Desde esta perspectiva, en las ciudades resilientes es fundamental tener una mirada en el ámbito comunitario, comprendiéndolo como un espacio donde onfluyen y se tensionan la subjetividad de los individuos, las relaciones interpersonales y territoriales, así como también las estructuras sociales normativas (Zambrano y Berroeta, 2012).
Introducción
Desde principios del siglo XXI se evidencia a nivel mundial un aumento considerable de los desastres naturales, así como también de los daños materiales y humanos que estos producen, especialmente en los países en vías de desarrollo (United Nations International Strategy for Disaster Reduction [UNISDR], 2019). Bajo este panorama, el riesgo de desastres se ha establecido como una temática de interés, tanto en el ámbito de la investigación como en la agenda internacional (Sandoval y Sarmiento, 2018), donde organizaciones como las Naciones Unidas han impulsado acuerdos transnacionales para la Gestión de la Reducción del Riesgo de Desastre (GRRD), como el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, el cual enfatiza la prevención ante la generación de nuevos riesgos, la reducción de los existentes y el aumento de la resiliencia global y local (UNISDR, 2015).
En Chile, Estado ratificante del Marco de Sendai y país con amplio historial, tanto en la frecuencia como en la intensidad de desastres sociona-turales (Camus, Arenas, Lagos y Romero, 2016), se ha implementado la Estrategia Nacional de Investigación, Desarrollo e Innovación para un Chile Resiliente Frente a Desastres de Origen Natural, que señala como tarea prioritaria contar con mayor información sobre el grado de resiliencia de las comunidades en situación de riesgo por una amenaza de origen natural (CREDEN, 2016).
Considerando estos antecedentes, este estudio pretendió describir las dimensiones asociadas a la resiliencia comunitaria, mediante el análisis de un cuestionario, aplicado a dirigentes sociales de la comuna[2] de Peña-lolén, en relación con la amenaza asociada a la Falla San Ramón (FSR). La relevancia de esto radica en contar con información para que el gobierno local, las comunidades y otros colectivos académicos y sociales desarrollen iniciativas para gestionar el riesgo de la FSR o de otros riesgos sísmicos de similares características.
El Concepto de Resiliencia Comunitaria y sus Dimensiones
Particularmente en el ámbito de la GRRD, el concepto de resiliencia fue apropiado por los estudios urbanos y regionales (Méndez, 2012), lo que permitió superar la comprensión del riesgo solo como una construcción, a partir de las amenazas y vulnerabilidades de un determinado sistema o territorio, y avanzar hacia una comprensión más holística, que considera las capacidades para resistir y adaptarse a los cambios producidos por un desastre de origen natural (Cardona, 2001). En este marco, CREDEN (2016) define la resiliencia como
Las capacidades de un sistema, persona, comunidad o país expuestos a una amenaza de origen natural, para anticiparse, resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficaz, para lograr la preservación, restauración y mejoramiento de sus estructuras, funciones básicas e identidad. (p. 4)
A partir de esta definición sistemática, en un primer nivel identificamos la resiliencia urbana, referida a la forma en que las naciones y gobiernos locales implementan una serie de iniciativas para el desarrollo de ciudades resilientes, que sean capaces de adaptarse y recuperarse ante una situación de emergencia o desastre (Cañete, 2017).
Desde esta perspectiva, en las ciudades resilientes es fundamental tener una mirada en el ámbito comunitario, comprendiéndolo como un espacio donde confluyen y se tensionan la subjetividad de los individuos, las relaciones interpersonales y territoriales, así como también las estructuras sociales normativas (Zambrano y Berroeta, 2012). Bajo este prisma, Uriarte (2013) plantea la resiliencia comunitaria como "la capacidad del sistema social y de las instituciones para hacer frente a las adversidades y para reorganizarse posteriormente de modo que mejoren sus funciones, su estructura y su identidad" (p. 10).
Para observar cómo se desarrolla la resiliencia en las comunidades, diversos autores señalan la necesidad de operacionalizar este constructo, identificando así sus principales dimensiones y los factores que lo componen. En este sentido, se expone a continuación una síntesis de la literatura que recoge algunos de los estudios orientados a evaluar la resiliencia comunitaria y sus componentes (ver Tabla 1).
Fuente: Elaborado con base en los trabajos de Flores y Sanhueza (2018); López y Limón (2017); Stewart (2017); Twigg (2007); Uriarte (2013); Vázquez, Núñez y Ortega (2018)
Algunos de los pilares o factores de la resiliencia comunitaria han servido de base para la realización de diversas investigaciones empíricas. Por ejemplo, Flores y Sanhueza (2018) encuestaron a los pobladores de Caleta Tumbes, lugar de Chile afectado por un tsunami producido por el terremoto 8.8 en la escala de Richter del año 2010. Fue posible señalar que las dimensiones más fuertes de la resiliencia comunitaria fueron la identidad cultural pesquera, la autoestima colectiva y el humor social. Las dimensiones más débiles, en cambio, fueron la baja honestidad gubernamental comunitaria y la estructura social poco cohesionada.
Esto último fue respaldado por un estudio realizado por Stewart (2017) con afectados por el incendio de Valparaíso de 2014. Se pudo identificar que la resiliencia fue producto de un esfuerzo comunitario, siendo escasa la ayuda gubernamental. Se identificaron como pilares de la resiliencia el arraigo al territorio, la proyección de vida futura, la solidaridad y la historia colectiva.
En síntesis, las principales dimensiones y factores que promueven la resiliencia vienen de la comunidad y sus procesos endógenos, mientras que las principales barreras y dificultades surgen de una gobernabilidad poco efectiva e inoperante, como también de un contexto donde se superponen una serie de vulnerabilidades.
La Falla San Ramón: un Reflejo de las Vulnerabilidades Superpuestas y las Paradojas Estructurales de la Planificación Urbana en el Área Metropolitana de Santiago
La FSR es una falla geológica potencialmente activa, con dirección norte-sur, ubicada en el frente cordillerano al este de Santiago de Chile, específicamente en el piedemonte andino, unidad geomorfológica de contacto entre la Cordillera de Los Andes y el Valle de los ríos Mapocho y Maipo (Vargas et al., 2014). Según Armijo et al. (2010), la FSR sobrepone las rocas del frente cordillerano a los sedimentos de la depresión central, generando un escarpe o una pendiente. Esta posee una extensión lineal de 35 km y una profundidad de entre 10 y 12 km desde la corteza hasta la superficie. Dentro de las comunas actualmente afectadas por la FSR se encuentran Vitacura, Las Condes, La Reina, Peñalolén, La Florida y Puente Alto (ver Figura 1).
El riesgo vinculado a la FSR es la posibilidad de un gran terremoto destructivo de tipo cortical y de la ruptura de la superficie a lo largo de la falla. El riesgo ha sido comprobado a partir de registros paleosismológicos que demuestran la ocurrencia de dos terremotos de gran magnitud en el pasado (Mw # 7.5), uno hace 17,000 años y el último hace 8,000 (Vargas et al., 2018).
Cabe mencionar que al interior del territorio que comprende la falla se encuentran edificaciones tales como la planta de tratamiento de Aguas Andinas "Las Vizcachas", ubicada en Puente Alto, y el Centro de Estudios Nucleares en La Reina, ambas constituyéndose como potenciales fuentes de daños incubados (Del Castillo, 2018). Son paradojas estructurales, puesto que estos edificios buscan asegurar una mejor calidad de vida, pero terminan magnificando la amenaza y siendo potenciales desastres incubados (Beltramino, 2019).
Ahora bien, a pesar de la amenaza de la FSR para los faldeos cordilleranos de Santiago, la política de desarrollo urbano no considera este riesgo en sus instrumentos de planificación territorial, permitiendo un desarrollo que expone a la población a un eventual desastre. La expansión demográfica irregular de la ciudad en el Área Metropolitana de Santiago responde a la desestatización y privatización de la planificación territorial fomentada por las Políticas Nacionales de Desarrollo Urbano que, desde los años 80, impulsaron la acción del libre mercado, relevando los intereses económicos privados del sector inmobiliario en el crecimiento de las áreas urbanas (Rasse et al., 2019).
Por consiguiente, el aumento en la concentración poblacional, la mayor plusvalía urbana, la especulación del suelo y la falta de administración pública trajeron consigo un crecimiento desregulado del territorio urbanizado que, a partir de la intervención de iniciativas privadas, transformó el piedemonte andino en un commodity natural (Vargas et al., 2018). De esta manera, las comunidades que habitan sobre la FSR viven en una situación de riesgo desencadenada por una planificación del hábitat urbano que no establece una relación sustentable entre los sistemas sociales y naturales, sino que está mediada por principios de modernización territorial y desarrollo urbano que emergen desde una liberalización económica del Estado (Rasse et al., 2019). Dicha condición de riesgo de exposición a la amenaza que constituye la FSR es acrecentada por las altas tasas de vulnerabilidad social, estructural y económica observadas en la mayoría de las comunas del piedemonte andino (Ministerio de Desarrollo Social, 2016).
Metodología
Se realizó un estudio exploratorio cuantitativo (Creswell, 2017) para describir los niveles de resiliencia comunitaria en diferentes dimensiones del constructo. Se aplicó un cuestionario de preguntas abiertas y cerradas que fue analizado por medio de diversas técnicas cuantitativas. En particular, se utilizaron análisis estadísticos descriptivos y análisis de contenido temático cuantitativo (Vaismoradi, Turunen y Bondas, 2013).
La pregunta de investigación que guío el trabajo de producción y análisis de la información fue: ¿Qué percepciones tienen los dirigentes sociales de la comuna de Peñalolén en torno a la potencial resiliencia de su comunidad frente a la amenaza de la Falla San Ramón?
Muestra
Participaron un total de 43 dirigentes sociales de la comuna de Peñalolén. Se siguió un muestreo por conveniencia (Mendieta, 2015), teniendo como base la nómina del total de dirigentes sociales de juntas de vecinos [3] de la comuna, disponible en la Municipalidad de Peñalolén. Esta integraba aquellas juntas de vecinos activas y con dirigentes en funciones. Esto dio un total de 50 juntas de vecinos, equivalentes a un universo muestral de 150 directivos. Participaron voluntariamente 43 de ellos, lo que representan un 28.66% del total (ver Tabla 2). El trabajo de campo tuvo una extensión de tres meses y fue realizado durante el año 2018.
Se decidió enfocar la atención en los dirigentes sociales [4], agentes centrales en la organización local y en el vínculo de las personas con las instituciones en un territorio determinado. Por lo tanto, el criterio de selección de la muestra responde a que estos son actores mayormente informados acerca de las características del territorio y las necesidades de la comunidad, debido en parte a su rol de líderes y representantes territoriales elegidos democráticamente por sus cohabitantes.
Técnicas de Producción de la Información
Los resultados derivan del análisis de dos de las cuatro variables que componen el cuestionario "Vulnerabilidad, resiliencia y consciencia de riesgo". Este cuestionario fue aplicado con fines exploratorios para la Iniciativa Científica Milenio, del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo del Gobierno de Chile. Su construcción se realizó a partir de una serie de antecedentes científicos y de la experiencia de los investigadores del Centro de Investigación en Vulnerabilidades y Desastres Socionaturales (CITRID).
Para el presente caso, las variables seleccionadas son las capacidades de resiliencia (V3) y la consciencia de riesgo (V4). La variable capacidades de resiliencia es entendida como el conjunto de aquellos saberes y prácticas que permiten la adaptación a las consecuencias de un posible desencadenamiento de la amenaza sísmica. Por su parte, la variable conciencia de riesgo se refiere a la percepción, valoración y disposición a la acción que la persona manifiesta en relación con la estructura de riesgos en la que se inserta en su vida cotidiana.
Las variables analizadas están compuestas de 27 ítems de respuesta cerrada y tres ítems de respuesta abierta. Estas fueron seleccionadas por dos motivos: porque aparecen como dimensiones fundamentales de la resiliencia comunitaria en diversos modelos revisados por el equipo de investigación (ver Tabla 1) y porque las variables V1 y V2 del cuestionario responden a cuestiones socioeconómicas que no entregan mayor información respecto a la resiliencia comunitaria ante el riesgo que significa la FSR.
Técnicas de Análisis de Información
Los resultados fueron ingresados a una base de datos construida a partir del programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS). Contando con la base de datos del cuestionario, se seleccionaron las preguntas correspondientes para las variables V3 y V4, con sus correspondientes dimensiones extraídas de la literatura internacional (ver Tabla 2).
Se realizó un análisis temático de aquellas preguntas abiertas (Vaismoradi, Turunen y Bondas, 2013), procediendo de igual manera en cada una de estas. Primero, se realizaron varias lecturas cruzadas y se hizo un pool de códigos asociados a las dimensiones identificadas por parte del equipo de investigación en este estudio y en otros anteriores; segundo, se organizaron estas categorías ordinalmente según el número de menciones realizadas por los dirigentes sociales. Se aplicaron, también, estadísticos descriptivos de frecuencia, media y mediana en aquellas preguntas cerradas del cuestionario.
Resultados
Producto de los análisis realizados, fue posible agrupar las respuestas de los dirigentes sociales al cuestionario en cinco dimensiones de la resiliencia comunitaria: gobernabilidad, evaluación del riesgo, conocimientos culturales y educación, gestión de riesgos y reducción de vulnerabilidad, y estrategias organizativas para la preparación y respuesta ante desastres. Estas serán revisadas a continuación.
Gobernabilidad
Un primer elemento dentro de esta dimensión se relaciona con la evaluación de los servicios y la in fraestructura comunitaria, en donde los dirigentes calificaron los servicios básicos presentes en su comunidad de regulares a buenos, destacando los servicios primarios, centros educacionales y de salud, pero valorando negativamente a las comisarías y al servicio de transporte público. A la hora de analizar cuáles son las problemáticas respecto a las infraestructuras en la comunidad, mencionaron deficiencias en las estructuras destinadas a las personas en situación de discapacidad, el mal estado de las calles, la deficiente instalación de colectores de aguas lluvia y/o basureros y la falta de construcción de ciclovías.
Respecto de la proximidad de servicios, los encuestados destacaron que una gran cantidad se encuentra cerca de la comunidad; se mencionaron centros educacionales (100%), transporte público (97.6%), centros de abastecimiento (97.6%), áreas verdes (95.2%), centros de salud (95.2%), equipamiento comunitario (92.9%), bancos y cajeros automáticos (90.5%), equipamiento deportivo (85.7%) y farmacias (85.7%).
Al indagar sobre la relación de la comunidad con las instituciones y organizaciones del territorio, los participantes señalaron tener mayor vínculo cotidiano con tres, a saber, la Municipalidad de Peñalolén, los Carabineros (Policía Nacional) y el Servicio de Salud Primario. Sobre las instituciones y organizaciones que desplegaron ayuda a las comunidades en una situación de emergencia, en una escala del 1 al 7, los participantes destacaron a los Bomberos (6.51), a la Fundación Techo para Chile (5.96), a los estudiantes (5.92) y a la Municipalidad de Peñalolén (5.76).
Al contrario, los encuestados evaluaron como deficiente la ayuda de las empresas privadas (3.58), del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada [SHOA] (3.96) y de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior [ONEMI] (3.6). Finalmente, al ser consultados acerca de la institución o agente comunitario en que confiarían para obtener información durante un desastre, estos líderes comunitarios señalaron a la Municipalidad de Peñalolén, a Carabineros y a los medios de comunicación.
Evaluación del Riesgo
Dentro de esta segunda dimensión es posible constatar, a través de la evaluación de los dirigentes, que existe un alto nivel de riesgo social. Esto se evidencia, en primer lugar, en una percepción de bajas oportunidades de acceso a trabajo y vivienda y, en segundo lugar, en una alta ocurrencia de situaciones de contaminación ambiental, a saber, basura en espacios públicos (80.5%), plagas de insectos, animales peligrosos o abandonados (78%), contaminación acústica (53.7%), contaminación del aire y/o malos olores (51.2%), contaminación visual (39.0%) y contaminación del agua proveniente de la red pública (31.7%). Finalmente, se evidencia una alta frecuencia de situaciones relacionadas con delincuencia (90%), desempleo (78.1%), pobreza (62.5%), consumo de drogas (85.7%) y tráfico de drogas (69%), violencia intra-familiar (59.4%) y violencia en el barrio (56.3%), así como también falta de oportunidades en educación (56.3%) y salud (50%).
A la hora de analizar la percepción de riesgo de los dirigentes ante los desastres, fue posible distinguir aspectos relacionados con su conocimiento sobre el riesgo sísmico al que se enfrentan y otros vinculados a las expectativas en torno a un potencial desastre. Un 54.8% de los dirigentes plantearon conocer campañas de difusión asociadas al tema, mientras que un 45.2% señalaron no conocerlas. Aquellos dirigentes que sí conocen estas iniciativas, señalaron que los entes responsables han sido principalmente la Municipalidad de Peñalolén, la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI) y los servicios de emergencia (Bomberos, Carabineros y Policía de Investigaciones), y que su medio de transmisión fueron los panfletos (50%), la televisión (37.5%) y la radio (25%).
Finalmente, respecto de las expectativas en torno a un futuro desastre, los dirigentes señalaron que la ayuda se demoraría en llegar (92.9%), sería insuficiente (78.6%), se distribuiría injustamente (64.3%) y que no se informaría oportunamente qué medidas tomar al respecto (60.8%).
Conocimientos Culturales y Educación
En esta tercera dimensión, los dirigentes señalaron cinco grandes categorías sobre lo que necesita saber su comunidad y familia para que los desastres no impacten negativamente en su vida. Primero, se refirieron a las capacidades de preparación y respuesta, al conocimiento de los lugares a los que acudir, el cómo comportarse y reaccionar, qué herramientas son útiles, etc. Segundo, mencionaron las capacidades de prevención, llamando la atención sobre una formación continua que les permita afrontar el desastre en cualquier momento. Tercero, hablaron de la información y el conocimiento respecto de los desastres y la falla en términos técnicos, y sobre el conocimiento de sus potenciales consecuencias. Cuarto, señalaron el fortalecimiento de las relaciones comunitarias para identificarse entre vecinos, saber formar redes y entregarse información. Quinto, se preguntaron por la capacidad de levantarse ante un potencial desastre.
Sobre la FSR todos señalaron conocerla principalmente por la televisión, la Municipalidad de Peñalolén y los familiares y/o amigos. Algunos dirigentes mencionaron conocer las posibles consecuencias de la FSR y las características que la vuelven una amenaza; es evidente que se ha creado un imaginario catastrófico en torno a la falla, pues los entrevistados aseguraron que Peñalolén, e inclusive Santiago, podrían desaparecer. Las personas declararon que les gustaría conocer mediante charlas, folletos y conversaciones grupales los daños que la FSR puede producir, cuáles son los peligros a los que se exponen, los lugares que serán dañados, cuándo se dará el evento catastrófico y qué medidas preventivas pueden tomar para estar mejor preparados ante el posible desastre.
Gestión del Riesgo y Reducción de Vulnerabilidad
En oposición a lo encontrado en la evaluación del riesgo, en esta cuarta dimensión los dirigentes identificaron una serie de aspectos positivos del barrio vinculados a la gestión del riesgo y la reducción de las vulnerabilidades: el compromiso, la organización, la solidaridad, la cooperación y la buena convivencia. El compromiso y la capacidad de organizarse para un objetivo en común funciona gracias a que los vecinos se conocen, tienen una buena convivencia, son capaces de establecer una comunicación efectiva y poseen interés en participar en algunas de las actividades generadas por la misma comunidad que, a su vez, son fomentadas por la presencia de dirigentes sociales. Esto mismo ha permitido generar instancias de cooperación en momentos de necesidad o ante situaciones adversas.
Dentro de los aspectos del barrio valorados negativamente se identificaron cuatro elementos: falta de participación, desorden público, falta de regulación y planificación. La falta de participación se presenta, principalmente, como inactividad en las juntas vecinales, mientras que el desorden público se encuentra asociado a ruidos molestos de los vecinos y a actividades delictivas, relacionadas con la drogadicción, el tráfico de drogas y el alcoholismo. Finalmente, la falta de regulación y planificación se manifiesta en los problemas de suciedad, la falta de control policial y las deficiencias en la infraestructura vial y de esparcimiento.
Preparación y Respuesta Comunitaria ante Desastres
Más del 50% de los participantes señalaron que raramente conversan con su familia y vecinos sobre las consecuencias de futuros desastres que podrían afectar a la comunidad. Además, esto se sustenta en que 65.5% de ellos mencionaron que, a nivel comunitario, no se ha adoptado ninguna medida de prevención ante situaciones de desastres. Aun así, es posible identificar acciones vinculadas al cuidado del medio ambiente, como el reciclaje y el uso responsable del agua.
Pensando en sus vecinos, aludieron que no tienen claro si sabrán o no responder ante la emergencia. Aunque plantearon que existirá ayuda entre vecinos, dudan de que estos estén preparados para prevenir potenciales daños del desastre. Asimismo, la mayoría de los dirigentes cree que sería posible salir adelante luego de un desastre tanto a nivel barrial como a nivel comunal, regional y nacional.
Respecto a las experiencias de respuesta comunitaria vividas anteriormente en situaciones de desastres, la mayoría de los dirigentes participaron en comités de abastecimiento de agua, comida y seguridad, evaluando positivamente el funcionamiento de las estrategias organizativas. Con relación al uso de medios de comunicación en situaciones de respuesta comunitaria, los dirigentes señalaron la radio y la televisión como los principales medios utilizados; en segundo lugar, están los familiares y vecinos; en tercer lugar, las redes sociales. Finalmente, los encuestados evaluaron positivamente el funcionamiento de la radio, la comunicación con familiares y las redes sociales, pero encontraron regular la comunicación con vecinos y la televisión.
Discusión
El presente estudio ha tenido como propósito describir, por medio de un diseño cuantitativo exploratorio, una serie de dimensiones asociadas a la resiliencia comunitaria. Para esto, se contactó a dirigentes sociales de la comuna de Peñalolén con el propósito de que respondieran un cuestionario con relación a la amenaza de la Falla San Ramón (FSR). La relevancia de esto radica en analizar la posibilidad de construir resiliencia comunitaria en territorios donde las vulnerabilidades son crónicas y superpuestas, para así, con esta información, elaborar planes y programas para la GRRD desde un enfoque comunitario.
Al realizar el mencionado proceso, se pudo constatar la existencia de las cinco dimensiones principales detectadas en los antecedentes bibliográficos (ver Tabla 1). Con esto, planteamos que, a pesar de las particularidades que se configuran a partir de la amenaza de la FSR, es posible generar una adecuada preparación y respuesta en base a las cinco dimensiones mencionadas: gobernabilidad, evaluación del riesgo, conocimientos culturales y educación, gestión de riesgos y reducción de vulnerabilidades, y estrategias organizativas para la preparación y respuesta ante desastres. Cabe mencionar en este punto ciertos pilares y antipilares relacionados con estas dimensiones que fueron señalados por los dirigentes sociales.
Uno de esos antipilares es la mala valoración de la infraestructura para el desplazamiento, en tanto condición de vulnerabilidad estructural que genera un mayor riesgo para personas en situación de discapacidad al momento de afrontar un desastre, especialmente en situaciones de evacuación. Ante tal contexto de vulnerabilidad estructural, propiciado por las escasas medidas de planificación territorial y desarrollo urbano sustentable por parte de políticas gubernamentales y entidades estatales, es necesario impulsar estrategias inclusivas de planificación, diseño, mantención y construcción de infraestructura pública, a partir de un enfoque de resiliencia urbana y comunitaria. Ello permitiría el desarrollo de ciudades resilientes con estándares que tomen en consideración las amenazas, el riesgo de desastre subyacente, las condiciones de vulnerabilidad y las capacidades resilientes de las comunidades y las personas.
La valoración negativa de la ONEMI, principal institución a nivel nacional para la preparación y respuesta ante desastres, se constituye en un antipilar de la dimensión de gobernabilidad. Esta situación de desconfianza institucional podría repercutir en el diálogo y la coordinación para el desarrollo de iniciativas que permitan una efectiva gestión del riesgo desde un enfoque local y comunitario (Villagra & Quintana, 2017), lo que a su vez disminuye los niveles de agilidad y adaptabilidad ante una situación de desastre (Stewart, 2017). A pesar de esta situación, la valoración positiva hacia la Municipalidad de Peñalolén, es una oportunidad para el diseño e implementación de iniciativas locales que permitan fortalecer la agencia de la comunidad respecto del afrontamiento activo para la adaptación y recuperación ante desastres socionaturales (Sandoval et. al, 2018).
La vulnerabilidad socioambiental de la comunidad se constituye como un antipilar de la resiliencia comunitaria, ya que debilita física, material y psicológicamente a las personas, lo cual significa una reducción en la capacidad de respuesta ante un desastre, aumentando la probabilidad de que la comunidad tenga un alto grado de afectación ante una situación futura (Uriarte, 2013). A pesar de la presencia de este antipilar, el estudio da cuenta también de la existencia de capacidades sociales que contribuyen en la cohesión de la estructura social. Ello podría potenciar el desarrollo de respuestas positivas ante adversidades y la capacidad colectiva de prevención ante desastres (López y Limón, 2017), posibilitando estrategias organizativas en situaciones de riesgo.
Se identifica una tensión a la hora de describir el grado de cohesión social, porque existen tanto factores positivos como negativos respecto a las relaciones y vínculos comunitarios, así como también una necesidad de reforzar la identidad grupal y los lazos de solidaridad (Flores y Sanhueza, 2018; Uriarte, 2013). Particularmente, la falta de comunicación se erige como una barrera para la coordinación y comunicación ante una situación de desastre, lo que podría tener consecuencias en la prevención y preparación ante futuros eventos (López y Limón, 2017).
El desconocimiento de las características y consecuencias de la FSR puede perturbar la percepción de los dirigentes y de la comunidad, lo que, en conjunto con una visión catastrófica, reduce la posibilidad de agenciamiento de la comunidad para enfrentar de mejor forma y con mayor prontitud la ocurrencia de un evento (Abeldaño, Lucchese, y Fernández, 2015). A pesar de esta visión, algunos dirigentes son capaces de comprender que la FSR es un problema para su comunidad y que, por lo tanto, es necesario tener mayor conocimiento sobre la falla y desarrollar iniciativas para la preparación ante esta amenaza. Esto es una potencial capacidad resiliente de la comunidad, que se vincula con la dimensión de conocimientos culturales y educación y que permitiría desarrollar, al interior de las comunidades, iniciativas para la prevención, preparación y respuesta ante situaciones de desastre, convirtiendo la FSR en una problemática movilizadora.
Los bajos niveles de preparación de medidas efectivas ante un eventual desastre, en conjunto con la participación colectiva en experiencias de desastres anteriores, dan cuenta de que la comunidad solo despliega sus estrategias organizativas cuando ya ha ocurrido el desastre y de que enfoca sus capacidades en la respuesta. Por tanto, es fundamental desarrollar en los territorios acciones colectivas planificadas que, según estudios anteriores, funcionen como columna vertebral para la articulación de un proceso resiliente, puesto que se ponen en juego todos los conocimientos previos de la comunidad y las experiencias acumuladas por esta (López y Limón, 2017; Twigg, 2007). Para ello es fundamental que se recojan las estrategias organizativas que fueron evaluadas positivamente en experiencias de desastres, como saberes relevantes en la construcción de un posible plan de preparación y prevención de cualquier tipo de riesgo socionatural.
Conclusiones
Atendiendo a los argumentos expuestos, la FSR se constituye en una amenaza latente que, debido a las vulnerabilidades socioambientales, la carencia de instrumentos de planificación territorial adecuados, la desconfianza en las instituciones nacionales responsables de GRRD, la percepción catastrófica del riesgo ante la FSR y la baja preparación preventiva y de preparación ante desastres, configura un escenario de alto riesgo de desastre socionatural. Dicha situación hace imperativo que las instituciones públicas locales y nacionales vinculadas a la GRRD desarrollen un trabajo exhaustivo en las comunidades que se emplazan sobre la FSR, a partir de una acción coordinada con los dirigentes sociales y sus pobladores. Esto permitirá avanzar en el fortalecimiento de las capacidades resilientes en las comunidades expuestas a la amenaza, por medio de instancias formativas y de gestión local de la respuesta y preparación ante desastres.
Esta investigación entrega algunas luces para avanzar en ese sentido. En primer lugar, es necesario implementar iniciativas y programas de intervención pública que trabajen con los factores subyacentes de la vulnerabilidad sotioambiental identificada en esta investigación. Para ello se debe mejorar la identificación de grupos vulnerables, subsanar los factores que influyen en la presencia de las condiciones de vulnerabilidad, mejorar la infraestructura para personas en situación de discapacidad y la construcción de servicios para solventar necesidades básicas, así como también se deben elaborar soluciones efectivas a la amplia gama de problemáticas de contaminación ambiental.
En segundo lugar, se vuelve fundamental que las instituciones responsables a nivel nacional, como ONEMI, propicien un trabajo colaborativo con la institucionalidad local y las comunidades, para aumentar los niveles de confianza. En este sentido, la confianza se gana mediante un esfuerzo cotidiano, que se sustenta en la interrelación con las comunidades y sus líderes en temáticas que son relevantes para el buen vivir de los habitantes.
En tercer lugar, resulta urgente implementar programas educativos para la sensibilización, prevención y preparación ante situaciones de desastres, especialmente respecto a la FSR. Estos programas educacionales permitirán transformar la percepción catastrófica y desarrollar capacidades resilientes en la comunidad por medio de la sensibilización sobre las amenazas identificadas, entregando información fidedigna a los dirigentes sociales y sus comunidades sobre la FSR y otras amenazas existentes en el territorio. Dentro de estas instancias también es posible subsanar la problemática de baja prevención y preparación, identificada por los dirigentes sociales, por medio de talleres prácticos y de simulación, en pro de una cultura anti desastres, así como también se pueden crear herramientas para situaciones de emergencia ante desastres socionaturales.
Respecto a nuevas líneas de investigación, sería pertinente realizar un estudio con una muestra representativa de la totalidad de la comuna, así como otros proyectos que consideren más comunas afectadas por la FSR. Se sugiere que las futuras investigaciones interesadas en este caso exploren los pilares y antipilares de la resiliencia comunitaria desde metodologías mixtas, con instrumentos sólidos y pertinentes, facilitando la descripción de las técnicas de análisis de los factores relacionados al constructo de resiliencia comunitaria.
Hay que señalar que, a pesar de estas limitaciones, este estudio permite, por medio de la percepción de dirigentes sociales, identificar una serie de vulnerabilidades estructurales, sociales, ambientales y políticas en relación a la GRRD y la FSR. Esto hace fundamental el desarrollo de investigaciones que, desde la visión de las comunidades y los territorios, permitan tomar mejores decisiones en diálogo con los saberes y perspectivas de los que habitan un territorio en riesgo socioambiental. Esta información permitirá contar con evidencia que sustente la construcción de programas e intervenciones para el desarrollo de capacidades resilientes en las comunidades en riesgo de ser afectadas por un desastre socionatural. Con esto, Chile podría contar con una institucionalidad y unas comunidades mejor preparadas y capaces de reducir conjuntamente los grados de afectación ante un eventual desastre.