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Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales

Print version ISSN 0370-3908

Rev. acad. colomb. cienc. exact. fis. nat. vol.36 no.138 Bogotá Jan./Mar. 2012

 

 

HISTORIA DE LA CIENCIA

 

COMENTARIOS ACERCA DE LA RECEPCIÓN DE LA TEORÍA DE CHARLES DARWIN EN COLOMBIA

 

Santiago Díaz Piedrahita*

*Miembro de Número, Academia Colombiana de Ciencias Exáctas, Físicas y Natules. Bogotá.


Resumen

Se comenta la forma como fue recibida por la comunidad intelectual colombiana la obra de Darwin y en particular la teoría del origen de las especies a través de la Selección Natural. En general fue calificada de utilitarista y recibida con poca credibilidad, juzgándola desde un punto de vista puramente religioso o político y no como una teoría biológica. Se presentan algunos testimonios propios de la época que reflejan el momento político y la ideología imperantes.

Palabras clave: Darwin, Selección Natural, Evolución, Colombia.


Abstract

The article exposes the way in which the intellectual community of Colombia received Darwin's works, specifically the Theory of Evolution through Natural Selection. Overall, his arguments were considered utilitarian and interpreted from a purely religious or political perspective, rather than being understood as a biological theory. In addition, the text presents testimonies that reflect the political times and the prevailing ideologies of the late 19th and early 20th centuries.

Key words: Darwin, Natural Selection, Evolution, Colombia.


 

El doce de febrero de 2010 se cumplieron dos siglos del natalicio de Charles Darwin. Con tal motivo el autor de estas líneas dio a conocer un escrito1 en el que recordaba los antecedentes del viaje realizado por el naturalista inglés y las consecuencias científicas de ese recorrido merced a los cambios operados en su manera de pensar y en su concepción de la naturaleza. En esa publicación se alcanzaron a plantear algunos aspectos relativos a la forma como fue recibida por algunos intelectuales colombianos la teoría de la selección natural, concepto que modificó el curso de la ciencia y abrió una nueva visión del hombre en relación con su entorno. En este artículo se complementa esta información con testimonios o manifestaciones literarias que reflejan diferentes puntos de vista en cuanto a la evolución.

Sin lugar a dudas, El Origen de las Especies a través de la Selección Natural2 fue la obra más influyente del Siglo XIX. Aunque la doctrina evolutiva no fue concebida por Darwin, su planteamiento sobre el origen de las especies fue tan claro y convincente que ganó el apoyo de la comunidad científica y de muchos profanos que lo leyeron prontamente. Cabe aclarar que, en el caso colombiano, quienes tomaron partido en la polémica evolucionista no tenían verdadero interés en la historia natural y tan sólo lo hicieron por motivos meramente políticos o religiosos.

Darwin buscaba explicar la diversidad de los seres vivos, tanto la de aquellos que ahora pueblan el planeta como de los que lo habitaron en el pasado y dejaron un testimonio fósil de su existencia. Debía entender el papel jugado por el medio ambiente a través de barreras geográficas o reproductivas, impedimentos que servían para valorar el carácter adaptativo y relativo de las variaciones genéticas emanadas de la recombinación de los caracteres genéticos, las mutaciones y la supervivencia de los más aptos en su lucha por sobrevivir y alcanzar la madurez sexual. En forma acertada, interpretó estos factores como un mecanismo de selección natural en el que el azar jugaba un papel decisivo.

Luego de meditar detenidamente sus hipótesis y de dar coherencia a su teoría, y ante el riesgo de perder la prioridad en el planteamiento de estos conceptos, Darwin dio a la luz una hipótesis cuyas conclusiones explicaban adecuadamente un concepto que, entonces como ahora, generaba fuertes resistencias. Por motivos religiosos, culturales o políticos, para muchos era inaceptable que las especies evolucionaran. Mientras Darwin cavilaba, en forma independiente, otro naturalista inglés, Alfred Russell Wallace, llegaba a conclusiones similares luego de estudiar la fauna y la flora del archipiélago Malayo. Aunque Wallace sostenía sus ideas con energía y claridad, desde un principio las obras de Darwin fueron más conocidas y tuvieron mayor difusión. La primera edición de El Origen de las especies fue de dos mil doscientos ejemplares que se agotaron en pocas horas; desde entonces se han impreso millares de volúmenes en diversos idiomas y la teoría de la evolución, aunque de aceptación universal en el ámbito biológico, sigue despertando polémicas y prestándose a variadas interpretaciones.

Antes de 1832, cuando se realizó el viaje del Beagle, para Darwin el relato bíblico satisfacía su comprensión del mundo viviente. Luego de concluir el recorrido, su forma de entender ese mundo había cambiado en forma radical. Aparte de sus observaciones en el campo, la lectura de obras como el Ensayo sobre la población de Thomas Malthus, influyeron en sus conclusiones. Allí se demostraba que una población crece en progresión geométrica hasta aparecer un factor limitante.

Veamos cómo fue recibida la teoría por los intelectuales colombianos de esa agitada segunda mitad del siglo XIX y como aun en la primera mitad des siglo XX causaban escozor en algunos sectores de la sociedad. No abundan las referencias sobre el tema. Las más categóricas se deben a Miguel Antonio Caro. Este notable pensador y político, bajo el título El Darwinismo y las Misiones3, dedicó numerosos comentarios críticos a un escrito de Jorge Isaacs, secretario de la Comisión Científica al Magdalena, empresa oficial dirigida por el naturalista francés Carlos Manó, calificado por Caro, como un "aventurero embaucador."Isaacs realizó, durante más de seis meses, originales observaciones de campo que fueron consignadas en el trabajo: Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena, obra publicada en el Diario Oficial en 1882, complementada en 1884 en los Anales de Instrucción Pública con la publicación de: Gramática, Catecismos y Vocabularios de la lengua Goajira, trabajos reproducidos en 1951 en la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. El artículo completo del Sr. Caro también fue dado a conocer en El Repertorio Colombiano, en dos entregas4. En la introducción se señala: "Sin erigirnos en críticos científicos, vamos a hacer sobre esta publicación breves observaciones inspiradas en la justicia, el sanctae sancte tratandae, porque la obra del Sr. Isaacs es un trabajo curioso, pero de ningún modo científico." Cabe recordar que El Repertorio era una revista mensual de orientación conservadora a cargo de don Carlos Martínez Silva, donde, como veremos, el tema de la evolución se trató en varias oportunidades.

Caro además de catalogar el escrito de Isaacs como una obra curiosa, de ningún modo científica, califica al autor como un simple y pedante compilador de rasgos poéticos, plasmados en largas transcripciones de comentos, citas y observaciones personales. Esas transcripciones de tipo mitológico habían sido recogidas pacientemente por el autor de María, y provenían del testimonio directo de los sacerdotes o mamos que describían su interpretación del origen del mundo y de la aparición de los hombres. El ataque más fuerte alude a la interpretación de las pictografías y jeroglíficos comentados por Isaacs, quien había consignado la siguiente explicación:

Tolerándolo mis lectores muy susceptibles, los partidarios de la teoría darwinista podríamos suponer que la figura número 12, mitad simia y de rostro muy raro, es representación de la forma que tuvo el animal, temible como se ve, que precedió al hombre en la escala de perfeccionamiento.5

La enérgica reacción de Caro a esta observación evolucionista señala:

Es deplorable ver a un verdadero poeta convertido por arte de magia, como los compañeros de Ulises, en discípulo de Darwin, y discípulo de aquellos que imitan lo mas feo del maestro por espíritu de remedo; por aquellos que precisaron la teoría transformista, estableciendo una obligada genealogía, que nos hace descender no de una "forma primitiva" sino del "simio", como lo llama el señor Isaacs, o sea del "mono."

Ya hemos observado que poeta y materialista, o darwinista, son términos contradictorios.

No se puede negar que los remedadores de Darwin, por su inclinación a la imitación grotesca, tienen ciertas afinidades, con su presunto abolengo; afinidades, decimos, y nada más como las podemos cualesquiera hombres tener con las imágenes de virtudes y vicios repartidas en la naturaleza animal; pues, por lo demás, no admitimos para ningún racional, inclusos los darwinianos, la miserable alcurnia que ellos con tan escaso sentimiento nobiliario se atribuyen."6

El pensador bogotano rechaza tajantemente la hipótesis darwinista, que en sus palabras:

"... nos niega nuestro excelso origen y destinos inmortales y nos reduce a la triste condición de descendientes de uno de los brutos mas repugnantes?"

Si al menos se nos clasificara como progenitores de monos! ¿Pero descendientes?... El ascendiente puede estar exento de los vicios adquiridos por una progenie degenerada; pero a esta ¿que esperanza le queda?"7

Páginas adelante el señor Caro define la teoría de Darwin como una aberración propia de un especialista maniático, que ha perdido la visión de conjunto, y cierra su crítica con la siguiente aseveración:

Darwin descontento con las clasificaciones admitidas por otros naturalistas, se esforzó por simplificarlas, suponiendo, sobre una hipótesis vieja, que todos los animales y plantas se derivan de un reducido número de formas primitivas, acaso de una forma única, y todas sus modificaciones sucesivas dependen de una ley constante de elección regular (natural selection) de individuos y de razas, mejor adaptadas a los tiempos y circunstancias. Y como el hombre es un animal, el naturalista, sin contar con Dios, ni con la historia, ni con el hombre mismo, toma ese animal, como pudiera tomar un molusco o un cetáceo, y con la mayor naturalidad, tal vez con candor, lo coloca donde mejor conviene a su teoría preconstituida.8

En la nota de pie de página correspondiente al anterior párrafo señala:

"La teoría transformista de Darwin no es nueva. Precedióle el francés Lamark (1744-1829), y el origen atómico y la generación espontánea, base de esta teoría se remontan a Lucrecio y a Epicuro."

y en otro comentario dice:

"Si Darwin hubiera sido filósofo habría colocado (como muchos filósofos) en la mente creadora aquella unidad y simplicidad de ideas que no alcanzó a ver sino en imaginarios tipos reales de la naturaleza. Negando la unidad de la familia humana fue a buscar una unidad más general en tipos más groseros, originarios del átomo. Los que no quieren mirar a Dios van a parar al Dios-Nada."9

Como corolario a estos comentarios de Caro se puede señalar que el humanista no comprendió plenamente, o no quiso comprender, la teoría de Darwin, hoy de plena aceptación en el ámbito biológico, y que sus juicios críticos carecían de objetividad y estaban cargados de animadversión y rencor político. No en vano califica al autor de María como un comerciante voluble, que de periodista y político conservador mutó al radicalismo para llegar a ser cónsul en Chile, y que de empresario agrícola fracasado pasó a militar y a revolucionario, para convertirse finalmente en explorador y contratista de las carboneras de la Guajira. No olvidaba que Isaacs había participado en la contienda civil de 1875, había combatido en "Los Chancos" y había atacado a algunos clérigos inmiscuidos en política. En el fondo le aterraba esa visión moderna del origen del hombre que hacía vibrar las bases de la ortodoxia religiosa con nuevos conceptos antropológicos y sociales.

Para Caro, en relación con la teoría que comentamos, Isaacs suponía lo que los propios darwinistas no se atrevían a suponer, porque no podían suponerlo. Nunca le quitó el timbre de "darwinista". A raíz de un eventual nombramiento del autor de María como cónsul de México en Colombia Caro, con clara intención de entorpecer cualquier nominación, escribió a Victoriano Agüeros:

"Isaacs es hijo de judío converso y él tiene mucho de tornadizo. Ha sido realmente un hombre desgraciado, por su culpa y su mal carácter. En 1868 era conservador; sus partidarios le enviaron al Congreso. Entonces escribió MARIA que yo ayudé a corregir en pruebas, y sus primeras poesías. De la noche a la mañana se hizo liberal y masón, y desde entonces se esterilizó por completo su entendimiento. Sin motivo alguno se declaró enemigo de la iglesia y hace gala de darwinista........"10

Estos tres calificativos: liberal, masón y darwinista resultaban suficientes en aquel momento para frenar cualquier aspiración burocrática, en particular si ésta emanaba de un gobierno de clara orientación derechista, donde resultaba inconcebible reconocer un proceso evolutivo producido por selección natural y perpetuado mediante la herencia. Estos novedosos conceptos obviamente alteraban la estabilidad, la armonía y el orden de la creación y de paso socavaban la moral y el principio de autoridad oficial y de la Iglesia local que se inmiscuía indebidamente en el manejo del gobierno.

Caro en uno de sus escritos11 cita una estrofa de Núñez de Arce12, que se podría aplicar a sus opiniones sobre Darwin, a quien no llegó a entender. Dicen así los versos:

"Te han calumniado
¡oh Dios! Tú oyes el grito
Del corazón doliente y consternado;
Tienes misericordia y no has proscrito
La augusta libertad. Te han calumniado!"

Otros puntos de vista del señor Caro muestran claramente su pensamiento y su ideología. En un artículo titulado El derecho de definir señala claramente el ámbito de los temas dogmático y científico, pero, como ya lo hemos visto en sus escritos, no respetó tales límites y faltó a esa objetividad que pregona en el texto que sigue.

"Hay otro orden de verdades que no pertenecen a la esfera moral, que no son necesarias para el logro de nuestro final destino, y tampoco, por tanto, de observancia obligatoria, pero sí útiles para el cultivo de la inteligencia y para los usos prácticos de la vida. A diferencia de las verdades dogmáticas, estas otras pertenecen al orden científico. Esta clase de conocimientos, dada la limitación del entendimiento humano que los adquiere, son incompletos y progresivos, es decir, sujetos, como lo demuestra la experiencia, a constantes rectificaciones. La Iglesia, maestra infalible en el orden religioso y moral, nada tiene que hacer como autoridad, por su divina institución, en la región científica, lo que no obsta a la generosa protección que siempre ha dispensado a los estudios. La ciencia profana tiene sus oráculos propios, más o menos autorizados, nunca infalibles."13

Finalmente en un texto titulado La religión y la poesía fija su posición en relación con la ciencia, el positivismo y el materialismo con base en un texto de Louis Pasteur:

"M. Pasteur, en su reciente discurso de recepción en la Academia francesa, ha hecho una confrontación luminosa del criterio experimental que indaga verdades ocultas, y el método materialista, positivista, que consigna simplemente hechos. Son dos métodos enteramente opuestos en el punto de vista filosófico. El investigador científico reconoce implícitamente que lo visible es sólo un velo que cubre lo invisible, que la ciencia no está íntegra, ni con mucho, en el entendimiento humano, sino en la inteligencia infinita; los secretos que se esfuerza en arrancar a la naturaleza, son revelaciones de la suprema sabiduría, y él vive y se alimenta de la esperanza de saber más. El positivista, por el contrario, se encoge en el círculo estrechísimo de lo conocido, y cierra adrede los ojos del alma al mundo suprasensible. La idea del infinito (observa Pasteur), sistemáticamente excluida por el positivismo, es estímulo latente y poderoso de toda investigación científica. De aquí se sigue que la ciencia es naturalmente religiosa, y el positivismo (aunque esto no lo entiendan ciertos críticos), es esencialmente ateo."14

Para Caro el cristianismo había depurado y embellecido tanto el tipo ideal y moral del hombre, que era imposible separar las creencias religiosas del arte. Por ello se preguntaba en relación con Isaacs: "Para ser buen poeta o buen artista nada importa ser creyente o ateo?" Su propia respuesta era la de que resultaba imposible que un poeta, autor de un "idilio en prosa" calificado por él como una mala novela, y a la vez capaz de representar en su depravada imaginación a los hijos de Dios, simplemente, "como a bípedos nietos del gorila" pudiese concebir una Beatriz como la del Dan- te, o pintar una Virgen como las de Murillo.

Monseñor Juan Buenaventura Ortiz, obispo de Popayán entre 1888 y 1894, fue uno de los mayores opositores a la teoría de Darwin. Al respecto dedicó tres artículos a comentarios relativos a los escritos de del Abate Moigno, quien había planteado que los textos de los libros sagrados estaban acomodados al sentir de las gentes y no al rigor de una verdad científica. En el primero de sus comentarios se ocupa de Los Esplendores de la Fe15. El comentarista parte de la premisa de que una parte de la humanidad aspira a ser maestra del resto mediante la supresión de lo sobrenatural, tratando de destronar a Dios a través de un lenguaje moderno denominado ciencia. Para Ortiz, la ciencia disputa a la fe el dominio de las almas, pues pone en tela de juicio el hecho de una creación general y sosteniendo la creación inmediata de las especies y del hombre, pretendiendo hacer a este descendiente de los animales. Para él la ciencia no puede aventurar más que conjeturas e hipótesis más o menos probables, pero nunca de todo punto ciertas.

En un aparte señala Monseñor Ortiz:

"Los sabios han puesto al frente de esta noción (creación del hombre) varias teorías, según las cuales el hombre actual proviene, no de un primer hombre criado por Dios, sino del mono, ya por la variación lenta e indefinida de las especies, como quiere Lamark, ya por vía de evolución como asegura Haxley, ya por selección como imagina Darwin. La teoría de este último es la que ha adquirido mayor celebridad, y su libro del Origen de las especies anda de manos de muchos, y por eso el análisis y refutación que hagamos se limitarán a Darwin y a su sistema."16

Tras en anterior comentario, el autor se dedica a refutar a Darwin con diversos argumentos que se centran en los siguientes axiomas: todo ser vivo se reproduce en otro de su misma especie y aunque las especies se distingan por caracteres fisiológicos no pueden sufrir ningún tránsito a otras, como Darwin supone. Los restos antiguos hallados en las entrañas de la tierra a especies extintas análogas a las actuales o son de las mismas que hoy habitan la tierra y las especies superiores han coexistido con las inferiores desde el principio de los tiempos. Los ensayos hechos mediante hibridación o cruce para obtener seres nuevos comprueban la imposibilidad del hecho que Darwin da como base de su sistema. En el segundo de sus ensayos y luego de múltiples argumentos en contra de unos cuantos geólogos y antropólogos reitera con énfasis que resulta absurdo llamar ciencia a un tejido de afirmaciones arbitrarias, de hipótesis gratuitas sostenidas a fuerza de audacia y mala fe es un abuso que hace aparecer como dictados fastuosos cosas pequeñas y malas que lucen a los ojos de los poco avisados como grandes y buenas.

Rafael Núñez, otro señalado pensador e ideólogo conservador se ocupó del tema darwinista. Su producción poética, aparte de la letra del Himno Nacional, es poco conocida y sus poemas han recibido de la crítica, desde vituperios y comentarios corrosivos, que parecen escritos no con tinta sino con vitriolo, hasta elogios desmesurados y poco objetivos. Su poesía es de tipo romántico pero, por su temática resulta comprometida. No es del caso juzgar acá la obra poética de Núñez sino recordar que entre sus poemas figura el titulado: Darwin, obra en la que fija su posición en relación con la teoría de la Selección Natural y sobre el concepto de la evolución, lo cual hace a través de metáforas interesantes que se oponen por completo al concepto de la supervivencia del más fuerte o del más apto. Se trata de un juego de ideas en el que prima un sentimiento, un concepto central, sobre cualquier pulimento en la rima o en la musicalidad de los versos. Sin duda el poema fue compuesto, más para dejar constancia de su verdad que para crear versos perdurables.

Dice los versos:

DARWIN

Si es lote del más fuerte la victoria,
¿Cómo fue que a Goliat David venció?
¿Por qué es de Francia Juana de Arco gloria?
¿Cómo Franklin el rayo encadenó?

Newton tenía la visión más clara,
Y al hallar la atracción, la gravedad,
Hasta Dios remontó la ciencia ignara
Del motor de la astral inmensidad.

Si más que el mártir el verdugo es fuerte,
¿Por qué el mártir las almas conquistó?
Y a través de los siglos y la muerte,
Su figura de luz sobrenadó?

Te seducen contornos exteriores,
Los pesas y los mides, y … ¿No hay más?
Desconoces virtudes interiores
Que no admiten balanza, ni compás.

¡Pobre sabio! más grande me parece
Que la tuya la ciencia de Pasteur;
Pues si lo corporal se desvanece
Se deja lo invisible comprender.

Y el gran problema entonces orillamos,
Como a medias lo dijo Calderón:
Nuestra vida es un sueño, y despertamos
Del inmenso misterio en la emoción.

La forma es como el arco de la flecha,
Como alambre de oro del laúd,
Lo que en breve se rompe y se desecha;
El impulso es la eterna juventud.

Las ideas también tienen su fuego,
Y fuerza, movimiento, sed, pasión…
Es el mundo no más apoyo ciego
De la interna sagrada evolución.

No podía ser otra la posición del doctor Núñez acerca de la evolución. Recordemos que el país vivía un periodo de hegemonía conservadora y que la Constitución de 1886 acababa de entrar en vigencia luego de una época plena de convulsiones políticas. El intelectual gestor de la reforma política hacía gala de su recia personalidad y de su bien definida ideología. Su poesía refleja su visión del mundo y sirve para entender su recia personalidad de pensador más que como fuente de valores líricos. Parece haber sido hecha a manera de desahogo intelectual y para dar descanso a su mente de estadista, de hombre calculador y de agudo político.

En contraste con este poema anti-darwinista existe un soneto laudatorio de homenaje al naturalista ingles, obra de uno de los poetas de La Lira Nueva. La obra de la autoría de Emilio Antonio Escobar está fechada en octubre de 1883 y dice así:

A CARLOS DARWIN17

Gigante de la ciencia redentora,
Atleta del humano pensamiento,
Oh Darwin! tú que con robusto aliento
Del hombre escribes la primera hora!

Ya el Adán mitológico no llora
Del Paraíso el triste alejamiento;
Y fuerte el hombre y de verdad sediento
Mira el Edén en el futuro ahora.

Nuevo Moisés, tu génesis bendito
Es de una ley revelación sagrada,
Que sus obras sin fin Natura ha escrito.

Ruede en el polvo el religioso mito:
El Progreso es el fin de la jornada
Del átomo impalpable a lo infinito!

El reflejo de la teoría de la evolución en la poesía no es exclusivo de Colombia. El poeta español Gaspar Núñez de Arce, en una clara demostración de su posición liberal compuso una Oda a Darwin cuyo texto, curiosamente fue publicado en su totalidad en El Repertorio Colombiano18 junto con una traducción al inglés realizada por Mary J. Serrano. Las principales estrofas señalan:

I
¡Gloria al genio inmortal! Gloria al profundo
Darwin, que de este mundo
Penetra el hondo y pavoroso arcano!
Que removiendo lo pasado incierto,
Sagaz ha descubierto
el abolengo del linaje humano!

II
Puede el necio exclamar en su locura:
"Yo soy de Dios hechura"
Y con tan alto origen darse tono.
¿Quién, que estime su crédito y su nombre,
no sabe que es el hombre
La natural transformación del mono?

III
Con meditada calma y paso a paso
Cual reclama el caso,
Llegó a tal perfección el mono viejo;
Y la vivaz materia por sí sola
Le suprimió la cola,
Le ensanchó el cráneo y le afectó el pellejo.

IV
Esa invisible fuerza creadora,
Siempre viva y sonora,
Música, verbo pensamiento alado;
Ese trémulo acento en que la idea
Palpita y centellea
Como el soplo de Dios en lo creado;

V
(Hablo de Dios porque lo exige el metro,
Mas tu perdón impetro
¡Oh formidable secta Darviniana!)
Ese sonido, como el sol fecundo,
Que vibra en todo el mundo
Y resplandece en la palabra humana;

VI
Esa voz, llena de poder y encanto,
Ese misterio santo,
Lazo de amor, espíritu de vida,
Ha sido el grito de la bestia hirsuta,
En la cóncava gruta
De los agrestes bosques escondida.

VII
Ay! si es verdad lo que la ciencia enseña,
¿Por que se agita y sueña
El hombre de su paz fiero enemigo?
¿A que aspira? ¿Qué anhela? ¿Qué es en suma,
El genio que le abruma?
¿Fuerza o debilidad? ¿Premio o castigo?

X
Ajeno a todo inescrutable arcano,
Nuestro Adán cuadrumano
En las selvas perdido y en los montes,
De fijo no estudiaba ni entendía
Esta filosofía
Que abre al dolor tan vastos horizontes.

XVIII
En la copa de un árbo suspendido
Y con la cola asido,
Extraño a los halagos de la fama.
Sin pensar en la tierra ni en el cielo.
Nuestro inocente abuelo
La vida se paso de rama en rama.

XVIX
Tal vez enardecida y juguetona,
Alguna virgen mona.
Prendiole astuta en sus amantes lazos,
Y más fiel que su nieta pervertida,
Ni le amargó la vida,
Ni le hirió el corazón con sus abrazos.

XXI
Allí donde la gran naturaleza
Descubre la belleza
De su seno inmortal, siempre fecundo,
En deliquios ardientes y amorosos,
Los dos tiernos esposos
Engendraron el árbitro del mundo.

XXII
¡El árbitro del mundo!.... ¡Que sarcasmo!
Pedido el entusiasmo,
Sin esperanza en Dios, sin fe en sí mismo,
Cuando le borre su divino emblema
Esa ciencia blasfema,
Como la piedra rodará al abismo.

Al igual que en Colombia, en otros países, la Teoría de la Evolución y su autor fueron satanizados por algunos sectores. En España entró al mercado una marca de aguardiente anisado a la cual su productor, Vicente Bosch, no vaciló en ponerle "Anís del Mono", adornando la etiqueta con la imagen de un simio con la cara, un tanto caricaturizada, de Darwin. Esta marca ya lleva más de cien años en el comercio y su etiqueta no ha variado. Muchas han sido las caricaturas dedicadas al naturalista ingles cuya mejor reivindicación la constituye la inclusión de su imagen en los billetes de curso legal en el Reino Unido, aparte del reconocimiento universal de su teoría en el dominio de las ciencias. (Figura 1).

Figura 1

Retornando al ámbito colombiano, en un opúsculo titulado La religión al alcance de todos. Refutación al libro de Ibarreña,19 publicado en Popayán en 1893, encontramos varios comentarios alusivos a la evolución y que ilustran la posición de muchos clérigos y en general de la Iglesia Católica de entonces. El opúsculo recoge algunos artículos publicados en La Semana Religiosa, semanario en el que también se dieron a conocer algunos artículos similares de Monseñor Rafael Celedón, Obispo de Santa Marta entre 1891 y 1902. El autor de los escritos que comentamos es el ilustrísimo señor Juan Buenaventura Ortiz, a quien ya habíamos mencionado por sus comentarios sobre los escritos del Abate Moigno. El eje de esta nueva publicación es el de refutar una obra publicada en España por Rogelio Herques Ibarreta, más conocido como R.H. Ibarreta. Dicho autor, calificado por Monseñor Ortiz como blasfemo y "agente del anticristianismo ultramarino", fija su posición frente a las doctrinas de la Iglesia mediante un paralelo entre las Sagradas Escrituras y obras recientes de geología e historia natural. No en vano Ibarreña, ateo confeso y escritor irreverente había sido excomulgado por la Iglesia.

Monseñor Ortiz señala que La religión al alcance de todos, obra de Ibarreta persigue el mismo fin que la de Renán, es decir, la de hacer aparecer los evangelios como una fábula absurda y ridícula, y a los propagadores del cristianismo como tontos o embaucadores. En el segundo de los artículos trascritos Ortiz se ocupa de la parte pertinente a los textos de carácter científico. Ibarreta, a su juicio, "da al transformismo por verdad averiguada y demostrable", al enseñar cómo en el curso de muchos millares de siglos, la simple evolución de la materia fue perfeccionando los frutos de esa misma materia hasta hacerla producir el hombre, una simple máquina de pensar formada, como todo lo demás, en virtud de una ley sin autor y asegurando que fue Dios quien mencionó como las plantas se convirtieron en animales y los animales en hombre. Añade Monseñor Ortiz:

"El cambio de unas especies en otras por lo que llaman selección natural, es una pura fábula que tenemos el derecho de llamar tal mientras no se den de ellas otras pruebas que algunos hechos aislados y siempre mal estudiados; mientras estas pruebas no se parezcan, la fijeza de las especies será una verdad científica."20

Más adelante señala que Ibarreta tiene razón al escoger a los aldeanos para enseñarles darwinismo21, porque entre gentes más letradas la fábula del evolucionista no puede tener mayor crédito y que su lujo de erudición darwinista corre pareja con el de su instrucción cosmográfica. Argumenta que el autor desvaría al plantear que la tierra en un principio estaba hecha de ascua y que en el transcurso de millones de años esa incandescencia se fue enfriando hasta formarse una costra sólida cada vez más gruesa y que los animales, las plantas y el hombre son producto de esa tierra. Para el prelado, en esta teoría biológica no cabe Dios y los argumentos mencionados sólo buscan destruir la idea del alma y la fe de la humanidad a través de un recuento de diferentes clases de seres, recuento que empieza en los seres que se consideran más imperfectos y acaba en el hombre.

Para el Obispo de Popayán, el autor comentado se equivoca al plantear que el carbón de piedra procede de los vegetales calcinados por las conmociones volcánicas y que hay algunas razas de animales extinguidas y que eso es prueba de que el hombre desciende de las bestias, porque estas se perfeccionan. El único mérito que le acredita es el de exponer con más claridad argumentos que otros filosofadores de su escuela como Tracy, Darwin, Lamarck y Spencer no han logrado.

El trabajo más extenso que hemos encontrado en relación con la recepción en el país de la teoría de Darwin se debe a Emilio Cuervo M. y fue publicado en 1891 en Bogotá. Se trata de un opúsculo titulado Estudio sobre el Sistema Evolucionista22 . Esta obra mereció el primer premio en un concurso filosófico organizado en el Colegio Mayor de del Rosario de Bogotá. El evento fue promovido por Monseñor Rafael María Carrasquilla, quien regentaba la cátedra de Antropología y Metafísica; el tema propuesto fue el de presentar una tesis sobre el sistema evolucionista comparándolo con la doctrina monogénica de la Sagrada Escritura. Los estudiantes dispusieron de dos meses para preparar sus tesis que fueron calificadas por un jurado designado por el rector e integrado por los catedráticos de Metafísica, Lógica y Física experimental, en su orden Monseñor Carrasquilla, Gabriel Rosas y Lorenzo M. Lleras. Después de leer las diversas composiciones concedieron el premio, consistente en la impresión de 250 ejemplares, al trabajo distinguido con el tema: Et creavit Deus hominem ad imaginem suam: ad imaginem Dei creavit illum, masculum et foeminam crevit eos. El jurado consideró esta tesis como de largo aliento y mérito superior a las demás por corresponder a un estudio concienzudo de muchos y diversos autores de ambas escuelas.

El autor presenta, a través de doce apartados la teoría de la evolución mediante diversos argumentos que refuta paso a paso desde una óptica puramente filosófica, esto a pesar de haber consultado varias obras de historia natural. En la bibliografía figuran sesenta obras de distintos autores entre quienes además de Darwin figuran Cuvier, Haeckel, Laplace, Pasteur, Lamarck, Humboldt, Figuier Geoffroy y Schmidt así como Alexandre Guiraud, Auguste Laugel, Fernand Papillon, James C. Pritchard, Alfred Maury, Fréderic Schlégel, Albert Reville, Du Clot, José Prisco, Gaston Bussier y Brinton. Obviamente en esta bibliografía aparecen varias ediciones de la Sagrada Biblia acompañadas de varias obras antropológicas.

El trabajo de Emilio Cuervo es el primero que corresponde a una discusión en al ámbito universitario. Los anteriores, como hemos visto, se debían a opiniones políticas o religiosas o a manifestaciones literarias, que inevitablemente están implícitas en el texto que comentamos. El primer párrafo es bien diciente de los objetivos perseguidos por el autor, pues en él marca el terreno de su disertación. Allí señala:

"Es sin duda el Darwinismo una de las teorías más ingeniosas que jamás se hayan inventado, y es de admirar en él cómo Darwin llevó el análisis hasta el colmo, desmenuzando y observando con una constancia admirable cada uno de los seres organizados, aduciendo a cada instante multitud de ejemplos con el objeto de resolver el problema, por tanto tiempo discutido, del origen de las especies"23

Indirectamente reconoce la aplicación del método científico, pero califica la teoría de invento y no de deducción y más adelante asegura que el fundador del darwinismo era presa de la inseguridad en cuanto a sus aseveraciones al plantear con honrosa ingenuidad que "sólo por la exposición y la discusión de los hechos y argumentos relativos a las distintas fases de la cuestión, se puede llegar a un resultado exacto y semejante trabajo es aquí imposible." Esta cita tomada de la introducción de la obra de Darwin se coloca fuera de contexto para restar fuerza a la hipótesis. El análisis es puramente filosófico y no se valora en el terreno de la biología que era donde debía entenderse. En tal ámbito Cuervo considera a los naturalistas partidarios de la evolución como "filósofos evolucionistas" que niegan a Dios y predican que es la fuerza de la materia la engendradora de es misma materia. Él mismo sintetiza el darwinismo, "en su idea más simple" en el principio de que todas las formas vivientes proceden, por la vía de la transformación, de un reducido número de formas originales, que quizás se reduzcan a una sola primitiva. Esta cita tan sencilla era la que había que entender y analizar, tarea difícil y que implicaba un amplio conocimiento de la naturaleza y de mecanismos biológicos que aun se ignoraban o no se conocían a plenitud y menos en el ámbito colombiano.

El trabajo de Cuervo tiene el mérito de estar presentado en forma didáctica y lógica. Incluye una introducción en la que se ocupa de los antecedentes históricos de la evolución para analizar en doce capítulos le origen atómico del mundo, la aparición de las primeras especies y el tránsito de la vida vegetal a la vida animal, la selección natural, la lucha por la vida, el uso y desuso de los órganos, el cruzamiento, las analogías, el mono y el hombre y sus diferencias anatómicas, la inteligencia y el lenguaje, el origen de los átomos y sus movimientos, la generación espontánea, Pasteur y sus trabajos, los híbridos, los animales salvajes y los domésticos y los fósiles.

Cuervo concluye que la libertad es la facultad que tiene el hombre para obrar por lo que es responsable de sus acciones y que para Darwin el hombre es simplemente un animal perfeccionado en el cual el instinto está más desarrollado. Por otra parte señala: "siempre me ha causado admiración oír a los evolucionistas republicanos pedir a gritos la libertad" en el obrar en el sufragio y en el pensamiento… "Dejen pues, los partidarios de la evolución que merced a la selección y a la lucha por la vida, se mejore la especie; todos somos animales perfeccionados, todos debemos medirnos con la misma vara."

Concluye sus argumentos con el siguiente dictamen:

"Profundizando esta cuestión, claros se ven los funestos resultados que trae consigo la implantación de las máximas evolucionistas: la sociedad y la familia se destruyen; la ley es un mito; la filantropía queda anulada y la divina máxima evangélica de "amaos los unos a los otros" desaparece en la fosa común donde yacen las ilusiones de los pueblos."24

Tras este categórico veredicto se refiere a algo que nos recuerda lo que señalaba el señor Caro. Bajo el punto de vista de la poesía, de la utilidad, del sentimiento, de la moral y del patriotismo, estas teorías utilitarias, cuanto se apartan de la religión del Crucificado que encuentra nuestro origen en las manos de Dios y no en las tinieblas de los tiempos.

Lo interesante de los argumentos expresados por Cuervo es que muestran como, en el ámbito universitario local, se tocó el tema con seriedad y como en las bibliotecas se disponía de bibliografía abundante, suficiente para entender y discutir la teoría y tomar partido al respecto.

Cabe recordar que uno de los jurados del trabajo de Cuervo, Monseñor Rafael María Carrasquilla es el autor del libro Lecciones de Metafísica y Ética, lecciones que impartió durante varios años en el Colegio Mayor del Rosario. Al ocuparse de la Cosmología trata lo que denomina Sistemas moistas (del griego monos = uno) sobre el origen de las especies. Allí indica que el transformismo darvinista no pertenece a la metafísica sino a la historia natural, pero como con el tema ha invadido los dominios de la filosofía en preciso examinar sus doctrinas, que no se oponían en nada a la fe católica, como había dictaminado Monseñor Zeferino Gonzélez, hasta cuando Haeckel lanzó la idea de que el hombre descendía del cuadrumano con lo cual animó a Darwin a tratar el problema antropológico, añadiendo a sus teorías principios como el de que el hombre procede por selección de alguno de los cuadrumanos del antiguo continente.25

Como ya se ha indicado, muchos de quienes entonces argumentaron en contra de la teoría de la evolución, se equivocaron al ver las hipótesis evolutivas sólo con una óptica filosófica o apologética. Estas teorías debían analizarse desde un punto de vista eminentemente biológico o naturalista y no como un problema de fe.

Tampoco estos conceptos se podían sacar de contexto porque perdían claridad y objetividad. Era menester entender, como lo dedujo Darwin, que los patrones de distribución geográfica dependían de los tipos de locomoción y dispersión de las especies, y que las barreras que aislaban unas poblaciones de otras resultaban determinantes. Las especies tenían un único lugar de origen a partir del cual podían dispersarse. Si una especie se extinguía, su desaparición se debía a la competencia con sus congéneres y no a simples cambios climáticos. En consecuencia, las poblaciones actuales eran descendientes de especies ancestrales que les habían legado sus atributos. El aislamiento de una población resultaba determinante para fijar esos atributos. Al entender estos procesos se fue comprendiendo la evolución como un fenómeno contingente. Las variaciones podían ser espontáneas pero no necesariamente tenían que ser aleatorias.

En un terreno más apacible, un pensador y ensayista destacado, Carlos Arturo Torres al tratar, en Idola fori, la historia de las ideas se refiere a Darwin y a la influencia de su obra con palabras más objetivas que reflejan la manera como la comunidad intelectual fue aceptando y asimilando las nuevas ideologías. En el capítulo titulado "Evolución y Unidad Mental" comenta una carta del escritor francés Paúl Bourguet y transcribe el siguiente comentario:

"La misma dialéctica que en el orden biológico lleva al doble principio de la evolución (Darwin) y de la constancia (Ley de Quinton) llega en los dominios morales a un acuerdo entre la conciencia reflexiva y la costumbre entre la razón y la tradición."26

En el siguiente capítulo, "La rotación de las ideas, el concepto científico" desarrolla este pensamiento con el siguiente comentario:

"El transformismo y la evolución fueron con todas sus deducciones y sus datos colaterales los principios modeladores del pensamiento, la fuente suprema de inspiraciones en la, literatura de ideas de la segunda mitad del siglo XIX: la doble concepción de Darwin y de Spencer domina casi exclusivamente, no tan solo el campo de las ciencias naturales y de la filosofía, sino la integridad del movimiento intelectual de media centuria. Esos principios exagerados por los espíritus de segundo orden y por los de todo orden aplicados a las mas remotas regiones de la actividad mental, llegaron a convertirse en dogma ennoblecido por sus apóstoles, desvirtuado y empequeñecido por sus fanáticos, ásperamente combatido por sus adversarios, pero de un prestigio innegable y de una importancia capital como fuerza directiva de las ideas. La moral, la política, la sociología buscaban allí sus orientaciones definitivas; la historia, la literatura y la estética se modelaban sobre aquellas nociones que, verificadas en un orden exclusivo de hechos científicos, el de la anatomía, aparecían con el fin de todos los fenómenos vitales en todos los dominios del conocimiento. Hoy se advierte una intensa modificación en las corrientes intelectuales; en la esfera de las ciencias naturales M. Quinton, y en la filosofía M. Bergson, presentan puntos de vista enteramente nuevos que complementan, limitan y fijan en su verdadero valor, éste la concepción de Spencer, aquel la de Darwin." 27

Una defensa más categórica de Darwin y de su teoría es la que hace Torres en un escrito titulado Diletantismo Científico28. Allí aclara que es un error general el creer, como aparece en varios artículos y en los versos de Núñez de Arce, que Darwin hubiese dicho, en alguna de sus obras, que el hombre desciende del mono, una interpretación ligera y apasionada. Igualmente aclara las diferencias entre la selección natural y el proceso evolutivo, rectifica errores de interpretación e interpreta la evolución una ley soberana que abarca no solo al mundo orgánico sino a la totalidad del proceso cósmico desde la formación de las nebulosas hasta la transformación de los recuerdos. Allí la energía, infinita y eterna se manifiesta en todas partes y por modos siempre diferentes. Concluye señalando que este entendimiento muestra que está llegando para el mundo una época en la que varios ramos del conocimiento humano, junto con sus aplicaciones van a tener aplicaciones gubernativas, sociales y políticas para convertirse en patrimonio de todas las inteligencias; en este amplio universo el despotismo y la persecución darán paso al respeto y a la tolerancia.

Años más tarde, en la antesala de unas votaciones presidenciales y en medio de un ambiente político caldeado se produjo un hecho que finalmente se trivializó y por ello no tuvo ninguna repercusión en el ámbito científico, aparte de dar lugar a numerosas caricaturas y a comentarios burlescos. Este hecho no generó ningún impacto en la opinión general ni afectó unas elecciones en las cuales el partido liberal se presentó dividido, permitiendo el triunfo conservador. El 20 de marzo de 1946 fue inaugurado el Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Durante el acto el profesor Luís López de Mesa, reconocido intelectual y psiquiatra, excanciller y exministro de Educación de la administración del presidente Eduardo Santos pronunció una conferencia titulada: "Los elementos constitutivos del yo" en la que trató tangencialmente la teoría de la evolución. El partido liberal estaba dividido. Al día siguiente el periódico El Espectador destacó como el expositor había asegurado que: "el hombre descendía de la sardina". En cambio El Tiempo indicó que había sido una "hermosa y sugestiva conferencia". Un día más tarde, El Siglo publicó un sarcástico poema de la autoría del médico Hernando Martínez Rueda, "Martinón" titulado "Nadando en seco". La polémica creció al pronunciarse el arzobispo de Bogotá, Monseñor Ismael Perdomo a través de una carta enviada a Germán Arciniegas, ministro de Educación. En el texto del arzobispo primado lamentaba que se expusiesen en la Universidad:

"anticuadas hipótesis que tratan de explicar el origen del hombre mediante un falso evolucionismo, en abierta oposición con las enseñanzas católicas sobre la materia."

A raíz de estos comentarios y del presunto escándalo suscitado, el profesor López de Mesa restó importancia al incidente y lo tildó como: "La tempestad de la sardina". El texto leído fue publicado meses después en la Revista de América29, una publicación mensual editada por El Tiempo bajo la dirección de Germán Arciniegas y Roberto García Peña. En la nota de presentación se señala: "Ha habido quien dude no sólo de la verosimilitud de la historia sino de la realidad y conveniencia de la misma" para añadir que el erudito ensayo no era sólo la defensa de la historia sino la demostración de que existe una filosofía de la historia lograda a través de un auténtico raciocinio.

El párrafo que dio lugar a los comentarios de prensa y que obviamente fue sacado del contexto para hacer alusiones peyorativas e incluir la frase alusiva a la sardina y que no aparece en ninguna parte del texto, señala:

"Partiendo de aquellas circunstancias que por mutación biológica y lenta adecuación al medio ambiente de su existencia el pre-hombre se hizo hombre, cualquiera que sea la "phyle" o cadena genealógica de la especie que aceptamos para dicha evolución, cosa que aquí no importa definir por el momento, y aceptando lo que se ha dicho acerca de los primeros hallazgos espontáneos con que ese hombre de aquellas nebulosas edades enriqueció su capacidad de defensa e inició el ejercicio interpretativo e inventivo de la mente, tenemos que reconocer que su asociación en grupos más y más amplios, su agrupamiento, pues en sociedad, así fuese todavía rudimentaria y transeúnte en ocasiones, constituyó el estímulo supremo para la invención de otros recursos y el pausado advenimiento de la cultura,"30

Fue esta una la polémica, eminentemente política y dogmática. En ella intervinieron entre otros el reconocido botánico Enrique Pérez Arbeláez a través de El Tiempo y el periodista Julio Abril a través de El Siglo. Éste último indicó burlonamente que era más decoroso descender de la sardina, de "la familia de las lampreas, una excelente familia" y no del mono como había dicho Darwin. Este curioso acontecimiento fue excelentemente comentado por Diana Obregón (1992), quien transcribe los satíricos versos de Martínez Rueda que incluimos a continuación:

"Un pez braquiopterigio cierto día
aburrido en el líquido elemento
para emplear en algo su talento
se dedicó a estudiar filosofía.
Al descubrir que un mundo seco había
donde en vez de agua se respira viento
intentó el peligroso experimento
de ver como en la tierra viviría.
Dice la historia que la tal sardina
al elevarse de su medio ambiente
murió, como cualquiera, lo imagina.
Y no puede caernos de sorpresa
que algo así le suceda de repente
al ilustre doctor López de Mesa."
31

Quiero concluir estos comentarios reiterando que la teoría de la Evolución debía ser entendida como un concepto biológico y no como una tesis filosófica. El universo es una génesis constante y debe ser asimilado entendiendo una renovación permanente en la que el intercambio genético permite una enorme variabilidad y que la segregación genética funciona en forma aleatoria e independiente. Era necesario asimilar el concepto de evolución en su sentido más coherente y profundo. Los fenómenos naturales debían verse con objetividad y sin apasionamientos, más aun esa génesis constante de la vida que cambia y se hace más compleja merced a la segregación de factores mediada por la meiosis y recombinación logradas a través de la reproducción sexual, factores medidos en el fiel del medio ambiente a través del tiempo. Ascenso lento desde el pasado hacia un presente que se proyecta en un futuro merced a la supervivencia de las especies en un medio determinado. Tras el estallido que crea el Universo aparece la vida y de un mundo atomizado en sus orígenes se llega a un mundo organizado y en progresiva dispersión mediante una concatenación de dependencia y continuidad física entre las formas organizadas. La materia se anima, se hace más compleja. Las verdades nuevas son difíciles de expresar y cuando se exponen por primera vez pueden ser incomprendidas. Al respecto señalaba Teilhard de Chardin:

"Para juzgar con equidad las teorías transformistas, es preciso tener en cuenta que no son ajenas a la ley de conquista progresiva que rige la génesis de toda idea nueva. Si hoy es indiscutible que durante el último siglo, en tiempo de Lamarck, Darwin y sus innumerables discípulos, se vio brillar frente a ellos una luz auténtica, no es menos evidente para nosotros que, en los intentos por ellos realizados para aprovechar esta luz, fueron muchos los esfuerzos que no lograron la meta. Las primeras generaciones de transformistas no supieron definir con exactitud lo que había de esencialmente nuevo, a la vez que estrictamente biológico, en las insospechadas relaciones que ellos iban descubriendo en el seno de la naturaleza. Sus puntos de vista, muchas veces geniales, se mezclaron con demasiadas explicaciones caducas y basadas en una filosofía falsa."32

Estos comentarios sobre la recepción de la teoría de la selección natural no buscan menospreciar a nadie ni minimizar cualquiera de las opiniones o manifestaciones literarias que se produjeron en torno al concepto de la evolución. Sólo tratan de explicar como en nuestro país se fue asimilando, lentamente, el concepto de la evolución. La teoría llegó en un momento histórico lleno de complejidades políticas y de contiendas partidistas en las que, apartándose de los mandatos divinos, la Iglesia local se inmiscuyó indebidamente en el manejo del estado. Ese ambiente caldeado influyó mucho en esa lentitud. Finalmente, analizándola como se debía, y sin mojigaterías, la teoría fue aceptada. Era inevitable acogerla.

Hoy se entiende a las especies, no como clases o grupos de cosas que comparten unos atributos, sino como poblaciones cuyos individuos interactúan entre sí y participan de un legado genético. Los más aptos se nutren mejor y por ello tienen mayor oportunidad de legar una descendencia. El éxito individual afecta las propiedades de la especie al alterar la proporción de sus individuos de una población. Las variaciones no son simples diferencias sino verdaderas adaptaciones.

La evolución ocurre porque los organismos se transforman en el tiempo merced a las adaptaciones positivas. Entendida la evolución se planteó la filogenia como un mecanismo que muestra la historia de los seres vivos con sus cambios y sus adaptaciones al ambiente.

La teoría de la Selección Natural dio fama y reconocimiento universales a su autor y cambió el curso de la biología al renovar la visión del hombre sobre ese universo donde convive con innumerables organismos, todos producto de un lento, prolongado y complejo proceso evolutivo. Con esa interpretación innovadora se enriqueció la causa del materialismo científico y se comprobó que las ideas podían ser inteligibles en un marco naturalista dinámico. Era este un nuevo orden de principios para la aprehensión mental de la naturaleza, opuesto completamente a la visión de la teología, basada en un hecho milagroso con fundamento en la fe. Era apenas natural que esa nueva concepción generase resistencia en el medio colombiano de entonces.

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1 Díaz Piedrahita, S. En el Bicentenario del Natalicio de Charles Darwin. Boletín de la Academia Colombiana 49(243 - 244): 87 - 97. 2009.

2 El título original de la obra en la cual se expuso la teoría es: On the Origin of Species by Means Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life.

3 caro, m.a. Obras, Tomo 1, Filosofía, Religión, Pedagogía. Instituto Caro y Cuervo, Clásicos Colombianos IV: 1048 -1107. Bogotá, 1962. Reproducido en 1951 junto con el informe de Isaacs en la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. pp. 291 - 354.

4 Repertorio Colombiano, 5: 464 - 491, enero de 1887 y 7: 5 - 35.

5 Isaacs, J. Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1951 pp.244 - 245.

6 Ibíd. p. 307.

7 Ibíb.

8 Ibíd. pp. 309 - 310

9 Ibíd.

10 Documento citado por Luís Carlos Velasco en: El Explorador Jorge Isaacs. Imprenta Departamental, pp. 59-60. Cali. 1967.

11 Caro, M.A. Artículos y discursos. Primera parte. Bogotá, Librería Americana. 1888.

12 Adelante se transcribe parte del poema dedicado a Darwin por Núñez de Arce y que generó irritación al señor Caro.

13 Ibíd. p. 348.

14 Ibíd. p. 308.

15 Ortiz, J.B. Los esplendores de la fe. Repertorio Colombiano 7(39): 198 - 225. 1881. 7(42) 377 - 401, 8(43):58 _ 78.

16 Ibíd. 7(39): 221.

17 Rivas Groot, J.M. La Lira Nueva, segunda edición, Biblioteca Colombiana 40: 48-49. Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá 1993.

18 Repertorio Colombiano, 8(43):128 - 133. 1882.

19 Ortiz, J.B. La Religión al alcance de todos. Refutación al libro de Ibarreta. Edición oficial. Imprenta del Departamento, 136 pp. Popayán. 1893.

20 Op. cit. p. 11.

21 Ibarreta era pudiente y para desafiar a la Iglesia regaló cientos de ejemplares de su obra a los mineros y agricultores de la región aragonesa.

22 Cuervo, E. Estudio sobre el sistema evolucionista. Imprenta de la Luz, 74 pp. Bogotá.

23 Op. cit. p.11.

24 Ibíd. p, 72.

25 Carrasquilla, R.M. Lecciones de Metafísica y Ética, dictadas en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, pp. 233 - 134. Imprenta de la Luz, Bogotá. 1914.

26 Torres, C.A., Idola fori en Obras. Instituto Caro y Cuervo, Biblioteca Colombiana 18. Tomo I, p.18. Bogotá 2001.

27 Ibíd. p. 37.

28 Torres, C.A., Diletantismo científico en Obras. Instituto Caro y Cuervo, Biblioteca Colombiana 19. T II: 275 - 286. Allí comenta detalladamente un artículo titulado Los peces de Amatitlán.

29 López de Mesa, L. 1947. El sentido de la historia. Revista de América 27:289 - 310. Marzo..

30 Op. cit, p 201.

31 Obregón, D. 1992. Luís López de Mesa y Monseñor Perdomo. La tempestad de la sardina. Credencial Historia 31: 12-14.

32 Teilhard de Chardin, P. de. La visión del Pasado. 19. Taurus, Madrid, 1966.

Recibido: Febrero 3 de 2012.
Aceptado para su publicación: Marzo 2 de 2012.