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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.11 no.16 Manizales Jan./July 2010

 

Quine y el pragmatismo clásico

Quine and classic pragmatism

Andrés Páez
Universidad de los Andes, Colombia. apaez@uniandes.edu.co

Recibido el 14 de mayo de 2010 y aprobado el 7 de junio de 2010



Resumen

A menudo se asocia a Quine con los filósofos pragmatistas o al menos se le atribuye una posición consonante con el pragmatismo. En el presente ensayo examino la relación entre la obra de Quine y la de los pragmatistas clásicos: Peirce, James y Dewey. El recorrido por los escritos de Quine mostrará varias similitudes con la doctrina de los límites de la experiencia propuesta por James, y al mismo tiempo diferencias significativas con el naturalismo de Dewey y el pragmatismo de Peirce. El balance de este recorrido es que aunque existen algunos elementos en común entre los pragmatistas clásicos y Quine, es imposible afirmar que haya existido un interés de parte de Quine de asumir como propias las tesis pragmatistas para desarrollarlas en direcciones novedosas.

Palabras clave

Quine, Pragmatismo, Carnap, Naturalismo.

Abstract

Quine has often been associated with the Pragmatists or at the very least his work has been found to be consonant with Pragmatism. In this essay I examine the relation between Quine's work and that of the classical pragmatists: Peirce, James, and Dewey. My study of Quine's writings will reveal several similarities with James' doctrine of the limits of experience, and at the same time it will bring to light significant differences with Dewey's naturalism and Peirce's Pragmatism. On balance, although there are some elements in common between the classical Pragmatists and Quine, it is not possible to assert that there ever was any interest on Quine's part to adopt the theses of the Pragmatists in order to develop them in novel directions.

Key words

Quine, Pragmatism, Carnap, Naturalism.



1. INTRODUCCIÓN

"I don't object to being classified as a pragmatist.
I'm not sure what it means.
What is clear to me is that I'm an empiricist"
1

No es difícil encontrar textos en los que se catalogue a Quine como un filósofo pragmatista o neopragmatista, pero las razones de tal imputación frecuentemente son el resultado de una interpretación apresurada de la obra de Quine, de una interpretación equivocada de los filósofos pragmatistas, o de las dos cosas a la vez. Filósofos neopragmatistas como Richard Rorty, Hilary Putnam, y Susan Haack han interpretado la obra de Quine de maneras tan diversas que es difícil creer que estén hablando del mismo filósofo. Haack2, por ejemplo, arguye que existe una línea de pensamiento que une el pragmatismo realista y objetivo de Peirce con la obra de Quine y, por supuesto, con sus propios escritos. En el otro extremo, Rorty incluye a Quine dentro de la lista de sus héroes filosóficos, una lista que incluye a James, Dewey, Heidegger, Wittgenstein, Sellars, Kuhn y Davidson, entre otros. El mérito de Quine, según Rorty, es haber montado un ataque letal contra los principios del positivismo lógico, y contra Carnap en particular. Sin embargo, según Rorty, el ataque de Quine no llegó lo suficientemente lejos porque éste no logró liberarse del yugo cientifista propio de la filosofía analítica. Curiosamente, Putnam (1994) a su vez critica a Quine por haberle abierto las puertas al neopragmatismo irresponsable y relativista propugnado por Rorty. Según Putnam, el naturalismo de Quine y el relativismo de Rorty le sacan el cuerpo a la normatividad inevitable de nuestras prácticas epistémicas y semánticas.

En lugar de intentar sumergirme en la discusión neopragmatista contemporánea para juzgar las diferentes interpretaciones que hacen de la obra de Quine, mi propósito en este ensayo es tomar un camino que ha sido mucho menos recorrido, a saber, establecer la relación de Quine con los pragmatistas clásicos3. Mi propósito es mostrar que aunque hay elementos en común con los pragmatistas clásicos en la obra de Quine, especialmente en su obra temprana, éstos no son suficientes para afirmar que éste haya sido un continuador de esta tradición.

En lo que sigue me enfocaré en tres preguntas principales: En primer lugar, debemos determinar, desde el punto de vista histórico, si hubo alguna influencia pragmatista en el desarrollo intelectual de Quine. En segundo lugar, debemos averiguar por qué se cree que Quine es un pragmatista, ¿cuáles son los elementos en su obra que nos llevan a atribuirle tesis en común con Peirce, James o Dewey? Y en tercer lugar, debemos evaluar si estos elementos son apenas semejanzas de familia, para usar la frase de Wittgenstein, o si en conjunto constituyen un punto de vista que logre desarrollar en alguna dirección novedosa las tesis de los pragmatistas clásicos.

2. INFLUENCIAS PRAGMATISTAS

Las influencias pragmatistas en el desarrollo intelectual de Quine pueden ser descritas en pocas líneas. Ni en su formación universitaria ni en sus primeros años de vida profesional hay un estudio a fondo de la tradición pragmatista, como veremos a continuación.

El primer contacto de Quine con el pragmatismo es descrito en la corta autobiografía escrita para el volumen de la Library of Living Philosophers editado por Hahn & Schilpp. Quine nos informa que en su juventud leyó compulsivamente El pragmatismo de William James; sin embargo, dice, "lo creí todo y lo olvidé completamente"4.

Algunos años más tarde, durante su corta estadía en Harvard como estudiante doctoral (1930-1932), Quine fue alumno de C. I. Lewis, uno de los filósofos pertenecientes a la tradición pragmatista, y es posible que haya conocido a través suyo las tesis más importantes del pragmatismo clásico. Es necesario advertir, sin embargo, que para los años '30s el pragmatismo era visto como un movimiento en declive, pasado de moda. Para esa época Quine estaba mucho más interesado en el resurgimiento del empirismo en Europa que en un movimiento que representaba una época anterior a la profesionalización de la filosofía en los Estados Unidos.

Sin embargo, es innegable que Lewis dejó una huella en el pensamiento de Quine. Lewis, junto con Carnap, es el blanco de varios de sus primeros ataques al positivismo lógico. En "Dos dogmas del empirismo"5, por ejemplo, Lewis es presentado como uno de los defensores de la distinción entre juicios analíticos y sintéticos; y en "Referencia y modalidad"6 es acusado de intentar explicar el concepto de necesidad utilizando el de analiticidad. Donald Davidson tiene una interpretación interesante acerca de la presencia de Lewis en los primeros escritos filosóficos de Quine:

Yo sí creo que C.I. Lewis tuvo una influencia tremenda sobre Quine, pero Quine nunca cayó en cuenta de ello. La explicación es que Quine no tenía una educación filosófica y cuando tomó el curso de Lewis sobre epistemología, asumió que eso era lo que todo el mundo sabía sobre epistemología. Quine no se dio cuenta de que había una diferencia entre Lewis y todos los demás. Muy pronto encontró que había algunas cosas en las que no estaba de acuerdo con Lewis, como la distinción analítico-sintético. Yo no creo que Quine lo describiría de esta manera. Como dije antes, no creo que haya caído en cuenta de nada de esto, pero uno puede encontrar gran parte de la epistemología de Quine en C. I. Lewis, restando la distinción analítico-sintético. La epistemología naturalizada ocupa un lugar central en los afectos de C. I. Lewis. Yo no creo que Quine sepa hasta qué punto realmente existe una secuencia que comienza con Kant, pasa por C. I. Lewis, y termina con Quine.7

El comentario de Davidson no es tan sorprendente como puede parecer a primera vista, Mucho autores8 han señalado las coincidencias innegables entre la filosofía de Lewis y la de Carnap, y esta última ciertamente tuvo una gran influencia en el desarrollo del joven Quine. Más adelante volveré sobre la relación entre Lewis, Carnap y Quine en el contexto de "Dos dogmas del empirismo".

En 1933, tras finalizar sus estudios doctorales, Quine comenzó a reseñar para la revista Isis los volúmenes 2, 3 y 4 de los Collected Papers de Peirce, que para la época estaban siendo editados en Harvard por Charles Hartshorn y Paul Weiss9. Como se sabe, los Collected Papers no fueron organizados cronológicamente, sino por temas. Los volúmenes en cuestión están dedicados exclusivamente a la lógica, las matemáticas y la probabilidad, por lo que no podemos esperar que su lectura le proporcionara a Quine noción alguna de las tesis pragmatistas. Sí lo llevaron, en cambio, a reconocer el aporte original de Peirce a la lógica. En "La lógica de Peirce", uno de sus últimos artículos, Quine señala:

Sigue siendo instructivo trazar el surgimiento independiente y ligeramente posterior [al Begriffsschrift de Frege] de la cuantificación en la obra de Peirce. Frege no nos permite vislumbrar su génesis pues la cuantificación aparece completamente desarrollada en su primera publicación. Más aún, en un sentido importante es Peirce y no Frege el padre fundador, pues la influencia de Peirce fue continua a través del trabajo de Schroder, con salidas laterales a Peano y culminando en Principia Mathematica. Frege había sido una voz clamando en el desierto.10

La lógica, entendida en un sentido amplio que incluye a la teoría de conjuntos, ocupó el interés de Quine desde la época como estudiante de matemáticas y filosofía en Oberlin, hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En particular, la mayor parte de su trabajo durante estos años estuvo dedicado a aclarar y simplificar los oscuros cimientos planteados por Russell y Whitehead en Principia Mathematica, y a modificar el sistema de Principia en diversas maneras.

Ninguno de los episodios aquí presentados nos permiten establecer claramente algún tipo de influencia pragmatista en la formación de Quine. A modo de contraste, podemos afirmar sin lugar a dudas que la influencia más clara en el pensamiento de Quine es la de Carnap, y la del positivismo lógico en general. En un tributo a Carnap que tuvo lugar tras su fallecimiento en 1970, Quine afirmó:
Carnap fue mi mayor maestro (...) Fui en gran medida su discípulo durante seis años. Durante los últimos años sus puntos de vista continuaron evolucionando, al igual que los míos, pero en direcciones divergentes. Pero incluso cuando estábamos en desacuerdo, él continuaba planteando los temas: mi línea de pensamiento fue determinada en gran medida por los problemas que en mi opinión eran planteados por su posición11.

Como afirma Hookway12, no es posible comprender el propósito y la fuerza de los argumentos críticos de Quine si no se tiene en cuenta que el blanco de sus críticas era el tipo de empirismo que se encuentra en la obra de Carnap. Y no es posible comprender sus argumentos positivos si no se aprecia que Quine continuó siendo fiel al espíritu del positivismo. Como veremos en la siguiente sección, este diálogo permanente con la obra de Carnap es el origen de muchos malentendidos sobre el supuesto pragmatismo de Quine13.

3. ¿POR QUÉ PENSAR QUE QUINE ES UN PRAGMATISTA?

La fuente principal para atribuir a Quine un vínculo con el pragmatismo parece ser el final de "Dos dogmas del empirismo". Examinemos el famoso pasaje donde Quine explora las consecuencias epistemológicas y ontológicas de la distinción analítico-sintético. Tras afirmar que las preguntas ontológicas están a la par con las preguntas de las ciencias naturales, Quine se pregunta acerca de la existencia de las clases:

El asunto de si hay clases parece más una pregunta acerca del esquema conceptual más conveniente; el asunto de si hay centauros o casas de ladrillo en Elm Street parece más una pregunta sobre los hechos. Pero he venido insistiendo en que esta diferencia es sólo una de grado, y que depende de nuestras inclinaciones vagamente pragmáticas a ajustar un hilo del tejido de la ciencia en vez de otro al acomodar alguna experiencia recalcitrante particular. En estas decisiones el conservadurismo cumple un papel, al igual que la simplicidad.

Carnap, Lewis y otros adoptan una posición pragmática acerca de la pregunta sobre cómo escoger entre formas de lenguaje, marcos científicos. Pero su pragmatismo llega hasta el imaginado límite entre lo analítico y lo sintético. Al repudiar tal límite, yo me comprometo con un pragmatismo más exhaustivo14.

En este pasaje Quine está haciendo referencia a la famosa idea de Carnap, formulada en "Empirismo, semántica y ontología" (1950), según la cual toda pregunta ontológica puede ser entendida desde dos perspectivas diferentes. En el contexto de un marco lingüístico, es posible formular una pregunta acerca de la existencia de una entidad utilizando la lógica y las categorías de dicho lenguaje. Por ejemplo, en el contexto de un sistema matemático axiomatizado es posible formular la pregunta acerca de la existencia de una entidad matemática particular. La respuesta puede ser leída directamente de los axiomas o deducida de éstos. A este tipo de preguntas Carnap las denomina preguntas internas y las considera filosóficamente inocuas.

Pero si la pregunta se refiere a la totalidad del sistema de entidades que se presuponen en el marco lingüístico, si se refiere a la existencia de los números en general, por ejemplo, la pregunta, según Carnap, carece de sentido. Sólo tiene sentido preguntar acerca de lo que hay en un marco lingüístico puesto que es el marco el que contribuye el contenido cognitivo que nos permite formular la pregunta. "Ser real en el sentido científico significa ser un elemento del sistema; por lo tanto este concepto no puede ser aplicado con sentido al sistema mismo"15. Este tipo de preguntas, que Carnap denomina preguntas externas, sólo pueden ser respondidas pragmáticamente, a partir de consideraciones que involucran la utilidad de adoptar un marco lingüístico particular: "La aceptación no puede ser juzgada como verdadera o falsa porque no es una aserción. Sólo puede ser juzgada como más o menos conveniente, fructífera, apropiada para el fin para el cual el lenguaje estaba destinado"16.

La mención de C. I. Lewis en el famoso pasaje se explica de una manera similar. En sus libros La mente y el orden del mundo, de 1929, y Un análisis del conocimiento y la valuación, de 1946, Lewis desarrolla una concepción pragmática de las condiciones a priori que hacen posibles nuestros esquemas conceptuales, los cuales a su vez determinan el tipo de preguntas empíricas que se pueden formular y responder. Para Lewis, cuando se presenta un conflicto con la experiencia que da lugar a la adopción de un nuevo marco conceptual, "las categorías y conceptos no cambian literalmente; simplemente son rechazados y reemplazados por unos nuevos"17. Los conceptos y los objetos definidos a través de ellos poseen una estructura propia semejante a la de los marcos lingüísticos en la obra de Carnap. Lewis lo explica de la siguiente manera:

Todos los objetos son abstracciones de un tipo u otro. (...) En términos de esta abstracción cualquier interpretación de la experiencia que haya sido hecha correctamente permanecerá como verdadera. Cualquier contradicción entre la verdad antigua y la nueva es solamente verbal (...). La palabra antigua es retenida pero el concepto antiguo es desechado como un instrumento intelectual deficiente y reemplazado por uno mejor. Las categorías y los conceptos precisos son estructuras lógicas, ideas platónicas; sus implicaciones son eternas y la verdad empírica sobre cualquier cosa dada, expresada en términos de éstos, es igualmente eternamente inalterable18.

La diferencia más importante entre Lewis y Carnap reside en el énfasis de este último en el lenguaje y no en los conceptos. Se podría incluso decir que Carnap le da un giro lingüístico a las ideas de Lewis. Pero las ideas de fondo son semejantes y son el objeto de la crítica de Quine.

Ahora bien, la aparición del término pragmatismo en el famoso pasaje de "Dos dogmas" ha sido entendido por algunos como un abandono por parte de Quine del empirismo y sus dogmas, y una adopción del pragmatismo. Sin embargo, Quine mismo se ha encargado de disipar esa interpretación. En un artículo de 1991 titulado "Dos dogmas en retrospectiva", Quine dice:

Este pasaje tuvo consecuencias inesperadas. Sospecho que es el responsable de que se me clasifique comúnmente como un pragmatista. No me opongo, excepto que no es claro para mí qué se requiere para calificar como pragmatista. Yo simplemente tomé la palabra de Carnap y se la devolví: en cualquier sentido en que el marco conceptual de la ciencia sea pragmático, también lo es el resto de la ciencia19.

Y en la entrevista citada en el epígrafe de este artículo, Quine añade: "Mi razón para usar la palabra "pragmatismo" ahí fue que ésta aparecía en el párrafo de Carnap al cual estaba respondiendo"20.

Si retornamos a la obra de Carnap para dilucidar el sentido del término "pragmatismo", encontramos que él casi nunca utiliza la palabra, y que cuando lo hace es para referirse a la utilidad o conveniencia de una entidad teórica o de un concepto, y nunca a la tradición pragmatista. Si es cierto que Quine simplemente adopta el uso que hace Carnap de la palabra, es claro que "un pragmatismo más comprehensivo" simplemente significa un sometimiento de la totalidad de las creencias del sujeto al tribunal de la experiencia a la luz de nuestra capacidad predictiva y explicativa, y no un rechazo de la actitud empirista.

A mi modo de ver, las aclaraciones de Quine acerca del uso del término "pragmatismo" en "Dos dogmas" no disipan la sensación de que varios de los artículos contenidos en Desde un punto de vista lógico juegan con la posibilidad de soltar las amarras del empirismo en lugar de extender su alcance. En "Identidad, ostensión e hipóstasis" (1953c), por ejemplo, Quine afirma que no tiene sentido preguntarse si un esquema conceptual refleja correctamente la realidad:

Nuestro estándar para evaluar cambios básicos en nuestro esquema conceptual debe ser, no un estándar realista de correspondencia con la realidad. Los conceptos son lenguaje, y el propósito de los conceptos y el lenguaje es la eficiencia en la comunicación y la predicción. Tal es el deber último del lenguaje, la ciencia y la filosofía, y es en relación con ese deber que un esquema conceptual debe ser finalmente evaluado21.

El rechazo del realismo científico y de la posibilidad de un conocimiento objetivo acercan a Quine al pragmatismo de James, como veremos más adelante. No se trata sólo de privilegiar la utilidad de las entidades teóricas por encima de su papel como instrumentos de representación. En "Sobre lo que hay" (1953a) Quine va un paso más allá y parece defender la posibilidad de un pluralismo teórico. Refiriéndose a las diferencias entre un esquema conceptual fenomenalista y uno fisicalista, Quine se pregunta: "¿Cuál debe prevalecer? Cada uno tiene sus ventajas; cada uno tiene su propia simplicidad especial. Cada uno, quiero sugerir, merece ser desarrollada. Se puede decir, en efecto, que cada una puede ser considerada la más fundamental, aunque en sentidos diferentes; una es epistemológicamente fundamental y la otra lo es físicamente"22.

Este espíritu pluralista y relativista pronto desaparece de la obra de Quine, al igual que cualquier mención de la palabra "pragmatismo". En sus escritos más recientes, Quine incluso se caracteriza a sí mismo como un "realista robusto"23. Este cambio obedece en gran medida a la adopción del naturalismo y de un monismo metodológico en el cual no se vislumbran diferencias radicales entre los métodos de las ciencias y el de la filosofía. Así, en las primeras páginas de Palabra y objeto encontramos a Quine afirmando: "Yo propongo (...) considerar nuestra referencia a fenómenos físicos como un fenómeno físico, y nuestras imaginaciones científicas como actividades dentro del mundo que imaginamos"24. Y en "Las cosas y su lugar en las teorías" (1981) afirma que la única forma de reconciliar un realismo robusto con la escasa información proporcionada por nuestros receptores sensoriales es el naturalismo, esto es, "el reconocimiento de que es dentro de la ciencia misma, y no en alguna filosofía previa, que se debe identificar y describir a la realidad"25. Curiosamente, Quine concebía este paso hacia el naturalismo, y el rechazo del fundacionalismo, como un acercamiento al pragmatismo, según veremos en la siguiente sección.

4. LA RELACIÓN CON LA TRADICIÓN PRAGMATISTA

El pragmatismo clásico no constituye una doctrina unificada de tesis y principios. No es posible hablar de la relación de Quine con el pragmatismo clásico en general sin caer en deformaciones y alteraciones de las posiciones individuales de los pragmatistas. Por esa razón voy a analizar la relación de Quine con Peirce, James y Dewey separadamente. El análisis será necesariamente incompleto y un tanto impresionista, pero nos dará elementos de juicio para determinar la cercanía o la distancia entre estos pensadores.

Quine tenía opiniones muy divergentes acerca de estos tres filósofos pragmatistas. El siguiente pasaje de una entrevista hecha en 1993 revela que en el panteón de héroes filosóficos de Quine, Dewey ocupaba un lugar privilegiado, mas no así Peirce y James:

En puntos esenciales hallo que estoy de acuerdo especialmente con Dewey, aunque no fui influenciado por Dewey. No conocía su obra muy bien en aquellos tiempos. Ciertamente tengo una opinión más favorable de Dewey que de los otros, así llamados, pragmatistas, especialmente de William James. Hay dos puntos en los que me alejo radicalmente de James: por un lado, su teoría pragmática de la verdad; y por otro, su "Voluntad de creer", la cual me parece que es una forma de proporcionar ayuda y confort a los que piensan con el deseo. En cuanto a Charles Sanders Peirce, nunca logré obtener una visión unificada de él. Admiro sus contribuciones pioneras a la lógica moderna, pero en cuanto a su metafísica, lo poco que he leído de su filosofía no me atrae debido a la metafísica más bien vaga y excesiva que contiene26.

Comenzaré el análisis con la relación entre Quine y Peirce. Dada la complejidad y extensión de la obra de Peirce, sólo podré mencionar algunos pocos puntos de comparación. La filosofía de Peirce está guiada por lo que él denomina "la actitud científica", la cual es caracterizada por un deseo genuino de descubrir verdades objetivas a través del método de la ciencia. El método científico para Peirce es el método de la experiencia y la razón, el método que ha permitido el éxito de las ciencias naturales y que debe ser adoptado por la filosofía. Sin embargo, el pragmatismo de Peirce no es cientifista, es decir, no intenta encontrar respuestas científicas a preguntas filosóficas. Es factible pensar que Peirce estaría completamente en desacuerdo con el naturalismo de Quine, al menos en su versión más radical, y en particular con el abandono de toda normatividad epistémica.

También es difícil creer que exista una relación entre el carácter pragmático de los esquemas conceptuales propuesto por Quine en "Dos dogmas" y la máxima pragmática de Peirce. Existen varias formulaciones de la máxima pragmática. Consideraremos dos versiones de diferentes épocas:

Considere qué efectos, que podamos concebir que tienen relevancia práctica, concebimos que tiene el objeto de nuestra concepción. Entonces, nuestra concepción de estos efectos es la totalidad de nuestra concepción del objeto27.

Si uno puede definir de manera precisa todos los fenómenos experimentalmente concebibles que podrían ser implicados por la afirmación o negación de un concepto, uno tendrá una definición completa del concepto, y no hay absolutamente nada más en él. Para esta doctrina [el autor] inventó el nombre pragmatismo28.

En breve, el significado pragmático de un predicado es dado por condicionales subjuntivos de la forma: si tales y tales acciones se llevaran a cabo, tales y tales consecuencias experimentales se seguirían. El significado pragmático siempre permanece inacabado puesto que nuevos descubrimientos empíricos generan nuevos condicionales.

A mi modo de ver Quine difícilmente aceptaría la máxima pragmática debido a lo que Susan Haack llama su "alergia extensionalista al modo subjuntivo"29. Quine considera que los condicionales subjuntivos y contrafácticos son muy problemáticos, incluso poco respetables. En el famoso parágrafo 46 de Palabra y objeto, Quine afirma:

El condicional subjuntivo depende (...) de una proyección dramática: pretendemos creer en el antecedente y examinamos entonces qué tan convincente encontramos el consecuente, Cuáles rasgos del mundo real se supone que debemos preservar en el mundo ilusorio del antecedente contrario-a-los-hechos sólo puede ser adivinado a través de nuestra intuición favorable del propósito más probable del fabulista al confeccionar su fábula30.

Esta visión de los condicionales subjuntivos como fábulas va de la mano del nominalismo quineano. Ni las leyes ni los condicionales subjuntivos expresan, para Quine, relaciones necesarias presentes en la naturaleza. Los condicionales subjuntivos son simplemente recursos heurísticos para formular problemas, y aunque logran abreviar relaciones teóricas complejas, no deben jugar ningún papel en una teoría científica madura.

Así, el nominalismo de Quine impide la aplicación de la máxima pragmática. Pero no sólo eso. También entra en conflicto con el realismo escolástico de Peirce, según el cual existen objetos reales generales, las clases y las leyes naturales. Si éstos no existieran, cree Peirce, la ciencia sería imposible. La posibilidad de hacer predicciones e inducciones, y de formular explicaciones depende de la realidad de las clases naturales y las leyes. Éstas subyacen la realidad percibida y el propósito de la ciencia es descubrirlas. Quine, por el contrario, afirma al final de "Clases naturales" que una indicación de la madurez de una ciencia es precisamente "que ya no necesita una noción irreducible de similitud y de clase"31. No debe sorprendernos entonces que Quine considere la metafísica de Peirce como "vaga y excesiva".

Pasando ahora a la relación entre Quine y James, considero que aunque Quine mismo no lo reconozca, la asociación más cercana que se puede hacer entre su obra y la de algún filósofo pragmatista es la semejanza entre los artículos que componen Desde un punto de vista lógico, y el pragmatismo de William James.

James tomó como punto de partida la máxima pragmatista de Peirce, y concuerda con éste en que el significado de un concepto yace en sus consecuencias empíricas. Sin embargo, según James las consecuencias no se refieren sólo a aquellas que se siguen de la verdad de la proposición, sino también a las que se siguen del hecho de que el individuo crea esa proposición. Hay un desplazamiento desde el ámbito de la investigación objetiva, donde lo que único que cuenta son las relaciones lógicas y empíricas de las creencias mismas, a un ámbito más subjetivo donde también se incluye el efecto que una creencia tiene sobre la vida del individuo. Este cambio de énfasis se puede explicar, en parte, por el interés de James en la psicología de la creencia, y en parte por su afán de encontrar un lugar para las creencias religiosas en la vida del hombre de ciencia. En "La voluntad de creer", por ejemplo, James afirma que intentará defender "nuestro derecho a adoptar una actitud de creencia en temas religiosos, a pesar de que nuestro intelecto meramente lógico no haya sido forzado a creer"32.

La voluntad de creer no puede ser ejercida sino en circunstancias muy específicas, pues la evidencia empírica y la lógica generalmente nos fuerzan a creer involuntariamente. La voluntad de creer sólo se ejerce en el siguiente escenario:

Nuestra naturaleza pasional no sólo puede legalmente, sino que debe tomar una opción entre varias proposiciones cuando es una opción genuina33 que no puede, por su naturaleza, ser decidida a partir de una base intelectual. Pues decir, en tales circunstancias, "No decidas; deja la cuestión abierta", es en sí misma una decisión pasional –tal y como decidir sí o no– y corre el mismo riesgo de perder la verdad34.

Peirce y los positivistas lógicos responderían a tal afirmación simplemente afirmando que una hipótesis que no pueda ser decidida sobre bases empíricas o racionales, simplemente no es una hipótesis. Más vale "perder la verdad" que aventurarse en especulaciones que le proporcionan ayuda y confort a los que piensan con el deseo.

Sin embargo, no es tan claro que el Quine de "Dos dogmas" pueda ofrecer una respuesta similar. Según James Harris, en su obra temprana Quine estaba más lejos del realismo de Peirce de lo que James jamás lo estuvo. La base de la acusación de Harris reside en el hecho de que en Quine "los criterios de evaluación del sistema de creencias son internos al sistema"35.

En efecto, en El pragmatismo James le impone tres límites a la adopción de una creencia o a la modificación de nuestra red de creencias. En primer lugar encontramos el límite de la experiencia, que es el ámbito donde se verifican las creencias. Las creencias generan expectativas acerca de lo que se va a experimentar. La satisfacción de una creencia en la experiencia es su verificación; su no satisfacción, su refutación. En segundo lugar está el límite de la lógica. Para James, las verdades acerca de las relaciones entre los objetos mentales son de carácter eterno y son la base de la lógica y las matemáticas, pues son principios y definiciones evidentes para nosotros sin la necesidad de una verificación sensorial. Finalmente, existe un límite que proviene de las creencias previas. Para adoptar una idea o generar un cambio en mi sistema de creencias, debo tomar como punto de partida las creencias que ya poseo. La idea de James aquí es muy similar a la de la barca de Neurath. Estos tres límites no conducen a decisiones únicas porque siempre existirá una tensión entre la tendencia a conservar las creencias previas y la necesidad de adoptar creencias nuevas. Toda investigación debe buscar un equilibrio entre estas dos fuerzas opuestas.

La similitud con la imagen quineana de la red de creencias presentada al final de "Dos dogmas" es clara. La diferencia radica en que para Quine la lógica no hace parte de los límites de las creencias, pues la lógica misma, junto con cualquier otro criterio interno de evaluación, se convierte en una creencia que puede ser revisada a la luz de experiencias recalcitrantes. No debe sorprendernos entonces que haya autores que consideren el relativismo de Quine más radical que el que se le pueda atribuir a James36.

Retornando al problema de la voluntad de creer, es concebible que un individuo adopte voluntariamente un esquema conceptual inconsistente sobre uno consistente debido a "la eficiencia en la comunicación y la predicción" que le proveen. Recordemos que estos son los criterios que Quine promulgó en "Identidad, ostensión e hipóstasis" como única base para juzgar esquemas conceptuales. Si Quine ha de ser consecuente con dichos criterios, no puede rechazar de manera tan enfática el pragmatismo de James, incluyendo su voluntarismo doxástico. Al fin y al cabo estamos hablando del mismo Quine que afirmó que los dioses de Homero y los objetos físicos sólo difieren en grado y no en clase.

Como mencioné anteriormente, en su obra posterior Quine se aleja gradualmente de estas posiciones relativistas y por ende es cada vez más difícil encontrar similitudes con la obra de James. Pero lo que he intentado mostrar aquí es que el punto de partida de Quine estuvo más cerca del pragmatismo de James de lo que Quine mismo quisiera admitir.

Finalmente, la sintonía que Quine encuentra entre su obra y la de Dewey está basada, no en las tesis pragmatistas de este último, sino en su naturalismo. Dice Quine al comienzo de "La relatividad ontológica":

Filosóficamente, estoy ligado a Dewey por el naturalismo que dominó sus últimas tres décadas. Al igual que Dewey, mantengo que el conocimiento, la mente y el significado son parte del mismo mundo al que se refieren, y que deben ser estudiados en el mismo espíritu empírico que anima a las ciencias naturales. No hay lugar para una filosofía primera37.

Ahora bien, el naturalismo de Quine también podría ser asociado en cierta medida con la obra de Peirce y James. En un artículo titulado "Cuestiones acerca de ciertas facultades atribuidas al hombre" (1868), Peirce utiliza los resultados de varios experimentos fisiológicos sobre la percepción para cuestionar nuestra habilidad introspectiva de distinguir entre una intuición y una inferencia, una distinción que había sido fundamental para la epistemología moderna introspectiva de corte fundacionalista. Y en Los principios de la psicología (1890), William James va un paso más allá y asume que el conocimiento es simplemente un hecho de nuestra vida mental, un hecho que pertenece al mundo biológico y que debe ser estudiado usando el método experimental de las ciencias naturales. En dicha obra, James también ofrece una teoría de la experiencia humana que trasciende la concepción atomista de la percepción. El elemento más importante de esta teoría es la idea de que las predisposiciones y preconcepciones filtran nuestras percepciones. Nuestras actitudes, valores y creencias determinan, entre otras cosas, la duración e intensidad de nuestra percepción, y los objetos y relaciones que reciben nuestra atención y que son seleccionados para ser procesados cognitivamente.

El naturalismo no es, sin embargo, una tesis que Quine asocie con el pragmatismo. Es más bien el punto culminante del empirismo, como lo explica en su famoso ensayo "Cinco hitos del empirismo" donde lo asocia con una tradición que va desde Comte hasta Neurath:
El filósofo naturalista comienza su razonamiento dentro de la teoría de mundo en marcha que ha heredado. Tentativamente cree en toda ella, pero también cree que algunas porciones sin identificar están equivocadas. Intenta mejorar, aclarar y entender el sistema desde adentro. Él es el ajetreado marinero a la deriva en el bote de Neurath38.

Así, la única conexión que Quine admite con la obra de algún pragmatista resulta ser, más bien, una conexión con la tradición empirista a la cual Peirce, James y Dewey también pertenecen.

Por otra parte, existen diferencias notorias entre las perspectivas filosóficas de Quine y Dewey. Una de las tesis centrales de la teoría de la investigación de Dewey es el rechazo del punto de vista del espectador en la construcción de una teoría del conocimiento. Dewey rechaza la idea de un sujeto estático que contempla un objeto fijo e independiente. En su lugar, concibe la investigación como un esfuerzo por resolver problemas prácticos e intelectuales. El fin de la investigación no es obtener una imagen certera de la naturaleza, sino más bien una solución inevitablemente provisional a dichos problemas. A pesar del conductismo semántico y el naturalismo epistemológico de Quine, ni el lenguaje ni el conocimiento están realmente atados a las prácticas o acciones humanas. Nuestras teorías son mecanismos para formular enunciados sobre la realidad, pero el sujeto no es concebido como un participante en la acción social y natural.

Más importante aún, existe una diferencia notoria entre las concepciones de la experiencia en Quine y Dewey. Para este último, la experiencia tiene un espectro bastante más amplio que el que tiene en la obra de Quine. Dice Dewey:

Si la experiencia realmente presenta rasgos morales y estéticos, entonces también podemos suponer que estos rasgos se extienden a la naturaleza, y dan fe de algo que le pertenece a la naturaleza tan verazmente como la estructura mecánica atribuida a ella por la ciencia mecánica. Eliminar esa posibilidad a través de algún razonamiento general es olvidar que el significado y el propósito mismos del método empírico es que las cosas deben ser estudiadas por lo que son, para así hallar lo que es revelado cuando son experimentadas39.
El empirismo de Quine es demasiado limitado para cubrir la riqueza y la inmediatez de la experiencia humana. La posición de Quine corresponde a lo que Dewey denomina el "intelectualismo" filosófico:
(...) la teoría según la cual todo experimentar es un modo de conocer, y según la cual todos los temas, toda la naturaleza, debe ser, en principio, reducida y transformada hasta ser definida en términos idénticos con las características que presentan los objetos refinados de las ciencias. El supuesto del "intelectualismo" va en contra de los hechos de lo que es experimentado de manera primaria. Pues las cosas son objetos que han de ser tratados, usados, sujetos y acompañantes de la acción, disfrutados y padecidos, más aun que cosas que han de ser conocidas. Son cosas tenidas antes de ser cosas conocidas40.

En breve, la semejanza entre Quine y Dewey no va más allá de la adopción común de un punto de vista naturalista, una semejanza que difícilmente nos permite afirmar que Quine sea un continuador de la obra de Dewey.

5. CONCLUSIÓN

El recorrido histórico y textual que hemos llevado a cabo muestra que existen algunos elementos en común entre los pragmatistas clásicos y Quine, tales como el naturalismo, el holismo, el rechazo al fundacionalismo, la continuidad entre la filosofía y la ciencia, y en general, un énfasis en la experiencia y la praxis como el tribunal donde se deben decidir todas las cuestiones epistemológicas y ontológicas. Pero más allá de estas similitudes, es imposible afirmar que haya un interés genuino de parte de Quine de asumir como propias las tesis pragmatistas para desarrollarlas en direcciones novedosas.

Al mismo tiempo, sería un error simplemente declarar que Quine no es un pragmatista. No existe tal cosa como la esencia del pragmatismo de la cual participen algunos pensadores y otros no. Debemos tener en cuenta que nuestra perspectiva contemporánea del pragmatismo clásico ha sido moldeada en gran medida por filósofos neopragmatistas como Rorty, Putnam y Haack, y que éstos a su vez asumen a Quine como punto de referencia permanente en sus polémicas. En otras palabras, la discusión contemporánea sobre el pragmatismo sería impensable sin la obra de Quine y ésta ha cumplido un papel activo en moldear esa discusión. Así, como afirman Koskinen & Pihlström en su estudio sobre este mismo tema, "si estuviera totalmente claro quién es un pragmatista y quién no, el pragmatismo difícilmente sería el marco filosófico genuinamente interesante que todavía es"41.



Notas al pie

1 TOMIDA, Y. Interview Between W. V. Quine and Yasuhiko Tomida. En: Willard Van Orman Quine home page by Douglas Quine. 1993. [Disponible en]: http://www.wvquine.org/quine-tomida.html
2 HAACK, Susan. Pragmatism, Old and New. En: Contemporary Pragmatism, June, 2004. vol. 1, no. 1, p. 3-41
3 La interpretación de Quine en el contexto del neopragmatismo contemporáneo es explorado en profundidad por KOSKINEN, H. J. y PIHLSTRÖM, S. Quine and Pragmatism. En: Transactions of the Charles S. Peirce Society, 2006. vol. 42, no. 6, p. 309-346.
4 Todas las traducciones del inglés son mías. QUINE, W. V. Autobiography of W. V. Quine. En: HAHN, E. y SCHILPP, P. A. (Eds.). The Philosophy of W. V. Quine. 2a. ed. Perú: Open Court,1998. p. 6.
5 QUINE, W. V. Two Dogmas of Empiricism. En: From a Logical Point of View. Cambridge: Harvard University Press, 1953a. p. 46.
6 QUINE, W. V. Reference and Modality. En: From a Logical Point of View. Cambridge: Harvard University Press, 1953b. p. 155.
7 LEPORE, E. An Interview with Donald Davidson. En: DAVIDSON, D. Problems of Rationality. Oxford: Clarendon Press, 2004. p. 237.
8 Véase, por ejemplo HAY, W. H. Lewis' Relation to Logical Empiricism. En: SCHILPP, P. A. (Ed.). The Philosophy of C.I. Lewis. Chicago: Open Court, 1968 y MORRIS, C. Pragmatism and Logical Empiricism. En: SCHILPP, P. A. (Ed.). The Philosophy of Rudolph Carnap. Chicago: Open Court, 1963.
9 Cfr. QUINE, W. V. Review of Peirce's Collected Papers, Volume 2. En: Isis, 1993. vol.19, p. 220-229; QUINE, W. V. Review of Peirce's Collected Papers, Volume 3. En: Isis, 1935a. vol. 22, p. 285-297; QUINE, W. V. Review of Peirce's Collected Papers, Volume 4. En: Isis, 1935b. vol. 22, p. 551-553.
10 QUINE, W. V. Peirce's Logic. En: Selected Logic Papers. Enlarged edition. Cambridge: Harvard University Press, 1995. p. 259.
11 QUINE, W. V. Homage to Rudolph Carnap. En: Ways of Paradox. Cambridge: Harvard University Press, 1976. p. 4.
12 HOOKWAY, Christopher. Quine: Lenguage, Experience and Reality. Stanford: Stanford University Press, 1988. p. 2.
13 QUINE. Review of Peirce's Collected Papers, Volume 4. Op. cit., p. 46 (énfasis añadido).
14 CARNAP, R. Empiricism, Semantics, and Ontology. En: Meaning and Necessity. 2nd enlarged edition. Chicago: The University of Chicago Press, 1950/56. p. 207.
15 Ibíd., p. 214.
16 LEWIS, C. I. Mind and the World Order: Outline of a Theory of Knowledge. New York: Charles Scribners, 1929. p. 268.
17 Ibíd., p. 268-269.
18 QUINE, W. V. Two Dogmas in Retrospect. En: Canadian Journal of Philosophy, 1991. vol. 21, p. 272.
19 Cfr. TOMIDA. Op. cit., p. 272.
20 QUINE, W. V. Identity, Ostension, and Hypostasis. En: From a Logical Point of View. Cambridge: Harvard University Press, 1953c. p. 79.
21 QUINE, W. V. Two Dogmas of Empiricism. Op. cit., p. 17.
22 QUINE, W. V. Things and Their Place in Theories. En: Theories and Things. Cambridge: Harvard University Press, 1981. p. 21.
23 QUINE, W. V. Word and Object. Cambridge: Harvard University Press, 1960. p. 5.
24 Op. Cit., p. 21.
25 BERGSTRÖM, L. y FØLLESDAL, D. Interview with Willard Van Orman Quine in November 1993. En: FØLLESDAL, D. (Ed.). Philosophy of Quine, Volume 1: General, Reviews, and Analytic/Synthetic. New York: Garland, 2001. p. 65-66.
26 PEIRCE, C. S. How to Make Our Ideas Clear. En: The Essential Peirce. Selected Philosophical Writings, Vol. 1. Edited by The Peirce Edition Project. Bloomington: Indiana University Press, 1878/1998. p. 132.
27 PEIRCE, C. S. What Pragmatism Is. En: The Essential Peirce. Vol. 2. Edited by The Peirce Edition Project. Bloomington: Indiana University Press, 1903/1998. p. 332.
28 HAACK, S. Op. Cit., p. 28.
29 QUINE. Word and Object. Op. cit., p. 222.
30 QUINE, W. V. Natural Kinds. En: Ontological Relativity & Other Essays. New York: Columbia University Press, 1969a. p.138.
31 JAMES, W. The Will to Believe. En: The Will to Believe and Other Essays in Popular Philosophy. New York: Dover, 1897/1956. p. 1-2.
32 Una opción genuina para James es aquélla en la que todas las opciones son mutuamente excluyentes y no existe la opción de no escoger.
33 Ibíd., p.11.
34 HARRIS, J. F. Against Relativism: A Philosophical Defense of Method. La Salle: Open Court, 1992. p. 33.
35 En El pragmatismo, una pregunta abierta, Putnam sugiere que los criterios para juzgar la utilidad de un esquema conceptual, tales como la capacidad predictiva, la conservación de creencias previas, la simplicidad y la coherencia son ideas asociadas a James (PUTNAM, Hilary. Pragmatism, An Open Question. Oxford: Blackwel, 1995).
36 QUINE, W. V. Preface to Ontological Relativity & Other Essays. New York: Columbia University Press. 1969b. p. 26.
37 QUINE, W. V. Things and Their Place in Theories.Op. cit., p. 72.
38 DEWEY, J. Experience and Nature. Chicago: Open Court, 1929. p. 2.
39 Ibíd., p. 2.
40 Ibíd., p. 21.
41 Cfr. KOSKINEN y PIHLSTRÖM, S. Op. cit.



Referencias

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