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Bitácora Urbano Territorial

versão impressa ISSN 0124-7913versão On-line ISSN 2027-145X

Bitácora Urbano Territorial vol.31 no.1 Bogotá jan./abr. 2021  Epub 15-Jun-2021

https://doi.org/10.15446/bitacora.v31n1.87802 

Dossier Central

Integración social en el entorno construido: un abordaje desde Quito [1]

Social integration in the built environment: an approach from Quito

Integração social no ambiente construído: uma abordagem de Quito

L'intégration sociale dans l'environnement bâti: une approche de Quito

Cristhian Parrado Rodríguez1 

1Maestro en Estudios Urbanos Grupo FARO crparrador@gmail.com https://orcid.org/0000-0001-7622-2599


Resumen

La literatura sobre integración social supone que determinadas características del entorno construido pueden mediar en la interacción entre grupos sociales distintos. Para ubicarse en este debate, el artículo cuestiona cómo se experimenta socialmente la presencia de barreras y artificios de distanciamiento en áreas de intercambio o mezcla social. Para ello se explora un caso de estudio en el noroccidente de la ciudad de Quito, donde recientemente se generó una alianza intergrupal entre sus residentes para oponerse a un proyecto público de movilidad. Un trabajo de campo de seis meses revela que esta integración alteró la forma en cómo los grupos percibían su entorno a través de sus vínculos sociales. De esta manera, el artículo invita a pensar que los acercamientos sociales y algunas respuestas intergrupales a problemas comunes inciden positivamente en la disminución de las fronteras materiales, aspectos que suelen verse como características rígidas del espacio construido en las áreas de mezcla social.

Palabras clave: comunidad; entorno construido; mezcla social; proximidad espacial

Abstract

The literature on social integration assumes that certain characteristics of the built environment can mediate the interaction between different social groups. To locate itself in this debate, the article questions how the presence of barriers and distancing devices is experienced socially in areas with a social mix. To this end, a case study is explored in the north-western part of the city of Quito, where an inter-group alliance was recently created between its residents to oppose a public mobility project. A six-month fieldwork reveals that this integration altered the way in which groups perceive their environment through their social ties. In this way, the article invites us to think that social approaches and some intergroup responses to common problems positively affect the reduction of material borders, aspects that are usually seen as rigid characteristics of the space built in areas of social mix.

Keywords: community; built environment; social mix; spatial proximity

Resumo

A literatura sobre integração social pressupõe que certas características do ambiente construído possam mediar a interação entre diferentes grupos sociais. Para se localizar nesse debate, o artigo questiona como a presença de barreiras e dispositivos de distanciamento é vivida socialmente em áreas com um mix social. Para esse fim, um estudo de caso é explorado na parte noroeste da cidade de Quito, onde recentemente foi criada uma aliança entre grupos entre seus moradores para se opor a um projeto de mobilidade pública. Um trabalho de campo de seis meses revela que essa integração alterou a maneira como os grupos percebem seu ambiente através de seus laços sociais. Dessa forma, o artigo nos convida a pensar que abordagens sociais e algumas respostas intergrupais a problemas comuns afetam positivamente a redução de fronteiras materiais, aspectos que geralmente são vistos como características rígidas do espaço construído em áreas de mix social.

Palavras-chave: comunidade; ambiente construído; mix social; proximidade espacial

Résumé

La littérature sur l'intégration sociale suppose que certaines caractéristiques de l'environnement bâti peuvent servir d'intermédiaire entre les différents groupes sociaux. Pour se situer dans ce débat, l'article interroge comment la présence de barrières et de dispositifs de distanciation est vécue socialement dans les zones à mixité sociale. Pour ce faire, une étude de cas est explorée dans la partie nord-ouest de la ville de Quito, où une alliance intergroupes a récemment été créée entre ses habitants pour s'opposer à un projet de mobilité publique. Un travail de terrain de six mois révèle que cette intégration a modifié la façon dont les groupes perçoivent leur environnement à travers leurs liens sociaux. De cette façon, l'article nous invite à penser que les approches sociales et certaines réponses intergroupes à des problèmes communs affectent positivement la réduction des frontières matérielles, aspects qui sont généralement considérés comme des caractéristiques rigides de l'espace construit dans les zones de mixité sociale.

Mots-clés: communauté; l'environnement bâti; mixité sociale; proximité spatiale

El término integración social se ha tendido a definir como la configuración multidimensional de vínculos sociales entre grupos diferentes que habitan en una misma área residencial (Ruiz--Tagle, 2016a; Sabatiniy Salcedo, 2007). La literatura supone que esta proximidad entre diferentes grupos incide en la disminución de problemáticas sociales y económicas asociadas a los vecindarios homogéneos (Ruiz-Tagle, 2016a), a la par que puede propiciarla interacción social entre actores diferentes (Rasse, 2015).

Introducción

El término integración social se ha tendido a definir como la configuración multidimensional de vínculos sociales entre grupos diferentes que habitan en una misma área residencial (Ruiz-Tagle, 2016a; Sabatini y Salcedo, 2007). La literatura supone que esta proximidad entre diferentes grupos incide en la disminución de problemáticas sociales y económicas asociadas a los vecindarios homogéneos (Ruiz-Tagle, 2016a), a la par que puede propiciar la interacción social entre actores diferentes (Rasse, 2015) . Asimismo, la literatura presume que las distintas características del entorno construido pueden mediar en esta integración entre los grupos (Amézquita, 2017; Kearns, et al., 2013). Este artículo se ubica analíticamente en esta discusión y cuestiona cómo se experimenta socialmente la presencia de barreras y artificios de distanciamiento en áreas de mezcla social.

Para abordar la experiencia de integración alrededor de estos elementos del paisaje construido, se propone partir del término fronteras materiales. Esto implica considerar que en el espacio de residencia compartida se involucran características físicas, y que estas características determinan las prácticas de sociabilidad que se realizan entre grupos. Algunos estudios consideran que en una escala barrial estos factores físicos se expresan en el diseño de las viviendas (Tersteeg y Pinkster, 2015) o en la distribución de espacios públicos (Maturana, Vergara y Romano, 2016) . Otros resaltan que son las condiciones materiales de la vivienda y las amenidades paisajísticas las que intervienen en la integración social de los grupos (Zhu, et al., 2012). Y también se ha pensado que la integración está influenciada por factores físicos que operan al exterior del lugar, como la distancia de estos barrios respecto de las centralidades urbanas (Vergara, 2019).

En este artículo se busca analizar el entorno construido a través de fronteras materiales; aspectos como muros, cerramientos o dispositivos de vigilancia que tienen una función concreta en el habitar y en la producción de entornos, y que materializan diversas nociones de orden social y físico. Se sostiene que "pensar en la existencia de fronteras implica reconocer que los diferentes grupos sociales no 'viven' separados. Antes bien, generan contactos constantes y producen conflictos" (Di Virgilio y Perelman, 2014: 13).

Así, a partir de argumentos provenientes del urbanismo y la geografía se identifica cómo varios factores condicionan el tipo de interacciones que se generan en la ciudad (Rosenmann, 2017; Amezquita 2017; Higuera, 2016). Cabe mencionar que estos factores han sido poco incluidos en las investigaciones sobre integración social en las ciudades de América Latina. Si bien hay mención de cómo la presencia de barreras físicas (tipo conjunto cerrado) producen procesos de fragmentación espacial y social (Caldeira, 2007; Prévôt-Schapira, 2001) o espacios urbanos insulares (Janoschka, 2002), no existe un análisis más preciso sobre qué tipo de elementos del espacio construido producen escenarios de micro segregación o integración entre grupos socialmente distintos (Tersteeg y Pinkster, 2015).

Sin embargo, hay que resaltar trabajos importantes que posibilitan entender algunos mecanismos de integración a partir del entorno construido. En algunos de ellos se resalta cómo la fachada de las viviendas opera como elemento diferenciador de los grupos, limitando su sociabilidad (Ruiz-Tagle, 2016b). También indican que los factores físicos asociados a la disponibilidad de equipamientos sociales y áreas verdes, o elementos del paisaje que resaltan atributos de belleza, suelen ser más apreciados que la heterogeneidad del barrio por parte de sus residentes (Sabatini, et al., 2012). Otros han evidenciado que aspectos como la satisfacción con respecto a la seguridad, el acceso a servicios y equipamientos de calidad constituyen indicadores del entorno para explorar la relación entre integración y calidad de vida (Vicuña, et al., 2019). Aunque estos estudios resaltan el papel del entorno en el grado de integración y sociabilidad entre los grupos, no profundizan en la agencia de determinadas fronteras materiales y la experiencia de los habitantes.

Para hablar de fronteras la literatura diferencia analíticamente dos tipos: las urbanísticas y las geográficas. Las primeras hacen referencia a la existencia de barreras (muros, por ejemplo) y artificios de distanciamiento (piénsese, por ejemplo, en sistemas de vigilancia) del espacio construido que establecen "fronteras entre los grupos sociales, creando nuevas jerarquías entre ellos y, por lo tanto, organizan explícitamente las diferencias como desigualdad" (Caldeira, 2007: 314). Las segundas hacen alusión a la presencia de barreras naturales en el área residencial; abarcan con ello a las condiciones topográficas del lugar y la existencia de elementos naturales del paisaje como quebradas, ríos, árboles, etc. Ambas fronteras actúan bajo el influjo de discursos y sentimientos de inseguridad que generan procesos de distanciamiento y encerramiento de diferentes grupos sociales (Janoschka, 2002; Prévôt-Schapira, 2001). Asimismo, la coexistencia espacial de otros grupos en una escala reducida puede agravar aún más estas prácticas, mediante el repliegue a espacios confinados y aislados (Ruiz-Tagle, 2016b).

Por ende, y siguiendo a Higuera (2016), la forma en la que se materializan ambas fronteras compromete la existencia y la calidad de las relaciones que se generan en las áreas de intercambio o mezcla social, en la medida que pueden propiciar o reducir su vitalidad. Para objetivos de esta investigación, únicamente se propone un análisis del primer tipo de frontera, es decir, de aquellas que guardan estrecha relación con el entorno construido. Esto puede contribuir al avance de las líneas de análisis de los estudios sobre integración social y urbana (Greene y Arriagada, 2019).

Sobre esta base, el artículo explora un caso de estudio en el noroccidente de la ciudad de Quito, donde recientemente se gestó una alianza intergrupal entre los residentes para rechazar un proyecto público de movilidad. El caso abordado, además de situarse en un área de mezcla social donde conviven hogares de distinta condición económica, ofrece elementos de interés relacionados con el entorno construido y los vínculos sociales que esta alianza suscitó. La hipótesis principal es que esta integración social alteró la forma en como los grupos percibían su entorno, lo cual hizo que las fronteras y barreras físicas que los distanciaban se asumieran como permeables.

Quito y el área del Condado: método y caso

Quito es una ciudad ubicada en la sierra centro de Ecuador. Buena parte del siglo XX estuvo marcada por un orden urbano segregado, que destinó las zonas del norte a las poblaciones más adineradas, a la par que ubicó en el sur a las comunidades de más escasos ingresos (Achig, 1983; Carrión, 1987). Aunque en la literatura local se halla un relativo consenso respecto de este orden urbano, algunos autores identifican escenarios no del todo homogeneos (Kingman, 2006; Santillán, 2015). Determinados procesos a mediados del siglo, como los relacionados con la Reforma Agraria, propiciaron que hogares de distintas condiciones socieconómicas se aproximaran espacialmente en varias áreas internas de la ciudad; pero fue particularmente la lotización de las haciendas la que separó distintos terrenos según las clases sociales (Regalado, 2015): lotes de mejor calidad para clases pudientes, mientras que los de dudosa calidad se obsequiaron a las clases bajas.

La próximidad resultante de este proceso ha sido estudiada desde un visión etnohistórica (Kingman, 2006); solo recientemente, en la literatura local, se ha despertado un interés por los procesos de cercanía espacial entre grupos. El énfasis ha estado en los movimientos residenciales hacia los valles periféricos de la ciudad durante los últimos años, y en lo que ha implicado el arribo de nuevos grupos en estas zonas en términos de convivencia y conflicto (Ron, 2017; Durán, Martí y Mérida, 2016; Bermúdez et al., 2016; López, 2012). También se registran estudios que demuestran la existencia de áreas urbanas y periurbanas con un fuerte componente de heterogeneidad social, donde la estratificación por nivel educativo genera escenarios potenciales de encuentro para los diferentes estratos (Parrado, 2018). Desde un punto de vista urbano estas áreas se emplazan en la zona norte y en el centro-sur, donde grupos de distinta condición socioeconómica viven en un área reducida, compartiendo condiciones semejantes del entorno construido.

En este artículo se analiza un área ubicada al noroccidente de la ciudad, donde hogares de distinta condición socioeconómica se encuentran en confición de proximidad espacial. El área está conformada por el barrio San José del Condado (en adelante solo San José) y la Urbanización el Condado (en adelante solo la Urbanización). De acuerdo con Parrado (2018), en esta área hay altas probabilidades de contacto entre dos o más estratos, según el nivel educativo. Mientras en San José residen hogares de niveles bajo (educación primaria o menos) y medio (entre educación secundaria y ciclo postbachillerato), en la Urbanización se localizan niveles medio-alto y alto (educación superior y postgrado). Escoger esta área como lugar de análisis implicó un diseño de estudio de caso cualitativo (Gerring, 2007), que contempló la aplicación del índice de exposición (Bell 1954) y un trabajo de campo, y ambos métodos dieron cuenta de la variedad poblacional. A esto se sumó el criterio de oportunidad del investigador para interactuar con los residentes a partir de su red de contactos. La figura 1 muestra las áreas potenciales de contacto de Quito (parte izquierda) y el área de estudio con su estratificación por nivel educativo (parte derecha).

Fuente: Elaboración propia con base en Parrado (2018).

Figura 1 Área de estudio 

En San José y la Urbanización se realizó un trabajo de campo durante los primeros seis meses de 2018 y se aplicaron dos instrumentos cualitativos. Por un lado, se realizaron 16 entrevistas semiestructuradas, grupales e individuales, a un total de 33 personas residentes; cada una tuvo una duración promedio de dos horas y generó un diálogo profundo sobre la experiencia de habitar en el área. Se aplicó un muestreo no probabilístico por "bola de nieve", que identificó sujetos potenciales según edad, género, nivel educativo y años de permanencia en el área (Guber, 2008). Por otro lado, se llevaron a cabo diez ejercicios de observación, con una duración aproximada de tres horas cada uno, donde se observaron los espacios de encuentro y el uso del entorno construido. Durante las observaciones se hicieron anotaciones, preguntas y registros fotográficos que detallaron el comportamiento de los actores (Ferro, 2010).

Con estas aclaraciones metodológicas, a continuación, se describen algunos aspectos relevantes del área de estudio. Como se indicó, San José y la Urbanización están integrados por personas de diferentes estratos, que habitan en condición de proximidad espacial. Esta presencia se rastrea desde su conformación a mediados del siglo XX, cuando los terrenos de la Hacienda "El Condado" fueron divididos y entregados a diferentes clases sociales; inicialmente a los estratos bajos, quienes fueron formando al barrio San José, y luego a los estratos altos, que hicieron surgir la Urbanización en 1980 (Torres, 2015). Este proceso de ocupación tuvo lógicas distintas, ya que mientras San José fue construido por la sociedad en terrenos de dudosa calidad, la Urbanización contó con todos los servicios de una planificación previa.

Desde sus primeros años el área estuvo marcada por importantes intervenciones sobre el entorno construido, de las cuales son relevantes tres. Primera: a finales de 1970 se instaló el club deportivo Quito Tenis y Golf Club, con el fin de proporcionar un lugar de entretenimiento a sectores adinerados de la ciudad. Segunda: en la década de 1990 la Urbanización realizó un cerramiento alrededor de su perímetro, que terminó por separarla físicamente de los barrios populares de su alrededor (Narváez, 2018). Tercera y más reciente: en la Urbanización se incrementó la cantidad de viviendas que utilizaban muros o rejas, sistemas de seguridad y videovigilancia como medidas de protección habitacional (Ron, 2012). Estos procesos contribuyeron a configurar barreras en la Urbanización, mediante un cerramiento perimetral y casas reforzadas para el distanciamiento. Además, ambos barrios se separaron por grandes vías (avenida San Francisco de Rumiurco y la Avenida Occidental) para evitar una colindancia.

Ahora bien, esta área tiene una particularidad desde el punto de vista de la sociabilidad, pues los diferentes grupos lograron unirse a partir de su rechazo conjunto al proyecto Quito Cables, una iniciativa de transporte público de tipo teleférico impulsado en el año 2015 por la administración de Mauricio Rodas, alcalde de la ciudad entre 2014 y 2019. Con base en los problemas de movilidad que presentaba el noroccidente de Quito, asociados a congestión vehicular y el embotellamiento en las vías principales, el proyecto planteó la construcción de una línea de teleférico para conectar los barrios altos de esta área con la terminal de transporte del norte de la ciudad; esta línea haría parte del Sistema Integrado de Transporte Metropolitano y presuntamente solucionaría las dificultades de movilidad de la zona. Para la realización del proyecto se contemplaron modificaciones del entorno construido, como la expropiación de 15 lotes en San José y la construcción de tres pilonas o torres en la Urbanización.

Ambos barrios se opusieron a Quito Cables. En un primer momento, la falta de información y socialización del proyecto despertó la oposición de San José. Después, la movilización del barrio aumentó con la propuesta de expropiación de los predios. A medida que avanzaba la organización barrial, ocurrió el encuentro entre los residentes de San José y los de la Urbanización. Estos últimos se oponían al proyecto principalmente porque no querían la construcción de las pilonas y el tránsito del teleférico sobre sus viviendas. A partir de varios encuentros, las reivindicaciones particulares de cada barrio se transformaron en una oposición común al proyecto, con el frente "No Quito Cables". Para ambos grupos el proyecto no estaba sustentado en estudios técnicos, no se había realizado una debida socialización, y se habían vulnerado los derechos a la información y a la participación ciudadana. En los siguientes apartados se discuten los impactos que tuvo esta alianza intergrupal en las prácticas de sociabilidad del entorno construido.

Distanciamiento de los grupos a través de fronteras urbanísticas

Se indicó que algunos procesos históricos han configurado fronteras urbanísticas principalmente en la Urbanización. Estos elementos han causado la aparición de distintos filtros de distanciamiento, provenientes del entorno construido donde residen los estratos altos. En concreto, se identifican cuatro filtros. El cerramiento perimetral de la urbanización es el primero; la guardianía ubicada en sus ingresos es el segundo; los cerramientos personales de las viviendas, el tercero. El cuarto lo origina el personal de vigilancia de cada vivienda. Todos ellos se robustecen con las rondas motorizadas de vigilancia que realiza la guardianía del conjunto (Figura 2).

Fuente: archivo personal

Figura 2 Elementos del entorno construido de la Urbanización el Condado 

Con todo, quizás el filtro que ostenta mayor importancia es el que tiene lugar en los ingresos de la Urbanización, como lo revela la siguiente conversación con residentes de San José:

Entrevistador: pero miren que la vez pasada yo también pensaba que era conjunto cerrado y que nadie podía entrar, pero ya he hecho algunas entrevistas allá, y la última que hice...

Sonya: tiene que presentar la cédula para pasar. Entrevistador: no, mira que entré, así como si nada. Sonya: ah, qué suerte.

Grace: porque ahí suelen estar los guardias y piden la cédula.

Sonya: los guardias están ahí y no dejan pasar.

Entrevistador: o sea, como yo no fui en carro, entonces entré a pie.

Sonya: no, no, así sea a pie, le piden la cédula. Sólo al perro le dejan pasar [risas].

Entrevistador: ah, entonces corrí con suerte.

Sonya: entonces usted corrió con suerte de perro [risas]. Así es la cosa. (S. Buitrago, N. Herrera y G. Carrera, comunicación personal, 7 de mayo de 2018).

Esta conversación permite intuir que la presencia de cámaras y personal de vigilancia en la Urbanización provoca sentimientos de distanciamiento en los residentes de San José. Es decir, el diálogo con ellos deja ver que se asume una prohibición de ingreso a personas sin identificación. Aunque muchas veces no se solicita documento de identidad para ingresar, la mera presencia de estos elementos, además de restringir la circulación física, marca un filtro simbólico según el cual los vecinos dan por sentado que no es posible acceder.

Sin embargo, en las conversaciones con los residentes de la Urbanización, éstos cuestionaron la efectividad de su vigilancia y llamaron a fortalecer los filtros de control y regulación que imponen las barreras artificiales. Sus críticas se basaron en los casos de robos al interior del conjunto, muchos de los cuales fueron efectuados en presencia de los vigilantes. Debido a estos sucesos, los entrevistados propusieron una mayor restricción a los ingresos a la urbanización y, al mismo tiempo, celebraron el fortalecimiento del sistema de seguridad y de contratación de personal.

Por su parte, el entorno construido de San José muestra características contrarias a las descritas hasta ahora. A excepción de algunos colegios y fábricas que se ubican en el barrio, las viviendas de San José no exhiben cerramiento ni sistemas de seguridad (Figura 3).

Fuente: archivo personal

Figura 3 Elementos del entorno construido de San José del Condado 

Sus fachadas tienen conexión directa con las calles; relación que es avivada por la intensa actividad económica de los negocios que existen en las plantas bajas de las edificaciones. Por su parte, la seguridad en el barrio es garantizada por vigilancia y alarmas comunitarias. Esta se reforzó en los últimos años, a partir de la oposición que la comunidad emprendió al proyecto Quito Cables junto a residentes de la Urbanización. Esta articulación, además de incidir en los vínculos sociales entre ambos grupos, también alteró la percepción sobre el entorno construido. Este aspecto se discute en el siguiente apartado.

Por ahora conviene mencionar que en San José y la Urbanización la proximidad de los grupos sociales está atravesada por elementos del espacio que median en su interacción: cerramientos, personal de vigilancia y elementos del paisaje natural que limitan, condicionan o permiten la circulación del otro. Específicamente, el cerramiento -y los aspectos que lo acompañan- es un importante generador de procesos de distanciamiento espacial en el área: el muro perimetral, reforzado con seguridad privada y varios filtros de acceso, es la barrera principal que separa a los grupos.

Debido al proceso de conformación del área, que no se desarrolló en el marco de la expansión periurbana ni del movimiento de la élite, es difícil interpretar estas barreras a partir de las estructuras insulares que se han planteado para las ciudades latinoamericanas (Janoschka, 2002; Prévôt-Schapira, 2001). En el mismo territorio no existen islas de riqueza ni tampoco zonas de precariedad aisladas. Además, San José es un barrio heterogéneo, es decir, posee diversos niveles educativos en su interior; no se compone de uno solo. Sin embargo, las barreras existentes en toda el área sí fragmentan el espacio: el cerramiento provoca desconexión física y discontinuidad morfológica entre los barrios. Y los grupos sociales recurren a estas lógicas de fragmentación para separarse físicamente entre sí.

Algunos artificios de seguridad en la Urbanización constituyen barreras que -además de incitar la separación- modelan, identifican y controlan los cursos de acción posibles. Las cámaras y el personal de vigilancia existen para garantizar la seguridad de sus residentes. De acuerdo con los entrevistados de la Urbanización, su presencia se debe principalmente a la creciente inseguridad en la ciudad, que no se asocia explícitamente a los residentes de los barrios aledaños. Por su parte, en San José se recurre a la multiplicación de instrumentos de vigilancia comunitaria que propician la seguridad. Haciendo una lectura transversal de estos artificios, se encuentra que la seguridad en la Urbanización implica una circulación restringida y predecible, mientras que en San José la circulación es generalizada y aleatoria.

Ahora, la existencia de estas fronteras no solo genera procesos de distanciamiento, sino también cualidades de diferenciación, es decir, éstas operan mediante barreras objetivas y simbólicas a través de las cuales se construyen y defienden las identidades de los grupos. Así, en la Urbanización las múltiples barreras diferencian y clasifican qué población puede circular en su interior. Lo mismo ocurre con la presencia del club deportivo Quito Tenis. Ambos hechos aclaran cómo esta área expresa las jerarquías sociales basadas en mecanismos de distinción frente a quiénes acceden y quiénes no. Aunque estas categorías no se eliminaron, sí comenzaron a ser percibidas de forma distinta a partir del rechazo colectivo a Quito Cables.

Debido a este rechazo, miembros de los diferentes grupos tuvieron la oportunidad de encontrarse en marchas, plantones, asambleas o ruedas de prensa. Si bien estas actividades tenían como objetivo principal visibilizar la oposición hacia el proyecto, también permitieron la interacción con el otro; contribuyeron a conocer a las familias afectadas, a intercambiar diálogos y preocupaciones compartidas. Estas actividades posibilitaron la construcción de interacciones sociales y lazos de cercanía entre integrantes de ambos grupos que se mantienen hasta la fecha (Parrado, 2020). De igual manera, facilitaron tener una percepción distinta de las barreras que separan a ambos espacios, como se describe a continuación.

Quito Cables y reinterpretación de las barreras artificiales

En respuesta a Quito Cables se generaron distintos lazos sociales entre los grupos del área residencial. En términos de protección, uno de los efectos fue el aumento de la vigilancia comunitaria en San José. Debido al reiterado intento de expropiación de los predios implicados, el barrio decidió organizar un sistema comunitario de vigilancia para impedir cualquier tentativa de desalojo por parte de agentes del gobierno local. Inclusive previeron que si alguien externo ingresaba al barrio, "la gente enseguida enciende las sirenas y todo mundo sale" (P. Molina, comunicación personal, 26 de abril de 2018).

En la actualidad, los dueños de los predios ya no aparecen como legítimos propietarios en la cédula catastral, lo que los sitúa en una condición de mayor vulnerabilidad ante el desalojo. Este aspecto incide, aún más, en el fortalecimiento de la organización barrial y la vigilancia comunitaria. Los vecinos que no son directos afectados del proyecto también buscan evitar la expropiación de las 200 personas implicadas. Este apoyo se asume como algo de primerísima importancia, debido a que garantiza tanto la permanencia de estos pobladores en particular, como la defensa y protección del barrio en general:

Nos tocó así, porque el municipio comenzó a llegar con cualquier excusa. O sea, de repente veías un dron y decían: "ah, es que el municipio está viendo los parques de la ciudad". Pero aquí no hay parques [risas]. O por allá abajo: "es que el municipio quiere arreglar la cancha del barrio". Y por eso es que hay una vigilancia constante (G. Carrera, comunicación personal, 7 de mayo de 2018).

El anterior argumento ilustra cómo a partir de la oposición al proyecto Quito Cables aumentaron los artificios de seguridad en San José, específicamente: la vigilancia comunitaria. Pero esta no se encarga de proteger al barrio de agentes extraños abstractos, sino de uno en particular: el gobierno municipal. Por tanto, este sistema no condiciona ni reprime la circulación de personas -como sí ocurre con la vigilancia, los muros y cámaras de la Urbanización-, sino que vigila, previene y actúa. En la actualidad, la seguridad del barrio, entonces, puede ser verse con un fuerte componente comunitario que se basa en un sentido de oposición a la presencia institucional.

Ahora bien, en términos del entorno construido, otro de los efectos que tuvo la oposición conjunta al proyecto Quito Cables fue la reinterpretación de las fronteras urbanísticas. Las barreras artificiales de la Urbanización, tal y como se describieron anteriormente, parecen ser impenetrables e impedir las interacciones entre sus residentes y los pobladores aledaños. En conversaciones con habitantes de San José, estos reconocieron el distanciamiento que generaban estas barreras. Sin embargo, a raíz de los encuentros entre los residentes de San José y la Urbanización, la presencia de guardias, cámaras y muros provocó sentimientos cruzados de distanciamiento. Durante las entrevistas, por ejemplo, se manipularon ciertas fotografías que mostraban la presencia de urbanizaciones cerradas colindado con barrios populares. En una entrevista grupal, realizada a residentes de San José, surgió el siguiente comentario:

Entrevistador: bueno, y la pregunta crucial: ¿ustedes creen que estas imágenes representan lo que se vive aquí en la Urbanización el Condado y todos los barrios aledaños?

Grace: yo creo que sí...

Natalia: verá, todos nosotros, en primer lugar, no estamos de acuerdo en compararnos con las ciudades grandes, de otros países. Nosotros vemos la realidad de aquí con nuestros ojos.

Grace: pero es parecida, ¿no? Porque la urbanización de aquí podría pasar por una así, ¿no?

Natalia: tanto así, no. Porque la urbanización al final, aunque sea por necesidad de nosotros, ya podemos si quiera conocerles a ellos. Nosotros ya no estamos marginados por ellos, ya hemos podidos ingresar a la Urbanización. Esto sucedió por el proyecto Quito Cables.

Grace: es verdad. (S. Buitrago, N. Herrera y G. Carrera, comunicación personal, 7 de mayo de 2018).

Esta entrevista revela la importancia de considerar la realidad específica del área residencial; no sólo en términos de su particularidad urbanística y geográfica, sino también respecto de la configuración de vínculos sociales que establecen los grupos entre sí. En efecto, la oposición conjunta a Quito Cables hizo que los estratos bajos experimentaran de otra manera las fronteras de la Urbanización. Aunque en la práctica sus barreras siguen generando procesos de distanciamiento, en el imaginario de los residentes de San José estas ya no son asumidas con tanto rigor, al menos cuando se trata del filtro de los ingresos. Se quiere decir con esto: si bien las fronteras urbanísticas no desaparecen físicamente del área residencial, en el ámbito simbólico se ha dado una apertura a la permeabilidad. Aunque esta no puede generalizarse a las viviendas de la Urbanización, ya que -pese al contacto- sus filtros no perdieron la capacidad de reprimir el acceso a quien no vive allí ni es invitado a pasar.

A manera de síntesis, mediante esta caracterización del área residencial San José y la Urbanización es viable cartografiar sus fronteras. La figura 4 evidencia la distribución de las barreras artificiales por el entorno construido de los distintos barrios. Se detalla cómo la Urbanización produce una fragmentación espacial en el área. El cerramiento perimetral para separarse de barrios vecinos hace que la urbanización funcione con una lógica fragmentada. Igualmente, se observa cómo las vías principales distancian a los barrios.

Fuente: base cartográfica INEC (2010). Elaboración propia

Figura 4 Barreras en el entorno construido del área de estudio 

Este hallazgo invita a considerar que los procesos de distanciamiento en la Urbanización y San José recurren a las características del espacio construido. No obstante, las barreras y artificios del entorno pudieron ser experimentados socialmente de otra manera, a raíz del contacto que establecieron los residentes por su rechazo a Quito Cables. Esto revela que tal integración alteró la forma en como los grupos percibían su entorno a través de sus vínculos sociales. De esta manera, se puede pensar que los acercamientos sociales contribuyen a disminuir el impacto simbólico que ocasionan las fronteras materiales en las áreas de mezcla social.

Discusión y conclusiones

Este artículo describió el proceso de conformación y las características del entorno construido de un área residencial de la ciudad de Quito: San José y la Urbanización el Condado. A partir de esto se logró evidenciar la existencia de fronteras urbanísticas en un área residencial socialmente diversa, es decir, donde hogares de diferentes estratos habitan en condición de proximidad espacial. Aquí se intentó mostrar cómo esta proximidad se encuentra determinada por la presencia de barreras artificiales que influyen en las posibilidades de interacción. En esa medida este hallazgo contribuye a sostener parcialmente lo planteado por la literatura: determinadas características del entorno construido separan y median en la interacción entre grupos sociales distintos.

No obstante, hay algunas precisiones que hacer frente a este planteamiento para aceptar la hipótesis planteada inicialmente en el presente artículo. En primer lugar, conviene reflexionar sobre el proceso de conformación de las áreas de mezcla social, ya que este da cuenta de la presencia de varios estratos en el espacio. En el caso de este estudio: la conformación de San José y la Urbanización se dio a partir de configuraciones procesuales derivadas de la modernización capitalista que sufrió Ecuador a partir de la Reforma Agraria de mitad del siglo XX. Esta reforma promovió el fraccionamiento espacial de distintas haciendas en la ciudad de Quito, a partir del cual algunos terrenos fueron obsequiados a trabajadores de estas haciendas y otros fueron reservados para un desarrollo urbanístico posterior.

Este proceso de conformación evidencia que existió, desde un comienzo, un acceso diferencial al suelo en estas áreas heterogéneas. Los estratos bajos accedieron a terrenos baratos, de calidad y ubicación dudosa, y sin planificación previa, por lo tuvieron que gestionar los servicios y la infraestructura a partir de una organización comunitaria. En cambio, los estratos altos accedieron a los terrenos mejor ubicados, que contaban con una urbanización previa. Esta forma de ocupación del suelo implicó una constitución del área en la cual la disponibilidad de servicios marcó fuertes procesos de diferenciación y desigualdad social.

Esto invita a reflexionar sobre la conformación de las áreas de mezcla social, las cuales suelen tener una historia marcada por procesos de desigualdad social que, en la actualidad, se traducen en procesos de diferenciación social. Inclusive, estimula también a leer estos lugares cómo configuraciones espaciales en donde la proximidad de los grupos sociales se organiza a través de diferencias y desigualdad: en el primer caso, operando a partir de factores simbólicos y, en el segundo caso, a partir de la disposición de bienes y servicios. El reto para otras investigaciones, por consiguiente, es descifrar cómo esto limita, condiciona, impide o posibilita la integración social.

Ahora bien, en segundo lugar, también conviene reflexionar sobre las limitaciones y posibilidades que generan las fronteras materiales en el área de estudio. En efecto, en San José y la Urbanización la proximidad de los grupos sociales está atravesada por elementos del entorno construido que median en su interacción. Sin embargo, al aspecto material de las fronteras vale agregar el factor subjetivo y la experiencia de los grupos. El artículo muestra cómo en esta área residencial, a partir de la oposición común al proyecto Quito Cables, entre los grupos se establecieron vínculos que permitieron cuestionar el peso simbólico de las barreras artificiales; el muro, la vigilancia y el acceso controlado de la Urbanización empezaron a asumirse como fronteras más permeables desde que los grupos empezaron a interactuar entre sí. Justamente, en esta área donde el espacio construido origina procesos de distanciamientos más profundos, el acercamiento social posibilita su disminución.

Este hallazgo invita a considerar que los aspectos materiales de las áreas socialmente heterogéneas también están atravesados por procesos sociales. Las fronteras no son estáticas, antes bien, mutan conforme ocurren los contactos y conflictos entre los grupos. La presencia de barreras artificiales en esta área no implica automáticamente la separación, sino que alrededor de ellas pueden entretejerse asuntos que cuestionen su funcionalidad material y su eficacia simbólica. Por tanto, en las investigaciones sobre las fronteras de entorno construido y su incidencia en los procesos de integración social resulta necesario indagar por las experiencias de sus residentes; ellos son quienes ofrecen otro panorama de los elementos físicos que configuran un lugar de residencia.

En el marco de la proximidad espacial, algunas corrientes teóricas ven a estas barreras como agentes que impiden la integración social entre distintos grupos. Generalmente se ven los muros o quebradas como indicadores de fragmentación social. Sin embargo, los hallazgos de la investigación invitan a pensar que estos pueden interpretarse de otra forma. Si bien las fronteras separan, distancian y diferencian a los residentes de estos lugares, también lo hacen en función del nivel de disparidad o acercamiento social existente. Puesto que, cuando hay acercamientos sociales entre los vecindarios y habitantes, estas barreras tienden a imaginarse como permeables, incluso en aquellos lugares donde provocan profundos procesos de distanciamiento y diferenciación.

De esta manera, la investigación sostiene que los aspectos materiales de las áreas de mezcla social están atravesados por los procesos sociales, pues la configuración de vínculos sociales también tiene incidencia en el espacio; no resultan determinantes, porque ellos mismos no definen la disolución de las fronteras, pero si resultan útiles para cuestionar su funcionalidad material y su eficacia simbólica. Así, se invita a pensar que los acercamientos sociales y algunas respuestas intergrupales a problemas comunes inciden positivamente en la disminución de las fronteras materiales, que suelen verse como características rígidas del espacio construido en las áreas de mezcla social.

En todo caso, las fronteras deben ser leídas en función de la historia particular de cada área residencial, sus vivencias diarias, las preconcepciones y los procesos de acercamiento que ocurren entre los grupos. Los resultados de este artículo no permiten inferir información sobre todos estos aspectos, por lo que se invita a futuras investigaciones a generar estudios al respecto. Se hace un especial llamado a ver al muro o a los artificios de distanciamiento, por ejemplo, como propiedades del espacio construido que necesitan de una lectura que cualifique su experiencia. De ahí que se requiera implementar miradas analíticas desde abajo, que permitan apreciar las valoraciones subjetivas que existen en el marco de la proximidad espacial entre grupos sociales.

En síntesis, los anteriores argumentos permiten aceptar y enriquecer la hipótesis planteada al inicio del artículo: procesos de acercamiento e integración social, en determinados contextos, pueden alterar la forma en como los grupos perciben su entorno, en la medida que las fronteras y barreras físicas que los distancian tienden a ser asumidas como permeables. Sin embargo, no solo es necesario evidenciar la existencia de fronteras, también hay que develar cómo a través de ellas se organizan las diferencias y la desigualdad social y cómo, a su vez, pueden existir contactos pese a su fuerte presencia. Así, la cercanía física de los grupos en estas áreas residenciales heterogéneas debe entenderse en relación con otras cercanías: sociales, culturales, políticas, etc. Describir solamente las fronteras materiales que existen en estas áreas puede descuidar los procesos sociales que ocurren a una escala micro de la proximidad.

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[1]El artículo muestra resultados de investigación de la tesis de maestría en estudios urbanos que el autor desarrolló en FLACSO Ecuador, la cual lleva como título: “Segregación y mezcla social: relaciones entre grupos de distinta condición socioeconómica en áreas social mente diversas de Quito”. Agradezco la colaboración de Andrea Cevallos en la realización de los mapas que acompañan al artículo.

Cómo citar este artículo: Parrado, Cristhian (2021). “Integración social en el entorno construido: un abordaje desde Quito”. Bitácora Urbano Territorial, 31 (1): 53-66. https://doi.org/10.15446/bitacora.v31n1.87802

Autores

Cristhian Parrado Rodríguez Maestro en Estudios Urbanos de FLACSO Ecuador. Antropólogo y Especialista en Mercados y Políticas del Suelo en América Latina de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente se desempeña como analista en desarrollo sostenible y ciudades en Grupo FARO.

Recibido: 30 de Mayo de 2020; Aprobado: 17 de Julio de 2020

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