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Bitácora Urbano Territorial

Print version ISSN 0124-7913On-line version ISSN 2027-145X

Bitácora Urbano Territorial vol.31 no.2 Bogotá May/Aug. 2021  Epub Sep 20, 2021

https://doi.org/10.15446/bitacora.v31n2.86800 

Dossier central

Entre el desarrollo desigual y derecho a la ciudad. flexiones sobre Lima Metropolitana en el siglo XXI

Between Uneven Development and the Right to the City. Reflections on Metropolitan Lima in the 21st Century

Entre o desenvolvimento desigual e o direito à cidade. Reflexões sobre a Lima Metropolitana no século XXI

Entre l'inégalité de développement et le droit à la ville. Réflexions sur la métropole de Lima au XXIe siècle

Diana Torres Obregón1 
http://orcid.org/0000-0002-8731-9991

1 Universidad Nacional de Ingeniería dtorreso@uni.edu.pe


Resumen

El presente texto pretende ser un cuestionamiento de la producción del espacio urbano en Lima Metropolitana en el siglo XXI, en medio de la crisis mundial que inició en marzo del 2020 a raíz de la propagación de la COVID-19. Pues hoy, más que nunca, el espacio urbano es la fuente para la acumulación de riquezas, así como la evidencia fehaciente de las injusticias sociales. Desde la perspectiva de la Teoría Urbana Crítica, se cuestiona la producción del espacio urbano en dos aspectos. En el aspecto teórico se analiza su importancia en el contexto económico global neoliberal. En el aspecto práctico, se analizan los factores y los agentes que moldean la producción de espacio urbano, contestando las interrogantes: ¿para quién se produce la ciudad? y ¿quién tiene derecho a la ciudad?

Palabras clave: espacio urbano; neoliberalismo; planificación urbana

Abstract

The present article intends to question the production of urban space in Lima Metropolitana in the 21st century, in the midst of the global crisis that began in March 2020 as a result of the spread of COVID-19; because today, more than ever, urban space is the source for capital accumulation, as well as the irrefutable evidence of social injustices. From the perspective of Critical Urban Theory, the production of urban space is questioned in two aspects. In the theoretical realm, its importance in the neoliberal global economic context is questioned. And, in the practical realm, the factors and agents that shape it are analyzed, answering the questions: for whom is the city produced? who has the right to the city?

Keywords: urban space; neoliberalism; urban planning PalavraS-Chave: espaço urbano; neoliberalismo; planejamento urbano

Resumo

O presente texto pretende ser um questionamento da produção do espaço urbano em Lima Metropolitana no século XXI, em meio à crise mundial que começou em março de 2020 como resultado da disseminação da COVID-19; porque hoje, mais do que nunca, o espaço urbano é a fonte da acumulação de riqueza, bem como a prova irrefutável de injustiças sociais. Do ponto de vista da Teoria Urbana Crítica, a produção do espaço urbano é questionada em dois aspectos. No aspecto teórico, sua importância no contexto económico global neoliberal é questionada. E, no aspecto prático, os fatores que a moldam e o papel dos agentes produtores são analisados, respondendo às perguntas: para quem é produzida a cidade? Quem tem direito à cidade?

Palavras-chave: espaço urbano; neoliberalismo; planejamento urbano

Résumé

Le présent texte prétend un questionnement sur la production de l'espace urbain dans la métropole de Lima au XXIe siècle, en plein milieu de la crise mondiale qui a débuté en mars 2020 suite à la propagation du COVID-19 ; car aujourd'hui, plus que jamais, l'espace urbain est la source de l'accumulation de richesses, ainsi que la preuve irréfutable des injustices sociales. Dans la perspective de la théorie urbaine critique, la production de l'espace urbain est remise en question sous deux aspects. Sur le plan théorique, son importance dans le contexte économique mondial néolibéral est remise en question. Et, dans l'aspect pratique, les facteurs qui la façonnent et le rôle des agents producteurs sont analysés, en répondant aux questions suivantes : pour qui la ville est-elle produite ? Qui a droit à la ville ?

Mots-clés: espace urbain; néolibéralisme; urbanisme

El presente texto no es una descripción estadística de los niveles de desarrollo desigual, sino que pretende ser una reflexión y, sobre todo, un cuestionamiento de los factores que lo moldean, que se han visibilizado con más intensidad a raíz de la crisis social generada por la COVID-19, desde que inició el 2020.

Introducción

En el 2008, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indicó que más de la mitad de la población mundial habitaba en ciudades y pronosticó que, para el 2050, el porcentaje aumentaría hasta un 68%. En este contexto, Latinoamérica es la segunda región más urbanizada del planeta, el 81% de su población reside en ciudades (ONU, 2018). A pesar de los cuestionamientos metodológicos que se pueden hacer a esta afirmación (Brenner y Schmid, 2014), es innegable la tendencia a la urbanización de los territorios. Tal como anticipó Lefebvre (2003) estamos viviendo una revolución urbana. En este contexto, se plantea que, así como la tendencia a la urbanización a escala plantearía está en aumento, la precariedad urbana también, creándose una paradoja entre la revolución tecnológica, el crecimiento económico y la agudización de la crisis urbana, sobre todo en términos de acceso a una vivienda adecuada y al logro efectivo del derecho a la ciudad, bajo la conceptualización de Lefebvre (De Mattos y Link, 2015). Según Smith (2020), el "patrón que resulta en el paisaje es bien conocido: desarrollo en un polo y subdesarrollo en el otro, lo que adquiere forma en diferentes escalas espaciales" (p. 21), esto es lo que el autor denomina como desarrollo desigual. Es decir, las fuerzas del capitalismo global inducen a la dialéctica de la igualación y diferenciación geográfica en su proceso de acumulación de capital.

El presente texto no es una descripción estadística de los niveles de desarrollo desigual, sino que pretende ser una reflexión y, sobre todo, un cuestionamiento de los factores que lo moldean, que se han visibilizado con más intensidad a raíz de la crisis social generada por la COVID-19, desde que inició el 2020. Estas reflexiones parten de una serie de trabajos de investigación sobre la producción del espacio urbano en Lima Metropolitana en los siglos XX y XXI. Desde la perspectiva de la Teoría Urbana Crítica, se cuestiona la producción del espacio urbano en dos escalas: global y local. En la escala global, se propone la reflexión teórica entorno al rol que cumple el espacio urbano en el contexto económico global neoliberal, ya que, en la actualidad, las ciudades se constituyen como una fuente de acumulación y producción de capital, donde el valor de uso del suelo y de la vivienda han quedado opacados por su valor de cambio (Harvey, 2014). En la escala local, se propone relacionar la teoría con la práctica, a través del análisis de la producción del espacio urbano en Lima Metropolitana, para reflexionar sobre cómo se produce la ciudad, para quién se produce la ciudad y, sobre todo, quién tiene derecho a la ciudad.

El Siglo XXI: La Era del Espacio. Reflexiones teóricas

Si bien los postulados de Marx y Engels, en los que se sustenta la Teoría Critica, no reconocen la importancia del espacio tanto como la del tiempo (historia) y la sociedad, las condiciones de la existencia humana en el siglo XXI tienen más que nunca un correlato directo con la producción del espacio, por lo que se hace necesario re-pensar la teoría sobre el espacio en relación con la sociedad y su confrontación directa con la práctica. Es decir, siguiendo los postulados de la geografía radical, se cuestiona si existe una geografía del capitalismo y qué patrones espaciales caracterizan el desarrollo desigual del capitalismo en el siglo XXI.

Henry Lefebvre fue de los primeros marxistas en cuestionar la poca importancia del espacio para los teóricos críticos; su afirmación sobre la revolución urbana no solo implica la urbanización de las llamadas áreas urbanas -o ciudades en términos genéricos-, sino que incluye todas las áreas que sustentan el funcionamiento de dichas áreas urbanas. Por ello, discutir sobre lo urbano significa discutir sobre las relaciones sociales que producen el espacio, rompiendo con la vieja dicotomía campo y ciudad, urbano y rural. Bajo este entendido, si la revolución urbana es un fenómeno planetario, es necesario cuestionar la producción social del espacio urbano desde distintos ámbitos, lo que, según Lefebvre, conlleva a la lucha por el derecho a la ciudad. Además, Lefebvre (1998) sustentó en la producción del espacio que los seres humanos somos seres tan espaciales como temporales y sociales, reflexionó sobre la diferencia del espacio percibido, vivido y concebido. El espacio percibido se relaciona con la vida cotidiana que damos por sentada como nuestra realidad, ya que se sitúa en un determinado tiempo y lugar. El segundo, el espacio vivido, es el espacio simbólico que representa los imaginarios colectivos producto de las costumbres o códigos sociales. Y el tercer espacio, el concebido, es el que se crea a través de las relaciones de poder y producción, por lo tanto, su origen son las ideologías, y busca hegemonizar los otros dos tipos de espacio; es, por lo tanto, el espacio donde rige el poder.

Foucault (1984), en la misma línea que Lefebvre, reflexionó sobre el espacio producido y el concebido; en específico, abordó la intersección del espacio con el conocimiento y el poder. Propuso que de esta intersección se pueden crear múltiples geografías, desde las opresivas hasta las de resistencia, así como espacios singulares -heterotopías- desde donde se podían empezar a analizar las relaciones de producción social y, consecuentemente, avizorar alternativas de superación. Según Soja (2014), ambos autores sustentaron el "giro espacial" de la teoría crítica, necesaria para visibilizar las desigualdades sociales que aquejaban a la humanidad a finales del siglo XX. Estos postulados fueron desarrollados a la par del cambio de perspectiva de la disciplina geográfica, específicamente, a partir del surgimiento de la geografía humana, en la década de 1960, la cual buscaba centrarse en los problemas sociales y la búsqueda de soluciones ante las desigualdades, no en una escala territorial concreta, sino multiescalarmente, en correspondencia con la complejidad de la urbanización planetaria.

En el siglo XXI, los procesos de globalización sustentados en las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) y la constante reinvención del sistema económico y de los medios de producción han intensificado la urbanización a escala planetaria, creando redes de ciudades globales que atraen la inversión y se subastan al mejor postor. Paralelamente, esos mismos procesos han acrecentado las desigualdades de la sociedad, no solo en términos de ingresos económicos, sino también por razones de género, raza, religión e incluso tendencias radicales moralistas. Estas contradicciones se evidencian tanto en el espacio global como en el local, y es eso lo que Smith (2020) denomina desarrollo desigual, por lo que la discusión sobre el giro espacial de la teoría crítica, sobre todo en los estudios urbanos, es pertinente tanto para la producción teórica como para la acción crítica y transformadora.

La Espacialidad del Neoliberalismo: Entre la Acumulación de Capital y la Crisis Social

Luego de la crisis financiera del 2008, que remeció al mundo entero, se evidenció que la producción del espacio urbano sirve más que nunca a la acumulación de capital, pues se ha logrado colocar bienes inmuebles en el circuito financiero y especular con las inversiones del sector inmobiliario (Méndez, 2018). Soja (2014) plantea que "la aglomeración socio-espacial está siendo hoy descrita positivamente como la primera causa del desarrollo económico, de la innovación tecnológica y de la creatividad cultural, una de las reivindicaciones más fuertes nunca realizadas para la causalidad urbana espacial" (p. 46). Es decir, el sistema económico neoliberal necesita seguir produciendo espacio urbano y ocupando los otros espacios necesarios para su producción. Es por este hecho que el espacio urbano cobra mayor relevancia, porque su producción es social; por ende, es totalmente factible su transformación. Reconocer esta importancia es vital para generar una conciencia espacial colectiva y reivindicadora del derecho a la ciudad.

Pero, ¿qué hay que entender de esta producción de espacio urbano en el sistema económico neoliberal? La producción del espacio urbano sirve para generar más acumulación de capital; así, sirve más a quienes puedan estar inmersos en el flujo del capital. Schumpeter (1942) popularizó el concepto "destrucción creativa", asociado a los ciclos económicos del capitalismo. Es decir, a través de la innovación, se reemplaza lo viejo y obsoleto por lo nuevo y eficiente, por lo que la figura del emprendedor o innovador se hace fundamental para este proceso. Theodore, Peck y Brenner (2009) analizan una serie de momentos destructivos y creativos, o momentos dialécticos, de la urbanización neoliberal que incluye tanto las infraestructuras producidas socialmente para la circulación de capital, como la regulación estatal y la lucha sociopolítica, y los escenarios socio-ambientales que se ven afectados de manera radical. Los autores plantean que en las últimas tres décadas:

[...] las ciudades se han convertido en ruedos estratégicamente decisivos donde se han estado desplegando las formas neoliberales de destrucción creativa. La ubicación central de las ciudades en los sistemas for-distas-keynesianos de producción y reproducción las definen como arena clave (si no 'blanco') para las estrategias neoliberales de desmantelamiento, pero su significado estratégico como loci de innovación y crecimiento, y como zonas de gobernanza delegada y experimentación institucional local, igualmente las posicionan a la vanguardia del avance neoliberal. (p.7)

En este contexto, las ciudades juegan un rol importante en la implementación de políticas neoliberales, pues son laboratorios para la creación de múltiples y nuevas formas de inversión, sobre todo en el ámbito inmobiliario y en la construcción de proyectos urbanos que, a través del llamado marketing urbano, buscan captar la inversión internacional y el turismo, para presionar a los aparatos estatales a modificar o eliminar las reglamentaciones e impulsar nuevas formas de promoción local.

Lefebvre, en sus escritos de la década de 1970, ya había anticipado que el sistema inmobiliario podía fijar el capital en el espacio y reemplazar a la industria como la principal fuente de generación de plusvalías (Méndez, 2018). Postuló, así, la existencia de un segundo circuito de acumulación de capital vinculado a la inversión inmobiliaria, lo que sirve para explicar los nuevos circuitos del capital y las metamorfosis urbanas. En la actualidad podemos observar cómo se produce vivienda, centros empresariales, centros comerciales e infraestructura urbana a través de múltiples modelos de inversión (fondos de inversión, fondos mutuos, fondos de pensiones etc.) cuya fuente no siempre es lícita; sin embargo, es permitida dentro del sistema económico y validada por los Estados-nación (Madden y Marcuse, 2016). Este modo de producción del espacio urbano está reservado solo para quienes están invitados a participar; es decir, quienes pueden ser inversores o pueden pagar con su trabajo o rentas un lugar dentro de los espacios urbanos privilegiados de la red de ciudades para el consumo. Existen diferentes formas de integrar las ciudades en la red global de acumulación de capital, formas que responden a cada Estado-nación; esto es lo que Peck y Theodore (2007) denominan "neoliberalismo variopinto".

Por otro lado, según Smith (2020), si bien existe una tendencia global a la igualación de condiciones a favor del capital; en la escala local se pueden verificar matices específicos para la diferenciación de la acumulación de capital, y son estos matices los que coadyuvan al éxito del sistema. En la escala local se desarrollan, en paralelo, espacios para la acumulación de capital y espacios para la sobrevivencia en el sistema económico neoliberal. Estos últimos bien pueden ser entendidos desde la óptica de Foucault como las heterotopías del siglo XXI, pues en estos espacios habitan los que sobreviven, los que no son invitados a participar en los espacios privilegiados del circuito de capital. Estas heterotopías visibilizan las grandes desigualdades sociales, pero, sobre todo, son las válvulas de escape para poder sobrevivir dentro del sistema neoliberal. En términos sociales, la existencia de estas heterotopías permite que la población pueda sobrevivir sin exigir mejoras en su estado de bienestar (salud, vivienda, educación, oportunidades y recreación). Desde el enfoque tradicional de las políticas públicas se denomina estos espacios como informales y se utiliza a la pobreza como un medio para su caracterizatión (Caldeira, 2017). No obstante, son espacios útiles para el funcionamiento del sistema económico, ya que las reglamentaciones se difuminan, evadiendo responsabilidades ambientales, técnicas y jurídicas. Pues, contrariamente a lo que se piensa, la informalidad en todas sus expresiones es el sostén de la acumulación de capital, sobre todo en las ciudades del Sur Global. La llamada informalidad urbana, es un modo de producción de espacio urbano que conecta transversalmente todos los modos de producción de capital, desde los actores de menores ingresos hasta las empresas transnacionales. Adicionalmente, los estados son cooptados directa e indirectamente por el sector privado, impidiendo una regulación efectiva de la explotación de los recursos naturales, la gestión del suelo y las condiciones de vivienda de la población (Durand, 2019). Estas condiciones transforman los medios de producción del espacio urbano, las relaciones de poder y la tradición de organización social.

Si bien existen muchas heterotopías específicas dentro del esquema de la urbanización, con el fin de establecer criterios para su búsqueda particular, se propone catalogarlas en tres grupos generales: los espacios precarios en las centralidades, los espacios pericentrales destinados a la clase media y los espacios en los extremos de las grandes ciudades. Los primeros corresponden a los espacios más antiguos ubicados en el corazón de las ciudades. A pesar de su valorada localización, valor patrimonial, y de estar rodeados de barrios consolidados y privilegiados por el sector inmobiliario, presentan altos niveles de precariedad urbana, específicamente en términos habitabilidad de vivienda. Las personas que habitan en estos espacios tienen gran arraigo con sus redes sociales y, en términos de ubicación, obtienen una ventaja en cuanto a la conectividad con el resto de la ciudad. Por eso el rechazo a un cambio de residencia, aunque tengan que soportar bajas condiciones de habitabilidad. Sumado a esto, debido a su beneficiada localización, son espacios aptos para el comercio a diversas escalas, motivo por el cual los residentes son continuamente amedrentados o expulsados por grupos de poder económicos, aprovechando que la reglamentación estatal se direcciona a proteger los bienes inmuebles materiales de carácter histórico y mejorar la estética para atraer el turismo, antes que proteger la vida de los residentes.

Las heterotopías del segundo tipo son espacios intermedios entre las zonas centrales- privilegiadas por el sector inmobiliario por sus condiciones de localización y satisfacción de necesidades-, y las zonas periféricas asociadas -erróneamente- solo a la pobreza. Son espacios de la ciudad donde el valor del suelo no es alto ni tampoco bajo, por lo que la clase media, sobre todo los jóvenes, pueden acceder a la tan anhelada vivienda propia. Ya que el mayor uso es residencial, estos espacios son los paraísos de la oferta inmobiliaria; a través de sus redes de marketing ofertan diversos productos inmobiliarios que son valorados por los compradores por su cercanía a centros comerciales y educativos y a zonas de la ciudad que son valoradas por otorgar mayor estatus social, debido al nivel socioeconómico predominante de los habitantes.

Finalmente, el tercer tipo de heterotopía, en el contexto regional latinoamericano, es más bien un espacio común, que está asociado a las periferias de las ciudades y que, a comparación de los tipos anteriores, es mayor en extensión geográfica, pero menos beneficiado por las inversiones y el más olvidado por los Estados. Roy (2011) sostiene que estos territorios, en la actualidad, dejaron de ser un dominio exclusivo de los pobres urbanos y se han convertido en una importante zona de operaciones para la clase media y las élites transnacionales, aumentando la especulación inmobiliaria -legal o ilegal- y perpetuando el círculo vicioso de la precariedad urbana, pues el déficit cualitativo de vivienda y la falta de provisión de servicios básicos siguen en aumento. A esto se suma que son espacios receptores de población migrante, nacional y extranjera, por lo que las redes de poder y producción urbana se han complejizado con el tiempo. Así, han surgido nuevas formas de poder social, político y económico en torno a estos territorios, que no solo tienen implicancia dentro de su Estado-nación, sino que forman parte del soporte físico que necesita la economía global neoliberal para existir. Según Roy y Alsayyad (2004) son espacios donde la explotación laboral tiene un correlato directo con la calidad de vida y el acceso a la vivienda.

Sin la existencia de estos espacios, que puedan albergar a los miles de trabajadores informales, familias vulnerables e incluso a buena parte de los emprendedores y sus empresas, los reclamos sociales serían más evidentes. Estos espacios son válvulas de escape para la población, para sobrevivir del día a día, principalmente en países donde la informalidad del trabajo supera las condiciones de trabajo asalariado y las reglamentaciones se difuminan; por eso, Yiftachel (2009) los denomina como espacios grises. En este sentido es importante visibilizar la tendencia a la financiarización de la vida de los sectores de menores ingresos (Rolnik, 2017) a través del endeudamiento (microcrédito, emprendedurismo, tarjetas de crédito y créditos personales) como falso paliativo y su impacto en la producción del espacio urbano. También es necesario generar una teoría subalterna que valore los saberes y las prácticas populares, no romantizándolas, sino rescatando las acciones positivas, sobre todo en términos de capital social, como un medio para mejorar la calidad de vida de los miles de residentes de estos espacios (Roy, 2009; 2010). Habría que sumar, entonces, esta capacidad de respuesta a las políticas públicas, pues negar esta realidad solo la exacerba.

Estas reflexiones teóricas son necesarias, para entender y caracterizar la producción del espacio urbano del siglo XXI, pues el pensamiento crítico debe ser necesariamente un paso previo a la acción. Sin embargo, la teoría -la academia- y la práctica -planificadores urbanos y diseñadores- están desligadas y, como resultado, tenemos un desarrollo desigual en aumento, donde siempre las crisis económicas, sociales y epidemiológicas golpearán con mayor intensidad a los más vulnerables, a los invisibles, a los otros. Es justamente en los espacios descritos donde se ha evidenciado la mayor cantidad de muertes y contagios por la COVID-19 en Latinoamérica.

De la Teoría a la Práctica: ¿Cómo y Quiénes Producen el Espacio Urbano en Lima Metropolitana en el Siglo XXI?

En la actualidad, los que producen el espacio urbano según la formalidad que exige la planificación urbana tradicional, son, en menor medida, el Estado y, en mayor medida, el sector privado. Cabe aclarar que en el Perú no existe un marco jurídico vinculante para la gestión del suelo ni para el ordenamiento territorial ni urbano, solo intentos de políticas públicas; por ende, la planificación del desarrollo urbano queda a discreción de la voluntad política. En este sentido, el discurso político respecto a la planificación de las ciudades peruanas está plagado de conceptos no sustentados sobre resiliencia y sostenibilidad, siguiendo la moda impuesta por los organismos internacionales, lo que conlleva que no se traduzca en acciones concretas. Este tipo de planteamiento miope evita la discusión sobre las desigualdades que causan las intervenciones sustentadas en esos conceptos, pues, si bien pueden tener un objetivo positivo, su exaltación y priorización invisibilizan las necesidades más apremiantes de la población mayoritaria.

El aparato estatal peruano establece prioridades de intervención y de políticas públicas, en términos de planificación urbana, basados en muchos supuestos que pueden catalogarse en tres factores. Primero, el enfoque de la planificación se sustenta en saberes importados de las buenas prácticas que se realizan en el Norte Global. Sin embargo, no son aplicables de manera directa en el contexto peruano, pues nuestros problemas ligados al proceso de urbanización aún requieren una atención primaria urgente: servicios básicos y acceso a la vivienda. Segundo, el reinado de los datos cuantitativos, metadatos e indicadores macro, a través de los cuales se valida el conocimiento técnico y se ejecuta la focalización como herramienta de ayuda para combatir, sobre todo, la pobreza. Pero al considerar a las personas solo como números, se olvida que existen otros factores cualitativos que impiden el éxito de las intervenciones o programas. Si bien hay una tendencia a la participación ciudadana para validar datos, esta no es efectiva, sino que se procura solo para cumplir con la normativa.

Por último, tercero, la factibilidad económica de las intervenciones. Toda transformación de los espacios urbanos se ejecutada pensando en la conveniencia para la atracción de capital, pues a nivel macro-eco-nómico el Perú es uno de los países con menos riesgo de la región. Muchos de los gobiernos locales optan por esta versión capitalista de la planificación urbana porque les ayuda a maquillar las injusticas espaciales del total del espacio urbano, no solo a través de la construcción de proyectos urbanos, sino también a través de la llamada acupuntura urbana que sirve para esconder la precariedad de los barrios vulnerables, pero no para solucionar los problemas más estructurales. Ya que la planificación urbana en el Perú está condicionada por los intereses del capital, la exigencia para la habilitación de espacios para urbanizar o renovar es cada día más intensa. Como plantea Durand (2019), en la actualidad existe una "captura del Estado" por las empresas y consorcios transnacionales para manipular la reglamentación a favor de la valorización del capital. En términos prácticos de la planificación urbana, esto se ve en el recurrente cambio de usos de suelos, generalmente de uso agrícola a uso urbano. También se ve en la modificación de reglamentos de parámetros urbanos en zonas deterioradas de la ciudad, pero con buena localización; en la flexibilización de la normativa para permitir la reducción de las dimensiones de vivienda, sobre todo en la vivienda multifamiliar y en la exigencia de la ampliación de subsidios estatales para la oferta de vivienda y habilitación urbana.

En el caso de Lima Metropolitana, este enfoque de la planificación urbana como un medio para la acumulación de capital es aún más evidente, pues, al ser la capital del Perú, se busca su posicionamiento dentro de la red de ciudades competitivas de la región, para atraer inversiones y turismo. Sin embargo, la Municipalidad Metropolitana de Lima está compuesta por 43 distritos, cuya gestión local municipal es independiente, factor que coadyuva al desarrollo urbano desigual de la ciudad. Es por esta razón que los esfuerzos por planificar Lima solo se concentran en los distritos centrales y/o con borde de mar, que son los que atraen a los inversores y turistas, además de ser los distritos donde se concentra la población con mayores ingresos económicos. Se trata de espacios urbanos donde el orden morfológico, la estética, y la búsqueda de ciudades sostenibles (movilidad, edificios inteligentes, reciclaje, etc.) son imperantes. El resto de Lima, sobre todo los distritos periféricos, crecen por auto-producción de ciudad, sin planificación estatal, pero con planificación de grandes empresas inmobiliarias, o gracias a la planificación que produce la necesidad de vivienda de las personas, y también la generada por la planificación de la especulación, a través del tráfico de tierras. Para ejemplificar esta aseveración, se plantea a continuación el análisis del espacio urbano de Lima, bajo la tipificación de las heterotopías antes explicadas.

La Precariedad en los Barrios Antiguos Centrales

Debido a la importancia que tuvo la ciudad de Lima como capital del Virreinato del Perú, durante el periodo de conquista española, existe hoy en día mucho patrimonio material e inmaterial en el denominado Centro Histórico de Lima, patrimonio de la humanidad. Sin embargo, el sobre-proteccionismo del Estado y la concentración de predios en manos de congregaciones religiosas católicas y de la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana, impiden que se puedan remodelar cientos de inmuebles deteriorados, donde aún habitan cientos de familias, y empezar procesos de renovación urbana sin afectar el tejido social.

Por la localización central de esta zona, y por su cercanía a la zona comercial del Mercado Central y Mesa Redonda, existen presiones de actores privados para destruir estas casonas o quintas, incendiándolas o inundándolas, con el fin de construir almacenes comerciales fuera de ley. Estos actores también fuerzan desalojos de las familias, contratando delincuentes que las hostigan para dejar el lugar. A pesar de los reclamos de la población organizada, y algunos intentos de leyes para la renovación urbana, no se han concretado proyectos para mejorar esta zona central la ciudad. El mismo panorama se puede verificar en otros barrios centrales de carácter histórico en los distritos de Barranco y Pueblo Libre. Esto deja en evidencia que hay una tensión constante entre el cuidado y protección del patrimonio y las condiciones de habitabilidad para personas que habitan en esos inmuebles. El Estado no plantea soluciones para la renovación urbana, y las políticas de planificación urbana están concentradas en la construcción de nueva ciudad, pero no en atender los problemas de la ciudad ya construida y, en algunos casos, degradada.

Los Barrios Peri-centrales: el Espacio para la Inversión

Según datos de Properati, plataforma de venta y alquiler de inmuebles de OLX Group líder en América Latina, en el 2019 un 60% de la inversión inmobiliaria en la región estuvo destinada a la construcción de departamentos de mediana y alta densidad. Los agentes inmobiliarios buscaron las áreas peri-centrales para sus inversiones por su precio moderado, esperando que el retorno de la inversión se lograra a corto plazo. Por otro lado, hubo una presión constante de los miembros del sector construcción para la modificación de la reglamentación urbana a favor de la densificación y reducción del tamaño de las unidades de vivienda.

En Lima Metropolitana, los distritos peri-centrales como Breña, Jesús María, Pueblo Libre y San Miguel, son los distritos donde se ha concentrado la mayor oferta inmobiliaria formal, en el formato de edificios multifamiliares. Según la Cámara Peruana de la Construcción-CAPECO, desde el 2011 hasta el 2018 el área de los departamentos en estas zonas de la ciudad se ha reducido en un 7.78%. El producto inmobiliario más vendido es el departamento de tres dormitorios, ofertado para una familia nuclear y tiene un tamaño promedio de 75.1m2. La razón de esta reducción de áreas, según CAPECO, se sustenta en el aumento aparente de las áreas comunes y en la disminución de los precios para dinamizar las ventas. A pesar de la reducción de los ambientes de los departamentos, sobre todo de las habitaciones, las familias de clase media o los jóvenes solteros compran estos productos inmobiliarios porque es lo único que se acomoda a su presupuesto para obtener la tan ansiada casa propia, y porque, antes de la pandemia, las horas de estadía en la vivienda se reducían solo al descanso nocturno. En la actualidad, con la obligación del teletrabajo y el estudio a distancia, la falta de confort de estos productos inmobiliarios se ha visibilizado.

Por otro lado, existen otros distritos peri-centrales como San Martín de Porres, Independencia, Los Olivos, Chorrillos, Santa Anita, La Victoria y El Agustino, donde la inversión inmobiliaria formal es mucho menor, por no ser distritos de mediana o alta renta. Sin embargo, en estos distritos existe un mercado alterno informal, donde el alquiler supera la compra. Se ofertan espacios para residencia cuyas condiciones de confort y habitabilidad son mínimas y que fluctúan entre lo permitido y lo ilegal, pero que se constituyen como una alternativa de vivienda para todos aquellos que no pueden acceder al sistema financiero porque sus condiciones laborales se lo impiden -la versión del emprendedor de Schumpeter (1961) se lee en Lima como el trabajador independiente o, para la empresa que precariza las condiciones de trabajo, como el colaborador-. Al no ser una oferta de alquiler formal, tanto propietarios como inquilinos están desprotegidos, los primeros para proteger su propiedad y los segundos para reclamar mejores condiciones de habitabilidad, pues, en su mayoría, las habitaciones o mini departamentos no cumplen con las condiciones mínimas de confort: ventilación e iluminación. Debido a la pandemia, la falta de espacio en estas viviendas ha acrecentado los contagios intrafamiliares, así como, también, se han producido múltiples desalojos forzados por la falta de pago.

La Autoproducción de Barrios: entre la Necesidad y la Construcción de Patrimonio

En el caso peruano, y en específico en Lima, el fenómeno de la autoproducción de espacio urbano - catalogado bajo el término ubicuo de informalidad urbana- es una realidad que se busca erradicar, debido a su aparente desorden morfológico y niveles de precariedad, así como su aparente relación con la pobreza. Este tipo de producción del espacio urbano es normalmente caracterizado como la oposición de los principios tradicionales de la planificación urbana, pero casi nunca por lo que realmente es: por sus condiciones y limitaciones para su habitación y por las razones estructurales que llevan a las personas a generarlos. En Lima Metropolitana, aproximadamente el 54% de su área urbana es resultado de la auto-producción de ciudad: es la norma y no la excepción (Torres, 2018). Pero el Estado insiste en negar esta realidad y proponer un esquema de planificación urbana, copiando buenas prácticas del Norte Global. Incluso en medio de la pandemia, se propone desde el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento, pensar en ciudades pospandemia con soluciones que pueden ser aplicadas solo en las áreas consolidadas de la ciudad, cubiertas de servicios básicos y demás equipamientos urbanos, invisibilizando el hecho de que el resto de la ciudad no cuenta con condiciones de habitabilidad mínimas.

En cuanto a sus productores directos, no son los profesionales diseñadores o planificadores urbanos, es la población civil la que busca dar solución a sus problemas de habitación y desarrollo; la lógica oscila entre la necesidad de sobrevivir al sistema y la búsqueda de beneficios económicos. La organización social es fundamental para este tipo de producción del espacio urbano, las redes sociales de ayuda y las faenas de trabajo sirven para sostener la comunidad y lograr la provisión de servicios básicos, así como un ejemplo de lucha constante para ser reconocidos por los aparatos estatales y recibir la ayuda necesaria para la consolidación del entorno urbano inmediato. En este contexto se construyen espacios de insurgencia ciudadana, la población propone soluciones alternativas a las impuestas por el sistema político-económico, para mejorar su calidad de vida. Si bien esta valoración positiva es necesaria para reconocer las prácticas y los saberes populares que pueden coadyuvar a reducir las injusticias espaciales en los espacios urbanos, no se debe romantizar su organización ni sus esfuerzos, pues se les estaría condenando a una lucha perpetua para asegurar su sobrevivencia y se deslindaría al Estado de su responsabilidad de proveer vivienda adecuada y entornos habitables. En este sentido, la acción de colectivos profesionales y organizaciones no gubernamentales, muchas veces refuerza esta visión romántica y sus acciones terminan siendo asistencialistas o maquillando la precariedad con murales de colores.

Por otro lado, contraria a la visión idealizada sobre la organización social popular, existen también agentes capitalistas informales que operan bajo la lógica de la especulación, la venta ilegal del suelo y producción de viviendas para el alquiler no regulado. Así, construyen espacio urbano para adueñarse de la valiosa propiedad privada, esencial para la generación de riqueza en el sistema capitalista. En este contexto, el Estado peruano es un ente que permite esta producción de espacio, por ende, es un actor indirecto que, a través de las redes de corrupción -sobre todo en gobiernos locales-, establece alianzas con organizaciones criminales para la invasión de terrenos. Por eso las personas optan por la construcción de un patrimonio individual, que se superpone al objetivo de construir espacios urbanos para el bien colectivo. Esto causa que no haya una resistencia al sistema político-económico, sino, más bien, que se valide la falta de regulación y las redes de corrupción en el aparato estatal. Estos espacios no solo se producen para la residencia en sus diversas modalidades, sino también para el establecimiento de servicios clandestinos y micro empresas informales.

En ambos casos, el espacio urbano producido no es atractivo para las inversiones inmobiliarias, pero sí para el sector retail. A falta de un Estado que provea servicios, equipamientos y espacios públicos, los centros comerciales en sus diversos formatos se construyen en estos espacios, como un satisfactor de estas necesidades. Y, a través del endeudamiento -tarjetas de crédito y préstamos-, los inversores comerciales logran unir a las personas a las redes de consumo, a lo que Rolnik (2017) llama financiarización de la vida. Si bien este agente privado no produce el espacio urbano, sí genera plusvalía para el suelo colindante y próximo, aumentando la especulación del mismo.

Cota Final: ¿Quién tiene Derecho a la Ciudad?

En los discursos político, académico y activista, está presente la necesidad de establecer el derecho a la ciudad para todos, pero en la práctica esto no se logra, pues se construyen y se permite la construcción de espacios urbanos solo para quienes puedan pagar por ellos: el derecho a la ciudad está supeditado a la capacidad de pago del ciudadano. Incluso el acceso a una vivienda digna (metros cuadrados, espacios con condiciones de confort adecuados, espacios comunes, áreas libres, densidad, etc.) depende de la capacidad de pago, ahorro y endeudamiento que posea la persona. Si bien las injusticias espaciales tienen estrecha relación con el sistema capitalista, hay otras fuerzas que también las generan, como como el racismo, el fundamentalismo religioso, la discriminación por razón de género (Soja, 2014) y las prácticas espaciales ideológicas relacionadas con el aparato estatal, la academia y, por su puesto, con el sector inmobiliario.

Por ello, cuestionar los factores que moldean la producción del espacio urbano, y su rol dentro del sistema neoliberal, es vital para tener una lectura más completa del fenómeno desde la escala macro, la ciudad y los barrios, hasta la escala básica, la vivienda. ¿Quiénes conciben estos espacios y qué implicancias tienen en términos de justicia espacial y social? Del mismo modo, no se debe soslayar el vínculo entre la teoría y la práctica. Por un lado, está un segmento de académicos que tratan de visibilizar las condiciones desiguales de la producción del espacio urbano, teniendo como protagonistas a las personas -desde los procesos de renovación urbana en las áreas centrales degradadas, hasta las condiciones de vida en las zonas precarias de la ciudad- y, por otro lado, están los técnicos, los ejecutores, quienes en su mayoría trabajan por y para las condiciones del mercado y no para la gente. Incluso si los técnicos trabajaran para el aparato estatal, los intereses de la inversión privada siempre tendrán un gran peso en las decisiones.

La crisis sanitaria producto de la COVID-19 evidenció las grandes desigualdades de las áreas urbanas, desde los países más ricos hasta los más pobres. Nos vimos obligados a resguardarnos en casa, pero no todos tenían una casa con condiciones de habitabilidad mínimas; nos pedían condiciones de higiene, pero no todos tenían acceso a servicios básicos; nos pedían no salir a trabajar y usar los medios tecnológicos para seguir la vida, pero no todos tenían trabajo formal, o fueron despedidos por las empresas; nos pedían guardar la calma, pero no todos tenían las condiciones económicas para afrontar los gastos más esenciales de alimentación, vivienda y salud. En un mundo tan globalizado, tan tecnológico, tan financiarizado, lo único importante para los Estados y el sistema económico fue salvar las relaciones económicas, no a la gente.

Si se quiere transformar esta realidad para construir una sociedad más justa, donde todas las personas podamos tener un derecho efectivo a la ciudad, es tiempo de trascender la teoría y pasar a la acción crítica. Que las luchas colectivas desde múltiples ámbitos sean una poderosa fuente de transformación y determinación para trascender la normalidad que el sistema nos ha impuesto. Es tiempo de dejar de romantizar las luchas perennes de los más afectados, porque las personas deberían poder vivir sin estar luchando constantemente para que sus derechos sean reconocidos. Los reclamos son necesarios para visibilizar los problemas y exigir respuestas, pero no pueden ser un estado de vida constante.

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Cómo citar este artículo: Torres Obregón, D. (2021). Entre el desarrollo desigual y el derecho a la ciudad. Reflexiones sobre Lima Metropolitana en el siglo XXI. Bitácora Urbano Territorial, 31(II): 15-26. https://doi.org/10.15446/bitacora.v31n2.86800

Autora

Diana Torres Obregón Candidata a Doctora en Sociología - Certificación trAndeS por la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Freie Universitat Berlín; Magíster en Desarrollo Urbano por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Arquitecta por la Universidad Nacional de Ingeniería-UNI. Docente, investigadora y coordinadora del grupo de investigación Urbes-Lab en la Universidad Nacional de Ingeniería. Investigadora en estudios urbanos y territoriales, específicamente en temas referidos a la problemática de las ciudades latinoamericanas: desigualdad urbana, informalidad urbana, políticas públicas de acceso al suelo y a la vivienda, y planificación urbana.

Recibido: 29 de Abril de 2020; Aprobado: 26 de Agosto de 2020

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