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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.8 no.11 Manizales July/Dec. 2007

 

¿PRESUPONEN LOS ARGUMENTOS ESCÉPTICOS CARTESIANOS EL REALISMO INDIRECTO?

DO CARTESIAN SCEPTIC ARGUMENTS PRESUPPOSE AN INDIRECT REALISM?

Jorge Gregorio Posada*
Universidad de Caldas

¿No recuerdas la controversia que suscitan con tal motivo los partidarios de este sistema, y principalmente sobre los estados de vigilia y del sueño? -¿Qué dícen?-. Lo que has oído, creo yo, muchas veces a los que nos exigen prueba de si en este momento dormimos, siendo nuestros pensamientos otros tantos sueños, o si estamos depiertos y conservando realmente juntos. -Es muy difícil Sócrates distinguir los verdaderos signos que sirven para reconocer la diferencia, porque en uno y otro estado, se corresponden, por decirlo así, los mismos caracteres.

Platón (Teetetes)

* Profesor del departamento de filosofía de la Universidad de Caldas. Sus principales áreas de trabajo son la lógica y la epistemología. Autor del libro La noción tripartita del conocimiento, una introducción a la epistemología (Universidad de Caldas, 2007), y varios artículos en revistas especializadas. E-mail: jorge.posada@ucaldas.edu.co

Recibido el 1 de Junio y aprobado el 25 de Julio.

Resumen

El artículo critica la afirmación de Diana Hoyos según la cual los argumentos escépticos típicos de Descartes presuponen una teoría incorrecta de la percepción. En particular, se muestra que el escepticismo sobre el mundo externo no depende de ninguna teoría de la percepción. Se puede abrazar o no abrazar cualquier teoría de la percepción, y los argumentos cartesianos del sueño y el genio maligno permanecen inmunes.

Palabras Clave

Hoyos, Descartes, Stroud, Dancy, escepticismo, Realismo indirecto, Realismo directo, principio de cierre.

Abstract

In this paper I take issue with Hoyos' statement according to which typical Cartesian skeptical arguments presuppose a wrong theory of perception. In particular, I show that skepticism about the external World does not depend upon any theory of perception. You can embrace or not any theory of perception and the Cartesian arguments of the Dream and the Evil Genius will remain unharmed.

Key Words

Hoyos, Descartes, Stroud, Dancy, skepticism, indirect realism, direct realism, closure principle.


Diana Hoyos Valdés afirma (2006) que el presupuesto sobre el cual se construyen los argumentos escépticos consiste en aceptar que nunca percibimos directamente los objetos externos. Nuestra creencia en la existencia de dichos objetos depende, no de nuestro contacto directo con ellos, sino de que los inferimos a partir de las sensaciones que nuestros sentidos captan de ellos. Este presupuesto es reconocido como "realismo indirecto", i.e., la tesis de que nunca percibimos directamente los objetos. Para la profesora Hoyos Valdés, si se niega este presupuesto y se opta por una teoría de la percepción en donde los objetos externos son captados directamente en nuestra sensación, "realismo directo", estos argumentos escépticos serían infundados. La profesora dice:

    "En líneas similares, en la filosofía contemporánea se ha desarrollado una tendencia que se denomina "realismo directo" según la cual percibimos directamente objetos externos. Si esta tendencia apunta en la dirección correcta, entonces la base de las dudas epistemológicas clásicas del escepticismo se cae".

Los argumentos escépticos cartesianos se resolverían, entonces, si se parte de una adecuada teoría de la percepción.

Trataré de mostrar que el escepticismo cartesiano es consistente tanto con el realismo directo como con el realismo indirecto, y que su base real revela la estructura lógica de los persistentes problemas filosóficos que parecen irresolubles. Por un lado, tenemos una creencia que consideramos incontrovertible y a la que nos sentimos incapaces de renunciar, pero, por otro lado, tenemos otra creencia inconsistente y contradictoria con la primera, e igualmente irrenunciable. Creemos en p y a la vez creemos en q, pero una vez que hemos analizado crítica y no rutinariamente a p y a q, caemos en la cuenta de que creer en p haría imposible q;o de creer en q se haría imposible p. Así, creemos que podemos tener conocimiento del mundo externo. A esto lo podemos llamar p. Por otra parte, reconocemos que es posible confundir nuestras experiencias del mundo externo con los sueños, a esto lo podemos llamar q.Pero para saber algo del mundo externo tenemos que poder distinguir clara e incontestablemente los sueños de la realidad. Así que, ¿cómo podemos saber que p si es posible q?; si q es posible, como parece serlo, no es verdad p.

Para el primer propósito, mostraré que la crítica de Hoyos falla, pues el escepticismo cartesiano no depende de ninguna teoría de la percepción. Intentaré aclarar cómo asume Hoyos el realismo directo y el realismo indirecto.

Tanto el realismo directo como el realismo indirecto presuponen lo que podemos llamar realismo. Ésta teoría, a diferencia de las dos anteriores, no es una teoría de la percepción sino un posición ontológica. No explica cómo percibimos el mundo, sino que aclara cuáles son las posibles condiciones de ser de las cosas. Específicamente, el realismo directo y el realismo indirecto coinciden con la posición ontológica llamada "realismo externo". Según ésta, el mundo tiene un modo de ser que es independiente del sujeto. John Searle (1997), defensor del realismo externo, lo caracteriza diciendo que es la concepción según la cual las cosas tienen un modo de ser que es lógicamente independiente de las múltiples maneras de representación humana. Decimos, entonces, que tanto para el realismo directo como para el realismo indirecto, el mundo tiene un modo de ser que es independiente de la percepción. Ambas teorías suponen que los objetos externos tienen unas propiedades y una existencia continua que no está condicionada por los perceptores. Establecer la naturaleza de dichas propiedades no es el asunto sobre el que discurren, sino sobre el tipo de relación que se da entre las percepciones y el mundo que existe independiente de ellas. Si estas definiciones son adecuadas, un escepticismo que presuponga el realismo indirecto, no cuestiona la existencia de un mundo independiente de las representaciones, sino la posibilidad de que, a través de nuestras percepciones, tengamos un acceso directo a él.

Para el realismo indirecto, el tipo de relación entre las cosas y las percepciones es inferencial. Un perceptor nunca percibe directamente los objetos, sino que a partir de sus sensaciones los infiere. Las sensaciones son el intermediario entre el perceptor y el objeto, y éstas no revelan directamente ninguna propiedad del objeto. A lo sumo, las sensaciones captadas por los sentidos son sólo signos de las cosas o sus propiedades, pero nunca muestran lo que éstas intrínsecamente puedan ser. Las mesas, los muros, los edificios que captamos directamente a través de nuestras sensaciones no son realmente las mesas, los muros y edificios que pueblan exteriormente el mundo. Pero de los primeros inferimos la existencia de los segundos. A la manera de un espejo, nuestra mente está en relación inmediata con el reflejo de las cosas, pero nunca puede ir directamente a las cosas reflejadas; del reflejo derivamos nuestras creencias en las cosas reflejadas.

En consecuencia, el realismo indirecto supone un intermediario entre los objetos y la mente. Este intermediario son las percepciones que, por inferencia, de éstas derivamos nuestro conocimiento de los objetos. Esta teoría de la percepción, así formulada, arrastra hacia el escepticismo del conocimiento del mundo externo, pues permite implicar que con las percepciones obtenemos escenas de las cosas, pero a la manera de una obra de teatro. Estos escenarios no tienen que corresponderse con los sucesos tal y como se dan en el mundo. La inferencia de los datos sensoriales a las cosas no es una inferencia concluyente. Siempre queda la posibilidad que lo que estamos percibiendo no tenga como correlato en el mundo externo un estado de cosas similar al que está en nuestra mente. Cito textualmente a Hoyos Valdés, esperando que la anterior caracterización del realismo indirecto sea consecuente con el sentido de lo que ella expresa cuando dice:

    Lo que tienen en común estos argumentos es cierto supuesto acerca de la relación entre nuestras percepciones y el mundo externo. Este supuesto es una tesis sobre la naturaleza de la percepción que, en pocas palabras, consiste en que nunca percibimos directamente los objetos externos. En pocas palabras, el argumento escéptico presupone que las relaciones entre la percepción y nuestras creencias sobre el mundo externo son inferenciales: inferimos tales creencias a partir de los datos que recibimos en la percepción.

Podemos caracterizar el realismo directo en contraste con el realismo indirecto. Así, mientras para el realismo indirecto un sujeto (S) nunca percibe directamente un estado de cosas del mundo externo (E), sino ideas o representaciones (R), las cuales son signos y premisas para inferir (E), para el realismo directo es falso que la relación del sujeto (S) con el mundo externo (E), esté mediada necesariamente por las ideas o representaciones (R). En condiciones normales percibimos directamente las cosas. Las percepciones, como otros estados mentales, no son algo, no son cosas adicionales que medien entre el sujeto y el mundo externo, y con las que el sujeto al estar directamente relacionado infiera estados de cosas del mundo externo. Del mismo modo que los estados mentales como el dolor, la tristeza, la felicidad, no son entidades adicionales entre el mundo y el sujeto. Las percepciones no son cosas adicionales que se interpongan entre el mundo y nuestra mente. Ambas teorías de la percepción se pueden presentar de la siguiente forma:

Para el realista indirecto: S ― (R) → E

Para el realista directo, en condiciones normales: S ― E

El escepticismo cartesiano, entonces, en tanto parte del realismo indirecto, consistiría en presuponer que, como no tenemos un contacto directo con el mundo externo, es posible que un demonio engañador esté construyendo una película entre nuestra mente y el mundo. Esta película no tiene por qué corresponderse con las cosas como son independientemente de las representaciones. Puede ser que, motivado por su travesura y poder, esté causándole a nuestra mente una versión de las percepciones completamente distorsionada de lo que las cosas realmente son y, en consecuencia, siempre está latente la posibilidad de que nada de lo que percibimos directamente sea realmente correspondiente con las propiedades y cualidades de las cosas. El realismo directo, al eliminar el presupuesto de que entre nuestra mente y el mundo hay una película, o una región de cosas que nos impide entrar en contacto directo con las cosas externas, afirmaría que no vemos la versión del mundo que un demonio engañador quiera proyectar, pues tal versión, con todos sus escenarios y cosas, no existe. Lo que tenemos en nuestra percepción son las cosas mismas que pueblan el mundo externo.

Espero que lo anterior capte el sentido en el que Hoyos asume la teoría de la percepción denominada realismo indirecto, y la manera como esta teoría opera en los argumentos escépticos cartesianos. No sobra terminar con una cita de la profesora:

    Para simplificar y relacionar el realismo directo con el problema escéptico, podemos decir lo siguiente. El supuesto acerca de la naturaleza de la percepción en el cual se basa el tipo de escepticismo radical adelantado por los argumentos del genio maligno y del cerebro en una cubeta es falso. Es falso porque cosifica inadecuadamente la percepción. Así, una vez eliminada esta presuposición, las dudas escépticas radicales se caen.

Mi afirmación de que los argumentos escépticos cartesianos no dependen, en esencia, de ninguna teoría de la percepción, se justifica en el llamado principio de cierre. Se puede asumir el realismo directo o el realismo indirecto y, no obstante, los argumentos escépticos se sostienen, pues lo que realmente presuponen ellos es el llamado principio epistemológico de cierre. Intentaré mostrar que el principio de cierre es tan simple e incontrovertible que difícilmente puede negarse su adopción.

Antes de describir el principio de cierre es importante mostrar que los argumentos escépticos cartesianos, en tanto escepticismo epistemológico, cuestionan el tipo de saber llamado proposicional. Bajo la distinción expuesta por Gilbert Ryle entre "saber hacer" y "saber que", los argumentos cartesianos se dirigen al "saber que", o saber de una proposición. Mientras que el "saber hacer" hace alusión al tipo de saber consistente en saber realiza una actividad, como nadar o montar en bicicleta, el "saber que" señala el tipo de relación que un sujeto puede tener con una proposición, en este caso, la de conocimiento. Así, entendiendo que los argumentos escépticos cartesianos evalúan nuestras proposiciones, en este caso, sobre el mundo externo, pasemos a describir el principio de cierre, y mostrar cómo éste robustece los argumentos escépticos cartesianos, hasta el punto en que adoptar cualquier teoría de la percepción, en el intento por refutarlos, se vuelve irrelevante.

Jonathan Dancy, en su libro Introducción a la epistemología contemporánea, describe el principio de cierre, el cual hace explícita una consecuencia que entraña el "saber que". El principio reza que si a sabe que p y sabe que p implica q, entonces a sabe que q. Aclaremos con un ejemplo:

Si a (Antonio) sabe que p (el campeón del mundial de fútbol de 2006 fue Italia), y si a (Antonio) sabe que p (el campeón del mundial de fútbol de 2006 fue Italia) implica q (el campeón del mundial de fútbol de 2006 fue un equipo europeo), entonces a (Antonio)sabe que q (el campeón del mundial de fútbol de 2006 fue un equipo europeo):

PC: [Sap ∆ Sa (pq)] → Saq

Dancy dice: "Lo que este principio afirma es que si a sabe que p y que p implica q, en este caso a también sabe que q; siempre sabemos que son verdad las proposiciones que sabemos que son consecuencia de una proposición que sabemos" (Dancy 1993: 25). El principio simplemente afirma que, en tanto las conclusiones de las implicaciones que conocemos se han derivado de proposiciones que conocemos, entonces, también conocemos esas conclusiones. Permítaseme otro ejemplo para ilustrar la simplicidad del principio: si Pedro sabe que Juan perdió el curso, y Pedro sabe que perder el curso implica sacar menos de tres en la nota, Pedro sabe que Juan sacó menos de tres en la nota.

Descrito el principio de cierre, veamos cómo puede robustecer los argumentos escépticos cartesianos, haciendo irrelevante para su réplica el adoptar cualquier teoría de la percepción. Partamos del argumento del sueño.

El argumento del sueño es una de las pruebas de que se vale Descartes para establecer la capacidad de las proposiciones de entregarnos conocimiento del mundo. Descartes reclama como condición para el conocimiento del mundo externo el que se pueda distinguir el estado del sueño del de vigilia. Su exigencia no parece descabellada. En su ánimo de someter a prueba el conocimiento, ve en la posibilidad del sueño una buena prueba. Es común que las personas sueñen y que lo ocurrido en este estado no sea digno de crédito. Pero si no existen indicios certeros que diferencien el estado del sueño del de vigilia, ¿cómo asegurar que algunas de nuestras proposiciones sean realmente obtenidas del mundo externo? El argumento del sueño de Descartes demanda distinguir entre los escenarios del sueño y las percepciones del mundo externo. La distinción es necesaria, pues si no hace, ¿cómo asegurar que una proposición corresponda a un estado de cosas del mundo, y no a las imágenes fantasiosas creadas en los sueños? Barry Stroud explica la exigencia de Descartes en un claro ejemplo:

    Supongamos que mientras miro por la ventana hago saber de manera casual que hay un jilguero en el jardín. Si me preguntan que cómo sé que es un jilguero y respondo que es amarillo, todos estarían de acuerdo en que en una situación normal esto no es suficiente para que se trate de conocimiento. "Por todo lo que has dicho hasta ahora", podría replicarse, "esa cosa podría ser un canario, ¿cómo sabes por tanto que es un jilguero?" se ha presentado cierta posibilidad que es compatible con todo lo que he dicho hasta aquí, y si lo que he dicho hasta este momento es todo lo que puede decirse y no estoy seguro de que lo que está en el jardín no es un canario, entonces no sé que hay un jilguero en el jardín. Debo descartar la posibilidad de que sea un canario si he de saber que es un jilguero (Stroud, 1991: 31-2).

La posibilidad de que haya un jilguero en el jardín es incompatible con la de que sea un canario y, por lo tanto, es sensato exigir que, para saber si hay un jilguero en el jardín, se muestre que no es un canario. Si se dice desde el realismo directo que lo que estoy percibiendo no son mis estados internos, como un sueño, sino las cosas directamente y que, por lo tanto, mi exigencia es infundada, es claro que el realista directo cae en una petición de principio. Como señala Barry Stroud, la exigencia de Descartes de distinguir entre el sueño y la vigilia obliga a adoptar un criterio que permita distinguir los sueños de las cosas que realmente existen. La misma exigencia puede formulársele al realista directo: ¿qué criterio nos permite distinguir nuestras percepciones directas de las cosas de aquellas percepciones que se dan en los sueños? Para establecer una prueba que permita distinguir la vigilia del estado de sueño hay que tener el conocimiento de tal prueba, pero siempre cabe la posibilidad que tal prueba sea el resultado de un fantasioso sueño. Incluso en caso de que se pudiera conocer tal prueba, la aplicación adecuada de la misma supone que primero se sabe que no se está soñando, y esto es justamente lo que se busca con la prueba. Stroud lo expone claramente cuando escribe:

    Para saber que la prueba ha sido llevada a cabo o que se da el estado de cosas en cuestión, Descartes necesitaría establecer por consiguiente que no está simplemente soñando, que realiza con éxito la prueba o que establece que se da el estado de cosas. ¿Cómo podría a su vez saberse esto? Obviamente la prueba o el estado de cosas particular ya en duda no puede servir como garantía de su propia autenticidad, pues podrían haber sido sólo soñados, de modo que sería necesario otra prueba o estados de cosas para indicar que la prueba original fue realmente realizada y no simplemente soñada, o que el estado de cosas en cuestión fue en verdad comprobado y no se soñó simplemente que se daba. Pero esta otra prueba o estado de cosas está sujeta a la misma condición general a su vez (Ibíd.: 30).

Como dice Descartes: "Y deteniéndome en este pensamiento, veo tan manifiestamente que no existen indicios concluyentes ni señales lo bastante ciertas por medio de las cuales pueda distinguir con nitidez la vigilia del sueño". Como veremos a continuación el principio de cierre lo exige, hasta el punto que si no se puede obtener, independientemente de que las cosas se perciban o no directamente, no se puede saber nada del mundo externo. Así, considerando el argumento del sueño desde el principio de cierre, tenemos que a sabe que p, (cualquier proposición), y a sabe que p implica q (no está soñando), entonces a sabe que q (no está soñando). Si aplicamos un simple modus tollens, como a no sabe que q (no está soñando), entonces a no sabe que p (cualquier proposición sobre el mundo externo):

PC: [Sap ∆ Sa (pq)] → Saq

~Saq

~Sap

De ahí que como ~q (como no se sabe que no se está soñando), entonces ~p (no se sabe nada del mundo externo).

En conclusión, el escepticismo cartesiano típico sobre nuestro conocimiento del mundo externo no descansa en ninguna teoría de la percepción, sino en la exigencia de un criterio que permita distinguir los sueños, en los que, sólo tenemos nuestras propias percepciones y la vigilia, en la que podemos tener la percepción directa de los objetos. Sin tal criterio, el escepticismo se mantiene.


REFERENCIAS

1. DANCY, J. (1993) Introducción a la epistemología contemporánea, Madrid, Tecnos.        [ Links ]

2. DESCARTES, R. (1986) Meditaciones metafísicas. En Obras escogidas, Buenos Aires, Charcas.        [ Links ]

3. HOYOS, D. "Teorías de la virtud: un nuevo enfoque de la epistemología (PARTE II) Desafíos externos y lucha interna". En Discusiones filosóficas, Vol. 7, No 10.        [ Links ]

4. PLATÓN, (2003) Teetetes, México, Porrúa.        [ Links ]

5. RYLE, G. (1967) El concepto de lo mental, Buenos Aires, Paidós.        [ Links ]

6. SEARLE, J. (1997) La construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós básica.        [ Links ]

7. STROUD, B. (1991) El escepticismo filosófico y su significación, México, Fondo de Cultura Económica.        [ Links ]

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