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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.9 no.12 Manizales Jan./June 2008

 

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LOS INDIVIDUOS

THE SOCIAL CONSTRUCTION OF INDIVIDUALS

César Lorenzano
Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina. clorenzano@untref.edu.ar

Recibido el 31 de marzo y aprobado el 30 de abril de 2008

Resumen

Ludwik Fleck, el filósofo y científico polaco que influyó tanto sobre la obra de Thomas Kuhn con sus nociones de "estilo de pensamiento" y "colectivo de pensamiento", sostiene en su escrito principal, La génesis y el desarrollo de un hecho científico, la posición de que el pensamiento es centralmente producto de una mente colectiva. En este artículo se presentan las concepciones epistemológicas y su circunstancia vital, como introducción a la noción de mente colectiva. Posteriormente, se objeta la existencia de una mente colectiva —a la que se supone innecesaria para los fines que se propone Fleck—, y se propone que sólo los individuos poseen las estructuras epistémicas que caracterizan a los estilos de pensamiento —eso que puede llamarse "mente"—, y por lo tanto, los únicos que las utilizan para construir nuevo conocimiento —"pensar"—, en el seno de diferentes colectivos de pensamiento, y en la interacción con sus miembros. Individuos, que pese a su pertenencia a esos colectivos, son únicos e irrepetibles.

Palabras clave

Fleck, Kuhn, estilo de pensamiento, colectivo de pensamiento, mente colectiva, individuos.

Abstract

Ludwik Fleck, the Polish philosopher and scientist that influenced so much Thomas Kuhn' conception with his notions of "thought style" and " thought collective ", states in his main work, The genesis and the development of a scientific fact, the position that thinking is centrally a product of a collective mind. We will present in this article his epistemological conceptions, and his vital circumstance, as an introduction to the notion of collective mind. Later on, the existence of a collective mind is objected —assuming it is unnecessary to Fleck's purposes—; we propose that only the individuals possess the epistemic structures characteristic of the thought styles —the so call "mind"— and therefore, that they are the only ones that uses them to build new knowledge —to "think"—, in the interior of different thought collectives, and in interaction with their members. These individuals, in spite of their adscription to those communities, are, for this very same reason, unique.

Key words

Fleck, Kuhn, thought style, thought collective, individuals.


INTRODUCCIÓN

En el presente artículo voy a tratar uno de los temas más bizarros que haya planteado la epistemología de origen médico1, y que si bien fue casi generalmente ignorado en su momento, y pareciera, a primera vista, implausible, fue la base de las filosofías de la ciencia actuales y de las concepciones sociales de la ciencia.

Me refiero a la peregrina idea —expuesta por Ludwik Fleck— de que una mente colectiva es la responsable de la creación y el desarrollo de la ciencia.

Por supuesto, esta noción es incomprensible si no nos referimos a su completa concepción epistemológica, de una enorme originalidad, que introduce al menos dos nociones provocativas, e impensables en su momento. La primera sostiene que el agente social que produce la ciencia no es individual, sino colectivo. La segunda, que aquello que la caracteriza, su logro central, no son tanto leyes, teorías o demostraciones, sino una estructura que evoluciona en el tiempo, que las explica, dotándolas de un sentido histórico del que carecen si se las considera de manera aislada.

Tuvieron que pasar más de veinte años desde que fueron enunciadas por Fleck, para que florecieran un conjunto de posiciones epistemológicas alrededor de esas intuiciones primeras.

Se trata de todas aquellas que incorporan en el corazón de su núcleo conceptual la noción de una estructura con características similares al que hicimos referencia, y que denominan con distintos rótulos, sea el de "paradigmas", de "programas de investigación", de "tradiciones", de "habitus" o de "teorías globales"2.

En cuanto a la noción de un agente social colectivo, es reconocible en la propuesta de Thomas Kuhn de que quien hace la ciencia es una comunidad científica.

Los estudios sociales de la ciencia, así como la noción de que la epistemología debe dirimir su adecuación al conocimiento científico en el terreno privilegiado de la historia de la ciencia —cuyo inicio habitualmente se atribuye a los desarrollos de Thomas Kuhn— tienen en estos conceptos de Fleck su origen desconocido.

A fin de hacerle la debida justicia, reseñaremos la vida de Ludwick Fleck, y caracterizaremos los rasgos centrales de su filosofía de la ciencia.

Una vez introducidos en su epistemología, daremos, por nuestra parte, los argumentos que justifican teóricamente la tesis de que la ciencia es producida por un agente social que excede a los individuos, para pasar luego a mostrar que atribuirle una mente colectiva es erróneo e innecesario.

Por último, expondremos la manera en que las subjetividades individuales se forjan en el seno de los colectivos sociales.

Nuestro camino argumentativo pasará por la postulación de una estructura social integrada por un mosaico de colectivos sociales, en la que discurren los sujetos epistémicos, y cuyas producciones simbólicas o materiales no pueden prescindir de la diversidad cultural, y de normas de solidaridad y democracia entre sus miembros.

Estas consecuencias del pensamiento de Fleck —no desarrolladas ni fundamentadas por él— pertenecen, de manera fleckeana, a su estilo de pensamiento, desarrollándolo en un sentido con el que, sin duda, acordaría, ya que se integran, armónicamente, con sus más profundas convicciones.

VIDA Y DESTINO DE LUDWICK FLECK

Ludwick Fleck3 nació en la ciudad polaca de Lwów, que pertenecía en esos días al estado multinacional austro-húngaro, el 11 de julio de 1896. Se recibe de médico, interesándose fundamentalmente por la microbiología, una disciplina que se desarrolla conjuntamente con la inmunología y la serología, en las que descuella luego como investigador.

Al mismo tiempo que su carrera científica, desarrolla un intenso interés en la historia de la ciencia -fundamentalmente de su propia disciplina- y en la epistemología, y comienza a publicar acerca de estas cuestiones en 1927.

Publica, pese a eso, apenas un puñado de escritos epistemológicos en medio de una enorme producción científica.

Tres artículos preceden a su libro Desarrollo y Génesis de un Hecho Científico, que es seguido por un importante escrito en 19364. Luego el silencio, al que rompen dos artículos escritos en 1946 y 19475. Un último trabajo -de fecha tan tardía como 1960- fue rechazado por varias revistas internacionales, por considerárselo de poco interés6.

El silencio filosófico que dura diez años, entre 1936 y 1946, tiene que ver con la ocupación nazi —ocurrida en 1941— de Lwów, la ciudad donde residía. Este suceso signa su destino y el de su obra epistemológica. Es hacinado, junto con todos los judíos de Lwów —un tercio de la población total de medio millón de personas— en un gueto de pésimas condiciones sanitarias, debiendo dejar atrás sus viviendas y pertenencias. La epidemia de tifus que diezma a la población del gueto es el terreno social en el que Fleck desarrolla una nueva vacuna contra esta enfermedad, tomando como antígenos sustancias presentes de la orina de los enfermos. Con ella previene la aparición de formas graves de tifus en él mismo, en su familia y en un pequeño grupo de personas cercanas, en las que pudo constatar su eficacia. Cuando los nazis se enteran de la vacuna, preguntan si podría ser activa en alemanes, a lo que Fleck contesta que posiblemente no, ya que pertenecen a otra raza. El episodio hace que sea deportado a un campo de concentración, y puesto a trabajar en un laboratorio de inmunología junto a otros prisioneros, a fin de que la produjera para enviarla al frente. Poco después es trasladado a Auschwitz, y posteriormente a Buchenwald junto con su familia, que permanece con él en todo este periplo. Debe su vida al hecho de ser reconocido por los alemanes como uno de los mejores especialistas en enfermedades infecciosas, y por consiguiente, a que es puesto a producir suero antitifoideo junto a un grupo de investigación, prisionero como él. Se las arregla entonces para fabricar un suero inactivo que se envía a las tropas alemanas del frente, mientras inyecta a todos los prisioneros del campo que puede con el suero activo, el que también envían para que sea controlado en su eficacia por los expertos alemanes. En pleno campo, tiene ánimos suficientes para producir una de los análisis epistemológicos más notables y conmovedores, que publica en 1947, y que se refieren a las investigaciones biológicas que son obligados a hacer un grupo de prisioneros7.

De regreso a Polonia, continúa sus investigaciones en el campo de la bacteriología y la inmunología, y llega a ocupar un lugar en el Presidium  de la Academia Polaca de Ciencias. En 1956, descubre que padece linfosarcoma. Emigra entonces a Israel, donde vive su hijo, y se encarga de la Dirección del Departamento de Patología Experimental en Ness-Ziona y de la cátedra de Microbiología de la escuela de medicina de la Universidad Hebrea de Jerusalén. En 1961, muere de un segundo infarto, a los 64 años de edad.

Aunque Thomas Kuhn, en su escrito más notable, La estructura de las revoluciones científicas8, lo menciona como uno de los autores que había anticipado muchas de sus propias ideas, su libro no es leído, y su editor suizo vende como papel viejo lo que queda de la edición —440 de un total de 600 ejemplares—. Pasaron 19 años desde entonces para que se reeditara su monografía, que fue rescatada del olvido en 19799. Pero incluso desde entonces, Fleck es escasamente estudiado.

El agujero negro de la memoria oficial había tragado su nombre, al punto que cuando se intenta reconstruir su vida, la Academia de Ciencias de su país natal —a la que había pertenecido— declara no tener un registro con su nombre.

LAS CONVICCIONES EPISTEMOLÓGICAS BÁSICAS

El núcleo central del pensamiento de Fleck —del que se deriva su teoría de la ciencia— lo constituye una teoría del conocimiento, que brevemente puede ser presentada de la siguiente manera.

Según Fleck, el error de las teorías tradicionales del conocimiento consiste en tomar como punto de partida a un sujeto que intenta conocer un objeto, entendidos ambos como invariables, siempre iguales a sí mismos.

Por el contrario, sostiene —y en esto se puede percibir un cierto aire kantiano— que los elementos que intervienen en una relación cognoscitiva no son dos —sujeto y objeto—, sino tres, existiendo un tercer elemento que media entre ellos, y que se constituye en su condición de posibilidad.

La peculiaridad de su propuesta consiste en que dicho tercer elemento es el conocimiento anterior. Esto la opone de modo radical a todas las propuestas anteriores, pues no se trata simplemente de un añadido a los dos polos tradicionales del conocimiento. Redunda en la completa transformación del sistema de relaciones, que es imposible leer desde ninguna epistemología de sujeto-objeto.

Ya conocemos los efectos que produjo la epistemología kantiana cuando introduce sus esquemas y estructuras a priori entre el sujeto y el objeto: el sujeto epistémico puede ser definido por ese tercer elemento, y el objeto —su conocimiento, al menos— lleva asimismo su impronta.

La maniobra hace que la consideración de ambos parezca superflua. En efecto, es posible hablar directamente sólo de esta estructura, obviando toda referencia tanto al sujeto como al objeto, puesto que no hacen más que reflejarla.

Pues bien, Para Fleck este conocimiento anterior no es individual ni a priori, sino que es histórico y social. Histórico, pues tiene un desarrollo en el tiempo, y social, pues excede a los individuos, e incluso a generaciones de indivi­duos, que no hacen más que recibirlo y transformarlo.

Sucede con esta estructura lo mismo que en la epistemología kantiana, aunque difieran sus efectos.
Mientras que en Kant el postular un tercer elemento a priori, ahistórico, invariable, da lugar a un sujeto asimismo invariable, igual a sí mismo, ahistórico, y a un objeto-de-conocimiento asimismo idéntico en el tiempo —productos todos de entender que la ciencia había llegado a su versión definitiva—, Fleck trastoca esta quietud, transfigurándola en un cambio perpetuo.

Si el conocimiento anterior es indispensable para adquirir un conocimiento nuevo, una vez que se logra, lo que llamamos "conocimiento anterior" ya es otro, pues lo que acabamos de conocer se le añade, transformándolo.

Al cambiar constantemente las condiciones de posibilidad, cambian tanto lo que llamamos sujeto como lo que llamamos objeto.

Esto es lo único constante en la epistemología, la existencia de un conocimiento anterior previo a toda investigación —al que llama estilo de pensamiento—, y que es producido por un agente social colectivo que se extiende a lo largo de las distintas generaciones, que denomina colectivo de pensamiento.

Insiste en que es extremadamente dificultoso percibir este tercer elemento, al menos en disciplinas constituidas, cristalizadas desde hace largo tiempo, o en el conocimiento común, pues al encontrarse tan enraizado en los hábitos, es tan omnipresente, tan obvio, que deviene invisible, como los anteojos para quienes los usan, o el agua para los peces. Por este motivo elige para su análisis, y para mostrarlo adecuadamente, una ciencia en continuo cambio, la medicina. Y en ella, dedica sus esfuerzos de historiador al nacimiento de una nueva ciencia, la serología, y dentro de ella, a la constitución de un nuevo hecho científico, la reacción de Wasserman.

Si recapitulamos el núcleo duro de convicciones a partir de los cuales Fleck elabora su epistemología, tendremos el siguiente cuadro:

1. No existe la supuesta relación epistémica entre sujeto y objeto: entre ambos, y haciendo posible la relación, existe un tercer elemento, que identifica con el "conocimiento anterior".

2. Dicho conocimiento anterior —el estilo de pensamiento— es producido por una capa social específica, el colectivo de pensamiento.

3. La única forma de acceder al mismo es mediante el estudio cuidadoso de su proceso de consolidación, de su génesis.

EL ESTILO DE PENSAMIENTO

El estilo de pensamiento posee componentes conceptuales, pero consiste fundamentalmente en una disposición permanente para ver y para actuar de una cierta forma —y no de otra—, que se adquiere durante el aprendizaje.

Se trata, entonces, de una mezcla inextricable de:

i) Elaboraciones conceptuales.

ii) Una forma de percibir organizada y globalizada —una Gestalt— distinta en cada estilo.

iii) Una habilidad práctica indispensable para manipular todo un sistema complejo de aparatos y controles, sin los cuales no es posible reproducir los experimentos, y por ende confiar en ellos.

Este conjunto de elementos —el estilo— determina qué es posible y qué no lo es en cada momento histórico.

Uno de los inconvenientes, quizás el principal, para la correcta aprehensión de la noción de estilo, es que no se encuentra "en acto" en los escritos científicos. Si lo estuviera, sería obvio, captándose tal como sucede con los enunciados o las fórmulas, o sería detectable a partir de su análisis, a la usanza de la filosofía de la ciencia tradicional.

Mientras que para el neo-positivismo lo central son los componentes lingüísticos de la ciencia, que se analizan mediante las herramientas conceptuales de la lógica, para Fleck los sistemas conceptuales se encuentran subordinados al estilo, se encuentran marcados por él: el estilo de pensamiento determina el estilo de cada concepto, de cada proposición.

Las publicaciones exhiben apenas una porción del estilo, al que es necesario añadir otros elementos que son del dominio de la subjetividad, las disposiciones a ver y actuar de una cierta manera, que en gran medida son inconscientes, y por lo tanto invisibles tanto para los científicos como para los epistemólogos.

Sería un error pensar que los escritos, por encontrarse materializados en tinta y papel, son los únicos que podamos considerar "objetivos". Las disposiciones también lo son, aunque de una manera distinta, por pertenecer a la intersujetividad del colectivo de pensamiento.

Este es uno de los motivos por los que Fleck no puede poner a la ciencia en un Tercer Mundo objetivo, como lo hace Popper, mundo en el que moran las teorías y las leyes. Ciencia pura, casi platónica, escindida de los hombres10.

Si la ciencia posee una porción suya —quizás la más importante— encarnada en la subjetividad del colectivo de pensamiento, si no es posible hacer ciencia sólo con la comprensión intelectual de los textos, y es necesario un entrenamiento práctico con el que configurar la percepción y las acciones propias de la ciencia, entonces reside para siempre en el mundo cambiante, corruptible, "sublunar", en el Segundo Mundo (al decir de Popper) en el que se mueven los hombres todos los días.

Fleck ilustra la imposibilidad de reducir la ciencia sólo a sus componentes conceptuales, y por lo tanto a ser trasmitida de manera conceptual en un escrito notable en el que describe a un grupo de personas inteligentes aisladas en un campo de concentración, con buenos textos a la mano. Es un relato descarnado de las observaciones epistemológicas que realiza siendo prisionero de ese mismo campo.

Obligados a producir resultados científicos en el campo de la microbiología y la inmunología, caen  colectivamente en errores de percepción y de comprensión de las experiencias que realizan, que se mantienen en el tiempo, pese a la lectura de nuevas evidencias teóricas que pudieran corregirlas. Lo que sucede es que reacomodan (ad hoc) la teoría para que se ajuste a lo que creen es correctamente percibido, exactamente como lo haría una actividad científica estándar.

Crean un estilo de pensamiento sui géneris —debido precisamente a ese aislamiento—, pero que posee todos los elementos que caracterizan el estilo de pensamiento de la ciencia.

El argumento se refuerza con el hecho de que los artículos en los que se describen los supuestos descubrimientos fueron publicados en revistas alemanas de prestigio, pues no encontraron errores conceptuales en ellos, cuando cualquier aprendiz con escaso entrenamiento hubiera visto en los preparados que utilizaban otras cosas que las descriptas, otros microbios, otras formas.

La lección que nos muestra Fleck con toda claridad es que la Gestalt y las habilidades prácticas no se adquieren en los textos. Sólo se aprenden a través del contacto directo con miembros formados del colectivo de pensamiento, en la interacción con ellos, y con los objetos específicos del campo de conocimiento11.

EL COLECTIVO DE PENSAMIENTO

El colectivo de pensamiento no sólo es el agente, el autor colectivo del conocimiento científico. Fleck dice algo más que esto. Dice que el colectivo de pensamiento es el agente, pero además el portador del estilo, y que el conocimiento vive en el seno de los grupos humanos12.

Entendemos los motivos que pudo tener para plantearlo de esta manera: desde el momento en que el estilo consiste —fundamentalmente— en disposiciones para ver y actuar de una cierta manera, reside necesariamente en sujetos biológicos susceptibles de po­seer disposiciones13.

Pero de aquí no se sigue que el portador del estilo sea un colectivo. Es necesario, para hacerlo razonable, que introduzcamos —aunque no sea mencionado por Fleck— una premisa adicional, por la que se expresa que el conocimiento y las habilidades de un estilo de pensamiento no pueden ser poseídos íntegramente, nunca, por un único individuo.
Las razones para justificarla son las siguientes. Sabemos que la literatura publicada en un campo de conocimiento no puede ser siquiera leída por cada miembro del colectivo, dado su número siempre en aumento. Lo mismo sucede con ciertas habilidades prácticas necesarias para la investigación, que vuelven imprescindible la colaboración entre distintos grupos, incluso muy lejanos14.

Esto significa que el conjunto de habilidades, percepciones y conocimientos que integran un estilo de pensamiento excede al de cualquier científico individual y sólo puede ser poseído —portado— en su totalidad por el colectivo de pensamiento.

Sabemos, además, que la ciencia necesita el intercambio con los otros, dentro de un grupo de investigación, y entre grupos de investigadores, para hacer avanzar el conocimiento, y para convalidar, intersubjetivamente, problemas y soluciones.

Hasta aquí la presentación —resumida— de la concepción de la ciencia y el conocimiento de Fleck, así como de los argumentos que hacen razonable pensar en un agente social colectivo para la ciencia.

Esta porción del pensamiento de Fleck dio lugar a la noción de comunidad científica en Thomas Kuhn, y a su través, impulsó los modernos estudios sociales de la ciencia, reconciliando epistemología y sociología de la ciencia.

Sin embargo, este no es el único Fleck. Está el que lleva esta línea conceptual a un extremo, para sostener la peregrina noción de una mente colectiva que porta, crea y desarrolla el conocimiento. En esta versión, el colectivo de pensamiento posee un psiquismo propio, con el que piensa15.

LA MENTE COLECTIVA

La idea de una mente colectiva suena tan extraña que se hace necesario rastrear los sitios en los que Fleck la menciona o la fundamenta. Veremos que no son tan numerosos como lo amerita, ni en ellos aparece una forma argumentativa convincente. La mayoría son afirmaciones dogmáticas (recordemos que para Fleck un marco conceptual puede introducirse, o bien de manera histórica —mostrando su evolución—, o bien de manera dogmática).

Los mencionaré puntualmente señalando al mismo tiempo las inconsistencias que presentan, para concluir argumentando que la noción de una mente colectiva no es esencial a su pensamiento.

La primera vez que Fleck se refiere a la posibilidad de una mente colectiva, lo hace cuando comenta —de manera casi inofensiva— que hasta en el intercambio entre dos personas —un colectivo de pensamiento momentáneo— se consigue una actitud especial que ninguno de los participantes aislados puede provocar de por sí. Acota que en este momento hacen su aparición unos "elementos específicos y no aditivos de la psiquis de la masa"16.

Ya presentada la noción de psiquis de masa, no se detiene en el camino. De allí en adelante, dirá que no solamente el colectivo es el que piensa: es el único que piensa.

Cita, así, aprobatoriamente a Gumplowicz, quien dice: "El mayor error de la psicología individual es la presunción de que la persona piensa [...] Esto es una cadena de errores. Pues lo que realmente piensa en la persona no es de ninguna manera el individuo mismo, sino su comunidad social". La premisa en que se apoya este autor es la siguiente: "La fuente de su pensar no está sino en el entorno social en el que vive y en la atmósfera social que respira. La persona no puede pensar de otra manera, pues su mente está estructurada de ese modo determinado debido a la influencia del entorno social que le rodea"17.

Curiosamente, lo más que pareciera autorizar esta premisa es a inferir que lo social es "condición de posibilidad" del pensamiento individual, y no a negarlo. Puesto que pudiera ser premisa no sólo con respecto al pensar, sino también al comer, dormir, soñar, y pareciera extraño oír que quien come, duerme o sueña es la sociedad y no el individuo que siente hambre, sueño, inquietudes.

Fleck extiende su postura anti-individualista a la biología, cuando expresa que la "unidad independiente y cerrada" que se ha tomado en cuenta habitualmente, debe dejar paso a "unidades armónicas de vida": la comunidad de animales, las colonias de hormigas, las unidades ecológicas como los bosques. "Es un prejuicio colocar en primer plano a los organismos (en el sentido antiguo de la palabra) como unidades de vida de un tipo especial". Como cualquier clasificación es arbitraria, convencional, propone una que considere como unidad a los agregados más amplios18.

Si incluso en biología debemos hablar de colectivos y no de individuos —pareciera decirnos Fleck—, entonces en esa particular actividad biológica que es el pensamiento, es legítimo afirmar que la unidad de análisis que piensa y conoce es el colectivo y no el individuo.

Con todo, estas afirmaciones de Fleck sobre la biología no carecen de problemas. En principio no es obvio que debamos dejar de hablar de organismos individuales para hablar sólo de comunidades de entidades biológicas. A la luz de la evolución de esta disciplina, se pensaría que ambos enfoques coexisten, y se emplean alternativamente en respuesta a problemas diferentes. El punto de vista singular se utiliza para analizar la fisiología o la psicología de los animales. El punto de vista colectivo permite analizar el comportamiento de sistemas complejos, como los ecológicos.

Tampoco es obvio que estos postulados puedan extrapolarse al pensamiento humano. Pareciera lo contrario, dado que la experiencia más inmediata del ser humano es la de su propia individualidad, y de ser el agente de sus pensamientos y de sus actos. Aun cuando pudiera sostenerse con plausibilidad que los individuos se experimentan además a sí mismos —en ocasiones— como partes indivisibles de comunidades amplias, sean territoriales o religiosas.

Tampoco son adecuadas las metáforas de una orquesta sinfónica y de un equipo de football —a las que apela Fleck— para hacernos comprender el funcionamiento colectivo de un conjunto de pensadores. Ninguna de ellas apoya la existencia de una psiquis colectiva.

En ambas lo importante —al igual que en la ciencia o en la cultura en general— es la producción común, y no cada acción individual, como observa acertadamente Fleck. Pero no testimonian acerca de un alma colectiva, sino de la obediencia común a normas de funcionamiento, que generan eso tan particular que es un concierto o un partido de football. Dentro de sus márgenes, podemos leer la contribución individual al logro común, más que las acciones de un sujeto colectivo. Sin la modulación que le imprimen las individualidades, no se explican las infinitas variedades en la interpretación de las partituras musicales, ni las impensadas combinatorias que aparecen en un partido de football. Ambas resultan de la obediencia de las reglas, pero también de las habilidades diferenciadas de sus miembros, en cada contexto específico.

Fleck piensa que cuando otorga sustancia —ontologiza— a una psiquis colectiva, la maniobra es inofensiva, puesto que —especifica— al mismo tiempo la funcionaliza. Agrega, además, que si es teóricamente útil a sus fines, se encuentra justificada. Ni una ni otra cosa es cierta. La maniobra no es inofensiva, ya que elimina la noción de individuo, ni es —como veremos— teóricamente útil a sus fines.

Notamos en una lectura cuidadosa de sus escritos que la posición de Fleck no es uniforme, ya que menciona alternativamente al colectivo de pensamiento como un agente social colectivo para un producto asimismo colectivo, el estilo de pensamiento —que, como hemos visto, se justifica por razones teóricas y empíricas—, y un colectivo de pensamiento que posee atributos de los individuos, creyendo que el último es una consecuencia necesaria del primero.

Resulta claro que si postulamos un colectivo social, nos comprometemos a sostener su existencia —ontológica—, y que, como lo muestra acertadamente Fleck, este colectivo tiene características que ninguno de sus miembros puede poseer aisladamente, por ejemplo, la de ser el portador de (todo) el estilo de pensamiento. Pero esto no implica sostener que tiene además los atributos de los individuos. Para todos los fines teóricos y epistémicos es suficiente pensar el colectivo como un sistema estructurado por las relaciones entre sus miembros, sin necesidad de postular una psiquis colectiva, ni de disolver al individuo19.

En este colectivo, sus miembros contribuyen con sus propias elaboraciones al desarrollo del estilo de pensamiento, del que son parte inseparable.

En cuanto a los fines perseguidos explícitamente por Fleck, la eliminación de los individuos de la epistemología y la sociología es incompatible con una visión democrática de la ciencia y la sociedad como la que sostiene20.

Como veremos a continuación, puede construirse, con estas herramientas conceptuales, una concepción de la sociedad en la que se visualicen, al mismo tiempo, la existencia de colectivos sociales y de mentes individuales, únicas, irrepetibles, construidas precisamente en el seno de esos colectivos sociales.

Es necesario para ello extender la noción de colectivo —y de estilo— de pensamiento más allá de la ciencia, a toda otra actividad productiva humana que persiste en el tiempo, y se institucionaliza.

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL INDIVIDUO

Si pensamos que toda actividad humana se hace en colectivos específicos, es posible percibir en la sociedad múltiples colectivos —científicos, artísticos, deportivos, religiosos, filosóficos, económicos, etc.— que poseen una estructura similar que la del científico, y que son portadores de estilos de pensamiento diferenciados.

Es necesario añadir que en esta concepción, los colectivos son los agentes sociales de la producción de la totalidad de los bienes que circulan en una sociedad. Sean ellos simplemente simbólicos, como la ciencia y los demás productos culturales, o bienes materiales.

Ahora bien, el estilo de pensamiento científico se subdivide en otros estilos, según disciplinas, y éstas a su vez en los que corresponden a las teorías que contienen; el estilo de pensamiento artístico se ramifica en el de las distintas artes, y en ellos, en los estilos de cada escuela; el estilo de la producción general de mercancías se divide en los de cada una de las ramas de producción; etc.

Entonces, la imagen que surge de aceptar que el pensamiento se encuentra delimitado por comunidades que portan estilos diferentes, es la de una sociedad formada por un mosaico de colectivos, que pueden tocarse, superponerse parcialmente, ser subconjuntos unos de otros, o encontrarse totalmente alejados. Como una natural consecuencia de estilos de pensamiento que se tocan, se superponen, se incluyen o se alejan entre sí. Una sociedad de estas características, es necesariamente compleja, múltiple, contradictoria.

En este contexto, podríamos decir que la pertenencia a su colectivo, y la posesión del estilo de pensamiento que lo caracteriza es lo que define a cada individuo, unívocamente determinado.

Sin embargo, cabe pensar otra alternativa: la de sujetos que pertenezcan simultáneamente a varios colectivos de pensamiento. Que sean obreros, fotógrafos, aficionados al billar, jugadores de football, padres, afiliados o simpatizantes de un partido político.

Como veremos, esta circunstancia se transforma en la condición de posibilidad de la construcción de subjetividades individuales únicas, irrepetibles.

Puesto que si este es el caso —como parece ser siempre— cualquier sujeto discurre en su existencia simultánea o sucesivamente por múltiples colectivos, apropiándose allí de los estilos de pensamiento que los caracterizan.

Pierre Bourdieu nos mostró convincentemente que la apropiación de los estilos de pensamiento —capital simbólico, en su terminología— es diferencial, en función de la dotación cultural previa de la que dispone, en general ligada al origen familiar y la escolaridad, y del tiempo y la dedicación que dispensa a la tarea21.

Siendo esto así, los sujetos no se apropian por completo de los estilos de pensamiento, sino de manera diferenciada, diferenciándose.

Si seguimos una distinción que hace Fleck, en el seno de los colectivos de pensamiento, entre quienes se dedican profesionalmente al desarrollo del estilo de pensamiento, y quienes poseen, como aficionados, en menor grado los conocimientos y habilidades que los caracteriza, diremos que los sujetos pueden ser profesionales en algunos colectivos de pensamiento, y aficionados más o menos duros en varios más22.

Así llegan a poseer ese patrimonio cultural —estilístico— específico que define a cada uno de ellos como un ser humano único, el único que posee esa herencia cultural familiar, y el único que recorre con ella un periplo único, exclusivo, por las comunidades humanas, en las que se apropia desigualmente de sus múltiples estilos de pensamiento. Amueblan su subjetividad con mezclas desparejas, heterogéneas, contradictorias, de fracciones de estilos de pensamiento.

La subjetividad se construye socialmente en los colectivos de pensamiento, como lo pensaba Fleck. Pero no en uno solo, sino en un número indeterminado y siempre cambiante de colectivos para cada sujeto, de tal manera que el resultado son subjetividades únicas.

De esta manera, pueden aportar al proceso de construcción de los estilos de pensamiento la porción que poseen del capital estilístico de un colectivo de pensamiento dado, y también el diferenciado capital estilístico que acumularon en otros colectivos, para enriquecerlo, y eventualmente cambiarlo.

Una concepción de los colectivos sociales como la que pensamos, pese a la importancia que asigna a los agentes y las creaciones colectivas, no puede permitirse prescindir de ninguno de sus miembros, de ninguna de sus individualidades. En ellos, en su diferencia subjetiva, se encuentran las partículas que llevan a lo nuevo y al cambio, de la misma manera que la evolución biológica de las especies —su variabilidad y su adaptabilidad— se debe a la diversidad genética de sus miembros. Como en las especies biológicas, en esas especies culturales que son los estilos de pensamiento, la evolución y el cambio están dados por la distribución desigual de los patrimonios simbólicos, y la necesaria interacción entre sus miembros.

De esta manera, los bienes que producen los colectivos son un resultado de la impredecible combinatoria de factores que aportan esos sujetos únicos. Y lo hacen, efectivamente, con las reglas constructivas de los colectivos, pero además, con las reglas constructivas propias de las subjetividades humanas, que difieren de las anteriores.

Incidentalmente, cabe mencionar que estos señalamientos apuntan tanto contra el hombre unidimensional, o la eliminación del sujeto en aras de los colectivos, como contra el individualismo metodológico. No es posible deducir, como se hace en economía, de un supuesto miembro ideal los comportamientos de los agentes sociales colectivos —lo que permite prescindir de ellos en la teoría—. Los individuos son efectivamente diferentes e irreductibles a ser subsumidos bajo un único denominador, tanto por poseer de manera desigual los saberes y habilidades propios del colectivo en el que son profesionales, como por esa mezcla heterogénea y única de estilos de pensamiento a la que nos referimos. Tampoco podemos dejar de hablar de entidades colectivas, so pena de no comprender la producción social.

Una consecuencia de este enfoque es que un colectivo es tanto más rico cuanto más poblado se encuentra, y cuanto mayor variabilidad cultural exista entre sus miembros. Desde esta perspectiva, no hay hombres imprescindibles, pero tampoco los hay que sobren. Todos son necesarios para la lenta construcción común de los estilos y los colectivos de pensamiento, que es al mismo tiempo la construcción de la sociedad en su conjunto.

Un argumento similar permite comprender el rol de la diversidad cultural en las sociedades como motor de su desarrollo y cambio, puesto que la innovación, la creación, requieren la mutua fertilización entre los más diversos estilos de pensamiento, y por ende de la existencia de ese mosaico complejo, fragmentado y contradictorio de campos sociales que los estilos acotan, irreductibles entre sí.

Frente a las corrientes homogeneizadoras de la cultura, vemos que no hay nada erróneo o perverso en la creación y mantenimiento de la diversidad social y cultural, sino en los mecanismos que llevan a la exclusión o la discriminación de ciertos estilos de pensamiento, sean de clases sociales, de grupos minoritarios o de comunidades culturales.

Si las sociedades no son tolerantes frente a la diversidad, si discriminan o censuran los estilos de pensamiento diferentes, la cultura, sus bienes simbólicos, todos empobrecen, y tiende a languidecer.

Lo mismo ocurre si los miembros de un colectivo de pensamiento dificultan la transmisión de los conocimientos y habilidades que los caracterizan a los aprendices que se aproximan a ellos, o si obstaculizan la circulación de las ideas en su seno: los estilos de pensamiento se estancan, y finalmente desaparecen.

No siempre resulta claro que la solidaridad elemental entre maestros y aprendices es el principio pragmático sin el cual no hay reproducción de los estilos de pensamiento. Ni tampoco que la democracia interna de los colectivos sociales lo es para la más amplia circulación y discusión de las ideas, garantía de que se adoptará la mejor solución posible, y por ende, se desarrollarán los estilos de pensamiento.

Sin ellas, desaparece la razón de ser de los colectivos de pensamiento, que es, como sabemos, la de mantener y desarrollar los estilos de pensamiento. No es necesario abundar en que estas prácticas necesariamente solidarias y democráticas de los colectivos son el fundamento normativo de la vida en sociedad, que es la vida en los colectivos.

La tolerancia a la diferencia, la solidaridad, la democracia —como vemos— son condición de posibilidad para que florezca la máxima diversidad simbólica, y para que los diversos estilos de pensamiento se desarrollen pasando de estados de menor a mayor complejidad.

Diremos además que esta condición de posibilidad compromete no sólo a la producción simbólica, sino también a la producción utilitaria, a la producción de bienes de uso. Esto es así, pues bien sabemos que sin ciencia, sin tecnología, no hay desarrollo económico. En la visión que proponemos no hay ciencia ni tecnología si no existe un simultáneo desarrollo social y cultural que les dé sustento, configurado por un vasto mosaico de estilos de pensamiento que las enriquece. Tampoco sin normas de tolerancia, democracia y solidaridad para que avancen y se desarrollen.

COLOFÓN

En nuestro artículo, mostramos la íntima ligazón de los conceptos centrales de la epistemología de Fleck, colectivo de pensamiento y estilo de pensamiento.

Argumentamos acerca de la plausibilidad de pensar en que la ciencia sea producida por un agente social colectivo, y mostramos que la noción de una mente colectiva no se sigue necesariamente de la aceptación de los colectivos de pensamiento.

A continuación, aceptamos que la producción material y simbólica de la sociedad, en su diversidad, se realiza en el seno de colectivos sociales específicos. Propusimos que los agentes sociales individuales no pertenecen a un único colectivo, sino que su existencia discurre por múltiples, diferentes colectivos. Esta pertenencia compleja lleva a pensar en sujetos multideterminados, y necesariamente diferentes. Utilizamos la noción de apropiación desigual, para acentuar la diferencia de los sujetos, y justificar el que sean simultáneamente profesionales y aficionados, en distintos colectivos de pensamiento.

Propusimos que esta diversidad estilística entre los miembros de los colectivos es la condición de la evolución y cambio de los estilos de pensamiento, y por ende, de la producción social.

Al mismo tiempo, propusimos que el interés de sus miembros en que cada colectivo logre su fin, que es reproducir y desarrollar su estilo de pensamiento al mejor nivel, exige normas éticas de tolerancia a la diversidad cultural, de solidaridad y de democracia, que surgen así del funcionamiento mismo de los colectivos.

Rechazamos en consecuencia la noción de una mente colectiva, y postulamos que la mente individual es una construcción social —el resultado inevitable de la vida en sociedad—, pero única, irrepetible, irreemplazable, alejados tanto del individualismo metodológico como de la fusión del sujeto en los colectivos sociales. Thomas Kuhn, en su breve introducción —Foreword— a la edición en inglés de la obra de Fleck, al comentar los aspectos con los que coincide, y con los que discrepa, menciona entre estos últimos —casi como único caso— la noción fleckiana de una mente colectiva, cuya sociología le resulta "repulsiva"23.
Creemos, sin embargo, que al llevar el pensamiento de Fleck a propuestas y conclusiones que no le pertenecen, no nos apartamos radicalmente de él. Nuestra exposición se desarrolla en el seno del estilo de pensamiento que se inicia con Fleck, ofreciéndose como un nuevo punto de partida para que lo tomen otros investigadores, y lo lleven, a su vez, más allá. Aunque al hacerlo deban negarlo.


NOTAS AL PIE

1 Llamamos así a la epistemología —poco conocida, por otra parte— desarrollada por investigadores médicos, que además practicaron la filosofía de la ciencia —entre ellos, Claude Bernard—.

2 El término paradigma corresponde a la teoría de la ciencia de Thomas Kuhn. Larry Laudan (Cfr. El progreso y sus problemas. España: Encuentro, 1986) emplea el término tradición de investigación. Imre Lakatos (Cfr. "Falsación y la metodología de los programas de investigación". En: I. Lakatos & A. Musgrave (eds.). La crítica y el desarrollo del conocimiento.Barcelona: Grijalbo, 1975) lo llama programas de investigación. PierreBourdieu (Cfr. El sentido práctico. Madrid: Taurus, 1991) lo denomina habitus; en el texto citado la desarrolla con mayor detalle.

3 Para una biografía intelectual de Fleck, cfr. T. Schnelle "Microbiology and Philosophy of Science, Lwów and the German Holocaust: Stations of a Life- Ludwik Fleck 1896-1961". En: R. Cohen & T. Schnelle (eds.). Cognition and Fact: Materials on Ludwik Fleck. Dordrecht: Reidel, 1986.

4 Los artículos previos son: "Some specific features of the medical way of thinking", "On the crisis of reality" y "Scientific observation and perception in general", mientras que el artículo posterior es "The Problem of Epistemology". Los artículos se encuentran en R. Cohen & T. Schnelle (eds.). Cognition and Fact. Materials on Ludwik Fleck. Dordrecht: Reidel, 1986. pp. 39-47, 47-59 y 59-76; pp. 79-113.

5 Se trata de "Problems of the Science of Science" y "To look, To See, To Know". Ibíd. pp. 113-153.

6 "Crisis in Science", no publicado. Ibíd. pp. 153-161.

7 "Problems of the Science of Science". Ibíd. pp. 113-129.

8 Kuhn, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica, 1971.

9 Año de su edición en inglés, que es prologada por el propio Kuhn.

10 Cfr. Popper, K. "Epistemología sin sujeto cognoscente". En: Conocimiento objetivo. Madrid: Tecnos, 1974, p. 106.

11 Fleck, L. The problems… Op. cit., (1946).

12 "El saber vive en el colectivo y se reelabora incesantemente". Fleck, L. Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache. Baselia, 1935. Trad.: La génesis y el desarrollo de un hecho científico. Madrid: Alianza/Universidad de Madrid, 1980.p. 141.

13 Paradigma -estilo- y comunidad científica -colectivo de pensamiento-, se definen mutuamente de manera circular: paradigma es lo que sostiene una comunidad científica, comunidad científica es la que sostiene un paradigma. Pero esta definición en espejo no es viciosa, dirá Kuhn acertadamente, pues indica que es suficiente para identificar un paradigma el conocer la comunidad científica correspondiente, o a ésta, si partimos del conocimiento del paradigma.

14 En investigación biológica, es sabido que algunos sapos de experimentación se crían en ciertos laboratorios, unas cepas de bacterias en otros, unos micetos en otros, y que cuando es necesario emplearlos, se solicitan a esos laboratorios, en vez de intentar reproducir el proceso de su crianza.

15 "Una especie de temor supersticioso impide atribuir también lo más íntimo de la personalidad humana, el pensar, a un colectivo". "¿Qué es la personalidad misma si no la personificación de muy distintas personalidades momentáneas y su forma psíquica común? Análogamente, el colectivo de pensamiento consiste en distintos individuos y tiene, asimismo, su forma psíquica particular y sus leyes especiales de comportamiento". Fleck, L. Op. cit., p. 90.

16 Ibíd. p. 159.

17 Gomplowicz, Ludwig. (1905). Grundiss der Soziologie, p. 269. Citado por Fleck, L. Ibíd., p. 93.

18 Cfr. Fleck, L. Op. cit., p. 106-107.

19 Cfr. Ibíd., p. 158-159. Fleck expone otras facetas de su argumentación sobre una mente colectiva, y discute a Kelsen sus postulaciones contrarias a la misma. Kelsen, Hans. "Des Begriff des Staates und dei Sozialpsychologie". Imago 8. New York: International University Press, 1922. pp. 97-141.

20 Fleck, L. Crisis in… Op. cit., (1960).

21 Bourdieu, quien emplea la metáfora económica para construir su concepción, habla de inversión, para referirse al esfuerzo que se realiza para aumentar el capital cultural.

22 Recordemos que para Fleck, en la estructura de un colectivo podemos distinguir entre una elite, responsable de la producción propia del colectivo, profesionales calificados para establecer la legitimidad de lo que pertenece al estilo de pensamiento, y los aficionados, aquellos que poseen en mayor o menos cuantía los saberes y habilidades del estilo, y a quienes se dirigen primordialmente los profesionales. Es de su mutua interacción de la que resulta el desarrollo del estilo de pensamiento, y no únicamente de la capa de profesionales. Veáse Fleck, L. La génesis y el desarrollo… Op. cit., p. 152 ss.

23 Para ver con más detalle las relaciones conceptuales entre Kuhn y Fleck, Cfr. Lorenzano, C. "Los ancestros de Thomas Kuhn". En: R. A. Martins, L.A.C.P. Martins, C.C. Silva & J.M.H. Ferreira (eds.). Filosofía e História da Ciencia no Cono Sul. 3er. Encontro, 2004. pp. 91-101.


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