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Discusiones Filosóficas

Print version ISSN 0124-6127

discus.filos vol.22 no.38 Manizales Jan./June 2021  Epub Jan 31, 2022

https://doi.org/10.17151/difil.2021.22.38.5 

Artículos

Una lectura sintomal del coronavirus como producción neoliberal: reflexiones politológicas y psicoanalíticas de episteme posfundacional

A symptomatic reading of the coronavirus as a neoliberal production: political science and psychoanalytic reflections of post-foundational episteme

Rodrigo Aguilera-Hunt1 

Agustín Palmieri2 

Jamadier Uribe-Muñoz3 

1 Sociedad Chilena de psicoanálisis (ICHPA). Santiago, Chile. rodrigoaguilerahunt@gmail.com. orcid.org/0000-0002-4833-921X. https://scholar.google.es/citations?view_op=list_works&hl=es&user=M6DbstwAAAAJ.

2 Universidad Nacional de La Plata (UNLP). La Plata, Argentina. 73ficciones@hotmail.com. orcid.org/0000-0003-1893-0460. https://scholar.google.com/citations?user=q0eYT8QAAAAJ&hl=es.

3 Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV). Valparaíso, Chile. jaes.urmu@gmail.com. orcid.org/0000-0001-5098-0244. https://scholar.google.com/citations?user=SThAKL0AAAAJ&hl=es.


RESUMEN

Nuestro trabajo busca establecer la hipótesis de que la pandemia del COVID-19 es un síntoma del capital bajo la gubernamentalidad neoliberal. Para dar cuenta de esta hipótesis trabajamos a partir de dos tradiciones del pensamiento político contemporáneo: la biopolítica, inaugurada por Michel Foucault, y las teorías posfundacionales, surgidas del vínculo entre el marxismo y el psicoanálisis. Por último, intentamos afirmar la idea de que la politización de la pandemia, entendida como un modo de lectura sintomal situada, es una estrategia crítica de abordaje del malestar social que podría abrirnos a un horizonte emancipatorio. Para lo cual extenderemos de manera acotada una cartografía sobre ciertos puntos sensibles que atañen a las condiciones de producción sintomal del neoliberalismo, el rol del Estado bajo las leyes del mercado y sus vínculos con la población.

Palabras clave: Gubernamentalidad neoliberal; biopolítica; síntoma; Estado-psicoanálisis; pandemia covid-19

ABSTRACT

This work seeks to establish the hypothesis that the COVID-19 pandemic is a symptom of Capital under neoliberal governmentality. To account for this hypothesis, two traditions of contemporary political thought were worked: biopolitics, inaugurated by Michel Foucault, and post-foundational theories, arising from the link between Marxism and psychoanalysis. Finally, an attempt was made to affirm that the idea that the politicization of the pandemic, understood as a situated symptomatic reading, is a critical strategy for addressing social unrest that could open an emancipatory horizon. For this purpose a cartography on certain sensitive points that concern the conditions of symptomatic production of neoliberalism, the role of the State under the laws of the market and its links with the population will be deepened in a limited way.

Keywords: Neoliberal government; biopolitics; symptom; state psychoanalysis; covid-19 pandemic

Introducción: bases epistémicas para pensar la pandemia

El virus SAR-CoV-2, que generó la actual pandemia COVID-19, condensa, potencia y acelera un complejo nudo de problemas que atañen al malestar de nuestra formación histórica particular. Esto nos lleva a pensar el advenimiento de la pandemia como una situación que, al tiempo que interrumpe el continuum de la historia (Benjamin 31), establece una cierta lógica de continuidad con aquello que reconocemos como sus propias condiciones de producción; léase, el neoliberalismo y la globalización.

Desde una perspectiva politológica posfundacional anudada a algunas tesis psicoanalíticas ligadas al estatuto simbólico y social del malestar, podremos concebir la producción de ciertos nudos problemáticos de nuestro tiempo bajo el paradigma del síntoma. Trabajaremos la lógica althusseriana de la lectura sintomal como un modo de componer y habilitar interrogaciones que posibiliten la inscripción de un circuito interpretativo en el que la verdad, como fisura, devela las fallas de un campo de saber (Lacan, “Función” 224).

Pensamos que las nociones de verdad, saber, fisura y falla, hablan de la lógica del significante y de la elaboración de metáforas propias de la producción discursiva de síntomas. En virtud de ello, sostenemos que el COVID-19, en su dimensión desdibujante de los límites entre lo vivo y lo inerte, funciona como un complejo genético-molecular que disloca los saberes bio-médicos en torno a su inmunidad específica. Esto ha exigido de dicho saber un gran esfuerzo restitutivo mediante la creación de vacunas y otras estrategias sanitarias acordes a fines. A pesar de esta dislocación transitoria del saber, la estrategia médica, en su dimensión orgánica y política, ha funcionado restitutivamente siguiendo, como una hebra, la trama de la lógica gubernamental actual, basada en la imaginarización de agentes sociales benignos y malignos. ¿Será que el virus -en el registro de la imaginación- opera como un espectro epocal, que resucita los viejos fantasmas políticos del enemigo invisible a eliminar, mediante la positivación fantasmagórica de su amenaza como negatividad mortífera?

Una pregunta politológica central ha sido si la pandemia constituirá un acontecimiento radical de nuestro tiempo que favorezca, a partir de la agudización de la crisis del sistema capitalista, el desmontaje de sus condiciones estructurales como razón global; o bien, será fagocitada rápidamente como una más de las recurrentes crisis que viene evidenciando el sistema; es decir, absorbida y asimilada por la propia estructura socioeconómica, ideológica y política que la produce de modo sintomal.

Estas preguntas implican, necesariamente, (re)pensar la dimensión de la ética en el uso práctico de nuestros saberes (sus límites, posibilidades y consecuencias), al tiempo que nos exigen trabajar articulando nuevas composiciones conceptuales. Se habrá tratado entonces de desplegar un pensamiento en torno a la pandemia que no se reduzca a una mera descripción de fenómenos cotidianos, ni se convierta en una serie de principios lógicos, de corte academicista, para una pequeña comunidad de especialistas, sin ningún tipo de posicionamiento ante el acontecer político y social. Por el contrario, lo que buscamos es que esta apuesta de pensamiento se instale, de manera situada, como un insumo cartográfico sobre el presente en tanto acontecimiento. Precisamente, creemos que la lectura sintomal es la metodología que puede aportarnos estas precisiones epistemológicas que dan lugar a los sistemas de diferencia, concebidos como la novedad en lo repetido.

La hipótesis central de trabajo consistirá en plantear la pandemia del COVID-19 como un síntoma del neoliberalismo, y que, por esta razón, es portadora de sus marcas distintivas. Esta hipótesis no hace más que confrontarnos con nuestra condición ontológica de vulnerabilidad y desamparo planteada por la teoría psicoanalítica. La pandemia ha develado nuestra esquicia frente a lo social, aquello que Lacan (“La dirección” 3) llamó el único “síntoma social”, la no existencia de un Otro del Otro, es decir, un metalenguaje que nos permita cerrar armónicamente el agujero estructural de lo social. En otras palabras, el virus no ha hecho más que patentizar la fórmula planteada por Lacan (ES Libro XX 17) de “no hay relación sexual”, a partir de la cual puede escribirse: “no hay la sociedad como campo unificado y realizado”.

Paradójicamente, lo que pone a jugar la introducción de la negatividad es la emergencia de síntomas en tanto repetición, por un lado, y la potencia de la novedad, por otro; es decir, la producción positiva de una diferencia montada sobre los cimientos de lo igual. Para Laclau (La razón 34), esta condición permite la dislocación de un determinado orden social, posibilitando su rearticulación a partir de un nudo sintomático/discursivo. Esto revelaría el potencial emancipatorio de la teoría posfundacional de la sociedad1, que consiste precisamente en que, si todo orden significante es contingente, entonces su ordenamiento discursivo es susceptible de dislocaciones, rupturas y rearticulaciones.

Desde esta matriz teórica ¿podemos decir que el COVID-19, entendido como síntoma social que escribe la verdad del imperio del capital, léase, su falla inmanente, es un modelo de pensamiento que puede orientar el diseño de una praxis emancipatoria?

Es preciso señalar que la escritura formal de la dislocación emancipatoria de un orden simbólico dado, no debiere plantearse a partir del axioma “no hay Otro”. Esta lectura supone pensar que la ruptura política sería un proyecto de separación y autonomía respecto de un Otro que no existe (individualismo burgués2). Esta propuesta burguesa de libertad, que conquistaría el sujeto al no estar en una relación alienada con ninguna alteridad que lo determine, nos parece un error de lectura, propio del desvío ideológico operado por el tamiz neoliberal y psicologicista de la ciencia. Para nosotros, la propuesta de Lacan expresa algo muy distinto: “Que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto puede ser causa de sí” (Lacan, “Acerca de” 799). En consecuencia, si el Otro es condición del Sujeto, la idea política que debemos proponer se escribe de otra forma: “No hay Otro del Otro”, lo que equivale a decir que en el Otro hay una falla estructural, inmanente e irreductible que marca su carácter de incompletud. En otras palabras, si consideramos que al no haber una metaposición trascendente que garantice el sentido y la completud cerrada del Otro, podremos sostener que “La sociedad no existe”: no existe en tanto que Uno (totalidad auto-fundada), por tanto, la sociedad se produce en su devenir.

A pesar de las grandes diferencias conceptuales y debates políticos entre autores como Slavoj Žižek y Ernesto Laclau, ambos compartirían la crítica posfundacional hacia las ideas de una sociedad armoniosa, de inclusión absoluta, de nación homogénea, de acuerdos plenos, de realización final guiada por leyes naturales de la historia, etc. Estas últimas serían ideas tramadas en el marco de una ficción ideológica con efectos hegemónicos. La consecuencia lógica de esto nos permite decir que la pandemia vino precisamente a desmontar el velo ficcional ideológico que sostenía la realidad neoliberal, al revelar la verdad de la sociedad fracturada, entre otras cosas, por clases sociales que viven la contingencia desde una obscena diferencia en su condición económica y sanitaria.

Para Žižek (El sublime 189), la ideología se despliega en el efecto performativo de ciertas prácticas y no simplemente como resultado de la actividad epistémica. En afinidad con Althusser (Para un 78), quien señala que en la ideología la creencia no implica siempre la aceptación de una doctrina3, más bien es el efecto de una situación pragmática que aún en disconformidad conlleva a una suerte de “sabemos lo que hacemos (una ficción), no obstante, lo hacemos (y gozamos en ello)”.

En el marco de la pandemia, la ideología se ha visto interpelada (mas no disuelta) debido a que hay un fenómeno cultural, que consiste en una suerte de fractura de la fantasía de un gran Otro (en sus semblantes de Estado, mercado, destino, naturaleza, Dios) garante de futuro y estabilidad. La emergencia de esta alteridad develada como falta (No hay Otro del Otro) ha generado ciertos estragos en los fundamentos fantasmáticos que sostienen la realidad social, y con ello, los consecuentes y evidentes efectos de angustia. Se trata de una incertidumbre social que ha activado las más diversas modalidades restitutivas (a veces delirantes) de un cierto Orden del mundo.

Otra de las hipótesis de trabajo que podríamos desglosar a partir de este conjunto de ideas es que el COVID-19 opera sobre el sujeto histórico-social bajo las dimensiones topológicas del nudo borromeo y la banda moebiana de Jaques Lacan. ¿A que nos referimos con esto? A que ninguna frontera de Estado-nación, ningún apartheid, ningún individuo, existe como “isla inmunitaria autónoma” ni es capaz de “sostenerse por sí solo”. Los límites se revelan puramente imaginarios para el campo del contagio. Esta apertura e interdependencia radical que diluye los parámetros del individualismo moderno, y la intuición euclidiana del adentro y afuera, no es un hecho puramente micro-biológico, sino ante todo político, discursivo e inconsciente (ES El reverso).

En síntesis, siguiendo las tesis de Pavón-Cuéllar (24) diremos que el COVID-19 es un síntoma del neoliberalismo, que, a su vez, funciona como una síntesis o una condensación metafórica del momento de crisis que atraviesa este sistema, revelándonos muchas de sus contradicciones, precariedades y argucias irracionales que intentaremos resumir mediante la descripción de lo que en nomenclatura foucaultiana llamamos gubernamentalidad neoliberal y sus dispositivos4.

Gubernamentalidad neoliberal: normalidad y condiciones de producción de precarización

Los conceptos “biopolítica” y “gubernamentalidad”, ligan de un modo efectivo política y población. En función de la articulación de nuestra lectura sintomal, nos parece crucial poder pensar los alcances y los límites de dichos conceptos. El eje fundamental de la propuesta biopolítica es la consideración de la vida biológica por parte de múltiples dispositivos de saber/poder: políticas de población, aplicación de instrumentos de tamizaje (algoritmos de datos), promoción de la salud, vacunación, entre otros. Estrategias y cálculos dirigidos a lograr una determinada seguridad y estabilidad social. En suma, la vida biológica, individual y colectiva, sometida al escrutinio de la razón de Estado5. En este sentido, “podría decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar vivir”, propio del antiguo poder soberano, “fue reemplazado por el poder de hacer vivir o de arrojar a la muerte” (Foucault, Historia 130). Hacer vivir (protección de la vida) y arrojar a la muerte (negación de la protección) conforma un binomio fundamental de la biopolítica actual. Se trata de un sistema de jerarquías segregacionistas que, en relación con la pandemia, conlleva a gobernanzas que establecen de un modo diferencial el valor de la vida humana, según la pertenencia a determinada clase social u otra.

Para Nikolas Rose, la biopolítica contemporánea -como urgencia histórica- complejizó los vínculos entre el quehacer científico y el poder político en las sociedades neoliberales. Rose (103) ha identificado ciertos ejes de análisis, por entero pertinentes, para pensar la política de la pandemia. Estos son, la molecularización del paradigma biomédico y la privatización (economización) de la vitalidad6. Esto se verifica en que la elaboración de vacunas ha sido la promesa definitiva de solución al contagio viral. Precisamente, esta empresa consiste en una investigación científico-molecular atravesada por el tamiz ideológico de la economía como capitalización lucrativa privada, que da cuenta de la no correspondencia entre los medios y los fines. Los Estados tienen el estatuto de un consumidor más del mercado de valores transnacional, por lo tanto, los países ricos pueden acceder y los pobres no (o en menor medida y con menos controles de calidad, logística de transporte, cadenas de frío, etc.). Más allá del problema de la eficacia de la vacuna como paradigma biomédico, he aquí la lógica del “hacer vivir” y “dejar morir” propio de la biopolítica contemporánea.

Los impactos de la pandemia en la macro y microeconomía han revelado una agudización de las desigualdades. Esto revela fallas estructurales del sistema neoliberal en generar mínimas condiciones de equidad y dignidad, por lo tanto, la pandemia en la economía política es una “hiper-normalidad”: agudiza la norma. Por una parte, acelera la precarización de grandes sectores poblacionales, y por otra, la acumulación concentrada de capital en segmentos acomodados. He aquí, el modelo sintomal, como aquello que produce el retorno de una verdad, por caso, las brechas estructurales del modelo, que hacen caer la fantasía de “crisis universal compartida” o la falsa figuración imaginativa del “estamos todos en el mismo barco”.

La violencia estructural del modelo económico induce a una serie de dilemas mortíferos: ¿no respetamos el aislamiento y, en consecuencia, exponemos a la clase trabajadora al riesgo del virus o, por el contrario, aplicamos marcialmente el aislamiento y, por ende, sometemos a la clase trabajadora al hambre y la pobreza extremada? En ambos casos, lo que está en juego es lo primario, la sobrevivencia. Sea como fuere, esta ética anti-vida (necropolítica) revela su carácter obsceno de desigualdad y concentración de la riqueza.

Dicho de otro modo, en la sociedad contemporánea la única vida digna de ser realmente protegida es la vida vinculada al trabajo y la producción. Todas las medidas llevadas a cabo han restringido cualquier esfera de la vida no productiva, de forma que la mayor oportunidad para detener la máquina neoliberal de la operatividad y la competencia se ha vuelto una versión aún más intensa y exigente de la misma. En este sentido, producción sintomática y producción neoliberal coinciden, permitiendo una lecto-escritura crítica de la pandemia como fenómeno político. Con ello, queda establecida la politización del malestar como un modo de trabajar con el síntoma social.

La pandemia operaría entonces, como un desencadenante actual y no como una causa formal de su propio estatuto de síntoma. Como toda formación inconsciente, se trata de la articulación de contenidos manifiestos y latentes. En otras palabras, la mascarada ideológica de la normalidad (como ficción pre-pandémica) se cae a pedazos por el efecto retroactivo de la pandemia, que desencadena la eficacia traumática-sintomal de su modelo de gubernamentalidad. Esta conceptualización permite leer la precarización en los campos de salud mental, biomédica, económica, ecológica y social a la luz de la agudización de las condiciones pre-existentes al desencadenamiento pandémico.

Política, psicoanálisis y el problema del síntoma

Lacan (ES Libro XXII 24) formula que cualquiera que presente un síntoma, allí cree. ¿Qué quiere decir eso? Que si hay demanda de análisis es porque se cree que el síntoma es capaz de decir algo, que hay por descifrar. Esta dimensión de fe -como suposición de un saber- nos permite seguir trabajando la hipótesis sintomal del COVID-19 como producción de la gubernamentalidad neoliberal, en tanto que ella misma es una suerte de matriz teológica -que hay que descifrar-, ergo, profanar.

Nuestra propuesta de desciframiento sociohistórico tiene como referencia teórica insoslayable el pensamiento de Louis Althusser. Su lectura sobre la positividad de lo negativo de Hegel o sobre el retorno de lo reprimido de Freud, hacen del síntoma social un modo de restitución desfigurada de una realidad fragmentada y desalojada. Esta interpretación le permite reconocer -al igual que Lacan- que fue Marx, en su estudio de la mercancía, el inventor de la lógica del síntoma7.

En las décadas de los 40 y 50, Althusser trabaja la forma del síntoma mediante el problema marxista de la relación entre infraestructura y superestructura. Dirá que están mutuamente determinadas e incluso sobredeterminadas. Es decir, que la economía, la política y la subjetivación se co-determinan en una relación de mutua implicación genealógica. Esto, con posterioridad, dio lugar a la fundamentación de su materialismo aleatorio incorporando los procesos primarios inconscientes referidos a la condensación y el desplazamiento. De manera que en el análisis del campo social situado, Althusser (Escritos 78) sostendrá que en momentos de paz social las contradicciones o demandas sociales se “desplazan” y reconfiguran metonímicamente; mientras que en momentos de ruptura o crisis será la “condensación” metafórica de las contradicciones sociales, la que producirá una reconfiguración potencialmente subversiva del sistema.

Por su parte, Lacan en los años 70 señaló que “si somos capaces de operar sobre el síntoma, es porque él es el efecto de lo simbólico en lo real” (ES Libro XXII 32). Para operar simbólicamente con el síntoma dirá que el secreto está en la forma: “En ambos casos [Marx y Freud] se trata de eludir la fascinación propiamente fetichista del ‘contenido’ supuestamente oculto tras la forma: el ‘secreto’ a develar mediante el análisis no es el contenido que oculta la forma (la forma de las mercancías, la forma de los sueños) sino, en cambio, el ‘secreto’ de esta forma” (ES Libro XXII 35).

Respecto a nuestro análisis sintomal, diremos que el significante de lo mortífero opera en la sustitución metafórica de la relación gubernamentalidad neoliberal/COVID-19. El virus sería la agudización y la puesta en figurabilidad -el secreto de la forma- de aquel despliegue mortífero. El capital y el virus en su estructura requieren ser alojados en el cuerpo vivo para alimentarse y reproducirse en (y a costa de) él. Es posible encontrar las bases de esta tesis en Pavón-Cuéllar (31), quien plantea que el capital transmuta todo lo vivo (humano y no humano) en cosas muertas, en deshechos8. Así, la normalidad del capital es la depredación extractivista que produce la extinción acelerada de múltiples especies (flora y fauna), generando cambios climáticos graves que alteran las funciones ecológicas del medio ambiente y facilita la propagación de nuevas enfermedades de origen zoonótico, como el COVID-19.

En este marco epistémico, sostenemos que toda enfermedad y todo malestar humano es político, puesto que en tanto formación histórico-social es parte fundamental de su condición de producción. Así, el complejo entramado de formaciones discursivas que constituyen al cuerpo (no reductible a la organicidad biológica) y al sujeto de esa formación histórico-social, se encuentra replicado de forma particular, según el lugar que ocupe en el conjunto social estructurado. Politizar la pandemia no es, entonces, distorsionarla, sino tratarla como lo que en buena medida es; es decir, como algo que atañe a la subjetividad de época y sus encarnaduras. Así, más allá del problema sanitario, lo que estaría en juego bajo el virus del capital es nuestra existencia en términos ético-políticos: el dilema del cómo vivir y morir.

El Estado como punto de inflexión del síntoma

Bajo el modo neoliberal de gubernamentalidad, el Estado ha operado de manera acotada al control soberano de los cuerpos, a través de normas jurídicas (estado de excepción) y controles policiales/militares que velan por el cumplimiento estricto del confinamiento de la población. Es decir, el Estado no genera políticas estructurales de cuidado para la población -ni económicas, ni sanitarias-, menos aún preventivas, puesto que la privatización y mercantilización de la salud (servicio atomizado en empresas privadas) precariza los dispositivos del sistema público de atención.

De modo que: ¿el Estado no es responsable de la agudización de la gubernamentalidad neoliberal, y, en consecuencia, de la aparición de formas neofascistas de poder soberano? Quizá nuestra pregunta no esté debidamente planteada, ya que instala una simplificación que obstaculiza pensar las complejidades propias de la dinámica estatal: sus contradicciones y su cartografía situada del presente. De manera que nos parece preciso someter el significante Estado a un análisis que nos permita tensarlo y leerlo en su heterogeneidad y en sus pliegues múltiples.

Sin pretender desplegar las diversas teorías existentes en torno al Estado y su genealogía, nos parece lícito señalar un conjunto acotado de presupuestos para pensar su relación con el nudo sintomal. La teoría del Estado de Poulantzas (91), basada en una concepción materialista de la economía política, plantea que el Estado se forma mediante la condensación material de relaciones entre clases y fracciones de clases sociales. Aunque el autor reconoce la centralidad del Estado-nación en la reproducción capitalista, contribuye a superar el instrumentalismo dominante en la tradición marxista para proponer, en cambio, una mirada capaz de comprenderlo como un complejo campo estratégico y no como una prótesis operada al antojo de la clase dominante.

Esta teoría del Estado permite leer el síntoma del virus como una producción neoliberal, y analizarlo en función de la espacialidad y la temporalidad que la misma forma Estado le ofrece como soporte. Para lo cual debemos analizar no sólo la economía política y pulsional en juego, sino también la matriz simbólica e imaginaria que el Estado burgués le otorga.

A partir de los efectos de la pandemia, muchas voces se han levantado preguntando: ¿dónde está el Estado? Pues bien, bajo la gubernamentalidad neoliberal nos parece que el Estado está operando precisamente en la producción sintomal, en tanto se halla cooptado por el mercado, asimilando sus principios de funcionamiento y limitando legalmente sus funciones. Esto implica que la población quede a merced de ese gran otro del capital que le imprime su marca georreferencial y temporo-espacial, favoreciendo la metonimia en el campo de la subjetividad desde ciudadanía hacia la de consumidores y productores.

Esta problemática nos lleva a (re)pensar la figura y la función del Estado desde una perspectiva posfundacional. Quizá esta orientación nos permita elaborar desplazamientos respecto del criticismo apriorístico (de derechas e izquierdas) hacia el Estado. Así, pretendemos descalzar nuestra lectura crítica del dispositivo anti-estatal, que, en ocasiones, no nos deja ver toda la complejidad de los procesos contemporáneos, sus potencias, contradicciones y anudamientos (Farrán 13). El Estado es precisamente un punto de inflexión donde se anudan problemáticas y potencias de acción. Por ello, es preciso (re)pensar al Estado como un espacio de disputas en el que la construcción de sujetos populares, como articulación de identidades colectivas, le de paso a un movimiento democrático radical que subvierta la lógica de las alicaídas democracias representativas neoliberales. Esta concepción de la relación Estado-población habilita, en potencia, la emergencia de lo heterogéneo en el campo de lo institucional.

Ante los desafíos de época, entre otros, la pandemia, ¿será posible gestionar políticas de cuidado de la población (no sólo una biopolítica democrática9 donde la población establece cuidados de sí misma: solidaridad barrial, ollas comunes, eco-aldeas, etc.), redistribución económica de la riqueza (vía tributaria y política pública), acuerdos transnacionales para abordar la crisis ecológica (legalidades que pongan coto al lucro y el extractivismo), sin el Estado?

En otras palabras, ¿son suficientes los núcleos micropolíticos o focos locales de resistencia popular para la articulación de un proyecto político emancipatorio? ¿Será que se trata -para dar una subversión10 a la máquina del capital- de articular modalidades de anudamiento diferentes en la correlación de fuerzas existente entre la comunidad, la sociedad y el Estado? Estas preguntas implican considerar que la materialidad del síntoma social y de su interpretación (para su disolución) serían la misma: es decir, la articulación de significantes que describen la “forma Estado” en la gubernamentalidad neoliberal revela sus propios puntos de fuga para su potencial subversión.

Para trabajar estos horizontes de interrogación será preciso cartografiar aquellas prácticas que de forma situada requieran realizarse con el Estado, sin el Estado y contra el Estado. Esta estrategia podría permitir transformar la gramática del biopoder en una gramática popular que dinamice la relación entre los distintos focos locales (territorial) y la institucionalidad estatal.

Hacia una política (Otra) emancipatoria de la pandemia

¿Cómo pensar un proyecto político emancipatorio a partir de la lógica posfundacional? Esta ha sido la pregunta vector de nuestra investigación sintomal; no obstante, hemos de señalar que se pretende solo esgrimir líneas potenciales de desarrollo y tentativas de ámbitos a considerar. Por lo pronto, algunas de estas líneas teóricas de consideración, nos permite sostener, con Poulantzas como pivote, que el Estado funcionaría como un campo de lucha que condensa relaciones sociales, de manera que aloja la posibilidad del despliegue de lo intempestivo popular como irrupción destituyente. Esta dimensión política permite avizorar cómo concebir el desborde del tiempo histórico de lo instituido, como producción de un movimiento desterritorializado y aneconomizado (por fuera de los mapas de la forma Estado y de la lógica del capital), que se haría cierto eco de las tesis esquizoanalíticas sobre las revoluciones moleculares, es decir, el despliegue de revueltas sociales de las prácticas micropolíticas instituidas y de emancipación -parcial- de la subjetividad epocal.

Consideramos, entonces, la tesis de establecer una politización de un lugar imposible -no cooptado- para que advenga la proliferación de la diferencia. Una suerte de extraterritorialidad que nos recuerda al rizomatismo imaginal de Deleuze y Guattari (97) que desplegarse en tensión dialéctica con las tesis que apuntan a revalorizar la centralidad de la política estatal. Žižek (Event 63) sostiene que la ética del acto radical, como acontecimiento dislocador del orden dado, puede producir una destitución de la subjetividad marcada por el Otro del capital y sus significantes amo. Ello daría lugar a una radical negatividad con efectos positivos, es decir, una fisura traumática (real) que abra el espacio a lo imposible como diferencia. Sin embargo, para que este acontecer no quede reducido a la simple inmanencia de la fiesta popular como evento puntual destituyente, su destinación fiel requeriría de un trabajo político organizado y sostenido en el tiempo que indefectiblemente atravesará las instancias institucionales. A su vez, cabe señalar la problemática relativa a que los nuevos modos de vida que pueden generarse de los movimientos emancipatorios, estaría planteada la cuestión del coraje de enfrentar nuevos problemas, incertidumbres, duelos y dilemas complejos (económicos, legales, ecológicos, sociales, culturales, materiales, etc.) amparados en una ética materialista deseante que opere más allá de los circuitos actuales de subjetivación neoliberal11.

Conclusión y discusiones

Hemos planteado que la política emancipatoria es aquella que agujerea, disloca y subvierte el régimen normativo del funcionamiento de las cosas. A su vez, en tanto diagnóstico epocal, hemos sostenido que el registro social e institucional puede estar inscripto en la producción sintomal del malestar, y específicamente en aquellos asociados a la pandemia COVID-19. En este sentido, en forma tácita adherimos a la tesis de Rozitchner que afirma que “no existe cura individual, sin cura colectiva” (84). Es decir que lo propiamente político es “el momento en que la negociación no aborda sólo una demanda particular, sino que apunta a algo más, y comienza a funcionar como la condensación metafórica de la reestructuración global de todo el espacio social” (Žižek, El espinoso 226).

No se trataría entonces de aplicar simplemente medidas puntuales que intenten disminuir en algo las fisuras del propio modelo (alivio sintomático), sino de re-pensar el modelo en sí, como producción sintomal.

Con dicho horizonte, adherimos a lo que Žižek (El espinoso 64) destaca como la ruptura del tabú del economicismo que amordaza a la izquierda posmoderna y que, por caso, en el COVID-19 hemos denunciado como uno de sus focos más problemáticos, léase: la concentración de la riqueza bajo la reproducción capitalista, la precarización de la vida de las mayorías poblacionales, el extractivismo de recursos naturales con efectos nocivos a nivel ecológico, la privatización de la salud biomédica y la tecnología como problema biopolítico contemporáneo, entre otros. Desde esta perspectiva, lo economicista es la propia realidad de la globalización, por eso el elemento medular de toda apuesta emancipadora implicaría al control político de la economía como condición de posibilidad de cualquier demanda no económica. En otras palabras, una forma de desarrollar una política no economicista eficaz es precisamente aceptar la centralidad de la economía. De no considerarse este punto, podría darse el oxímoron de un “capitalismo de rostro humano”12 como único camino posible. En consecuencia, se sugiere que no se trataría de hacer un capitalismo benefactor, sino de que todos los valores culturales de “diversidad, respeto, inclusión, ecología, cooperación, amor, comunidad, etc.” que podrían subvertir la subjetividad neoliberal y que urgen para trabajar con la pandemia, requieren de prácticas económicas e institucionales (Estado mediante) que las ampare y sustente correlativamente.

Para concluir, diremos que la pandemia operaría en el registro del discurso como un significante vacío13, que se despliega en el flotamiento de significaciones sociopolíticas como un campo semántico contingente en disputa. De modo que puede producir, dependiendo de la red de significación en la que se inscriba, una tensión que bifurque entre una agudización sintomática o una dislocación de los aspectos mortíferos de la lógica del capital. En suma, si el campo popular irrumpe organizadamente para asaltar la dimensión ideológica de cuño biologicista, individualista y privatizador, puede generarse un efecto dislocador sobre los cimientos de la producción sintomal. En otras palabras, sin una dislocación radical, la gubernamentalidad neoliberal que opera sobre la pandemia y sobre el rol político del Estado, continuará generando una lectura hegemónica que escotomizada la defensa inmunitaria y favorece las agendas tanto clasistas como nacionalistas.

Las soluciones a la pandemia del capital y su síntoma viral son un escollo difícil de resolver. La presente investigación alcanza siquiera a dibujar, como nudo de problemas, y de forma en extremo acotada, algunas líneas de investigación teórica y algunos principios de ética materialista sobre el obrar en el campo sociopolítico. Lo que estamos en condición de sostener es que las propuestas de solución significativa, que logren ir más allá del alivio sintomático, a escala individual, social y geopolítica, no vendrían por la vía de privatizar los derechos y el acceso a la salud, de restringir las patentes farmacológicas, de generar fronteras biopolíticas entre inmunizados y no inmunizados, etc. Todo ello no constituye más que un acrecentamiento de esta máquina capitalista agravante de las condiciones de producción del síntoma. Por esta razón, la gubernamentalidad neoliberal ha de ser examinada en su potencia mortífera con la misma acuciosidad que requiere un virus en su estructura molecular. Esto es lo que hemos propuesto como lectura sintomal. Una lectura que pretende contribuir con la imaginación de caminos posibles para subvertir su imperio, una y otra vez.

Referencias

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1 La teoría de Laclau se erige en torno a la idea de estructura sin centro ni fundamento. La incompletud de lo social es constitutiva, de modo que la estructura carece de una ley inmanente y de un fundamento trascendental. «Dado que la sociedad no es concebida como unificada por una lógica endógena subyacente, y dado también el carácter contingente de los actos de institución política, no hay ningún locus desde el cual pueda pronunciarse un fiat soberano» (Laclau, Emancipación 98).

2 “El hombre económico ha dado paso al hombre psicológico de nuestra época: el último producto del individualismo burgués” (Lasch, La cultura 16).

3 Villalobos-Ruminott (Teología 106), en su lectura de Walter Benjamin, sobre el capitalismo como culto sin dogma, plantea que el sistema se sostiene gracias a la promesa de una sutura reunificadora de aquello que la misma experiencia moderna ha separado. De modo que el dios capitalista no está muerto, sino convertido —sin mediación— en una deidad secular, a-moral y cotidiana: el capital y su semblante: el dinero.

4 Para Foucault, un dispositivo responde a las relaciones inmanentes y situadas en una urgencia histórica “que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en resumen: los elementos del dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como a lo no dicho” (Saber 128)

5 Razón de Estado que bajo la gubernamentalidad neoliberal refiere a “un Estado bajo vigilancia del mercado más que un mercado bajo la vigilancia del Estado” (Foucault, El nacimiento 149).

6 Este corte biologicista e individualista de la teoría psicológica y médica, funciona como un espejo de la sociedad capitalista, que tiene sus pilares asentados en la doctrina del sujeto individual moderno como referente; del cual se desprende la lógica de la competencia, la medicalización de la vida, el emprendedurismo del yo, la privatización de los territorios, la responsabilización (culpabilización) individual por todo éxito y fracaso, etc. Esto implica un tipo particular de subjetividad: el “empresario de sí” (Foucault, El nacimiento 232)

7 La referencia en Marx es: “La sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada y múltiple de la producción. Las categorías que expresan sus relaciones y la comprensión de su estructura nos proporcionan, al mismo tiempo, un concepto de la estructura y las relaciones de producción de todas las formas de la sociedad ya desaparecidas, sobre cuyas ruinas y con cuyos elementos se construye aquella y en la que vemos todavía residuos no superados que arrastra de las anteriores, simples síntomas que pueden desarrollarse en su significación” (218).

8 La metáfora que trabaja Pavón-Cuéllar (43) refiere a la operación de transmutación del trabajo vivo en riqueza muerta, que liga el concepto de “(puls de) goce del capital” a la tesis de la “plus valía” marxista.

9 Ibashi sostiene que Sotiris, propone una “biopolítica democrática”, derivada de la noción foucaultiana de “cuidado de sí” e implicaría la propuesta de unidad entre el cuidado individual y colectivo sobre la base de medidas no coercitivas de solidaridad autoorganizada. Sin embargo, para Ibashi, lo que escapa a Sotiris, es que la dominación de clase capitalista no permite pensar una política de “cuidado” general, ahistórica y externa a los conflictos de clases sociales. En consecuencia, en nombre de una biopolítica comunitaria puede agravarse una precarización compartida en las clases bajas.

10 La semántica emancipatoria es la subversión como alteración de los órdenes materialista/significante y no la revolución (vuelta sobre sí mismo para la reificación de lo igual) o el progreso (superación metafísica lineal). En otras palabras, para la gramática de la emancipación “no es posible abrigar la esperanza de eliminar la exclusión y el antagonismo, pero sí torcerla y volver a trazar sus fronteras de forma continua” (Žižek, Órganos 72)

11 En una asamblea de mujeres del movimiento Ni Una Menos dicen las lamien mapuches: «nuestra lucha no es por la propiedad de la tierra, nuestra lucha es por un modo otro de habitar la tierra» (Dillon, “Asamblea” 11)

12 Žižek restituye el significante comunismo como una invención inédita para el siglo XXI: “Una cosa es segura: la solución no será el aislamiento ni la construcción de nuevos muros y posteriores cuarentenas. Hace falta una plena solidaridad incondicional y una respuesta coordinada a nivel global, una nueva forma de lo que antaño se llamó comunismo” (Pandemic 62).

13 Laclau señala “el flotamiento de un término y su vaciamiento son las dos caras de la misma operación discursiva” (Misticismo 27). Por un lado, para flotar en el campo discursivo, un significante debe estar necesariamente desvinculado de un significado unívoco; al mismo tiempo, este solo puede aparecer “fenoménicamente” bajo la forma de un significante flotante. Queda de este modo delineada la distinción analítica entre los significantes vacíos y los flotantes: mientras los segundos dan cuenta de las luchas políticas y semánticas por hegemonizar un espacio político-discursivo, los primeros aluden a los momentos de estabilización, siempre precaria, de los sentidos políticos.

Como citar: Aguilera Hunt, Rodrigo, Palmieri, Agustín y Uribe Muñoz, Jamadier. “Una lectura sintomal del coronavirus como producción neoliberal: reflexiones politológicas y psicoanalíticas de episteme posfundacional”. Discusiones filosóficas. Ene. 22(38), 2021: 59-76. https://doi.org/10.17151/difil.2021.22.38.5.

Recibido: 05 de Abril de 2021; Aprobado: 24 de Junio de 2021

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