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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.16 no.26 Manizales Jan./June 2015

https://doi.org/10.17151/difil.2015.16.26.8 

DOI: 10.17151/difil.2015.16.26.8

Una aproximación al sentido de la esperanza en María Zambrano*

An approach to the meaning of hope in María Zambrano

Gladis del Socorro García Restrepo**
Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. gladys.garcia@udea.edu.co

* Artículo de reflexión derivado de la tesis de Doctorado en Filosofía, titulada: "La relación entre el pensamiento filosófico y la acción educativa en la racionalidad poética de María Zambrano", Universidad Pontificia Bolivariana, Colombia.
** ORCID: http://orcid.org/0000-0003-2963-5088.

Recibido el 22 de abril de 2015, aprobado el 29 de mayo de 2015


Resumen

Este artículo presenta una aproximación al sentido de la esperanza en María Zambrano. Para ello fue necesario hacer uso de la hermenéutica como método filosófico. Por tanto, se presenta una aproximación al pensamiento de María Zambrano en relación con la esperanza, reflexión que en tiempos de desesperanza recobra sentido en tanto la intención subyacente que anima este escrito es invitar al hombre contemporáneo para que se sitúe en la esquina de la esperanza zambraniana, desde la cual le será posible transitar de la esfera de lo imposible al escenario de lo posible, para ello se acudirá a algunas obras clave de la autora. A través de cuatro momentos: la esperanza en el proyecto de llegar a ser; la esperanza desesperanzada; la esperanza confundida; y esperanza y confesión; circula la idea de un hombre renovado, proyectándose con optimismo hacia la construcción de un nuevo humanismo animado por la esperanza y la reconciliación.

Palabras clave

Confesión, confusión, desesperanza, esperanza.

Abstract

This article offers an approximation to the sense of hope in María Zambrano. We turned to the use of hermeneutics as a philosophical method. Thus, we presented an approximation to the thought of María Zambrano regarding hope, a reflection that in times of despair regains sense since the underlying intention of this paper is to invite contemporary man to place himself in the corner of Zambrano's hope, from which it will be possible to move from the realm of the impossible to the scenario of the possible, recurring to some key works by the author. Through four stages: hope in the project of becoming; the hopeless hope; the confused hope; and hope confession; circulated the idea of a renewed man, projecting optimism towards building a new humanism animated by hope and reconciliation.

Key words

Confession, confusion, despair, hope.


Introducción

María Zambrano, filósofa española quien nace en Vélez-Málaga en 1904 y muere en 1991, escribe la mayor parte de su obra durante su exilio; asunto llamativo si se considera la manera tan puntual como la autora alienta a su lector en la esperanza. De ahí que observar la esperanza desde el pensamiento zambraniano encuentra pertinencia en momentos donde el ser humano tiene innumerables razones para alimentar, sostener, sustentar y hasta defender la desesperanza. Por tanto, el presente artículo se entrega como una oportunidad para que el ser humano se piense y proyecte desde la esperanza, albergando la posibilidad de creer en la utopía de una existencia más solidaria, humana y reconciliadora.

Es claro que diversos pensadores, y desde ángulos muy particulares, han desarrollado el concepto de esperanza - tarea similar a la de Zambrano -, uno de ellos es Pedro Laín Entralgo quien en la introducción a la segunda edición de su destacada obra La espera y la esperanza manifiesta: "[…] nadie podrá negar que la esperanza - entendida, en una primera aproximación, como la agridulce necesidad de vivir esperando - es uno de los hábitos que más profundamente definen y constituyen la existencia humana" (16).

Según esto, el sentido de la esperanza para Laín es algo que ha calado tan profundamente en las entrañas de la existencia humana lo cual ha llegado a consolidarse como un sentir que hace parte constitutiva del ser del hombre, ya que puede habituarse a este. La acción de esperar, de acuerdo con esto, será tan propia y necesaria para la vida del ser humano como cualquier otro de sus hábitos al cual no le es fácil renunciar dado el significado que le representa. En este mismo contexto argumenta Bloch: "se trata de aprender la esperanza. Su labor no ceja, está enamorada del triunfo, no del fracaso. La esperanza, situada sobre el miedo, no es pasiva como éste, ni, menos aún, está encerrada en un anonadamiento" (25). En tal sentido la esperanza es un sentir que convoca a la acción, a la proyección humana en busca de la realización de sus sueños, que según este autor tienen un norte encaminado a la construcción de un mejor estar en el mundo. En la perspectiva de la esperanza vista como acción, Freire destaca: "[…] en cuanto necesidad ontológica la esperanza necesita de la práctica para volverse historia concreta" (25). Como podrá observarse, seguidamente, el pensamiento y vida de Zambrano no se distancian sustancialmente de las anteriores posturas frente a la experiencia y construcción teorética de la esperanza y eso, tal vez, se deba en primera instancia a que su vida bien podría considerarse un canto de amor a la esperanza, sustentado en las características particulares de su experiencia vital en la que se subraya de manera especial su condición de exiliada; situación que sin duda le otorga un sustantivo y esperanzador matiz a su filosofar y narrativa, en la que circula recurrentemente la esperanza, como acicate para mantener viva la ilusión de vivir, pues según su pensamiento: "las esperanzas cuanto más puras son más capaces de sostener toda una vida, con sólo un débil signo de su cumplimiento" (Filosofía y educación 126). Se desprende de este pensamiento que, en ocasiones, no es el objeto de la esperanza lo que la sostiene, sino la esperanza de que la esperanza en sí misma no desfallezca; momento en el que la más mínima muestra de que hay un por qué para sostenerla, se hace imprescindible para continuar la espera.

Es claro entonces que la esperanza vista como categoría filosófica ha sido tema de reflexión de diversos pensadores, incluida Zambrano para quien dicha categoría aparece bajo diferentes formas y sentidos. Empero, y como se observará a continuación, en el fondo de su pensar subyace recurrentemente el ánimo de levantar al hombre de su realidad apabullante y anunciarle permanentemente que existen otros caminos y maneras de mirar, sentir y proyectar la existencia propia y la de los otros. Por tanto, en este artículo, se presenta el sentido de la esperanza zambraniana desde diferentes matices a través de los siguientes subtemas: la esperanza en el proyecto de llegar a ser; la esperanza desesperanzada; la esperanza confundida; y esperanza y confesión.

La esperanza en el proyecto de llegar a ser

En su primer libro Horizonte del liberalismo, María Zambrano ya escribía sobre la esperanza en el escenario específico de la crisis que vivía su país en ese momento histórico. Si se hace abstracción de ese particular contexto bien podrían leerse las siguientes líneas pensando en el momento actual y, en nombre de la esperanza resuelta en milagro de amor, se escucharía la voz de la autora invitando al ser humano a reinventarse y reinventar la realidad que lo circunda ante la indiscutible fragmentación y deshumanización en la que se encuentra inmerso.

[…] cuando el mundo está en crisis y el horizonte que la inteligencia otea aparece ennegrecido de inminentes peligros; cuando la razón estéril se retira, reseca de luchar sin resultado, y la sensibilidad quebrada sólo recoge el fragmento, el detalle, nos queda sólo una vía de esperanza: el sentimiento, el amor, que, repitiendo el milagro, vuelva a crear el mundo. (Zambrano, Horizonte 269)

Se observa en este escenario zambraniano la razón y la sensibilidad en franca tensión, emergiendo de allí la esperanza en posición reconciliadora; situación en la que es preciso preguntarse ¿qué sería del hombre si solo lo asistiera "[…] la razón estéril" de la que habla Zambrano? Y es en el intento por dar respuesta a este interrogante en el que es urgente volver la mirada hacia la esperanza, entendiéndose esta como el eje que jalona al hombre en su intensión de rehacer y reinventar su existencia.

Además, de la esperanza vista como vía para la reconstrucción del ser humano, también fue observada por la pensadora como ese vacío que habita al hombre cuando se descubre como un ser en vía de llegar a ser. Al respecto manifiesta: "[…] la esperanza es el vacío activo de un ser insuficiente para sí mismo, de un ser que no es todavía" (Notas 37). El vacío al que hace referencia la autora no es un vacío estéril; por el contrario, está cargado de vitalidad y por eso lo nombra esperanza, pues es la fuerza que habita al "ser que no es todavía" y lo impulsa hacia un futuro cercano en el que la promesa de llegar a ser se haga realidad: "más lo que persiste es el futuro que imanta la esperanza, y más todavía, la voluntad de construir" (Ibíd. 73). En esta mismo contexto surge la variable tiempo que le otorga otro matiz a la esperanza zambraniana: "por eso tenemos tiempo, estamos en el tiempo, pues no tendría sentido consumirnos en él, si ya estuviésemos forjados del todo, si hubiésemos nacido enteros y acabados" (Hacia un saber 112). En su pensar el sentido que recobra el tiempo desde esta perspectiva, radica en la necesidad que subyace en el ser humano de llegar a sentirse en estado de completitud. Se intuye entonces, desde este ángulo, que el hombre es un ser temporal y, por tanto, necesitado del tiempo para alcanzar su realización y consolidarse así como ser histórico, propósito en el que juega un papel importante la esperanza tal como lo hemos venido mostrando y frente a lo cual resalta Zambrano: "y es que en la esperanza está, sin duda, todo lo que nos lleva a dirigirnos hacia una totalidad, sea del tiempo, del mísero tiempo de nuestra vida, sea de la hermosa totalidad del mundo, de la universalidad del universo" (Ibíd. 115). De ahí que el verbo esperar, alimentado por la esperanza, sea el que marque el pulso de los sueños humanos y el indicador permanente de la calidad de esa espera que, aunque sea de manera temporal, le permite creer al hombre que su ser, en tanto el proyecto que le fue encomendado, está siendo realidad; así la sensación del ser siendo lo acompañe hasta el final de sus días y la realidad de completitud solo sea percibida como horizonte.

La esperanza desesperanzada

En el evento de que la esperanza desapareciera de la existencia humana aparecería automáticamente la desesperanza y la desesperación, provocando en el hombre la pérdida de su centro, de ahí que la ausencia de esperanza sea tan arrasadora e impositiva que ni siquiera le permite al hombre desear la muerte como solución a su desencanto, pues el estado de inacción en el que queda sumido lo lleva a experimentar el abandono de las fuerzas necesarias para pasar del deseo a la acción:

el futuro oprime también por no mostrarse y, entre el pasado y el futuro, el presente queda vaciado. Apenas es posible vivir y ni el deseo de morir puede aparecer por falta de ímpetu y de esperanza; es simplemente la imposibilidad de vivir. (Zambrano, Persona 22-3)

En una realidad desprovista de sentido, podría observarse la desesperanza como la otra cara de la esperanza. Esto querría decir que dicho sentir no siempre sigue una línea recta ni tampoco es inmutable, ya que puede transformarse en la medida en que es posible sentirse y experimentarse desde diferentes perspectivas: "la esperanza no es un simple alentar, tiene sus eclipses, sus caídas, sus exaltaciones, su momentáneo anegamiento, su resurrección" (Ibíd. 34). En consonancia, con este pensamiento, podría señalarse que finalmente lo importante en la historia de la esperanza humana no sean los momentos de su obscuro anegamiento, sino los de su luminosa resurrección; cuestión sobre la cual Zambrano alertó en innumerables ocasiones porque cuando el ser humano arrincona la esperanza irremediablemente está arrinconando el sentido de su vida, dejándola desprovista de metas y sueños:

y es que el esperar, si bien es una constante de la vida humana, varía en diversas formas. Podemos esperar más o menos abiertamente, más o menos intensamente. Y podemos también - es una de la pruebas de la libertad - cerrarnos a la esperanza, en una especie de suicido, y podemos inhibirla, que es lo que más frecuentemente sucede. (Ibíd. 65)

Se intuye en la anterior referencia que la experiencia de la desesperanza, rodeada de múltiples y diversas circunstancias, asalta al hombre despojándolo del sentido que este le había otorgado a su existir convirtiéndolo en espectador pasivo de una vida que ya no le pertenece, apoyado en el convencimiento de que la apabullante realidad en la que se encuentra sumergido no tiene salida y que, por tanto, vivir sería sinónimo de extremo abatimiento. En esta línea agrega Zambrano: "y cuando uno se desespera o se encuentra con el horizonte cerrado a este su espontáneo trascender, la imagen de sí mismo se le transforma en monstruo. Y entonces se desespera aún más" (Persona 67). Momento en el que el espectador pasivo puede volcarse en activo y tomar la decisión urgente de acabar con la vida que habita su cuerpo, pero que ya no valora ni experimenta como propia a fuer de su ausencia de sentido. Es así como esa onda expansiva de la desesperanza alcanza significativo poder dado que el desencajado rostro del hombre desesperanzado no solo es percibido y sentido por él mismo, sino por los demás; es así que la desesperanza y la negación extrema de la existencia, en tanto realidad vital, también podrían observarse como un fenómeno susceptible de ser contagiado. No obstante, y volviendo al pensamiento zambraniano, podría intuirse desde allí que si la desesperanza conlleva el ímpetu de la negación de la vida, la esperanza tiene el poder absoluto de la resurrección humana.

Vale la pena resaltar en el escenario de la desesperanza que, en ciertos momentos de crisis sociales, cuando el hombre deshumanizado se convierte en verdugo de su semejante, el que es humillado se carga de atroces experiencias en las que le encuentra más argumentos a la desesperanza que a la esperanza. A este respecto manifiesta Zambrano: "[…] ciertas estructuras sociales y económicas, que inhiben y sofocan a los que bajo ellos viven, a fuerza de no ofrecer esperanza; es lo que les califica como inhumanos o deshumanizadores" (Ibíd. 66). En este sentido la esperanza, como sentimiento que enciende fuego esperanzador en el corazón del hombre, otorga "razones de amor" a su existencia. Razón por la cual dicho sentimiento deba ser protegido por quien lo posee, pues las estructuras sociales inequitativas se convierten en una constante amenaza para la esperanza, es decir, para el hombre en tanto el sentido de su vida; no obstante, y en medio de la más agónica desesperanza, se esperaría en el contexto zambraniano que existiera un mínimo de esperanza gracias a la cual se pueda sostener la existencia: "pues siempre que se pide, aunque sea nada más que pan, se hace en nombre de la esperanza, aguardando que con el pan llegue alguna otra cosa: alegría, justicia, felicidad" (Filosofía y educación 124). La esperanza confundida

Para que la experiencia de la esperanza ofrende los frutos esperados, es menester que el hombre tenga claridad respecto a lo que espera de la vida como proyecto en construcción. En tal sentido argumenta Zambrano:

cuando vacila la esperanza y se detiene, cuando se encrespa y se confunde, estamos en una crisis que dura mientras la esperanza anda errante, mientras los hombres no se entienden entre sí acerca de aquello que esperan, y entonces tampoco se entienden consigo mismos. (Hacia un saber 119)

Lo que propone la autora es que, además de tener claridad personal frente a lo que se espera, es necesario llegar a un consenso con los otros y quizá el no lograrlo funcione a favor de aquellos que alimentan la desesperanza provocando en los que tienen la esperanza confundida un permanente estado de crisis y desesperación. Pues si la colectividad espera lo mismo en términos de un cambio político, religioso, social o económico, su fuerza tendrá más poder y quizá la transformación esperada se haga realidad; situación que no se daría en el evento de que la esperanza no se canalice y en su lugar se disperse.

En el anterior escenario se pregunta Zambrano: "[…] ¿por qué vacila la esperanza? ¿O acaso en los momentos de crisis ha huido o ha disminuido?" (Ibíd. 120). La filósofa responde que en los momentos de crisis la esperanza no abandona al hombre, lo que sucede es que lleva un ropaje diferente tan diferente que en ocasiones no logra distinguirse y hasta puede llegar a confundirse con otra clase de sentir o padecer:

la ardiente desesperación más bien muestra lo contrario; más bien diríamos que hay un ensanchamiento de la esperanza, o una esperanza nueva que envuelta y confundida, tímidamente aflora. Una esperanza nueva, una fase nueva de nuestras esperanzas, que puede aparecer confundida con el delirio, con la insensatez, con el absurdo. (Ibíd. 120)

Desde la mirada zambraniana la desesperación del hombre paradójicamente aparece, según lo expresa, como "un ensanchamiento de la esperanza"; pero es un ensanchamiento que no logra objetivos porque no sabe a dónde dirigirse, es una esperanza que presente y activa no logra enfocarse en un punto o camino específico y alimentando su desamparo tampoco encuentra eco en los otros; frente a estos momentos de oscuridad Zambrano comenta: "momentos de creencias sin credo, de fe desasida y esperanza errante. El hombre es en ellos más que nunca un ser sin asilo, un refugiado errabundo" (Hacia un saber 120). Son situaciones caóticas en las que el hombre necesita creer, pero no encuentra en qué o quién, en las que sabiéndose un ser de fe no logra experimentarla; por tanto, es poseedor de una esperanza sin ruta ni punto de llegada, es decir, es una esperanza carente de horizonte y que por ser así no cumple el cometido de su misión en el interior del hombre; a este respecto, y desde su perspectiva cristiana, Zambrano manifiesta:

la Cuidad de Dios cristiana, donde se alojara la vida eterna, no es una utopía. Aquí la esperanza no ha sido racionalizada, ni se presenta en el reino del ser atemporal. Es la esperanza desnuda, sin sometimiento a cosa alguna, con una desnudez que jamás había tenido. Es la esperanza que brota pura, porque ha encontrado su cauce apropiado, que no es el de la razón, sino el de la fe. (Ibíd. 153)

Llama la atención en las anteriores líneas que el hombre que experimenta la esperanza cristiana tiene suficientemente claro su norte, por tanto, por más baches que encuentre en su camino no desfallecerá; quizá, desde esta perspectiva, los tropiezos que encuentre aumentarán y harán más firme su esperanza dado que dicho sentir no se funda y sostiene en la razón que desconoce al hombre como ser integral con la posibilidad de creer en aquello que no puede comprobar. En su lugar lo que mantiene viva esta "razón de amor" es la fe que, por serlo, no necesita nutrirse de argumentos demostrables a la luz de la ciencia positivista ni de ninguna otra exigencia humana para habitar inmaculada, transformadora y viva en el interior del hombre.

Esperanza y confesión

La conjunción de estas dos categorías hallan un especial sentido en el pensar zambraniano, pues "la confesión - argumenta Zambrano - comienza siempre con una huida de sí mismo. Parte de una desesperación. Su supuesto es como el de toda salida, una esperanza y una desesperación" (La confesión 32). Según esto la experiencia de la confesión, es decir de la revelación del ser más íntimo del hombre, sea antecedida por momentos de desesperación y en ocasiones quizá se tenga que llegar al fondo más oscuro de la existencia para clamar ayuda y perdón. Acción dotada de profundo sentido para el ser humano porque en ella reposa la esperanza de renovación al sentirse perdonado. Pero Zambrano no se queda ahí, la autora avanza en la conexión de las experiencias de confesión y esperanza, con el afán de precisar qué situaciones específicas pueden desencadenar un estado de desesperación en el hombre conducente, en ocasiones, a la experiencia de la confesión.

Merced a la desesperación que se atreve a pedir razones, hay esta revelación de lo que el hombre siente cuando nada tiene, cuando sale de sí: horror del nacimiento, vergüenza de haber nacido; espanto de morir; extrañeza de la injusticia entre los hombres. Y así tiene que ofrecer remedio a estos males o esperanza de remedio. (La confesión 34-5)

Los eventos de nacimiento, muerte e injusticia, son para Zambrano altamente relevantes en la historia del hombre; por tanto, es menester que este los observe desde un ángulo comprensivo y de superación, de no ser así provocará en su ser un estado de desesperación, malestar y zozobra. En este escenario una de las misiones del ser humano será, según Zambrano, "ofrecer remedio a estos males" propósito que al no ser tan simple es planteado por la filósofa en términos de "esperanza de hallar remedio"; por ello si desaparece la esperanza no habrá motivación alguna para trabajar en esta ardua empresa, que siguiendo su pensamiento incluye tres metas: "[…] aceptar el nacimiento, no temer la muerte y reconocernos en los demás hombres como iguales" (Ibíd. 35). Metas en la que evidentemente juega un papel muy importante la esperanza, en razón a la condición trascendental del hombre, permitiéndole serenamente experimentar las dos primeras y luchar desde sus circunstancias personales y colectivas para alcanzar la tercera, es decir, la igualdad entre los hombres.

La experiencia de la confesión es un asunto que no necesariamente está ligado a lo sacramental, es una vivencia que puede y debe llevarse a cabo ante quien esté en capacidad de escuchar y sobre todo de perdonar, por lo que ni siquiera es preciso la presencia del otro o los otros, porque ante quien se vuelve imperativo pedir perdón es ante sí mismo. Perdonarse a sí mismo quizá sea entonces la vía más expedita para recobrar la fe y la esperanza, en virtud de lo cual el estado de sentirse perdonado sea un modo de estar en el mundo sostenido por la esperanza y con la ilusión viva de volver a empezar, de ahí que la conjunción esperanza y confesión tenga plena actualidad, máxime cuando en nuestro lenguaje cotidiano se ha vuelto recurrente hablar de justicia, verdad y reparación.

A modo de conclusión

En tiempos de guerra, hambre, catástrofe ambiental, desencanto, dolor y desesperanza es refrescante escuchar la voz reconciliadora de María Zambrano quien ofrece al hombre contemporáneo la oportunidad de pensarse a partir de la esperanza; categoría que, en su pensamiento tal como se mostró en el presente escrito, puede ser observada a partir de matices como la desesperanza, la confesión, la confusión y por supuesto en el papel protagónico que juega en el proyecto del hombre de llegar a ser; observándose a partir de esto que la esperanza como experiencia humana puede vivenciarse en la esencia de su significación o revestirse de otras formas para permanecer latente en el devenir humano. Se hace urgente entonces sentir, pensar, hablar, vivir, proyectar y defender la esperanza, ya que de no hacerlo el ser humano estaría cediendo terreno a la derrota y al derrumbamiento porque como argumenta Zambrano: "[…] podemos también ?es una de la pruebas de la libertad? cerrarnos a la esperanza, en una especie de suicido, y podemos inhibirla, que es lo que más frecuentemente sucede" (Persona 65). En tal sentido, reafirmar la esperanza sería entonces reafirmar la vida.


Referencias bibliográficas

Bloch, E. El principio esperanza. Madrid: Trotta, 2007. Impreso.         [ Links ]

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Como citar:
García, G. "Una aproximación al sentido de la esperanza en María Zambrano". Discusiones Filosóficas. Ene.-Jun. 2015: 119-128. DOI: 10.17151/difil.2015.16.26.8


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