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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.14 no.23 Manizales July/Dec. 2013

 

La epistemología naturalizada de Quine vs. la indeterminación de la traducción.
Un enfoque estructuralista*

Quine's Naturalized Epistemology vs. The indeterminacy of translation.
A structuralistic approach

Leonardo Cárdenas Castañeda
Universidad de Caldas, Colombia. leonardo.cardenas@ucaldas.edu.co

* El presente artículo es un avance de mi proyecto de investigación doctoral titulado: "En Defensa de una Epistemología Naturalista Alternativa: Respuesta a un Falso Dilema", llevado a cabo en la Universidad Pontificia Bolivariana. Agradezco al evaluador anónimo por sus sugerencias y comentarios críticos sobre este trabajo y a la Universidad de Caldas por el patrocinio de mis estudios doctorales.

Recibido el 11 de septiembre de 2013 y aprobado el 29 de octubre de 2013



Resumen

El objetivo del presente artículo consiste en mostrar que la teoría quineana de la indeterminación de la traducción es incompatible con cualquier intento naturalizador de la epistemología, pues si aceptamos que una de las implicaciones de la indeterminación de la traducción es la eliminación del discurso intensional, entonces, no sería posible elaborar patrones objetivos que sirvan como indicadores de progreso y de conocimiento científico genuinos. Además, me basaré en la distinción estructuralista entre Términos-teóricos y Términos-no-teóricos con el objeto de cuestionar el conductismo al que puede llegar el naturalismo quineano, el punto en esta parte del trabajo es que esta distinción es importante para que una teoría científica pueda realizar predicciones de una forma satisfactoria.

Palabras clave

Conductismo, epistemología naturalizada, estructuralismo metateórico, indeterminación de la traducción.

Abstract

This paper intends to show that Quine's theory of the indeterminacy of translation is incompatible with any attempt at naturalizing epistemology, because if we accept that one of the implications of the indeterminacy of translation is the elimination of intensional discourse, then it would not be possible to develop objective standards that serve as indicators of progress and genuine scientific knowledge. In addition, I will draw on the structuralist distinction between theoretical-terms and non-theoretical-terms, in order to criticize the behaviorism to which Quinean naturalism can lead. The point in this part of the work is that this distinction is important for a scientific theory can make predictions in a satisfactory way.

Key words

Behaviorism, naturalized epistemology, metatheoretical structuralism, indeterminacy of translation.



Introducción

Según Quine (1986), la epistemología queda mejor comprendida si la asociamos a las ciencias, de lo contrario, estaríamos justificando el proyecto poco sólido de la 'filosofía primera'. Sin embargo, esta forma de comprender la epistemología y en general la filosofia, no le hace justicia al conjunto de su obra. El punto básico del trabajo consiste en mostrar que la teoría quineana de la indeterminación de la traducción es incompatible con cualquier intento naturalizador de la epistemología, pues si aceptamos que una de las implicaciones de la indeterminación de la traducción es la eliminación del discurso intensional, entonces, no sería posible elaborar patrones objetivos que sirvan como indicadores de progreso y de conocimiento científico genuinos. Es más, dado el punto de vista de este enfoque, la epistemología naturalizada de Quine incurre fácilmente en una posición escéptica, asunto que el mismo Quine trató de rechazar en toda su obra. En otras palabras, el esfuerzo de Quine por liberar a la epistemología del escepticismo no es del todo concluyente. El trabajo es entonces, un adelanto en esta dirección.

Así pues, el trabajo se dividirá en cuatro partes. En la primera, trato de hacer una aproximación a la forma en que Quine entiende la naturalización de la epistemología; en la segunda parte, examino el punto de vista quineano en torno a la indeterminación de la traducción; en tercer lugar, expondré las razones por las que considero que las dos tesis anteriores, como elementos distintivos de la filosofía de Quine, pueden tornarse inconsistentes; y por último, me basaré en la distinción estructuralista (Sneed y Moulines) entre Términos-teóricos y Términos-no-teóricos con el objeto de cuestionar el conductismo quineano, el punto en esta parte del trabajo es que esta distinción es importante para que una teoría científica pueda realizar predicciones de una forma satisfactoria.

I
La propuesta naturalista

En varias partes de la obra de Quine podemos notar su aversión por lo que él denomina la 'filosofía primera' que, en general, es lo que tradicionalmente ha intrigado a muchos filósofos en sus reflexiones en torno a los problemas clásicos de la teoría del conocimiento, como la justificación de nuestras creencias en la experiencia; el debate sobre el escepticismo del mundo externo; o el problema de la inducción; solo por mencionar algunos. La aversión de Quine consiste, para resumirlo en el siguiente eslogan, en que los antiguos problemas filosóficos quedan mejor comprendidos si involucramos en ellos las herramientas de la ciencia empírica. Obviamente, este punto de vista está respaldado por pasajes del siguiente tenor, dice Quine:

la vieja epistemología aspiraba a contener, en un sentido, a la ciencia natural; la construiría, de alguna manera, a partir de datos sensibles. La epistemología en este nuevo planteamiento está, por el contrario, contenida en la ciencia natural, como un capítulo de la psicología. (La Relatividad 110)
Y en una obra posterior, en Del estímulo a la ciencia, sostiene que,
a diferencia de los viejos epistemólogos, no buscamos una base para la ciencia más firme que la propia ciencia, de manera que tenemos la libertad de utilizar los propios frutos de la ciencia al investigar sus raíces. Se trata, como siempre sucede en ciencia, de abordar un problema con la ayuda de nuestras respuestas a otros problemas. (23-4)

En los anteriores pasajes, aparte de insistir en la hostilidad hacia la manera tradicional en que la epistemología habitualmente aborda algunos problemas por considerar que sus bases teóricas son poco firmes, Quine enfatiza en dos aspectos que son fundamentales para hacer comprensible el proyecto naturalista: el punto que concierne al lenguaje observacional y la psicología como la ciencia que llevará a feliz término los antiguos asuntos aparentemente irresolubles de la epistemología con una orientación a priori.

Con relación al primero, según Quine, el lenguaje observacional es el instrumento primario del que nos valemos con el propósito de hacer emisiones significativas, esto funciona tanto para los niños como para los hombres de ciencia. Es decir, la observación directa o, como también lo llama Quine, los estímulos sensoriales, cuentan como antesala para poder realizar aseveraciones con algún sentido, fuera de este margen sería prácticamente impensable elaborar juicios que tuvieran algún valor. Este hecho según Quine es tan elemental en la naturaleza humana como lo es en algunos animales no humanos el tener la disposición de emitir ciertos sonidos ante la presencia de cualquier rasgo físico o cambios en el ambiente. Quine lo dice de la siguiente manera: "lo que denomino oraciones observacionales son las oraciones que, en los casos más simples, constituyen las contrapartidas humanas de los cantos de los pájaros y de los gritos de los simios" (Del estimulo 30).

De ahí, entonces que, para Quine deba existir cierta relación causal entre nuestros rudimentarios, pero necesarios estímulos sensoriales y las teorías que den cuenta del mundo externo. Esa sería la única manera de justificar nuestros conjuntos de creencias y nuestros sistemas de enunciados porque están apoyados precisamente en el método experimental. Toda hipótesis científica si ha de tomarse en serio requiere de su relación con la observación empírica, pero apelar a otra fuente de validación sería seguir justificando el viejo proceder de la epistemología en la que poco o nada se le prestaba importancia a la ciencia. En otras palabras, si hemos de concederle algún significado a nuestro lenguaje no tenemos otra alternativa que asumir una postura empirista, en la que además, le atribuyamos importancia a las ciencias que por su naturaleza se acondicionan a la experiencia.

Ahora, ¿cuál sería entonces la ciencia que podría despertarnos de las ilusiones provenientes de la filosofía primera? Obviamente, Quine está pensando en la psicología como la ciencia en la que el lenguaje observacional y, en general, todo el proyecto naturalista, se podrá materializar. El mismo Quine le otorga ese estatus privilegiado a la psicología en varios fragmentos de su obra, afirma:

la epistemología, o algo que se le parece, entra sencillamente en línea como un capítulo de la psicología, y, por tanto, de la ciencia natural. Estudia un fenómeno natural, a saber, el sujeto humano físico [...] Pero una conspicua diferencia entre la vieja epistemología y la empresa epistemológica en este nuevo planteamiento psicológico es que ahora podemos hacer libre uso de la psicología empírica. (Quine, La Relatividad 109-10)

Reducir todos los problemas que hasta ahora han ocupado a la epistemología en una ciencia empírica como la psicología implica el abandono, en últimas, de la misma filosofía, siempre y cuando entendamos a esta actividad como un discurso metateórico. O mejor aún, el enfoque reduccionista de Quine sugiere que lo que deberíamos hacer es embarcarnos en la empresa científica y no dar rodeos conceptuales espurios que no llevan a ningún lugar.

Claro, la razón de Quine para darle esta preferencia a la psicología radica en que a partir del lenguaje observacional y su conexión con los estímulos sensoriales podemos determinar si las palabras o las sentencias de un individuo son o no significativas. Si nuestras retinas son estimuladas por la luz corresponde a nuestro lenguaje que registre y describa ese fenómeno con el fin de que tanto teoría y experiencia sean compatibles en todos sus aspectos, pero no podemos esperar a que la construcción infundada de nuestras hipótesis se esfuercen en relacionarse con algún estado de cosas. Tendríamos que empezar analizando como es que nuestras terminaciones nerviosas son afectadas por el mundo para poder derivar de allí todo el conjunto de nuestros enunciados.

II
La indeterminación de la traducción

En diversos lugares de su obra, Quine tiene en parte el propósito de llegar a una conclusión escéptica con respecto a nociones intensionales como la de significado. Para esto recurre especialmente a dos argumentos, el primero está expuesto en "Dos dogmas del empirismo", en el cual trata de mostrar que la taxonomía positivista entre enunciados analíticos y enunciados sintéticos no es satisfactoria porque la característica fundamental de las verdades necesarias, que es la de identidad en significado, obedece a una 'oscura entidad' que hace coincidir a expresiones sinónimas. Es decir, para que expresiones como 'soltero' y 'hombre no casado' tengan el mismo significado se requiere que exista una entidad dentro del mobiliario del mundo que se llamen los significados. Ahora bien, como no podemos establecer un criterio para demostrar esto, entonces, no puede ser cierto que las piezas del discurso intensional, como los significados, poseen algún valor. La única alternativa para salvar la sinonimia, entre 'soltero' y 'hombre no casado' es apelar al criterio según el cual ambas expresiones son verdaderas de las mismas cosas. Pero sucumbir ante esta opción convierte a las dos expresiones en enunciados empíricos, pues el criterio de estos, de acuerdo con Quine, es precisamente el que se aplican a los mismos objetos o el que sean verdaderos de las mismas cosas, como las expresiones 'criatura con corazón' y 'criatura con riñones'. Entonces, como carecemos de un procedimiento claro para hacer razonable la noción de identidad en significado en las verdades necesarias, la diferencia entre juicios analíticos y juicios sintéticos se desmorona.

Sin embargo, el punto del que quiero llamar la atención y que está relacionado con el anterior lo encontramos en Palabra y Objeto. Siendo coherente con el punto de vista escéptico sobre el discurso intensional, Quine considera que, en términos generales, si dos lingüistas pretenden construir un manual de traducción de una lengua que no posee ninguno, entonces, la única alternativa que tienen es apelar a la conducta lingüística de los nativos. No obstante, el experimento mental de Quine tiene varias implicaciones.

En particular, Quine al pretender mostrar que los lingüistas deberían realizar una traducción radical del selvanés al castellano, advierte que ambas traducciones podrían ser compatibles con la conducta de los nativos, pero en últimas ser incompatibles con la traducción final al español. Esto es lo que Quine denominó como indeterminación de la traducción, él lo expone en los siguientes términos:

es posible confeccionar manuales de traducción de una lengua a otra de diferentes modos, todos compatibles con la totalidad de las disposiciones verbales y, sin embargo, todos incompatibles unos con otros. Estos manuales diferirán en numerosos puntos: como traducción de una sentencia de un lenguaje darán sentencias del otro que no se encontrarán entre sí en ninguna relación de equivalencia plausible, por laxa que sea. (Quine, Palabra y 40)

Recordemos que los lingüistas naturalistas quineanos obtendrán ciertos estímulos sensoriales ante la conducta de los nativos, es decir, el lenguaje empleado por los nativos deberá ser traducido apelando a un lenguaje observacional, que precisamente de cuenta de las disposiciones verbales y conductuales de aquellos habitantes; además, dado que es posible que los manuales de traducción incompatibles se ajusten a los datos empíricos proporcionados por el idioma selvanés, no podemos determinar objetivamente cuál traducción es mejor. La idea es que la indeterminación de la traducción obedece al recelo por parte de Quine en contra de nociones intensionales como el significado y la sinonimia, pues si estos tuvieran algún tipo de existencia, podríamos establecer de una manera objetiva cuál es la traducción correcta.

III
La incompatibilidad

Ahora quisiera enfocarme en alguna crítica que podría hacerse a las nociones quineanas de la epistemología naturalista1 en conjunción con la indeterminación de la traducción. Para empezar, la objeción la podemos plantear en los siguientes términos, si es cierto, lo que afirma Quine, que dado que no existen criterios para postular la objetividad entre dos traducciones o dos teorías que parten de la misma base observacional, entonces cualquier intento naturalizador se desmoronaría. Es decir, es necesario apelar a alguna norma que nos permita distinguir qué teoría es mejor con respecto a otra alternativa, de lo contrario, el proyecto naturalista sería vulnerable ante cualquier postura relativista en un sentido fuerte, dependiendo, bien sea de la persona o de la comunidad científica lo qué debe contar como ciencia empírica. Sin embargo, tal como está planteada mi objeción puede estar cargada de cierta ingenuidad, en el sentido de que el mismo Quine reconoce la importancia de criterios pragmáticos como la simplicidad, la economía, y demás, para poder elegir entre teorías. Recordemos la parte final de "Dos Dogmas":

todo hombre recibe una herencia científica más un continuo y graneado fuego de estímulos sensoriales; y las consideraciones que le mueven a moldear su herencia científica para que recoja sus continuos estímulos sensoriales son, si racionales, pragmáticas. (Quine, Desde un 81)

Este giro pragmatista de Quine puede si no salvarlo, por lo menos, ayudarlo a matizar su perspectiva relativista. Las teorías son mejores o peores dependiendo de los fines que busquemos con ellas, cosa que a mi entender está bien. Aun así, podemos extender la réplica hacia uno de los argumentos de Quine en contra de las nociones intensionales como los significados y la sinonimia que están explícitos en la teoría de la indeterminación de la traducción. No olvidemos la razón por la cual Quine es escéptico con respecto a la idea de identidad en significados, grosso modo, como no podemos establecer criterios para individuar este tipo de nociones, entonces, no podemos determinar cuál de dos traducciones que parten de los mismos eventos y fenómenos es la correcta. Esto es, si existieran entidades como las intensiones tendríamos una base objetiva de mostrar que una traducción en castellano se ajusta en significado a las oraciones proferidas por los nativos en selvanés.

Bien, pienso que el disgusto de Quine en contra de las nociones intensionales está relacionado con su postura peyorativa sobre la lógica modal. Quine considera que la posibilidad y la necesidad riñen con la estrategia de privilegiar el discurso netamente extensional en la media en que 'las actitudes proposicionales' como las modalidades y las intensiones no las podemos reducir al discurso conductual y observacional. De ahí que Quine se refiera al lenguaje modal en Del estímulo a la ciencia como un "lodazal notoriamente intensional".

Empero, uno podría compartir este punto de vista de Quine contra las modalidades, siempre y cuando adoptemos que las modalidades son de re y no de dicto. Sin embargo, considero que estas últimas son el uso legítimo de las categorías modales. En breve,

el uso de dicto está relacionado con la manera en que una proposición o un enunciado puede ser verdadero o falso; mientras el uso de re, por su parte, está relacionado con el modo en que un objeto tiene ciertas propiedades. (Cárdenas 268)

Otra forma de decir lo mismo es que las categorías modales como la necesidad y la posibilidad no poseen una existencia ontológica, sino que son más bien, como señala van Fraassen, 'formas de hablar'.

Si hemos, entonces, de aceptar que las modalidades están mejor comprendidas como criterios epistemológicos, más que como criterios ontológicos, por qué no podríamos trasladar este argumento hacia las nociones intensionales, es decir, cuál sería el inconveniente de Quine en aceptar que el lenguaje intensional al igual que las modalidades son meras formas de hablar. Presumo, como ya lo sugerí anteriormente, que Quine teme multiplicar innecesariamente las entidades en el mundo o, más bien, que no hay atisbos científicos que respalden a las nociones intensionales, pues si las adoptamos les estaríamos abriendo de nuevo la puerta a la vieja semántica mentalista, donde poco importan las explicaciones científicas. El mismo Quine dice en Las raíces de la referencia que "las conjeturas acerca de mecanismos internos son laudables en la medida en que haya esperanza de que vengan a sostenerlas descubrimientos neurológicos" (52).

Sin embargo, opino que esto no debe de ser necesariamente como Quine lo considera, al igual que Strawson2 (Ensayos 136-37) y Searle (18-9)3 pienso que no hay manera de eliminar el discurso intensional, ni siquiera de reducirlo todo a un lenguaje extensional, necesariamente tenemos que valernos de él al igual que las modalidades.

Llegados a este punto se puede mostrar más claramente la incompatibilidad entre la epistemología naturalizada y la indeterminación de la traducción, la idea es que reducir o eliminar las nociones intensionales no es suficiente para elaborar proyectos naturalistas porque si bien es cierto que apelar a la conducta es importante en unos aspectos, no abarca todos los atributos de la ciencia, como hacer predicciones, por ejemplo. La modalidad de probabilidad se justifica en la ciencia empírica precisamente porque a partir de ciertos fenómenos que se hayan repetido en el pasado, hablando llanamente, podemos hacer predicciones más o menos precisas, pero siempre y cuando apelemos a la probabilidad como una simple forma de hablar y no como una propiedad del mundo. En resumidas cuentas, como la teoría de la indeterminación de la traducción trae consigo el escepticismo hacia nociones intensionales y hacia las modalidades al considerarlas 'oscuros giros idiomáticos', entonces, cualquier intento naturalizador no podría hacerle justicia a los rasgos distintivos de la ciencia como lo son las predicciones. Con el conductismo de Quine se pueden hacer descripciones de ciertos fenómenos y eventos, pero difícilmente se podrían hacer predicciones al tener estas cierta familiaridad con algunas cualidades distintivas de la lógica modal, en especial, las posibilidades y las probabilidades. Naturalmente, no estoy sugiriendo que ninguna propuesta conductista pueda realizar predicciones, se puede hacer. Mi inquietud es hacia el conductismo naturalista radical de Quine, que es bien particular, al relegar ciertos 'giros intensionales' como dice él, pero que son útiles, no solo para el discurso científico, sino también para el lenguaje ordinario o popular. De hecho, parte de la crítica de Strawson radica en que ni siquiera Quine mismo puede dejar de recurrir a las expresiones que él se opone, tales como las nociones de 'imposibilidad lógica' y 'misma expresión o proposición', que son de corte intensional y de las que se vale Quine para identificar lo que él denomina 'verdad lógica'.

IV
La distinción estructuralista entre t-teóricos y t-no-teóricos4

Retomando la idea anterior sobre la imposibilidad del conductismo quineano para realizar predicciones, considero que una forma de madurar esta réplica es apelando a la taxonomía que autores como Sneed y Moulines han hecho sobre los T-teóricos y los T-no-teóricos. La idea que pretendo defender es que es importante esta distinción funcional dentro del estructuralismo científico para que distintas teorías puedan tener vínculos interteóricos con otras teorías a la hora de entrar a explicar y predecir algunos fenómenos.

Recordemos que dentro de una teoría científica, según Moulines, debemos identificar los T-teóricos como los T-no-teóricos. Los primeros son aquellos términos de las teorías que son propios de ella, mientras los segundos son algo así como, términos de teorías subsidiarias o anexas. El mismo Moulines lo expresa de esta manera:

hay que distinguir dos niveles conceptuales y metodológicos dentro de una teoría T dada: el nivel de los conceptos que son específicos de esa teoría, y a los que llamamos conceptos "T-teóricos", y el nivel de los conceptos que provienen, por así decir, del "medio ambiente" de T, a los cuales llamamos conceptos "T-no-teóricos". (Moulines 17)

Uno de los ejemplos más comunes a los que apela Moulines para ilustrar esta distinción es la Mecánica Clásica de Partículas, en adelante MCP. En esta teoría física los elementos teóricos básicos son: posición, tiempo y espacio, masa y velocidad. Bien, ahora haciendo caso de la sugerencia del estructuralismo, pasemos a discriminar los T-teóricos y los T-no-teóricos de la MCP.

Son propias de esta teoría física la masa y la velocidad. Es decir, estos conceptos son genuinos o pertenecen al nivel de la física, no requieren de otras teorías auxiliares para poder hacer consistente a la MCP. Así pues, estos conceptos, dada su naturaleza, son T-teóricos, 'son específicos de esa teoría'.

Los términos restantes: la posición, el tiempo y el espacio pertenecen a teorías distintas de la MCP, son términos que funcionan como vínculos interteóricos entre teorías distintas. Por ejemplo, el término de espacio no es un término originario de la física, sino que pertenece a otra teoría distinta, a la geometría. Lo mismo pasa con la posición y el tiempo, la primera corresponde a la mereología y la segunda a la cronometría. En síntesis, espacio, tiempo y posición son T-no teóricos de la MCP; o más bien, la MCP presupone términos que pertenecen a la geometría, a la mereología y a la cronometría5.

Naturalmente, una pregunta inmediata que podría hacerse es ¿en qué consiste, entonces, la importancia de esta taxonomía? Mi respuesta tendrá dos partes. En primer lugar, la distinción entre términos T-teóricos y T-no-teóricos muestra por qué la distinción es funcional o pragmática. Es decir, esta distinción no es de carácter universal, sino que es relativa a distintas teorías científicas, aquí solo se muestra la importancia para la MCP, pero otras teorías podrían echar mano de esta taxonomía. Solo por mencionar otro ejemplo, en breve, la teoría cinética de los gases posee dentro de los T- teóricos la presión, la temperatura y el volumen; y dentro de los T-no-teóricos están la fuerza y la masa. Entonces, los T-teóricos, en este caso, hacen parte de la química, mientras que los T-no-teóricos, como términos subsidiarios de la teoría cinética de los gases hacen parte de teorías previamente disponibles, en especial, la física.

En segundo lugar, el alcance de la taxonomía consiste en que esta da cuenta no solo de las descripciones, sino que también ofrece explicaciones y predicciones al interior de una teoría. Sigamos con la MCP, cuando queremos saber el valor del movimiento de una partícula (o un punto de masa) debemos averiguar, en primera instancia, el valor de la fuerza con que ese movimiento fue causado, pero también debemos acudir al espacio en donde el suceso se llevó a cabo y al tiempo i inicial y al tiempo ii, donde se detiene o pierde velocidad la partícula.

Bien, podemos deducir lo siguiente con este elemental ejemplo:

(a) con los T-teóricos solo obtendríamos descripciones del evento. O sea, con la masa y la velocidad se consiguen descripciones o relatos de lo ocurrido. Los juicios serían de este corte: 'este cuerpo se mueve a x velocidad', 'este cuerpo posee x masa', entre otros.

(b) Con los T-no-teóricos podemos realizar explicaciones de este tipo: "este cuerpo se mueve a x velocidad porque depende de la posición con respecto a su masa", "este cuerpo se mueve a x velocidad, dependiendo de las condiciones del espacio donde ocurre el suceso", "la aceleración de este cuerpo varía con respecto al tiempo i y al tiempo ii".

(c) Con los T-no-teóricos podemos realizar predicciones como sigue: "dependiendo de las condiciones del espacio, probablemente la velocidad de x cuerpo será de y manera", "la aceleración de x cuerpo será de y manera en el tiempo i con respecto al tiempo ii, dependiendo de la fuerza con que se impregne".

Dadas estas aclaraciones no entendamos por esto que una teoría que tiene la capacidad de explicar tiene también la capacidad de hacer predicciones; y tampoco a la inversa, una teoría que tiene la capacidad de hacer predicciones tiene la capacidad de realizar explicaciones.

Teniendo en cuenta lo que consiste la distinción entre los T-teóricos y los T-no-teóricos dentro del enfoque estructuralista relacionándolo con la MCP, retomemos la motivación original del presente artículo, por lo menos en esta parte, a saber, la imposibilidad del conductismo quineano para realizar predicciones.

Precisamente, una de las inconsistencias que quiero mostrar en la propuesta naturalista de Quine es que dado su modo tan drástico en que lo asume, considero que no le hace justicia al modo de proceder de las ciencias maduras, si se me permite esta expresión. Es decir, la epistemología naturalista no puede dar el salto del nivel descriptivo a los niveles explicativo y predictivo, porque solo adquirimos información a partir de fenómenos empíricamente perceptibles o aquellos que estimulan nuestro sistema sensorial, como le gusta decir al propio Quine.

Tal vez la propuesta naturalista que Quine tiene en mente es el conductismo de John Watson (1984), donde a través del recurso de estímulo–respuesta podemos darle sentido a las relaciones humanas. De hecho, el mismo Watson consideraba que la mejor manera de estudiar la psicología era eliminando aquellos conceptos imperceptibles como 'alma', 'espíritu', 'conciencia', 'mente' y quedarnos solo con lo empíricamente observable dentro de las funciones fisiológicas del comportamiento animal. Watson afirma:

entendemos por respuesta todo lo que el animal hace, como volverse hacia o en dirección opuesta a la luz, saltar al oír un sonido, o las actividades mas altamente organizadas, por ejemplo: edificar un rascacielos, dibujar planos, tener familia, escribir libros. (23)

Este es el ideal de Quine para naturalizar la epistemología, en donde ninguna referencia al lenguaje intensional (como sinonimia e identidad de significado) tenga cabida. Otra forma de decir lo mismo es que la anterior cita de Watson es un ejemplo de las oraciones observacionales a las que Quine hace alusión, que son "las contrapartidas humanas de los cantos de los pájaros y de los gritos de los simios".

Dentro del enfoque estructuralista, el conductismo así entendido, no parece tener teorías previamente disponibles porque a lo sumo lo que se pretende es hacer un relato detallado del comportamiento humano, pero no tiene la capacidad para ejecutar explicaciones y predicciones. En otras palabras, el conductismo quineano tiene la finalidad de hacer descripciones netamente funcionales. El propio Quine nos da pistas para comprenderlo de esta manera, solo evoquemos una de las insinuaciones básicas de Significado y traducción con el ejercicio mental de los nativos selvaneses: la traducción que podamos hacer del lenguaje de los nativos deberá partir de 'las disposiciones verbales' y conductuales que podamos observar de sus habitantes. La relación entre el funcionalismo de Quine, su noción de estímulos sensoriales y su idea misma de un lenguaje observacional parece pertenecer a ese apartado de la psicología que es el conductismo (de hecho, recordemos que según Quine la nueva epistemología, la naturalista, debe ser un capítulo de la psicología). Este es precisamente el vínculo que encuentro entre la epistemología quineana y el conductismo en la versión de Watson:

estimulando al sujeto con una campanilla eléctrica o un zumbador, y aumentando o disminuyendo simultáneamente la intensidad de la luz que incide sobre la retina, queda por último condicionado de tal suerte que el estímulo sonoro provocará por sí la dilatación o contracción de la pupila. (51)

Entonces, si nos arriesgáramos a diferenciar los T-teóricos de los T-no-teóricos de la teoría conductista en su versión fuerte de Watson, como lo exige el estructuralismo, tendríamos que relacionar los términos estímulo y respuesta dentro de su vocabulario básico o propio de la teoría, serían pues los T-teóricos. Más allá de esto no podríamos avanzar, no podría haber T-no-teóricos porque no hay teorías previamente disponibles, no hay teorías de base, no habría forma de vincular los términos genuinos de la teoría con otros de teorías diferentes. Es decir, el conductismo solamente está dotado del 'lenguaje observacional' de estímulo y respuesta, y con ello solamente se pueden hacer descripciones igualmente observacionales que han estimulado previamente nuestro sistema sensorial.

Conclusiones

La propuesta naturalista de Quine posee, entonces, el inconveniente de no brindar razones de peso para que una teoría pueda hacer explicaciones y realizar predicciones. Esta objeción general esta dividida en dos aspectos. El primero parte del recelo por parte del propio Quine contra las nociones intensionales de sinonimia y significado porque no pueden hacer parte del discurso extensional y del lenguaje observacional, que es el que, en últimas, su naturalismo privilegia. Lo mismo pasa con las modalidades, al ser a juicio del propio Quine 'un lodazal notoriamente intensional', no existen maneras de individuar modalidades. Sin embargo, el argumento que presento es que el proyecto naturalista sería demasiado limitado, pues es necesario apelar a las modalidades como la de probabilidad para pasar de un rango descriptivo hacia uno predictivo. Siempre y cuando, claro está, entendamos a las categorías modales como de dicto y no de re, como categorías epistemológicas mas no ontológicas.

El segundo aspecto de la crítica parte de la distinción del estructuralismo (Moulines y Sneed) entre T-teóricos y T-no-teóricos. Esta distinción es importante porque muestra que son necesarios los vínculos interteóricos entre teorías distintas para pasar del nivel descriptivo a otro explicativo y predictivo. Como el conductismo radical quineano pretende hacer descripciones funcionales, entonces, se queda con los términos propios del conductismo, que son estímulo y respuesta. No existen teorías previamente disponibles o teorías subyacentes de las cuales el conductismo pueda recurrir. El inconveniente, como ya se ha sugerido, es que teorías conductistas como las de Watson-Quine se autojustifican, es decir, la base contrastacional será en términos observacionales solamente y eso, ya es comprometerse con un círculo vicioso.



Notas al Pie

1 Obviamente, en la literatura existen críticas adicionales a las expuestas por mí en este artículo. Tal vez una de las más famosas réplicas en la filosofía contemporánea es la realizada por Jaegwon Kim, en la que considera que Quine en su propuesta naturalista elimina la noción de evidencia, algo que para la epistemología tradicional ha sido importante porque es una pieza que ayuda a la labor justificacionista de la epistemología en general. Por esta misma razón, según Kim, abandonar la empresa de justificación en la epistemología es eliminar a la vez la labor normativa que acompaña a cualquier teoría del conocimiento. En otras palabras, el concepto de 'justificación' es una noción característicamente normativa. Para Kim, entonces, el abandono de Quine de la evidencia y de justificación, y su reemplazo por el papel descripcionista no alcanza ni a ser epistemología (porque elimina la tarea normativa), ni mucho menos ciencia cognitiva, ya que esta también necesita de un criterio normativo como base para interpretar algún proyecto de corte cognitivo. Este naturalismo de Quine de corte descriptivista, aceptado también por Harvey Siegel es controvertido por Alvin Goldman, quien piensa que a pesar de estas críticas hechas a la propuesta epistemológica de Quine, aún así debemos partir de un punto de vista fiabilista en epistemología y esta no es otra que aquella que hace hincapié en la ciencia. Es decir, según Goldman, los defectos de la epistemología naturalizada que asume un cientificismo fuerte cubre las lagunas teóricas que se le han detectado, pues el avance científico de la psicología cognoscitiva, por ejemplo, hace que una teoría del conocimiento a su favor sea más fiable que otras alternativas.
2 Peter Strawson (Escepticismo y) también desarrolla una crítica independiente hacia la epistemología naturalizada. Strawson, quien pone como interlocutor al escepticismo, argumenta que por lo menos la versión naturalista de Quine, tiene el defecto de implicar un círculo vicioso, en la medida en que si nuestras teorías científicas dependen de nuestra experiencia sensorial, entonces, estas mismas teorías no sirven para justificar legítimamente la posibilidad del conocimiento que tenemos a partir de la experiencia del mundo externo. Ahora bien, esto no quiere decir que a toda propuesta epistemológica que haga énfasis en el naturalismo se le pueda adjudicar esta crítica, el mismo Strawson considera que la falacia circular es propia de naturalismos reduccionistas y cientificistas como el de Quine, pero no de naturalismos más modestos o 'blandos' como el propio Strawson denomina a su propia versión naturalizada de la epistemología, donde la ciencia empírica no ocupa un lugar privilegiado.
Ronald Giere presenta otra versión de argumento circular en contra de la epistemología naturalizada (que el mismo defiende), en el sentido en que en la discusión sobre la racionalidad de las metas es necesario definir también la racionalidad instrumental o de los medios, pero no podemos saber empíricamente cuáles son los unos y cuáles los otros, pues los medios también son eficaces en la obtención de una meta. Dice Giere: "el problema epistemológico clásico ha sido siempre el de justificar la pretensión de que en verdad se ha encontrado una teoría correcta. Cualquier teoría naturalista de la ciencia que apele sólo a los medios eficaces para la meta de descubrir teorías correctas debe dar esto por sentado. Así pues, la filosofía naturalista de la ciencia sólo puede apoyarse en el argumento circular que supone que ciertos medios son en realidad eficaces para alcanzar una meta" (31). Sin embargo, defensores de la propuesta naturalista piensan, que por lo menos a Quine no puede acusársele de caer en una petición de principio (o en una circularidad viciosa), pues el objetivo de Quine no es la justificación sino la comprensión. Sobre este punto dice Peter Hylton: "If the aim were one of justification, there would be a circularity here: we would be using our science to justify that very science. If our aim is one of understanding, however, rather than of justification, then this circularity is in no way vicious" (83).
3 Michael Dummett advierte que la crítica quineana a la dicotomía analítico/sintético en "Dos dogmas del empirismo" es, más que una objeción a la distinción empirista, una propuesta verificacionista alternativa, pero con el agregado de que es más holista.
4 Dentro del enfoque estructuralista se suele llamar a los T-teóricos como modelos potenciales y a los T-no-teóricos como modelos potenciales parciales. De la misma manera, siempre que me refiera a teorías científicas en adelante entiéndase como conjuntos de modelos, no de enunciados, tomando distancia de la forma en que se conciben las teorías científicas dentro de la concepción heredada. Pero por razones de simplicidad y para los propósitos de este artículo omitiré esta terminología.
5 Hempel (110-13) llamaba a esta relación interteórica como Principio puente, donde en este caso, la geometría, la cronometría y la mereología son teorías previamente disponibles de la MCP.



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