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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.14 no.23 Manizales July/Dec. 2013

 

El sinequismo, el realismo y el empirismo de Charles S. Peirce, aplicados a sus teorías de la percepción y del conocimiento

The synechism, realism, and empiricism of charles s. Peirce, applied to your theories of perception and knowledge

Jorge Alejandro Flórez Restrepo
Universidad de Caldas, Colombia. jorgealejandro.florez@ucaldas.edu.co

Recibido el 19 de agosto de 2013 y aprobado el 27 de septiembre de 2013



Resumen

El presente artículo rastrea la importancia de tres principios de la filosofía de Charles S. Peirce aplicados al caso particular de la percepción y la cognición. Estos principios son: el sinequismo o principio de continuidad; el realismo, en un sentido ontológico y epistemológico; y el empirismo, en su nueva formulación en contraposición con el empirismo tradicional. En este sentido, se intenta argumentar en favor de tres posturas, a saber: (i) Peirce sostiene que existe una continuidad entre sensación e intelecto (sinequismo) en la que se evita el dualismo cartesiano; (ii) acepta la independencia del objeto frente al sujeto sin caer en el realismo ingenuo (realismo escolástico peirceano); y (iii) admite elementos subjetivos tanto en la percepción como en el razonamiento sin caer en el idealismo (empirismo radical peirceano).

Palabras clave

Charles S. Peirce, cognición, empirismo, percepción, realismo, sinequismo.

Abstract

This paper tracks down the importance of three principles of the philosophy by Charles S. Peirce, applied to the particular case of perception and cognition. These principles are: sinechism, or the principle of continuity; realism, in both ontological and epistemological sense; and empiricism, in a new formulation opposed to the traditional empiricism. As a result, I shall argue for three claims (i) Peirce defends a continuity between sensation and reason, that avoids Cartesian dualism (sinechism); (ii) he accepts the independence of the object and the subject without being a naïve realist (scholastic Peircean realism); and (iii) he admits subjective elements both in perception and in reasoning without falling into idealism (Peircean radical empiricism).

Key words

Charles S. Peirce, cognition, empiricism, perception, realism, sinechism.


Peirce propone dos vías por medio de las cuales podemos adquirir conocimiento tanto por percepción directa o inmediata como por razonamiento o inferencia mediata. Al respecto, afirma Peirce "todas nuestras concepciones son obtenidas por abstracción y combinación de las primeras cogniciones que ocurren en nuestros juicios de experiencia" (Essential I 24). Estas dos vías no están separadas, ni son independientes, por el contrario, se colaboran mutuamente y son continuas. La experiencia sensible provee las primeras premisas por las cuales la búsqueda racional y científica puede realizar descubrimientos, rastrear consecuencias y someter a verificación proposiciones generales acerca de la realidad. De igual forma, aquellas creencias generales adquiridas por medio de la búsqueda científica pueden afectar nuestras experiencias futuras.

Estas dos vías de obtener conocimiento son similares en muchos aspectos dado que ambos apelan a los principios básicos de la filosofía peirceana, a saber, el sinequismo, el realismo ontológico y epistemológico, y el "empirismo radical" (Cf. Anderson and Hausman 100-13). Como resultado, nos detendremos a explicar estos tres principios tanto en la experiencia sensible como en el lado racional del método lógico. Estos tres principios, sinequismo, realismo y empirismo, son evidentes desde obras tempranas de su filosofía. En una de las primeras series de artículos que Peirce publicó en vida, denominada la serie de artículos cognitivos, enumera una serie de incapacidades del conocimiento humano. En esta lista de cuatro incapacidades se vislumbran los principios de sinequismo, realismo y empirismo, los cuales son fundamentales para comprender su postura. Entre las incapacidades enumeradas por Peirce se encuentran: "no tenemos un poder de intuición, sino que toda cognición es determinada por otras cogniciones previas" y "no tenemos la capacidad de pensar sin signos" (Essential I 30).

La primera incapacidad implica el principio sinequista según el cual toda cognición es un proceso continuo sin puntos iníciales e implica, además, que toda inferencia lógica está fundamentada en un proceso continuo a través de la experiencia. Peirce afirma en otros textos que, "todo pensamiento comienza con experiencia" (Writings of I 282) y que "todo tipo de conocimiento procede de la observación" (Collected 1 238) (Cf. Reilly 25).

La segunda incapacidad que acabamos de mencionar implica que todo contenido de nuestra conciencia es dado a través de signos y que, por tanto, toda explicación de la cognición o de un razonamiento lógico debe ser dada en términos semióticos. Ahora bien, toda cognición está, en términos generales, contenida en nuestra conciencia y por ello, dice Peirce, no hay otra manera de dar cuenta de ella, sino es através de signos. De este modo, Peirce explica la cognición como una relación tríadica entre objeto, signo e interpretante. Es importante señalar que la referencia a la semiótica no significa que para Peirce el signo tenga una preponderancia sobre los otros elementos. El signo es solo el elemento que relaciona al objeto con el interpretante y aunque no podamos relacionarnos con el objeto, sino es a través de los signos, esto son significa que Peirce dude de la independencia entre el objeto y el conocedor. Aquí se hace manifiesto el principio realista de Peirce, para quien, no solo existen los objetos independientes de ser conocidos o no, es decir, un realismo epistemológico, sino que también existen objetos de naturaleza general, a saber, un realismo ontológico. Así pues, estos tres principios, sinequismo, realismo y empirismo, también son evidentes en sus obras tardías.

En una serie de conferencias sobre pragmatismo que presentó en Harvard en 1903, Peirce postuló tres proposiciones básicas para toda su filosofía. La primera afirma, no existen concepciones que no hayan sido dadas a nosotros a través de la percepción o como el principio tradicional del empirismo plantea: Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu. La segunda proposición dice, los juicios perceptuales contienen elementos de generalidad. Esto significa que el empirismo peirceano es la fuente de todo tipo de conocimiento, no solo el de las realidades particulares. En términos de Peirce, esto es equivalente a decir que la terceridad es directamente percibida. Finalmente, la tercera proposición afirma que los juicios perceptuales son inferencias abductivas o, en palabras del propio Peirce,

la inferencia abductiva sobrepasa los límites del juicio perceptual sin una clara línea de demarcación entre ellas; o en otras palabras, nuestras primeras premisas, los juicios perceptuales, deben ser tomados como un caso extremo de inferencia abductiva, de la cual difieren en estar absolutamente fuera de toda crítica. (Essential II 227)

Estas dos últimas proposiciones presuponen el principio sinequista, pues este afirma que entre sensación e inferencia no hay una clara línea de demarcación y que entre conocimiento particular sensible y universal racional tampoco la hay. A partir de lo dicho, es claro que la teoría peirceana del conocimiento es un asunto fundamental de su filosofía durante toda su carrera. En un resumen que él mismo hace de una conferencia de 1866 que se encuentra perdida y que versaba sobre cognición, Peirce afirma:

en nuestra última conferencia hicimos algunas reflexiones sobre el propio modo de concebir el progreso de la verdad desde los objetos externos hasta el entendimiento completo. Encontramos que las primeras impresiones sobre nuestros sentidos no son representaciones de ciertas cosas en sí mismas desconocidas, pero son ellas mismas aquellas cosas desconocidas en sí mismas. Nuestras primeras impresiones son enteramente desconocidas y el objeto de conocimiento es el objeto de hecho y lo que no es una cuestión de posible experiencia no es una cuestión de hecho. Estas impresiones son comprehendidas dentro de la unidad que la mente requiere, la unidad del Yo pienso–la unidad de consistencia para concepciones y sensaciones. Estos no son nada más que predicados que la mente fija por virtud de una inferencia hipotética con el fin de comprender los datos que se le han presentado. Un predicado hipotético es uno que se le fija a una cosa que no ha sido experimentada como poseyéndolo con el fin de traer la multiplicidad de la cosas experimentada a una unidad. Ahora, este es sólo el carácter de una concepción o una sensación. Tomemos el sentido de belleza como un ejemplo; cuando escuchamos una sonata de Beethoven, el predicado de belleza se le fija a esta como una representación simple del complicado fenómeno que se presenta al oído. La belleza no le pertenece a cada nota o coro, pero le pertenece al todo. No hemos escuchado, por tanto, la belleza, pues hemos escuchado sólo los acordes simples en sucesión. Lo que hemos escuchado es, por lo tanto, sólo la ocasión del sentimiento que es bello, sólo los datos a que se han de reducir a la unidad a la cual sirve el sentido de belleza. El predicado 'bello' es por lo tanto, un predicado adjuntado hipotéticamente. Esto ilustra como la función lógica de las sensaciones es aquella de un predicado hipotético. La misma cosa es aún más obvia en el caso de las concepciones. (Writings of I 471-72)

Este párrafo temprano contiene todos los elementos de la teoría peirceana del conocimiento. Por ejemplo, su rechazo al idealismo subjetivo, pues para él lo que es conocido es el objeto real. También está presente su defensa de un tipo especial de empirismo en el cual la sensación, representada en los juicios perceptuales, es la fuente de todo tipo de conocimiento. Estos juicios perceptuales le dan el carácter diferente y distintivo al empirismo peirceano, pues ellos ilustran el carácter interpretativo de la sensación, como se explicará más adelante.

En síntesis, las características generales de la teoría peirceana del conocimiento son su sinequismo, realismo en sentido ontológico y epistemológico, y su empirismo especial. En lo que se sigue se describirá en qué consiste cada una de estas características, aplicadas a la percepción y al conocimiento.

Sinequismo a la luz de la teoría del conocimiento

Peirce considera que el conocimiento es un continuo desde las percepciones hasta las concepciones. En este sentido, él considera que todo conocimiento está determinado por otros conocimientos previos y que se pasa de los unos a los otros a través de procesos que se pueden representar como inferencias. Igualmente, esto implica, a su vez, el rechazo de una facultad de intuición por la cual adquiriríamos conocimiento inmediato. Así pues, Pierce define la intuición como "una cognición que no es determinada por una cognición previa de los mismos objetos, y que por lo tanto, es así determinada por algo fuera de la conciencia" (Essential I 11). Dentro de esta idea de intuición Peirce incluye el carácter auto-evidente de alguna proposición o el criterio cartesiano de claridad y distinción que algunos filósofos aceptan (Cf. Collected 1 144)1; incluye, además, el carácter a priori, el método de autoridad, o la revelación divina, por medio de los cuales algunos pretenden fundamentar la verdad y certeza de ciertas proposiciones. La existencia de la intuición es puesta en duda por Peirce y postula, por el contrario, que el proceso cognitivo es enteramente discursivo e inferencial y el cual puede ser analizado dentro los tres tipos de razonamiento aceptados por él: deducción, inducción y abducción.

Así, el problema del conocimiento que llevó a los filósofos a postular una facultad intuitiva o algo semejante es, para Peirce, una paradoja falaz. Uno de los principales expositores de tal paradoja es Aristóteles dado que él afirma que la fundación de todo conocimiento epistémico debe ser apodícticamente demostrado. Toda demostración debe ser soportada propiamente por premisas ciertas y previamente conocidas. Sin embargo, si fuera necesario asegurar la certeza de estas premisas ellas también deberían ser demostradas apodícticamente y así sucesivamente, en una regresión ad infinitum. En consecuencia, continúa Aristóteles, para evitar esta regresión en la demostración de premisas y principios previos, es necesario afirmar que no todo es demostrable y que existe el Nous o intuición con el cual estos principios básicos son adquiridos.

Peirce compara esta paradoja del conocimiento con la paradoja de Zenón sobre Aquiles y la tortuga (Cf. Writings of 1 490) (Cf. Collected 2 27). La única diferencia es que mientras la paradoja de Zenón impide la posibilidad de movimiento hacia adelante, pues requeriría recorrer una distancia infinita para moverse en un espacio finito, la paradoja del conocimiento impide la posibilidad de obtener conocimiento, pues requeriría moverse hacia atrás para obtener un número infinito de premisas previas antes de demostrar una conclusión concreta. Ambas paradojas, dice Peirce, cometen la falacia de confundir cantidades discretas con cantidades continuas. Si en realidad el espacio estuviera compuesto de partes infinitas desligadas, entonces, Aquiles no podría nunca alcanzar a la tortuga y esta última no podría ni siquiera moverse (Cf. Essential I 68).

De igual manera, si el proceso cognitivo estuviera compuesto de una sucesión infinita de silogismos demostrativos o de esfuerzos mentales discretos, entonces, no se podría ni siquiera afirmar nada. Por el contario, Peirce afirma: "no hay en absoluto una primera cognición, sino que la cognición surge en un proceso continuo" (Ibíd. I 30). En otro lugar dice: "no se sigue que porque no ha habido un primer elemento en una serie, entonces que la serie no tiene un comienzo en el tiempo; pues la serie puede ser continua, y puede haber comenzado gradualmente" (Ibíd. I 61).

En consecuencia, toda nueva cognición, creencia o concepción llega a nuestra conciencia por medio de alguna creencia previa que se establece como premisa. Toda actividad cognitiva es inferencial y continúa incluso los juicios perceptuales. El hecho de que no seamos conscientes de estos procesos no significa que no tenga lugar de esta forma. Los niños, para utilizar un ejemplo que usa Peirce, no se dan cuenta de que todo su aprendizaje procede de inferencias inconscientes; sus conciencias están enfocadas en el contenido de las inferencias y en el resultado, más no en la inferencia misma.

Realismo y el elemento objetivo de la percepción

Como mencionamos anteriormente, uno de los principios peirceanos afirma que no podemos pensar sin la mediación de signos, pero esto no impide, a su vez, que se pueda afirmar que todo signo es la representación de una realidad externa e independiente del conocedor. En otras palabras, la mediación del signo entre objeto y su significado es indispensable, lo que no impide establecer la diferencia entre realidades externas y sus representaciones. "Nada es más indispensable", dice Peirce, "para una epistemología sólida que una clara distinción entre el objeto y el interpretante del conocimiento" (Collected 4 539). Estas realidades pueden llegar a conocerse a través de los efectos que producen en nosotros y aunque hacemos una interpretación de ellos, cada interpretación es una interpretación de un objeto independiente y no permanece exclusivamente de forma subjetiva. Dice Peirce:

hay cosas reales, cuyo caracteres son enteramente independientes de nuestras opiniones acerca de ellas; estas realidades afectan nuestros sentidos de acuerdo a leyes regulares, y, aunque nuestras sensaciones son tan diferentes como nuestras relaciones con los objetos, aún, tomando ventaja de las leyes de la percepción, podemos aseverar por medio de razonamiento como son las cosas realmente; y cualquier hombre, si tiene suficiente experiencia y razona lo suficiente sobre ello, será llevado a una única verdadera conclusión. (Collected 5 384)

De este modo, la cognición es para Peirce representada por tres elementos que coinciden con la triada semiótica: signo, objeto e interpretante. En percepción la triada está representada por el objeto, el percepto y el juicio perceptual. En cognición la triada incluye al objeto, el percipiuum y la interpretación final. Estas triadas semiótica, perceptual y cognitiva, se entienden además desde las tres categorías peirceanas: primeridad, que es la cualidad de una sensación sin tener en cuenta ninguna interpretación o relación; es el objeto inmediato en la medida en que se presenta en sí mismo. Segundidad o reacción, que es el objeto en cuanto otredad que se presenta ante una conciencia. Terceridad, que es la interpretación o relación representada entre el objeto y la conciencia.

Toda percepción y todo conocimiento están compuestos necesariamente de estos tres elementos. Los elementos pueden ser distinguidos o separados en un análisis conceptual, pero una percepción o una cognición en sí mismas, tal cual las experimentamos, envuelven a estas tres categorías. Como Bernstein señala,

Peirce no habla como si los elementos distinguidos fueran separables, y esto lo envuelve en una aparente contradicción, pero un entendimiento propio de la percepción requiere que entendamos tanto la independencia como la unidad de estos elementos. Específicamente, el análisis de la percepción requiere que entendamos la interacción y unidad de los elementos de primeridad, segundidad y terceridad. (171)

Tomando en cuenta estas categorías peirceanas afirmaremos que la percepción y la cognición están conformadas por un elemento objetivo y otro subjetivo. Cada percepción es la interpretación de un percepto por medio de un juicio perceptual, pero el hecho de que no haya otra vía de conocer más que por medio de los signos, no significa que Peirce niegue la presencia del objeto. Tanto la presencia del objeto como nuestra interpretación son necesarias para entender la naturaleza de la cognición. Los objetos nos afectan y nos obligan a interpretarlos; ellos aportan el elemento objetivo a la percepción. De otro lado, los elementos subjetivos o la interpretación son nuestros modos naturales para relacionar el percepto con experiencias previas. Carl Hausman afirma que, "Peirce intentó mantener una base intermedia en el proceso del conocer humano entre un mero reflejo de la realidad y una mera construcción" (169). El elemento subjetivo, representado en el juicio perceptual o en el razonamiento controlado, será el tema de la siguiente sección. Ahora continuaré solo con el elemento objetivo el cual define al realismo peirceano.

Que existe una realidad externa que determina nuestra percepción y nuestras cogniciones es un hecho indisputable, según Peirce. Aunque la única referencia que tengamos de él es a través de los signos y de las mediaciones interpretativas, esto no niega que este objeto ejerce un elemento de compulsión que limita y modifica nuestras interpretaciones. El objeto se presenta a sí mismo frente a nosotros y obliga la percepción. No podemos nunca crear la presencia de un objeto o causar que una sensación ocurra. Peirce dice:

noto que un percepto no puede descartarse a voluntad, incluso de la memoria. Mucho menos puede una persona prevenirse de percibir aquello que, como decimos, me mira a la cara. Además, la evidencia es abrumadora de que quien percibe es consciente de esta compulsión sobre él; y si no puedo decir con certeza cómo este conocimiento vino a mí, no es que yo no pueda concebir como pudo venir a mí, pero que, habiendo muchas formas en que esto puede suceder, es difícil decir cuál de estas formas realmente es seguida. Pero esa discusión pertenece a psicología; y yo no entraré en ella. Es suficiente decir que quien percibe es consciente de ser compelido a percibir lo que él percibe. Ahora, existencia significa precisamente el ejercicio de la compulsión. En consecuencia, cualquier característica del percepto que haya sido traída a colación por alguna asociación y de ese modo obtiene una posición lógica como aquella de una premisa observacional de una abducción explicativa, la atribución de la existencia a este percepto en el juicio perceptual es virtualmente y en un sentido extendido, una inferencia lógica abductiva aproximándose casi a la inferencia necesaria. (Collected 4 541)

La existencia de una realidad externa es, por tanto, la conclusión de una hipótesis abductiva. La conclusión es que una realidad externa está forzando su presencia sobre mí. Sin embargo, la inferencia de su realidad no determina sus cualidades y totalidad. El descubrimiento de la realidad en sí misma requiere un proceso de búsqueda más largo. En este respecto, la distinción de Peirce entre dos tipos de objetos es muy pertinente. Él manifiesta que hay un objeto dinámico y un objeto inmediato. El objeto dinámico es definido como "la Realidad que por algún medio permite determinar el signo de su representación". El objeto inmediato es "el Objeto tal cual como el signo lo representa, y cuyo ser es de ese modo dependiente de la Representación de él en el signo" (Ibíd. 536). En otras palabras, el objeto dinámico es el objeto en sí mismo independiente de nuestra representación, mientras que el objeto inmediato es el objeto en la medida en que es presentado en el percepto para el caso de la percepción o en el percipiuum para el caso de la cognición en general.

El objeto dinámico es tanto la fuente como el fin del conocimiento y del descubrimiento científico, pues él compele nuestra percepción y se convierte en el propósito de toda investigación. El objetivo de toda investigación científica es hacer coincidir el objeto dinámico con el objeto inmediato. Como fuente, el objeto es independiente de cualquier representación que pueda ser dada para explicarlo, y como fin es inalcanzable en el tiempo finito. De este modo, la teoría del conocimiento no trata con el objeto dinámico, sino con el objeto inmediato, pero representa la mayor muestra del realismo peirceano. Cualquier intento de comprender o conocer el objeto dinámico lo convierte en objeto inmediato, pues no podemos conocer nada, sino a través de signos. La referencia más primordial que tenemos de un objeto es el percepto, siendo esta la razón por la cual Peirce identifica el objeto inmediato con el percepto.

Percepción es, en términos generales, la experiencia de objetos inmediatos. Percepción, como cualquier otro elemento de la experiencia, es una terceridad, en la medida en que relaciona la primeridad y la segundidad por medio del elemento de generalidad. La percepción es la experiencia de un percepto (primeridad) que hace referencia a un objeto inmediato (segundidad), los cuales son interpretados en un juicio perceptual (terceridad).

Si pudiéramos dividir estos tres elementos podríamos decir que el percepto es en sentido estricto un particular. Peirce lo describe del siguiente modo:

digamos que, mientras estoy sentado aquí, veo al otro lado de mi mesa una silla amarilla con un cojín verde. Aquello que los psicólogos llaman "percepto (res percepta), la silla que yo veo no hace ninguna aserción de ningún tipo, esencialmente no posee intenciones de ningún tipo, no hace referencia a nada. Ella se coloca ante mi vista, pero no remplaza nada, no está allí como algo. Ella simplemente golpea la puerta de mi alma y se para allá. Es muy insistente, por todo su silencio. Sería inútil para mí intentar desecharla, y decir "yo no creo en la silla". Estoy forzado a confesar que ella aparece […] No puedo pensar que la apariencia no está allí, ni desecharla como si fuera una fantasía. No me puedo deshacer de su apariencia aplicándole fuerza física. Es una cosa con fuerza. Sin embargo, no ofrece razones, defensa, ni excusas para su presencia. No expone ningún derecho para estar ahí. Silenciosamente fuerza su presencia sobre mí. Tal es el percepto. (Collected 7 619-22)

El percepto no ofrece ningún tipo de razonabilidad o inteligibilidad y, por tanto, el percepto no es ni verdadero, ni falso. El percepto simplemente es; es meramente una cualidad de sensación que experimentamos.

No obstante, nuestra experiencia de los perceptos nunca se queda en la contemplación inmaculada, sino que envuelve un continuo flujo de otros perceptos y una continua comparación con otros perceptos y conceptos. Este último es el elemento subjetivo que no puede separarse de la experiencia de los perceptos. Percepción en general está compuesta tanto por el percepto como por el juicio peceptual. Esto no debe tomarse como un dualismo, sino como una mera distinción conceptual. El producto final de la percepción no es el percepto y, por tanto, Peirce se ve obligado a acuñar el término percipiuum para distinguirlos de aquel. "Quizá tenga el derecho de inventar el término percipiuum para incluir tanto el percepto como el juicio perceptual" (Collected 7 629) (Cf. Ibíd. 7 643).

Así pues, el empirismo peirceano yace en este concepto de percipiuum que contiene elementos subjetivos y no en los perceptos. En esto se distingue de los empiristas británicos para quienes el edificio del conocimiento debe construirse sobre los perceptos o cualidades de sensación. En otras palabras, el empirismo peirceano está sustentado sobre su categoría de terceridad o inteligibilidad, mientras que el empirismo británico está sustentado sobre la primeridad, que los lleva a caer en nominalismo y en otras dificultades para explicar la inteligibilidad del mundo.

Pasaremos ahora a explicar los juicios perceptuales y los componentes subjetivos de la cognición. Estos hacen parte del percipiuum y, por tanto, luego de hablar de los juicios perceptuales, volveré sobre este concepto para explicarlo mejor.

Juicios perceptuales y el elemento subjetivo de la percepción

"la Percepción es interpretativa". (Essential II 229)

Todo percepto es espontáneamente interpretado en un juicio perceptual. Este último es la representación o signo de un percepto. Peirce lo define del siguiente modo: "por juicio perceptual, quiero decir un juicio que asevera en una forma proposicional cuál es el carácter de un percepto que se representa directamente a la mente. El percepto no es un juicio en sí mismo, no puede un juicio asemejarse en ningún grado a un percepto" (Essential II 155).

Un ejemplo ya citado del carácter judicativo de la percepción es aquel según el cual cuando oímos todas las impresiones que constituyen la sonata de Beethoven, juzgamos que es bella. Las impresiones o perceptos no son bellos, pero en su conjunto los juzgamos así. Otro ejemplo planteado por Peirce es la dimensión de profundidad en la visión, la cual no es percibida por ningún ojo, pero que es adherida espontánea e involuntariamente por la mente. De igual modo, Peirce menciona que existe, hablando desde un punto de vista anatómico, un punto ciego en nuestra retina, el cual nunca notamos, pues es corregido intelectualmente (Essential I 14-7). No obstante, el ejemplo más famoso es aquel del proceso de dibujar una línea serpenteada, que cuando es finalmente concluida, se juzga con un muro de piedra (Ibíd. II 228). Con respecto a este último ejemplo, Peirce manifiesta que existen "maneras generales de clasificar la línea, diferentes clases en que la línea puede ser subsumida. Pero la decidida preferencia de nuestra percepción por un modo de clasificar el percepto muestra que esta clasificación es contenida en el juicio perceptual" (Ibíd. II 228) (Cf. Anderson and Hausman 87-93).

Peirce identificó los juicios perceptuales como inferencias espontáneas, involuntarias e inconscientes. En términos lingüísticos, un juicio es una aplicación de un predicado a un sujeto. El juicio perceptual aplica el predicado o concepto al percepto, esto es, le aplica un elemento nuevo no relacionado con el percepto. Este elemento nuevo solo puede ser presentado en el pensamiento por medio de la inferencia abductiva, pues, como Peirce lo expresa, "este juicio [el perceptivo] tiene que ser inferido. ¿Cómo puede inferirse? Sólo por abducción, porque abducción es el único proceso por el cual un elemento nuevo se introduce en el pensamiento" (Ibíd. II 224).

Los juicios perceptuales son inferencias abductivas, pero no todas las inferencias abductivas son juicios perceptuales. Los juicios perceptuales son abducciones incontrolables e imposibles de criticar, pero existen algunas abducciones conscientes y controlables. Afirma Peirce,

la inferencia abductiva se yuxtapone sobre los juicios perceptuales sin una clara línea de demarcación entre ellas; o en otras palabras, nuestras primeras premisas, los juicios perceptuales, deben ser tomados como un caso extremo de inferencias abductivas, de las cuales se diferencian en ser absolutamente por fuera de nuestro control. (Ibíd. II 227)

Criticar un juicio perceptual, dice Peirce, es como criticar el crecimiento del cabello o cualquier otro hábito natural. Ellos, al igual que los perceptos, no pueden ser verdaderos o falsos. Solo una investigación posterior puede determinar si nuestro juicio perceptual era verdadero o no; en su inmediatez, un juicio perceptual no está abierto a crítica. Esta crítica o investigación posterior es precisamente una de las diferencias entre perceptos y juicios perceptuales. Además, el percepto es simple y presente, mientras que el juicio peceptual es temporal. Asimismo, el elemento compulsivo de ambos es diferente. Los perceptos están por fuera de nuestro control porque su fuerza viene de un elemento exterior que nos afecta; en cambio, los juicios perceptuales están por fuera de nuestro control por el hábito natural de asociar ciertos perceptos con ciertos predicados. Como toda proposición, los juicios perceptuales son susceptibles de ser verdaderos o falsos, pero no en su inmediatez, sino con posterioridad. Por ejemplo, algunas veces que estamos sentados en un bus juzgamos que este se está moviendo, porque vemos que otro bus al lado del nuestro se mueve. Con frecuencia, nos sorprendemos del error de tal juicio, pero en su inmediatez no podemos corregir dicho juicio, ni podemos criticar nuestra estupidez por haberlo hecho. Solo con posterioridad, y luego de un proceso inferencial, podemos saber que era falso.

Dado que el juicio perceptual es una interpretación del percepto, es posible decir que este tipo de juicios trae generalidad, inteligibilidad o terceridad a la percepción. Todo predicado es general. Incluso predicados que usamos para un solo individuo o percepto, piensa Peirce, poseen un carácter general que les permite llegar a ser predicado de un posible percepto similar. Por ejemplo, el predicado 'Sol' había sido predicado solo de la estrella más cercana conocida, pero tuvo siempre la posibilidad de ser predicado de cualquier estrella similar, como de hecho se constató que existían otras (Cf. Essential II 183).

Prometí mostrar que un juicio perceptual es enteramente diferente a un percepto. Si fuera cierto, como mi análisis lo muestra, que un percepto contiene solo dos tipos de elementos, el de la primeridad y el de la segundidad, entonces, el punto más sobresaliente de las diferencias es aquel que el juicio perceptual profesa representar algo como verdadero o falso. Esta es una diferencia muy importante dado que la idea de representación es esencialmente lo que puede ser llamado un elemento de 'terceridad', esto es, envuelve la idea de determinar una cosa para referirse a otra. El elemento de segundidad en el percepto consiste en una parte de ser relativa a otra. Pero el percepto se presenta a sí mismo como hecho de una vez y no contiene ninguna idea de ningún estado de cosas creadas, [...] este es el elemento de terceridad, o mediación, que la concepción de representación de algo a alguien obviamente envuelve. En un juicio perceptual la mente profesa decir a la mente futura de uno lo que es el carácter del presente percepto. El percepto, por el contrario, se sostiene sobre sus propias piernas y no hace profesiones de ningún tipo. (Collected 7 630)

La afirmación de Peirce según la cual la percepción posee de antemano generalidad depende de su carácter judicativo. Cada nombre o predicado que se le adjunta a un percepto es un término general. Un percepto es particular, presente e inmediato, pero el juicio perceptual lo relaciona con un término general y, por tanto, es mediato y tiene duración en el tiempo. De este modo, Peirce afirma que, "la generalidad, terceridad, se vierte sobre nosotros en nuestros juicios perceptuales, y en todo razonamiento" (Essential II 207).

Es importante subrayar que Peirce se refiere a la generalidad y no a la universalidad. El predicado de los juicios perceptuales brinda generalidad a la percepción, esto es, brinda posibilidad. La universalidad de una proposición solo puede ser el resultado de una investigación científica, particularmente, de su último paso inductivo. Incluso, después de esta investigación, el resultado alcanzado por la inducción es solo probable.

La generalidad, que es una característica principal de la terceridad, hace posible la inteligibilidad y la racionalidad. El empirismo de Peirce no pasa por alto este elemento; por el contrario, este empirismo implica que la generalidad puede ser experienciada en la percepción. Es por esto que Douglas Anderson afirma que el empirismo de Peirce es un empirismo radical, porque la experiencia perceptual nos comunica tanto la primeridad como la segundidad y la terceridad. El empirismo tradicional es generalmente nominalista y clama que la percepción sensible solo nos informa de cualidades o primeridades. Ampliaremos más tarde la idea peirceana de empirismo, por ahora concluiré con algunas ideas sobre la naturaleza general e interpretativa de la percepción.

La generalidad que los juicios perceptuales comunican implica también el carácter interpretativo y subjetivo de la percepción. Los conceptos generales que se predican de los perceptos son conceptos que experienciamos previamente y de los cuales tenemos ciertas expectativas. Un ejemplo de una experiencia previa que permite adquirir una concepción general es ilustrado por Peirce en el siguiente párrafo.

Tómese, por ejemplo, la idea de perro. Yo he tenido muchas experiencias perceptuales con las cuales la palabra 'perro' es asociada y tengo amplias razones para creer que otros han tenido tales experiencias. Todas ellas con experiencias de un singular, la colección singular de todos los perros, la raza de los perros, la cual, de acuerdo con la doctrina del plasma germinal es sólo una sola cosa tanto como el perro singular lo es […] mi juicio perceptual de los perceptos de los perros ha contenido una variedad de elementos generales y estos los he generalizado por abducciones principalmente, con pequeñas dosis de inducción, y así he adquirido algunas ideas generales de los modos del perro, de las leyes de la caninidad, algunas de ellas invariables hasta donde he podido observar, tales como su continuo tomar siestas, […] estas son leyes de los juicios perceptuales, y de ese modo son, más allá de toda duda, la gran mayoría de nuestras nociones generales. (Essential II 222-23)

Las experiencias previas que forman nuestras ideas generales nos obligan a esperar que los perceptos que se asemejan a esas concepciones se comporten de la misma manera que las previas. De este modo, hay un cierto grado de anticipación en nuestras percepciones gracias al hábito que se ha ido formando en percibir perceptos similares. Volviendo al ejemplo del perro, su idea general nos obliga a esperar que cualquier otro perro que veamos se comporte de la misma manera.

En consecuencia, Peirce identificó no solo el percipiuum como el acto presente de percepción, sino también el antecepto y el ponecepto (Cf. Collected 7 648). Los anteceptos son todas las concepciones anticipatorias, tales como memorias, presuposiciones y prejuicios (Cf. Anderson and Hausman 115). Los poneceptos son el producto posterior de las percepciones. Antes de que el percipiuum se dé, solo existen anteceptos; luego de que el percipiuum se ha dado, este se convierte en ponecepto. A su vez, los poneceptos se convierten en anteceptos para eventuales percipiua. Dice Peirce,

en general el percipiuum no es un evento absoluto. No existe un periodo de tiempo tan corto que no contenga algo que se recuerde, esto es, tomado como una conjetura razonable, sin contener algo que se espera para la confirmación que también estamos esperando. El elemento peculiar del presente, eso que nos confronta con ideas que se imponen ante nosotros sin razón, es algo que se acumula en totalidades de tiempo y disipa cada vez que escrutamos minuciosamente el tiempo. No hay percipiuum tan absoluto como para no ser sujeto de posible error. El percipiuum es un reconocimiento del carácter de lo que es pasado, el percepto que creemos recordar. La interpretación es impuesta ante nosotros, y ninguna razón puede darse por ella. (Collected 7 675-77)

Todos los elementos mencionados de la percepción, esto es, sus concepciones generales y elementos interpretativos, pertenecen al empirismo de Peirce. Por esto su empirismo no puede ser considerado similar al empirismo moderno de los británicos o como aquel de sus contemporáneos positivistas. Su empirismo afirma que todo conocimiento proviene de la experiencia, pero de la experiencia no podemos obtener solo cualidades o primeridades, como el empirismo tradicional lo piensa, sino que también se pueden obtener relaciones o segundidades y generalidades o terceridades. No obstante, aunque la experiencia sensible es la fuente de todo tipo de conocimiento, esto no significa que todo el conocimiento es empírico. La experiencia sensible es la fuente de todo tipo de conocimiento, pero a partir de ella, también se pueden inferir otras proposiciones. El conocimiento empírico puede ser amplificado con conclusiones mediatas alcanzadas por asociación de ideas o racionamiento científico.

Empirismo y las dos vías de adquirir conocimiento

Ya mencionamos cómo uno de los principios filosóficos fundamentales para Peirce es aquella máxima que dice "nada puede estar en el intelecto que no haya pasado primero por los sentidos". Igualmente, él afirma que,

los elementos de cada concepto entran al pensamiento lógico por la puerta de la percepción y hacen su salida por la puerta de la acción propositiva; y cualquiera que no muestre su pasaporte en ambas puertas debe ser arrestado como ilícito por la razón. (Essential II 241)

En una palabra, para Peirce, todo tipo de conocimiento, sea de particulares o generales, procede de la percepción sensible tanto directa como indirectamente. Estas características hacen que el empirismo de Peirce sea muy diferente al empirismo tradicional. La mayor diferencia es que Peirce rechazó el nominalismo en que basaban su empirismo aquellos filósofos. Por ejemplo, Peirce simpatiza con la descripción del origen del conocimiento que brinda Locke, según la cual el conocimiento procede tanto por experiencia directa como por la asociación de las ideas adquiridas por la experiencia directa. Ante ella Peirce afirma, "esta definición formalmente establecida sin igual para nuestro propósito por tal autoridad debe ser aceptada como definitiva y como un hito que sería un crimen remover o perturbar" (Collected 5 611). Téngase en cuenta que Peirce solo la acepta formalmente y que líneas más abajo aclarara los límites en que sigue a Locke:

pero alguien podría objetar que la definición de Locke es vaga, estando fundamentada en una mala concepción de la naturaleza de la percepción […]. Su definición es vaga por la razón de que él nunca se dio cuenta cuán importante son los elementos innatos de nuestras más directas percepciones. (Ibíd. 5 612)

La diferencia principal con el empirismo tradicional es, en términos generales, que Peirce rechaza la explicación nominalista de la percepción y del objeto percibido, lo cual, según él, crea paradojas tales como la brecha entre el conocimiento adquirido por percepción sensible y el adquirido por razonamiento. En contra del empirismo tradicional, Peirce dice lo siguiente:

los filósofos de la experiencia, como muchas otras escuelas, olvidan en qué medida es verdad que el universo es todo de una sola pieza, y que todos nosotros somos productos naturales, tomando parte de forma natural de las características encontradas en todas partes a través de la naturaleza. Es en cierto sentido absurdo decir que la naturaleza del hombre es opuesta a lo que las percepciones lo obligan a pensar. (Ibíd. 5 613)

Cuando Peirce dice que el universo es todo de una pieza él se refiere al sinequismo ontológico y epistemológico por medio del cual podemos explicar que hay una relación entre realidades particulares y universales en el mundo y que somos capaces de conocerlas tanto por la percepción como por razonamiento basado en percepción. Con respecto a la diferencia entre Peirce y el empirismo tradicional, Anderson señala que,

la percepción es un proceso, no una serie de eventos mentales discretos y no relacionados que necesitan ser aglutinados. Para Peirce, ninguna descripción o teoría de la investigación puede surgir justificablemente ?como Hume lo había visto? bajo tal típica visión de la percepción. Peirce defiende su caso por el proceso perceptual en dos bases: 1) su investigación fenomenológica de la experiencia, en la cual aparecen generalidad y continuidad; y 2) la insistencia experiencial de que somos seres que razonan. (Anderson and Hausman 101)

Como resultado, la apelación que hace Peirce a la experiencia no es la aceptación del empirismo en su versión moderna, por el contrario, es una versión del empirismo reformulada. El empirismo moderno concibe los datos de la experiencia como cualidades discretas cuyas conexiones con otras experiencias o con ideas generales debe ser alcanzada por fuera de la experiencia misma. Esas conexiones y generalidades son alcanzadas por la combinación de las ideas en el intelecto y, por tanto, esos empiristas toman las ideas generales como subjetivas y nominales.

Peirce reformuló el empirismo aceptando que todo tipo de realidades pueden ser conocidas por medio de la experiencia tanto por percepción directa o por inferencias mediadas en aquellas premisas adquiridas por medio de la percepción. El primero es el campo en el que el percipiuum es alcanzado, con su elemento objetivo (percepto) y con su elemento subjetivo (juicio perceptual). El segundo es el ámbito de la lógica en el cual se infieren conclusiones, no solo de forma deductiva, sino, más importante aún, de forma inductiva y abductiva.

En el ámbito de la percepción, establece Peirce, es posible conocer todo tipo de realidades: cualidades, relaciones y generales. Por consiguiente, el ámbito de la lógica, es decir, el ámbito de la combinación y síntesis de ideas, no crea relaciones subjetivas o generales, sino que los recibe a partir de la percepción. De esta manera, Peirce evita la brecha entre estos dos tipos de conocimiento en la medida en que son continuos el uno con el otro. La continuidad es evidente en el caso de los juicios perceptuales los cuales son un caso límite entre cogniciones mediatas e inmediatas. Los juicios perceptuales se acercan a las cogniciones inmediatas en la medida en que posee una relación muy estrecha con los perceptos y su compulsividad; además, en el hecho de que son involuntarios e incontrolables. Igualmente, ellos se acercan a las cogniciones mediatas en la medida en que son un caso de inferencia abductiva.

Asimismo, Peirce evitó la brecha entre cogniciones mediadas e inmediatas en la medida en que reconoció que ellas se proveen soporte mutuamente; las cogniciones mediadas dependen de las primeras premisas proveías por el percipiuum y este, a su vez, depende de los anteceptos o elementos anticipatorios de la percepción que son elementos mediados.

Un ejemplo de la mutua conectividad entre estas dos vías de adquirir conocimiento es descrito por Peirce en su explicación del método científico en sus Manuscritos inéditos.

Usted comienza con la percepción que le trae una sorpresa. Para hacer esto razonable usted se apoya en una retroducción. Esto se asemeja a la percepción en la medida en que brida algo nuevo […]. Ahora viene la deducción por la cual esto nuevo te obliga a unirte a una transformación, no materia nueva, sino solamente una nueva forma. […]. Finalmente, la inducción o el método experimentalponen a prueba la verdad. (754 1)

En otras palabras, la experiencia es la fuente del conocimiento, pero una vez la experiencia se encuentre con un hecho sorprendente el proceso investigativo debe comenzar.



Notas al Pie

1 En este pasaje Peirce habla acerca de las verdades a priori. Hace una clara referencia a los filósofos modernos tales como Locke, Descartes y Leibniz.



Referencias bibliográficas

Anderson, Douglas and Carl Hausman. Conversations on Peirce: Reals and ideals. New York: Fordham University Press, 2012. Print.         [ Links ]

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Reilly, Francis E. Charles Peirce's Theory of Scientific Method. New York: Fordham University Press, 1970. Print.         [ Links ]

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