva de la riqueza.

Las lógicas causales que se nos presentan como inexorables nos obligan a acen­tuar el sacrificio presente en aras del bienestar futuro. Se nos dice que no hay re­cursos. Parecería como si nunca hubiera dinero. Mientras tanto, el monto de reservas crece a ritmos acelerados, el ahorro de los fondos de pensiones aumenta, el petróleo sube de precio, el dinero abunda. El problema sustantivo es que no hemos logrado convertirlo en riqueza. Y, sobre todo, no hemos ideado la función distributiva que permita convertir la riqueza en libertad y felicidad. La imposición de ordenamientos racionales completos tiene visos de dictadura. Te­nemos que estar alerta. Porque como advierte Gerardo Molina, la historia no es una marcha incansable hacia la libertad. La posibilidad del totalitarismo siempre está presente. Es necesario entender los totalitarismos para reconciliarnos con el mundo. Pero con la certeza pavorosa, como dice Hannah Arendt11, de que realida­des como el totalitarismo siempre son posibles. Una de las principales funciones de la universidad pública es la de estar siempre vigilante y alerta. Es posible construir un mundo mejor, y en este sentido somos optimistas; pero siempre es factible caer en lógicas racionales totalitarias, y en este sentido el panorama es trágico. Por ello, retomando a Gerardo Molina, nuestro optimismo también es trágico.

Jorge Iván González

* * *

El pasado mes de octubre, Doris Lessing, escritora nacida en Persia, recibió el premio Nobel de Literatura. Transcribimos algunos fragmentos de viejos escritos suyos que, al tenor de los pronunciamientos del presidente de Estados Unidos acerca de Irán –como hoy se llama su país de nacimiento–, tienen plena actualidad. Como decía el poeta florentino: de te fabula narratur.

* * *

Esta es una época en que resulta aterrador estar vivo, cuando es difícil pensar en los seres humanos como seres racionales. Donde quiera que dirijamos la mirada veremos brutalidad y estupidez, tal parece que no hay otra cosa que ver: por todas partes un descenso a la barbarie, que somos incapaces de contener. Pero a mi parecer, aun siendo verdad que existe un empeoramiento general, precisamente porque las cosas son aterradoras nos quedamos hipnotizados y no notamos –o si lo hacemos les quitamos importancia– unas fuerzas igualmente poderosas del otro lado, las fuerzas de la razón, la cordura y la civilización [...]

Paso bastante tiempo pensando en lo que opinarán de nosotros quienes vengan detrás. Éste no es un interés ocioso, sino un intento deliberado de fortalecer la capacidad de ese “otro ojo” con el que podemos juzgarnos a nosotros mismos. Todo el que lea un poco de historia sabe que las convicciones poderosas y apasionadas de un siglo suelen parecer extraordinariamente absurdas al siglo siguiente [...] Lo que vivimos, en cualquier época, es el efecto que sobre nosotros ejercen las emociones de las masas y las condiciones sociales, de las que es casi imposible separarse. A menudo las emociones de la masa son aquellas que parecen las más nobles, mejores y más bellas. Sin embargo, en un año, en cinco años, en una década, en cinco décadas, la gente se preguntará: “¿Cómo pudieron creer eso?” [...]

Las personas de mi edad han pasado por varias de esas violentas inversiones. Mencionaré sólo una. Durante la Segunda Guerra Mundial, desde el momento en que la Unión Soviética fue invadida por Hitler y se convirtió en aliada de las democracias, ese país fue considerado con cariño en la opinión popular [...] Rusia era la tierra de los valientes, de los hombres enamorados de la libertad, y el comunismo era una interesante manifestación de la voluntad popular [...] que debíamos imitar. Todo esto duró cuatro años y luego, de pronto, casi de la noche a la mañana, se invirtió. Todas esas actitudes se volvieron erróneas, traidoras, amenazas para todos [...] Y se empezaron a repetir los lemas de la Guerra Fría. Un extremo, sentimental y tonto, engendrado por las necesidades de la guerra, fue remplazado por otro extremo, irracional y tonto. Haber pasado una vez por semejante inversión basta para mantener, en adelante, un ojo crítico ante las actitudes populares del momento [...]

En tiempos de guerra, como lo sabe todo el que haya pasado por una o haya hablado con soldados cuando se permiten recordar la verdad, y no los sentimentalismos con que nos protegemos de los horrores de los que somos capaces [...] en tiempos de guerra volvemos, como especie, al pasado y se nos permite ser brutales y crueles. Por esa razón, y desde luego por otras, a muchos les gusta la guerra. Pero este es uno de los hechos de la guerra de los que no se suele hablar [...]

A todos nosotros, en un grado u otro, nos ha lavado el cerebro la sociedad en que vivimos. Podemos ver esto cuando vamos a otro país y echamos una ojeada a nuestro propio país con los ojos del extranjero [...] Cada uno es parte de las grandes ilusiones reconfortantes y de las ilusiones que cada sociedad utiliza para mantener la confianza en sí misma. Son difíciles de examinar, y lo mejor que podemos esperar es que un amigo bondadoso, llegado de otra cultura, nos permita mirar nuestra propia cultura con ojos desapasionados [...]

El lavado de cerebro tiene tres pilares o procesos principales. El primero es la tensión, seguida por el relajamiento. Éste se utiliza, por ejemplo, en el interrogatorio de prisioneros de guerra, cuando el interrogador se muestra alternativamente brutal y benévolo. El segundo es la repetición: decir o cantar la misma cosa, una y otra vez. El tercero es el empleo de ciertos lemas: la reducción de ideas complejas a simples conjuntos de palabras. Los tres son utilizados todo el tiempo por gobiernos, ejércitos, partidos políticos, grupos religiosos, religiones [...]

Recordando mi vida, lo que veo es una sucesión de grandes acontecimientos de masas, hirviendo de emoción, de pasión partidista, que pasan, pero mientras duran, no es posible más que pensar: “Estos lemas, estas acusaciones, estas afirmaciones, estas trompetas pronto les parecerán a todos ridículos y hasta vergonzosos”. Mientras tanto, no es posible decirlo [...]

El comunismo fermentó en Rusia, asesinó y destruyó. Sin embargo, durante un tiempo las violentas pasiones partidarias de esta revolución cundieron por doquier e hicieron imposible pensar con rectitud. Para algunos, en ciertos lugares, es imposible pensar rectamente [...]

Un movimiento de masas sucede a otro: por la guerra, contra la guerra, contra la guerra nuclear, por la tecnología, contra la tecnología. Y cada uno engendra cierto estado mental: violento, emotivo, partidista, suprimiendo todos los hechos que no le convienen, mintiendo y haciendo imposible hablar en el tono de voz bajo, frío, apacible y sensato que, me parece a mí, es el único que puede producir la verdad [...]

Esto significa, y espero que no parezca demasiado descabellado, decidir reírse [...] los investigadores del lavado de cerebros y la adoctrinación descubrieron que las personas que sabían reír eran las que mejor resistían [...] Los fanáticos no se ríen de sí mismos; la risa es, por definición, herética, a menos que se emplee cruelmente contra un adversario o enemigo. Los fanáticos no saben reírse. Los “verdaderos creyentes” no se ríen. Su idea de la risa es como una caricatura satírica que pone en la picota a una persona o idea de la oposición. Los tiranos y los opresores no se ríen de sí mismos, tampoco toleran que nadie se ría de ellos [...]

Doris Lessing

* * *

En este número de nuestra revista incluimos un primer grupo de artículos que, desde ángulos diferentes y con un enfoque institucionalista común, estudian diversos aspectos de la relación entre flujos internacionales de capital, desarrollo de los sistemas financieros locales y crecimiento económico. El primero, de Eduardo Wiesner, prestigioso economista colombiano y consultor internacional, analiza la efectividad de la ayuda al desarrollo y de los préstamos de las entidades multilaterales. El segundo, de Salomón Kalmanovitz, Decano de la Facultad de Economía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, evalúa el comportamiento de la economía colombiana en el marco de la globalización y el tercero, de Edgar Demetrio Tovar, profesor de la Universidad de Guadalajara, analiza la relación entre globalización del capital y desarrollo institucional del sistema financiero.

Se suele pensar que el incremento de la ayuda internacional y de los préstamos de las entidades multilaterales contribuye necesariamente al desarrollo de los países prestatarios. La crisis de la deuda de los años ochenta puso dramáticamente en cuestión esta idea e hizo evidente que ciertas formas de ayuda pueden ser contraproducentes, que los países en desarrollo terminan perdiendo cuando reciben préstamos excesivos, que se reduce el crecimiento y se frena el desarrollo.

El profesor Wiesner advierte que hoy los países desarrollados dedican 60.000 millones de dólares anuales para ayudar al desarrollo y que los resultados no son satisfactorios. Desde hace más de dos décadas ha insistido en la necesidad de evaluar los resultados de las políticas de ayuda y de crédito, y de realizar estudios empíricos que orienten mejor las políticas de desarrollo, una idea que ha ganado consenso en el ámbito internacional. En su artículo señala que en vez de más ayuda y más préstamos para programas cuyos resultados son dudosos, y aun frustrantes, es indispensable entender las restricciones de acción colectiva que limitan la efectividad de las acciones de las entidades multilaterales y bilaterales.

Con ayuda de la teoría de la elección pública y del enfoque neoinstitucionalista muestra que en este tipo de entidades las restricciones de acción colectiva son el resultado de una estructura de gobernancia específica, “de principales múltiples o de agencia común”, que impide que los incentivos premien la eficacia, que las induce a aplicar criterios laxos en la asignación de recursos, a seducir a los países endeudados para que se endeuden más o a ser sensibles a las presiones políticas para que presten más, que restringe la efectividad de los grupos de evaluación, torna confusas las responsabilidades y lleva a una rendición de cuentas ambigua.

Su ensayo muestra cómo surgen estas restricciones de acción colectiva, qué consecuencias tienen sobre los procesos de evaluación interna de las entidades multilaterales y bilaterales y cómo limitan su eficacia en la ayuda al desarrollo. Pone como ejemplo la experiencia de las iniciativas para los países pobres fuertemente endeudados y de los préstamos sistémicos y comerciales del FMI. Y hace varias recomendaciones para modificar o atenuar las consecuencias de las restricciones de acción colectiva y mejorar los procesos de evaluación interna, que se sintetizan en el cambio de sus reglas constitucionales, en la profundización de la evaluación ex ante mediante el uso de registros escritos y el fortalecimiento de la capacidad de evaluación de los mismos países en desarrollo.

En teoría, el intercambio de bienes, capitales y personas debe llevar a la igualación de los precios de las mercancías y de los bienes de producción entre las regiones o los países que realizan los intercambios, y a una mayor tasa de crecimiento o acumulación de capital. Así mismo, la difusión de las tecnologías modernas debería llevar a una convergencia entre los niveles de productividad de los países avanzados y los países que adoptan sus tecnologías, y al acercamiento de sus niveles de ingreso per cápita.

En la realidad se presentan disparidades y divergencias que los economistas suelen atribuir a las economías de escala, y a la acumulación y aprovechamiento de las ventajas de la división del trabajo. Para algunos historiadores económicos el hecho de que en algunos países el aumento de la productividad produzca círculos virtuosos que promueven la inversión y el desarrollo del capital físico y humano mientras que en otros genera círculos viciosos obedece a la falta de instituciones que garanticen los derechos de propiedad, establezcan reglas de juego estables y creíbles que alienten la inversión y el desarrollo de los mercados financieros, y promuevan la apropiación, el uso y el mejoramiento de las tecnologías modernas que hacen posible la diversificación y el desarrollo de la economía.

El profesor Kalmanovitz, siguiendo a un prestigioso grupo de economistas e historiadores del desarrollo, identifica dos fases del proceso de globalización ­–o intensificación de los flujos internacionales de bienes, recursos de capital y mano de obra– en el último siglo y medio, una que va de 1860 hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, a la que siguió un colapso de los flujos migratorios y de capitales agravado por la Gran Depresión de los años treinta, durante el que los países de América Latina adoptaron políticas proteccionistas y de desarrollo autárquico, y otra que se inició en los años cincuenta y continúa hasta el presente.

El ensayo que publicamos en este número busca estimular un estudio de la globalización y de sus efectos que supere prejuicios e inclinaciones políticas, y somete a discusión varias hipótesis, “lejos de ser probadas adecuadamente dada la extensión del período estudiado y la multicausalidad entre globalización y crecimiento económico” que los estudiosos podrán criticar, probar, replantear o perfeccionar. El trabajo examina un aspecto de ese proceso multicausal: el de los flujos internacionales de comercio y de capital, en el contexto social, institucional y económico latinoamericano, desde una perspectiva comparativa que incluye países de desarrollo similar en períodos anteriores, como Corea del Sur, y muestra que Colombia tuvo un excelente comportamiento durante la primera fase, a la que entró tardíamente, mientras que su desempeño fue deficiente en la segunda, durante la que se mantuvo la visión autárquica y proteccionista, se impusieron barreras al comercio y a la inversión extranjera, y se obstaculizó el desarrollo del mercado de capitales y del sistema financiero, lo que impidió financiar las inversiones necesarias para el desarrollo y llevó a un exceso de endeudamiento externo que aún continúa.

Sin embargo, a diferencia de otros países latinoamericanos que heredaron la matriz institucional hispánica, en las últimas décadas Colombia adoptó un rumbo intermedio que hizo posibles tasas de crecimiento más altas y estables, ajustó sus políticas e instrumentos macroeconómicos, protegió la propiedad de los extranjeros, promovió la inversión extranjera directa, fomentó las exportaciones y redujo la protección, todo lo cual contribuyó a incrementar los flujos de bienes y capitales en la primera parte de este siglo.

Aunque desde los años ochenta, con la apertura de las economías y el desarrollo de tecnologías informáticas y nuevos productos financieros, aumentaron los flujos internacionales de divisas, de cerca de 4 a 1 del comercio mundial a finales de esa década a 65 a 1 a mediados de los noventa, en esos dos decenios la tasa de crecimiento de los países en desarrollo se redujo a la mitad del nivel de los sesenta y setenta. Al final del siglo se presentó una gran inestabilidad financiera y algunas economías emergentes sufrieron graves crisis que afectaron a la economía mundial.

El trabajo del profesor Tovar muestra que la globalización del capital sólo tiene efectos favorables sobre el crecimiento cuando los sistemas financieros locales están bien desarrollados desde el punto de vista institucional y que no es suficiente su profundización, entendida como aumento del número de prestamistas y prestatarios o de los activos que se negocian. Es decir, cuando experimentan cambios cualitativos que les permiten cumplir mejor sus funciones: proporcionar información adecuada, supervisar los préstamos, diversificar los riesgos, canalizar los ahorros a inversiones productivas rentables y facilitar las transacciones del sector real.

Después de aclarar en qué consiste el desarrollo institucional del sistema financiero y cómo influyen fuerzas externas, como la globalización, e internas como el proceso político que lleva a adoptar normas y regulaciones específicas, presenta un modelo econométrico que relaciona algunos indicadores de globalización del capital con variables de desarrollo institucional, en particular aquellas que indican un fortalecimiento de los derechos de propiedad y una mayor competencia en el mercado. Los resultados, después de ser comprobados mediante el método de variables instrumentales, son positivos y significativos en el caso de la muestra total de países y de los países desarrollados, pero no son concluyentes en el caso de las economías emergentes y los países subdesarrollados.

De acuerdo con el profesor Tovar, el hecho de que no haya una clara correlación positiva entre la globalización del capital y el desarrollo institucional del sistema financiero de los países en desarrollo puede obedecer a que aún no están suficientemente globalizados y a que su nivel de ingreso per cápita es todavía muy bajo. Recomienda, entonces, evitar que la apertura financiera lleve a la formación de monopolios que entorpezcan la competencia e impidan el adecuado cumplimiento de las funciones de un sistema financiero sólido, sano y eficiente.

El tema de los dos artículos siguientes es la sociología de la economía o desarrollo y difusión del conocimiento y de los métodos de análisis económico. El de Gabriel Misas, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y director del IEPRI, analiza con base en los conceptos sociológicos de Pierre Bourdieu las relaciones entre quienes producen conocimientos teóricos y las instituciones y redes que los seleccionan, legitiman, difunden y aplican o, más específicamente, el desarrollo del campo económico como disciplina heterónoma, influido profundamente por la política y los poderes establecidos, donde se hace ciencia normal, un proceso oscilante que, en el período de estudio –los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial–, coincide con la “americanización” de la economía o consolidación y predominio de la teoría económica estándar que se irradia desde los principales departamentos de economía de las universidades estadounidenses.

Por su parte, el artículo de Boris Salazar, profesor de la Universidad del Valle, examina el papel de las ideas de Thomas Schelling en el avance de la teoría económica y otras ciencias sociales contemporáneas, y en la superación de las fronteras entre las disciplinas que estudian la interacción social; su análisis se ocupa de la formación de nuevos paradigmas, un enfoque que contrasta y complementa el del artículo anterior.

Mientras que el profesor Misas examina las fuerzas y procesos sociales que llevaron a legitimar los atributos y los hábitos y formas de percepción y de explicación neoclásicos como elementos de la ciencia económica verdadera, y a negar el carácter científico a otras vertientes del pensamiento económico más arraigadas en sus estructuras sociales nacionales, el profesor Salazar hace hincapié en el poder de las ideas y en el papel de los individuos que no siguen la tradición heredada. Aunque Thomas Schelling era admirado por algunos economistas, medio siglo antes de recibir el premio Nobel de Economía reconocía que la teoría de juegos no había seguido el camino que pretendía abrir con su libro Estrategia del conflicto. La profesión no absorbió sus ideas y la aplicación de la teoría de juegos en economía siguió el camino que trazaron Nash, Aumann y otros estudiosos. Las ideas y elementos teóricos que Schelling creó y desarrolló fructificaron en otras disciplinas, como la ciencia política, la sociología y las relaciones internacionales. La errancia de Schelling, el término que utiliza el autor para describir su búsqueda intelectual, sugiere que el futuro de la economía no es defender el territorio ya conquistado sino abatir sus fronteras, explorar nuevos campos y tender puentes entre esos campos y el campo económico.

Como coda a este segundo grupo de artículos incluimos el trabajo de Leonardo Raffo, profesor de las universidades ICESI y del Valle, que presenta un modelo de conflicto y formación de Estados, el de Skaperdas y Syropoulos, cuyo enfoque matemático formal es alternativo al de Thomas Schelling y más afín al enfoque de John Forbes Nash. El profesor Raffo muestra que es más general que el de Jack Hirshleifer y considera que es el modelo canónico que puede servir de fundamento para una teoría del conflicto y de la formación de Estados.

Los dos artículos siguientes son contribuciones al debate teórico dentro del pensamiento marxista que ponen en cuestión diversos aspectos de la tradición dominante en esa escuela. El de Jacques Gouverneur, profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina la Nueva, critica la distinción tradicional entre actividades relacionadas con la producción y actividades relacionadas con la circulación, y replantea con cuidado y rigor el concepto de valor como trabajo indirectamente social, de modo que el salario no es la expresión monetaria de un valor predeterminado sino el resultado de una relación de fuerzas sociales. Modifica la relación causal tradicional: el salario determina el poder de compra del trabajador y así contribuye a determinar el valor de la fuerza de trabajo. Por su parte, el trabajo de Álvaro Gallardo, p rofesor de la Escuela Colombiana de Ingeniería, contrasta la visión marxista convencional y la visión del marxismo analítico para indicar que las políticas distributivas dependen de los valores que se consideran prioritarios: si se da prioridad a la libertad lo importante es la negociación política por el nivel de excedente económico; si se da prioridad a la igualdad, la distribución basada en la elección racional individual debe complementarse con criterios de justicia, como sostienen los defensores del socialismo de mercado.

Los dos artículos finales tratan temas de economía aplicada: economía urbana y economía de la salud. El de Óscar Alfonso, profesor del Externado de Colombia, estudia el proceso de urbanización residencial y muestra que si no existen acciones colectivas que controlen el enriquecimiento injustificado de los urbanizadores, la ciudad se convierte en fuente de distribución inequitativa de la riqueza que se crea con la urbanización. El de Jairo H. Restrepo, John F. Lopera y Sandra M. Rodríguez, profesores de las universidades de Antioquia y del Norte, analiza los efectos de la integración vertical en el sistema de salud colombiano y muestra que cuando las empresas aseguradoras ejercen un control vertical sobre los prestadores de servicios, los precios son menores y los beneficios son mayores para los usuarios que cuando actúan como firmas independientes.

* * *

En la sección de Clásicos, la Revista de Economía Institucional rinde homenaje a la memoria de Alfonso López Michelsen y de Carlos Lleras Restrepo en el centenario de su nacimiento. Se reproduce la presentación de Alfonso López al libro Rojos contra azules: el partido liberal en la política colombiana 1863-1899, de Helen Delpar, y algunos apartes sobre política cambiaria del informe presidencial de Carlos Lleras al Congreso Nacional el 20 de julio de 1967.

La sección de Notas y Discusiones incluye dos trabajos sobre regulación económica. El primero, de David Bardey y Ramón Castaño, sobre la regulación de tarifas en el sector de la salud en Colombia, y el segundo, de Alejandro Agafonow, sobre la regulación del monopolio en Venezuela. Y una nota sobre el Quinto Simposio Nacional de Microeconomía, realizado entre el 25 y el 27 de julio de 2007 en las universidades Externado y Nacional, que destaca los desarrollos recientes en economía computacional y teoría de la complejidad, y la participación del profesor Stephen Guerin en una de las plenarias.

Por último, se incluyen cinco reseñas. La primera, de Ángela Rojas, sobre La economía colombiana del siglo XX. Un análisis cuantitativo de James Robinson y Miguel Urrutia; la segunda, de Bernardo Pérez Salazar, sobre el libro de Al Gore Una verdad incómoda. La crisis planetaria del calentamiento global y cómo afrontarla ; la tercera, de Gregorio Giménez, sobre El misterio del crecimiento económico de Elhanan Helpman; la cuarta, de Alberto Castrillón y Alejandro del Valle, sobre el libro de Jared Diamond ¿Por qué es divertido el sexo? La evolución de la sexualidad humana, y la quinta, de Alejandro Becker Rojas, sobre el texto Understanding Environmental Policy de Steven Cohen.


NOTAS AL PIE

1. Molina, G. Proceso y destino de la libertad, 1955, Medellín, Universidad Autónoma Latinoamerica­na, Escuela Nacional Sindical, Universidad de Antioquia y Universidad Nacional, 1997.

2. Sen, A. “Internal Consistency of Choice”, Econometrica 61, 3, 1993, pp. 495­-521.

3. Sen, A. “The Impossibility of a Paretian Liberal: Reply”, Journal of Political Economy 79, 6, 1971, pp. 1406-1407.

4. Von Neumann, J. y O. Morgenstern. Theory of Games and Economic Behavior, 1944, Princeton, Princeton University Press, 2004.

5. Nash, J. “The Bargaining Problem”, Econometrica 18, 2, 1950, pp. 155-162; “Non-Cooperative Games”, Annals of Mathematics 54, 2, 1951, pp. 286-295, y “Two-Person Cooperative Games”, Econometrica 21, 1, 1953, pp. 128-140.

6. Von Mises, L. Human Action. A Treatise on Economics, 1949, Chicago, Regnery, 1966.

7. Von Hayek, F. The Counter-Revolution of Science. Studies on the Abuse of Reason, 1952, Indianapolis, Liberty Fund, 1979.

8. Keynes, J. M. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, 1936, México, Fondo de Cultura Económica, 1976.

9. Schelling, T. Micromotives and Macrobehavior, New York, Norton, 1978.

10. Mill, J. S. Principios de Economía Política, 1848, México, Fondo de Cultura Económica, 1978.

11. Arendt, H. “Understanding and Politics”, Partisan Review 20, 4, 1953, pp. 377-392. Reproducido como “Comprensión y política”, H. Arendt, ed., De la histo­ria a la acción, Barcelona, Paidós, 1995, pp. 29-46.

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