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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.17 no.29 Manizales Jul./Dec. 2016

https://doi.org/10.17151/difil.2016.17.29.3 

DOI: 10.17151/difil.2016.17.29.3

La posición de John Stuart Mill en relación al problema de Hume: la justificación de la inferencia inductiva y la naturaleza del principio de inducción

John Stuart Mill's view on hume's Problem. The justification of inductive inference and the nature of the principle of induction

Ana Pía León Miranda*
Universidad Andres Bello (Facultad de Derecho), Viña del Mar, Chile, ana.leon@unab.cl

* orcid.org/0000-0002-2719-4584

Recibido el 27 de abril de 2016, aprobado el 12 de julio de 2016



Resumen

El presente artículo tiene como objetivo analizar y reconstruir la postura de John Stuart Mill respecto del problema de la inducción. Mostraremos que Mill si bien conoció las objeciones de Hume, no se refiere a ellas en gran medida porque para él la justificación de la inducción es posible. La hipótesis principal será probada por medio de dos tesis: la primera, alude a la evasión de la argumentación circular respecto de la justificación de la inferencia inductiva; y la segunda, refiere al tipo de inducciones que fundamentan el principio de regularidad: inducciones por enumeración simple.

Palabras claves

Lógica, inducción, principio de inducción, inducción por enumeración simple.

Abstract

The article aims to analyze and reconstruct John Stuart Mill's position on the problem of induction. We show that Mill despite being aware of Hume's objections, does not refer to them mainly because for him the justification of induction is possible. The main hypothesis will be proved by two theses: the first, refers to the avoidance of circular reasoning on the justification of inductive inference; and the second, refers to the type of inductions supporting the principle of regularity: inductions by simple enumeration.

Key words

Logic, induction, principle of induction, induction by simple enumeration.


El "problema de la inducción" es una expresión que se utilizó en el siglo XX para indicar un asunto central de la epistemología y la filosofía de las ciencias. Este problema refiere a la justificación de nuestros juicios generales acerca de hechos, producidos por la observación de casos particulares. En palabras de Goodman: "[e]l problema de la validez de los juicios sobre el futuro o los casos desconocidos surge, como ya lo indicó Hume, porque tales juicios no son ni reportes de la experiencia ni consecuencias lógicas de ello" (59, trad. propia). El "problema de la inducción" no es un arcano propio de la filosofía actual, pues es tan antiguo como las preguntas acerca del alma y del origen de las cosas: todo filósofo que haya reflexionado sobre la naturaleza y alcance del conocimiento, ha tenido que discurrir sobre la fundamentación del razonamiento inductivo. Así, aunque –como tal– la expresión "el problema de la inducción" surgió hace relativamente poco tiempo con autores como Russell, Popper, Wittgenstein, Carnap, éste es un tema latente en la historia del pensamiento.

Un autor que contribuyó de manera relevante al estudio de la inducción fue John Stuart Mill en su obra A System of Logic. Su postura acerca de la justificación de la inducción, no obstante, le significó un sinnúmero de críticas debido a que, supuestamente, entraña la circularidad que Hume había denunciado casi cien años atrás en los Inquiry Concerning Human Understanding (McRae xxxiv). Incluso, algunos estudiosos afirman que Mill ni siquiera estuvo consciente de dichas observaciones (cf. Scarre 136).

La hipótesis fundamental que trataremos de demostrar, una vez expuesta la argumentación de Hume en torno a la inducción y la concepción milliana de la lógica, radica en la idea de que Mill, si bien conoció las objeciones de Hume, no se aboca a ellas en gran medida porque para él la justificación de la inducción no es vista de manera problemática, tal es posible. Lo establecido será probado por medio de dos sub-hipótesis. La primera, refiere a la evasión de la argumentación circular respecto de la justificación de la inferencia inductiva, a causa del modo en el que Mill entiende el silogismo y el rol de la generalización frente a la conclusión (cf. Millgram 187; McRae xxxv); la segunda, refiere a que el tipo de inducciones que fundamentan el principio de regularidad son inducciones sui generis, puesto que no poseen la misma naturaleza que las inducciones científicas, sino son nuestras más confiables y familiares inducciones: inducciones por enumeración simple. El desarrollo de esta hipótesis nos llevará a defender la propuesta de Mill por medio de una interpretación externalista del conocimiento.

"El problema de Hume"

Hume sostiene al inicio del capítulo IV de An Inquiry Concerning the Human Understanding que los objetos de la investigación humana son de dos tipos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas están presentes en ciencias como la geometría, la aritmética, el álgebra y la lógica, es decir, son afirmaciones demostrativamente ciertas. Así, las proposiciones que establecen esta clase de relaciones (p.e "la hipotenusa de un triángulo es igual a cateto al cuadrado más cateto al cuadrado" o "tres más tres igual 6") pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento, independientemente de lo que suceda en el mundo. Por ello, son verdades evidentes e incuestionables (cf. Hume 47, 48) cuya contradicción no es posible.

Por otra parte, las verdades de hecho sólo pueden conocerse y comprobarse por la experiencia:

No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de hecho, los segundos objetos de la razón humana; ni nuestra evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier caso, posible, porque jamás puede implicar una contradicción, y es concebido por la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a la realidad. Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que la afirmación saldrá mañana. En vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente falsa implicaría una contradicción y jamás podría ser concebida distintamente por la mente (Hume 48).

El conocimiento de hechos, revela Hume, "[…] parece fundarse en la relación de causa y efecto. Tan sólo por medio de esta relación podemos ir más allá de la evidencia de nuestra memoria y sentidos" (49). Como habitualmente vemos ciertos efectos comparecer ante determinadas causas, terminamos suponiendo que lo que ha sucedido siempre así, sucederá de nuevo; que el futuro será como el pasado. Tenemos la confianza de que la naturaleza seguirá un curso uniforme:

[…] pues toda inferencia realizada a partir de la experiencia supone, como fundamento, que el futuro será semejante. Si hubiera sospecha alguna de que el curso de la naturaleza pudiera cambiar y que el pasado pudiera no ser pauta del futuro, toda experiencia se haría inútil y no podría dar lugar a inferencia o conclusión alguna (60).

Ahora bien, ¿qué tipo de razonamiento es este que afirma la similitud del pasado con el futuro? Hume nos dice que sólo hay dos posibilidades, puede ser un razonamiento de tipo demostrativo o de tipo probable. Demostrativo no, porque –a diferencia de lo que sucede con los principios de la lógica o las verdades matemáticas– "[…] no implica contradicción alguna que el curso de la naturaleza llegara a cambiar, y que un objeto, aparentemente semejante a otros que hemos experimentado, pueda ser acompañado por efectos contrarios o distintos" (58).

Entonces, la justificación de la semejanza del pasado con el futuro, de esta creencia inveterada que suele unir siempre una causa a un efecto, sólo cabe ser elucidada por medio de argumentos fácticos o probables. El problema es que ello supone caer en una petición de principio, debido a que tenemos que suponer en la demostración lo que queremos probar: la semejanza del pasado con el futuro, el curso regular de la naturaleza (cf. Hume 60).

Cuando un hombre dice: he encontrado en todos los casos previos tales cualidades sensibles unidas a tales poderes secretos, y cuando dice cualidades sensibles semejantes estarán siempre unidas a poderes secretos semejantes, no es culpable de incurrir en una tautología, ni son estas proposiciones, en modo alguno, las mismas. Se dice que una proposición es una inferencia de la otra, pero se ha de reconocer que la inferencia ni es intuitiva ni tampoco demostrativa. ¿De qué naturaleza es entonces? Decir que es experimental equivale a caer en una petición de principio, pues toda inferencia realizada a partir de la experiencia supone, como fundamento, que el futuro será semejante (60).

Así, Hume elabora el famoso argumento escéptico –el mismo que despierta a Kant del sueño dogmático– y remueve los cimientos de la justificación del conocimiento de hechos.

El campo de la lógica y el razonamiento deductivo en A System of Logic1

Casi cien años después de la publicación de la obra de Hume, Mill en 1843 hace lo propio con A System of Logic. El texto parte delimitando el campo de la lógica, el cual debe restringirse "[…] a esa parte del conocimiento que se compone de inferencias sacadas de verdades anteriormente conocidas […] La lógica no es la ciencia de la creencia sino la ciencia de la prueba. Cuando una creencia pretende ser fundada en pruebas, el oficio propio de la lógica es suministrar una piedra de toque para verificar la solidez de esos fundamentos" (CW VII 9; 16, trad. española). Por ello, el estudio de la inferencia cobra un lugar central al ser un tipo de razonamiento que tiene como objetivo suministrarnos un nuevo conocimiento a partir de verdades anteriores. Por ende, si la lógica es la ciencia de la prueba, a ella le corresponde determinar si este tránsito es válido.

Ahora bien, el proceso de inferencia ha sido considerado vulgarmente, según Mill, de dos maneras: inducir es inferir una proposición general a partir de proposiciones menos generales o, también, formular proposiciones generales a partir de la observación de diversos casos particulares; deducir, por su parte, es inferir a partir de proposiciones generales otras proposiciones del mismo o de menor grado de generalidad, o proposiciones netamente particulares (cf. CW VII 162).

No obstante, según Mill, contrariamente a lo que la tradición indica, la deducción no es una forma de inferencia legítima porque no aporta ninguna verdad nueva a partir de lo que afirman sus premisas. Si tomamos como ejemplo el típico razonamiento deductivo: 'todos los hombres son mortales, Sócrates es hombre –luego– Sócrates es mortal', observamos que la conclusión debe seguirse de lo afirmado en las premisas. En otras palabras, todo lo establecido en la conclusión debe ser ya conocido o presupuesto con anterioridad (cf. CW VII 184). Entonces, ¿tiene un rol probatorio la deducción? "[…] ningún razonamiento de lo general a lo particular puede, como tal, probar nada: puesto que de un principio general no se pueden inferir más casos individuales que los que el principio mismo comprende implícitamente como supuestos" (CW VII 184; 204, trad. española).

Así, la conclusión no se deriva de 'todos los hombres son mortales', sino de los casos particulares que erigen la premisa mayor: "[…] todo lo que el hombre puede observar son casos individuales. De esos casos individuales debe obtenerse toda verdad general, y en ellos, a su vez, debe resolverse […]" (CW VII 186; 206, trad. española). Aquí comparece la tercera forma de inferencia que la clasificación común ha tendido a olvidar: la inferencia de lo particular a lo particular. Tanto la inducción como la deducción se fundan en ella porque de la observación de varios casos particulares levantamos una proposición general (inducción), y porque toda proposición general desde la cual inferimos una proposición particular, u otras generales (deducción) tiene como base la observación de casos particulares.

Esta crítica al razonamiento deductivo hizo que Mill sea considerado uno de sus detractores más acérrimos dentro de la historia de la filosofía, pero eso es un error porque Mill le asigna un lugar fundamental dentro del ámbito del saber. Las premisas generales nos permiten evaluar nuestras futuras inferencias al explicitar aquellas verdades con las que estamos comprometidos. Como observa Cañón: "El silogismo se convierte así en un cierto tipo de operación interpretativa conforme a la fórmula de tipo general construida mediante un proceso de inferencia real" (275). Esta operación, que Mill llama memorándum, tiene la función de hacernos recordar que ciertas características, hechos o atributos aparecieron junto con otros (p.e fuego-calor, hombre-mortalidad). De este modo, la premisa mayor es una fórmula que engloba estas inferencias particulares (p.e todos los hombres son mortales) y: "[…] la conclusión no es una inferencia sacada de la fórmula, sino una inferencia sacada conforme a la fórmula; el verdadero antecedente lógico, o premisa, es el hecho particular del cual la proposición general es sacada por inducción" (CW VII 193; 214, 215, trad. española). Los hechos individuales que constituyen la premisa general pueden ser olvidados, pero permanece un "recordatorio" que nos permite determinar los casos en los que éstos fueron considerados garantía para una determinada inferencia (cf. CW VII 193).

La inferencia inductiva

Es en el libro III del System of Logic, el lugar donde Mill desarrolla en completitud su teoría sobre la inducción, aunque en los libros I y II nos entrega ya bastantes lineamientos generales. La inducción a diferencia de la deducción, nos dice, es un proceso de inferencia real porque nos permite adquirir un conocimiento nuevo:

En toda inducción procedemos de verdades conocidas a verdades desconocidas, de hechos certificados por la observación a hechos no observados y aun a hechos que no son susceptibles de observación de momento; hechos futuros, por ejemplo, pero que no vacilamos en creer por la sola evidencia de la inducción misma (CW VII 163; 187, trad. española).

Mill define la inducción como "[…] el medio de descubrir y probar las verdades generales" (CW VII 284; 288, trad. española) o también como aquel tipo de razonamiento que "[c]onsiste en inferir de ciertas instancias individuales en las que un fenómeno es observado, que ello ocurre en todas las instancias de una cierta clase, es decir, en todas aquellas que se parecen a la primera, en lo que se consideran las circunstancias materiales" (CW VII 306, trad. propia).

Como ya Hume había notado y el propio Mill lo expresa, el hecho de afirmar, por ejemplo, la mortalidad futura de los hombres a partir de la observación de casos precedentes, implica un principio que yace en la propia definición de inducción: "[…] un postulado relativo al curso de la naturaleza y al orden del universo, a saber: que hay en la naturaleza casos paralelos; que lo que sucede una vez sucederá también en circunstancias bastante semejantes, y sucederá siempre que dichas circunstancias estén presentes" (CW VII 306, 307, trad. propia). Este principio de uniformidad es tratado en los capítulos sucesivos al V del libro III como el principio de causalidad universal.

La ley de causalidad, que es el pilar de la ciencia inductiva, no es sino esta ley familiar encontrada por la observación de la inviolabilidad de sucesión entre un hecho natural y algún otro hecho que le ha precedido (…) [E]xiste para cada acontecimiento una combinación de objetos o de hechos, una reunión de circunstancias dadas, positivas y negativas, cuya llegada es siempre seguida de la llegada de un fenómeno (CW VII 326, 327; 326, 327 trad. española).

¿Cómo justificar el razonamiento inductivo en el que está implicado este principio sin caer en la argumentación circular que Hume ya había denunciado?, ¿estaba Mill en conocimiento de las relevantes observaciones de Hume? Algunos autores, como bien nota McRae (cf. xxxiv), sostienen que Mill incurrió en la fatal argumentación viciosa, justificando el razonamiento inductivo por inducción; y otros –como Scarre– creen, además, que Mill no entendió siquiera en qué consistía el problema elevado por Hume, pues lo ignora de forma sistemática: "[d]e hecho, Mill parece no haber comprendido cuál era el problema de Hume, y su principal preocupación consistió en explicar cómo la inferencia de lo particular a lo particular […] a pesar de su aparente insignificancia era realmente la única forma de inferencia que la ciencia necesitaba, o podría, admitir" (Scarre 116, trad. propia). Según Scarre, además, otra prueba –entre varias– del desconocimiento de la postura de Hume es que Mill defiende tesis del tipo "[…] el conocimiento del futuro es posible, garantizado por la uniformidad de la naturaleza- una uniformidad que […] puede ser conocida con certeza" (Scarre 120, trad. propia), tesis que habían sido ya rechazadas en los Inquiry.

Nuestra propuesta se alimenta de esta polémica y dista, siguiendo a Millgram y McRae, de la idea de que Mill no comprendió el problema de Hume. Al contrario, Millgram señala evidencia textual que indica que sí lo hizo (relevantes son: CW VII 307, 308, 572), pero Mill no aborda la solución escéptica de Hume con dedicación especial porque, para él, la justificación de la inducción no se presenta como un problema. Intentaremos demostrar nuestra tesis por medio de las hipótesis que expondremos en los dos apartados siguientes.

La justificación del razonamiento inductivo y el rol del principio de inducción

En primer lugar, intentaremos demostrar que el principio de inducción (o principio de la regularidad de la naturaleza o principio de causalidad) es efectivamente garantía del razonamiento inductivo para Mill, pero de un modo muy diferente al que Hume comprendió esta noción de "garantía", pues ella pende de la manera en la que Mill entiende la deducción y el rol de la premisa mayor respecto de la conclusión (cf. McRae xxxv).

Desde la perspectiva de algunos –incluyendo a Hume– como observa McRae, la inducción podría justificarse: "[…] si cada inducción pudiera ser puesta en una forma deductiva con una premisa suprema, como el principio de uniformidad de la naturaleza o axioma causal. Sólo entonces las conclusiones inductivas estarían lógicamente implicadas y –por lo tanto– serían lógicamente válidas" (xxxiv, trad. propia). No obstante, esto no es posible porque el principio de regularidad es un razonamiento probable y no demostrativo (cf. Hume 57, 58). A pesar de lo anterior,

[…] se ha dicho que no sólo Mill comparte esta tesis sobre lo que se requiere para que una inducción sea válida, sino que incluso se comprometió a justificar la premisa suprema por inducción. Decir que el principio que justifica la inducción es él mismo una inducción de la experiencia es, obviamente, argüir en círculo. La conclusión de Hume fue, así, que la inferencia inductiva no puede ser justificada, es decir, convertida en una inferencia deductiva. Pero Mill, se cree extensamente, sin reparos cometió él mismo la falacia (McRae xxxiv, trad. propia).

Ahora bien, para Mill, la inferencia implica el tránsito de verdades conocidas a verdades desconocidas, y la lógica suministra los medios para analizar si dicho tránsito es válido. En este sentido, la deducción no es un tipo de inferencia real pues no entrega ninguna verdad nueva, como ya lo habíamos mostrado en los apartados anteriores. Entonces, reconstruyendo la explicación de Mill a partir de Millgram, observamos un sinnúmero de inducciones que funcionan de modo exitoso y continuo por lo que inferimos que las futuras inducciones lo harán también. Estaríamos en presencia de un argumento circular si la afirmación "las inducciones funcionan" (una manera de plantear el principio de causalidad o principio de inducción) fuera la premisa de la cual derivara la conclusión referente al éxito de la próxima inducción (cf. Millgram, 187). Pero Mill rechaza tal lectura, pues esta generalización cumple el rol que la premisa mayor cumple en el silogismo. En otras palabras, el principio de inducción es garantía de las inducciones de la misma manera en que una generalización contribuye a la validez de un razonamiento deductivo: como la formula conforme a la cual se infiere la conclusión, como el memorandum que encierra de modo tácito los casos particulares que no se necesita volver a observar y que son la evidencia de la conclusión. "Esto es, en el lenguaje de Mill, una garantía o autorización para inferir la conclusión de los particulares que constituyen su evidencia" (McRae xxxv). Así,

[…] el principio de inducción […] será en este caso la mayor última de todas las inducciones, y estará con las inducciones en la misma relación que la mayor de un silogismo con la conclusión […] no sirviendo para explicarla, sino siendo una condición necesaria de su prueba puesto que ninguna conclusión es probada si no hay una premisa mayor verdadera para fundarla (CW VII 308; 308, 309, trad. española).
De esta manera, Mill parece estar enfrentando de forma directa el problema de la circularidad que enuncia Hume:
La afirmación, de que nuestros procesos inductivos asumen la ley de causalidad, mientras que la ley de la causalidad es ella misma un caso de inducción, es una paradoja, sólo en la vieja teoría del razonamiento, la cual supone la verdad universal, o premisa mayor, en un raciocinio, como la prueba real de las verdades particulares las cuales son ostensiblemente deducidas de ella. De acuerdo con la doctrina mantenida en el presente tratado, la premisa mayor no es la prueba de la conclusión, pero es ella misma probada, junto con la conclusión desde la misma evidencia (CW VII, 572, trad. propia).

Como muestra McRae, lo que Hume llamaba justificación de la inducción, no puede ser lo mismo a lo que alude Mill cuando habla de garantía de la inducción "[…] ya que para Mill no existe la inferencia deductiva, ya que la premisa mayor de un silogismo en la que puede transformarse una inducción, no forma parte de la prueba para la conclusión de una inducción" (xxxv).

La pregunta que cabe ahora hacerse es ¿de qué naturaleza son las inducciones que fundan el principio de inducción? La respuesta a esta interrogante da paso a la segunda hipótesis auxiliar.

La justificación del principio de inducción

Mill sostiene que el principio de regularidad o el de causalidad universal no es una de nuestras primeras inducciones, es una de las últimas, o, una de las que alcanzan la rigurosidad filosófica más tardíamente. Incluso, Mill admite que este principio está fundado en generalizaciones anteriores:

Llegamos a esta ley universal, por la generalización de muchas leyes de generalidad inferior. Nosotros nunca habríamos tenido la noción de causalidad (en el sentido filosófico del término) como una condición de todos los fenómenos, a menos que muchos casos de causalidad, o en otras palabras, muchas uniformidades parciales de secuencia, se hayan vuelto familiares. Las más obvias de las uniformidades particulares sugieren, y dan evidencia de, la uniformidad general. (CW VII 567, trad. propia).

Las inducciones que prueban el principio de uniformidad no son ellas mismas inducciones científicas, es decir, inducciones que implican el descubrimiento de verdades nuevas a partir de verdades ya conocidas, sino son nuestras más familiares y confiables inducciones, inducciones por enumeración simple.

Es decir, ellas surgen de la disposición del ser humano a realizar generalizaciones primitivas desde su infancia, aunque no siempre tenga para ello una garantía suficiente (cf. CW VII 312). Por eso, esta clase de inducción a pesar de ser una generalización rápida y poco rigurosa, una "[…] generalización de un hecho observado por la mera ausencia de algún caso conocido en contrario" (CW VII 568; 545, trad. española), en algunas situaciones "[…] no sólo no es necesariamente un proceso lógicamente ilícito, sino es en realidad la única clase de inducción posible; ya que los procesos más elaborados dependen para su validación en una ley, ella misma obtenida en un modo no artificial" (CW VII 567, trad. propia).

El desarrollo de esta hipótesis nos lleva a reflexionar la propuesta de Mill por medio de una interpretación externalista2 del conocimiento. Fumerton (159) sostiene que, si bien es muy difícil reconocer que Mill sea un precursor del externalismo, podemos comprender ciertas tesis del autor relativas a la confianza que deposita en la experiencia sensorial y en las experiencias del pasado –como fundamentos confiables del conocimiento en determinadas ocasiones– a través de dicho enfoque.

Nosotros quisiéramos llevar hacia caminos más lejanos esta reflexión y hacer de ella el prisma que nos permita dilucidar la naturaleza de las inducciones que fundan el principio de inducción, las inducciones por enumeración simple.

Autores como Goldman, Dretske, Davidson, Sosa, Plantinga son –entre otros– exponentes de esta tesis epistemológica, la cual defiende la idea de que: "[…] el estatus justificacional de una creencia es una función de la fiabilidad en el proceso o procesos que la ocasionan, donde (como primera aproximación) fiabilidad consiste en la tendencia de un proceso a producir creencias que son verdaderas más que falsas" (Goldman 10, trad. propia).

En palabras de Grimaltos:
El 'externalismo' epistemológico es aquella posición que mantiene que nuestras creencias están justificadas si cumplen ciertos requisitos objetivos que no tienen por qué estar dentro del horizonte cognitivo del sujeto (…) Si estos requisitos se cumplen y la creencia es verdadera, el sujeto sabe, con independencia de que las razones que pueda aportar concuerden con lo que objetivamente justifica (161).

Ahora bien, el abordaje de las inducciones por enumeración simple como fundamento del principio de inducción, tiene sentido dentro de este marco explicativo porque ellas son presentadas por Mill como un saber desligado de cualquier justificación interna, donde el peso de la justificación reposa en el procedimiento confiable que nos hace establecerlas, el cual –como indicamos– es nuestra tendencia a generalizar y encontrar patrones o uniformidades en los hechos (inducción por enumeración simple). Mill nos dice que los hombres al observar ciertos eventos "[…] aprendieron, como aprendieron los niños, a esperar los unos cuando aparezcan los otros, mucho antes de saber formular su esperanza con una proposición que explicase la conexión entre fenómenos" (CW VII 318; 318, trad. española), y más adelante:

"[…] como todo procedimiento riguroso de inducción presupone la uniformidad general, las uniformidades particulares de la que hemos inferido primeramente no han podido sernos conocidas por una inducción rigurosa, sino por ese procedimiento vago e incierto de la inducción per enumerationen semplicem, la ley de causalidad universal establecida sobre los resultados así obtenidos, no tiene mejor base […]" (CW VII, 567, 568; 545, trad. española).

Así, si la inducción por enumeración simple no fuera un proceso válido, "[…] ningún proceso fundado en ella podría ser fidedigno, del mismo modo como no podríamos depositar confianza en los telescopios, si no confiáramos en nuestros ojos" (CW VII 567, 568, trad. propia). De esta forma, la seguridad que nos brinda este proceso hace que la ley de causalidad sólo pueda ser probada por medio de las inducciones que brotan de él, pues en la medida en que más ensanchamos la esfera de observación, "[…] menos error ofrece este método poco científico […]" (CW VII 569; 545, traducción española).

Ya opina Quine, también, que la similitud perceptual es base de toda expectativa, de todo aprendizaje, de todo hábito "[…] opera a través de nuestra propensión a esperar que las estimulaciones tengan consecuencias perceptualmente similares. Esta propensión es una inducción primitiva […]" (27), la cual nos proporciona "[…] criterios de similitud perceptual que encajan perfectamente con las tendencias naturales, confiriendo a nuestras expectativas un éxito superior al que podríamos atribuirle al azar" (27).

Nuestra tan humana y muchas veces a-crítica disposición generalizadora es expuesta de modo reflexivo en el análisis que realiza Mill de la praxis científica, revelándonos su confiabilidad y éxito en la gestación y justificación del conocimiento. No es vano, que al tratamiento respecto de la inducción por enumeración simple se le aparejen los conceptos de reliance, certainty, evidence, familiar. Para conocer, parece decirnos Mill, debemos anclarnos en verdades que consideremos indudables.

Estas inducciones certeras se sostienen en el rol que juega nuestra tendencia a generalizar y encontrar patrones o uniformidades en los hechos: "[…] pero se puede ver ya que otro modo de proceder es absolutamente impracticable, puesto que es imposible instituir un método científico inductivo o un medio de garantizar la validez de las inducciones, sino en la hipótesis de que algunas inducciones merecedoras de crédito han sido ya hechas" (CW VII 319; 318, trad. propia). De esta forma, cuando los hombres comenzaron a estudiar la naturaleza por medio de métodos de conocimiento más serios y exhaustivos, "[…] no podían, para conformarse al bienintencionado pero impracticable precepto de Descartes, partir de la suposición de que nada estaba aún asegurado […]" (CW VII 318; 318, trad. propia).

Conclusión

Como vemos, Mill muestra que la justificación de la inducción no se presenta de modo problemático, es decir, no hay algo como el "problema" de la inducción.

Por un lado, el principio de inducción es garantía de la inducción, del mismo modo que una premisa mayor es garantía de una conclusión deductiva, evidenciando que la conclusión se sigue conforme a ella y no desde ella; pues el verdadero antecedente son las inducciones particulares que instauran la generalización.

Por otro lado, las inducciones a partir de las cuales se establece de forma casi vivencial el principio de uniformidad, no son inducciones científicas que implican el descubrimiento de verdades nuevas a partir de verdades ya conocidas, sino son nuestras más familiares inducciones, inducciones por enumeración simple. La justificación de estas inducciones reposa en el procedimiento confiable que nos hace establecerlas: nuestra tendencia generalizadora. En palabras de Skorupski (1998): "Mill sostiene que el único método fundamentalmente profundo de razonamiento es la inducción por enumeración, generalización de la experiencia. Otros métodos deben estar de una u otra forma basados en él" (51, "Mill on language and logic", trad. propia).

Por ello, no nos es posible alinearnos con las críticas de Scarre ya que "[…] Mill no está proponiendo una solución a la concepción escéptica del problema de la inducción expuesto por Hume" porque "[…] él da por sentado que nuestras 'espontáneas' –a reflexivas, habituales– inducciones son fiables en algún grado" (132 John Stuart Mill, trad. propia). No es que Mill desconociera, ignorara o no comprendiera el problema de Hume, el asunto es que para Mill el abordaje escéptico carece de lugar en su filosofía, por eso "[c]ualquiera que lea a Mill como buscando una respuesta al escepticismo epistemológico, quedará desconcertado con lo que dice" (Skorupski, 132, John Stuart Mill, trad. propia). Scarre no sólo confunde la legítima toma de posición de Mill según la cual la inferencia inductiva "[…] pueda dar fundamentos racionales para aceptar la conclusión general" (Skorupski, 132, John Stuart Mill, trad. propia), sino interpreta esa postura como un aparente desconocimiento y/o escaso entendimiento del problema de Hume.

No nos cabe duda de que Mill conoció y entendió lo dicho casi cien años atrás en los Inquiry. Robson, en la introducción textual del System of Logic, afirma sobre la bibliografía empleada por Mill, que las alusiones a los empiristas ingleses clásicos son pocas (cf. xcvii), pero, insistimos, eso no implica que Mill no estuviera al tanto de aspectos fundamentales de la obra de Hume. No podemos olvidar, incluso, que en el capítulo xxv del libro III realiza un análisis de la doctrina de los milagros que está en la sección x de los Inquiry. Ahora bien, como nota Millgram, dado que Scarre lee a Mill a partir del prejuicio que configura su análisis (la idea de que no entendió el problema de Hume), cada pasaje del System donde se refiere al problema aludido (relevantes son: CW VII, 307; 308; 572) no es tomado en cuenta debido a que –supuestamente– el pasaje tiene un objetivo y fondo distinto (cf. 192).

Finalmente, estas observaciones no sólo nos permiten comprender el argumento medular por medio del cual Mill intenta justificar nuestros juicios generales acerca de hechos producidos por la observación de casos particulares; sino ellas se levantan como una alternativa empirista frente a quienes validan la existencia de verdades a priori como fundamento del conocimiento de hechos. Los conocimientos primigenios de los que nos habla Mill, no necesitan ostentar el título de verdades a priori para ser universales y de necesario consentimiento pues su evidencia –que no es fruto de inexplicables facultades racionales– es producto de la aquel proceso fidedigno que nos hace adquirirlas, constituyendo parte esencial de nuestro estar en el mundo. Así como buena parte de la tradición negó la posibilidad de que el hombre fuera tabula rasa argumentando que el conocimiento debía partir de una base, como principios universales, ideas innatas, nociones intuitivas; Mill propone una base familiar, confiable, certera, vivencial. Ya nos dice: "No tenemos un criterio ulterior al cual exponer la experiencia en general, pero hacemos de la experiencia su propio criterio. La experiencia testifica, que entre las uniformidades que exhibe o parece exhibir, algunas son más confiables que otras […]" (CW VII 319, trad. propia).



Notas al Pie

1 Para la traducción de algunas citas de Mill que corresponden a la 8va edición del System of Logic, utilizamos el Sistema de Lógica inductiva y deductiva, ed: Daniel Jorro, 3ra edición de la versión inglesa (Mill 1917). La 8va edición cuenta con indicadores que señalan los cambios que realizó Mill de determinadas palabras en todas las ediciones, la inclusión de capítulos, frases o parágrafos nuevos. Cuando citamos indicamos primero la referencia estándar al original y –separado por un punto y coma– la traducción española, bajo esta notación: (CW Volumen página; página, trad. española). Cuando la cita en inglés no corresponde a la versión española, la traducción la realizamos nosotros. Cuando la cita es indirecta, sólo se menciona el texto en original en inglés.
2 "(…) una creencia está no inferencialmente justificada cuando se produjo de forma fiable en la que el "input" del proceso de producción de la creencia es algo más que una creencia justificada. Puede que hayamos evolucionado de tal manera que ahora respondemos a los estímulos sensoriales o aparentes de memoria con las creencias sobre el mundo exterior y el pasado, respectivamente. Y si esas creencias son verdaderas generalmente en vez de falsas entonces se producen de forma fiable" (159, trad. propia).



Referencias bibliográficas

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Como citar: León Miranda, A.P. "La posición de John Stuart Mill en relación al problema de Hume: la justificación de la inferencia inductiva y la naturaleza del principio de inducción". Discusiones Filosóficas. Jul-dic. 2016: 35-51. DOI: 10.17151/difil.2016.17.29.3.

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