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Bitácora Urbano Territorial

Print version ISSN 0124-7913On-line version ISSN 2027-145X

Bitácora Urbano Territorial vol.32 no.1 Bogotá Jan./Apr. 2022  Epub July 11, 2022

https://doi.org/10.15446/bitacora.v32n1.95991 

Artículos

Desigualdad y calidad de vida en la Patagonia. Una mirada a la conurbación de Neuquén[1]

Inequality and Quality-of- Life in Patagonia. A look at the Agglomeration of Neuquén.

Desigualdade e qualidade de vida em Patagônia Um olhar para a Aglomeração de Neuquén.

Inégalité et qualité de vie dans Patagonie. Un regard sur l’agglomération de Neuquén

1 Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (CONICET) Universidad Nacional del Comahue joaquinperren@gmail.com

2 Universidad Nacional del Comahue lauralamfre@gmail.com

3 Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (CONICET) Universidad Nacional del Comahue germanp80@gmail.com


Resumen

Con el presente artículo se aborda la problemática de la desigualdad en la conurbación de Neuquén, localizada en la franja más septentrional de la Patagonia argentina. Para dar cuenta de esta cuestión, se propone un recorrido compuesto por tres secciones. En la primera de ellas, se proporciona una descripción del contexto que sirvió de escenario (y condicionante) del fenómeno de diferenciación socio-espacial que pretendemos abordar. Luego, en un segundo momento, se presenta el concepto de calidad de vida como un dispositivo adecuado para para abordar las desigualdades sociales entrelazadas. En ese sentido, se operativiza un Indice de Calidad de Vida (ICV) que condensa información de corte educativo, sanitario, habitacional y ambiental. Por último, se presentan los resultados obtenidos en el estudio de la desigualdad socioespacial de la conurbación de Neuquén, aprovechando la potencialidad que entrañan la información levantada por el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010 y la instrumentación de sistemas de información geográfica.

Palabras clave: urbanización; calidad de vida; desigualdad; bienestar

Abstract

This article addresses the problem of inequality in the conurbation of Neuquén, located in the northernmost strip of Argentine Patagonia. In order to deal with this question, a tour composed of three sections is proposed. In the first one, a description of the context that served as the setting (and conditioning) of the phenomenon of socio-spatial differentiation that we intend to address is provided. Then, the concept of quality of life is presented as an adequate device to address intertwined social inequalities. In this sense, a Quality-of-Life Index (QLI) is used, condensing educational, health, housing and environmental information. Finally, a map of the well-being of the Neuquén conurbation is presented, taking advantage of the potential of the information gathered by the 2010 National Population and Housing Census and the implementation of geographic information systems.

Keywords: urbanization; quality of life; inequality; we ll-being

Resumo

Este artigo aborda o problema da desigualdade na conur-bação de Neuquén, localizada na faixa mais ao norte da Patagônia argentina. Para explicar esta questão, uma tur-nê composta por três seções é proposta. A primeira fornece uma descrição do contexto que serviu como cenário (e condição) do fenómeno de diferenciação socioespacial que pretendemos abordar. Em um segundo momento, o conceito de qualidade de vida é apresentado como um dispositivo apropriado para enfrentar as desigualdades sociais entrelaçadas. Nesse sentido, é operado um índice de Qualidade de Vida (ICV) que condensa informações educacionais, de saúde, habitação e ambientais. Por fim, é apresentado um mapa do bem-estar da conurbação de Neuquén, aproveitando o potencial das informações levantadas pelo Censo Nacional de População e Habitação de 2010 e a implantação de sistemas de informação geográfica.

Palavras-chave: urbanização; qualidade de vida; des igualdade; bem-estar

Résumé

Cet article traite de la problématique de l'inégalité dans l'agglomération de Neuquén, située dans la bande la plus septentrionale de la Patagonie argentine. Pour rendre compte de cette question, un parcours composé de trois sections est proposé. La première fournit une description du contexte qui a servi de scénario (et de conditionnel) au phénomène de différenciation socio-spatiale que nous voulons aborder. Puis, dans un second temps, le concept de qualité de vie est présenté comme un dispositif approprié pour lutter contre les inégalités sociales entrelacées. Dans ce sens, un indice de qualité de vie (IQV) est utilisé, condensant les informations de coupe éducative, sanitaire, habitation et environnementale. Enfin, une carte du bien-être de l'agglomération de Neuquén est présentée, en exploitant le potentiel des informations recueillies par le recensement national de la population et du logement de 2010 et l'instrumentation des systèmes d'information géographique.

Mots-clés: urbanisation; qualité de vie; inégalité; bien-être

Si bien conservó su vínculo inextricable con la contigüidad espacial, quizás su marca de origen, el concepto de conurbación fue ganando sofisticación para considerar la existencia (o no) de una metrópoli a su interior o para llamar la atención sobre la necesidad de diseñar una nueva gobernanza que excediera las fronteras municipales.

Introducción

Existen dos años tan distantes que, en primera instancia, parecieran no tener demasiado en común: 1915 y 1961. La primera fecha se asocia con ese mundo que se desprendía de la pesada herencia decimonónica y comenzaba a transitar por tiempos particularmente turbulentos. La segunda forma parte de los 'años dorados', ese periodo en el que el capitalismo pudo compatibilizar el crecimiento económico y la equidad social. Pero, si en lugar de prestar atención a aspectos coyunturales, nos sumergimos en las profundas aguas de la larga duración, veríamos un primer punto de contacto: ambas fechas podrían ser ubicadas dentro de una multisecular tendencia hacia la urbanización. Tanto en una como en otra registramos una notable concentración de la población en áreas urbanas y una creciente densificación de las urbes existentes. Es en este contexto de longe durée donde podemos domiciliar el segundo vaso comunicante entre 1915 y 1961: sendos años asistieron a la publicación de dos libros que pusieron la lupa en las formas en que el crecimiento de las ciudades comenzaba a desdibujar los tradicionales límites jurisdiccionales. Para dar cuenta de ese fenómeno, ambos volúmenes, a la sazón clásicos de las ciencias sociales, pusieron en valor un concepto a todas luces atractivo: el de conurbación.

La autoría del primero de los volúmenes corrió por cuenta de Patrick Geddes (1915). Su título, Ciudades en evolución; su objetivo, trazar las líneas maestras de la dinámica urbana hacia principios del siglo XX. En sus páginas, el geógrafo y urbanista de origen escoces se auxiliaba del concepto de conurbación para explicar cómo el crecimiento de diferentes ciudades había conducido a la coalescencia, dando como resultado una nueva unidad que presentaba un área de influencia propia. Casi cinco décadas después, Lewis Mumford (1961) retomaba la categoría en The City in History. Lo hizo no solo con fines descriptivos, sino para identificar cuáles eran las dificultades para gobernar -y, en consecuencia, ordenar - estos espacios. Las palabras del sociólogo norteamericano son por demás elocuentes:

Estas vastas masas urbanas son comparables a un ejército derrotado y desorganizado que ha perdido a sus jefes, cuyos batallones y compañías están dispersos, despojados de sus pabellones y huyendo en todas direcciones. Sauve qui peut, sálvese quien pueda. El primer paso para encarar esta situación, aparte del establecimiento de un comando general, consiste en reagrupar unidades que puedan gobernarse eficazmente. Solo cuando entendamos la función de las unidades más pequeñas y podamos disciplinarlas estaremos en condiciones de comandar y desplegar el ejército en su totalidad, en una superficie más vasta (Mumford, 2014, p. 385).

Ambas referencias fueron el kilómetro cero de una deriva que atravesó la segunda mitad del siglo XX. Si bien conservó su vínculo inextricable con la contigüidad espacial, quizás su marca de origen, el concepto de conurbación fue ganando sofisticación para considerar la existencia (o no) de una metrópoli a su interior o para llamar la atención sobre la necesidad de diseñar una nueva gobernanza que excediera las fronteras municipales. Junto a esta inflación de sus capacidades analíticas, resulta apreciable un viraje mucho más profundo: las conurbaciones comenzaron a ser imaginadas contenedoras de una multiplicidad de fenómenos sociales, pero también como su principal agente generador. Más allá que la expansión de un área urbana hacia otras, o de dos entre sí, marcaba el inicio del proceso de conurbación, sus efectos difícilmente podrían resumirse a ello. Por el contrario, y retomando a Cecilia Jaramillo Moreno, podríamos decir que "la integración física -como hecho material- a la vez que es un resultado, es generador de diversas dinámicas de interacción en lo social, lo cultural, lo político [y] lo económico" (Jaramillo Moreno, 2008, p. 2). De ahí que los procesos de conurbación sean, a la vez, generales y situados: constituyen un fenómeno identificable a nivel global, aunque sus resultados son muy disímiles dependiendo de las características del área en que se desarrollen.

Tomando estas ideas como punto de partida, este artículo no pretende analizar una conurbación de clase mundial, sino una articulada en torno a una ciudad intermedia: Neuquén, en la franja más septentrional de la Patagonia argentina. De la amplia gama de problemáticas visitadas por la literatura especializada, nos interesa explorar una en particular: aquella que pone a la desigualdad en el centro de atención. Para dar cuenta de esta cuestión, proponemos un itinerario de tres paradas. En la primera de ellas, analizaremos el proceso histórico que condujo a la formación de una incipiente área metropolitana de carácter bi-provincial, desde sus orígenes ligados a la actividad frutícola hasta un presente asociado -directa o indirectamente- a la explotación de recursos energéticos. En un segundo momento definiremos qué tipo de desigualdad mediremos y a qué escala, parafraseando a Bobbio (1994). En ese segmento del trabajo nos detendremos en el concepto de calidad de vida como un dispositivo adecuado para abordar las "desigualdades sociales entrelazadas" (Motta, Jelin y Costa, 2020, p. 18). Por último, presentaremos un mapa de la distribución de un índice de calidad de vida en la conurbación de Neuquén, aprovechando la potencialidad que entraña la información suministrada por el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010 y la instrumentación de sistemas de información geográfica. Alineados con el 'giro digital' de las ciencias sociales reflexionaremos en torno a la estructura urbana, pero también a los procesos que colaboraron en esa particular (y dinámica) morfología.

Una Conurbación en el Fin del Mundo[2]

No podríamos estudiar la conurbación de la ciudad de Neuquén sin antes hacer referencia al proceso de conformación del sistema urbano emplazado en el Alto Valle del río Negro y en los valles inferiores de los ríos Neuquén y Limay. Este conjunto de localidades se erigió durante la primera mitad del siglo XX a partir de un elemento de suma importancia para la estructuración del territorio argentino: el ferrocarril de cargas y pasajeros que atravesaba la zona en sentido este-oeste. Las características técnicas del transporte ferroviario de aquel momento exigían que existiera una estación cada diez kilómetros con el fin de abastecer de agua a las locomotoras. Pronto, la mayoría de estas estaciones fueron rodeadas por áreas pobladas de distinta envergadura que se recortaron sobre un fondo de tierra agrícola (Vapnarsky, 1982), en el que predominaba una producción frutícola basada en pequeñas y medianas explotaciones. Cada una de estas aglomeraciones[3] presentaba una autosuficiencia limitada debido a la variedad de servicios que en ellas se ofrecían. Tal situación llevó a Cesar Vapnarsky a considerar a las ciudades del Alto Valle como un área metropolitana sin metrópolis o, incluso, a imaginarlas como una ciudad lineal que se extendía por alrededor de cien kilómetros, siguiendo el curso de las principales vías de comunicación de la región (Vapnarsky, 1982).

En la última porción del siglo XX, las características del sistema urbano del Alto Valle experimentaron un profundo cambio, algo que ya vislumbraba Vapnarsky (1982) en sus pioneros trabajos. De la mano de una actividad hidrocarburífera en franca expansión y del rol protagónico del Estado provincial, la ciudad de Neuquén, capital de la provincia homónima, comenzó a tener una mayor relevancia con respecto al resto de los centros, lo cual influyó directamente en las localidades más cercanas a ella como Plottier, Cipolletti y Centenario (Mapa 1). Actualmente, este conjunto de ciudades exhibe una importante concentración de servicios, capital, tecnologías, transportes, infraestructura en general, modelando los límites de una auténtica conurbación. Así, el peso de las actividades económicas se trasladó desde General Roca, Villa Regina y Allen (provincia de Río Negro), las áreas de mayor dinámica a inicios del siglo XX, hacia la capital provincial y sus ciudades satélites. En resumidas cuentas, la relativa equidad en la jerarquía urbana altovalletana fue relevada por un sistema crecientemente descompensado, en el que su área primada fue adquiriendo un mayor número de funciones.

Mapa 1 Sistema Urbano en los valles inferiores de los ríos Limay y Neuquén 

Fuente: Elaboración propia (2018).

El dinamismo económico del sector occidental del sistema tuvo su reflejo en materia poblacional. Si bien en el crecimiento demográfico es evidente en todas las áreas urbanas, no podemos dejar de señalar que ha sido mucho más pronunciado en Neuquén y sus alrededores. Algunas cifras pueden ayudarnos a entender las crecientes asimetrías que atravesaron al norte de la Patagonia durante la segunda mitad del XX. En 1960, justo cuando los antiguos territorios nacionales se convertían en provincias, existían nueve localidades con más de 1,000 habitantes en todo el Alto Valle (Vapnarsky y Pantelides, 1987). Dichas localidades se encontraban espacialmente distribuidas de una manera bastante equitativa en toda el área. Poco de este panorama se mantuvo en pie cincuenta años después. Hacia comienzos del siglo XXI, encontramos que, entre las diez ciudades más pobladas del Alto Valle, la mayoría de ellas se encontraba en las cercanías de Neuquén capital. Y no solo eso; la población de la capital provincial, que superaba holgadamente los doscientos mil habitantes, era superior a la suma de las dos ciudades con más habitantes en el extremo este del Alto Valle: General Roca y Villa Regina. En términos espaciales, esto significa una mayor concentración poblacional sobre los márgenes inferiores de los ríos Limay y Neuquén. Si sumáramos la población de Neuquén capital y sus principales ciudades vecinas (Centenario, Plottier y Cipolletti) obtendríamos un total de 374,229 habitantes; esto es, un número muy superior a la sumatoria de los habitantes de General Roca, Cervantes, Mainqué, Ingeniero Huergo, General Godoy y Villa Regina, todas localizadas en el extremo este del Alto Valle, que -en 2010- totalizaban 126,000 habitantes (INDEC, 2010).

Este conjunto de cambios, evidentes a simple vista a comienzo del siglo XXI, tuvo como consecuencia la ampliación de las plantas urbanas de las localidades cercanas a Neuquén capital, aunque también ha fomentado el surgimiento de nuevas áreas urbanas en franco crecimiento espacial y demográfico. Tal como podemos apreciar en el Mapa 2, la capital provincial se ha expandido hacia el oeste y también a través de las principales rutas que la unen con las ciudades de Plottier, Cipolletti y Centenario (Pérez, 2018). Este proceso de conurbación trajo aparejados inconvenientes para el conjunto de aglomeraciones involucradas, entre los que se destacan la pérdida de suelo agrícola ante la expansión urbana, la creciente especulación inmobiliaria, el asentamiento de personas en áreas de riesgo y los problemas ambientales que todo ello trae consigo. Este conjunto de especificidades hacen de la conurbación neuquina un área dinámica, compleja y difícil de abordar para la investigación, al tiempo que nos obliga a escapar del tentador impulso de resumir el entendimiento de los procesos urbanos a solo una ciudad.

Mapa 2 Evolución de la mancha urbana. Conurbación de la ciudad de Neuquén (1962-2010) 

Fuente: Pérez (2018).

Llegados a este punto, es preciso que formulemos algunas preguntas cuya respuesta modelará nuestras reflexiones en las siguientes páginas: ¿Cómo aproximarnos a las desigualdades socioespaciales en una conurbación de las características de la neuquina? ¿De qué manera podemos atender a la pluralidad del fenómeno? ¿Es la calidad de vida el dispositivo adecuado para reconstruir las tramas de la desigualdad? ¿Es posible trazar un mapa de la calidad de vida para una heterogénea área que comprende siete ciudades y abarca dos provincias?

Calidad de Vida y su Operacionalización en los Estudios Urbanos[4]

Comencemos precisando lo que entendemos por calidad de vida. Sin ánimo de ser exhaustivos, podríamos definirla como "una medida de logro respecto de un nivel establecido como óptimo teniendo en cuenta dimensiones socioeconómicas y ambientales dependientes de la escala de valores prevaleciente en la sociedad" (Velázquez, 2001, p. 15). El principal activo de esta categoría estriba en su posibilidad de captar las desigualdades en plural, formando parte de una renovada agenda que se ha detenido en múltiples asimetrías y no solo en las de carácter económico (Jelin, 2020). De todos modos, y pese a tratarse de una categoría sugestiva, no podemos dejar de señalar lo complicado que ha sido su operativización. Como bien ha destacado Velázquez,

la formulación de un índice de calidad de vida con cierta pretensión de generalización o universalización no es aún cuestión que se halle totalmente resuelta, pues depende de numerosos factores tales como procesos históricos, escala de valores de la sociedad, expectativas, vivencias individuales y colectivas, dimensiones privadas, escala de análisis y su ajuste con la información disponible. (2008, pp. 577-578).

Un primer escollo que debemos superar es aquel que se refiere a la selección de un acotado, pero significativo, número de dimensiones que nos permita acceder a las brechas en materia de bienestar. Entre los posibles criterios para escogerlas hemos privilegiado dos en particular: relevancia y dinámicas propias. El primero supone la existencia de "algún tipo de experiencia de malestar, descontento o sufrimiento social sobre la desigualdad" (Kessler, 2014, p. 36); mientras que el segundo apunta a incluir otras esferas que no solo poseen cierto grado de autonomía, sino que además son dueñas de temporalidades diferenciadas. Tomando en consideración ambos criterios nos concentramos en indicadores de corte educativo, sanitario, habitacional y de actividad, pero también en otros más ligados a la cuestión ambiental. El punto de llegada de este ejercicio de pluralismo controlado, que evita el riesgo de la multiplicación infinita de esferas a considerar, puede observarse en la Tabla 1 (Ricoeur, 1995).

Tabla 1 Calidad de vida: dimensiones e indicadores 

Fuente: Elaboración propia.

En el casillero educativo hemos optado por incluir dos indicadores: el porcentaje de jefes de hogar que no alcanzaron a concluir los estudios primarios y el que corresponde a aquellos que completaron su paso por la educación superior. La elección del máximo grado de formación alcanzado por el jefe de hogar se ha realizado partiendo de la idea que constituye un indicador indirecto de nivel ocupacional del hogar. Pero no podríamos pensar la relación entre instrucción y pobreza en términos unilaterales. Como bien señala Sabuda, el logro de un elevado grado de instrucción permite a las personas alcanzar "una mayor capacidad para desarrollar sus potencialidades y poder ingresar al mercado laboral, reforzando la cohesión social y el desarrollo para mejorar su calidad de vida" (2008, p. 145); mientras que, a la inversa, "la menor magnitud de educación con que cuente cada persona estaría relacionada con la idea de fracaso y exclusión social, situaciones que repercuten en el incremento de las brechas sociales" (p. 145).

En materia sanitaria nuestra selección no es muy diferente a la de otros especialistas: incorporamos el porcentaje de población con dificultades para acceder al agua potable provista por la red. A la hora de evaluar las razones que nos impulsaron a tomar esta decisión, decimos que esa variable refiere a lo que distintos autores han dado en llamar inequidades en salud, que son las

diferencias sistemáticas, injustas y evitables en la capacidad de funcionar de las personas, que resultan de la desigual distribución del poder y los recursos a lo largo de la escala social, son acumulables en el tiempo y, además, pueden ser revertidos a través del abordaje de las políticas públicas desde la perspectiva de los determinantes sociales de la salud. (Organización Mundial de la Salud, 2008).

En efecto, la calidad de vida de las personas tiene una íntima relación con acceso de recursos, tanto monetarios como no monetarios, que permiten la prevención y el tratamiento de distinto tipo de enfermedades.

En la dimensión que corresponde a vivienda y equipamiento hemos incluido dos indicadores: el porcentaje de hogares que reside en viviendas que carecen de baño de uso exclusivo y la proporción de hogares que presentan más de dos personas por cuarto. Si el primero de los atributos pone en evidencia el déficit de equipamiento de las viviendas, el segundo, además de brindarnos información sobre el grado de hacinamiento de la población, constituye una forma indirecta de medir los problemas de acceso a la vivienda. Sobre esto último, podría que decirse que este indicador puede estar asociado a la coexistencia de dos o más hogares bajo un mismo techo, lo cual nos hablaría de la incapacidad de alguno de ellos para obtener su propia casa. De todos modos, y tomando distancia de la clasificación censal, que identifica situaciones de pobreza cuando se registran tres personas residiendo en un mismo cuarto (hacinamiento extremo), optamos por disminuir ese umbral a dos personas (hacinamiento a secas), siguiendo las atinadas observaciones de Velázquez (2004, p. 181).

Una cuarta esfera se vincula a la actividad económica y, para acceder a la misma, incorporamos a nuestra caja de herramientas la tasa de desocupación. Partimos del supuesto de que

el modelo cultural dominante en la sociedad argentina obliga a reconocer el papel que se atribuye a la ocupación laboral de los miembros activos de la comunidad como medio necesario para el acceso a los bienes y servicios y como valor clave de la emancipación y realización. (Lucero et al., 2007, p. 253).

En concreto, la posibilidad de acceder a un empleo tiene un doble impacto en la consecución de bienestar. De forma directa, constituye una fuente de ingresos que permite la reproducción básica de cualquier hogar; mientras que, de modo indirecto, la posesión de recursos financieros, sobre todo si provienen de un empleo formal, permite satisfacer necesidades del hogar, contribuyen al bienestar individual de forma integral, entre los cuales se cuenta acceso a servicios médicos, derechos laborales y también la calidad de vida futura.

Por último, sumamos al índice de calidad de vida variables relacionadas con lo ambiental. En ese sentido, hemos descartado indicadores que, aunque ampliamente utilizados en estudios a gran escala (por caso: sismicidad, vulcanismo o afectación de tornados), pierden capacidad para identificar la exposición desigual de la población a riesgos al interior de la conurbación. Además, por las particularidades del área estudiada, enclavada en el borde de una meseta, hemos sumado el porcentaje de población afectada por riesgo asociado al frente de barda. Por la misma razón incluimos la exposición de la población a focos de contaminación en el contexto ribereño, aislando dos fuentes contaminantes por excelencia: la generada por el mal funcionamiento de las plantas de tratamiento y la ocasionada por vertidos clandestinos privados. En el caso de los dos primeros indicadores, asignaremos a cada radio censal un valor que oscila entre 0 (ausencia de riesgo) y 1 (presencia del riesgo). Por último, incorporamos la variable 'espacios verdes' que define la presencia de, al menos, un ambiente natural verde en el radio censal. Esta decisión se justifica por los numerosos trabajos que demostraron que la exposición a ambientes naturales verdes mejora el bienestar de las personas (Annerstedt et al., 2012), ya que promueven la actividad física (Richardson et al. 2013), generan beneficios sanitarios (Potwarka et al., 2008) y favorecen la interacción social (Leslie & Cerin, 2008).

Para alcanzar nuestro objetivo de apreciar la calidad de vida en la ciudad de Neuquén, debemos condensar en un índice sintético la información para cada una de las variables seleccionadas. Con ese propósito, primero resulta esencial proceder a una estandarización de las variables que dé como resultado un conjunto de puntuaciones en las diferentes unidades espaciales de media 0 y desviación estándar 1. Luego, se debe asignar un peso a cada variable con relación a las demás o, lo que es igual, es preciso dotarla de un coeficiente de ponderación, que en este caso sería de características múltiples (Leva, 2005, p. 72). En la Tabla 2 se muestra cuáles fueron las ponderaciones utilizadas para construir los índices, expresadas en porcentajes. Finalmente, el índice de calidad de vida (ICV) deriva de la sumatoria de los valores índice de cada variable, ponderados de acuerdo con el peso relativo estipulado. El resultado final del procedimiento es un valor teórico que oscila en un rango comprendido entre 0 (baja calidad de vida) y 1 (alta calidad de vida).

Tabla 2 Dimensiones e indicadores de la Calidad de Vida (ponderaciones) 

Fuente: Elaboración propia.

Distribución Espacial de la Calidad de Vida

Antes de sumergirnos en la distribución espacial del ICV, conviene mencionar algo relacionado con la unidad de análisis seleccionada. Para sondear las desigualdades intraurbanas utilizaremos información a escala de radio que constituye el máximo nivel de desagregación suministrado por el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2010. En términos concretos, el área estudiada involucra un total de 508 unidades espaciales que reflejan, en buena medida, las asimetrías de orden demográfico que atraviesa la conurbación: más de la mitad de los radios censales corresponden a la ciudad de Neuquén (55%) y el resto se distribuye entre seis localidades de muy diversa envergadura, desde Cipolletti con cerca de cien mil habitantes hasta General Fernández Oro cuya población no alcanzaba los diez mil.

El análisis visual de la cartografía nos permite apreciar una fuerte correlación entre el tamaño de la aglomeración y la desigual distribución del ICV en el territorio: la ciudad primada es dueña de una considerable heterogeneidad en materia de calidad de vida; mientras que, a medida que nos alejamos de aquella, la dispersión en los valores del indicador tiende a aminorarse (Mapa 3). El gradiente de tonalidades que ICV presenta en la capital provincial es muy amplio: alberga los valores máximo y mínimo, pero también una amplia gama de puntajes intermedios, bastante alejados de la media aritmética de la conurbación (0.69). En el resto de las localidades, excepción hecha de Cipolletti, observamos la preminencia de valores ubicados en la parte media de la grilla. En el plano explicativo, podríamos decir que, si bien la mayor población y superficie de la aglomeración tiene inicialmente efectos positivos al favorecer la emergencia de funciones urbanas, no menos cierto es que -luego de un determinado umbral- comienzan a aparecer los "problemas típicos de las deseconomías" (Velázquez y Linares, 2014, p. 62).

Mapa 3 Distribución del ICV. Conurbación de la ciudad de Neuquén (2010) 

Fuente: Elaboración propia con base en INDEC (2010).

Es precisamente esa difusa frontera la que pareciera estar cruzando Neuquén hacia comienzos de la segunda década del siglo XXI. Su creciente envergadura agudizó la dispersión de valores del suelo urbano; el carácter centrifugo de su urbanización complicó el suministro de los bienes esenciales como el agua potable; su mayor dimensión favoreció la desconexión entre oferta y demanda laboral, y una planificación que fue por detrás de la dinámica urbana recrudeció las externalidades negativas, sobre todo los problemas originados por el avance de la ciudad sobre áreas con riesgo ambiental. En pocas palabras, y simplificando la cuestión al extremo, la relación entre tamaño y desigualdad no es lineal, sino una curva logística (Velázquez y Linares, 2014).

Una segunda constatación que se desprende de la cartografía elaborada es aquella que vincula a la desigualdad con la complejidad de la estructura urbana. Las ciudades de menor peso relativo (y, por ende, menos desiguales) presentan a la centralidad urbana como único principio vertebrador: los distritos centrales son más accesibles y tienen una mejor dotación de servicios, ambos aspectos traducibles en un mayor valor del suelo. Alrededor de esas áreas centrales, coincidentes con los trazados fundacionales, advertimos un paulatino descenso del ICV en dirección a la periferia. En el caso de Neuquén -y, en menor medida, Cipolletti, segunda localidad en orden de importancia- se agrega un elemento de carácter sectorial. Visualizamos una serie de cuñas, valoradas en términos inmobiliarios y poseedoras de una elevada calidad de vida, que siguen la dirección de las principales vías de comunicación de la conurbación (las rutas nacionales 22 y 151, así como las provinciales 7 y 65). Por último, la capital provincial alberga estructuras celulares que redondean una morfología a todas luces compleja. Entre ellas, debemos mencionar los asentamientos populares, todos ellos con puntajes muy bajos, aunque también urbanizaciones cerradas habitadas por los miembros más encumbrados de la sociedad. La conjunción de ambos fenómenos nos permite hablar de un proceso de fragmentación, en el que se da una excesiva distancia social en pequeñas distancias geográficas.

Un tercer aspecto que emerge de la lectura del mapa nos obliga a introducir la dimensión temporal. El grado de dinamismo de la urbanización es un aspecto clave a la hora de comprender la producción de desigualdad de la conurbación. Y esto hace que las localidades de mayor crecimiento relativo sean aquellas que presenten las mayores asimetrías en relación con la calidad de vida. Como demostramos en un trabajo reciente a partir de un análisis multivariado, en estas áreas de reciente ocupación vemos sobrerrepresenta-da a "población expuesta a situaciones de vulnerabilidad con ciclo familiar inicial" (Perren, Lamfre y Pérez, 2018, p. 236). No es casual que los radios censales de menor calidad de vida se localicen en el noroeste de Neuquén, el norte de Cipolletti y Plottier, así como en el oeste de Centenario, es decir, en las direcciones hacia donde se expandieron las ciudades más dinámicas de la conurbación en el periodo estudiado (Mapa 3). Lejos de ser inocuo, el carácter centrifugo de la urbanización estudiada tiende a exagerar las diferencias entre las zonas consolidadas que presentan un ICV elevado y el frente de expansión que concentra las tonalidades más suaves.

El cuarto elemento que surge de una atenta lectura del Mapa 3 obliga a detenernos en los asentamientos populares de localización periférica. Si, en las ciudades satélites, estos últimos asumen el formato de enclaves, no demasiado alejados en términos espaciales de las áreas más consolidadas y con mayor calidad de vida, en el caso de Neuquén observamos la conformación de un amplio territorio de relegación coincidente con el frente de barda, donde los indicadores ambientales parecieran desplomarse. Ese archipiélago de la pobreza que distinguíamos en la década de 1980 se convirtió en un continente cuyo rasgo fundamental es una persistente baja calidad de vida. Para saturar la hipótesis del cambio de escala del fenómeno podemos reseñar un dato: en 1997, la capital provincia albergaba un total de 21 'asentamientos ilegales' que reunían una población aproximada de quince mil habitantes (La revista de Calf, 1997, p. 15); dieciséis años más tarde, pasó a tener 45 'villas de emergencia', algunas regularizadas y otras en una situación de in-certidumbre, en las cuales residían más de veinte mil personas (TECHO, 2013, p. 15). Pero no se trata solo de una cuestión de tamaño: el agrupamiento de radios censales con un ICV bajo es clave para entender el incremento de la malignidad de la segregación. Después de todo, y siguiendo lo postulado por Sabatini, "cuanto mayor es el tamaño de las áreas homogéneas en pobreza, los problemas urbanos y sociales para sus residentes se agravan" (Sabatini y otros, 2001, p. 7).

Veamos, por último, cuál es la incidencia del medio natural en la calidad de vida, en general, y en la producción de la desigualdad, en particular. Cuando la urbanización avanza hacia donde previamente existía meseta, el ICV tiende a ser bajo. Eso vale para los casos de Neuquén, Centenario, Plottier y Cinco Saltos, donde resulta advertible la ocupación espontanea de lotes fiscales caracterizados por escarpes abruptos y oblicuos que multiplican los riesgos de aluvión en ocasión de precipitaciones. Lo contrario sucede cuando la conurbación se extiende allí donde antes funcionaban explotaciones frutícolas, ya no sobre tierras fiscales sino sobre áreas atravesadas por procesos previos de privatización del suelo. El ICV tiende a ser superior cuando las ciudades avanzan sobre territorios con un indiscutido atractivo paisajístico, ya sea debido a su cercanía a la zona ribereña o bien por presentarse como una suerte de oasis verde en medio de la selva de cemento. Esta forma de hacer ciudad, si bien profundizó el carácter extensivo de la urbanización, produjo una doble ganancia de calidad vida que no hizo más que aumentar la desigualdad: por un lado, como la ocupación del territorio estuvo protagonizada por familias solventes, los indicadores socioeconómicos del ICV tendieron a saturarse; por el otro, los radios que comprende este avance, mayormente alejados de los riesgos asociados al frente de barda y con numerosos espacios verdes a disposición, presentaron puntajes particularmente altos en la dimensión ambiental.

Algunas Consideraciones Finales

Luego de esta aproximación a una porción de la historia reciente de la conurbación neuquina: ¿Qué desafío tienen por delante las investigaciones regionales cuyo foco se asienta en el estudio de la interfaz entre desigualdad, bienestar y ciudad?

En primer lugar, podemos identificar una por demás relevante deuda pendiente relacionada con la dimensión ambiental. Es cierto que, en el afán de replicar plantillas metodológicas que funcionaron en otras latitudes y con el propósito de ganar en comparabilidad, hemos incorporado indicadores que exploran la indisoluble relación entre sociedad y medio natural. De todos modos, y pese al esfuerzo realizado, es mucho lo que queda por calibrar alrededor de esta temática. Quizás sea un momento propicio para multiplicar los ángulos a partir de los cuales aproximarnos a la calidad de vida urbana, siempre con el propósito que esas variables den cuenta de la complejidad del contexto norpatagónico. Solo por mencionar algunas de las avenidas por las que podrían circular futuros estudios podríamos destacar el impacto que tiene en el cotidiano la cercanía con respecto a yacimientos hidrocarburíferos, (micro) basurales o áreas anegables, máxime teniendo en cuenta el emplazamiento de la conurbación en la confluencia de cursos fluviales. Pero de lo que se trata no es de pensarnos en términos insulares, sino como se entraman en la (re) producción de las desigualdades. Después de todo, y tal como afirma David Harvey, los problemas ambientales "jamás son socialmente neutrales, así como sus argumentos sociopolíticos son ecológicamente neutrales" (1993, p. 25).

En segundo término, creemos fundamental acompañar los estudios generales con otros que, sin desconocer los grandes trazos del proceso de urbanización, posen su mirada en fenómenos desarrollados en determinadas áreas de la ciudad, aunque sus efectos se manifiesten en el conjunto metropolitano. Esa apuesta por los juegos de escala debería prestar especial atención en los procesos de valorización de ciertos cuadrantes de la capital neuquina, en buena medida resultantes de las decisiones sobre la localización de la inversión pública en infraestructura y equipamiento urbano. Los efectos de la valorización diferencial están a la vista: en la última década se han consolidado corredores que han sido objeto de un proceso de elitización que multiplicaron los desplazamientos. Ambos fenómenos han reforzado un cuadro de segregación, volviendo socialmente homogéneos ciertos vecindarios de la ciudad, pero también consolidaron el carácter centrífugo de la urbanización neuquina. Mejorar nuestro conocimiento de estos procesos de renovación excluyente, que no hacen más que amplificar las brechas en materia de bienestar, son fundamentales para imaginar escenarios a futuro en los que puedan recortarse de manera simultánea distancias físicas y sociales.

Por último, existe una tercera frontera a desbrozar: aquella que se refiere a la necesidad de explorar la potencialidad de los enfoques interseccionales. Si bien esta mirada fue elaborada en el marco del activismo feminista estadounidense de los ochenta, en las últimas décadas ha sido utilizada en múltiples investigaciones que se aproximaron a las "posiciones de los individuos en las jerarquías sociales como interpenetraciones y articulaciones de diferentes categorizaciones" (Motta, Jelín y Costa, 2020, p. 16). Algunos ejes de la diferenciación social, en apariencia horizontales, condicionan simultáneamente determinada estructura de la desigualdad. De hecho, en su inoxidable La desigualdad persistente, Charles Tilly (1999) llamaba la atención sobre un aspecto fundamental: las categorías que definen diferencias dentro de una población constituyen el cemento sobre el cual se asienta la producción de la desigualdad. De ahí la relevancia de prestar atención en las formas en que género, raza, etnia y territorio se combinan, vinculan y desvinculan en una compleja (y situada) configuración. Actuar sobre estas interdependencias y entrelazamientos es un promisorio camino que deberán comenzar a recorrer los estudios urbanos regionales.

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[1] Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto "Producción de (des) igualdades en la conurbación de Neuquén. Una aproximación multidimensional" (Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional del Comahue) y del PUE "La (re) producción de la desigualdad en la Patagonia norte. Una mirada multidimensional" (CONICET).

[2]Este apartado sintetiza avances realizados en: Perren, Lamfre y Pérez, 2018.

[3]Término utilizado por Varpnarsky (1982) para definir a las pequeñas áreas urbanas del Alto Valle.

[4]En este apartado se retoman planteos realizados en: Autor/a 1 y Autor/a 2, 2018.

Cómo citar este artículo: Perren, J., Lamfre, L. y Perez, G. (2022). Desigualdad y calidad de vida en la Patagonia. Una mirada a la conurbación de Neuquén. Bitácora Urbano Territorial, 32(I): 219-232. https://doi.org/10.15446/bitacora.v32n1.95991

Autores

Joaquín Perren Doctor en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Realizó sus estudios postdoctorales en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal). Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Profesor Adjunto del Área de Historia Económica de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue. Director del proyecto "Producción de (des) igualdades en la conurbación de Neuquén. Una aproximación multidimensional" (Universidad Nacional del Comahue) y coordinador científico del proyecto "La (re) producción de la desigualdad en la Patagonia norte. Una mirada multidimensional" (CONICET).

Germán Pérez Doctor en Geografía por la Universidad Nacional de la Plata. Docente del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional del Comahue en las cátedras de Geografía Urbana y Técnicas de Evaluación Ambiental. Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Integrante investigador del Laboratorio Patagónico para el Ordenamiento Ambiental y Territorial (LIPAT) y del Centro de Estudios Ambientales y Sistemas de Información Geográfica (CEASIG).

Laura Lamfre Licenciada en Economía por la Universidad Nacional de Córdoba. Magister en Estadística Aplicada por la Universidad Nacional del Comahue. Profesora del área de Macroeconomía de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue. Co-directora del proyecto "Producción de (des) igualdades en la conurbación de Neuquén. Una aproximación multidimensional" (Universidad Nacional del Comahue). Codirectora del Centro Universitario de Estudios en Salud, Economía y Bienestar (Universidad Nacional del Comahue).

Recibido: 23 de Mayo de 2021; Aprobado: 16 de Julio de 2021

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