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Investigaciones Andina

versão impressa ISSN 0124-8146

Investig. andina vol.10 no.17 Pereira set. 2008

 

Editorial

Es nuestro deber, que el sistema de salud entienda las bondades que gana una comunidad cuando previene las enfermedades; mejora su calidad de vida, evita discapacidades físicas y mentales que afecten su capacidad cognitiva, es decir, pueden entender mejor el mundo y por tanto ser independientes. Una comunidad saludable, no tiene que gastar dinero en medicamentos; dinero que necesitan para comprar alimentos, pagar el arriendo, los servicios públicos y la educación, incluso, Tambien invertir en diversión, porque la diversión es una inversión necesaria. Cuando se pierde la capacidad de reír, es porque ya no recordamos la época más feliz de nuestras vidas, o al menos de la mía, la infancia, cuando nuestra única obligación era tender la cama y cepillarnos los dientes, y si no reíamos, se preguntaban si estábamos enfermos.

Es nuestro deber, hacerle entender a la sociedad que la violencia sólo conduce al caos, que vivir es un buen negocio en el que todos ganamos. Tenemos que demostrar, por medio de investigación científica, no de retórica, que una sociedad que pierde absurdamente a sus jóvenes, está perdiendo años de vida potenciales, que se reflejan económicamente en ingresos que dejan de llegar a sus familias, las cuales en muchas ocasiones dependían sólo de ese ingreso. Asi mismo, no habría forma de determinar el aporte que ellos pudieron haber hecho en su campo. Eso sin contar el dolor de sus deudos; no hay forma de calcular las lágrimas que este país ha derramado sin cesar arante más de 60 años, por culpa de una violencia que heredamos, no la inventamos nosotros, pero es que uno también tiene el derecho a prescindir de la herencia; esto ultimo implica más esfuerzo, pero créanme, vale la pena intentarlo.

Es nuestro deber, que nuestra juventud comprenda que no tiene que convertirse en padres antes de tiempo. Aún no hemos determinado los costos sociales y económicos de esta generación de adolescentes que asumen embarazos no planeados, que en la mayoría de ocasiones serán mujeres sin apoyo económico ni emocional de su pareja, y tendrán que criar a sus hijos sin la presencia de la figura paterna; además del problema que en nuestros días genera el abandono infantil. No nos podremos quejar cuando una generación entera se levante y no nos encuentre en sus hogares, Se preguntarán a si mismos, que función, aparte de la reproductiva, cumplimos los hombres en la sociedad; si seguimos con este nivel de irresponsabilidad, rápidamente seremos reemplazados por los bancos de semen. Si algo se hace siempre de la misma rmay no funciona, posiblemente se está haciendo mal; debemos revisar afondo los mecanismos de aplicación de la política nacional de salud sexual y reproductiva, los indicadores nos están diciendo a gritos que estamos fallando.

Es nuestro deber, asegurar que el sistema de salud no genere riesgos en la prestación de los servicios. Si bien es cierto que no es posible solucionar los problemas de salud de toda la población que acude a las instituciones, si es posible hacerle daño a toda la población que consulta, si no trabajamos en pro de la seguridad de los pacientes; es que no puede ser que los hospitales añadan riesgos a la salud de los individuos que están parcial o totalmente indefensos. Si desde la salud pública no podemos evitar que la población enferme de patologías que potencialmente eran prevenibles, al menos, que durante el período de curación, podamos ofrecerles a ellos una atención sanitaria segura, en las que no añadamos enfermedades adquiridas al interior de las mismas instituciones.

No tenemos derecho a mentir, actualmente el país vive una de las peores crisis políticas de todos los tiempos, desgraciadamente protagonizada por nuestra clase dirigente. La diferencia en la actual crisis política con las anteriores, es el gran número de personas altamente reconocidas del mundo político que se encuentran involucradas. En realidad ésta no es una crisis política, ésta es una crisis de valores, en la que ¡apalabra de las personas no vale nada. Lejos estamos de aquellos tiempos en los cuales los negocios se cerraban con un apretón de manos, porque las personas comprometían lo que más valor tenía para ellas: su palabra.

No tenemos derecho a manipular los datos, ni a interpretar incorrectamente y al amaño de quien tenga el poder, las cifras que siempre son objetivas; corremos el riesgo que nos pase lo mismo que al pastor de la fábula de Esopo, cuando dijo la verdad nadie le creyó, y el lobo se le comió las ovejas.

No tenemos derecho a desfallecer; el país, la comunidad científica y nuestras familias esperan mucho de nosotros. Vivimos en una sociedad que está llena de necesidades en salud y nosotros somos unos privilegiados por el acceso a una educación de la mejor calidad posible; si desfallecemos y no lo seguimos intentando, ¿a quién podrá acudir la población? La tarea que tenemos por delante es quijotesca, debemos trabajar en un sistema de salud que está regido exclusivamente por intereses económicos, y que durante la primera parte de este tercer milenio, pueda ofrecer calidad de vida a sus asegurados. Seremos contratados para tomar decisiones, debemos hacerlo deforma inteligente, bien informados, siempre pensando en los riesgos y beneficios ds cada acto.

Finalmente, no tenemos derecho a ofrecer servicios de mala calidad, por años el sistema de salud pública ha sido asociado con la beneficencia y la caridad, ya es hora que sea relacionado con la calidad. Cuando se ofertan servicios de salud con calidad, evitamos que la mayor parte de las personas enfermen, y cuando enferman, logramos que la mayor parte de ellas recuperen su saluden el menor tiempo posible y con el mínimo número de secuelas. Inicialmente esto parecería ser costoso para el sistema de salud, pero, ¿cuánto cuesta no hacerlo? Cuesta lo que actualmente se está gastando el sistema. Sólo por mencionar un ejemplo, si los programas de planificación familiar fuesen de buena calidad, pensados y diseñados para el público objeto a quien debe dirigirse, con la continuidad y el seguimiento que deben tener, ¿cuánto podría ahorrarse el sistema de salud en la atención materno-infantil? Posiblemente más de lo que cueste un programa de tal dimensión, sin contar una serie de costos sociales que son difíciles de dimensional:

De forma voluntaria hemos decidido educarnos y trabajar en un área que es la generación y venta de servicios, no de productos. Algunos directamente en la prestación, otros en la educación o en la investigación, pero todos generando servicios. Cuando hacemos las cosas bien desde el principio y además tenemos mecanismos de control que permitan asegurar la calidad, no hay necesidad de volver a hacer las cosas, no hay re-procesos. Nuestras madres lo explican más brevemente: lo barato sale caro. Cuando ofrecemos servicios de salud con calidad, los buenos resultados no sólo son seguros, además son rápidos.

Tenemos el conocimiento, tenemos la actitud, tenemos las ganas, ¡hagámoslo!

Jaime Eduardo Ordoñez Medina

Médico, PhD. en Epidemiología,

Editor invitado

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