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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.12 no.19 Manizales Dec. 2011

 

UNA CRÍTICA PRAGMATISTA A LA FILOSOFÍA MODERNA "LA REALIDAD LÍQUIDA"

A pragmatist critique to modern philosophy "liquid reality"

Juan Antonio Valor Yébenes
Universidad Complutense de Madrid, España. discufilo@ucaldas.edu.co

Recibido el 21 de agosto de 2011 y aprobado el 30 de noviembre de 2011



Resumen

Por medio de una lectura rortyana de Peirce y Dewey, este artículo plantea el intento que lleva a cabo el pragmatismo de hacer compatible el relativismo, el falibilismo y la objetividad. A la teoría que los hace compatibles Dewey la denomina: teoría de la verdad como correspondencia en un sentido operativo. Ciertamente, el paso de la teoría correspondentista en sentido representacionista, a la teoría correspondentista en sentido operativo, exige una profunda revisión de los supuestos ontológicos y epistemológicos heredados de la modernidad. Dicha revisión, que trataré de esbozar, es un objetivo prioritario en la tradición pragmatista.

Palabras clave

Dewey, duda, modernidad, Pierce, pragmatismo, realidad líquida.

Abstract

Through a Rortyan reading of Peirce and Dewey, this article presents the pragmatist attempt to reconcile relativism, fallibilism, and objectivity. Dewey called the theory that makes them compatible: theory of truth as correspondence in an operational sense. Certainly, the transition from a correspondence theory in a representational sense, to a correspondence theory in an operational sense, requires a thorough review of the ontological and epistemological assumptions inherited from modernity. That review, which I will outline, is a priority in the pragmatist tradition.

Key words

Dewey, doubt, modernity, Pierce, pragmatism, liquid reality.



Introducción

Rorty afirma que aquello que caracteriza al pragmatismo, es que se toma en serio a Darwin cuando sugiere que la diferencia entre nosotros y los reptiles no es que ellos se adaptan a la realidad y nosotros la conocemos, sino que nos adaptamos a la realidad mejor que ellos, mejor en el sentido de permitirnos a nosotros mismos más variedad y libertad (Rorty 14-39). Trata con ello de defender, en contra de la tradición epistemológica que arranca con Descartes y Locke, que conocer la realidad es, sencillamente, acomodarse al entorno contingente en el que vivimos.

El pragmatismo abandona la exigencia de que el conocimiento sea conocimiento de un mundo que es como es con independencia de cómo nos parece a nosotros y de las creencias que mantenemos acerca de él (Williams 91), y defiende la contingencia, la flexibilidad y el continuo cambio de un mundo que aparece en mutua relación con las prácticas también contingentes de los hombres. Siguiendo al pragmatismo me gusta decir que la "realidad es líquida"1. La realidad líquida, es la expresión de la contingencia, las diferencias, la pluralidad y el cambio. Mientras que los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo -duran-, los líquidos son informes y se transforman continuamente -fluyen-. La realidad es nada más que un conjunto de relaciones múltiples y cambiantes que continuamente manipulamos, tejiéndolas y retejiéndolas, con el fin de acomodarnos a ella y en ella, es decir, con el fin de llevar el agua a nuestro molino.

Esta idea, es la primera que quiero explicar al hilo de una cierta lectura rortyana de Peirce y de Dewey. Pero quiero explicar también que la decidida apuesta que el pragmatismo contemporáneo hace por mantenerse en la contingencia y atender a los propósitos humanos, es decir, la defensa pragmática de la liquidez del mundo, implica relativismo, pero no arbitrariedad. Con ello, me separo claramente de la lectura que hace Rorty del pragmatismo clásico e intento resaltar algunos aspectos de dicho pragmatismo, que el pragmatismo contemporáneo ha pasado por alto.

Los problemas como punto de partida de la investigación

Para el pragmatismo, los problemas son el punto de partida de toda investigación, ya se realice en el ámbito del conocimiento ordinario, ya se realice en el ámbito del conocimiento científico. La investigación es entendida como un proceso de búsqueda de soluciones a los problemas vividos. De esta manera, los problemas juegan un importantísimo papel, que es el de actuar como criterio que permite separar aquello que efectivamente es solución de aquello que no lo es. Sin problema no hay investigación, debido a que la investigación está orientada y regulada por la solución del problema. Sin problema la investigación carece de rumbo, dado que ni hay criterios para dirigirla ni destino final al que llegar.

Peirce insiste en que el problema tiene que ser real (Pierce 376), lo cual quiere decir: tiene que ser vivido, y vivido como algo impuesto, como algo que nos encontramos al paso, como algo que no podemos evitar con sólo mirar hacia otro lado. Que el problema nos lo encontramos quiere decir que se nos da en una experiencia particular que reconocemos plenamente.

Nuestro trato habitual no es un trato con cosas problemáticas. Continuamente actuamos en nuestro entorno dando por supuesto su modo de ser, sus determinaciones, sus comportamientos. Sabemos lo que las cosas son y lo que de ellas cabe esperar. Dicho de otra manera, mantenemos un trato fluido en el entorno en el que vivimos. Sin embargo, hay ocasiones en que no sucede lo que esperamos, en que las consecuencias que ocurren son otras, en que las cosas se comportan de una manera que no acabamos de entender. Decimos entonces que ha surgido un problema. Nuestro trato con el entorno deja de ser fluido y se torna, a ese respecto en concreto, problemático. No resulta problemática la totalidad de nuestra experiencia, sino una parcela, un trozo de ella más o menos acotado. La vivencia del problema está bien delimitada y es fácilmente reconocible, porque contiene unos rasgos propios que la caracterizan frente a las vivencias llevadas a cabo en nuestro trato habitualmente fluido con las cosas.

La investigación no puede comenzar, como propone Descartes, por un problema fingido, o metodológico, porque éste no remite a vivencia alguna del problema, no remite a una experiencia problemática que permita iniciar el proceso de búsqueda de la solución. Un problema fingido estrictamente no es problema alguno, porque no hay vivencia del problema. Y su expresión lingüística no es más que palabras vacías, porque se refiere a una vivencia que no acontece.

Además, el problema fingido o metodológico acarrea una perniciosa consecuencia ontológica, y es que cambia el modo de ser las cosas. Se mantienen las determinaciones de las cosas, porque el problema fingido no puede modificarlas ni sustituirlas por otras, dado que ello exige resolución y los problemas se caracterizan precisamente por la falta de resolución. Pero el modo de ser en que aparecen las determinaciones resulta modificado por completo. Si en el trato habitual con las cosas se presentan continuamente como siendo afirmadas, se viven con la habitualidad que lleva de unas a otras, resulta que el problema fingido suspende la afirmación, suspende la confianza y paraliza la ejecución espontánea de la vida. Las cosas aparecen entonces como siendo en la duda, pero no en una duda que les pertenezca, como ocurre cuando vivimos un problema real, sino en una duda que se les ha impuesto desde fuera. Estamos convirtiendo en problemático y dudoso lo que de suyo no lo es. En consecuencia, la investigación posterior estará sumergida en la más absoluta arbitrariedad, porque la solución a un problema fingido sólo puede ser fingida y el rumbo de la investigación, orientado por una solución fingida, completamente caprichosa.

En su artículo titulado: "The fixation of belief", Peirce se refiere a los problemas con los que se inicia la investigación con el término "duda" (doubt), y caracteriza la duda real de la siguiente manera (370-373). Se trata, en primer lugar, de una duda efectivamente vivida por el agente en primera persona, una duda que lo acompaña y que no puede obviar o dejar de lado porque se le impone en su trato con las cosas. En segundo lugar, la duda no determina acción alguna sino que, por el contrario, paraliza al agente y deja en suspenso su acción futura en el seno de una falta de resolución. En tercer lugar, es una experiencia fácilmente identificable frente a otras porque es vivida como un estado de inquietud (uneasy), de insatisfacción (dissatisfied), de irritación (irritation), en el cual el individuo no quiere mantenerse, sino que lucha por liberarse y alcanzar un estado de creencia (belief).

El estado de irritación es especialmente relevante, porque es en ese momento cuando se inicia la investigación (inquiry), la cual es entendida, como un proceso de lucha del individuo por liberarse de la irritación y alcanzar la creencia. La investigación, en fin, comienza por la duda y termina con el cese de la duda.

De la misma manera que el individuo sabe cuándo duda sabe también cuándo ha alcanzado el fin de la investigación, debido a que en ese momento desaparece la duda y surge la creencia (belief), o mejor, el sentimiento de creer (the feeling of believing). Se trata también, en este caso de una vivencia perfilada y determinada que se reconoce frente a otras.

La creencia

A través del razonamiento, entendido como paso de lo conocido a lo desconocido, el pensamiento trata de alcanzar la opinión verdadera. Pero el arte de razonar de una época puede contener defectos y conseguir que nos extraviemos (363). El razonamiento es válido sólo cuando nos permite alcanzar conclusiones verdaderas a partir de premisas verdaderas.

Lo que determina al pensamiento a razonar, a extraer, a partir de premisas dadas, unas conclusiones y no otras es un hábito de la mente, ya sea constitucional o adquirido (some habit of mind, whether it be constitutional or acquired) (367). El hábito particular de la mente que hace que se ejecute una inferencia puede formularse en una proposición, a la que Peirce da el nombre de principio directriz de la inferencia (guiding principle of inference) (Ibíd.). La verdad del principio directriz dependerá de la verdad de la inferencia, es decir, del hecho de que el razonamiento, que el pensamiento lleva a cabo, nos conduzca a conclusiones verdaderas desde premisas verdaderas. Los libros de lógica enumeran, en fin, los principios directrices más importantes del razonar de una época.

En definitiva la duda activa nuestro pensamiento, que busca a través del razonamiento el cese de la duda y el establecimiento de una opinión verdadera (the settlement of a true opinion) (375). La cuestión más importante en este punto es la de saber cuándo la opinión es verdadera. Y la respuesta de Peirce, es que es verdadera cuando sobre ella mantenemos una creencia firme (a firm belief) (Ibíd.). La creencia, por tanto, está vinculada con la verdad. Y los que hablan de una verdad más allá de la creencia, hablan de lo que está fuera de la esfera de nuestro conocimiento.

Peirce afirma:
For as soon as a firm belief is reached we are entirely satisfied, whether the belief be true or false. And it is clear that nothing out of the sphere of our knowledge can be our object, for nothing which does not affect the mind can be the motive for mental effort. The most that can be maintained is, that we seek for a belief that we shall think to be true. But we think each one of beliefs to be true, and, indeed, it is mere tautology to say so. (Ibíd.)

Es patente la absoluta diferencia que hay entre la duda y la creencia. La autenticidad de la duda se encuentra en el hecho de la impertinente imposición de los problemas. No queremos problemas y, sin embargo, se nos dan, nos los encontramos al paso, nos vienen de fuera. Salvo en casos patológicos, la voluntad no constituye problemas debido a que al hombre le desagradan los problemas. Por el contrario, la voluntad sí constituye creencias, porque al hombre le agradan las creencias. De tal manera, que la creencia puede no ser auténtica.

Peirce analiza cuatro maneras de constitución de creencias, o cuatro métodos de fijación de creencias. El primero es el método de la tenacidad. Consiste en reiterarnos a nosotros mismos una opinión al tiempo que aprendemos a "alejarnos con desprecio y aversión de todo lo que pueda perturbarla" (377). La continua repetición genera un placer que puede sedimentar la opinión y hacer aparecer sobre ella el sentimiento de creer. Pero es que otros, utilizando el mismo método, pueden mantener opiniones distintas y hasta contradictorias. Por consiguiente, la creencia así obtenida no es auténtica porque carece de un rasgo esencial, que es el de la intersubjetividad.

El segundo método, que es denominado método de la autoridad, consiste en la constitución de la creencia no por la acción de la voluntad individual, sino por una voluntad superior que actúa sobre las voluntades individuales (379). Por ejemplo, la voluntad de un Estado que cuente con medios de reiteración y enseñanza de doctrinas públicas, así como con medios de opresión y erradicación de las doctrinas privadas que no se ajusten a las públicas. Parece que de esta manera se asegura la intersubjetividad que no se lograba a través del método de la creencia. Pero ocurre que utilizando el mismo método otros países y otras épocas pueden mantener opiniones distintas y contradictorias, con lo que tampoco se asegura la intersubjetividad.

El tercer método es denominado método a priori. Consiste en aceptar las opiniones que resultan agradables a la razón. La aceptación no se produce en este caso por reiteración u opresión, sino por la espontánea inclinación de un pensamiento que atiende no a la experiencia, sino exclusivamente a su propio proceder (382). A juicio de Peirce, este método es el que ha usado la metafísica. Al depender no de la voluntad, sino del pensamiento, parece que el método asegura el establecimiento de opiniones que no contienen elementos accidentales ni caprichosos. Sin embargo, el hecho de la existencia de distintas doctrinas metafísicas o religiosas, obliga a reconocer que tampoco este método asegura la intersubjetividad.

Por consiguiente, ni la voluntad ni el pensamiento ofrecen opiniones verdaderas o creencias auténticas. Como en el caso de la duda, también en el caso de la creencia la autenticidad ha de venir determinada, según Peirce, por las exigencias de una instancia permanentemente externa a la voluntad y al pensamiento. Ha de tratarse de una realidad que afecta o puede afectar a cada hombre. El método que atiende a las exigencias de esta realidad es llamado método de la ciencia (384).

Debido a que las afecciones de la realidad son tan diversas como las condiciones individuales (físicas, sensoriales, cognitivas, entre otras) de cada hombre, parece inmediato concluir que las afecciones no pueden ofrecer garantía de intersubjetividad. Por ello, Peirce exige que al hablar con rigor de realidad se considere el carácter de donación que acarrea la afección, es decir, el hecho que la afección sea algo dado, algo que se impone. Y no por la voluntad individual, ni por una voluntad superior, ni por el pensamiento, sino por ello mismo. K. O. Apel, resume así la tesis al comentar la crítica que Peirce hace al hegelianismo de Royce:

antes aún de alcanzar el conocimiento conceptual de las cosas individuales, que queda reservado a una ideal perfection of knowledge en la ultimate opinion, podemos experimentarlas como resistencia a nuestra voluntad. (Apel 93)

En tal caso la intersubjetividad queda garantizada por la impertinente imposición de una realidad independiente de las distintas voluntades y los pensamientos.

Tiene sentido, por consiguiente, hablar de una realidad más allá de la afección, de cosas cuyas características son enteramente independientes de nuestras opiniones sobre las mismas (Pierce 384). Es posible mantener esta concepción porque, en primer lugar, la aplicación del método que la supone no genera dudas, a diferencia de lo que ocurre con los métodos anteriores. Incluso se puede comprobar que la aplicación del método da lugar a opiniones compartidas. En segundo lugar, es importante reconocer que la insatisfacción que acompaña a toda duda es posible porque de antemano se mantiene la concepción de la realidad. Sin ella, valdría lo mismo una proposición y su contraria y, en consecuencia, no surgiría insatisfacción alguna (Ibíd.).

Por otro lado, Peirce afirma que:
La realidad es independiente no necesariamente del pensamiento en general, sino sólo de lo que tú o yo, o cualquier número finito de hombres, pensemos de ella. (408)

Al hablar de realidad se refiere, por tanto, a cosas enteramente independientes de nuestras opiniones sobre las mismas y, a la vez, a cosas independientes no necesariamente del pensamiento en general. Puede parecer que de esta manera se trata la realidad como un mero supuesto metodológico, o una mera condición de posibilidad, pero no es así. Lo que Peirce pretende es desprenderse de la noción de una realidad incognoscible y afirmar su relación de dependencia con el pensamiento. En el artículo de 1871 titulado "Fraser's edition of the works of George Berkeley", ya había argumentado en contra de la tesis idealista que defiende la dependencia ontológica de la realidad con respecto al pensamiento, a la vez que defendía, siguiendo a Kant, la acción de la mente en la experiencia a través de conceptos. Insiste en que mediante conceptos universales y necesarios como los de espacio, tiempo y causalidad, es organizada la experiencia sensible y determinada la forma en la que se nos presenta la realidad (15-17).

El pensamiento no encubre la realidad quedando ésta reducida a una incognoscible cosa en sí; por el contrario, el pensamiento presenta la realidad. Pero no la presenta como algo creado, sino como algo dado, como algo que se impone independientemente de la voluntad. Imposición, que no ocurre en absoluto, sino con arreglo a las condiciones del propio pensamiento. De tal manera, que podemos averiguar cómo son real y verdaderamente las cosas prolongando suficientemente la experiencia y el razonamiento hasta alcanzar lo que Peirce denomina la ultimate opinion. Precisamente, porque lo real es aquello cuyas características son independientes de lo que cualquiera puede pensar que son (405), actúa como una fuerza exterior a las diferentes mentes, las cuales, aun sosteniendo los más antagónicos puntos de vista, son llevadas a una misma y única conclusión. De tal forma que, el pensamiento no es llevado donde deseamos, sino a una opinión predestinada compartida finalmente por todos los investigadores. Peirce lo explica así:

Different minds may set out with the most antagonistic views, but the progress of investigation carries them by a force outside of themselves to one and the same conclusion. This activity of thought by which we are carried, not where we wish, but to a fore-ordained goal, is like the operation of destiny. No modification of the point of view taken, no selection of other facts for study, no natural bent of mind even, can enable a man to escape the predestinate opinion. This great hope is embodied in the conception of truth and reality. The opinion which is fated to be ultimately agreed to by all who investigate, is what we mean by the truth, and the object represented in this opinion is the real. That is the way I would explain reality. (407)

Por consiguiente, el método de la ciencia consiste en atenerse a la realidad, es decir, a la presencia de lo dado tal y como es dado. El carácter de realidad consiste en que tal presencia tiene lugar no como creación, sino como afección. La cual no acontece sin más, sino con arreglo a condiciones físicas, sensoriales, cognitivas, y también con arreglo a las condiciones que el pensamiento pone. Esto nos puede llevar a concluir que el conocimiento de la realidad no es objetivo: no es objetivo porque la dependencia de las condiciones individuales del cognoscente impide el auténtico conocimiento del objeto en sí mismo considerado, y no es objetivo porque dicha dependencia impide la intersubjetividad. Peirce, en cambio, insiste en que es en el carácter de donación o imposición de la afección donde radica la objetividad, dado que tal carácter garantiza, por un lado, la presencia de un objeto que es independiente de la voluntad o la fantasía, y por otro, la presencia de una fuerza coercitiva exterior a las distintas subjetividades que obliga a todas ellas a precipitarse hacia la misma conclusión, aunque al comienzo de la investigación mantengan distintos puntos de vista.

El resultado de la aplicación del método de la ciencia es la creencia auténtica. Ésta garantiza la opinión verdadera. Y el tránsito que realiza el pensamiento de premisas verdaderas a conclusiones verdaderas, garantiza la validez de los principios directrices, esto es, de los hábitos de inferencia adquiridos por la mente.

La máxima pragmática

La duda real surge por una indecisión, siquiera momentánea, en nuestra acción. Mientras la vida fluye, mientras nuestras acciones se despliegan con continuidad y todo transcurre como esperamos, realmente no hay dudas. Pero en ocasiones, y de una manera ajena a nuestra voluntad, no sucede lo esperado. El trato con las cosas hasta el momento fluido se quiebra y se torna problemático. El transcurso de nuestra acción se detiene; de pronto nos mantenemos en suspenso. Y comenzamos a vivir un estado de inquietud, de insatisfacción, de irritación.

La irritación generada por la duda pone en movimiento el pensamiento, que cesa cuando se alcanza la creencia, es decir, cuando situados nuevamente en circunstancias tales como las que provocaron la duda nos encontramos decididos a actuar (394). La creencia, por tanto, involucra la aceptación de una regla de acción. Para Peirce, un sentimiento de cualquier tipo es un signo de que tenemos implantado dentro de nosotros un hábito (371 n.1), y la creencia es un signo que indica que se ha establecido en nuestra naturaleza cierto hábito que determinará nuestras acciones futuras (371).

El producto final del pensamiento es el ejercicio de la volición. El resultado no es, a diferencia de lo defendido por Locke, una representación más o menos semejante a la realidad extramental, sino una acción en la que está implicado el individuo por completo. Las afecciones, en cada instante completamente presentes en la mente en tanto que duran, no se unifican dando lugar a una imagen de la realidad, sino que de la unificación que opera a lo largo de un cierto transcurso temporal resulta una decisión acerca de cómo actuar dadas tales y tales circunstancias.

Consiguientemente, las diferentes creencias se distinguen por los diferentes modos de la acción a los que dan lugar (398). Llegamos así, afirma Peirce,
a lo tangible y concebiblemente práctico como raíz de toda distinción real del pensamiento, con independencia de lo sutil que pueda ser; y no hay ninguna distinción de significación tan afinada que no consista en otra cosa que en una posible diferencia de práctica. (400)
Dado que la única función del pensamiento es hacer posible el desarrollo fluido de la acción, las ideas de la mente no se refieren a otra cosa que a los efectos sensibles que concebimos. Nuestra idea de algo no puede ser otra cosa más que nuestra idea de sus efectos sensibles (401). Peirce, resume la cuestión en su conocida máxima pragmática:
Consider what effects, that might conceivably have practical bearings, we conceive the object of our conception to have. Then, our conception of these effects is the whole of our conception of the object. (402)

Así, hemos de concluir en primer lugar que la afección de la realidad que da lugar a la creencia auténtica y a la opinión verdadera no tiene que ver con una supuesta capacidad representativa de la mente, sino con la capacidad de la totalidad del individuo para actuar bajo determinadas condiciones. En segundo lugar, la objetividad de la investigación que sigue el método científico no tiene que ver con la elaboración de una imagen cada vez más fiel de la realidad, sino con el establecimiento de hábitos de acción que nos permiten un trato fluido con el entorno en el que nos encontramos. Y finalmente, la intersubjetividad, el acuerdo entre los investigadores, no tiene que ver con la semejanza o equivalencia de sus diferentes representaciones de la realidad, sino con el despliegue de hábitos de acción comunes cuando el entorno resulta compartido.

La situación dudosa

Con el fin de defender un empirismo radical Dewey afirma que es la situación en la que nos hallamos atrapados e implicados la que se presenta como siendo inherentemente dudosa. En Inquiry into meaning and truth, título de la publicación de las "William James Lectures" que Russell imparte en Harvard en el año 1940, éste insiste en que no se puede creer que Dewey haya querido decir alguna vez que puede existir una situación dudosa sin un dudador personal (Russell 407). Para sacar a Russell de su asombro, o quizá para asombrarlo aun más, en el artículo "Propositions, warranted assertibility and truth", publicado en el año 1941, tres años después de la Lógica, Dewey escribe lo siguiente:

When the term "doubtful situation" is taken in the meaning it possesses in the context of my general theory of experience, I do mean to say that it can exist without a personal doubter; and, moreover, that "personal states of doubt that are not evoked by, and are not relative to, some existential situation are pathological; when they are extreme they constitute the mania of doubting… The habit of disposing of the doubtful as if it belonged only to us rather than to the existential situation in which we are caught and implicated is an inheritance from subjectivistic psychology. (Dewey 184-185)

Es la situación misma la que se presenta como siendo inherentemente dudosa, y por eso nosotros estamos dudosos. Dewey también habla de situación perturbada, complicada, ambigua, confusa, plagada de tendencias en conflicto, oscura (109).

En el capítulo 4 de Logic: the theory of inquiry, se explica lo que hay que entender por la palabra "situación". Ésta "no designa un objeto o acontecimiento singular o un conjunto de objetos y acontecimientos" (72). Si somos radicalmente empiristas, es decir, si nos atenemos a lo dado tal y como es dado, hemos de reconocer que la experiencia más inmediata no es de objetos o acontecimientos aislados, sino siempre de objetos dados en un contexto que es físico, biológico y cultural. Un objeto o un acontecimiento, es una parte en conexión con el mundo circundante experimentado, al cual Dewey le da el nombre de situación. En algunas ocasiones, buscando determinados fines, es posible poner el objeto en el primer plano de la atención y alejarlo del contexto complejo que lo rodea, el cual queda en ese momento difuminado y en un segundo plano. Pero esto se puede hacer porque de antemano la experiencia es la de un objeto dado en un todo contextual.

Además, el objeto en situación es notado o conocido (it is noted or "Known") sólo en la medida que en la situación dada, se desarrolle una conducta que tiene como fin la consecución del uso o goce y evitar el sufrimiento. Es decir, el objeto es significativo en la medida en que en la situación se despliega una conducta, la cual está guiada por el objetivo de evitar el dolor (73).

Con base en este planteamiento, se puede argumentar en contra de la teoría de la representación lockiana y sus supuestos ontológicos, además de las teorías psicológicas de herencia empirista. En primer lugar, porque toman como materia de análisis objetos y acontecimientos singulares, en vez de la totalidad compleja de la situación. En segundo lugar, porque suponen, a partir de una mala descripción de la actividad cotidiana del hombre en el mundo, que con anterioridad a cualquier rendimiento práctico tiene que haber un mínimo de actividad exclusivamente cognitiva. Lo cual acarrea a su vez la tesis que es posible la distinción entre conocimiento y acción. En tercer lugar, porque plantean, sin justificación alguna, dos regiones ontológicas absolutamente diferenciadas, como son la mente por un lado y la realidad extramental por otro. En cuarto lugar porque se ven obligadas a defender que lo inmediatamente dado son las ideas en la mente, a pesar que nuestra experiencia cotidiana no es la de estar tratando con ideas, sino directamente con el mundo circundante. Dewey propone entender la experiencia como interacción de un organismo y un medio. Pero, no en el sentido en que habitualmente decimos que un organismo vive en el medio, suponiendo que uno y otro ya están dados con anterioridad a la relación vital que se establece entre ellos. Más bien, debe considerarse que el organismo vive en virtud del medio, y que éste deja de ser algo indiferente, y llega a ser el medio del organismo, en tanto que entra dentro de sus funciones vitales. Así, el medio de un animal locomotor difiere del de una planta sedentaria, porque la tierra entra a formar parte de sus respectivas actividades de distinta manera, el medio de una medusa difiere del de un pez, debido a que el agua entra dentro de las funciones del organismo de distinta manera. Organismo y medio se definen mutuamente a través de la relación vital que se establece entre ellos (32). Podemos pensar que existe una naturaleza independiente del organismo, pero ésta es medio ambiente sólo cuando forma parte de las funciones vitales del organismo. Y podemos pensar también, que los organismos son partes de la naturaleza; pero existen como organismos sólo cuando están conectados activamente con el ambiente que les rodea (40).

Hay en el caso de la vida, una continua actividad necesaria que se extiende más allá de los límites espaciales del propio organismo. Y tiene lugar de tal manera que no basta con decir que la vida vive en una situación; la vida vive por virtud de una situación.

El complejo sistema de interacciones entre organismo y medio puede estar equilibrado. Cuando éste es el caso, Dewey insiste en que hay, en términos objetivos, un ambiente unificado (a unified environment) (32-33). Los cambios en el organismo mantienen su integración uniforme en el entorno, cada actividad prepara el camino de la siguiente, y todas ellas logran desplegarse no sólo sucesivamente, sino formando una serie bien hilvanada.

Pero el equilibrio se puede romper, cosa que ocurre cuando se da un exceso o un defecto en algún factor. En tal caso surge en el organismo la necesidad de recuperar el estado perdido y realiza los esfuerzos necesarios para ello. Al estado de equilibrio perturbado Dewey le da el nombre de necesidad. La actividad encaminada a recuperar el equilibrio es denominada búsqueda y exploración. La recuperación del equilibrio es denominada logro o satisfacción.

The state of disturbed equilibration constitutes need. The movement towards its restoration is search and exploration. The recovery is fulfilment or satisfaction. (34)

El hambre, por ejemplo, es un estado de desequilibrio. Diversas funciones orgánicas, tales como la digestiva, la circulatoria, la motora, entre otras, dejan de estar coordinadas. En ese momento surge un estado real (que no es mera sensación, insiste Dewey) de incomodidad, de inquietud, de necesidad (Ibíd.). A partir de este momento el organismo desarrolla conductas, como alargar las extremidades, abrir la boca, entre otras, tendentes a satisfacer la necesidad. La consecución de este logro permite la restauración del estado de equilibrio, es decir, el restablecimiento de la coordinación entre funciones. Cuando éste es el caso decimos que el organismo ha dado una respuesta total adaptada.

Los esfuerzos que el organismo realiza para recuperar el equilibrio generan cambios en el medio y, a la vez, las nuevas condiciones del medio implican un estado modificado del organismo. Es particularmente cierto en el caso del hombre que las actividades llevadas a cabo con el fin de satisfacer sus necesidades transforman el medio, lo cual origina nuevas necesidades, que sólo se pueden satisfacer mediante cambios en las actividades humanas, las cuales a su vez transforman el medio, y así continuamente.

El cambio más importante que ocurre en el organismo es el condicionamiento del comportamiento posterior, es decir, el surgimiento de hábitos (39). El hábito es la capacidad de repetir una determinada conducta y surge, a juicio de Dewey, por la superación del estado de necesidad y la consecución del logro o satisfacción. Es la satisfacción de la necesidad, lo que genera en el organismo una redisposición orgánica que le lleva a actuar de similar manera ante condiciones similares. El hábito no es, en el caso de los organismos superiores, completamente rígido, sino que la respuesta opera con cierta flexibilidad por lo que respecta tanto a la actuación del organismo como a las condiciones ambientales.

El hábito no surge, consiguientemente, por la mera repetición, sino que la repetición es el resultado de un hábito. La teoría psicológica de raíces lockianas, distingue dos unidades, el estímulo y la respuesta, y explica su conexión, cuando se produce, a partir de la repetición de la concurrencia de ambas. Pero con esto, se pasa por alto, que es descriptivamente falsa la distinción de tales unidades, y que el punto de partida debe ser el reconocimiento de la coordinación entre conducta y ambiente (Shook 111-113).

La objetividad de la investigación

Tanto para el caso del conocimiento ordinario, como para el caso del conocimiento científico, Dewey define la investigación de la siguiente manera:

Inquiry is the controlled or directed transformation of an indeterminate situation into one that is as determinate in its constituent distinctions and relations as to convert the elements of the original situation into a unified whole. (Dewey 108)

El punto de partida de la investigación es una situación indeterminada, perturbada, inestable, dudosa. Se trata, en primer lugar, de una situación que es objetivamente dudosa, es decir, que ella misma se presenta, como teniendo estos rasgos. Dada la correlación entre organismo y medio en la situación, podemos decir la situación sólo se presenta, y al ser inherentemente dudosa nosotros nos encontramos dudosos. Por otro lado, la propia objetividad de la situación dudosa garantiza su intersubjetividad, esto es, el hecho de que la duda sea nuestra y de cualquier organismo que la viva, y se encuentre en la situación dada.

El dar cuenta de la duda como si perteneciera a la subjetividad y no a la situación misma es una herencia del dualismo ontológico propuesto por la psicología subjetivista de origen lockiano. Este dualismo explica la duda a partir de la existencia de una realidad material completamente determinada en sus propiedades y relaciones, y de una realidad mental que tiene un conocimiento indeterminado de la realidad material. Por ello, desde este punto de vista se le atribuye a la duda un carácter completamente subjetivo. Dewey recurre incluso a la interpretación de Copenhague de la Mecánica Cuántica para explicar que el dualismo no se puede mantener, y que la indeterminación pertenece no al conocimiento de la realidad material, sino a la realidad material misma (110). Por consiguiente, sería un error, sería una huida de la realidad, intentar salir de la duda por simple manipulación de nuestros estados mentales. La duda se resuelve afrontando la situación y ejecutando las operaciones necesarias para cambiar las condiciones existentes y restablecer entre organismo y medio el equilibrio funcional perdido (Ibíd.).

En segundo lugar, la duda no es una incertidumbre en general, no afecta a la totalidad de la vida, sino que pertenece a una situación concreta, la cual adquiere una especial relevancia sobre un horizonte vital que en este momento no se cuestiona.

En tercer lugar, es la duda singular y concreta la que ejerce un control sobre las operaciones necesarias para salir de ella. No es válida cualquier solución, ni de antemano hay disponibles unos criterios definitivos para determinar una solución, sino que es la concreta situación dudosa la que aporta los criterios y orienta las operaciones que llevan al restablecimiento de la situación integrada.

Cualquier acción del organismo en la situación dudosa no puede ser calificada como investigación. Ésta requiere, tanto en el conocimiento ordinario como en el conocimiento científico, un examen de las condiciones del entorno, una anticipación de las consecuencias y una selección y ordenamiento de las acciones en función de los rasgos concretos de la situación.

La situación dudosa está dada, nos la encontramos al paso independientemente de nuestra voluntad. En un primer momento lo que nos aparece es una situación indeterminada que se caracteriza porque, a nuestro pesar, queda interrumpido el acontecer de la vida, el tráfico fluido de actividades del organismo en su entorno. No hay nada cognitivo o intelectual en este momento; podríamos decir que la situación es precognitiva (111).

La transformación de la situación indeterminada en problemática requiere la puesta en marcha de la investigación para alcanzar un mínimo de determinación de la situación. Tal determinación adquiere la máxima importancia, porque "sin un problema sólo hay tanteos en la oscuridad" (Ibíd.). De la situación problemática depende lo considerado relevante y lo descartado por irrelevante, los datos seleccionados y las hipótesis o estructuras conceptuales sugeridas. Por ello, aceptar como punto de partida de la investigación un problema que no pertenece a la situación problemática dada hace que los datos, las hipótesis y la estructura de la investigación sean completamente arbitrarios.

La definición del problema no es posible en una indeterminación absoluta, sino que exige encontrar en la situación indeterminada aquellas partes constitutivas o contenidos ingredientes (constituents) que están determinados. Estos se toman como los factores constantes de la situación determinada. Su conocimiento se obtiene por observación. Dewey los denomina los hechos del caso (the facts of the case) (113). Son los términos en que resulta posible formular el problema y las condiciones que deben ser tenidas en cuenta a la hora de proponer cualquier solución. Por eso decimos que el problema incorpora su solución.

Una posible solución es sugerida por los hechos del caso garantizados por la observación. La solución se presenta como una idea, y se presenta de la misma manera que los hechos del caso se presentan a la observación. En palabras de Dewey:

A possible relevant solution is then suggested by the determination of factual conditions which are secured by observation. The possible solution presents itself, therefore, as an idea, just as the terms of the problem (which are facts) are instituted by observation. (Ibíd.)

La idea no es una representación en sentido lockiano, sino que es una anticipación de lo que puede suceder, señala una posibilidad referida a la resolución de la situación problemática. Por esta razón se dice que la ciencia es predictiva (Ibíd.). Dado que la idea señala una posibilidad su valor se comprueba experimentalmente, es decir, hay que ponerla en práctica, hay que ponerla a funcionar. Se trata de sacar a la luz hechos previamente no observados, denominados por Dewey hechos de ensayo (trial facts) (117), compararlos con los hechos del caso y comprobar si la idea permite interpretar y organizar la totalidad de los hechos en un todo coherente.

Puesto que las ideas señalan algo que no está presente existiendo aquí y ahora, pueden considerarse como símbolos que significan los hechos no presentes. Una hipótesis es un símbolo formado por un enunciado general. Su significado puede ser inmediatamente relevante para la resolución del problema. Pero puede ocurrir también, que no se dé tal inmediatez y que sea necesario ponerla en relación con otros significados intermedios hasta llegar al significado relevante buscado. Esto es lo que se hace cuando, a través del razonamiento, se ponen en relación unas ideas con otras (115).

Si finalmente no se alcanza la solución buscada nos vemos obligados, bien a cambiar las ideas manteniendo los hechos del caso, bien a cambiar los hechos del caso cambiando consecuentemente las ideas, o bien, en último extremo, a cambiar las formas de razonamiento. La validez de los hechos, las ideas y el razonamiento radica exclusivamente en la fuerza operativa para resolver la situación problemática.

Al considerar que las ideas son sugerencias, parece que se están reduciendo a meras construcciones mentales separadas en principio del ámbito de la observación. En tal caso habría que explicar, quizá psicológicamente, cómo determinados hechos sugieren determinadas ideas, y habría que explicar, quizá lógicamente, por qué determinadas ideas, y no otras, son soluciones. También habría que explicar las posibilidades que ofrece el razonamiento, es decir, el hecho de que determinadas relaciones entre las ideas permitan alcanzar ideas que finalmente solucionan el problema. Es conocido que la solución de Kant, presentada por él mismo como superación del racionalismo y del empirismo, recurre a la actividad del entendimiento sintético para explicar la relación entre el ámbito de la sensibilidad y el ámbito del entendimiento.

La solución de Dewey se aparta de las anteriores al considerar que tanto las ideas como los hechos del caso son operacionales (116). Las ideas son operacionales porque su contenido es un conjunto de propuestas y planes para actuar sobre la situación dada con el fin de sacar a la luz nuevos hechos. Los hechos del caso son operacionales porque, a diferencia de lo que afirma el empirismo, no son unidades determinadas en sí mismas, accesibles a través de la observación sin que ello las modifique; adquieren relevancia, se seleccionan y se describen en función de la fuerza operativa que ponen de manifiesto para resolver la situación problemática dada. Se ponen de manifiesto y son respaldados, en definitiva, cuando juntamente con las ideas sugeridas permiten salir de la situación problemática y restaurar el trato fluido con el entorno. El carácter operacional le lleva a Dewey a afirmar que la distinción entre ideas y hechos responde meramente a una división funcional del trabajo de investigación (Ibíd.).

La pauta de investigación descrita es similar tanto en el conocimiento ordinario como en el conocimiento científico. La diferencia entre uno y otro radica en las diferentes materias que se tratan y las distintas técnicas especiales que se aplican. Las situaciones problemáticas con las que se enfrenta el sentido común tienen que ver con actividades de uso y disfrute individuales, o colectivas. El uso y el disfrute son los modos en que los seres humanos se relacionan directamente con el mundo que les rodea. Para el uso y el disfrute, se ejecutan actividades prácticas como la manutención, el alojamiento, la defensa, la protección, entre otras, y objetos como los planetas o las estrellas interesan en la medida en que están conectados con tales actividades prácticas. Por otro lado, en la investigación del sentido común, se emplean aquellos símbolos contenidos en el lenguaje común que los miembros del grupo usan habitualmente para comunicarse entre sí, símbolos que mantienen una referencia directa a las actividades de uso y disfrute.

La ciencia se caracteriza por mantener una preocupación intelectual desinteresada por cuestiones de uso y disfrute. Las situaciones problemáticas con las que se enfrenta tienen que ver con objetos que no están definidos directamente por actividades de uso y disfrute, sino por relaciones. En esto radica su carácter abstracto y general (120). Los objetos científicos son estrictamente relacionales. El desarrollo de la ciencia nos ha hecho caer en la cuenta de ello, en la medida en que se ha producido una paulatina interpretación de las cualidades terciarias, secundarias y primarias en términos de relaciones (119-120). Consiguientemente, el lenguaje de la ciencia no puede ser el del sentido común, sino que se trata de un sistema de signos que permite la explicitación de estas relaciones a partir de las conexiones que guardan los signos entre sí.

Pero con relación al asunto de la objetividad, lo importante es que las soluciones aportadas por la investigación que se desarrolla tanto en el conocimiento ordinario, como en el conocimiento científico, son soluciones que se dan los organismos a sí mismos cuando, queriendo evitar el dolor y el sufrimiento, seleccionan nuevos datos y nuevas estructuras conceptuales. Buena parte de la filosofía moderna ha atribuido al dolor un carácter meramente subjetivo, y a la investigación resultante un carácter utilitarista alejado de los patrones exigidos por el conocimiento objetivo. Dewey saca a la luz el dualismo ontológico que fundamenta esta posición y lo sustituye por un antidualismo (Shook 180-184) que afirma como punto de partida la correlación de organismo y medio en la situación. El dolor, la duda o el problema adquieren de esta manera un carácter objetivo y se convierten en el criterio que orienta la investigación. Además, adquieren un carácter objetivo los datos seleccionados y las estructuras conceptuales que configuran la solución en la medida en que su fuerza operativa sea capaz de transformar la situación que hasta el momento se imponía como siendo dudosa o problemática en una situación que ahora se presenta fluida. La donación o imposición de la situación problemática garantiza, a su vez, el carácter intersubjetivo de la solución, es decir, el hecho que la solución, aun dependiendo del organismo, no lo sea exclusivamente para este organismo, sino para cualquiera que se encuentre en la misma situación.

Relativismo, falibilismo y verdad objetiva

Tiene que haber ideas, formuladas como hipótesis o teorías, para que haya verdad. E ideas no en el sentido empirista, sino en el sentido específicamente pragmático, es decir, ideas que se refieren a un conjunto de operaciones. La verdad se predica de las hipótesis y teorías, y también y en el mismo sentido de los objetos y hasta de las formas de razonamiento que permiten el tránsito de unas ideas a otras. La verdad de los hechos, las ideas y el razonamiento radica exclusivamente en su fuerza operativa para resolver las situaciones problemáticas vividas por los organismos, y dado que las situaciones humanas están envueltas en componentes físicos, biológicos y culturales en continuo cambio, tiene sentido defender una concepción relativista y falibilista de la verdad.

Sólo el que, anclado en los supuestos de la filosofía moderna, sigue afirmando de manera más o menos sofisticada la existencia de un mundo con rasgos intrínsecos independiente de los sujetos, puede llegar a la conclusión que, dada la relación que el pragmatismo afirma entre organismos y medio, este relativismo se resigna a no ofrecer conocimiento alguno de las cosas en sí mismas (Williams 91). Conclusión que no puede ser defendida por Dewey, puesto que para él no tiene sentido hablar de rasgos intrínsecos ni de cosas en sí mismas. Por el contrario, la mutua dependencia operativa que mantienen organismo y medio le lleva a hablar de un todo unificado en una situación, y a afirmar que la situación es lo dado en la experiencia, y debe ser el punto de partida y la piedra de toque para la filosofía.

Una característica de la situación es su continuo cambio, lo cual nos obliga a estar en todo momento arreglándonoslas con lo accidental. El reconocimiento de que cambia la situación y de que el trato fluido puede tornarse en cualquier momento problemático lleva a la conclusión que los hechos e ideas que aparecen en una determinada situación problemática como soluciones no estabilizan definitivamente la situación fluida alcanzada. De tal manera que lo que una vez fue una solución, puede dejar de serlo en el futuro, e incluso puede convertirse en foco de nuevos problemas. El relativismo cobra así todo su sentido. Por otro lado, la ausencia de contenidos ingredientes estables o de rasgos intrínsecos, impide contar con criterios a priori que garanticen la verdad de los hechos o de las ideas. La única garantía proviene de la fuerza operativa que manifiesten las propuestas a la hora de transformar una situación problemática en fluida. Por consiguiente, hay que añadir un sentido falibilista al relativismo que acarrea la verdad pragmatista.

Para finalizar, quiero subrayar al hilo de la lectura que he realizado de Peirce y Dewey, el intento que lleva a cabo el pragmatismo de hacer compatible el relativismo, el falibilismo y la objetividad. A la teoría que los hace compatibles Dewey le da el nombre de teoría de la verdad como correspondencia en un sentido operativo (Dewey 179), y pone el siguiente ejemplo para resumirla: de la misma manera que una llave responde a las condiciones impuestas por una cerradura se puede decir que una teoría verdadera responde a las condiciones impuestas por la situación problemática. La objetividad, entendida en el doble sentido de verdad y de intersubjetividad, no radica en las condiciones de la llave, ni en las condiciones de la cerradura, sino en el hecho que la llave abre la cerradura. Ciertamente el paso de la teoría correspondentista en sentido representacionista a la teoría correspondentista en sentido operativo, exige una profunda revisión de los supuestos ontológicos y epistemológicos heredados de la modernidad. Dicha revisión, que aquí he tratado de esbozar, es un objetivo prioritario de la tradición pragmatista.



Notas al Pie

1 El término lo tomo de Bauman, Z. Modernidad líquida, Buenos Aires: FCE, 2007.



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