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Bitácora Urbano Territorial

versão impressa ISSN 0124-7913versão On-line ISSN 2027-145X

Bitácora Urbano Territorial vol.32 no.3 Bogotá set./dez. 2022  Epub 02-Dez-2022

https://doi.org/10.15446/bitacora.v32n3.99615 

Artículos

Variables espaciales para la era de convivencia post- COVID. Proxemia, propiocepción y seclusión[1]

Spatial variables for the post-COVID coexistence era: Proxemia, proprioception and seclusion

Variáveis espaciais para a era pós-COVID de coabitação: Proxemia, propriocepção e reclusão

Variables spatiales pour l’ère post-COVID de la cohabitation: Proxémie, proprioception et reclusion

1Universidad San Pablo-CEU, jmros.eps@ceu.es https://orcid.org/0000-0001-8994-3141


Resumen

Las nuevas normas de comportamiento social, impuestas actualmente por las restricciones sanitarias durante la pandemia, han planteado modificaciones en las relaciones espaciales de convivencia, con repercusiones directas en el entorno urbano. En el actual momento de espera, ante la cuestión de conocer los cambios que las medidas adoptadas por las autoridades sanitarias causarán en el entorno construido, se abre un ciclo de propuestas que interactúan en un espacio imaginado, que evolucionan hacia la máxima diversidad y que sugieren un proceso abierto en permanente reconfiguración temporal. Se trata de un interesante momento de reflexión, en el que se hace preciso reconsiderar las distancias y superficies mínimas de uso implicadas en el diseño del entorno vital. Una vez señaladas las contradicciones abiertas entre el desarrollo urbano sostenible y el espacio saludable de distanciamiento, se hace preciso profundizar en la caracterización de sus variables para reconocer aquellos factores que ponen en riesgo la conquistada cohesión social. La proxemia, la propiocepción y la seclusión se presentan como las tres cualidades del espacio. Se trata de tres variables que se proponen para abarcar e interpretar los ámbitos de influencia espacial sujetos a una nueva seguridad ambiental de convivencia y desarrollo. Tienen la propiedad de caracterizar un tipo complementario de inmunidad contextual de grupo para la recuperación de una nueva normalidad.

Palabras clave: diseño urbano; pandemia; desarrollo sostenible; sociología urbana

Abstract

The new patterns of social behavior, currently imposed by health restrictions during the pandemic have led to changes in the spatial relations of coexistence, with direct repercussions on the urban environment. In the current waiting moment, faced with the question of knowing the changes that the measures adopted by the health authorities will cause in the built environment, a cycle of proposals opens. These proposals interact in an imagined space, evolve towards maximum diversity, and suggest an open process in permanent temporal reconfiguration. This is a moment of reflection in which it becomes necessary to rethink the minimum distances and use surfaces involved in the design of the living environment. Once the open contradictions between sustainable urban development and the needed social distancing have been pointed out, it is necessary to deepen in the characterization of its variables in order to recognize those factors that endanger the conquered social cohesion. Proxemia, proprioception and seclusion presented as the three qualities of space. These are three variables that are proposed to encompass and interpret the spatial spheres of influence subject to a new environmental security of coexistence and development. They have the property of characterizing a complementary type of herd immunity for the recovery of the new normal.

Keywords: urban design; pandemic; sustainable development; urban sociology

Resumo

As novas normas de comportamento social, actualmente impostas pelas restrições sanitárias durante a pandemia levaram a mudanças nas relações espaciais de coexistência, com repercussões directas no ambiente urbano. No actual momento de espera, perante a questão de conhecer as mudanças que as medidas adoptadas pelas autoridades sanitárias irão provocar no ambiente construído, abre-se um ciclo de propostas que interagem num espaço imaginado, que evoluem no sentido da máxima diversidade e que sugerem um processo aberto em permanente reconfiguração temporal. É um momento interessante de reflexão, no qual é necessário repensar as distâncias e superfícies mínimas de uso envolvidas no projeto do ambiente de vida. Uma vez apontadas as contradições entre o desenvolvimento urbano sustentável e o espaço saudável do distanciamento, é necessário aprofundar a caracterização das suas variáveis, a fim de reconhecer os factores que põem em perigo a coesão social conquistada. Proxemia, propriocepção e reclusão apresentadas como as três qualidades do espaço. Estas são três variáveis que são propostas para abranger e interpretar as esferas de influência espacial sujeitas a uma nova segurança ambiental de coexistência e desenvolvimento. Têm a propriedade de caracterizar um tipo complementar de imunidade contextual de grupo para a recuperação de uma nova normalidade.

Palavras-chave: desenho urbano; pandemia; desenvolvimento sustentável; sociologia urbana

Résumé

Les nouvelles normes de comportement social, actuellement imposées par les restrictions sanitaires pendant la pandémie ont entraîné des changements dans les relations spatiales de coexistence, avec des répercussions directes sur l'environnement urbain. Dans le moment d'attente actuel, face à la question de savoir quels changements les mesures adoptées par les autorités sanitaires provoqueront dans l'environnement bâti, s'ouvre un cycle de propositions qui interagissent dans un espace imaginé, qui évoluent vers une diversité maximale et qui suggèrent un processus ouvert de reconfiguration temporelle permanente. Il s'agit d'un moment de réflexion dans lequel il est nécessaire de repenser les distances minimales et les surfaces d'utilisation impliquées dans la conception du cadre de vie. Après avoir mis en évidence les contradictions entre le développement urbain durable et l'espace sain de distanciation, il est nécessaire d'approfondir la caractérisation de ses variables afin de reconnaître les facteurs qui mettent en danger la cohésion sociale conquise. La proxémie, la proprioception et la réclusion présentées comme les trois qualités de l'espace. Ce sont trois variables qui sont proposées pour englober et interpréter les sphères d'influence spatiales soumises à une nouvelle sécurité environnementale de coexistence et de développement. Ils ont la propriété de caractériser un type complémentaire d'immunité contextuelle de groupe pour la récupération d'une nouvelle normalité.

Mots-clés: conception urbanistique; pandémie; développement durable; sociologie urbaine

Ante una oportunidad urgente, como la que se presenta actualmente, de apropiación espacial y de aprendizaje experto ante un escenario COVID-19, las posibilidades proxémicas se desenvuelven en regiones de diferentes intensidades y nuevas coincidencias posicionales, donde la presencia física marca los limites propioceptivos del 'espacio mínimo vital'[9] como derecho subjetivo protector.

Introducción. Un Nuevo Orden Urbano

Sobre los cinco principios conocidos para una nueva arquitectura[2] (Jeanneret-Gris y Jeanneret, 1926), Le Corbusier diseña en 1929 una de las obras más emblemáticas del Movimiento Moderno, la Villa Savoye en Poissy, muy cerca de Paris. Representaba el modelo anhelado de vida suburbana fuera de la ciudad superpoblada, el reencuentro del hombre tecnificado con la naturaleza y una apuesta saludable para periodos de aislamiento ocasionales y voluntarios. En el marco de esta arquitectura intencionadamente higienista, Le Corbusier recibe al viajero con un pequeño detalle, sitúa en primer lugar un lavamanos exento en el vestíbulo de entrada en planta baja. Tal gesto no solo significaba el gusto por el objeto, por la mera exhibición de una modernidad industrial, sino, antes que nada, antes de dar inicio a la promenade arquitectónica, significaba la incorporación de hábitos imprescindibles para una correcta y aséptica práctica social justo después de llegar a la privacidad doméstica desde el mundo exterior. Casi un siglo después de la construcción de Villa Savoye, en el momento histórico actual en el que surge de nuevo con fuerza la reivindicación general de los valores saludables de toda la comunidad y la reciprocidad de un individuo solidario, lavarse frecuentemente las manos recobra actualidad, formando ya parte incuestionada de todo comportamiento responsable.

La pandemia de COVID-19 originada por el virus SARS-CoV-2 parece suponer un aviso dramático de reajuste medioambiental dirigido a la especie humana, una perturbación absoluta como consecuencia de haber generado procesos adaptativos complejos dominantes y excluyentes, que han sobrecargado los límites de los ecosistemas naturales asociados al conjunto de la biosfera. En el informe de Meadows et al. (1972), encargado por el Club de Roma, se demostraba la vulnerabilidad del sistema productivo mundial, alertando de las consecuencias medioambientales irreversibles del modelo de desarrollo ilimitado y del incremento insostenible de la huella ecológica, basado en el agotamiento de los recursos naturales.

Aunque el intercambio disciplinario entre la salud humana y el entorno construido ha sido progresivamente aceptado como motor para hacer avanzar razonablemente la agenda de la planificación urbana (Kent y Thompson, 2012), una de las consecuencias directas que la pandemia ha desencadenado a nivel global es la adopción de normas para convivir en un nuevo orden urbano que se desprende de la restricción y desapego social y que reacciona frente a la amenaza distópica. Dichas normas impuestas de contención razonable a la movilidad global representan una oportunidad de revisión, con el fin de limitar el consumo desmedido actual de operaciones, y, con ello, la posibilidad de cambiar el modelo de crecimiento y el estilo de vida. A su vez, la necesidad de reconsiderar las fórmulas acostumbradas del establecimiento comunitario, y de transformar las tendencias de crecimiento de las ciudades, ha hecho presente la gran contradicción a la que se enfrentan las concentraciones urbanas, esto es, compatibilizar la sostenibilidad, como reto global a proteger, con el alejamiento social, como norma de conducta saludable. De una parte, la globalidad imperante hasta la fecha a escala planetaria y, de otra, la autosuficiencia aconsejable con una menor movilidad del sistema, parecen dos polos contrarios sometidos a revisión urgente como consecuencia de una nueva realidad frente a la pandemia, que trae como consecuencia la reversibilidad del sistema en su idea de progreso desmedido.

Marco actual. Una nueva selección de interconexiones

El presente análisis no pretende catalogar nuevas prioridades socioambientales en forma de principios de diseño, basados en promover entornos de vida saludables y restauradores para los residentes en viviendas (Peters y Halleran, 2020). El análisis tampoco busca revisar las prácticas urbanas habituales hasta la fecha, o concretar distintas actuaciones que se han mostrado aconsejables recientemente, por otra parte, ya muy difundidas. Más bien se trata de profundizar sobre la esencia de las relaciones que se establecen entre posiciones espaciales diferentes del ciudadano frente a las nuevas condiciones normativas de uso (Kaufmann, Straganz, y Bork-Huffer, 2020), bajo un nuevo concepto de convivencia, denominado 'covid-ling'[3] que tienen que ver con la reversibilidad del espacio útil para usos adaptados y actividades sociales.

La manera de entender la definición de la calidad ambiental como un grado de aproximación y ajuste entre factores materiales significativos, y las posibilidades percibidas del entorno social de vida actual (Kytta, Kahila y Broberg, 2011), aconseja introducir una nueva variable. A través de dinámicas colaborativas, se permite asimilar el estrenado alejamiento social, sin incurrir en la desaconsejable dispersión urbana. El objetivo es mantener, a pesar de todo, una velocidad intermedia de desarrollo sostenible sin la obligada exigencia al confinamiento.

Ahora más que nunca el término affordance, acuñado por el psicólogo de percepción ambiental Gibson (1979), y que hace referencia a las oportunidades y restricciones percibidas con respecto a las acciones de una persona en un entorno dado, puede ser revisado para incorporar también las oportunidades y restricciones emocionales, sociales y socioculturales que ofrece un contexto en transformación (Heft, 2001).

A pesar de que se haya instalado la nueva cultura de descongestión social que reduce vínculos, se trata de hacer posible una ciudad que siga funcionando a base de una nueva selección de interconexiones (Schorn, Franz, Gruber y Humer, Alois 2021), en la que haya que repensar las distancias y superficies mínimas de uso implicadas en el diseño del entorno vital. En este marco diferente cobran fuerza los conceptos de multiuso, de compatibilidad, de adaptación y al mismo tiempo, de ubicuidad, es decir, de realidades paralelas en tiempos distintos. Se trata de reconocer el valor de la ausencia, mejor dicho, de la no presencia, de la distancia, de nuevos formatos de relación, como oportunidades de avanzar sobre la calidad del tiempo empleado: ahora todos los momentos, todos los días importan.

Es evidente que después de varios meses de confinamiento, de quedarse en casa como medida de protección general, y de haber sido justificado en numerosas ocasiones como conveniente reclamo turístico y comercial, se ha producido un curioso complejo de compensación[4], la sobreactuación del espacio público en la ciudad, en el que surgen frecuentemente manifestaciones desacordes con la comprensión de su propia escala y el propósito de intercambio social. Se pueden interpretar como iniciativas conscientes por parte de la ciudad para delimitar la atención social en tiempos extremos de riesgo agorafóbico por parte de la población, o para atenuar la ansiedad desmedida por los espacios abiertos (Sandstrom, 2020). Aparece el miedo urbano en toda su complejidad, de múltiples capas, que comprende varias dimensiones, como la psicológica, sociológica, cultural o político-económica (Abu-Orf, 2013; Sandercock, 2002).

Se trata de forma paradójica de activar el espacio público de forma privada, una especie de oxímoron de la ciudad. Esto implica entender la ciudad física ya no solo como derecho[5], sino como una recompensa para la que es necesario generar espacios asépticos de autonomía funcional. Deben ser, además, espacios inofensivos para la socialización desmedida y el equilibrio medioambiental, basados en un reencuentro con lo natural (Moraci, 2020) e interconectados por una movilidad saludable sostenible, que no siga obligando a reservar el 70% del espacio público al tráfico rodado. Todo ello recogido en la configuración del modelo de las conocidas supermanzanas[6], una vez queda reducida la necesidad de los grandes desplazamientos, ante la irrupción complementaria de la ciudad digital.

Existe un concepto imprescindible que se ha instalado en la era post-COVID para enfrentar la emergencia sanitaria en cualquiera de sus manifestaciones: frente a la posible lógica difusa[7] de los pares dialécticos -público-privado, familiar-laboral- no hay otra opción más que aceptar la adaptabilidad neutral polivalente que permiten los espacios de transición para proponer áreas compatibles sin interferencias. La pandemia ha enseñado a valorar especialmente los lugares intermedios de relación con calidad ambiental naturalizada, las terrazas en las viviendas o los parques en las calles. Satisfacer las expectativas y preferencias de los vecindarios urbanos se hace necesario para que la relación esencial de la ciudad con la prevalencia de una presencia natural y cercana en términos de prestaciones ambientales, de pequeños espacios verdes, pueda ser suficiente y ejercer así una función psicológica restauradora (Hadavi, Kaplan y Hunter, 2015).

La definición del entorno construido que aporta calidad de vida bajo el reto de las nuevas premisas post-COVID (Oppio, Forestiero, Sciacchitano y De-ll'Ovo, 2021) surge, entonces, de un espacio imaginado que evoluciona hacia la máxima diversidad, que absorbe sucesos, no usos exclusivos. El resultado lógico de su propuesta espacial no obedece a forma cerrada reconocible, más bien establece una trayectoria cuya construcción pertenece a un instante particular en su máxima expresión de adaptación. El espacio post-COVID imaginado se presenta así efímero, a la espera de un proceso abierto de permanente reconfiguración temporal, en espacios cotidianos construidos para el re-equilibrio emocional en los que se supere la reacción hafefóbica, de algún modo explicable, a la cercanía física de grupo, asumiendo de forma crítica el compromiso con los denominados 'paisajes temibles' y su papel en la fragmentación y erosión de la función cívica del espacio urbano (Tulumello, 2015).

De acuerdo con las teorías que avalan los beneficios potenciales de los entornos urbanos para la restauración de la atención dirigida (Stigsdotter y Grahn, 2011), así como con las que obtienen resultados desde la psicología ambiental -potenciando los factores propios de identidad de lugar conocida como continuidad de lugar congruente y referida a la adecuación de las ubicaciones a las certidumbres del individuo (Wilkie y Stavridou, 2013)-, interesa ahora cualificar espacios de amplio espectro, necesarios para seguir viviendo saludablemente, que permitan mirar con detalle y contemplar lo global, poder mirar de cerca a través de una pantalla y poder hacerlo a lo lejos, a través de una ventana. Interesa cualificar espacios post-COVID que puedan cubrir rangos discretos de la percepción humana, así como considerar su influencia sobre estados o componentes perceptivos, como la estabilidad del campo visual o la integración bilateral, todo ello presente en el mantenimiento emocional del individuo y la coordinación de sus competencias.

Sugerir, en estos momentos de provisionalidad, un acercamiento a la relación temporal que se establece entre las personas y el lugar que ocupan, no es otra cosa que definir las variables arquitectónicas sin permanencia absoluta del paso cotidiano del ser humano por el estado actual y dinámico de las cosas. La propuesta espacial en la era post-COVID tiene que visualizar un lugar de encuentro. Esta propuesta, además, debe definirse no con meros objetos, sino a partir de series continuas de sucesos en procesos abiertos, con instrucciones apoyadas en sistemas geométricos que inviten a la participación de lo extraordinario en cada momento. Al mismo tiempo, debe mantener la atención en el hábito de las cosas, esas pequeñas odiseas cotidianas que dan forma a lo ordinario, que se enfrentan con la rutina de lo acostumbrado, pero con la necesidad de captar lo inesperado, lo insólito y lo irrepetible.

En uno de sus libros, Perec (1989) escenifica el gran acontecimiento sociocultural que supone la exhibición de arte, por primera y única vez, en 1913, del coleccionista Hermann Raffke en Pittsburgh (Ohio-EE. UU.). En esa exposición se destaca como lienzo protagonista, siguiendo con la costumbre pictórica de finales del siglo XVI europeo, el cuadro imaginado del pintor Heinrich Kürz, que representa al coleccionista sentado, contemplando todas sus pinturas preferidas, formando parte de ellas, y en el que al mismo tiempo se vuelve a reproducir con detalle el propio cuadro en escenas sucesivas recurrentes dentro del marco original. Tal recurso pictórico y literario se podría interpretar como una secuencia visual de aproximaciones recurrentes. Dicha alegoría del proceso creativo, entendido como juego infinito, en el que una obra solo adquiere su verdadero significado como resultado de muchas otras anteriores que se encuentran en ella, así como en la afirmación de que toda obra es el espejo de otra, cobra significado real en una situación actual de cambios disruptivos, encadenados por un sinfín de relaciones, en la que se encuentra la sociedad en su conjunto.

Precisamente esta sucesión prevista de ideas y hechos en el acontecer normal de las cosas como bien práctico, como sistema combinatorio, ha quedado alterada tras la emergencia social sanitaria en un medio para satisfacer otras necesidades vitales y recibir solo lo extraordinario como premio, al hacerse presente ahora las realidades duplicadas, las coincidencias paralelas, las circunstancias simultáneas, los estados de existencia múltiples que acontecían a nuestro alrededor, en marcos espaciales coyunturalmente prohibidos. La comprensión unitaria programada de la realidad aprehendida por fragmentos en mosaico multipantalla, proporciona una nueva experiencia digitalizada de situaciones dispersas con atributos de re-edición, de difícil asimilación en una secuencia lógica espacio temporal, exenta de vínculos y acontecimientos naturalmente encadenados.

Precisamente, aquella normalidad estadística que arropaba sin saberlo a la persona, en su afán de identidad con el devenir de la historia en escenarios compartidos, en lugares públicos organizados con variables espaciales comunes de contexto, ha quedado en espera, pendiente de redefinirse.

Los espacios post-COVID deben atender a crear un marco implícito de estímulos físicos para definir el grado deseado y el tipo de comunicación entre sus ocupantes. Se trata de una intervención sobre el espacio construido que intenta diluir los límites entre lo privado y lo público, supuestamente sin conflictos, cuyo resultado es el acuerdo positivo, el mejor posible, entre la simultaneidad de mínimos y la diversidad de sus actividades. De modo colateral, cualquier desajuste o contradicción que pueda crearse respecto a la interrelación física de sus variables generaría efectos contrarios a un estado integral y sostenible en las condiciones de la salud humana.

Presentación de las Tres Variables Espaciales para una Nueva Filosofía de Interacción

Más allá de factores complejos a considerar, relativos por ejemplo al nivel de desarrollo de los programas sociales de viviendas, a las diferentes consolidaciones urbanas, a las políticas de bienestar y salud, o a la transición ecológica y digital justa, es posible destacar tres variables espaciales comunes básicas que reclaman atención al ejercer un elevado grado de influencia en la nueva filosofía de interacción.

Así, ante la existencia de fundamentos científicos que consideran la interacción entre el entorno físico donde vive la persona y la construcción mental del individuo como una realidad incuestionable, el antropólogo estadounidense Hall (1963) presentó a mediados del siglo XX su teoría sobre las culturas de 'alto contexto' (CCA) para referirse a aquellas que consideran la comunicación no verbal como portadora del significado principal en los diferentes marcos sociales de convivencia. Se trata de una teoría relevante para entender las dimensiones perceptivas del espacio que involucran las reglas implícitas presentes en el uso individual del sitio compartido. Hall (1963) establece por primera vez el concepto de proxemia como variable para informar y caracterizar, en un entorno espacial inmediato, la presencia interpersonal de coexistencia.

Corresponde a la proxemia, primera variable espacial considerada, la forma de organizar las posturas y utilizar el espacio de manera privada para interactuar, posicionarse, administrar las leyes y condiciones mínimas de vecindad; aplicar las distancias de reserva más allá de las cuales es necesario el permiso del otro; delimitar la gestión del espacio particular para interactuar con el prójimo; medir y reajustar los estándares del espacio interpersonal para no ser invadido en la contigüidad y marcar la distancia social intrínseca entre las personas en compañía. La proxemia define un espacio de acogida que convierte el contexto inmediato en un campo de conexiones de diversidad genérica, en un dispositivo en el que las particularidades trabajan a favor de la identidad común, sistema susceptible de diagramarse en una sucesión de patrones de comportamiento, de coincidencias y multiplicidades, de adaptabilidad al cambio. La proxemia hace referencia a la adopción de ciertas condiciones de comportamiento y conducta cívica de expresividad corporal, manifestada al conquistar el espacio mínimo compartido como bien genérico a respetar.

Ante la necesidad de integrar el dominio público y particular en cualquiera de sus escalas de información, surgen arquitecturas definidas por la proxemia, donde los límites del espacio particular quedan pendientes de fijar y las distancias de prevención, que protegen la individualidad de los demás, se reajustan en áreas múltiples de influencia.

Una determinada arquitectura doméstica sensible a la proxemia reclama su autonomía. No debería ser necesariamente reducida, aunque sí compartida, caracterizada por vacíos sin programa, de espacios implícitos, dispuestos al intercambio de afinidades y acuerdos en relaciones complejas. Una arquitectura doméstica en la que es posible diferenciar la supremacía de la función sobre la utilidad. Una arquitectura doméstica en la que prevalezca el modo de uso sobre las necesidades concretas, en la que se propongan nuevas conexiones, que permitan reactivar el espacio fenomenológico con el sujeto, enfocadas en encontrar en él connotaciones abiertas dispares, en continua transformación. Una arquitectura doméstica que supone para quien la habita, construir, desvelar, conquistar su individualidad mental, completar la contingencia de los fenómenos físicos en fragmentos congelados de la realidad. Así, aquella idea de habitación imaginaria de Navarro Baldeweg (1976), enunciada a partir de sus constelaciones, coordenadas de luz, gravedad, horizonte y tiempo, y soportada por áreas de determinación común, cobra actualidad. Es expresada por resonancias perceptivas incompletas, con dimensiones universales, mediante expectativas incumplidas de la realidad, pendientes de su total comprensión. Así, la idea de habitación imaginaria representa un certero ejemplo del principio sobre el que nos movemos, del poder necesario del espacio imaginado sobre un escenario físico de distanciamiento social.

Desde la psicología ambiental, una segunda variable espacial, denominada propiocepción o consciencia del propio espacio corporal respecto al medio que nos rodea, explica la capacidad de adoptar la posición relativa del esquema corporal en función del espacio físico, bajo condiciones de un sistema de ergonomía. La propiocepción atendería el estudio de los factores, sensaciones y estímulos que facilitan estados expansivos de la anatomía humana hacia su particular expresividad y control, generando precisos patrones de ubicación (Figura 1). Se trata de una variable de recepción, posición y proceso de los segmentos corporales, apenas conocida desde un punto de vista arquitectónico. Influye en acciones relacionadas con la inducción y calidad del rendimiento, con la reacción física en el desempeño funcional o con la ejecución motora a partir de la percepción sensorial dirigida al cerebro, activada desde los mecanorreceptores de las estructuras nerviosas ante alteraciones del medio contextual.

Fuente: Virginia Dupray, Faustin Linyekula, y Dorine Mokha. Fotogramas película Cartas del Congo (23 min. Studios Kabako) (República Democrática del Congo, 2020).

Figura 1 Manifestaciones propiocep-tivas artísticas ante la pandemia, en forma de relatos corporales de aquí y ahora, ante situaciones de emergencia social en contextos espaciales diferentes, domésticos o urbanos 

Efectivamente, determinados hallazgos (Fujiwara, Kiyota y Maeda, 2011) sugieren que la dificultad de mantener situaciones de equilibrio relacional en dicho medio contextual aumenta ante la asignación consciente de alteraciones ambientales, producidas por nuevos estados de información sensorial, comenzando la preparación postural antes de dicha perturbación.

Fuente: Kuhn,, Walt. (1915). Bañistas en la playa. [Óleo sobre lienzo. 76 x 102 cm] Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid, España (A). La Capital. Mar del Plata. Nov. 2020 (B).

Figura 2 Comparativa entre cuadro Bañistas en la playa (A) e imagen de una playa con recintos de seguridad durante la pandemia (B) 

Profundizar en el carácter innovador y científico del campo propioceptivo de la salud, esto es, el que informa de la relación corporal con el espacio y la respuesta psicosomática al ambiente construido, significaría buscar soluciones arquitectónicas adecuadas en las que se evitasen cambios bruscos de temperatura y consumos excesivos de energía metabólica.

En tercer lugar, una nueva variable espacial a considerar es la seclusión (de latín 'secludere', aislar), entendida como la concurrencia de tiempos interconectados en un mismo espacio físico confinado alrededor de la multiplicidad de actores y como la búsqueda o prolongación de la privacidad dentro de un contexto espacial de carácter público, donde la condición dimensional permite posibles sobre-coincidencias individuales.

La seclusión cualifica una arquitectura tanto permisiva como policrónica, al facultar el solape de tareas diversas paralelas sin cambio de lugar. La variable espacial de la seclusión está caracterizada como de baja territorialidad, al fundirse la materialidad de su contorno.

De este modo, una filosofía de interacción espacial de variables pone de manifiesto la transformación arquitectónica de los entornos físicamente seguros para una nueva era de convivencia post-COVID. Respecto a la proxemia, que mide la relación contextual individuo-individuo, el espacio que concedemos o cedemos voluntariamente a las distintas personas puede considerarse como indeterminado, impreciso, por falta de un marco delimitador escalar definido por la arquitectura. Por este motivo puede deducirse que la proxemia (de las tres variables consideradas probablemente la más definitoria) es un concepto que, además de tener una dimensión personal y subjetiva, obedece también a ciertas pautas reguladas por el contexto sociocultural en el que se desarrolla el individuo en relación con el medio construido y la noción de su privacidad. A su vez, la propiocepción, mecanismo de adaptación natural que pone en relación postural al individuo con su espacio vital mínimo, moviliza la capacidad perceptiva de los sentidos con el mundo exterior, estimulando la conciencia del individuo sobre sí mismo, practicando y haciendo posible su reconocimiento. Por último, la seclusión como variable colectiva de agrupamiento y coincidencias no programadas, en un escenario abierto en constante reajuste, es necesaria para la activación de los espacios disponibles destinados a la colectividad en una dimensión pública de intercambio sin conflictos.

Por ello, las condiciones principales del distancia-miento social en la era post-COVID, que garantizarían un entorno construido adaptado y seguro, acondicionado para la salud, habrían de estar sujetas a control bajo la inspiración conceptual de las tres variables espaciales anteriormente mencionadas. Al anticipar el conocimiento del rango de transformación contextual, el estudio de las tres variables espaciales arquitectónicas define el entorno físico de interacción humana, de manera suficientemente abierta y al mismo tiempo intencionadamente restrictiva. El entorno físico se entiende, entonces, a la manera de Stokols (1978), como un modelo de tipologías transaccionales dinámicas ambiente-persona que interactúa en diferentes contextos y factores temporales (Martinez-Soto, 2019).

En este sentido, sin caer en modelos cerrados de crecimiento, diferentes escenarios proxémicos sugerirían la transformación topológica del soporte geométrico, como ocupación oportuna, extensiva, no redundante de la superficie del plano, que ofrecen, por ejemplo, los mecanismos afines a las teselaciones aperiódicas[8](sin traslación simétrica), a partir de determinados patrones de movimiento de configuración a escalar (ver Figura 2). La proxemia ayudaría a reducir el error de discretización de regiones que puede llegar a producirse en un sistema de crecimiento variable con criterios de densificación extrema.

Fuente: Vitra Office.

Figura 3 Comparativa entre poster de Vitra Office, ilustrando un espacio abierto de múltiple interacción (a) y representación de la intensidad y dirección de líneas de campo magnético de un imán (B) 

Kuhn (1915) reproduce en su cuadro mediante recursos de territorialidad prestada, espacios en los que quedan definidos ámbitos proxémicos de apropiación del bien común compartido: la direccionalidad al frente marítimo en un lugar isótropo. Se puede establecer una similitud con la situación de una playa con recintos de seguridad en la que la geometría de organización inducida o el posicionamiento libre de los cuerpos físicos asimilan patrones recurrentes y pequeños ámbitos de privacidad (ver Figura 2).

Con anterioridad a la crisis social sanitaria, tras una apariencia de elementalidad esquemática, el sistema dinámico posicional podría converger dentro de un entorno inestable que escondía un interior de trayectorias múltiples y cuya fase final del proyecto espacial sería una posible fase de disipación, según las teorías de atractores extraños, sin límites definidos o cerrados, en permanente evolución y posiciona-miento aleatorio. Tal situación, previa a la pandemia, significaba una dinamización continua, una simbiosis reactiva de factores, y la definición permanente de un entorno sensible al intercambio de información. De la misma manera en que los campos de acción producidos por fuerzas magnéticas de Lorentz definen áreas de influencia vectoriales de naturaleza invisible, las posibilidades proxémicas ante una oportunidad de apropiación espacial se desenvuelven en regiones de diferentes intensidades y coincidencias posicionales (ver Figura 3).

Sin embargo, en la era post-COVID la manera de analizar dichos comportamientos de autogestión y posicionamiento ante un lugar compartido, común a diferentes individualidades y abierto a una reconfiguración permanente, se ha reducido a mantener la obligación y el respeto por un aislamiento personal mediante instrucciones comunes de distanciamiento. La unidad básica de colonización queda definida por condiciones de contorno de adaptabilidad y pertenencia óptima a un sistema de puntos en un entorno dimensional, cuyo resultado visible es el diagrama de regiones limítrofes que comparten características comunes a un sistema espacial complejo, pero organizado de distancias relativas. Ante tales restricciones se corre el riesgo de confinar nómadas atrapados en un no lugar, con alta velocidad de información sensible, con normas de uso sometidas a cortes del tiempo en los que se percibe una realidad fugaz de datos. Escenas cotidianas diversas en el espacio público, de carácter abierto, acostumbradas en sus comportamientos periódicos sociales, recogidas en determinados patrones de posicionamiento individual, hablan en su reconfiguración espacial de la búsqueda intencionada de referencias proxémicas presentes en las leyes de organización y posicionamiento individual dentro de contextos comunitarios.

A modo de ejemplo, el fotógrafo estadounidense Feinstein (1956) relaciona por analogía el ritmo estático de los huecos de fachada como fondo neutro de gran escala urbana, con la disposición pautada de las ventanillas con espectador en movimiento del autobús (ver Figura 4). De igual modo, operaciones de distancias mínimas y métricas de reparto establecen atributos proxémicos que distribuyen de forma organizada conductas propioceptivas en lugares comunes de pertenencia, para garantizar de forma saludable un espacio compartido en seclusión.

Fuente: Harold Feinstein. It's like a long-gone America, 1956. Harold Feinstein Photography Trust.

Figura 4 Pautas de control proxé-mico enmarcan la atención de los pasajeros 

Conclusiones. Hacia una Nueva Inmunidad Contextual de Grupo

En un momento de adopción obligada de medidas de distanciamiento social, cobran importancia las tres variables del espacio mínimo, necesario y suficiente: proxemia, propiocepción y seclusión. Se concluye que las tres cualidades sustantivas del espacio contextual de convivencia, presentes en la dosificación y en la composición del espacio útil, se entrelazan, generando un equilibrio de control positivo frente al cambio obligado de situaciones que acompañan a las personas, sin implicar disconformidad funcional ni riesgo para su salud.

Ante una oportunidad urgente, como la que se presenta actualmente, de apropiación espacial y de aprendizaje experto ante un escenario COVID-19, las posibilidades proxémicas se desenvuelven en regiones de diferentes intensidades y nuevas coincidencias posicionales, donde la presencia física marca los limites propioceptivos del 'espacio mínimo vital'[9] como derecho subjetivo protector. Por su parte, el espacio público debe recobrar su sentido seclusivo como escenario abierto a multiplicidad de direcciones individuales o desarrollos dispares de incertidumbre, proximidades entrelazadas en un mismo espacio común, compatible con los aislamientos programados de los ciudadanos. El espacio público urbano no debe quedar relegado a participar de una paradoja colectiva de segregación, debe mostrarse compatible con lo heterogéneo, inmerso en un sistema de continuos reajustes.

Al poder traducirse en una respuesta espacial adaptativa de calidad eficiente, las tres variables posicionales relacionadas con la gestión del espacio seguro saludable proponen estructuras ocultas de multiplicidad, que biológicamente interactúan con las funciones del sistema nervioso central del ser humano para permitir que el proceso de control dimensional armónico de los individuos sobre su entorno siga cumpliendo con el intento del mejor desempeño funcional posible de actividades y conductas, necesidades y utilidades, programas y usos, más allá de nuevas amenazas epidemiológicas. De esta manera, las tres variables espaciales, gestionadas conscientemente desde la mediación del diseño físico, es decir, allí donde es posible la adaptación (propiocepción-individual), allí donde se respeta la distancia interpersonal (proxemia-grupal) y allí donde se comparten múltiples actividades en un agregado conductual (seclusión-comunitaria), tienen la propiedad de generar un tipo complementario de inmunidad contextual de grupo para la recuperación de una nueva normalidad, denominada biovigilancia, basada en asegurar la diversidad de relaciones transversales para una necesaria convivencia. La coordinación de las tres variables facilita la conquista de los retos globales de progreso sin perder fuerza la cohesión social, en el marco de una nueva filosofía preventiva frente a eventuales, similares y futuras crisis ambientales.

Fuente: Autoría propia.

Figura 5 Gráfico resumen 

Referencias

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[1]Investigación financiada por el Área de Universidades CEU. Texto original surgido del proyecto Puente en Consolidación: "Aplicación prospectiva para la repoblación sostenible en territorios rurales. Hacia una herramienta de evaluación en el marco de la Agenda Urbana Española", dentro del Programa Estatal de Investigación Orientada a los Retos de la Sociedad (Gobierno de España)

[2]Como ya fue propuesto originalmente en la Villa Cook (1926, Boulogne sur-Seine, Francia), uno de los cinco puntos de la nueva arquitectura, enunciados en Villa Savoye, casualmente se refería a la cubierta ajardinada, adelantándose en el tiempo a incorporar, como práctica aconsejable arquitectónica hacia una mayor eficiencia energética pasiva, la solución constructiva de incrementar la masa natural sobre la azotea.

[3]Término acuñado por el autor del presente texto por asimilación sintáctica a partir del conocido vocablo Co-Living de interacciones en los modos de vida, para referirse a las nuevas condiciones de sociabilidad, tanto en el dominio público como privado, impuestas bajo un contexto complejo de incertidumbre sanitaria frente a la pandemia del COVID-19.

[4]En psicología, la compensación se entiende como mecanismo de respuesta frente a desajustes de equilibrio de la personalidad, que desarrolla determinadas capacidades sobresalientes en áreas concretas para gratificar otras deficiencias originales de inferioridad

[5] ONU-Hábitat (2020) define los componentes del Derecho a la Ciudad como los que toda la población puede ejercer. Lefebvre (1967) lo definía como marco resultante de un debate político anticapitalista, centrado en la necesaria transformación urbana contemporánea, extensiva a todos los ciudadanos. Posteriormente diferentes autores introdujeron nuevas componentes de cambio social basado en teorías de equilibrio medioambiental.

[6]Nueva unidad de Organización urbana básica desarrollada con éxito, entre otros, en el barrio de Gracia (Barcelona), reconocida como ejemplo de buenas prácticas por ONU-Hábitat (2010). A partir de una nueva estructura perimetral en la red viaria, de bajo impacto medioambiental, logra mejorar el espacio público y la movilidad para el peatón, nuevo protagonista de la escala intermedia de la ciudad.

[7]La denominada Fuzzy Logic establece un rango de aleatoriedad contextualizada que permite comprender el valor de lo relativo de una afirmación a partir de todas las opciones de intersección posibles, definiendo un campo fuera de lo absoluto.

[8]Teselaciones aperiódicas del matemático inglés Penrose (1974), a partir de establecer relaciones armónicas entre la longitud de los lados de sus distintas piezas (Dardo y Cometa), se producen infinitos posibles mosaicos diferentes según el "Teorema de isomorfismo local" por el que cada región finita de cualquier agrupación está siempre contenida infinitas veces en cualquier otra.

[9]Analogía semántica espacial en referencia al "Ingreso Mínimo Vital" que, de acuerdo con la definición acuñada por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (Gobierno de España), se trata de una prestación aprobada el 29 de mayo de 2020 y dirigida a prevenir el riesgo de pobreza y exclusión social.

Autores

Juan M. Ros-García Investigador Principal Grupo Agenda Urbana y Retos Sociales AURS. https://www.grupoaurs.com/ Departamento de Arquitectura y Diseño. Escuela Politécnica Superior EPS. Universidad San Pablo-CEU, CEU Universities. Urbanización, Av. de Montepríncipe, s/n, 28668 Boadilla del Monte, Madrid. España. Profesor Titular Proyectos Arquitectónicos. Arquitecto. Doctorado en Tecnología y Construcciones Arquitectónicas (Universidad Politécnica de Madrid UPM). Tres sexenios de investigación Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI) Ministerio de Educación. Autor de diferentes Patentes y Modelos de Utilidad (Oficina Española Patentes y Marcas) relacionadas con la habitabilidad biosaludable y espacio público de la ciudad. Premio Ángel Herrera de investigación (Fundación Universitaria San Pablo CEU (2015-2017)

Cómo citar este artículo: Ros-García, Juan M. (2022). Variables espaciales para la era de convivencia post-COVID: Proxemia, propiocepción y seclusión. Bitácora Urbano Territorial, 32(III): 211-223. https://doi.org/10.15446/bitacora.v32n3.99615

Recibido: 22 de Noviembre de 2021; Aprobado: 14 de Marzo de 2022

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