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Justicia

versão impressa ISSN 0124-7441

Justicia  no.28 Barranquilla jul./dez. 2015

https://doi.org/10.17081/just.20.28.1049 

Doi: http://dx.doi.org/10.17081/just.20.28.1049

Nuestra América y el marxismo: Dos mundos convergentes desde la historia, en clave y unidad dialéctica

Our America and the marxism: Two convergent worlds from the history, in key and dialectical unit

Alejandro Blanco Z.*
Miguel Espinosa

* Egresado del programa de Historia en la Universidad del Atlántico, Magíster en Educación de la Universidad del Norte, Doctorando en Filosofía Política de la Universidad Urbe de Venezuela. Docente Universidad del Atlántico. Barranquilla, Colombia. alejov84@hotmail.com

Referencia de este artículo (APA): Blanco Z., A. (2015). Nuestra América y el marxismo: Dos mundos convergentes desde la historia, en clave y unidad dialéctica. En Justicia, 28, 186-197. http://dx.doi.org/10.17081/just.20.28.1049

Recibido: 28 de noviembre de 2014 / Aceptado: 20 de abril de 2015


Resumen

América Latina se puede entender desde muchas perspectivas, por ello es inadmisible evitar un ángulo o enfoque al momento de dilucidar fenómenos y hechos sociales situados en un tiempo y espacio determinados. En el presente artículo se pretende ofrecer una mirada del continente enunciada desde la concepción materialista de la historia, con la intención de desprendernos de los juicios eurocéntricos y hacer, en cambio, una crítica desde la historia a los modelos importados. Todo esto con el propósito de aportar a la construcción de un corpus teórico marxista latinoamericano que invite al debate y a la reflexión en torno a este tema.

Palabras clave: Historia, Marxismo, Concepción materialista de la historia, Dialéctica, Revolución, América Latina.


Abstract

Latin America can be understood by different viewpoints, therefore is inadmissible to not choice one point of view when elucidating social facts and phenomena that are given in a certain time and place. In the following article, we pose a viewpoint based on the principle of materialist conception of the history, looking for being detached from the European-centered reasoning and being critic –through the History– to the models abroad Latin America, founded on the need of building a Latin American Marxist theoretic frame that elicit discussions and thought about this subject.

Key words: History, Marxism, Materialistic conception of the history, Dialectics, Revolution, Latin America.


Es ridículo hablar todavía del contraste
entre una América Sajona materialista y una
América Latina idealista, entre una Roma
Rubia y una Grecia Pálida. Todos estos son
tópicos irremisiblemente desacreditados.

José Carlos Mariátegui

Introducción

El presente artículo constituye un intento por comprender la historia latinoamericana desde la concepción materialista de la historia. Asimismo, se intenta entender dicha concepción mediante la ruptura de esquemas únicos de interpretación de las realidades históricas que el marxismo clásico inculcó de forma acrítica durante gran parte del siglo XX. No obstante, se partirá de supuestos teóricos y epistemológicos que encuentran sus bases en la teoría crítica de Karl Marx; debido a la necesidad de brindar herramientas conceptuales que permitan entender la teoría crítica desde discusiones de orden filosófico; pero sin dejar de lado a la historia como una ciencia que nos ayuda a encontrar las contradicciones reales.

El texto aborda autores clásicos de la teoría marxista con el firme objetivo de dar mayor peso teórico a las hipótesis aquí sustentadas. De igual manera, se precisa que las distintas escuelas historiográficas parten de cuerpos epistemológicos que abren un sinfín de posibilidades a la interpretación de la historia.

La historia como una introducción posible a la realidad latinoamericana

Con sus lógicas intrínsecas y en el marco de la política, la cultura, la economía, las ideologías y las ciencias sociales y humanas, la interpretación de la realidad concreta de América Latina se puede realizar desde distintos enfoques, aristas y principios, algunos de los cuales parten (como en nuestro caso) de la concepción materialista de la historia con miras a la transformación revolucionaria de la realidad. En este orden de ideas, Nuestra América, como cualquier sociedad, tiene situaciones que la condicionan de manera concreta, debido a sus circunstancias tempo-espaciales; pero, como sociedad humana, al fin y al cabo, comparte rasgos generales comunes a todas las sociedades. El enfoque aquí propuesto considera esta situación como una interdependencia, y más en una sociedad globalizada como la entiende la lógica del capital.

Más allá de la actual coyuntura latinoamericana, en la que se presenta un contundente avance de movimientos sociales alternativos anticapitalistas, resulta imperioso desprenderse, por medio del método dialéctico, de las nociones dogmáticas que han causado tanto perjuicio al movimiento revolucionario en el mundo, en detrimento de la producción teórico-práctica, así como el avance de una identidad propia desde la perspectiva de la concepción materialista de la historia. Lukács, citando a Engels, plantea que: "en la dialéctica se disuelven la rigidez de los conceptos (y la de los objetivos correspondientes" (Lukács, s.f., p.35).

El estudio sistemático de la historia en función de la realidad concreta latinoamericana desde el método propuesto por Marx es prácticamente una necesidad, pues, invita inexorablemente a no reproducir de forma esquemática modelos y patrones que calcan conductas importadas y que no permiten el avance de una identidad propia desde la perspectiva materialista de la historia. En este sentido, resulta pertinente comprender los movimientos alternativos en América Latina a partir de vías diferentes al libre mercado y a la dependencia económica como modelo de progreso social.

En su texto "La ideología alemana" de 1845, Marx (1867) señala lo siguiente:

Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos que se dedican de un determinado modo a la producción, contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas determinadas.
La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y especulación, la relación existente entre la estructura social y política y la producción. La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad (p.20).

La historia se vislumbra así como un eje fundamental para el desarrollo de la humanidad en su sentido dialéctico y material. Esta noción toma como punto de partida las relaciones sociales concretas que se generan en determinados modos de producción y que en últimas son la expresión del modo de organización no solo económico, sino también cultural, social, religioso y político determinado por el bloque hegemónico de turno. Estas relaciones parten de condiciones y contradicciones propias de las relaciones de dominación presentes en las estructuras sociales.

En relación a lo anterior, el mismo Marx afirma

que la categoría más simple puede expresar las relaciones dominantes de un todo no desarrollado o las relaciones subordinadas de un todo más desarrollado, relaciones que existían ya históricamente antes de que el todo se desarrollara en el sentido expresado por una categoría más concreta. Solo entonces el camino del pensamiento abstracto, que se eleva de lo simple a lo complejo, podría corresponder al proceso histórico real (p.44).

En este orden, como primera medida, se ofrece un marco contextual para entender el andamiaje económico y social latinoamericano desde los momentos anteriores a la colonización europea, pasando por los procesos de independencia y la relación entre la historia, los sujetos y los actuales procesos en América Latina. Ahora bien, desde la concepción materialista de la historia resulta ineludible la caracterización de la lucha de clases en América, y sus efectos en los procesos de liberación de las coronas europeas. En la historia oficial y colonial se plantea, de hecho, que los procesos de independencia germinan aproximadamente en 1810, pero se advierten rebeliones sociales incluso mucho antes del siglo XVIII: Tupac Amaru y Tupac Katari entre los incas, Alejandro Petión y el guerrillero Makandal en Haití, los Comuneros en Colombia y los Mapuches en Chile. Estos levantamientos se traducen sin duda alguna en lucha de clases que se expresaron por medio de rebeliones desde el mismo momento de la llegada de los colonialistas.

José Gabriel Cordorcanqui fue unos de los líderes insurrectos que inició junto con un ejército de indígenas un levantamiento armado continental cuyo objetivo consistía en la expulsión de los colonialistas europeos del territorio americano. Dicho levantamiento se evidenció en noviembre de 1780 y se le conoce con el nombre de "La Gran Rebelión". La gesta en mención se dio entre los virreinatos de La Plata y del Perú. Inobjetablemente, fue una de las mayores expresiones de rebeldía de los pueblos aborígenes durante el siglo XVIII. Continuando con los ejemplos, encontramos a La Gaitana, quien durante el siglo XVI organizó y participó en un levantamiento contra los españoles conquistadores, inspirada en un deseo de venganza, pero que sin duda generó movimientos de resistencia anticolonialistas.

Como puede verse, el cono sur de América fue un bastión significativo de resistencia anticolonial indígena. Y estos movimientos fueron sofocados obviamente por los colonialistas, pero sirvieron de cimientos a los levantamientos y sublevaciones que les sucedieron. No obstante, muchas de estas experiencias y luchas son muestra del deseo de los pueblos aborígenes de lo que conocemos hoy como autodeterminación y soberanía. La historia nos sumerge, entonces, en un mundo de anegadas posibilidades y de procesos que se pueden interpretar desde muchos enfoques, aun cuando el bloque hegemónico insiste en negar la historia como parte del motor que mueve y transforma realidades.

Resistencias, levantamientos, ejércitos rebeldes, tenacidades y rebeliones son algunas de las expresiones y categorías que se encuentran al estudiar de forma sistemática y con rigurosidad el devenir histórico de nuestro continente y que sin lugar a duda cumplen un rol importante en el acontecer del presente y futuro de nuestro continente.

La historia, Europa y Latinoamérica

La percepción euro-céntrica de los sucesos latinoamericanos propone como inicio de la liberación las firmas de las actas de independencia que empiezan a darse a partir de la captura del rey Fernando VII por parte de los franceses en la primera mitad del siglo XIX. Lo anterior implica que la historia latinoamericana es consecuencia de los sucesos del viejo continente y que la independencia latinoamericana es producto de de la Revolución Francesa.

Lo anterior desvirtúa las distintas formas y combinaciones de luchas de las clases oprimidas durante el llamado periodo de la Colonia.
De modo que reproducir la historia en virtud de una caracterización no ajustada al sujeto y objeto –en este caso, latinoamericano– es un profundo error. Si se toma como base la ciencia y para este caso específico la historiografía, se presentará un error persistente del conocimiento, que se traduce en un obstáculo epistemológico ante la necesidad de reorientar la historia hacia los procesos, en vez de considerar los meros hechos sucesivos y mecánicos.

Lo anterior se evidencia cuando se examina el carácter euro-céntrico de los pensum académicos de nuestras universidades.

Es claro que la llamada Colonia tiene aún un fuerte impacto en las contradicciones y tradiciones culturales de América Latina. El conjunto de cosmovisiones y de formaciones sociales y culturales enriquecen la discusión en torno a lo que significa la comprensión de nuestras realidades desde la concepción materialista de la historia.

A pesar de lo anterior, el marxismo clásico ha intentado esquematizar nuestra historia desde los modos sucesivos de producción, lo cual inevitablemente implica una inoportuna y arbitraria extrapolación de procesos europeos en América Latina en función de explicar el desarrollo de las relaciones de producción y formaciones sociales en nuestro continente y el posterior afianzamiento del capitalismo; pero "América no atravesó por los mismos de producción y formaciones sociales que Europa ni tampoco por los mismos periodos de transición entre un modo de producción y otro. El modo de producción comunal de nuestras sociedades aborígenes y el modo de producción comunal-tributario de las culturas inca y azteca fue cortado drásticamente por un factor exógeno: la conquista española y portuguesa. La colonización no estableció un modo preponderante de producción sino variadas relaciones de producción precapitalistas".

Luego entonces, desde lo historiográfico, resulta imposible e improbable sostener el argumento de los modos de producción por etapas sucesivas en nuestro continente, teniendo en cuenta que el aparente feudalismo y esclavismo de la colonia no era tan real.

Marx plantea que el descubrimiento de América fue fundamental en el desarrollo de relaciones pre-capitalistas y el posterior progreso del sistema mercantil. Según este autor, "el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, el exterminio, la esclavización y el sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: tales son los hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria" (Marx, 1867, p.78).

Se entiende que las relaciones de comercio que se forjaron entre América, Europa y Asia resultaron neurálgicas para el impulso y posterior desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones comerciales pre-capitalistas que, a nuestro criterio, son parte de la génesis y raíz de lo que se conoce como modo de producción capitalista.

Sin lugar a dudas, el pensamiento latinoamericano se nutre desde su fundamento en las experiencias de líderes sociales y rebeldes de las clases oprimidas; así como de intelectuales de las nacientes burguesías en las colonias que idearon la construcción de una identidad política e ideológica que en distintos momentos ha estructurado objetivos de acuerdo a sus contextos, sujetos, objetos, necesidades y realidades históricas.

En Latinoamérica, estos procesos pasaron también por etapas reformistas, populistas, caudillistas e, incluso, en el siglo XX hubo propuestas que reivindicaban al Socialismo y al Comunismo como se evidencia en la Revolución Cubana o la Sandinista. Lo anterior se puede entender desde la lógica dialéctica de la lucha de clases y las diferentes reivindicaciones sociales y políticas.

A la luz de la concepción materialista de la historia, es inviable entender nuestros procesos sociales y económicos como los traza el llamado marxismo vulgar (Lukács), es decir, la historia como esquema sucesivo de modos de producción, lo cual reduce el marxismo a una visión economicista, cayendo en el abismal determinismo teleológico tan criticado por los posmodernos.

Sin lugar a dudas, estas posturas etapistas de los modos de producción se deben al hecho de concebir la lógica dialéctica como un sistema de leyes naturales e indiscutibles. En otras palabras, a asumirla como una relación de verdades axiomáticas, ignorándose que "no puede encontrarse en Marx ninguna síntesis completa del proceso del desarrollo histórico". Con todo, los marxistas latinoamericanos, a principios del siglo XX, edificaron sus posturas de manera dependiente bajo la influencia de un pseudo marxismo que se había remojado en las premisas de los historiadores liberales.

Lo anterior se evidencia en la importación de modelos esquemáticos de revolución que parten de leyes ineluctables, refutando e impugnando la construcción de un marxismo ortodoxo latinoamericano, que permitiera el avance y cimentación teórico-práctica de las tesis de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladímir Ilich Uliánov en la realidad concreta latinoamericana. Precisamente, en relación a la ortodoxia y el método, Lukács escribió:

El marxismo ortodoxo no significa una adhesión sin crítica a los resultados de la investigación de Marx, no significa un acto de «fe» en tal o cual tesis, ni tampoco la exégesis de un libro «sagrado». La ortodoxia en cuestiones de marxismo se refiere, por el contrario y exclusivamente, al método" (p.35).

En síntesis, entendida en forma adecuada, la concepción materialista de la historia tiene mucho que aportar como método para la compresión y la transformación de la realidad y cuando se trata de plantear una sociedad más justa.

La historia y la dialéctica en Marx: dos conceptos y componentes recíprocamente indisolubles

Estos dos conceptos fundamentan gran parte de las tesis de Marx. Es precisamente aquí donde se parte del método y en este la dialéctica cobra vida, de la mano del curso de la historia. Ahora bien, esta (la dialéctica) no puede ser entendida como un cúmulo de leyes a través de la historia que expresan hechos ineluctables ni como un estatuto que debe cumplirse de forma reglamentaria.

La dialéctica, desde este enfoque, es un método revolucionario, una herramienta de las cien-cias en función del procedimiento; es un instrumento de estudios de las contradicciones reales. Asimismo, la dialéctica puede ser también precisada como un método crítico revolucionario, en la medida que no se doblega ante ninguna realidad histórica; por el contrario, la transforma y permite su lógico avance. En últimas, el método dialéctico constituye formas de existencia históricas que parten de relaciones determinadas por la historia, pero no se puede entender como una filosofía universal de la historia que parte de realidades y de categorías absolutas.

En relación a lo anterior, Marx (1867) planteaba que "en las categorías lógicas se encuentra la sustancia de todas las cosas; en la fórmula lógica del movimiento se cree haber encontrado el método absoluto, que no solo explica cada cosa, sino que implica además el movimiento de las cosas" (p.56).

La historia y su continuo avance, la dialéctica como método y América Latina, desde sus propias perspectivas y con sus distintos sujetos, se encuentran indisolublemente entrelazadas. Porque nuestra historia está en constante e inquebrantable movimiento en la medida en que las contradicciones permiten el desarrollo continuo y consecuente en función de las relaciones sociales y de producción del impulso material concreto, es decir, no por leyes ineluctables sino por la lógica que permite su consecuente progreso en la historia.

Aclarado lo anterior, en forma somera y suspicaz, puede surgir la siguiente interpelación: ¿Si se trata de construir una identidad propia, bajo qué razones o premisas se reivindica al marxismo como cuerpo teórico-práctico en el contexto latinoamericano?

Ahora bien, se entiende por marxismo una serie de principios científicos, filosóficos, políticos y un cuerpo doctrinario universal enmarcado en la teoría y la praxis revolucionaria que parte del método dialéctico, la crítica y la contradicción, como eje fundante del conflicto para la transformación revolucionaria de la realidad y con el objeto de elevar al ser humano, en todas sus dimensiones, a su máxima expresión.

En este mismo orden de ideas, es preciso señalar que el capitalismo también halla su lógica y razón de ser en virtud de una existencia y dominación internacional y su histórico desarrollo, que le permite la hegemonía y afirmarse como modelo único de vida y modo de producción.

La indisoluble convergencia de América Latina con el marxismo en clave dialéctica parte de la construcción de un cuerpo teórico-práctico fundamentado en la concepción materialista de la historia, que permite concebir las lógicas y el método de la dialéctica en función de los cambios revolucionarios. Por lo tanto, la lucha de clases en Nuestra América tiene sus particularidades en la dialéctica, y es aquí justamente donde se requiere el estudio de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de nuestro continente en un análisis contextualizado. A partir de lo anterior, toma fuerza La Teoría Crítica de la Dependencia desde la óptica marxista. En relación a esta, se encuentran exponentes como André Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Sergio Bagùy Atilio Boron.

La teoría crítica de la dependencia, desde la mirada de Ruy Mauro Marini, se entiende como: "Una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia. El fruto de la dependencia no puede ser, por ende, sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la supresión de las relaciones de producción que ella involucra".

Marini plantea así, desde una óptica marxista no dogmática, el desarrollo de las fuerzas productivas desde el contexto latinoamericano en función del desarrollo capitalista en América. En su ensayo "Dialéctica de la dependencia" se refiere a la súper explotación y dependencia del sistema capitalista en relación al desarrollo de las fuerzas productivas.

Según Marx, "la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases". Lo anterior no puede ser tomado como una consigna de batalla o como una simple expresión para la posteridad ni para el consumo académico en las universidades. Esta premisa parte del resultado de un estudio científico desde el método de la lógica dialéctica tan abandonado por su complejo carácter. Por lo tanto, la convergencia entre el marxismo, la historia y Latinoamérica, en el marco de las ciencias del método revolucionario, es decir, en la dialéctica, resulta evidente en los procesos de la lucha de clases de los oprimidos y los distintos sectores sociales en contienda.

De acuerdo con lo anterior, resulta imperiosa la necesidad de construir desde América Latina una identidad política, ideológica y filosófica propia desde el materialismo histórico, trazando debates con el sujeto y objeto en virtud del avance hacia la unidad estratégica. Es por ello que la caracterización consecuente del modo de producción capitalista y del proletariado americano hace parte fundante del marxismo latinoamericano.

Ahora bien, cabe plantearse la siguiente pregunta en función del sujeto: ¿Es una ley ineluctable que en el rumbo hacia la construcción de las trasformaciones sociales en América la clase obrera sea la vanguardia de los procesos de tras-formación?

Bolívar y su ideario como una propuesta política para la transformación social

En el marco del pensamiento latinoamericano, la propuesta política e ideológica de Simón Bolívar en el sentido de conformar una gran nación bajo la consigna de "la patria grande" coincide con un accionar que permita la conformación de un bloque histórico, social, político y económico con miras al establecimiento de relaciones entre iguales.

Ernesto Guevara planteaba diferencias en relación a las posturas de Marx respecto a Latinoamérica y a Bolívar. Indudablemente, esto rompe con la idea de una Marx absoluto: A Marx, como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos, podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hiciera Engels de los mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de las razas o las nacionalidades inadmisibles hoy (Guevara, 1972).

El debate frente al ideario bolivariano va mucho más allá de un Bolívar de izquierda y un Bolívar de derecha. Se rescatan sus ideas en torno a la construcción de una historia rebelde con base popular y que reclame a la democracia como norte y faro, lo que sin duda se puede entender desde la lucha de clases dando pasos firmes hacia una sociedad más justa con otro tipo de estructuras sociales, políticas y económicas. Adicional a ello, se rescata al Bolívar anti imperialista e internacionalista que parte de la idea del desarrollo endógeno en todas sus aristas, entendiendo la lógica de las luchas continentales y la unidad popular como eje céntrico de las transformaciones.

Respecto a Bolívar, el filósofo argentino Néstor Kohan (s.f.) expresó: Al encerrarlo en una fría estatua, los ideólogos de la burguesía y la oligarquía simularon homenajearlo pero en realidad lo convirtieron en la caricatura patética de un Napoleón subdesarrollado y un César tropical, en las tierras del calor, el Caribe y las bananas, sin vinculación alguna con el pensamiento revolucionario e insurgente de hoy. Ese Bolívar está muerto. No solo es inútil e impotente, además es falso. No nos interesa. A contramano de la historia oficial, nuestro Bolívar (como Mariano Moreno, San Martín o cualquiera de nuestros precursores) sigue más vivo que nunca, molestando e incomodando a los poderosos.

A partir del planteamiento anterior nos preguntamos: ¿Es imposible comprender los procesos de avance de la izquierda sin el ideario de Simón Bolívar?, este en últimas se ha convertido, como es evidente en el caso de Venezuela, en un motor que vigoriza la lucha de clases. Y es aquí donde la memoria histórica juega un papel determinante en los procesos de transformación social.

La propuesta de Bolívar continúa vigente y se reivindica por su carácter anticolonial y en términos actuales, antiimperialista. El filósofo Néstor Kohan (s.f.) sugiere que: Desde nuestra perspectiva (que no es la única, sino tan solo una posible) Simón Bolívar está vivo. Representa un símbolo continental que aglutina voluntades colectivas y culturas diversas, sintetizando múltiples rebeldías. Su pensamiento condensa un proyecto político y una mirada nueva y desde abajo de la historia de Nuestra América que nos permite reconstruir nuestra identidad como pueblos sometidos y en lucha por el socialismo y nuestra segunda y definitiva independencia. La gesta de Bolívar no es la de un individuo aislado sino la de todo un pueblo. El bolivarianismo se ha convertido en el siglo XXI en el emblema y en la mecha de una rebelión anticapitalista y antiimperialista continental.

Bolívar reflexiona y plantea, como una de las leyes primitivas de la naturaleza,

que ninguna institución humana tiene derecho a contradecir, y el hombre social puede conspirar contra toda ley positiva que tenga encorvada su cerviz; y da el nombre de insurrección a toda conjura que tenga por objeto mejorar el hombre, la patria y el universo.

Estas premisas de Bolívar constituyen el constructo de un ideario rebelde, basado en una concepción de hombre que ama la libertad en todas sus acepciones y concepciones más profundas. El ideario bolivariano se plantea en el escenario político como un referente de unidad táctica, incluso estratégica, y en la actual coyuntura política latinoamericana, ha permitido el avance de movimientos anti capitalistas con un marcado acento socialista y anti imperialista.

Para finalizar, resulta ineludible generar espacios de discusión y debate que permitan el avance conceptual y teórico en relación a la concepción materialista de la historia desde una mirada americana. En este sentido, la aproximación al pensamiento construido desde las identidades culturales, políticas, sociales y económicas en Latinoamérica hacen parte de la necesidad de generar discusión en torno a los procesos alternativos surgidos en América Latina, como es el ya citado caso de la República Bolivariana de Venezuela.

Uno de los objetivos del presente texto es entender ¿cómo se formulan puntos de convergencia entre distintos pensamientos emanados de Latinoamérica y el marxismo? De acuerdo con esto, el pensamiento latinoamericano es creado mediante una interacción de ideas provenientes del viejo mundo y por medio de un choque de tendencias desde la colonización, pasando por la independencia, hasta la llamada modernidad. Así, aunque nuestro pensamiento no es una creación propia en su totalidad, fue pensado para nuestro contexto por intelectuales y líderes rebeldes que piensan en las trasformaciones estructurales de la sociedad. Por mencionar a algunos: José Carlos Mariátegui, José Martí, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Ernesto Guevara De la Serna, Eduardo Galeano, Atilio Borón, Fidel Castro, Camilo Torres, Paulo Freire, entre otros.

El espacio y tiempo en el que se encuentra lo que José Martí llama Nuestra América no es el mismo en el cual pensaron los grandes teóricos de la revolución, como Marx, Engels, Lenin, Mao, Trotsky entre otros, quienes pensaron y gestaron la revolución y el socialismo en sus contextos particulares.

En este mismo orden de ideas, los continuadores de Marx deben replantear siempre y contextualizar la teoría revolucionaria, teniendo en cuenta para ello elementos sociológicos, antropológicos, filosóficos, históricos e incluso geográficos, que nos permiten entender, por ejemplo, el papel de los movimientos indígenas y la construcción del socialismo en América Latina.

Conclusiones

A modo de conclusión, es evidente que no se pueden comprender las lógicas intrínsecas de América Latina sin reconocer las contradicciones inmersas en la historia como parte de la totalidad. En este sentido, la dialéctica, como método de interpretación e investigación, cobra vigencia. Prueba de ello son las constantes luchas por el poder político, así como el sometimiento de los pueblos oprimidos.

La lucha de clases como motor neurálgico de la historia es una constante a lo largo y ancho del territorio latinoamericano. Por ende, se puede decir que la historia y la dialéctica se presentan en Nuestra América de forma indisoluble.


Referencias

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