SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.31 número1¿Es posible vivir juntos? Conflictos por la vivienda en el Gran SantiagoIntegración social en el entorno construido: un abordaje desde Quito índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Bitácora Urbano Territorial

versión impresa ISSN 0124-7913versión On-line ISSN 2027-145X

Bitácora Urbano Territorial vol.31 no.1 Bogotá ene./abr. 2021  Epub 15-Jun-2021

https://doi.org/10.15446/bitacora.v31n1.87789 

Dossier central

Convivencia y conflictos en barrios de ingresos mixtos [1]

Coexistence and conflicts in mixed income neighbourhoods

Coexistência e conflitos em bairros de renda mista

Coexistence et conflits dans les quartiers à revenu mixte

Luis Vergara1 

1Universidad de La Frontera Departamento de Ciencias Sociales luis.vergara@ufrontera.cl https://orcid.org/0000-0001-6436-0273


Resumen

La mixtura social y el clasismo parecen ser procesos antagónicos que limitan el desarrollo de una ciudad socioeconómicamente heterogénea. Este artículo busca entender cómo se configura la convivencia al interior de los vecindarios de ingresos mixtos, focalizando su mirada en dos barrios de Integración Social en Chile. Sobre la base de entrevistas semiestruturadas, los resultados muestran la importancia de las diferencias de clase y la aspiración de movilidad social en las disputas entre residentes. No obstante el clasismo, la convivencia en estos lugares se mantiene estable por una serie de mecanismos sociales y espaciales, entre los que cuenta la escasa sociabilidad, una definición común de buen vecino y modelos de distribución socioeconómica interna que minimizan las diferencias. Se concluye analizando la fragilidad que adquiere la convivencia de estas comunidades de extraños en contextos de crisis.

Palabras clave: segregación; integración social; sociabilización; diversidad; barrio

Abstract

The social mix and classism seems to be antagonistic processes that limit the development of a socio-economically heterogeneous city. This article seeks to understand the way in which coexistence within mixed-income neighbourhoods is configured, focusing on two neighbourhoods of Social Integration in Chile. Based on semi-structured interviews, the results show the importance of class differences and the aspiration for social mobility in disputes between residents. Notwithstanding classism, coexistence in these places is stable due to a series of social and spatial mechanisms, including low sociability, a common definition of a good neighbour and internal socioeconomic distribution models which minimize differences. It concludes by analysing the fragility that coexistence of these strange communities acquires in crisis contexts.

Keywords: segregation; social integration; socialization; diversity; neighbourhood

Resumo

A mistura social e o classismo parecem ser processos antagônicos que limitam o desenvolvimento de uma cidade socioeconómica heterogênea. Este artigo procura entender como a coexistência é configurada em bairros de renda mista, com foco em dois bairros da Integração Social no Chile. Com base em entrevistas semiestruturadas, os resultados mostram a importância das diferenças de classe e a aspiração à mobilidade social nas disputas entre os residentes. Não obstante o classismo, a coexistência nesses locais é estável devido a uma série de mecanismos sociais e espaciais, entre os quais a baixa socialidade, uma definição comum de um bom vizinho e modelos de distribuição socioeconómica interna que minimizam as diferenças. Conclui analisando a fragilidade que a coexistência dessas comunidades de estranhos adquire em contextos de crise.

Palavras-chave: segregação; integração social; sociabilização; diversidade; bairro

Résumé

La mixité sociale et le classisme semblent être des processus antagonistes qui limitent le développement d'une ville so-cio-économiquement hétérogène. Cet article cherche à comprendre la manière dont la coexistence au sein des quartiers à revenus mixtes est configurée, en se concentrant sur deux quartiers d'intégration sociale au Chili. Sur la base d'entretiens semi-structurés, les résultats montrent l'importance des différences de classe et de l'aspiration à la mobilité sociale dans les conflits entre résidents. Malgré le classisme, la coexistence dans ces lieux est stable en raison d'une série de mécanismes sociaux et spatiaux, y compris une faible sociabilité, une définition commune d'un bon voisin et des modèles de distribution socio-économique internes qui minimisent les différences. Il conclut en analysant la fragilité que la coexistence de ces étranges communautés acquiert dans des contextes de crise.

Mots-clés: ségrégation; intégration sociale; socialisation; diversité; quartier

En un contexto marcado, por un lado, por el ascenso de la mixtura social como política de construcción de barrios y, por otro lado, por los problemas clasistas que suelen arremeter en la sociedad chilena, este artículo busca entender cómo se configura la convivencia al interior de los vecindarios de ingresos mixtos.

Introducción

En julio de 2018, el clasismo se tomó la opinión pública chilena. La oposición de antiguos residentes de un área afluente en Las Condes - distrito de altos ingresos de Santiago- a la construcción de viviendas para familias ingreso bajo en el lugar, puso la discriminación de los pobres en el centro del debate. En numerosas columnas de opinión de la época se planteó que las políticas a favor de la mezcla social del espacio enfrentaban como principal obstáculo el clasismo, entendido como una actitud de discriminación hacia quienes se perciben de una clase social más baja (Contardo, 2018; Vergara y Sabatini, 2018). Desde esta perspectiva, iniciativas de mezcla social no tendrían buenos resultados, más bien, primaría en aquellos lugares, el conflicto clasista.

No obstante y a pesar de lo polémico e indignante que resultaron las protestas en un sector de Las Condes, la mixtura social, entendida como diversidad socioeconómica, se ha convertido en el pilar de discusión pública sobre el desarrollo urbano, no sólo chileno, sino también latinoamericano (Murray et al., 2015; Álvarez, 2016; Vergara, 2019). En el caso específico de Chile, los problemas de segregación incentivaron que el Estado diseñara en 2007 un modelo habitacional que promovía activamente la mezcla socioeconómica del espacio, a través de los llamados Proyectos de Integración Social (en adelante PIS). A pesar de que el marco regulatorio de aquellas iniciativas ha cambiado en los últimos años, se ha consolidado como una de las principales áreas de acción del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (en adelante MINVU), concentrando hoy cerca del 30% del presupuesto de la cartera.

En un contexto marcado, por un lado, por el ascenso de la mixtura social como política de construcción de barrios y, por otro lado, por los problemas clasistas que suelen arremeter en la sociedad chilena, este artículo busca entender cómo se configura la convivencia al interior de los vecindarios de ingresos mixtos. Esto es particularmente relevante, a la luz de investigaciones previas que han mostrado que en los Proyectos de Integración Social (PIS) no hay grandes conflictos clasistas (Sabatini et al., 2013; Centro de Estudios Públicos, 2017; Sabatini y Vergara, 2019), por lo que este artículo ayuda a entender aquello que ocurre, enfatizando en cómo las dinámicas y características sociales y espaciales que poseen estos barrios, ayudan a promover convivencias equilibradas.

Convivencia en barrios y áreas de ingreso mixtos

La manera en que ocurre la convivencia y sociabilidad en barrios de ingresos mixtos ha sido un tema de investigación relevante durante las últimas décadas en Latinoamérica. La ruptura del patrón tradicional de segregación (Sabatini et al., 2001) impulsó una serie de investigaciones que comenzaron a analizar el contacto social entre familias de diferente condición socioeconómica que habitan en proximidad. Con respecto a estos trabajos, el foco ha estado puesto sobre vecindarios periféricos que son colonizados por clase media alta y alta, especialmente a través de condominios cerrados. Las conclusiones y evidencias levantadas por estos trabajos ha sido similar: en aquellos barrios la sociabilidad entre familias de diferente clase social suele no ocurrir, y cuando lo hace, se remite exclusivamente a planos funcionales (Salcedo y Torres, 2004; Sabatini y Salcedo, 2007; Márquez y Pérez, 2008; Rasse, 2015). Algunos trabajos han situado al clasismo como el factor determinante que explicaba la ausencia de relaciones sociales. En esta línea, por ejemplo, Ruiz-Tagle (2016) al examinar los vínculos sociales entre un barrio de clase media-alta localizado en un entorno popular concluye que allí "se observa la existencia de una sola comunidad: la clase baja establecida y cohesionada, la cual no se relaciona de manera significativa con la clase medial, debido a las divisiones del clasismo y políticas focalizadas" (p.99). Estos resultados han llevado a sostener que la proximidad espacial no significaba necesariamente relaciones sociales, por cuanto las dimensiones espaciales y subjetivas de la segregación no actúan siempre en una misma dirección (Saravi, 2008; Ruiz-Tagle, 2016).

En la ciudad latinoamericana, el estudio de la gentrificación -proceso de transformación física y recambio socioeconómico de la población (Lees, Slater y Wyly, 2007) - también han entregado evidencia en relación a la convivencia en entornos socioeconómicamente diversos. En tal sentido, se ha hecho énfasis en los problemas de sociabilidad que han surgido en estos lugares, como consecuencia de la inversión inmobiliaria y llegada de nuevos residentes de clase media a barrios empobrecidos (Casgrain y Janoschka, 2013; Matus, 2017). La gentrificación como estrategia de mixtura social suele estar acompañada de una división per se entre los antiguos y nuevos habitantes, división que tiene a sus diferencias de clase y estilo de vida como uno de los diferenciadores centrales. Las luchas clasistas que ocurren al interior de estos vecindarios hacen que los nuevos residentes impongan una forma de vivir y ocupar el lugar que entra en conflicto con las prácticas de los habitantes antiguos. Así, la sociabilidad se fragmenta y, paralelamente, los nuevos habitantes dotados de mayor capital económico, cultural y político, avanzan en estigmatizar simbólicamente a los antiguos residentes (Janoschka, 2016). Ahora bien, aunque extraño, eventualmente se han identificado también alianzas clasistas que ocurren cuando barrios ya gentrificados se oponen a nuevas transformaciones del lugar, como documentaron Angelcos y Méndez (2017).

Frente a las divisiones clasistas observadas en áreas de ingreso mixto derivadas de la colonización periférica de condominios y procesos de gentrificación, la incipiente investigación sobre mixtura social producida por políticas habitacionales muestra un panorama de similitudes y diferencias. Similitudes, por cuanto se ha observado que en estos vecindarios la sociabilidad tiende a ser muy superficial, lo que podría ser el reflejo de las actitudes clasistas de la sociedad chilena (Maturana, Vergara y Romano, 2016; Maturana y Horne, 2016). Sin embargo, también se han mostrado diferencias en relación a los conflictos que allí ocurren. En efecto, se ha dicho que en estos barrios los conflictos suelen ocurrir especialmente por temas cotidianos, pero no implican divisiones de clase. Así, por ejemplo, lo ha hecho notar el Centro de Estudios Públicos UC (2017) que sostiene que en estos barrios "cuando existe rechazo o censura a los vecinos, no es por su nivel de ingresos o su origen social, sino por su estilo de vida, hábitos y costumbres" (p. 23). Sin embargo, si entendemos que los estilos de vida son el reflejo de las posiciones sociales y diferencias de clase (Méndez, 2008), los conflictos que se evidencian en estos vecindarios podrían ser interpretados como consecuencia de las diferencias socioeconómica que albergan. Con todo, y a pesar de algunos conflictos y la poca sociabilidad del lugar, la convivencia en estos lugares parece estable (Sabatini y Vergara, 2018), lo que termina resultando paradigmático a luz de los resultados de investigaciones previas en otros barrios de mixtura social. Cabe preguntarse entonces, ¿cómo es que la convivencia se mantiene estable en un barrio socioeconómicamente diverso? La hipótesis sostenida aquí es que aquello ocurre dada las características sociales y espaciales que poseen los PIS.

Casos de estudio y estrategia metodológica

Chile se ha destacado en el concierto internacional por poseer una política de vivienda cuantitavamente exitosa, pero con importantes déficits cualitativos. El éxito del modelo de producción habitacional chileno y la masividad en la producción de vivienda en el marco de una ciudad neoliberal generó severos procesos de segregación de la pobreza, concentrándola allí donde el precio de suelo era más bajo (Hidalgo, Borsdorf, Zunino y Álvarez, 2007). Esto motivó que en 2007 se introdujera un cambio en el modelo habitacional local, permitiendo la mezcla de subsidios habitacionales dirigidos hacia familias de distinta condición socioeconómica en un mismo vecindario, entregándose además la oportunidad de que las empresas constructoras de aquellos lugares incorporaran vivienda de venta directa (sin subsidio) para familias con una mejor situación socioeconómica. Esto dio como resultado los llamados Proyectos de Integración Social (PIS), que han acabado por afincarse de forma permanente como una política estatal, dado que han funcionado bien como negocio inmobiliario (Sabatini et al., 2013; Hidalgo, Paulsen y Santana, 2016; Ruiz-Tagle y Romano, 2019), pero además porque forman parte de los objetivos estratégicos establecidos en el encuentro hábitat III de 2016.

Fuente: archivo del autor, 2018 y Street View.

Figura 1 Tipologías de viviendas en los PIS. Arriba JV, abajo SA. 

Esta investigación empleó como casos de estudio dos PIS construidos en Santiago de Chile: San Alberto de Casas Viejas y Juvencio Valle (en adelante SA y JV respectivamente). Se trata de los primeros PIS construidos en Santiago -la variable de tiempo es importante en la formación de la comunidad- y ambos están localizados en la periferia sur de la ciudad pero rodeados de entornos disímiles. Mientras SA está en un sector de expansión urbana y de alta plusvalía, JV se ubica en un área consolidada con varios equipamientos urbanos próximos pero en un área socioeconómicamente homogénea de la ciudad que concentra grandes conjuntos de vivienda social. En relación a la distribución espacial de la mixtura social del lugar, hay que decir que mientras JV presenta un modelo de distribución interna de las viviendas que la literatura internacional ha llamado de pimienta: lo que significa que las viviendas para diferentes clases sociales se distribuyen integradamente y, una al lado de la otra, dentro de la trama urbana del lugar, sin diferencias de fachada (Kearns et al., 2013); SA adopta más bien un modelo de microsegregación pero de pequeña escala: hay una esquina con vivienda para familias pobres y en la siguiente esquina de viviendas de una estándar más alto, con mínimas diferencias de fachada y composición de la techumbre. Asimismo, los dos vecindarios tienen una mezcla social concentrada en grupos de clase media emergente y baja, a pesar de que en SA hay una mayor presencia de grupos de clase media consolidada.

En ambos vecindarios se aplicó una entrevista semiestructurada que abordó diferentes tópicos como el contacto entre residentes, los conflictos, satisfacción social con los vecinos, la participación social y las distinciones espaciales. Cada entrevista duró cerca de 50-55 minutos y fue grabada y transcrita, siendo sus datos analizados a través de una codificación abierta por cada variable bajo examen con el software ATLAS.ti. Todas las entrevistas fueron realizadas en viviendas localizadas en los barrios o bien en las sedes vecinales con las que estos lugares contaban. La entrevista fue aplicada a 32 residentes de los PIS y de diferente condición socioeconómica.

"Conflictos aspiracionales": distinciones sociales al interior de barrios de ingresos mixtos

Las conversaciones sostenidas a través de entrevistas mostraron que al interior de los PIS los conflictos entre residentes son parte de la convivencia del lugar. De hecho, hubo mención a conflictos derivados de la música fuerte, la basura, los perros callejeros, colgar ropa en antejardines, etc., disputas que también han sido identificadas por el estudio del Centro de Estudios Públicos (2017) y que han sido catalogadas como disputas "cotidianas". Sin embargo, en esta investigación se registró que estos conflictos tienen una conexión estrecha con las diferencias socioeconómicas que conviven en estos vecindarios. Cuando los conflictos de SA y JV tienen una dimensión cotidiana, aquellos están permeados por las aspiraciones de movilidad social que tienen los residentes y que suelen estigmatizar a los grupos de bajos ingresos. Aquí es donde emergen los aquí llamados conflictos aspiracionales, que articulan la vida cotidiana con las diferencias de clase y que surgen de la necesidad de consolidar, identitariamente, procesos de movilidad social hacia la clase media que expresan los residentes de estos lugares.

En JV el principal conflicto aspiracional no ocurre entre los residentes del lugar, sino que más bien entre estos y los que habitan en el entorno. JV se inserta en un entorno urbano con altos niveles de inseguridad y pobreza y a partir de aquello se dibuja una distinción simbólica entre los habitantes del barrio y los del entorno. Este límite simbólico ha tenido una expresión material en la instalación de rejas que interrumpen el libre tránsito entre el barrio y las calles que lo rodean. De hecho, el barrio ha sido completamente enrejado por sus propios habitantes y aquellos accesos se cierran durante la noche con la finalidad de controlar el ingreso de personas que habitan alrededor del lugar. Esa desafiliación simbólica, se mezcla con un sentido de pertenencia al barrio que es importante, dando lugar a lo que Watt (2009) ha denominado como pertenencia selectiva: un territorio que combina apego al barrio y desafiliación simbólica del entorno al mismo.

En SA se lograron identificar dos principales conflictos aspiracionales. El primero también estuvo asociado a la instalación de rejas en pasajes que cerraban el acceso a plazas interiores. Si bien estas plazas fueron planificadas para uso universal, hoy han sido apropiadas por los residentes que viven en sus alrededores. La seguridad fue un tema recurrente para justificar la instalación de las rejas, sin embargo, varios entrevistados declararon también que la reja fue instalada como una estrategia para producir estatus, convirtiendo al barrio en un condominio cerrado. El segundo conflicto se vinculó a la participación que, como Maturana y Horne (2016) apuntaron previamente, es prácticamente inexistente en ese barrio. Según lo recogido en las entrevistas, aquello ocurre porque la mayoría de los residentes interpretan que la participación no es un mecanismo útil para ascender socialmente, para ello es más efectivo el esfuerzo individual. Incluso, para algunos sujetos autodefinidos como clase media, la participación es una práctica propia de los pobres del lugar y hacerlo puede afectar la imagen social de algunos residentes. Así lo expresan Héctor y Andrea, ambos residentes de SA:

Entrevistador (en adelante E): ¿Qué te gusta de tu barrio? Respuesta (en adelante R): "que es muy tranquilo, en realidad parece un condominio (...) Imagínate tenemos portón eléctrico. El portón te da otro caché. E: ¿En qué sentido el portón le da otro caché al barrio? R: tienes que abrirlo con el teléfono, que no es cualquier cosa (...) es como más exclusivo. Entonces eso le da el parecido al condominio. (Héctor, SA).

La clase más baja participa generalmente y los otros (clase media) son más individuales. (...) Porque está estereotipado que los grupos que participan son de clase baja y hay personas que no quieren ser confundidos con la clase baja (Andrea, SA)

Las palabras de Héctor y Andrea dan cuenta de la dimensión de clase que está envuelta en estos conflictos que a primera vista parecen sólo cotidianos. Ambos conflictos se producen por la búsqueda de status y diferenciación social de parte de un grupo de residentes. Estos conflictos aspiracionales son expresiones de lo que abstractamente denominamos clasismo y pueden ser interpretadas a partir de lo que Sabatini et al., (2013) han llamado adolescencia urbana: como consecuencias de acciones que buscan consolidar una identidad de clase media con base a la exclusión de otros. Ahora bien, esta lógica no sólo subyace en los conflictos enunciados, sino que también en otros que previamente han sido leídos por el informe del Centro de Políticas Públicas (2017) como cotidianos, por ejemplo escuchar música fuerte, hacer fiestas en la calle, colgar ropa en jardines, etc. Según lo que se registró en ambos vecindarios aquellos conflictos marcan distinciones sociales. Por un lado, aparecen quienes escuchan música fuerte, beben o consumen drogas en la calle, no limpian sus veredas, no cuidan sus casas ni mascotas, discuten en cualquier lugar, etc. Y, por otro lado, están quienes evitan discutir, responden adecuadamente, hablan de otra forma, se visten bien y no ocupan espacios públicos para actos ilegales. Una entrevista que reside en JV lo expresó claramente:

R: Mire, la clase media normal es como nosotros, no mal hablados, no le digo que andamos bien vestidos, pero andamos limpios. La clase media picante es como el chigüa, el que anda con el garabato a flor de piel, el que se saca la polera, el que se cree choro. Esos para mi son los picantes, aunque no vivan mal, aunque no vivan mal (Elisa, JV).

El comportamiento público marca una distinción fuerte en el lugar, entre lo que los residentes denominan clase media normal y clase media picante. Dicha distinción se origina a partir de los códigos morales de conducta que la población identifica al interior del barrio, dando lugar a más distinciones, como la de los flaites y la gente de esfuerzo que también ha sido identificada en otros trabajos (Lunecke, 2016). Las distinciones de conducta suelen tener incluso una expresión clasista, por ejemplo, algunos de los entrevistados relacionaron la clase media picante con personas en condición de pobreza o que provenían de campamentos o barrios periféricos.

Estos resultados confirman que para algunas personas los procesos de distinción social se construyen sobre complejas relaciones entre aspectos valóricos y de clase (Méndez, 2008; Lunecke, 2016). Por lo que los conflictos en los PIS no pueden ser sólo conceptualizados como conflictos cotidianos. Incluso, al interior de los PIS se observa un proceso de estigmatización de la clase baja que deriva en cierta actitud aporofóbi-ca hacia ellos (Cortina, 2017). Por cuanto para algunos residentes son los pobres quienes despliegan prácticas de 'mal vecino'.

La autorregulación de la comunidad al interior de los PIS: una mirada socioespacial

La sección anterior dio cuenta de la existencia de distinciones clasistas al interior de los PIS, sin embargo, hay que poner estos conflictos en contexto. En los PIS estudiados estas disputas se mantienen relativamente ausentes de la cotidianeidad, aflorando de manera esporádica y sin poner en riesgo la estabilidad de la convivencia (Sabatini y Vergara, 2018). La pregunta que viene entonces de cajón: ¿cómo es que las comunidades de barrio mantienen cierto control sobre este tipo de conflictos? Las entrevistas permitieron identificar diferentes mecanismos socioespaciales que operan controlando la escalada de los conflictos aspiracionales.

Mecanismos sociales: extrañeza, 'buen vecino' y la colonización simbólica de la 'clase media normal'

El primer mecanismo que mantiene la estabilidad del lugar es la falta de contacto y la existencia de una definición común de lo que significa ser un buen vecino. Tanto en JV como en SA, los entrevistados declararon que la relación entre ellos generalmente no pasa del saludo cordial y los contactos esporádicos. La mayoría de las relaciones sociales se circunscriben a los vecinos de proximidad y son escasos los entrevistados que tienen relaciones familiares, de amistad y laborales en el mismo vecindario. Por lo que, al interior de estos barrios, existe una relación cordial entre vecinos, pero sin vínculo emocional. Por esta razón es que los coterráneos son considerados como extraños, es decir, como sujetos desconocidos y con los cuales no se establecen relaciones sociales profundas. Esta condición de extrañeza no es quebrada necesariamente por la participación social. Aunque los dirigentes conocen a más vecinos, la relación entre ellos no avanza necesariamente hacia vínculos de amistad. Esto se evidencia en la siguiente intervención.

E: ¿Cómo describirías tú la relación que hay entre los vecinos del barrio? R: Ahí nomás. La gente se saluda de cortesía (...) yo salgo [a la calle], está el vecino... "hola vecino", "hola vecina", y la relación no pasa de ahí. Con el vecino de allá también y con todos. Y yo lo veo en todas las casas igual. Todos nos saludamos, pero la relación no pasa de ahí (Carolina, SA).

El poco contacto entre vecinos y la condición de extrañeza en las relaciones sociales intrabarrio ha sido también uno de los resultados obtenidos por Maturana y Horne (2016) en su trabajo referido a SA, como asimismo estudios extranjeros que han evaluado la efectividad de políticas de mixtura social (Chaskin y Joseph, 2013; Van Gent, Boterman y Van Grondelle, 2016). Los resultados de esta investigación confirman aquellos hallazgos, sin embargo, cabe preguntarse sí este panorama es necesariamente un revés para la construcción de comunidad. Esto es válido, ya que como ha planteado Morgan (2009), la extrañeza no parece ser una condición aislada, sino que es preponderante tanto en barrios mixtos como en lugares socioeconómicamente homogéneos. Contrario al ideal del barrio cohesionado donde todos interactúan, la mayoría de los residentes entrevistados sostienen que les acomoda tener una relación basada en la extrañeza y mutua lejanía. En efecto, en ambos PIS existe satisfacción respecto a la forma en que se desarrolla el vínculo social, especialmente porque el poco contacto permite conocer lo justo y necesario de los vecinos. Aquella indiferencia establece un límite imaginario que impide que las personas con las que se cohabita se entrometan en aspectos de la vida privada. Se puede aducir así, que la extrañeza se vuelve un mecanismo fundamental para mantener las relaciones sociales dentro del barrio en una forma balanceada, evitando a la vez los conflictos que puedan emerger desde relaciones más cercanas. De hecho, la falta de contacto al interior del barrio fue relacionada ampliamente en ambos vecindarios a la condición de ser un buen vecino. Pero, ¿qué significa ser buen vecino? Así lo definieron dos residentes de los PIS:

R: Para mi significa apoyarse como vecinos, no solamente que "hola vecino". No se, tener comunicación, hacer cosas juntos, en común y ayudar, en el sentido de: "vecino, sabe, que me falta esto";" aquí hay vecino" (...) "vecina Celeste, me presta otra cosita" y así nos llevamos. Con la vecina de acá es igual, y son todos buen vecinos, todos buenos. (María José, JV).

R: "Amigos no, porque no visito sus casas, ni voy a tomar tecito, ni voy a un asado a su casa, sino que una relación de un buen vecino nomás. Así como cada uno por su lado. Así como "Hola vecino, ¿cómo está?, ¿tiene un desatornillador que me preste?, y eso. (Ana María, SA).

El buen vecino es una persona con la cual se mantiene una relación próxima y lejana a la vez. La proximidad no está soportada solo en términos espaciales, sino que por una disposición permanente a ayudar a los coterráneos cuando ellos lo requieran. De ahí el énfasis que los citados entrevistados hacen respecto a que los buenos vecinos son aquellos que ayudan a solucionar problemas. Sin embargo, en el otro polo, el buen vecino está marcado también por la lejanía, la cual está dada por el respecto de la privacidad. En este contexto, los rumores que emergen de relaciones más cercanas, como también el exceso de lejanía representado en quienes no saludan ni interactúan con sus vecinos, son entendidos como prácticas abiertamente molestas e incluso interpretadas como arribistas y siúticas en el último caso. Pero más allá de estas prácticas particulares, parece haber una convergencia al interior de los PIS respecto a lo que significa el buen vecino y también un respeto a los principios de proximidad y distancia que este implica, cuestión que es transversal a las diferencias de clase existentes en los casos analizados. La definición común de lo que es el buen vecino, al igual que la extrañeza, son mecanismos elementales en el mantenimiento de la convivencia al interior del barrio.

La idea de buen vecino se ha ido construyendo también a partir de las distinciones sociales y conflictos aspiracionales de los vecindarios. Desde esta relación, emerge un tercer mecanismo de regulación de los conflictos que está basado en la colonización del modo de habitar de lo que en la sección anterior fue llamado clase media normal. En estricto rigor, el buen vecino es definido como una persona de clase media normal, con una forma de comportamiento y habitar específico, y que se ha ido expandiendo en los vecindarios desde la llegada de sus habitantes. Algunos entrevistados -especialmente de SA- objetivamente calificados como clase media consolidada, manifestaron que en un comienzo la diversidad socioeconómica de los PIS significó el arribo de diferentes estilos de vida, lo que produjo algunos conflictos. Pero aquellos conflictos hoy casi no ocurren, dado que la diversidad de estilos de vida comenzó a acomodarse espontáneamente, con lo cual se converge hacia una idea común de buen vecino. Según relatan los entrevistados, aquel acomodo involucró mayoritariamente a vecinos provenientes de campamentos, quienes modificaron sus conductas, por ejemplo, en el uso del espacio público. Aquel cambio de conducta no se produjo a partir de códigos explícitos o imposición de normas, sino que más bien por mecanismos tácitos como la mirada, lo que denota el carácter simbólico de este proceso. Esta colonización de conductas y convergencia común hacia el buen vecino de clase media normal muestra el carácter simbólico e indirecto con el que suele actuar el clasismo al interior de barrios de ingresos diversos, lo que ha sido interpretado por otros estudios incluso como un intento de integración forzada (Chaskin y Joseph, 2013). A pesar de lo crítico que resulta este punto, la convergencia hacia una definición común de buen vecino derivada de la colonización de la forma de habitar de la clase media normal, parece operar como un mecanismo que controla el surgimiento de conflictos clasistas explícitos al interior de los PIS.

Mecanismos espaciales: las ampliaciones y la distribución espacial del barrio

Uno de los aspectos que la literatura ha identificado como crítico para las distinciones sociales al interior de barrios de ingresos mixtos es la manera en que la diversidad socioeconómica se distribuye espacialmente al interior. Las diferencias de fachada o distribuciones segregadas refuerzan las distinciones sociales, con lo cual se fractura la comunidad por clase social (Kearns et al., 2013). En tal sentido, JV sigue un modelo de distribución de pimienta en el cual todas las viviendas están mezcladas y las diferencias de fachada son imperceptibles, por cuanto estas se encuentran más bien hacia el interior de la vivienda. En SA, en cambio, hay un modelo de distribución de micro segregación con fachadas diferenciadas, que en todo caso, mezcla dentro de una misma manzana a viviendas para familias de diferente condición socioeconómica. Además de la fachada, los techos de las viviendas son de diferente material, con zinc para viviendas adquiridas con Fondo solidario de Vivienda (subsidio para familias de bajos ingresos) y, con teja asfáltica, las viviendas de clase media y venta directa.

Según muestran los resultados, es cierto que las diferencias per se en la fachada de las viviendas pueden dar señales de la situación económica objetiva de las personas, no obstante, estas no se traducen necesariamente en distinciones sociales internas. Así lo expresa una residente de SA:

R: Yo he tratado de cómo ir viendo... ¿me pregunto si serán solo los de las casas de zinc los que son como más cochinos? ¿Los que tienen más falta de educación? en algunos casos si... pero no en todos. O sea, yo igual veo a gente que ensucia, que estaciona arriba en la vereda, que se cruza arriba de las ciclovías... y son de estas casas (con tejas) (Carolina, SA).

La cita previa resalta la importancia de los códigos de conducta en las distinciones sociales del lugar. Los límites de las distinciones no se definen siempre por la forma de la casa, por ejemplo, si el techo tiene teja asfáltica o de zinc, sino que más bien, y como también ha sostenido Ariztía (2009) en un estudio previo, por lo ordenado/desordenado que está el frontis de la casa. Las distinciones internas guardan una relación muy estrecha con cómo es que las viviendas dan cuenta del espíritu de superación que poseen las familias del lugar, lo que como se comentó, es central en la definición del buen vecino. Esto tiene una expresión concreta a través de las ampliaciones y los mejoramientos físicos de las viviendas:

R: Si tú te fijas en esta casa, esta casa no es básica cachai, es básica entre comillas, porque el subsidio es básico [Fondo Solidario de Vivienda] y todo, pero esta casa está ampliada entera. Lo mínimo que puedes hacer por una casa básica es arreglarla, porque no estay pagando dividendo, no estay. Alguna gente no tiene ese concepto, la gente se queda pegada en la pobreza en seguir viviendo como toda la vida han vivido teniendo posibilidades de poder surgir, bueno, eso te lo da el trabajo (Paula, SA).

Así pues, parece que quien no arregla su casa podría ser visto como una persona que no es esforzada y no adscribe dentro de lo que los residentes llaman buen vecino. Sin embargo, tanto en SA como en JV la mayoría de las personas han modificado físicamente sus viviendas. De hecho, el ampliar el hogar es una práctica bastante generalizada en los barrios chilenos y, como ha sostenido Ariztía (2009), a la vez que también lo confirma esta investigación, dicha acción no tendría sólo un sentido espacial (conseguir más espacio), sino que también su sentido cultural: remarcar frente a los residentes los valores de trabajo, esfuerzo y el deseo por ser mejores.

Es cierto que la estética de las casas depende de la posición social de las personas. La posibilidad de hacer o no una ampliación no está brindada solo por las ganas, sino también, objetivamente supeditada, a la posibilidad de invertir en compra de materiales, contratación de servicios, etc. Por eso es que, en un barrio de ingresos mixtos, no todas las familias tienen esas capacidades. Sin embargo, la forma en que se han distribuido las viviendas dentro de ambos vecindarios parece clave. El hecho de que estas sigan un modelo de micro segregación en SA y no tengan diferencias exteriores en JV, ha permitido que ciertas áreas internas de los barrios no sean estigmatizadas, como ocurre en modelos de distribución interna segregados como el documentado por Maturana, Vergara y Romano (2016) en un PIS de otra ciudad chilena. En un rápido recorrido por ambos lugares es posible notar algunas diferencias en la estéticas de las viviendas, sin embargo, más allá de eso no hay un área específica del barrio que las concentre. El modelo de distribución integrado parece ser más efectivo evitando la exclusión social de familias más vulnerables que no tengan capacidad económica para arreglar la casa, en un contexto cultural donde esta práctica adquiere relevancia social.

Conclusiones

Este artículo expresa cómo se buscó entender cómo se configura la convivencia al interior de los vecindarios de ingresos mixtos, poniendo el foco en cómo se producen las distinciones sociales en su interior y cómo estas divisiones se controlan por la comunidad. En tal sentido, los resultados mostraron que las distinciones sociales tienen un componente de clase que se expresa a través de los estilos de vida y pautas de conductas, dando lugar a los llamados conflictos aspiracionales, lo que hace sostener -a diferencia de lo planteado por el Centro de Estudios Públicos UC (2017) - que los conflictos no sólo solo cotidianos, sino que tienen también una dimensión clasista. Sin embargo, estos conflictos no escalan dentro de los barrios de ingresos mixtos porque en ellos operan factores sociales, como la falta de contacto, una concepción común y colonización de las prácticas asociadas al buen vecino; y factores espaciales, como las formas de distribución no segregadas que siguen los barrios, y que logran controlan los potenciales peligros que conllevan los conflictos aspiracionales.

Miradas bajo la óptica del buen vecino, las políticas de vivienda pro mixtura social, aun cuando no promuevan la sociabilidad, no necesariamente deben ser entendidas como un fracaso. La extrañeza probablemente limita los llamados "efectos de barrio" en el largo plazo -lo que es parte de los fundamentos teóricos de estas políticas habitacionales. Sin embargo, esta misma condición colabora manteniendo el orden en comunidades de barrio, de ahí que sea una práctica socialmente valorada por los residentes. Incluso, si se extiende el argumento, la lógica del buen vecino explicaría también sociabilidades extrañas pero balanceadas que suelen ser encontradas casi transversalmente dentro de la vida urbana contemporánea (Morgan, 2009). Contrario al ideal comunitario del barrio, lo que parece haber en buena parte de los vecindarios de nuestras ciudades, es la existencia de una "aceptación pragmática del otro" (Mann, 1970), que funciona sobre la base de una extrañeza hacia los coterráneos y que colabora en el control de potenciales conflictos residenciales.

La aceptación pragmática del otro no está exenta de problemas clasistas, de hecho, constituye comunidades de extraños que son frágiles a este tipo de disputas. Como muestran los casos de estudio, las prácticas sociales de barrios de ingreso mixto están permeadas por formas de colonización de conductas y valores que actúan tácitamente. Esta colonización hace converger estilos de vida basados en la importancia simbólica del esfuerzo, lo que es propio del hábitat neoliberal actual. A la vez que esto sirve como mecanismo para mantener la estabilidad social del lugar, esconde bajo ella las diferencias socioeconómicas objetivas que conviven en este tipo de vecindarios y que pueden emerger con fuerza en contextos de crisis, como la desatada por la reciente pandemia. Las crisis en contextos de desigualdad revelan que los estilos de vida no están sólo construidos sobre el esfuerzo, sino que también por el nivel de acceso a los recursos y es allí donde podrían emerger al menos dos reacciones en comunidades de ingreso mixto: disputas clasistas explícitas sobre la base de la exacerbación de las diferencias -como lo ocurrido en Las Condes- o bien una posición de solidaridad, que reconoce y acepta las diferencias socioeconómicas. Con todo, este es un área de investigación que necesita estudiarse con más profundidad, especialmente a la luz del contexto de crisis actual.

A pesar de lo frágil de estas comunidades de extraños, los conflictos aspiracionales y distinciones clasistas pueden controlarse también con modelos espaciales de distribución socioeconómicas integrados. Sin embargo, es necesario también que estas políticas asuman una mirada relacional del territorio, tanto interna como externamente al barrio. Interna porque una mala distribución de los espacios públicos del lugar puede derivar en conflictos clasistas, y externa porque la construcción de la comunidad no sólo depende del barrio, sino que también del entorno urbano en el que se insertan. Esto último imprime un desafío mayor en el financiamiento de este tipo de medidas, las que deben batallar permanentemente contra las tendencias urbanas expulsoras de un mercado de suelos liberalizado. Aquella lucha que no sólo debiera librarse con instrumentos de financiamiento estatales basados en subsidios, como se ha hecho hasta ahora, sino que también aprovechando las plusvalías privadas de la ciudad, como han mostrado experiencias recientes de otras ciudades latinoamericanas.

Bibliografía

ÁLVAREZ, M., (2016). Limits and possibilities of mixing policies: lessons from and for Latin American cities. LIEPP Policy Brief n°25. [ Links ]

ANGELCOS, N., Y MÉNDEZ, M. (2017). Struggles against territorial disqualification: Mobilization for dignified housing and defense of heritage in Santiago. Latin American Perspectives, 44(3), 100112. [ Links ]

ARIZTÍA, T. (2009). Moving home: the everyday making of the Chilean middle class. PhD dissertation. Department of sociology, London School of Economics. [ Links ]

CASGRAIN, A., Y JANOSCHKA, M. (2013). Gentrificación y resistencia en las ciudades latinoamericanas: El ejemplo de Santiago de Chile. Andamios, 10(22), 19-44. [ Links ]

CENTRO DE POLÍTICAS PÚBLICAS UC (2017). Estudios de casos de proyectos de integración social. Recuperado de: https://politicaspublicas.uc.cl/wp-content//uploads/2018/03/20170322_Resumen-ejecutivo_con-portada-1.pdfLinks ]

CHASKIN, R. Y JOSEPH, M. (2013). 'Positive' Gentrification, Social Control and the 'Right to the City' in Mixed-Income Communities: Uses and Expectations of Space and Place. International Journal of Urban and Regional Research, 37(2), 480502. [ Links ]

CONTARDO, O. (2018). Rotonda Atenas. Columna de opinión, La Tercera. 14 julio. Recuperado de: https://www.latercera.com/reportajes/noticia/columna-oscar-contardo-rotonda-atenas/242808/Links ]

CORTINA, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Barcelona: Paidós. [ Links ]

Hidalgo, R., Borsdorf, A., Zunino, H., y Álvarez, L. (2008). Tipologías de expansión metropolitana en Santiago de Chile: precariópolis estatal y privatópolis inmobiliaria. Scripta Nova, 12 (270), 113. [ Links ]

HIDALGO, R., PAULSEN, A., Y SANTANA, D. (2016). El neoliberalismo subsidiario y la búsqueda de justicia e igualdad en el acceso a la vivienda social: el caso de Santiago de Chile (19702015). Andamios, 13(32), 57-81. [ Links ]

JANOSCHKA, M. (2016). Gentrificación, desplazamiento, desposesión: procesos urbanos claves en América Latina. Revista invi, 31(88), 27-71. [ Links ]

KEARNS, A., MCKEE, M. J., SAUTKINA, E. , COX, J., Y BOND, L. (2013). How to mix? Spatial configurations, modes of production and resident perceptions of mixed tenure neighbourhoods. Cities, 35, 397-408. [ Links ]

LEES, L., SLATER, T. Y WYLY, E. (2007). Gentrification . London: Routledge. [ Links ]

LUNECKE, A. (2016). Inseguridad ciudadana y diferenciación social en el nivel microbarrial: el caso del sector Santo Tomás, Santiago de Chile. EURE (Santiago ), 42(125), 109-129. [ Links ]

MANN, M. (1970). The social cohesion of liberal democracy. American Sociological Review, 35(3), 423-439. [ Links ]

MÁRQUEZ, F., Y PÉREZ, F. (2008). Spatial frontiers and neo-communitarian identities in the city: The case of Santiago de Chile. Urban Studies, 45(7), 1461-1483. [ Links ]

MATURANA, B., Y HORNE, R. (2016). Towards socially integrated housing in Chile: assessing conviavility through two key housing projects. Open House International, 41(2). [ Links ]

MATUS, C. (2017). Estilos de vida e imaginarios urbanos en nuevos residentes de Lastarria y Bellas Artes: el barrio patrimonial como escenario de diversidad, distinción y movilidad. EURE (Santiago ), 43(129), 165-186. [ Links ]

MÉNDEZ, M. (2008). Middle class identities in a neoliberal age: tensions between contested authenticities. The Sociological Review, 56(2), 220237. [ Links ]

MORGAN, D. (2009). Acquaintances. The space between Intimates and Stranger. Maidenhead: Open University Press. [ Links ]

MURRAY, C., ABIKO, A., MONETTI, E., Y PONTON, J. P. (2015). Agenda de Investigación para el urbanismo en América Latina. Cuadernos de Vivienda y Urbanismo, 8(16), 226-245. [ Links ]

RASSE, A. (2015). Juntos pero no revueltos: procesos de integración social en fronteras residenciales entre hogares de distinto nivel socioeconómico. Eure, 41(122), 125-143. [ Links ]

RUIZ-TAGLE, J. (2016). La persistencia de la segregación y la desigualdad en barrios socialmente diversos: un estudio de caso en La Florida, Santiago. Eure, 42(125), 81-107. [ Links ]

RUIZ-TAGLE, J., Y ROMANO, S. (2019). Mezcla social e integración urbana: aproximaciones teóricas y discusión del caso chileno. Revista INVI, 34(95), 45-69. [ Links ]

SABATINI, F. Y VERGARA, L. (2018). ¿Apoyo a lugares o apoyo a personas? Dos proyectos chilenos de vivienda socialmente integrada. INVI, 33(94), 9-48. [ Links ]

SABATINI, F., Y SALCEDO, R. (2007). Gated communities and the poor in Santiago, Chile: Functional and symbolic integration in a context of aggressive capitalist colonization of lower-class areas. Housing Policy Debate, 18(3), 577-606. [ Links ]

SABATINI, F., CÁCERES, G., Y CERDA, J. (2001). Segregación residencial en las principales ciudades chilenas: Tendencias de las tres últimas décadas y posibles cursos de acción. Eure, 27(82), 21-42. [ Links ]

SABATINI, F., MORA, M., POLANCO, M., Y BRAIN, I. (2013). Conciliando integración social y negocio inmobiliario: seguimiento de proyectos integrados (PIS) desarrollados por inmobiliarias e implicancias de política. Documento de Trabajo Del Lincoln Institute of Land Policy. Disponible en https://www.lincolninst.edu/sites/default/files/pubfiles/sabatiniwp14fs1sp- full_0.pdfLinks ]

SABATINI, F., SALCEDO., R., GÓMEZ, J., SILVA, R. Y TREBILCOCK, M. (2013C). Microgeografías de la segregación: estigma, xenofobia y adolescencia urbana. En Sabatini, F., Wormald, G., y Rasse, A. Segregación de la vivienda social: ocho conjuntos en Santiago, Concepción y Talca (34-66). Santiago: Colección Estudios Urbanos UC. [ Links ]

SALCEDO, R., Y TORRES, A. (2004). Gated communities in Santiago: wall or frontier? International Journal of urban and regional research, 28(1), 27-44. [ Links ]

SARAVÍ, G. (2008). Mundos aislados: segregación urbana y desigualdad en la ciudad de México. Eure (Santiago ), 34 (103), 93-110. [ Links ]

Van Gent, W., Boterman, W, y Van Grondelle, M. (2016). Surveying the fault lines in social tectonics; Neighbourhood boundaries in a socially-mixed renewal area. Housing, Theory and Society, 33(3), 247-267. [ Links ]

VERGARA, L. (2019). Mixtura y cohesión social de barrio: una aproximación socio-espacial a las nuevas políticas de vivienda de Latinoamérica. Andamios, Revista de Investigación Social, 16(40), 275-298. [ Links ]

Vergara, L. y Sabatini, F. (2018). Rotonda Atenas: entre la integración social y el clasismo. Columna de Opinión. El Mostrador. Recuperado de https://www.elmostrador.d/noticias/opinion/columnas/2018/07/15/rotonda-atenas-entre-la-integracion-social-y-el-clasismo/Links ]

Watt, P. (2009). Living in an oasis: middle-class disaffiliation and selective belonging in an English suburb. Environment and planning A, 41(12), 2874-2892. [ Links ]

[1] Se agradece el apoyo de ANID Chile (ex Conicyt) por el nnanciamiento de esta investigación a través de la beca doctoral n° 21151567.

Cómo citar este artículo: VERGARA, L. (2021). "Convivencia y conflictos en barrios de ingresos mixtos". En: Bitácora Urbano Territorial, 31 (1): 41-52. https://doi.org/10.15446/bitacora.v31n1.87789

Autores

Luis Vergara Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos (PUC, Chile) y Magis-ter en Ciencias Sociales Aplicadas (UFRO, Chile). Ha realizado investigación sobre vivienda, segregación, mixtura social y ciudades no-metropolitanas.

Recibido: 29 de Mayo de 2020; Aprobado: 07 de Julio de 2020

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons