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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.21 no.36 Manizales Jan./June 2020  Epub Dec 15, 2020

https://doi.org/10.17151/difil.2020.21.36.8 

Artículos

Lo judicial y la identidad narrativa en La Orestíada. Una interpretación desde Ricoeur

The judicial and the narrative identity in The Oresteia. An interpretation from Ricoeur

Andrés Felipe Zuluaga1 

1 Universidad de Medellín. Medellín, Colombia. afzuluaga@udem.edu.co. orcid.org/0000-0002-1601-5325. https://scholar.google.com/citations?user=f02ctMgAAAAJ&hl=es.


Resumen

El artículo tiene como objetivo interpretar la Orestíada desde la identidad narrativa, para sostener que el proceso judicial en el caso de Orestes es definitivo para la configuración de su identidad. Lo anterior va más allá de las interpretaciones tradicionales de la referida obra de Esquilo y se centra en el hombre sufriente receptor de la sentencia. Para alcanzar el propósito del artículo se acudirá a la hermenéutica filosófica de Ricoeur y a los conceptos de mismidad, ipseidad e identidad narrativa.

Palabras clave: Identidad narrativa; caso trágico; judicial; Ricoeur; Orestíada

Abstract

This paper aims to interpret the Oresteia from the perspective of the narrative identity, to sustain that the judicial process in the case of Orestes is definitive for the configuration of its identity. The foregoing goes beyond the traditional interpretations of the aforementioned work by Aeschylus and focuses on the suffering man who receives the sentence. To achieve the purpose of this paper, the philosophical hermeneutics of Ricoeur, and the concepts of sameness, selfhood and narrative identity are used.

Key words: Narrative identity; tragic case; judicial; Ricoeur; The Oresteia

Introducción

La Orestíada se considera la obra maestra de Esquilo (Murray 25). El argumento de la Orestíada es el siguiente: (i) asesinato, (ii) venganza y (iii) juicio. Así, (i) en el Agamenón se representa el asesinato del atrida por parte de Clitemnestra su esposa y Egisto el amante de ella. (ii) En Las Coéforas, Orestes (hijo de Agamenón y Clitemnestra) se venga al matar a su madre y a Egisto. (iii) En las Euménides se representa el juicio a Orestes; quien al llegar a Atenas perseguido por las Erinias, suplica la ayuda de Atenea, quien decide fundar un tribunal, el Areópago, para juzgar crímenes de sangre.

La Orestíada se ha interpretado a partir de tres líneas: venganza y justicia (Murray 151); transformación de la justicia (Romilly 65; Kelsen 336), caza y sacrificio (Burkert 80; Vernant y Vidal-Naquel 139). Acá se propone una interpretación desde la identidad narrativa. Es de anotar que la elección de la Orestíada para abordar la identidad narrativa en lo judicial a través de la tragedia griega no es casual, pues “El Orestes de Esquilo es quizá el único personaje de la tragedia griega al que se puede seguir a través de una muerte ficticia, desde la infancia hasta la edad adulta” (Vernant y Vidal-Naquet 116).

Para mostrar como lo judicial marca un hito en la identidad narrativa de Orestes, primero se desarrollará el concepto de identidad a partir de Orestes, con sus aspectos de mismidad e ipseidad, luego el de identidad narrativa y por el último, el caso trágico de Orestes en el marco judicial.

1. La identidad de Orestes

La identidad narrativa permite captar como alguien permanece siendo el mismo a pesar del paso del tiempo, pues la narración unifica una serie de acontecimientos en interacción con la mismidad e ipseidad (Ricoeur, Sí mismo como otro 147). Así, narrarse a sí mismo o narrarle a otro permite configurar la identidad narrativa en la cual se hace presente el pasado, se puede abordar el presente del futuro y a través de ellos identificarse en el presente del presente. Por otra parte, la identidad narrativa no es algo exclusivo de la persona, pues no se está en posición de autor absoluto, y además las narraciones se enredan con las narraciones de otros, y las mismas situaciones se pueden configurar de formas distintas, y en la confrontación de esas narraciones se construye la identidad.

1.1 La mismidad de Orestes

En la Orestíada hay elementos para determinar la identidad ídem de Orestes. La mismidad (ídem) se construye a partir de rasgos con una permanencia fuerte en el tiempo; por lo cual se mostrarán esos aspectos en la trilogía. Así, Orestes en su primera aparición deja un par de bucles en la tumba de su padre1, posteriormente Electra, al encontrarlos, notará la semejanza con su cabello (Esquilo, Coéforas 175); finalmente, encontrará unas huellas (Esquilo 205), las cuales al compararlas le permitirá inferir que son de su hermano.

No obstante, Electra duda y será en una escena de reconocimiento (Esquilo y ss, Coéforas 225) en la cual identificará a Orestes. A propósito de la escena de reconocimiento, según Ricoeur en la Odisea hay un relato de reconocimiento en torno a Ulises, el cual deberá reconquistar su propia casa, y expresa que “esta circunstancia de violencia hace que la historia de reconocimiento aparezca mezclada inextricablemente con la de una venganza” (Ricoeur, Caminos del reconocimiento 102). Además, hay unos rasgos que permiten el reconocimiento de Ulises, a saber, las fórmulas verbales, las marcas y los disfraces. En el caso de la Orestíada se encuentra una situación análoga.

Respecto de las fórmulas verbales, Ricoeur destaca cómo Ulises es recibido como extranjero y posteriormente le dice a Telémaco ‘soy tu padre’; situación similar se encuentra en Las Coéforas, cuando Orestes le dice a Electra que él es ‘Orestes’, ella duda y le dice “¡Ay, extranjero! ¿Me estás tendiendo una trampa?” (Esquilo, Coéforas 220). Duda justificada por el exilio de Orestes y por la incertidumbre de su vida o muerte, por ello a Electra no le basta que él se designe como Orestes, y lo trata como ‘extranjero’. Ricoeur expresa que “el privilegio de los nombres propios asignados a humanos se debe a su papel ulterior de confirmación de su identidad y de la ipseidad de éstos” (Ricoeur, Sí mismo 4), privilegio que Electra vacila en otorgarle a Orestes.

Como las fórmulas verbales no son suficientes para reconocer plenamente a Orestes, él recurre a las marcas. Continuando la analogía con la Odisea, es de recordar que la cicatriz de Ulises le permite ser reconocido; así, Orestes le recuerda a Electra que ella iba siguiendo sus huellas y la invita a colocar el bucle de cabello que encontró para que lo identifique. Además, le muestra un tejido realizado por ella, para que lo reconozca como obra de sus manos. De este modo, el bucle de cabello, las huellas y el tejido muestran la mismidad de Orestes ante Electra.

Y como último aspecto de similitud entre la Orestíada y la Odisea, el reconocimiento de Orestes al igual que el de Ulises, se encuentra ligado a una venganza. Ambos estaban fuera de sus hogares y los han perdido, retornan, se hacen reconocer, ejercen la violencia y se vengan para recuperar sus casas. Ahora bien, en el momento del reconocimiento a través de la mismidad se cruza la ipseidad, ya que no basta con esos rasgos permanentes. Ambos deben mantener una fidelidad ante sí y los otros, la cual implica recuperar la casa, si no se vengan serán desconocidos para sí mismos y para los otros. Sobre Orestes recae la esperanza de venganza por parte del Coro, Electra ve en él la esperanza de recuperar la casa paterna, el oráculo ha vaticinado que él debe vengarse y además el joven le ha implorado a Zeus que le permita llevar a cabo su venganza; incumplir todo esto es no ser Orestes, fallar a esto llevará a que se diga ‘Orestes no es el mismo, es otro’. De la mismidad se pasa a una ipseidad, que en este caso esta enredada con la violencia.

1.2 La ipseidad de Orestes

La identidad ipse implica un mantenerse (Ricoeur, Sí mismo 118) en el tiempo en virtud de perseverar en algo, un mantenerse a pesar de las circunstancias que pueden hacer cambiar los deseos u opiniones. Orestes, ante su hermana y el Coro, expresa que le hará pagar a Clitemnestra sus crímenes con la ayuda de los Dioses y la acción de sus manos (Esquilo, Coéforas 435); por consiguiente, Orestes ha empezado a configurar su ipseidad al prometer que vengará la muerte de su padre, de este modo, él se debe mantener en la palabra dada para seguir siendo el mismo.

La ipseidad conlleva un perseverar, el sí mismo puede dudar, pero mantenerse implica cumplir las promesas a pesar de las dudas; Orestes duda cuando tiene a Clitemnestra frente a sí y dialoga con ella: ¿tener piedad por su madre o matarla? ¿Vengar o no vengar a su padre? ¿Respetar el oráculo o irrespetarlo? ¿Cumplir o incumplir el juramento? Responder a estas preguntas no es fácil, porque está en juego su identidad.

Ante la incertidumbre Orestes acude a Pílades el cual responde “¿Dónde van a quedar, entonces, esos oráculos de Loxias, vaticinados en su templo, y tu fidelidad a los juramentos?” (Esquilo, Coéforas 269). Esta es la única intervención del personaje en la Orestíada, así la función de Pílades en la obra es hacerle cumplir a Orestes su juramento, el amigo le ayuda a mantenerse a sí mismo. En consecuencia, con el consejo de Pílades Orestes vence sus dudas y permanece fiel a su juramento.

En suma, a la mismidad de Orestes se le une una ipseidad. Al Orestes que se hace reconocer como siendo el mismo a través de la palabra, sus bucles y sus huellas, se le añade un Orestes que promete realizar una acción y que se mantendrá siendo el mismo a través de la perseverancia y la fidelidad al juramento.

Ahora bien, ¿cómo responder a la pregunta quién es Orestes? Diciendo Orestes es el hijo de Agamenón y Clitemnestra, hermano de Ifigenia y Electra, con huellas parecidas a las de su hermana y con unos hermosos bucles, con esta respuesta se identifica el qué de Orestes, pero aún no se responde por el quién. Si se responde “Orestes es aquel que prometió matar a su madre y lo hizo”, se corre el riesgo de cosificarlo, de dejarlo petrificado en una acción. Por ello ni la mismidad ni la ipseidad por sí solas son suficientes para constituir la identidad, no obstante, ambas tienen en común el aspecto temporal lo cual justifica acudir a la narración para constituir una identidad narrativa en la cual la mismidad y la ipseidad se co-implican.

2. La identidad narrativa de Orestes

Para Ricoeur “la identidad narrativa no es una identidad estable y sin fisura; y así como se pueden componer diversas tramas a propósito de los mismos sucesos… igualmente siempre es posible urdir sobre su propia vida tramas diferentes, incluso opuestas.” (Ricoeur, Tiempo y Narración III 1000). Precisamente esto es lo que acontece con la identidad de Orestes, su identidad narrativa además de agrupar los mencionados aspectos del ídem y del ipse, se configura a medida que avanza la acción; él narra aspectos de su vida en varios momentos de la Orestíada, además sobre él realizan narraciones, y por último, en parte él se arropa o necesita algunas de esas narraciones.

¿Qué es lo primero que cuentan de Orestes? ¿Qué es lo primero que él narra de sí? La primera noticia de él se obtiene por Clitemenestra al darle a Agamenón las razones por las cuales su hijo no está allí, de este modo, hace parecer justificada la ausencia de Orestes (Agamenon) (Esquilo 875). Luego, Orestes, en Las Coéforas, después de elevar una súplica a Hermes narra “llego a esta tierra y vuelvo del exilio” (Esquilo 5). Al expresar esto trae el pasado del presente, y configura su vida anterior a partir una situación vital: la ausencia de su hogar.

A propósito, frente a una misma situación que afecta a la vida de Orestes hay dos versiones la ausencia justificada en busca de lo mejor y la ausencia injustificada vista como exilio. Esquilo, en Las Coéforas, confrontará estas dos versiones:

Orestes: … después de haberme parido, me arrojaste tú a la desdicha. Clitemnestra: No te arrojé. Te envié a la morada de un aliado. Orestes: ¡Indignamente fui vendido! ¡Yo, el hijo de un padre libre! (Esquilo, Coéforas 910).

Así, ese presente del pasado gravita sobre ambos personajes, la acción de Clitemnestra arrojó a Orestes a una condición más frágil, y esa vulnerabilidad lo llevó a la desdicha. Por lo tanto, la narración de Orestes recapitula parte de una vida que va desde el exilio hasta el momento en que se la narra a su madre, todo ello con el sello de la desdicha.

2.1 Identidad narrativa de Orestes e ipseidad

Respecto a la ipseidad de Orestes, ¿desde cuándo empieza a gestarse esa ipseidad vengadora? Para responder a esta pregunta se debe traer a colación que para Ricoeur2 la identidad narrativa se configura a través de identificaciones adquiridas, en las cuales el sí mismo se identificacon: valores, normas, ideales, preceptos, costumbres, utopías, modelos, héroes, personajes emblemáticos, maestros. Asimismo, identificarse-con lleva a reconocerse a sí mismo a través de esa identificación.

Un punto importante del identificarse-con es el ingreso de lo otro en el sí mismo, identificarse-con es darle cabida a la alteridad, pues estos aspectos son ajenos, provienen de un exterior y se insertan en la interioridad. Además, los aspectos con los cuales se identifica un sujeto muchas veces vienen respaldados por sendas narraciones que facilitan la aprehensión por parte de sus receptores.

Con base en lo anterior, se puede retomar la pregunta planteada, es de recordar que el Coro dice “y quién podría ayudar está lejos” (Esquilo 1100). Más adelante expresa: “¿Quién podrá arrojar de esta casa esa semilla de maldición?” (Esquilo, Tragedias, Agamenón 1565), y posteriormente finalizando la tragedia mencionan explícitamente a Orestes (Esquilo, Agamenón 1665). Con esas expresiones el Coro de ancianos describe una ausencia, muestra tristeza y esperanza. En ese contexto, ¿quién mejor para ayudar al padre que su hijo? En otras palabras, en lo expresado por el Coro subyace un deber ‘los hijos deben ayudar a sus padres’ y Orestes se identifica con ese deber.

Además del Coro, se tiene la profecía de Casandra: “Pero no moriremos sin que los dioses tomen venganza por nosotros, pues otro vengador nuestro vendrá a su vez, un vástago matricida, que tomará por su padre venganza” (Esquilo, Agamenón 1280). Al nivel humano del deber filial se le añade un nivel divino, pues las palabras de profecía indican un camino. En Las Coéforas, Orestes se identificará con la profecía: “No me traicionará el poderoso oráculo de Loxias, pues me estuvo ordenando afrontar hasta el fin este riesgo” (Esquilo, Coéforas 270). No obstante, esas presiones de la alteridad humana y divina, Orestes no es un mero juguete de los deberes humanos ni de la divinidad, él duda en darle credibilidad al oráculo, pero, elige realizar la acción, la desea, la siente como un deber; no en vano al inicio de Las Coéforas, Orestes le ruega a Zeus que sea su aliado y le permita vengarse.

Adicionalmente, hay otra escena en la cual se refuerza la ipseidad vengadora; allí Electra cuenta sus sufrimientos e invita a Orestes a guardarlos en su alma, y luego el Coro expresa: “Haz entrar el relato por los oídos hasta el inmóvil fondo de tu alma. ¡Así son los sucesos pasados! Pon todo tu interés en aprender por ti mismo el futuro. ¡Conviene llegar al combate con inflexible decisión!” (Esquilo, Coéforas 450). De este modo, identificarse-con el vengador se refuerza con el relato de Electra y del Coro de Esclavas, la narración debe penetrar en el alma de Orestes. Es un relato que hace pivotar el pasado del presente, el presente del presente y el presente del futuro; del pasado se trae la muerte, el sufrimiento, y la impotencia; del futuro el deseo de venganza; y del presente la configuración de una identidad a través de la muerte y la venganza. El relato tiene un doble efecto, por un lado, hace que Orestes se siga identificando-con el ‘Orestes vengador’, y por otro, le sirve para mantenerse fiel a su decisión, es decir, ese relato le ayuda a configurar su ipseidad.

Recapitulando, la ipseidad vengadora de Orestes empieza a gestarse antes de su entrada en acción; antes de ser identificado por su nombre, sin ser mencionado explícitamente, ya gravita en torno a Orestes una expectativa que puede formularse así: El hijo debe jurar vengar a su padre. Respecto a qué lleva a Orestes a identificarse de esta manera, se tiene la intervención de varios niveles: (i) un nivel divino, en el cual Apolo y Casandra realizan una profecía que motiva fuertemente la identificación; (ii) un nivel humano, que viene representado, primero, por el Coro de Ancianos (Agamenón) y el Coro de Esclavas (Las Coéforas); y segundo, por Electra y Pílades. Ambos coros representan lo otro lejano mostrando los deberes, valores e ideales en el seno de su comunidad; Electra representa lo otro cercano, quien partiendo de ese amor fraternal, del sufrimiento y el deseo común, invita a Orestes a identificarse-con; (iii) un nivel personal, Orestes es quien decide identificarse-con esa figura del vengador, en un juego entre la alteridad y su singularidad adopta esa ipseidad, por ello ruega y jura venganza.

2.2 Identidad narrativa de Orestes y mismidad

La mismidad no se agota en las características de una fuerte permanencia en el tiempo, como las huellas o el cabello; otro de sus aspectos es el de la “continuidad ininterrumpida entre el primero y el último estadio del desarrollo de lo que consideramos el mismo individuo” (Ricoeur, Sí mismo 111). Lo cual permite identificar a alguien como el mismo a pesar del paso del tiempo, desde su nacimiento hasta su vejez; una forma de hacerlo es ordenando los retratos de manera cronológica (Ricoeur, Sí mismo como otro 111), lo cual implica una configuración temporal para que haya una concordancia de los retratos, y esto abre la posibilidad de contar la historia detrás de cada uno, invitando entonces a realizar una “síntesis de lo heterogéneo” (Ricoeur, Tiempo y Narración I 132).

En la Orestíada no hay retratos en el sentido pictórico de la palabra, pero sí una serie de metáforas que brindan una imagen3 de Orestes desde su nacimiento hasta el juicio; metáforas que se encuentran en el contexto de la narración. Vidal-Naquet (Vernant y Vidal-Naquel 156) expresa que en Las Coéforas hay un bestiario4, el cual analiza para demostrar la caza y el sacrificio en la Orestíada; acá se acudirá al bestiario de la Orestiada para seguir la identidad narrativa.

Para efectos de este apartado se tendrá en cuenta principalmente lo que Ricoeur explica sobre la metáfora ‘el hombre es un lobo’5, en este tipo de metáfora hay un foco desde el cual se puede evocar una significación, lo cual se hace no a partir del significado literal de la palabra sino desde los lugares comunes asociados en una determinada comunidad lingüística (Ricoeur, La metáfora viva 120); en ese caso la palabra lobo6 es el foco desde la cual se extraen los lugares comunes. Por lo tanto, las metáforas sobre Orestes se miran desde esos lugares comunes para obtener la imagen de él y encontrar una mismidad.

La primer entrada del bestiario es la del Orestes-Polluelo: “Mira la nidada huérfana del águila que fue su padre muerto en los lazos y en los anillos de una cruel víbora” (Esquilo, Coéforas 245) y más adelante se expresa que él y Electra son polluelos, expresiones que se pueden relacionar con el augurio presentado en el Agamenón en el cual Calcante ve en las dos reinas de las aves (Esquilo, Agamenón 110 y ss), tanto a Agamenón como a Menelao. Considerando lo anterior, al Orestes darse la imagen de polluelo marca una continuidad con un ave regia mostrando su filiación con Agamenón, no obstante, se encuentra desprotegido y asediado por una serpiente. El Orestes-polluelo otorga la imagen de una existencia amenazada.

La segunda entrada es la del Orestes-serpiente. En Las Coéforas el Coro le cuenta (Esquilo, Coéforas 525) a Orestes que Clitemnestra soñó que ha parido una serpiente7, que la muerde al llevarla a su seno. Después de escuchar Orestes expresa “Yo, convertido en serpiente, la mato. Eso quiere decir este sueño” (Esquilo, Coéforas 550). Cuando Orestes se califica como serpiente da a comprender que en parte actuara como tal; no es gratuito que después de dar esa imagen de sí explique su plan criminal, su venganza será con astucia, con engaños, con un proceder subrepticio, paciente, atento, con sangre fría. Por ello, se hizo pasar por extranjero, aliado y suplicante; cambió su dialecto; mintió; dio la falsa noticia de su muerte; bajo esas ardides logró hospedarse en el palacio y mató a Egisto sin mediar palabra con él. De este modo, el Orestes-serpiente ha logrado defenderse y vengarse.

Cabe anotar que entre las dos metáforas anteriores hay algunas similitudes, a saber: (i) la palabra foco que da pie a la metáfora es introducida por un adivino en la obra de Agamenón, Calcante introduce la interpretación del ave regia como la de Agamenón, y Casandra abre la puerta a considerar a Clitemnestra como una serpiente; (ii) ambas muestran filiación, como polluelo es hijo de Agamenón-Águila, como serpiente es hijo de Clitemnestra-Serpiente.

La tercera entrada es la del Orestes-Cervatillo y es introducida por las Erinias, “lo mismo que un perro a un cervatillo herido, seguimos su rastro por la sangre que va goteando” (Esquilo, Euménides 245). Acá Orestes es visto como “pieza de caza amenazada con el sacrificio” (Vernant y Vidal-Naquel 157). Al calificarlo de esta manera las Erinias permiten construir la imagen de un Orestes perseguido, fugitivo, herido, asustado, débil, vulnerable. En fin, el Orestes-cervatillo hace imaginar un Orestes en riesgo de muerte.

En definitiva, la Orestíada presenta un bestiario alrededor de Orestes mediante el cual se ve una continuidad ininterrumpida. Por medio de las metáforas Orestes-polluelo, serpiente y cervatillo se puede ver que Orestes es el mismo a pesar del paso del tiempo; la ordenación temporal de las metáforas aunadas con una configuración mediante el relato, permiten realizar una síntesis de lo heterogéneo, en la cual se construye una identidad narrativa en la cual el punto que jalona es la mismidad. Es decir, con esas metáforas tomadas de manera aislada no se podría responder a la pregunta: ¿quién es Orestes? Pero al ordenarlas cronológicamente, como si fueran retratos y unirlas por medio de la narración se puede responder en parte a la pregunta planteada. Con estas tres metáforas se puede ver una continuidad de Orestes desde el primer estadio (polluelo) hasta el tercer estadio (cervatillo), y por ello se considera que es el mismo individuo, no obstante, esto es posible no tanto por las metáforas como por la narración que logra hilvanarlas.

3. Orestes: Identidad narrativa y caso trágico en el proceso judicial

Hasta el momento se han presentado varios aspectos de la identidad de Orestes, pasando por la mismidad, la ipseidad, las imágenes poéticas y se han articulado varios aspectos de su identidad narrativa. En lo que sigue se mostrará como uno de los aspectos más importantes de su vida se define en la identidad configurada en el proceso judicial.

3.1 El caso trágico de Orestes

Orestes se ve enfrentado a una serie de conflictos, los cuales gravitan en torno al haber matado a su madre. Para Lesky, en la Orestíada se da un conflicto trágico porque “hemos oído decir al poeta que la sangre de un homicidio no puede lavarse y que, una vez engendrada la culpa, ésta sigue proliferando. ¿Cómo puede Orestes ser absuelto? Su caso es insoluble lógicamente” (Lesky 169). Siguiendo la pista de Lesky se puede desglosar el conflicto de Orestes de la siguiente manera: el deber de Orestes de vengar a su padre ya que esto exige la justicia retributiva y por otra parte el deber de respetar la vida de su madre ya que así lo exigen los lazos de sangre. Orestes para ser vengador debe ser un matricida; Orestes para no ser un matricida debe perdonar. Orestes para cumplir las órdenes de Zeus debe matar a su madre; Orestes para respetar las leyes antiguas garantizadas por las Erinias no la debe matar. Orestes para satisfacer a Agamenón debe matar a Clitemnestra; Orestes para satisfacer a Clitemnestra debe perdonarla. Brevemente, el conflicto es el siguiente: justicia retributiva vs. lazos familiares; justicia retributiva vs. perdón; leyes nuevas vs. leyes viejas; dioses nuevos vs. dioses viejos; mundo del padre vs. mundo de la madre.

Para Nussbaum el conflicto trágico es aquel en el cual “el agente quiere (tiene razones para pretender) x y quiere (tiene razones para pretender) y” (Nussbaum 56). Así, lo definitorio del conflicto trágico no es la pérdida, la vulneración de un elemento esencial de un principio o valor, o el sacrificio, “sino la ausencia de una justificación moral de dicha pérdida” (Zucca et al. 97). En el caso de Orestes, él tiene razones para pretender vengar a su padre y tiene razones para no hacerlo, de ahí lo trágico de su acción. Así, Orestes no tiene una justificación moral perentoria para vengarse, lo cual evidentemente se denota en la división del jurado al momento de decidir su caso, máxime cuando ambos órdenes divinos se reclaman como legítimos para regir la vida de los hombres.

3.2 Las narraciones en Las Euménides

En las Euménides se realizan diversas narraciones las cuales giran en torno al conflicto trágico de Orestes, el marco en el cual se realizan estas narraciones es el judicial.

La primera es a la estatua de Atenea, es una narración prejudicial cuyo fin es la apertura de un proceso. Allí cuenta su travesía, su purificación, su obediencia a Apolo y que espera juicio (Esquilo, Euménides 235-40); relatar su periplo da la imagen de un Orestes fugitivo de las Erinias y en búsqueda de purificación, además la de un joven ausente de su ciudad, y desarraigado. En la Orestíada, él siempre ha sido un extranjero. ¿Para Orestes puede haber una vida realizada sin un suelo en el cual enraizarse y florecer ejerciendo sus capacidades? Él ha devenido en un sí mismo sin tierra.

Orestes, aun abrazado a la estatua de Atenea y con la presencia de las Erinias, continúa su relato diciendo: “Como yo he aprendido con las desgracias, sé muchos ritos de purificación, y cuándo es justo hablar y cuándo callar. Pero en este asunto un sabio maestro me ordenó que hablase” (Esquilo, Euménides 275) y líneas más adelante “largo sería mi relato desde el comienzo: a cuántas personas me he acercado sin que mi compañía les causara daño” (Esquilo, Euménides 285).

La primera frase se relaciona necesariamente con la célebre frase del Coro de Agamenón la sabiduría se adquiere con el sufrimiento. La expresión “Yo he aprendido con las desgracias” tiene la potencia de condensar la biografía de Orestes, por ello agrega que su relato sería largo. La identidad narrativa de Orestes se construye desde una narración de dolor, de sufrimiento, y no solo porque ha sido paciente de acciones sino porque él ha sido agente de violencia.

La frase de Orestes permite captar la unidad narrativa de su vida. Para Ricoeur la unidad narrativa8 consiste en:

la unión que el relato realiza entre las estimaciones aplicadas a las acciones y la evaluación de los personajes mismos. La idea de unidad narrativa nos garantiza así que el sujeto de la ética no es otro que aquel a quien el relato asigna una identidad narrativa (Ricoeur, Sí mismo 184).

Por consiguiente, Orestes es un sujeto ético quien al narrar va construyendo su identidad, y en esa parte de la obra lo hace estimando sus acciones, conoce el daño sufrido y el causado; se evalúa y es consciente de lo grave de su acción, por ello se ha purificado, y busca ser juzgado. Esa unidad narrativa condensada en la idea de que ha aprendido con el sufrimiento, enseña el dolor que ha tenido Orestes, en la cual la idea de una vida buena se ha visto impedida, en la cual el florecimiento se ha visto marchitado, pero indica que él no desea quedarse habitando en ese presente del pasado, pues busca otro horizonte.

Es de resaltar que Orestes al narrar, se está interpretando a sí mismo. Interpreta sus acciones como si fueran un texto, por esa vía puede captar mejor sus intenciones, las causas y las casualidades (Ricoeur, Sí mismo 184). Ricoeur estima que “en el plano ético, la interpretación de sí se convierte en estima de sí” (Ricoeur, Sí mismo 185), en este caso, interpretarse es evaluar la vida buena, el mirar que tan lejos se encuentra de ese horizonte de vida realizada; sin lugar a dudas Orestes al realizar una hermenéutica de sí concluye que se encuentra lejos de una vida feliz, pero ha aprendido con el dolor.

La segunda narración (Esquilo, Euménides 445) se da en un ámbito prejudicial y es realizada ante Atenea, quien después de haber escuchado a las Erinias lo interpela a defenderse. Primero cuenta que ya está purificado; después su procedencia y linaje, esto es su identidad ídem; prosigue narrando como Clitemnestra mató a Agamenón, mientras él se encontraba en el exilio. La narración de esos dos hechos no es gratuita, pues estos son las vueltas de tuerca que cambiaron su vida; por último, confiesa haber matado a su madre, agregando que junto a él Loxias fue responsable y le pide a Atenea dictar sentencia para saber si obró o no justamente.

En esa narración se puede evidenciar a Orestes en cuanto sujeto capaz9, allí se condensan sus capacidades y fragilidades, es decir, se ve a un Orestes frágilmente capaz. Es evidente que ejerce su capacidad de hablar ante terceros, los cuales son superiores, allí responde a las preguntas lanzadas por Atenea. Además, ejerce su capacidad de narrar en un marco prejudicial y por medio de ella va configurando su identidad. Por otra parte, en su narración muestra su capacidad de actuar y su fragilidad, pues él cuenta que mató, pero a su vez narra las acciones que sufrió. Finalmente, ejerce su capacidad de imputación en la medida en que además de reconocerse como el agente de la acción está dispuesto a asumir la responsabilidad, pero acá es donde se muestra su mayor fragilidad, pues duda acerca de si actuó o no con justicia.

La imputación implica el reconocer un orden simbólico para evaluar la acción, en el caso de Orestes allí radica el conflicto y su duda, pues desde el punto de vista del orden representado por las Erinias es responsable y merece castigo y desde el orden representado por Zeus no es responsable. En otras palabras, Orestes no sabe qué imputarse, pues no es capaz de circunscribir su acción en un orden simbólico. No en vano, Nussbaum lo califica como “indefenso” y “ofensor sufriente” (Nussbaum 76), sufre porque además de haber matado a su madre culpable siguiendo las órdenes de un dios, es perseguido por las Erinias iniciando otro exilio, y además sufre por qué no sabe si su acción fue justa o injusta. Por esto no sorprende que termine su relato diciendo “Cualquier decisión que consiga de ti, la aceptaré en todos los términos” (Esquilo, Euménides 465).

La última narración de Orestes se da ante el primer tribunal constituido en Atenas para resolver un homicidio, y se realiza bajo la dinámica de pregunta-respuesta, esto es las Erinias como acusadoras preguntan y él como acusado responde brevemente. Allí cuenta que: Mató a su madre, cómo lo hizo, quién lo impulso y explica la acción de Clitemnestra. Luego de ejercer su capacidad de hablar y narrar en el marco del juicio se muestra de nuevo la fragilidad en el imputar, ante las Erinias vacila al justificarse: menciona a su padre como apoyo; recuerda que Clitemnestra es culpable; reprocha que no la hayan perseguido, tras lo cual quiere decir ya que nadie la persiguió me correspondió a mí; incluso duda si él tiene la misma sangre de su madre. Por ello, al final de todos esos argumentos dubitativos termina su intervención apelando a Apolo:

explícame si yo la maté con justicia; porque no niego que lo hice, pues es así; pero, si a juicio tuyo, te parece que obré justamente o con injusticia, al verter esta sangre, decídelo, para que así lo declare a los jueces (Esquilo, Euménides 610).

La frase de Orestes “explícame si yo la maté con justicia” hay que escucharla con una voz desgarrada, porque así es más fácil imaginárselo con incertidumbre, temor y angustia, en suma, como un hombre frágil en el marco de un proceso judicial en el cual se decidirá parte de su identidad, máxime cuando él no tiene la posibilidad de acceder a otro orden simbólico para juzgar su acción, ya que en este caso ese tema no está a su altura, por estar a nivel de los dioses. En suma, Orestes no puede terminar de narrar ni de imputar porque no comprende, y esa falta de comprensión le impide realizar una interpretación y consecuentemente una narración. Él necesita saber si devendrá “el justo ofensor sufriente” o el “injusto ofensor sufriente”.

Antes de la votación del jurado afirma “Ahora es el momento para mí decisivo: o perecer colgado de un lazo o seguir viendo la luz del sol” (Esquilo, Euménides 745). Para Orestes la decisión es una cuestión de vida o muerte, es decir, la sentencia judicial es una cuestión vital porque coloca una impronta sobre su identidad, un sello fruto de haber escuchado una narración sobre un aspecto de su vida en el cual se entrecruza gran parte de su biografía. Juzgar la acción de Orestes es juzgar su vida, y ahí está Orestes en vilo esperando la palabra definitiva acerca de su vida.

La votación termina en empate, pero al ser el voto de Atenea favorable se resuelve la paridad absolviendo al reo. Lo anterior refleja lo trágico del caso de Orestes, quienes condenan respaldan el viejo orden, los viejos dioses y la ley del talión; los que absuelven respaldan el nuevo orden, los nuevos dioses y otra forma de justicia. La manera en que se resolvió el caso tiene dos consecuencias, la primera es la “humanización del derecho, con el tránsito de la ley del talión y de la naturaleza a la ciudad” (Estal 236); y la segunda es que “Orestes va actuar en derecho” (Estal 90), su acción no merece reproche. Es menester escuchar el júbilo de Orestes:

¡Oh Palas, oh salvadora de mi casa! Cuando yo me encontraba privado de mi patria, tú me la has restituido. Algún griego dirá: “este varón es de nuevo argivo y vive entre las riquezas que fueron de su padre, gracias a Palas, a Loxias y a un tercer salvador, la deidad de quien todo depende. (Esquilo, Euménides 755)

Su vida es restituida por la sentencia judicial, esto es en virtud de la palabra que busca la justicia e instaura un nuevo orden en la ciudad. Las palabras de Orestes acerca de las consecuencias de la sentencia para su existencia marcan lo que será una vuelta de tuerca para su identidad narrativa.

La frase “salvadora de mi casa”, desde el punto de vista de la identidad narrativa muestra la relación del presente-del futuro, ya que es la posibilidad de proyectarse ejerciendo sus capacidades como señor de su casa, la casa en tanto que símbolo exterior de su poder interior. Luego, dice que le han restituido su patria, es de sobra conocido lo que significa ser ciudadano en la cultura helenística y más para un joven que ya está a punto ejercer sus derechos, la restitución de la patria es devolverle la esfera política de la cual ha estado apartado y que no tenía esperanza de recuperar, y para el contexto de la obra y del personaje el escenario político es el marco óptimo para el ejercicio de sus capacidades.

Por último, se relieva “algún griego dirá”, con esto Orestes proyecta la narración que otros podrán hacer acerca de él, se imagina como contarán otros su vida, ese despersonalizarse es una forma de apropiarse de esa nueva identidad que está emergiendo: se narra como un argivo y quiere ser reconocido como tal.

En definitiva, Orestes el frágil, el vulnerable, el exiliado, el ‘extranjero’, el vengador, el asesino, el huérfano, el perseguido, el incapaz de imputarse, a partir de la sentencia puede narrar de otra manera su vida, puede configurar su identidad narrativa de otro modo, puede florecer a partir de lo aprendido con el sufrimiento. Su biografía incluye todo lo anterior y debe ser contada con un gran ‘pero’: Orestes fue acusado de matar a su madre, pero la sentencia judicial lo absolvió y…

El Orestes polluelo, serpiente, cervatillo ha sido dejado atrás en virtud de la sentencia en la cual resuena ese bestiario, lo cual da pie a configurar otra entrada: El Orestes-águila, el águila que se dispone a alzar el vuelo para ejercer sus capacidades sin olvidar su fragilidad, pues ya fue herida y aprendió con el sufrimiento.

Por último, en las Euménides Orestes sale de escena y la discusión continúa entre Atenas y las Erinias, lo cual finaliza con la transformación de estas en las Euménides, como lo dice Ricoeur, Orestes se volatiliza en la tragedia; por ello no sorprende que la mayoría de aportes acerca de la Orestíada se orienten a temas como la justicia, la venganza, la transformación de las Erinias, la caza, el sacrificio, lo político, el papel del temor, etc., dejando de lado el reflexionar sobre el personaje, el hombre sufriente y del cómo las decisiones de las instituciones, en este caso la judicial, dejan de lado lo humano de la identidad para abordar aspectos que están por encima del hombre ordinario.

A modo de reflexión final, se estima que se debe tener en cuenta la identidad narrativa al momento de evaluar los casos trágicos10 o dilemas morales sean judiciales o no. Esto porque la tragedia griega da que pensar precisamente porque a pesar de su particularidad permite reflexionar acerca de lo universal; Orestes es un símbolo del hombre llevado a juicio por un caso trágico, cuya vida en todo o en parte será juzgada a través de una sentencia que hará tránsito a cosa juzgada como respuesta definitiva.

Referencias

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1Según Gernet, el acto de Orestes tiene un significado jurídico, a saber, es un acto de un heredero legítimo que va a tomar posesión de su título, con esto obtiene protección judicial y se legitima en la dinastía, luego explica que solo Orestes “estaba posibilitado para subir hasta lo alto del túmulo y realizar ese rito de ofrenda del cabello que, concretamente, establece un vínculo religioso entre el heredero varón y su autor” (Gernet 195).

3“La imagen poética es algo que el poema, como obra discursiva, desarrolla en ciertas circunstancias y con ciertos procedimientos” (Ricoeur, Del texto 201).

4La expresión bestiario no es indiferente para Ricoeur, considera que se pueden hacer variaciones interesantes como “el hombre es un lobo, un zorro, un león”, no obstante ser interesantes las considera triviales porque eluden la dificultad mayor de la metáfora a saber “la de identificar una significación que sea una significación nueva” (Ricoeur, Escritos y conferencias 2: Hermenéutica 75).

5Ricoeur problematiza la metáfora desde diversas perspectivas en la obra la ‘Metáfora viva’ acá se abordará solo este tipo de metáfora trivial (Ricoeur, La metáfora viva 121), porque es la se relaciona directamente con el objeto de estudio.

6“Llamar a un hombre lobo es evocar el sistema lupino de los lugares comunes correspondientes” (Ricoeur, La metáfora viva 121).

7En otras dos ocasiones, Clitemnestra es presentada con la imagen de una serpiente (Esquilo, Agamenón 1230; Esquilo, Coéforas 995).

8Por su parte MacIntyre, quien inspira este concepto en Ricoeur, expresa: “la unidad de la vida humana es la unidad de un relato de búsqueda… Una búsqueda siempre es una educación tanto del personaje al que se aspira, como educación en el autoconocimiento” (MacIntyre 270).

9Subyace en lo humano “el ‘poder hacer’” (Ricoeur, Lo justo 29), el cual se puede manifestar de cuatro maneras fundamentales: (i) hablar, (ii) actuar, (iii) narrar, (iv) imputar.

10Especialmente cuando se dan en campo judicial, porque allí se manifiesta el poder del Estado. Sobre casos trágicos y derecho ver Atienza o Lariguet.

Como citar: Zuluaga, Andrés Felipe. “Lo judicial y la identidad narrativa en la Orestíada. Una interpretación desde Ricoeur”. Discusiones Filosóficas, vol. 21, no. 36, 2020, pp. 123-140. DOI: 10.17151/ difil.2020.21.36.8.

Recibido: 29 de Noviembre de 2019; Aprobado: 22 de Mayo de 2020

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