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Revista de Economía Institucional

versión impresa ISSN 0124-5996

Rev.econ.inst. v.9 n.17 Bogotá jul./dic. 2007

 


LA ECONOMÍA COLOMBIANA DEL SIGLO XX. UN ANÁLISIS CUANTITATIVO


COLOMBIAN ECONOMY DURING THE 20TH CENTURY. A QUANTITATIVE ANALYSIS


de James Robinson y Miguel Urrutia, eds., Bogotá, Fondo de Cultura Económica y Banco de la República, 2007, 678 pp.



Ángela M. Rojas R.*

* Magíster en Economía, profesora del Departamento de Economía de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia, angelarojas@economicas.udea.edu.co Fecha de recepción: 30 de agosto de 2007, fecha de modificación: 10 de septiembre de 2007, fecha de aceptación: 4 de octubre de 2007.



Este libro reúne algunos trabajos sobre diferentes aspectos de la economía colombiana del siglo XX. Consta de doce capítulos antecedidos por una introducción sobre una posible historia económica de Colombia durante ese siglo. La agrupación de los capítulos da una idea de la estructura de la obra; uno de ellos presenta una síntesis general del crecimiento económico; cuatro capítulos se dedican a los sectores agrícola, comercial, industrial y transporte; otros tres a la política económica: fiscal, monetaria y endeudamiento externo. Dos capítulos se refieren a la calidad de vida al tratar la estatura de los colombianos y la educación primaria y secundaria. Los dos restantes ofrecen una perspectiva comparativa del desarrollo colombiano y un balance de los estudios de historia económica después de 1942.

La obra es parte de un programa de investigación que busca medir y analizar el crecimiento económico colombiano. Sus veinte autores son economistas asociados al Banco de la República y a la Universidad de los Andes. Algunos capítulos fueron producto de investigaciones más extensas ya publicadas por el Banco y el Fondo de Cultura Económica, como GRECO (2002), Ramírez (2006) y Kalmanovitz y López (2007). Su propósito es contribuir a la investigación orientada al “estudio del desarrollo económico de largo plazo” del país (p. 5). Los editores toman como punto de partida la necesidad de medir y recolectar datos que forman la base fáctica para formular y probar hipótesis. De ahí el subtítulo: “Un análisis cuantitativo”. Así mismo, el libro busca sintetizar lo que se ha hecho en el país sobre estos temas y establecer la frontera de investigación.

La introducción explica cómo se han fusionado los estudios sobre historia económica, crecimiento y desarrollo económico. La investigación sobre crecimiento ha llevado al análisis de las instituciones en tanto sus causas últimas, lo cual demanda estudios más históricos. La historia económica entra en escena y la obra es definida como un libro de historia económica de Colombia (p. 4). No obstante, de acuerdo con el título su objeto es la economía colombiana en lugar de la historia económica del país. El título y esta presentación sugieren una coincidencia de objeto entre la economía y la historia económica –explicar el desempeño económico. La coincidencia se refiere también al método –análisis cuantitativo y la formulación y verificación de hipótesis. El enfoque histórico que nutre esa posición es la cliometría –o nueva historia económica, para la cual “es esencial el uso explícito de la teoría económica y los métodos cuantitativos rigurosos” (p. 608). La adopción de este enfoque es explícita en los capítulos sobre transporte y los estudios de historia económica. A este enfoque se suma el reconocimiento de las instituciones como factor explicativo importante, lo que modera el peso de lo cuantitativo y amplía el arsenal de herramientas.

El instrumental económico se utiliza en casi todos los capítulos, que presentan series largas de variables provenientes de fuentes primarias y construyen índices. También se hacen ejercicios econométricos para establecer relaciones entre variables. Por ejemplo, el capítulo dos, sobre antropometría histórica, y el capítulo ocho, sobre el transporte en la primera mitad del siglo, utilizan el análisis de convergencia regional; el capítulo tres, sobre comercio exterior, construye un índice de política comercial y utiliza filtros de Hodrick y Prescott para analizar el tipo de cambio real; el capítulo cuatro, sobre agricultura, usa curvas de Lorenz para estudiar la distribución de la propiedad; el capítulo sobre transporte aplica el método del ahorro social generado por los ferrocarriles, hace pruebas de causalidad entre la expansión de los ferrocarriles y las exportaciones de café, realiza un análisis de cointegración y calcula la elasticidad precio de la demanda de los servicios de carga y pasajeros.

La teoría económica se utiliza en diversos grados: en el primer capítulo se estima un modelo neoclásico de crecimiento, y en el capítulo cinco, sobre desindustrialización, el residuo de Solow se convierte en variable dependiente. El capítulo sobre historia monetaria presenta cálculos de la ecuación cuantitativa para evaluar la curva de Phillips y combina el enfoque monetario de la balanza de pagos con una función de reacción de la autoridad monetaria. El capítulo final sobre el desarrollo colombiano en perspectiva comparativa plantea un modelo de nueva economía política, basado en la acción racional, para ilustrar la elección entre clientelismo y populismo.

En cuanto a las instituciones, los editores declaran que las diferencias en el desempeño económico de los países pueden ser explicadas por “el conjunto de instituciones económicas y políticas de las sociedades, debido a que éstas son un determinante obvio de los incentivos y restricciones que enfrenta la gente” (p. 3). Los editores son conscientes de la inmensa labor que supone comprender la evolución de las instituciones en el largo plazo. Por ello son modestos en cuanto al alcance del libro: apenas una contribución inicial a esta agenda de investigación. Los autores que incorporan las instituciones de manera explícita se ubican en los dos primeros niveles del análisis institucional (Eggertsson, 1990). En el primero se identifican las instituciones que pudieron tener efectos sobre el fenómeno en estudio. El capítulo sobre crecimiento menciona la inseguridad de los derechos de propiedad, la violencia y la poca flexibilidad en la asignación de los factores productivos como posibles factores que retardaron el crecimiento. En el segundo se explican los mecanismos a través de los cuales el marco institucional afecta las decisiones de los agentes y del colectivo. El capítulo sobre agricultura es un excelente ejemplo, considera instituciones como el legado colonial y la naturaleza del Estado republicano que concentraron la propiedad de la tierra y llevaron a políticas ineficientes. El capítulo sobre historia monetaria reconoce la influencia del régimen cambiario, la banca central y las doctrinas y creencias que guiaron las decisiones de política monetaria. El capítulo sobre el carácter excepcional del desarrollo colombiano incorpora el clientelismo y el populismo como instituciones que pueden explicar la relativa estabilidad macroeconómica, la desigualdad del ingreso y la ausencia de golpes de Estado. En el tercer nivel –el menos desarrollado en la literatura actual– se intenta explicar el marco institucional. La endogenización de las instituciones está ausente en la obra, aunque el capítulo sobre agricultura da algunas pinceladas sobre el origen de los derechos de propiedad y la baja tributación de los terratenientes. Entre tanto, el capítulo final especula sobre el porqué de la falta de entrada en la política colombiana, que hace tan efectivo al clientelismo.

La base cuantitativa que construyen los autores es un aporte indudable del libro. Esta base –seguramente disponible para otros investigadores en formato digital– estimulará los estudios sobre la historia económica del siglo XX pues establece un punto de partida para ampliar, conectar y debatir los temas explorados. En este sentido, el Banco de la República ha hecho un esfuerzo loable para reactivar una comunidad científica desdibujada que además enfrenta serias limitaciones de financiamiento.

Los autores utilizan literatura económica actual y se interesan en el análisis comparativo y el contexto internacional. Así mismo, en gran parte del libro la argumentación apela a la formulación de hipótesis asistida por los hechos empíricos y la falsabilidad. Aquí se refleja la formación avanzada de los autores y su contacto con economistas norteamericanos del Centro para Estudios de América Latina de Harvard. Como resultado, los estudios siguen un método identificable y logran escapar al parroquialismo.

Sin duda los capítulos giran en torno a preguntas pertinentes sobre el siglo XX, como la desaceleración del crecimiento en el último cuarto, la ineficiencia del sector agrícola, la desindustrialización, la evolución de la calidad de vida, entre otras. La relevancia es mayor cuando se reconoce que la visión sobre el pasado guía las acciones presentes; así, el capítulo sobre agricultura destaca el problema de la concentración de la tierra; el de política fiscal, el tema de las reformas tributarias y la inestabilidad institucional, y el de política monetaria la sensibilidad a los choques externos y su profundización después de los años noventa. El capítulo sobre educación evidencia sus carencias y su lenta expansión, mientras que el capítulo 12 presenta una radiografía de la economía política del país que indica los costos económicos asociados a la estructura política.

Una de las debilidades del libro proviene de su enfoque. En primer lugar, la cliometría, junto a la referencia general a las instituciones, ofrece una aparente unidad que pronto se desploma cuando se descubre que el uso de la teoría y de los métodos cuantitativos varía en un espectro demasiado amplio: desde la narrativa cronológica apoyada en estadísticas hasta el razonamiento basado en modelos falseables. Basta contrastar capítulos como los de política fiscal, educación y endeudamiento externo –más cercanos a lo “típico” en historia– con los de crecimiento, comercio exterior, industria, política monetaria, ferrocarriles y especificidad del desarrollo colombiano –más cercanos a lo “típico” en la economía. En cuanto a las instituciones, sólo tres capítulos aplican conscientemente la noción en los distintos niveles. El único factor común a todos es la construcción de series de tiempo.

En segundo lugar, esta concepción de la nueva historia económica está desactualizada. Luego de su primera etapa de desarrollo se vio que el uso de la teoría neoclásica limitaba las preguntas y que la aplicación de los métodos cuantitativos generaba problemas. En la versión original de la cliometría, la historia económica no era más que economía aplicada o análisis económico retrospectivo. De aquí la coincidencia entre objeto y método, que llevó a que Solow y Arrow afirmaran que los historiadores económicos no aportaban nada nuevo a su labor (Parker, 1986). Esto explica la doble identificación en el título del libro y en su presentación. Si bien es cierto que una parte del ejercicio del historiador económico se puede apoyar o convertir en economía retrospectiva, más aún si su objeto es el siglo XX, no es menos cierto que su labor trasciende el ejercicio del economista. Las preguntas que plantea la historia económica van más allá de lo que la teoría principal, centrada en el mercado, ha elaborado hasta el momento. Preguntas sobre los procesos de cambio económico y la configuración de distintas matrices institucionales exigen vincular variables económicas a las no económicas. Por ejemplo, la comprensión de la política económica remite a la economía política para entender el conflicto de intereses doméstico y cómo se ubica en el conjunto de posibilidades y restricciones ofrecidas por la economía mundial.

Es innegable que la revolución cliométrica cualificó de manera contundente a la historia económica al introducir rigor en sus planteamientos. Sin embargo, la radicalidad de la revolución dejó claro que había despojado a la historia económica de identidad y libertad para abordar los procesos de estructuración y cambio de las economías. Así mismo, obstaculizó el diálogo con otras disciplinas mediante interpretaciones con bajo o nulo arbitraje intelectual entre científicos sociales en las que abundaban las variables omitidas. Este libro es sintomático a ese respecto: todos sus autores son economistas así como los autores en los que primordialmente se fundamentan. De ahí que los historiadores económicos estadounidenses más progresistas desistieran de imitar a los economistas y admitieran que las herramientas y análisis de otros científicos sociales también eran valiosos y sobre todo necesarios (Rojas, 2007). Precisamente allí radica la injusticia que Meisel comete en su balance sobre los estudios de historia económica en Colombia. Este autor pinta un cuadro demasiado impresionista en el que los estudios anteriores a 1990, salvo contadas excepciones, son de inferior calidad a los posteriores, donde primarían la nueva economía institucional y el análisis neoinstitucional. Este cuadro subvalora más de un trabajo anterior a 1990 y sobrevalora más de uno posterior.

Análisis como los de la versión primaria de la cliometría requieren gran cantidad de información cuantitativa y sofisticación argumentativa aplicable a un número limitado de problemas. Estos análisis no son infalibles: en algunos casos hacen contribuciones significativas y en otros su aporte es muy bajo. En ambos casos, no son accesibles a un público más amplio, más allá de los economistas, que pierde capacidad e interés para juzgar los resultados. Meisel (p. 629) anota acertadamente que tender puentes de comunicación es uno de los principales retos en la reactivación del área.

En cuanto al objeto del libro, abordar el siglo XX plantea retos no muy bien superados. El primero es la extensión del período, en el que hay cambios estructurales y ciclos como la Segunda Guerra Mundial o la Gran Depresión. Una obra de ese alcance requiere un cuadro general de referencia que evite descripciones repetitivas y periodizaciones múltiples que terminan por abrumar al lector y agrandar el volumen del libro. Es curioso notar cómo el uso de series de tiempo ofrece una imagen de continuidad que pronto debe ser diseccionada mediante la narrativa. El segundo reto se relaciona con la diferenciación regional, la cual se profundiza en el siglo XX. En la obra sólo cuatro capítulos contienen referencias sistemáticas a las regiones: antropometría, industria, ferrocarriles y educación. Con todo, predomina el análisis macroeconómico y agregado que no permite sustanciar preguntas sobre la divergencia entre regiones y el tipo de sistema nacional que configuran. Temas como el desempeño fiscal y sectorial, y fenómenos como el clientelismo se nutren de las tensiones entre regiones.

El tercer reto es el de las dificultades para elaborar historia contemporánea. Evaluar el siglo al que se pertenece significa ser juez y parte; máxime cuando gran parte de los autores han sido artífices de la política económica, desde el banco central, ministerios y comisiones, en el último cuarto del siglo XX. Es así como en los capítulos 1, 2 y 5 existe un marcado optimismo al evaluar el crecimiento económico del país, la evolución de la calidad de vida y la productividad multifactorial industrial. Aunque las ganancias son innegables cuando se compara el país decimonónico de 1900 con el país urbano del año 2000, son más reducidas cuando el análisis avanza por períodos más cortos y recientes. Por ejemplo, indicadores clave se desaceleran en términos absolutos y relativos a partir de 1975 o 1990. Si bien Colombia sale bien librada en relación con países de menores ingresos o economías más volátiles, en comparación con las economías asiáticas recientemente industrializadas el país tiene menos motivos para sentirse optimista. La comparación es aún más desfavorable cuando se consideran otras variables como pobreza, integración regional, capital social o gobernabilidad.

Pese a las limitaciones mencionadas, es indiscutible que este libro hace una contribución importante a la agenda de investigación sobre los determinantes del desarrollo colombiano de largo plazo. Esta agenda es extensa y exigente, requiere un bagaje metodológico actualizado y científicos sociales capaces de trabajar cooperativamente. Sólo los frutos del debate constructivo en torno a las contribuciones de cada capítulo y su ensamblaje, a manera de piezas de un rompecabezas, podrán colocar cimientos sólidos. Sólo estos debates podrán dar mejores explicaciones sobre las causas de un crecimiento económico impulsado por etapas que no dio origen a incrementos crecientes o al menos sostenidos de la inversión y la productividad durante el siglo XX, apreciación presente en los capítulos 3 a 5. La discusión permitirá elaborar lecturas más satisfactorias acerca de esa combinación colombiana tan particular en América Latina de crecimiento económico promedio en presencia del más largo conflicto armado interno, el narcotráfico más próspero y una de las tasas de criminalidad más altas.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Eggertsson, T. Economic Behavior and Institutions, New York, Cambridge University Press, 1990.

2. Grupo de Estudios del Crecimiento Económico Colombiano (GRECO). El crecimiento económico colombiano en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República y Fondo de Cultura Económica, 2002.

3. Kalmanovitz, S. y E. López. La agricultura colombiana en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República y Fondo de Cultura Económica, 2007.

4. Parker, W., ed. Economic History and the Modern Economist, Oxford, Blackwell, 1986.

5. Ramírez, M. T. La infraestructura de transporte en Colombia durante el siglo XX, Bogotá, Banco de la República y Fondo de Cultura Económica, 2006.

6. Rojas, A. M. “Cliometrics: A Market Account of a Scientific Community (1957-2006)”, Lecturas de Economía 66, 2007.

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