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Justicia

Print version ISSN 0124-7441

Justicia vol.28 no.44 Barranquilla July/Dec. 2023  Epub Dec 30, 2023

https://doi.org/10.17081/just.28.44.6991 

Artículo

El andar decolonial de América Latina. Tres planteamientos críticos de Aníbal Quijano

The decolonial journey of Latin America. Three critical approaches by Aníbal Quijano

Raul Anthony Olmedo Neri1 
http://orcid.org/0000-0001-5318-0170

1Universidad Nacional Autónoma de México, México raul.olmedo@politicas.unam.mx


Resumen

La articulación entre globalización y desarrollo no sólo encuentra cabida desde el ámbito eminentemente económico, sino que su base está intrínsecamente ligada al proceso de colonización de América Latina hace poco más de 500 años. Esta vinculación fue trabajada ampliamente por Aníbal Quijano; mediante la teoría de la colonialidad del poder identificó que la globalización y el desarrollo encuentran fundamento en el proceso de diferenciación derivada de la visión eurocentrada, así como en el proceso de racialización que se implantó en la región. Bajo este contexto, el presente estudio analiza las aportaciones de Quijano acerca de la raza, el patrón de poder y la Modernidad en tanto su potencial crítico trasciende el ámbito económico para dar paso a un reordenamiento de la historia de la globalización y la noción de desarrollo que se han constituido estructuralmente desde el sometimiento de la región.

Palabras clave: decolonialidad eurocentrismo; desarrollo modernidad; globalización

Abstract

The articulation between globalization and development not only finds its place in the purely economic sphere but is intrinsically linked to the colonization process of Latin America just over 500 years ago. This connection was extensively explored by Aníbal Quijano; through the theory of the coloniality of power, he identified that globalization and development are grounded in the process of differentiation derived from the Eurocentric vision, as well as in the process of racialization that was implanted in the region. In this context, the present study analyzes Quijano’s contributions regarding race, the power pattern, and Modernity, as his critical potential transcends the economic realm to pave the way for a reordering of the history of globalization and the notion of development that have structurally emerged from the subjugation of the region.

Keywords: decoloniality; eurocentrism; development; modernity; globalization

Introducción

La producción de conocimiento en el marco del eurocentrismo se estructura alrededor de un conjunto de asimetrías de poder que sustentan no sólo una postura epistémica, sino también una visión del mundo mediante el proceso de enunciación y análisis. De allí que las propuestas teóricas y epistémicas en la forma de ver/ser/estar en el mundo producidas desde el Sur Global abren espacios de contrapoder desde donde se imaginan y configuran proyectos emancipadores. Estos proyectos contrahegemónicos reivindican aquellas visiones del mundo marginadas, con la finalidad de identificar aquellas omisiones históricas que han sido legitimadas desde la visión dominante del Norte y con las cuales se puede (re)entender y develar los procesos históricos de sometimiento y explotación en los que se fundamenta. Dicho de otra manera, los planteamientos teórico-conceptuales que emanan desde el Sur Global desestabilizan y cuestionan la hegemonía del pensamiento eurocentrista sobre occidente y su periferia, ya que dichos planteamientos sobre cómo entender y explicar la construcción del mundo moderno destacan la visión de los subalternos y desacredita el protagonismo de los enunciadores que ejercen un dominio y a la vez una violencia epistémicas en la construcción del conocimiento científico-social.

Este ha sido el contexto y a la vez el objetivo bajo los cuales Aníbal Quijano (1928-2018) desarrolló parte de su obra académica y pensamiento, es decir, sus aportaciones estuvieron cimentadas en una reordenación histórica de la construcción del mundo occidental y de la historia mundial desde la identificación de estructuras de dominación que dieron paso a la realidad social actual (Segato, 2014). En ese proceso, Aníbal Quijano insiste en destacar el papel de América y específicamente Latinoamérica como un factor determinante para la construcción de la modernidad-colonialidad en la que se funda buena parte de la historia mundial occidental; entonces, para Quijano Latinoamérica no solo es el punto de inflexión en la estructuración de la modernidad, sino que es desde esa región del mundo desde donde dicha supremacía se erosiona y desde donde se puede producir la contrahegemonía.

De esta manera, Quijano construye la teoría de la colonialidad del poder como un recurso analítico que permite reconocer que el capitalismo y la globalización no son más que resultado del proceso de conformación del mundo desde una visión eurocentrada. Esta visión fue impuesta desde varias operaciones por las cuales Europa se hizo de una ‘reputación’ mundial (Bolz, 2006).

De esta teoría, el presente trabajo retoma tres elementos desarrollados en la prolífica obra de Aníbal Quijano con los cuales se puede realizar un análisis crítico de la globalización y del discurso moderno de desarrollo y progreso, lo que ha derivado en una vinculación estratégica con el capitalismo contemporáneo (Berman, 2011). Los tres elementos que se analizan son: la noción de raza como proceso de enunciación y constructor de una asimetría de poder; el patrón de poder de la colonialidad como factor de distribución/ concentración del poder desde la visión eurocentrada, y la modernidad como expresión del sistema-mundo colonial/moderno en que se sustenta el discurso del desarrollo y con ello la reproducción de la asimetría de espacios-tiempos (Quijano, 2000).

Estos tres conceptos se estructuran de tal manera que fragmentan la opresión categorial que “no es otra cosa que la consecuencia de la colonialidad en el campo del saber y la subjetividad” (Segato, 2014, p. 41), por lo que su articulación da la posibilidad de materializar un giro en la forma producida bajo el eurocentrismo sobre la construcción histórica y epistémica del mundo occidental moderno.

Por lo anterior, el presente trabajo realiza un análisis general de la construcción eurocentrada de la globalización y el desarrollo para identificar sus debilidades a partir de los conceptos construidos teórica e históricamente por Aníbal Quijano . A partir de estos se concluye la relevancia de dichos aportes y las implicaciones que han tenido en el campo del conocimiento (tanto producción y distribución) de las ciencias sociales desde el Sur Global.

Globalización y desarrollo

La globalización se consuma en la sociedad actual como el imperativo categórico a nivel mundial para obtener un lugar privilegiado dentro del nuevo orden; su estructura económica la convierte en la expresión actual del capitalismo (Beck, 1998; Ianni, 1996). En términos generales, la globalización es un proceso de reacomodo estructural bajo las lógicas de acumulación neoliberal del capital; su modelo de producción opera bajo un carácter deslocalizado e interconectado de tal manera que aprovecha las desigualdades socioterritoriales del sistema-mundo, con el fin de articular una cadena de valor que minimiza los costos de producción e incrementa la tasa de ganancia en un mercado mundial fragmentado.

Si bien se ha escrito bastante sobre la globalización, tanto del Norte como del Sul Global, la aportación de Quijano destaca un factor articulador clave: las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en tanto recursos que permiten no solo dinamizar el propio proceso productivo, sino también el establecimiento de vínculos que potencian y cohesionan el mercado internacional. Así, Quijano (2014c) define la globalización como “una integración de la población de todo el globo en una malla común de relaciones económicas y comunicación, integración que sería un producto de alto nivel de la tecnología disponible, la cual está, además, en continua innovación” (p. 263). Dentro del capitalismo, las TIC, y en general cualquier innovación tecno-comunicativa-informacional, operan bajo las contradicciones del sistema, por lo que dependiendo la correlación de fuerzas entre quienes las emplean éstas pueden contribuir y profundizar la explotación o en su caso ser recursos y espacios de contrapoder al orden dominante (Fuchs, 2019; Morley, 2008).

De hecho, el sector productivo tecnológico-comunicativo-informacional se ostenta en el siglo XXI como el eje clave para el sistema capitalista contemporáneo; no solo es un sector que se articula con otras áreas productivas de orden extractivista como la minería para su constitución productiva-operativa, sino que además es un sector mediante el cual el modo de producción trasciende sus fronteras productivas y afina sus mecanismos de explotación mediante la mercantilización del tiempo y la conversión del tiempo de ocio en tiempo productivo no pagado (Fuchs, 2015, 2019). En suma, el sector productivo que sustenta la cadena de valor de las TIC en la globalización se ha convertido en el capital de avanzada de la sociedad actual y, por ende, representa el corazón del sistema económico contemporáneo; de allí que la posición excepcional que guardan las TIC en el modelo de acumulación se vuelva clave para entender no solo la deslocalización de las cadenas productivas a nivel internacional, sino a la par cómo se interconectan de tal manera que maximizan las ganancias y superan las limitantes de producción ancladas a los tiempos productivos y su regulación en cada país (Fuchs, 2015).

Aunque la definición propuesta por Quijano es útil para reconocer la articulación entre las relaciones sociales de producción y los procesos de innovación tecno-comunicativa, es preciso aclara que esa malla común es heterogénea, por lo que el desarrollo del proceso de globalización responde enteramente a las condiciones históricas y materiales de lugar donde se expresa. Por ello es que la globalización fomenta un proceso de reordenamiento geopolítico a partir de la dinámica histórica en la que se produce y reproduce la desigualdad sistémica (Bauman, 2010; Beck, 1998). En este sentido, en América Latina se mantiene un discurso de integración al entramado mundial de la globalización, donde se justifica y alienta la explotación histórica y estructural en la región como cuota al ingreso del nuevo entramado productivo (Galeano, 2004; Olmedo, 2018).

De esta manera, la globalización “se ha movido históricamente siempre de un modo necesario como conjunto, aunque dada su heterogeneidad histórico-estructural, sus procesos específicos hayan afectado la vida cotidiana de la población del mundo, sobre todo su inmediatez, de modo discontinuo y diverso” (Quijano, 2014c, p. 265). En este proceso de integración bajo la globalización y el capital especulativo que la caracteriza, la noción de desarrollo se ha articulado como una herramienta discursiva y política de dominación con la finalidad de mantener a los países de la periferia bajo lógicas infinitas de búsqueda por una mejor condición social (Quijano, 2012). De hecho, la noción de desarrollo: “desde la Segunda Guerra Mundial ha cambiado muchas veces de identidad y de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo economicista y los intereses reclamos de todas las otras dimensiones de la existencia social” (Quijano, 2000, p. 38). Por ello, a pesar de estos cambios constantes sobre su forma y apariencia, el desarrollo ha mantenido su fundamento economicista, lo cual ha derivado tanto en profundizar el patrón de poder de la globalización, como expandir la visión hegemónica a ámbitos que antes se encontraban lejos de los procesos de mercantilización como la cultura, el ambiente, la acción comunicativa y el propio progreso social (Berman, 2011; Echeverría, 1997; Fuchs, 2015, 2019; McChesney, 2015; Meadows, Meadows & Randers, 1992; Olmedo Neri & Gómez Liendo, 2020; Pineda, 2018).

En este sentido, el reordenamiento geopolítico propiciado por la globalización no es signo de crisis del sistema, por el contrario, es muestra de su capacidad adaptativa para fortalecer la correlación de fuerzas a su favor y con ello mantener las desigualdades estructurales dentro del sistema centro-periferia. En este proceso, la región latinoamericana se ve bajo un proceso de mercantilización que pondera las ventajas competitivas de la región a partir de sus recursos naturales, territorios y fuerza de trabajo para definir su formas de integración al entramado internacional. Este proceso se ve legitimado de forma discursiva con el mito de desarrollo y progreso social que legitiman tanto el capital privado de origen nacional y extranjero, como de los gobiernos (Berman, 2011). Este discurso es empleado como justificante para generar marcos legislativos y políticas públicas que socaban la relación sociedad-naturaleza en la región y amenazan las visiones de mundo subalternas en aras de atraer y retener la Inversión Extranjera Directa (IED).

Así pues, tanto la visión economicista de la globalización como el discurso moderno del desarrollo se han convertido en la base actual del sometimiento y la explotación por parte del capital especulativo hegemónico que se despliega sobre los diversos territorios y recursos naturales de América Latina (Leff, 2019). De hecho, su vinculación ha cobrado tal relevancia que el mundo ha sido divido geográficamente entre países desarrollados y subdesarrollados, por lo que omitir esta vinculación inmanente puede derivar en análisis parciales de la realidad que no van más allá de lo reproducido bajo el conocimiento hegemónico (Beck, 1998; Galeano, 2004; Ianni, 1996).

Cuando se trasciende esa frontera de análisis, se pueden identificar elementos vinculativos que permiten entender dicha relación. Eso fue lo que Aníbal Quijano realizó en su teoría de la colonialidad del poder: identificó que esta articulación globalización-desarrollo cierne sus raíces sobre acontecimientos ocurridos a finales del siglo XV en América Latina, particularmente con el proceso de colonización vivido en la región por parte de países europeos, los cuales no sólo impusieron procesos de integración forzada a la lógica a penas en construcción de la globalización, sino que también llevaron a cabo procesos interdependientes de diferenciación (racialización), estructuración (patrones de poder) y colonización ideológica (modernización eurocentrada), con los cuales “el mundo humano parece, pues, no sólo haberse encogido, sino integrado dentro de un mundo único, con una única economía, una única política, una única sociedad, con una única cultura” (Quijano, 2014c, p. 265).

De esta manera, la aportación de Aníbal Quijano al análisis crítico de la relación asimétrica de poder cobra sentido en la vinculación globalización-desarrollo y, más específicamente, desarrollo/subdesarrollo. Esta mirada trasciende la frontera economicista con la que se venía analizando dichas relaciones, para ahondar en su reproducción como una forma específica de dominación y reconfiguración del patrón del poder que inició en América Latina al menos desde hace 500 años.

Si se parte de esta visión, la globalización es entendida como un proceso iniciado simultáneamente con el capitalismo y afianzada con el desarrollo de la modernidad. Así, estos tres conceptos poseen una materialidad histórica que se complementa con lógicas de concentración de poder y diferenciación social desde la conquista de este continente, por ende, “con la constitución de lo que hoy llamamos América, se constituye también el capitalismo mundial y comienza el período de la modernidad” (Quijano, 2014c, p. 271).

De esta manera, analizar las aportaciones realizadas mediante la crítica a la noción de raza, la descripción del proceso de restructuración de los patrones de poder y la consecuente crítica a la modernidad, permite construir una perspectiva latinoamericana de alcance mundial desde la decolonialidad del poder, la cual:

[…] imprime un nuevo rumbo a la lectura de la historia mundial, e impone de tal forma una torsión a nuestra mirada que es posible hablar de un giro copernicano, es decir, de una franca mudanza de paradigma que cancela la posibilidad de retornar a un momento anterior al de su compresión y asimilación (Segato, 2014, p. 36)

Por lo tanto, su análisis y reconocimiento implican de facto un proceso que fragmenta la ‘única’ realidad, con el objetivo de abrir camino a otras formas de ser/estar/pensar en sociedad.

Lógica de diferenciación: la racialización

Con la colisión de mundos, resultado de llegada de europeos a América, se procedió a la construcción y legitimación de una historia universal que inicia y termina en Europa (Dussel, 2001): desde ese momento el pasado, el presente y el futuro del mundo globalizado giran alrededor de Europa; esto se debe a que dicha región es vista como la piedra angular del desarrollo, derivado de la (im)posición multidimensional de su mirada sobre los demás continentes. En este sentido, Europa se presenta como el origen de la modernidad y a la vez como aspiración para aquellos que asumen la ideología dominante desplegada bajo mecanismos coercitivos.

A partir de la colonización, se establecieron estructuras que permitieron reforzar el proceso de diferenciación entre los dominantes y los dominados. Una de esas estructuras se forjó mediante la lógica de diferenciación, es decir, una dinámica discursiva que articula y legitima la dicotomía superioridad/inferioridad mediante el proceso de enunciación. Enunciar el mundo es dotarlo de atributos y sentidos, pero también con dicho acto es posible restringirle características o al menos desvalorizarlas para jerarquizar lo real en beneficio de las estructuras asimétricas de poder que se construían. En otras palabras, nombrar el mundo es una forma de entender y someter la realidad a partir de las estructuras de pensamiento que posee el sujeto enunciador ya que “cuando uno nombra algo, lo saca el caos de lo innominado. De ese modo, el nombre permite marcar una primera diferenciación entre el interior y el exterior, entre el sistema y el entorno” (Bolz, 2006, p. 129).

De esta manera, enunciar el mundo es a la vez una forma de delimitarlo y encuadrar su entendimiento bajo un marco sociocultural específico. Nombrar el mundo solo adquiere legitimidad cuando quien lo hace tiene a su favor al correlación de fuerzas, por lo que dicha acción es simultáneamente un acto que visibiliza una posición de poder; al enunciar el mundo no solo se nombran las cosas, sino que se les otorga un valor y una posición dentro del marco de pensamiento, por lo que en ese proceso arbitrario se pueden definir posiciones subalternas.

En este camino se encuentra el planteamiento de Bolz (2006), el cual emana de la mirada de la comunicación, por lo que su vinculación con el análisis de Aníbal Quijano descansa no solo por el puente resultante de los símbolos y significados que se crean y legitiman a través de las palabras, sino que dicha articulación cobra un doble sentido en el marco de la globalización y la presión del capital por someter las TIC a procesos permanentes de innovación para incrementar la explotación y la tasa de ganancia. Entonces, mediante la enunciación del mundo se manifiestan las relaciones de poder y la supremacía de una visión de mundo sobre otra.

De esta manera, la enunciación se materializa y perpetúa mediante el nombramiento de los objetos y sujetos bajo una mirada arbitraria que se consolida con el paso del tiempo; por tanto: “los nombres siguen siendo los mismos aun cuando cambian las relaciones de poder y las formas de sociedad. Allí es donde se muestra el valor de los nombres como invariantes estables” (Bolz, 2006, p. 135). Esta lógica se evidenció en el proceso de colonización mediante la idea de raza, la cual “nace con ‘América’ y originalmente se refiere, presumiblemente, a las diferencias fenotípicas entre ‘indios’ y conquistadores, principalmente ‘castellanos’” (Quijano, 2014a, pp. 104-105).

La idea de raza, y el consecuente proceso de racialización se considera el más perdurable proceso de colonización y fragmentación social desde la conquista debido a que “se convirtió en el primer criterio fundamental para la distribución de la población mundial en los rangos, lugares y roles en la estructura de poder de la nueva sociedad” (Quijano, 2014b, p.780). Así pues, tanto la dicotomía conquistador/conquistado como dominante/dominado fueron sustituidas -nunca eliminadaspor el proceso de nombramiento mediante la racialización; a partir de ello se crearon dos grandes grupos: los blancos, posteriormente autonombrados europeos, y los demás, que aluden a toda la gama de mestizajes y nuevas identidades que se manifestaban conforme la conquista llegaba a otras regiones del mundo. Con esta nueva dicotomía “la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista” (Quijano, 2014b, p. 779).

Cabe mencionar que en este proceso de enunciación es una dinámica de colonización en el ámbito simbólico y subjetivo ya que: “la idea de raza no se apoya en ámbito alguno de la realidad biológica de la especie. Pero fue impuesta profunda y perdurablemente en la intersubjetividad de la población mundial, tanto entre sus beneficiarios como entre sus víctimas” (Quijano, 2014c, p. 275). La imposición de este dispositivo tuvo como finalidad perpetuar la jerarquía del nuevo mundo nombrado más allá de la propia colonización en tanto “las antiguas ideas sobre ‘superioridad’ e ‘inferioridad’ de las gentes en relaciones de dominación, fueron ‘naturalizadas’” (Quijano, 2000, p. 47).

Esta imposición radica en el proceso arbitrario de nombramiento. De hecho, la posición colonizadora de quien inició esta lógica de diferenciación no sólo sometió la diversidad social, sino que se autonombró en su propio beneficio ya que; “si uno no se pone un nombre a sí mismo, el nombre se lo ponen los demás” (Bolz, 2006, p. 137). Por ello, el auto-nombramiento de los europeos no solo les permitió definir los atributos estratégicos que asumirían, sino que por este proceso se convirtieron en la máxime de desarrollo y futuro. Fue en esa lógica en que “los dominantes se llamaron a sí mismos blancos” (Quijano, 2014b, p. 779).

Así, la historia mundial se presenta como un constante proceso de enunciación desde la visión de los conquistadores, y donde la raza se articula como una variable que al naturalizarse legitima el rumbo de la historia contada de manera arbitraria: que la colonización fue necesaria, que los colonizadores fueron ellos no por azares del destino, sino por su propia condición existencial y que el futuro al que se debe aspirar en el proyecto de la modernidad debe ser lo más acercado al ejemplo europeo. Con esto, una vez más Europa y sus habitantes se convierten directa e indirectamente en el ejemplo pasado, presente y futuro de la aspiración mundial de la humanidad en cuanto a sociedad se refiere.

Por ende, al hablar de raza no sólo se alude al proceso de fragmentación de la sociedad en su interior y en su interacción con otras sociedades, sino que se legitima y materializa una cartografía de la exclusión, donde no solo se representa la concentración del desarrollo en sociedades eurocentradas y con ‘claros’ fenotipos discursivamente superiores, sino que también contribuye a materializar una dirección en la que se manifiesta el desarrollo: del centro (europeo) a la periferia (conquistada).

Lógica de reestructuración: patrón de poder

Como consecuencia del proceso de enunciación, se restructuró la geografía mundial a imagen y semejanza del capital eurocentrado. Esto amplió su dominación no sólo al ámbito político, sino al cultural y territorial bajo un patrón de poder, en este caso el capitalismo y la correspondiente sociedad que lo sustenta. Dicha lógica de poder se constituye mediante la colonialidad emanada de Europa hacia el mundo desde hace poco más de 500 años, lo que ha dado paso a una colonialidad del poder con una visión eurocentrada desde la cual se han organizado hasta el día de hoy todas las relaciones sociales. Lo anterior se mostrado en las diversas maneras de nombrar la cartografía de la exclusión y la desigualdad mediante términos como centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo, y primer-tercer mundo, por ejemplo, los cuales dan cuenta del arraigo y perduración de dicha estructura asimétrica per se.

Este patrón de poder ha tenido el mayor periodo de duración ya que se encuentra anclado en la realidad actual; de hecho: “la globalización en curso es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo mundial / moderno y eurocentrado como nuevo patrón de poder mundial” (Quijano, 2014b, p.777). Lo anterior quiere decir que no se ha podido fragmentar la estructura mundial realizada por y centrada en Europa, por lo que la colonialidad del poder se enarbola como “una forma de poder que no terminó con el fin del colonialismo, sino continuó dominando en las sociedades poscoloniales” (Santos, 2009, p. 104)

De hecho, este nuevo orden mundial sienta sus bases en la racialización del mundo donde el viejo continente se identificará como “Europa y más específicamente Europa Occidental. Esa nueva identidad geocultural, emergía como la sede central del control del mercado mundial” (Quijano, 2014b, p. 783). Así, al ostentar no sólo el proceso de expansión colonial-racial, sino la esencia propia del capitalismo en tanto producción, este continente se posiciona estratégicamente en el nuevo orden mundial/moderno. Dicho lugar concentrará “bajo su hegemonía el control de todas las formas de control de la subjetividad, de la cultura, y en especial del conocimiento, de la producción del conocimiento” (Quijano, 2014b, p. 787).

Esta posición será ejercida mediante la producción y reproducción de los elementos y contextos que le permitan mantenerse en ese lugar privilegiado y dotado de una reputación (Bolz, 2006). Por lo tanto, en ese momento es que se consolida la visión eurocéntrica -inmutable desde el proceso de racializacióny el proceso de eurocentramiento -en permanente producción y reproducciónque es definido “en el contexto de la perspectiva de la colonialidad de poder, como distorsionado y distorsionante de producir sentido, explicación y conocimiento” (Segato, 2014, p. 48). La ejecución de estos dos procesos en diferentes territorios ajenos al proyecto eurocéntrico implica de facto la reproducción de un discurso que somete al replicador y condiciona su estructura de pensamiento para así invalidar cualquier otra potencial alternativa que procure un desarrollo epistémico, histórico y pragmáticamente revolucionario.

En consecuencia, esta colonialidad, en tanto proceso de sometimiento, no se da sólo mediante el poder, sino del ser y el saber. Con ello, esta asimetría de poder se consigue, produce y reproduce: “mediante la colonialidad de la subjetividad, que el modelo hegemónico de desarrollo sea aceptado como condición sine que non de la modernización” (Bretón, 2016, p. 124). Así, pensar una alternativa sustancial implica salir del proyecto de modernidad eurocentrada y basado en la diferenciación histórica nacida de la hegemonía.

Así, la colonialidad del poder se consolida como un dispositivo que produce y reproduce la desigualdad mediante el proyecto de modernidad eurocentrada; además se afianza con el arsenal conceptual que contribuyó a la fragmentación de la humanidad mediane la racialización para diferenciar, jerarquizar y consecuentemente someter a los grupos subalternos.

De esta manera, sólo se puede salir de ese círculo en permanente reproducción cuando “la profundización de la comprensión de las relaciones de poder y la radicalización de la lucha contra ellas pasa por la imaginación de los dominados como seres libres de dominación” (Santos, 2009, p. 108). Para Aníbal Quijano, lo anterior no sólo se destina a la crítica práctica de la historia (mundial/colonial) arbitrariamente construida y contada, sino en la construcción de proyectos teóricos y prácticos de emancipación de la región desde del pensamiento indígena históricamente marginado y desplazado por la racionalidad occidental moderna/ colonizadora.

De allí que la crítica al proyecto de modernidad implica la creación de propuestas eminentemente centradas en las otredades indígenas, que coadyuven a construir un horizonte de posibilidades y utopías de movilización. Esto también fue parte del de Quijano (2014d, 2017), cuyas aportaciones se sitúan alrededor del cómo se constituye un movimiento liberador y emancipatorio a este sistema que solo puede ser entendido e iniciado en esta región del mundo.

Crítica a la Modernidad

El tercer elemento que Aníbal Quijano desarrolla en su propuesta teórica para entender y analizar la realidad social actual se da con su crítica al concepto de desarrollo dentro del proyecto de modernidad que, como se ha mencionado, está basado en la racialización y en la restructuración de la geografía del poder desde la visión eurocentrada.

En este sentido, el proyecto de modernidad, bajo los conceptos utilizados, no es más que el resultado del proceso de colonización iniciado en América a finales del siglo XV. En la modernidad eurocentrada el desarrollo se entiende como un proceso de permite que las cosas cambien para seguir igual, por lo tanto, la vinculación entre este proyecto ideológico con materialidad económica, la globalización en tanto sistema y el desarrollo en tanto proceso se manifiestan a través de los incesantes procesos de estructuración de cada Estado-Nación como un elemento ajeno al desarrollo para poder alcanzar ese carácter.

La crítica encuentra cabida cuando se identifica que “el desarrollo era, ante todo, modernización” (Quijano, 2000: 45). En ese momento el desarrollo pasa a ser desarrollismo. Así pues, la crítica de Aníbal Quijano centra su análisis en el desarrollo pero no en su acepción política, es decir, en los modelos de crecimiento en cada país latinoamericano (Meadows, Meadows & Randers, 1992), sino que evoca la crítica del desarrollismo en tanto doctrina de pensamiento que se funda en la producción y reproducción del espacio, la vida social, las formas políticas de organización y la economía, modificando los ‘espacios-tiempos’ sin alterar las relaciones sociales de opresión y desigualdad en la región históricamente construidas.

Por ello, pensar el desarrollo real para la región, y para el resto del mundo, implica romper con la colonialidad del saber y del poder bajo el actual proyecto modernizador, ya que “la versión europea de la modernidad es, en esta perspectiva, la otra cara de la colonialidad del resto del mundo” (Quijano, 2000, p. 49). Así, la contrahegemonía se gesta con un sentido emancipador y nace desde los subalternos porque entienden que la batalla no solo se da por su enunciación, sino por su propia existencia en un sistema e ideología que los ubica marginalmente en sus estructuras.

Esta emergente y progresiva tendencia por cuestionar la modernidad europea tiene como finalidad escapar del proceso del eurocentramiento y la noción de desarrollo que allí se produce al infinito a través del sometimiento de su reproductor. Por ello, ya no sólo es hablar de la colonialidad del poder como conjunto de herramientas teórico-prácticas para reconocer la posición de la región en el sistema colonial/moderno, sino “descolonizar los imaginarios a fin de concebir una realidad alternativa y, para ello, la indispensabilidad de focalizar la mirada y la acción en los márgenes del sistema, en las prácticas locales, en las culturas substantivas realmente existentes e invisibilizadas por el metadiscurso desarrollista” (Bretón, 2016, p. 125).

Si no se supera ese metadiscurso, los proyectos en un inicio emancipatorios serán reducidos en cuanto alcance y se limitarán a mejorar la posición de los individuos dentro de la estructura, lo cual servirá de motor para el capitalismo: la competencia. Así, pensar la modernidad en América y, más aún, pensarse desde América Latina: “implica volver a mirarse desde una nueva mirada, en cuya perspectiva pueda reconstituirse de otro modo, no colonial, nuestras ambiguas relaciones con nuestra propia histórica. Un modo para ‘dejar de ser lo que nunca hemos sido’” (Quijano, 2017, p. 30).

Por lo anterior, se apuesta por un giro decolonial en el que el sujeto se reubique: “en un nuevo plano histórico, emergente de una relectura del pasado, que configura el presente y tiene como proyecto una producción democrática de una sociedad democrática” (Segato, 2014, p. 59). Ese giro, por tanto, no sólo se enclava en el conocimiento, sino que es praxis latinoamericana pura (Mignolo, 2007; Zapata Silva, 2018). Dicho de otra manera, el giro decolonial es un proceso analítico y reflexivo que identifica las desigualdades epistémicas que se esconden dentro de la producción del conocimiento científico-social, con el fin de descifrar sus mecanismos de operación y cómo ellos contribuyen a legitimar las desigualdades sistémicas. Dentro del giro decolonial no solo se apuesta por reconocer y recuperar las voces de los subalternos, sino que además se enfoca en cómo las desigualdades sistémicas se acumulan en su vida cotidiana y de qué manera contribuyen a su explotación y subordinación en el sistema-mundo. Además de lo anterior, el giro decolonial apuesta por reconocer la disputa epistémica que se gesta en la producción, legitimación y difusión del conocimiento científico; así, ya no basta con enunciar a los subalternos dentro de las ciencias sociales, sino que el reto trasciende para reconocer el lugar de enunciación que se concreta en el/la investigador(a) y disputar su uso dentro del marco del conocimiento científico. Entonces, la academia se convierte en una área de batalla donde ser investigador implica reconocer su capacidad de enunciación y su papel en la legitimación y desestabilización de la estructura e ideología dominantes.

Finalmente, los ejemplos del ‘Buen/Bien vivir’ coadyuvan a entender que otro mundo es posible y que incluso puede haber un mundo donde quepan muchos mundos, siguiendo la postura del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México. Por ello la crítica al desarrollo y con él, al propio sistema capitalista que se sustenta en el proyecto de Modernidad eurocentrada debe poseer en primera instancia una decolonialidad del ser y saber para dar paso a identificar y reconocer otras posibles mundos alternos (Grosfoguel, 2007).

Conclusiones

Superar las restricciones hegemónicas de la producción del conocimiento implica articular un sentido que encuentre eco más allá de los círculos académicos; son pocas las teorías o aportaciones surgidas en América Latina que han podido no sólo proliferar allí, sino extenderse a otros rincones del mundo donde se lucha la misma batalla: reivindicar el proceso de enunciación y buscar autonombrarse para recuperar la identidad soterrada por procesos históricos colonizadores.

De acuerdo con Rita Segato (2014), sólo han sido cuatro las teorías que han alcanzado ese carácter en América Latina, siendo una de ellas la teoría/perspectiva de la colonialidad/descolonialidad del poder de Aníbal Quijano.

En este sentido, el análisis planteado a lo largo del presente trabajo ha tenido la finalidad de establecer los elementos más relevantes para reordenar la historia (occidental mundial) contada y construida arbitrariamente. Aunque la obra de Quijano es amplia, la delimitación del análisis sobre la globalización y el desarrollismo desde la noción de raza, patrón de poder y modernidad permiten entender no sólo cómo se ha construido el mundo, sino también de qué manera se ha participado en esa construcción.

Mientras que la colisión de mundos abrió paso a la globalización, lo cierto es que paralelamente a ese choque, se construyeron ideas y discursos únicos con la finalidad de perpetuar el sometimiento incluso más allá del dominio territorial y poblacional; era, y sigue siendo, una forma de producir y reproducir la desigualdad. Ese proceso derivó en una restructuración simbólica y subjetivamente del mundo, lo que dio paso a redistribución del poder en beneficio de unos cuantos.

Estos dos procesos aparentemente lejanos y olvidados en la vasta historia ‘mundial’, realmente se han mantenido presentes hasta la actualidad de tal manera que se manifiestan en la posición que ostenta cada región en la malla mundial de economía y comunicación. Por ello su análisis desde la perspectiva de la (de) colonialidad del poder permite entender y explicar la realidad social, así como definir los otros modelos alternativos que pueden realmente modificar este círculo de sometimiento en constante reproducción.

Aunque las aportaciones de Quijano tienen una base eminentemente local-regional, lo fructífero de su trabajo es la potencial amplitud de realidades en las que puede ser utilizado para conocer y reconocer el papel impuesto por el proceso de racialización y el reordenamiento del nuevo mundo (occidental/moderno/ colonizador), con la finalidad de reivindicar aquellas omisiones históricas que se han hecho en nombre del progreso y la modernidad eurocentrada.

Pensar la realidad contemporánea como continuación de la inicial colisión de mundos a finales del siglo XV permite reconocer la posición en el que las diferentes regiones se encuentran y la forma por la cual se puede salir de esa realidad estructurada operativamente para someter y explotar a las otredades.

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Como Citar: Olmedo Neri, R. A. (2023). El andar decolonial de América Latina. Tres planteamientos críticos de Aníbal Quijano. Justicia, 28(44), 197-206. https://doi.org/10.17081/just.28.44.6991

1La presente investigación fue financiada por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mediante el proyecto PAPIIT titulado “La publicidad en México y su interseccionalidad con la obesidad: escenarios, representaciones, hábitos alimentarios, tecnología y políticas públicas”, con código de referencia: IN30743

Licencia: Esta obra es de acceso abierto y está bajo licencia internacional Creative Commons Attribution 4.0 International License. © 2022 Copyright by autores. Publicado por la Universidad Simón Bolívar

Recibido: 18 de Julio de 2023; Aprobado: 05 de Octubre de 2023

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