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Bitácora Urbano Territorial

versão impressa ISSN 0124-7913

Bitácora Urbano Territorial vol.25 no.1 Bogotá jan./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/bitacora.v1n25.53203 

http://dx.doi.org/10.15446/bitacora.v1n25.53203

Presentación del dossier central

Fabián Adolfo Bethoven Zuleta-Ruiz
Profesor de la Escuela del Hábitat, Facultad de Arquitectura Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Colombia.

Luis Fernando González-Escobar
Profesor de la Escuela del Hábitat, Facultad de Arquitectura Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Colombia.


Pensar el postconflicto es el tema convocado por este número de la Revista Bitácora Urbano Territorial. Si bien el conflicto hace parte de la vida y es un modo de comunicación en todas las especies, hay que reconocer que el proceso de desarrollo del mismo toma expresiones violentas, en las cuales, la agresividad, más que el entendimiento, es tomada como pauta para imponer o lograr el reconocimiento de intereses sean ellos personales, de grupo o de la sociedad.

El conflicto en sus diversas modalidades, causalidades y procesos en la historia colombiana ha tenido y tiene un estrecho vínculo con una disputa territorial por la propiedad y por las riquezas naturales que proveen de materias primas a las industrias.

La abundancia de estos recursos ha hecho que las luchas de poder y por el poder a lo largo de la historia del país apropien ideas de muy diverso talante, las cuales, han conformado un pensamiento divergente alineado en tendencias. Unas, por ejemplo, justifican el monopolio de la propiedad o la expropiación de la misma en la condición sagrada o providencial del derecho privado. Otras, en contrapunteo y buscando argumentar versiones democráticas del derecho a la propiedad, han privilegiado conceptos más urbanos del territorio como el derecho a la ciudad, los derechos humanos.

Entre estas tendencias también se ha forjado un campo hegemónico divergente de encuentros o cruzamientos de las ideologías sobre la propiedad y el territorio, donde las versiones extremas conservan sus dominios territoriales. Es el caso del latifundismo, de las zonas de control multinacional de la minería o de las zonas bajo control guerrillero o paramilitar, todas ellas confinadas en sus posiciones, pero muy activas en una productividad (minera o cocalera) calificadas de ilegales por el Estado.

Bajo estas circunstancias, el conflicto por la propiedad y el territorio ha tomado formas cada vez más aleatorias, en las cuales, el negocio de la guerra vuelve más complejas las relaciones entre sus actores principales porque los territorios rurales, cada vez menos habitados por la expulsión o el traslado de sus pobladores, pusieron en paridad la confrontación entre los "ejércitos" privados o entre estos y el Estado. Mientras tanto, en las ciudades, las masas de pobladores desplazados deben librar luchas por hacerse a un espacio para residir o para trabajar que, salvo contadas excepciones, son espacios expuestos a los condicionantes del control territorial de los nuevos "ejércitos" que regulan el trabajo, la residencia y el consumo urbanos, y a los vaivenes del clientelismo y la corrupción que pululan en las instituciones públicas y privadas.

Este panorama complejo del conflicto da cuenta de un desplazamiento o, más bien, de una extensión de los escenarios de la guerra a las ciudades, evidenciándose que en ella los campos de batalla que antes podían distinguirse con alguna nitidez, han dado paso a una confrontación de fuerzas cuya mayor potencia consiste en poder cooptar o neutralizarlas acciones del Estado.

Las lógicas del conflicto son ahora las lógicas de las fuerzas que actuaron en los escenarios rurales de un modo beligerante, directo y visible, pero transformadas en movimientos no visibles y que actúan indirectamente en los diversos espacios institucionalizados o no de la ciudad.

Por esta razón, el conflicto no se agota con la resolución parcial de lo que en su momento llamamos violencia rural. La urbanización del conflicto plantea nuevos retos y tareas que no pueden ser sobre-determinados con las ideas y las categorías pensadas desde hace más de un siglo, las cuales, resuelven parcialmente las necesidades del habitar urbano, pero incluyen altas dosis de violencia representadas en ámbitos como la aglomeración propietaria. Esta puesta en marcha del capital inmobiliario sin control ha generado un sinnúmero de conflictos basados, principalmente, en el sobre-poblamiento de las ciudades y la ocupación empresarial del espacio público, haciendo de la calle una vitrina para el empleo informal e ilegal.

Es así como la invitación a pensar el conflicto sugiere un giro para interrogarlo positivamente, ya que no se trata de sembrar pesimismos, pero tampoco de caer en la tentación de la ingenuidad. Se trata entonces de interpelar los escenarios del antes, del ahora y del después del conflicto armado.

Aunque el conflicto es una condición de la vida y la paz perpetua es un fin anhelado por el imaginario social y por quienes han sufrido los estragos de la guerra, es igualmente cierto que en el historial de las distintas sociedades humanas el conflicto, más que la guerra y la controversia, más que la paz, son los actos que mantienen la estabilidad creativa y duradera de los pueblos.

Los artículos que recoge este dossier de la Revista presentan un amplio espectro de consideraciones reflexivas, de crítica, interpretación y análisis de problemas asociados o derivados del conflicto.

Dr. Fabián Adolfo Bethoven Zuleta-Ruiz
fazuleta@unal.edu.co

Dr. Luis Fernando González-Escobar
lfgonzal@unal.edu.co

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