Sin embargo, las ciudades son más que flujos económicos (Massey, 2012), una de sus demandas esenciales es el abastecimiento alimenticio, que es afectado por la urbanización. Al tiempo que el espacio urbano incrementa, se registran pérdidas de suelo agrícola, lo que empuja a la expansión urbana y atenta contra la soberanía alimentaria [2].
Introducción
La urbanización de ciudades latinoamericanas a lo largo del siglo XX y XXI sigue un modelo de ciudad basado en intereses privados en detrimento de las necesidades de la sociedad, lo que resulta en injusticias socioambientales y espaciales (Janoschka, 2016), incluyendo impactos en la comercialización de alimentos. De esta forma, la producción social del espacio (Lefebvre, 1974) se da territorialmente a través de dinámicas de apropiación y dominación (Haesbaert, 2004). En este sentido, la mercantilización en el desarrollo urbano en São Paulo es evidente. Al ser la ciudad más grande de América Latina, con fuerte presencia en el escenario internacional y con potencial de albergar una gran variedad de negocios, São Paulo resulta atractiva para los sectores privados, que logran articularse con la municipalidad para imponer aquel modelo de ciudad que responde a sus intereses económicos. Sin embargo, las ciudades son más que flujos económicos (Massey, 2012), una de sus demandas esenciales es el abastecimiento alimenticio, que es afectado por la urbanización. Al tiempo que el espacio urbano incrementa, se registran pérdidas de suelo agrícola, lo que empuja a la expansión urbana y atenta contra la soberanía alimentaria[2]. A partir de esto se plantean preguntas como ¿Cuáles son los principales impactos de la producción social del espacio de São Paulo (Brasil) en el abastecimiento alimentario[3] urbano? Se propone, entonces, que la producción social del espacio en São Paulo está predominantemente caracterizada por la mercantilización de la ciudad (De Mattos, 2016). Por lo tanto, los impactos en el abastecimiento alimentario urbano son, en su mayoría, el resultado de un modelo de urbanización mercantilista, y se manifiestan en diferentes formas de comercialización de alimentos; en la cultura ciudadana de consumo alimentario, bajo la cual el individuo pasa de 'ciudadano' a 'consumidor' (Canclini, 1995); en la inequidad de acceso a la alimentación adecuada y a la ciudad; y en un desequilibrio socio espacial entre campo y ciudad.
Marco Teórico
El presente marco teórico trata sobre los impactos de la producción social del espacio para el abastecimiento alimentario de las ciudades y para el desarrollo urbano sostenible. Este apartado abarca una conceptualización de las ciudades en el contexto de la globalización, un análisis sobre la producción social del espacio y la mercantilización de la ciudad, y las definiciones relacionadas con el consumo alimentario urbano. En el contexto de la globalización, las ciudades asumen funciones para garantizar su rol de comando en la economía mundial, se reduce el papel del Estado y, mientras tanto, adquiere importancia el del sector privado (Sassen, 2005). La economía global es sostenida por la competencia interurbana apoyada en las asociaciones público-privadas y en el marketing urbano (Vainer, 2000).
Producción Social del Espacio
Lefebvre (1974) defiende la producción social del espacio y del tiempo a partir de la posición del ser humano y de la vida cotidiana, donde el espacio influye en su propia producción, "El espacio debe dejar de concebirse como pasivo, vacío, o carente de otro sentido [...] Es dialéctico: producto-productor, soporte de las relaciones económicas y sociales" (Lefebvre, 1974, p. 20). En su teoría, él define tres dimensiones: el espacio concebido, el espacio vivido y el espacio percibido. Estos espacios están interrelacionados y atribuidos, respectivamente, por las representaciones del espacio (mapas, memorias, discursos); por los espacios de representación (símbolos e imágenes), que generan el interés por el cambio y la apropiación, y por las prácticas espaciales, donde el espacio integra las relaciones sociales de producción y reproducción y de demandas de la vida cotidiana y, por ende, está sujeto a la percepción de las personas sobre su propia cotidianeidad al tiempo que influye sobre estas. Lefebvre (1974) asocia la producción espacial, por un lado, a la dominación relacionada al carácter funcional (Haesbaert, 2007) y valor de cambio; y, por otro lado, a la apropiación[4], conectada al valor de uso y al carácter simbólico (Haesbaert, 2007). Sin embargo, el dominio sobresale como consecuencia de intervenciones capitalistas (Lefebvre, 1974).
Harvey (1994) aporta a la discusión al describir dos maneras a través de las cuales ocurren cambios en la sociedad: la imposición de una sociedad dominante sobre otra, como dominación, y el conflicto urbano por el uso del espacio y del tiempo, como apropiación. Adicionalmente, señala que también existe la construcción social del tiempo. El autor explica que el capitalismo está interesado, simultáneamente, en la aceleración del tiempo, motivada por el desarrollo tecnológico -y que hace que los ciudadanos lleven una vida cada vez más rápida- y la compresión del espacio-tiempo que genera efectos fragmentarios y cambia los patrones de desarrollo y de uso local. Para Massey (2012), la reciente comprensión espacio-temporal es fruto de una imposición occidental colonizadora. Por su parte, Haesbaert (2004) percibe una interacción entre tiempo y espacio en la formación territorial como "[...] híbrido entre sociedad y naturaleza, entre política y cultura, y entre materialidad e 'idealidad'" (2004, p. 79), resultante de una mezcla de relaciones de poder. Actualmente, el poder más impactante para el territorio está relacionado con la funcionalidad capitalista donde el espacio puede ser puesto a la venta y la ciudad es una mercancía (Vainer, 2000).
Mercantilización de la ciudad
Para hablar sobre la mercantilización de la ciudad, el artículo abordará la definición marxista de mercancía:
La mercancía es un valor de uso, pero como mercancía no es simultáneamente un valor de uso. No sería una mercancía si fuera un valor de uso para su propietario, es decir, un medio directo para la satisfacción de sus propias necesidades. Para su propietario, por el contrario, es un valor de no uso, que es simplemente el depositario físico del valor de cambio o simplemente un medio de cambio. (Marx en Harvey, 1973, p. 155)
De esta manera la mercancía para convertirse en valor de uso debe encontrar una necesidad que pueda satisfacer, para esto las mercancías pueden moverse de un lugar a otro (Marx, 1859). Así pues, Harvey señala que la tierra y las mejoras que se realizan sobre ella son, en la economía capitalista, mercancías. A diferencia de otros productos, la tierra no puede ser trasladada, su ubicación es fija, por lo que pueden existir "privilegios de monopolio a la persona que tiene los derechos para determinar el uso en esa ubicación" (p. 158). Adicionalmente, la tierra y las mejoras que se realizan sobre ella cambian de manos con poca frecuencia, por ejemplo, cuando existen inversiones fuertes, cuando se implementa infraestructura pública y en los sectores estables del mercado de vivienda. Sin embargo,
En el sector del alquiler del mercado de la vivienda, en las áreas ocupadas por los propietarios inestables y en el sector minorista, la tierra y las mejoras adquieren la forma de un producto básico con mucha más frecuencia. La interpenetración dialéctica del valor de uso y el valor de cambio en forma de mercancía no se manifiesta en el mismo grado ni ocurre con la misma frecuencia en todos los sectores de la economía urbana. (p. 158)
En este sentido, es importante pensar la ciudad como un gran sistema de recursos atrayentes para el capital (Harvey, 1973). La dominación de la ciudad por grupos hegemónicos, es decir, agentes privados aliados del Estado que la convierten en mercancía, es la principal característica de la mercantilización de la ciudad (De Mattos, 2016). Estos grupos logran acuerdos institucionales abanderando discursos neoliberales de crecimiento económico que se materializan a través de grandes proyectos urbanos (Cuenya, 2011), que promueven el aumento de la renta de suelo y cambian el paisaje y la funcionalidad urbana. Los me-gaproyectos, que anteriormente eran obras de infraestructura, en el contexto neoliberal son herramientas de reconfiguración espacial basada en la revalorización: "[...] en tanto instrumentos de poder, terminan por ser espacios del capital en el que convergen diversos actores económicos y políticos para hacer valer los procesos de acumulación." (Luna-Nemecio, 2019, p. 2).
En otras palabras, la mercantilización de la ciudad se manifiesta donde la influencia del sector privado es creciente. Luego, las áreas centrales y estratégicas son verticalizadas y las asociaciones público-privadas trabajan por la competitividad interurbana. La ciudad, además de convertirse en una mercancía, también asume un modelo empresarial de gestión subordinado a lógicas económicas globales de amplia conectividad, movilidad y flujos de capital. Además, la financiarización provoca diferentes impactos y permite comprender fenómenos urbanos como la especulación, la aglomeración, la verticalización y la reconversión funcional. De esta manera es posible entender la transformación espacial, pues la economía es dominada por agentes financieros cuyo objetivo es la creación de nuevas inversiones que generen beneficios, a través de mercados de capitales globales con control mínimo del Estado (Sassen, 2005; De Mattos, 2016), pero con acciones estatales que atiendan a intereses mercantilistas. El Estado, al tener competencias sobre el uso del suelo, al retener impuestos sobre el mismo o, incluso, al proveer infraestructura, juega un papel fundamental como agente inmobiliario (Jaramillo, 2009) en la promoción de la mercantilización urbana.
Las ciudades inmersas en la globalización dependen del comercio, de sistemas de comunicación y de inversiones para su desarrollo, y sus objetivos se convierten en la retención de capital y en la competitivi-dad (Roberts, 2015; Vainer, 2000). Las grandes transformaciones urbanas a lo largo del tiempo configuran ciudades relacionadas con diferentes formas de consumo. Tales transformaciones se manifiestan en el aumento de flujos financieros dentro del "sector inmobiliario y la distribución intraurbana desigual donde determinadas áreas cuentan con mayores ventajas para la valorización urbana" (De Mattos en Ribeiro da Silva, 2019, p. 27), generando injusticia socio-espacial.
Harvey (1985) destaca la importancia de lo urbano bajo el modo de producción capitalista e indica que la urbanización ha desempeñado un papel fundamental en la absorción de excedentes de capital gracias a procesos de "destrucción creativa", donde la "desposesión" del derecho a la ciudad es la herramienta principal. Entre las injusticias espaciales, se identifican los desfavorecidos por las grandes inversiones inmobiliarias o el marketing urbano. Harvey (2014b), al hablar de "acumulación por desposesión" señala que la desvalorización forzada de un espacio, para su posterior revalorización, identifica una forma de violencia. Vainer (2010) indica que la conquista de clases hegemónicas ocurre sobre lo espacial y sobre el imaginario original de los dominados, eliminando su historia y creando una nueva dentro del modelo hegemónico. Adicionalmente, según Luna-Nemecio (2018), la influencia del capitalismo en la formación territorial, "las diversas relaciones de producción y consumo y un tipo particular de tecnología capitalista nociva, han articulado una producción territorial basada en el despojo, privatización y dilapidación de los bienes y saberes comunitarios" (2018, p. 1). Además, el autor menciona los efectos ambientales con alto impacto ecológico que tienen las transformaciones urbanas mercantilistas.
Derecho a la Ciudad
De esta forma, el acceso al derecho a la ciudad queda limitado a una pequeña élite, que interviene el espacio según sus propios intereses (Harvey, 2014a). El concepto de derecho a la ciudad se relaciona con las transformaciones de la vida cotidiana y con la forma y estructura urbanas (Lefebvre, 1974). El autor escribe sobre las necesidades humanas, desde la necesidad individual marcada por el consumo, hasta las necesidades sociales, como la de poder aislarse, pero, también, de poder encontrarse con otros.
Sin embargo, en un contexto de inequidad, solamente la apropiación y la lucha social garantizan el acceso universal al derecho a la ciudad, que "[s]ólo puede formularse como derecho a la vida urbana, transformada, renovada" (Lefebvre, 1973, p. 137), donde la ciudad es obra y no mercancía: tiene valor de uso y no de cambio. La desestructuración urbana observada en la desintegración social y cultural representa vacíos que "son también los lugares de lo posible [... ] Las instancias de lo posible sólo pueden realizarse en el curso de una metamorfosis radical" (Lefebvre, 1973, p. 135). Por tanto, la ciudad,
[... ] también es concebida como una obra ininterrumpida, un producto de sujetos que intervienen práctica mente, sean constructores, dirigentes políticos, notables y grupos influyentes, habitantes que modifican el hábitat, que transforman sin cesar las funciones, estructuras y formas urbanas. [...] La estabilidad de este súper objeto es más aparente que real. (p. 266)
Para Lefebvre, "las cuestiones de la ciudad [...] ponen en cuestión una parte de las estructuras fundamentales de la sociedad existente" (1971, p. 206). Por eso, él ve la reforma urbana como revolucionaria. Entre los elementos que pueden generar una revolución urbana está la alimentación que, así como la ciudad, está sujeta a las fuerzas mercantilistas, pero también tiene caminos de resistencia.
Globalización, ciudad y consumo alimentario
A finales del siglo XIX, la vida urbana se vinculó a la modernidad y a lo cosmopolita. Los habitantes de la metrópolis adquirieron prácticas urbanas cotidianas distintas a las "formas urbanas del pasado", como resultado del "desarrollo industrial capitalista, la acelerada urbanización de la población y el desarrollo de nuevas tecnologías de transporte" (Duhau y Giglia, 2016, p. 12). Así, las ciudades empezaron a ser consideradas como modelos de desarrollo y sinónimo de progreso.
En este sentido, ciertos lugares de la ciudad pasaron por procesos de turistificación (Medina y Álvarez, 2009), tanto para ejemplificar dicho progreso, como para atraer más inversión. Los mercados de alimentos trataron de transformarse y adaptarse para atender a las nuevas demandas urbanas mercantilistas, es decir, ofrecieron experiencias de ocio, entretenimiento y consumo para atraer a un público solvente (Medina y Álvarez, 2009). Estas dinámicas son parte de un proceso más amplio:
La solución a la crisis del capitalismo fordista vino determinada por la eliminación de las barreras geográficas al capital y por un incremento sustancial de la velocidad de rotación del mismo. En ambos aspectos el turismo desempeña un rol esencial. Es por este tipo de cuestiones que el turista actual ya no muestra atención por elementos consolidados -patrimoniales, culturales, etc.-, que se han ubicado tradicionalmente en [...] la burbuja turística (Judd, 1999), sino que huye de la misma en búsqueda de lo que considera auténtico (Harvey en Marcús et al., 2019, p. 11).
Simmel (1988) ve la ciudad como "sede de la economía monetaria", de forma que es justamente la economía capitalista la que domina la metrópoli y desplaza otras formas de producción como el trueque y la producción doméstica. Es así que el valor de cambio limita diferentes cualidades de un bien, pues este responde a su valor monetario. Adicionalmente, el autor hace énfasis en las sensaciones que la ciudad produce, y es justamente la moda una generadora importante de sentimientos y sensaciones:
Esta se manifiesta como la imitación de un modelo dado y que ofrece el beneficio de conseguir apoyo en la sociedad al encontrar normas o reglas preestablecidas, pero además satisface la necesidad de distinguirse, a través de la cual se busca la diferenciación [...] o destacarse individualmente (Simmel en Mejía, 2019, p. 35).
Existen perspectivas sociológicas que sugieren que el consumo actualmente está relacionado con la búsqueda de placeres, con la pertenencia a un nivel socioeconómico o con el anhelo de pertenecer a un grupo específico. Es necesario identificar que el "consumo" caracteriza al "individuo humano", mientras que "el consumismo es un atributo de la sociedad" (Bauman, 2007). Esta diferenciación nos permite entender estos conceptos dentro de la configuración espacial urbana y ver cómo las grandes infraestructuras y los grandes proyectos urbanos motivan, responden o asimilan los impulsos y sensaciones expresadas a través del consumo. Featherstone (1991) menciona que los placeres emocionales vinculados al consumo también están relacionados a los placeres estéticos. Así, los acelerados procesos de urbanización han transformado las dietas tradicionales de la población y este cambio ha modificado, a su vez, la morfología urbana (Duhau y Giglia, 2007). La alimentación y el acceso a alimentos en la ciudad, al ser necesidades básicas, son ámbitos susceptibles de la metamorfosis urbana, de la mer-cantilización de la ciudad y de la globalización. Para Nutzenadel y Trentmann (2008), la globalización y la comida dependen el uno del otro.
Asegurar un mayor acceso a los alimentos fue una fuerza impulsora detrás de la expansión colonial y el poder imperial. Los mercados de alimentos fueron los primeros en integrarse globalmente, uniendo áreas y culturas distantes del mundo. En ninguna otra área las interacciones [...] han sido tan perceptibles como en las culturas alimentarias cambiantes. El consumo de alimentos juega un papel crucial en la construcción de identidades locales y nacionales y en la cambiante autocomprensión de los grupos sociales, migrantes y comunidades étnicas[5]. (Nutzenadel y Trentmann, 2008, p. 1)

Fuente: Elaboración propia, 2020, sobre imagen de Google Earth.
Imagen 1 Ubicación del Mercado de Pinheiros, ETSP-CEAGESP y PIU NESP en São Paulo
Para ellos la alimentación es tan importante como el mercado financiero dentro del escenario global. El alimento se relaciona directamente con el espacio urbano, puesto que las ciudades dependen a diario del abastecimiento de alimentos, y su consumo, en cualquiera que sea su estado, pasa por el espacio público. A su vez, las grandes industrias alimenticias han modificado la dieta de las personas creando monopolios y desplazando con precios más bajos a pequeños productores (Steel, 2008). Al analizar las principales formas de comercializar alimentos en América Latina se encuentran ferias libres, mercados, pequeños comercios y supermercados. Pues bien, a través del consumo, finalmente, se manifiestan deseos individuales donde prima la necesidad de diferenciarse, pero, al mismo tiempo, se generan "vínculos con el grupo y la pertenencia social" (Duhau y Giglia en Mejía, 2019, p. 21), por lo que se busca asemejarse a unos o diferenciarse de otros. El consumo pasa entonces a vincular "lo posible con lo deseable", y elegir dónde consumir es una forma de expresar dichos deseos individuales (2019, p. 21).
Metodología
El artículo propone estudiar dos casos en São Paulo con la siguiente metodología: revisión teórica, análisis documental, análisis espacial, entrevistas informales semiestructuradas y observación participante. El primer caso es la plaza Largo da Batata (LB), en el barrio Pinheiros, un área donde se han comercializado alimentos desde hace mucho y donde está ubicado el Mercado Municipal de Pinheiros (MMP). El segundo es el mayorista Entreposto de São Paulo, de la Companhia de Entrepostos e Armazéns Gerais de São Paulo (ETSP-CEAGESP) en el barrio Vila Leopoldina. Ambos casos cuentan con espacios públicos de comercialización de alimentos y están ubicados dentro del área de instrumentos urbanísticos de renovación urbana en barrios de clase media alta, con presencia fuerte del mercado inmobiliario. Por un lado, el MMP atiende a escala barrial, mientras que el ETSP-CEA-GESP es el principal mayorista del país; por otro lado, los procesos inmobiliarios ocurrieron primero en el MMP y no en el mayorista, "pero existen disputas relacionadas a su transferencia, planificada bajo el Nuevo Mayorista de São Paulo (PIU NESP)" (Ribeiro da Silva, 2019, p. 8).
Resultados
La ciudad de São Paulo es la capital económica de Brasil y, por lo tanto, es parte de la competencia interurbana global. Sin embargo, la influencia del sector financiero en su desarrollo fue anterior a la globalización. Las transformaciones urbanas de São Paulo se caracterizan, entre otros aspectos, por la mercantilización de la ciudad con impactos en el medio ambiente, en la justicia espacial y en la comercialización de alimentos. A lo largo del siglo XX, la urbanización priorizó el automóvil privado y la creación de vías asociadas a la dominación del sector inmobiliario. El resultado fue una malla urbana que, además de desconsiderar la geografía de la ciudad, impactó profundamente su sistema hídrico. El Río Pinheiros, uno de los principales ríos de São Paulo, poseía márgenes sinuosos que fueron rectificados para la creación de 25,000 km2 de terrenos de interés inmobiliarios y vías expresas inspiradas en las ideas del urbanista Robert Moses.
Mercado Municipal de Pinheiros
A inicios del siglo XX, el Río Pinheiros dividía el centro urbano de la periferia rural, y muchos agricultores vendían sus productos en un amplio espacio abierto, entonces llamado Mercado dos Caipiras (MC). Adicionalmente, fue instalada en el mismo sector una gran cooperativa de comerciantes de alimentos, la Cooperativa Agrícola de Cotia (CAC), y esta área pasó a ser reconocida como Largo da Batata (LB). A mediados del siglo XX, el carácter de comercialización de alimentos del LB fue amenazado por primera vez por la expansión urbana. La plaza era parte de la conexión del centro urbano con el otro lado del Río Pinheiros, que empezaba a urbanizarse, y la priorización del sistema vial afectó la dinámica alimentaria del LB cuando el Mercado dos Caipiras fue retirado para permitir la creación de la Avenida Faria Lima.
En 1971 se inauguró el Mercado Municipal de Pinheiros (MMP), un mercado cerrado, para sustituir el extinto Mercado dos Caipiras. Según Ribeiro da Silva (2019), este cambio fue problemático debido a la falta de espacio, la limitación a ventas minoristas y el hecho de que los locales comerciales no estaban, como antes, en el paso de los consumidores. Paralelamente, la CAC también cerró sus puertas, dejando sin uso definido, por casi 30 años, un terreno de 10,000m2[5].
El carácter alimentario del LB se limitó al pequeño edificio del nuevo mercado municipal que, a pesar de las dificultades, se benefició de la llegada de una terminal de buses al barrio, en 1974.
Por ende, se demuestra el impacto de la urbanización en la comercialización de alimentos. Adicionalmente, se percibió otro cambio fundamental: la llegada de centros comerciales y de redes de supermercados y minimercados en los años 60, que representan, todavía hoy, una amenaza para el MMP (Imagen 2). El primer centro comercial de São Paulo, el Shopping Iguatemi, fue construido en la Avenida Faria Lima y cuenta con un supermercado en su interior; así, se reveló también la influencia que tienen grandes empresas en el abastecimiento urbano y en las formas de consumo alimentario.

Fuente: Elaboración propia con datos del Google Maps sobre mapa de Google Earth, 2020)
Imagen 2 Equipamientos públicos y privados de abastecimiento alimentario en el entorno del Largo da Batata
Para la ciudad (...) eso significa que cada vez menos empresas dominarán la venta de alimentos a través de un sistema oligopólico de comercializadores y, de acuerdo con sus modelos de tienda, influyen en el modelo de ciudad que se desarrolla. Cuando un supermercado es construido en el área de toda una cuadra en una edificación sin ventanas cercada de parqueaderos de automóviles, su presencia determina cómo será la vida urbana en aquella porción de ciudad. (Ribeiro da Silva, 2019, p. 53)
El último gran impacto para el mercado de alimentos empezó en los años 90, con la llegada de la Operación Urbana Consorciada[6] Faria Lima (OUC-FL)[7], basada en la asociación público-privada, cuyos efectos en el sector se observan hasta el día de hoy. Además de la competencia con los supermercados, el MMP sufrió con la retirada de la terminal de buses del LB, como señaló una vendedora de almuerzos que fue entrevistada, "Cuando había el terminal, cuando había vendedores callejeros, trabajadores en las calles [... ] la gente almorzaba aquí, yo entregaba almuerzos. Y después que lo sacaron (al terminal), disminuyó el movimiento" [8] (Mazé, comunicación personal, 15 de mayo de 2018). Adicionalmente, el MMP fue afectado por la supuesta renovación urbana del LB, que tardó siete años (de 2007 a 2013) en completarse, de forma muy insatisfactoria, como parte de la OUCFL (Ribeiro da Silva, 2019). Esta inconformidad se verifica en las palabras de una vendedora de alimentos: "Se suponía que iba a revitalizar y no revitalizó nada, ¿verdad? No tiene nada de calidad." (Jeane, comunicación personal, 15 de mayo de 2018). O en las del administrador del mercado: "quitaron a los vendedores callejeros, sacaron todo, vino el metro, se cerró todo lo que había alrededor. Tanto que actualmente hay personas que se olvidaron de que este lugar (el MMP) existe." (Rodolfo, comunicación personal, 16 de mayo de 2018)
En el periodo de la renovación urbana del LB se construyó una estación de metro en este lugar, y la Avenida Faria Lima se consolidó como eje empresarial de la ciudad, mientras las obras imposibilitaban el paso y el comercio. Sin embargo, con el LB renovado, la creciente intervención inmobiliaria en esta área, que parecía abandonada, materializó la teoría del concepto "apropiación por desposesión" (Harvey, 2014b). La llamada renovación urbana llevó a la expulsión de la mayoría de los comerciantes populares del barrio, así como de todos aquellos que no tenían recursos para adaptarse al creciente valor de suelo. El paisaje urbano se transformó con la verticalización y con nuevos restaurantes sofisticados. Por ende, el MMP tuvo que dejar su propia historia atrás y adaptarse para atender al nuevo público del LB, solvente y exigente, como explica un funcionario de un local de venta de frutas y verduras del MMP:
Antes había de todo (tipo de clientes). Hoy no es cualquier tipo de persona que viene. La diferencia que hay para nosotros es una diferencia muy grande porque hasta la forma de trabajar está cambiando, con uniforme y todo. Entonces, el público que tenemos hoy en día es más rígido, no es como antes. (Jean, comunicación personal, 15 de mayo de 2018)
Para esta adaptación, se desarrolló, por un lado, la turistificación del MMP (Imagen 3), con su renovación y con la instalación de locales de comida rápida registrados por chefs reconocidos, y, por otro lado, su adaptación a las nuevas formas de consumo, con la llegada de la sucursal de una red de comercialización de frutas y verduras y con la ascensión del servicio de entrega a domicilio (Ribeiro da Silva, 2019), "El LB y el MMP siguen sujetos a la especulación de la mercantilización urbana ya lucrativa para grupos hegemónicos mientras el restante de la población sufre con el desplazamiento y con la desposesión de su historia y memoria" (p. 97).
Mayorista de São Paulo
El Mayorista de São Paulo (ETSP-CEAGESP) también fue afectado por la mercantilización de la ciudad, pero este proceso está en una etapa menos avanzada que en el caso del LB. Este equipamiento fue inaugurado en el barrio Vila Leopoldina, al final de la década de los 60, para absorber la demanda del mercado central, que estaba saturado y que también fue turistificado. En aquel momento, el barrio del mayorista tenía usos relacionados a la ferrovía. Su ubicación es parte de los márgenes resultantes de la rectificación del Río Pinheiros, lo que generó un barrio sujeto a inundaciones, en un área entonces periférica, pero que, actualmente, es una conexión estratégica con ciudades vecinas y, por tanto, interesante para el sector inmobiliario. Como explica un trabajador del ETSP-CEAGESP en entrevista: "Aquí es una región noble, valorada. [... ] Esto se va a acabar para hacer edificios de lujo aquí. Un área valorada como esta, un área grande, cerrada [...] para hacer una urbanización de lujo aquí no cuesta nada." (Albert, comunicación personal, 23 de mayo de 2018)
El carácter industrial fue disipado y gradualmente sustituido por el uso residencial a partir de los años 80, "El carácter bucólico del barrio empezó a extinguirse a partir del momento en que los enormes terrenos disponibles fueron, poco a poco, dominados por el mercado inmobiliario, principalmente desde el inicio de los años 2000" (Ribeiro da Silva, 2019, p. 107).
El interés del sector inmobiliario se debe a la ubicación estratégica cercana a vías expresas y a la línea de tren, a la oferta de terrenos vacíos o subutilizados y a la oportunidad de utilizar el instrumento urbanístico de la 'Otorga Onerosa del Derecho de Construir'[9] (OODC) decretado en 2003. El stock disponible de OODC fue utilizado integralmente (Imagen 4) y el paisaje del barrio fue transformado de industrial obrero a un conglomerado de grandes torres residenciales.

Fuente: Elaboración propia con datos del portal geosampa.prefeitura.sp.gov.br sobre mapa de Google Earth, 2020.
Imagen 4 El mayorista ETSP-CEAGESP y los instrumentos urbanísticos (PIU y OODC) en el barrio Vila Leopoldina
Así como en el caso anterior, los nuevos residentes del barrio Vila Leopoldina eran más solventes. Además, la presencia del mayorista y de las favelas que lo cercan no son del agrado de esta nueva población ni del mercado inmobiliario, que tiene interés en apropiarse de los 700,000 m2 del ETSP-CEAGESP. Este interés puede materializarse a través de dos Proyectos de Intervención Urbana (PIU)[10] que aún no se han concretado: el PIU Vila Leopoldina, que propone la renovación urbana del entorno del mayorista, y el PIU NESP, que propone la retirada del mayorista y su sustitución por su versión privatizada llamada Nuevo Entreposto de São Paulo (NESP) en un área aún más periférica de la ciudad. Cabe reflexionar sobre qué modelo de ciudad dictará las transformaciones urbanas de la Vila Leopoldina derivadas de este instrumento urbanístico, especialmente partiendo del supuesto de que la empresa involucrada en la construcción del nuevo mayorista participará también de las transformaciones urbanas en la Vila Leopoldina (Ribeiro da Silva, 2019, p. 118). Mientras el futuro del área sigue en disputa, el ETSP-CEAGESP y sus alrededores pasan por una degradación resultante del abandono y negligencia pública, lo que anuncia otro potencial ejemplo de "acumulación por desposesión" (Harvey, 2014b). Los afectados, en todos los casos, son comerciantes de alimentos, residentes de las favelas y consumidores del mayorista que pierden sus fuentes de subsistencia y son expulsados junto con su identidad y memoria, para ser sustituidos por una nueva historia caracterizada por torres residenciales y supermercados (Imagen 5).
Conclusiones
Para concluir, se puede decir que la mercantilización de la ciudad de São Paulo se caracteriza por la asociación público-privada, observada en la rectificación del río para creación de suelo inmobiliario vendible, y en las renovaciones urbanas que ignoraron la memoria barrial con la concentración de edificios. La venta de alimentos fue insertada en la disputa por el suelo urbano y, poco a poco, la ciudad mercantilista dominó el área que antes era ocupada por el Mercado dos Caipiras. Así, cuando la lógica de los supermercados se impone, la cultura ciudadana de consumo alimentario cambia y promueve el abandono del comercio barrial. Además, el MMP fue turistificado (Medina y Álvarez, 2009), en detrimento del abastecimiento de alimentos. Los pocos locales de venta de alimentos in natura que quedaron, tuvieron que adaptarse a las nuevas demandas (Duhau y Giglia, 2016).
Por otro lado, la presión sufrida por el mayorista ETSP-CEAGESP tiene otro enfoque, pues "existe la intención de venderlo al capital externo y, por ende, poner la alimentación urbana en un circuito global mercantilista" (Ribeiro da Silva, 2019, p. 121). Ambos casos de estudio están ubicados en áreas actualmente estratégicas por su conectividad, pero que, anteriormente, eran parte de la periferia urbana; y poco a poco pasaron a hacer parte de la creciente mancha urbana. En ese sentido, la propuesta del sector privado de crear un nuevo mayorista, en un área aún más periférica, podría tener como consecuencia la expansión urbana hacia este lugar. El resultado es una relación insostenible entre campo y ciudad, un desequilibrio socio-espacial y ambiental que profundiza la crisis urbana que para algunos -vendedores del mercado o residentes de las favelas aledañas al mayorista- es ya es una realidad. Ellos perdieron su espacio de apropiación, su fuente de subsistencia y su identidad simbólica (Janoschka, 2016; Vainer, 2010), ya que no lograron incorporarse al nuevo modelo de ciudad impuesto. Esta población, aunque resista y luche, no accede al derecho a la ciudad que es un privilegio para aquellos que lo pueden pagar.
Finalmente, a pesar de que la mercantilización de la ciudad se aproveche del alimento como producto y del ciudadano como consumidor, la alimentación también afecta la mercantilización urbana, por ejemplo, cuando los supermercados ocupan toda una manzana en medio de la ciudad, limitando la calidad de vida barrial. "Se concluye también que, como ciudadanos, somos poderosos agentes de la transformación de la ciudad en cuanto consumidores de alimentos." (Ribeiro da Silva, 2019, p. 132)