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Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales

versión impresa ISSN 0370-3908

Rev. acad. colomb. cienc. exact. fis. nat. vol.46 no.181 Bogotá oct./dic. 2022  Epub 19-Sep-2023

 

In Memoriam

In Memoriam

Andrés Guhl Corpas1 

1 Profesor Asociado, Departamento de Historia y Geografía, Universidad de los Andes Correo: aguhl@uniandes.edu.co


Ernesto Guhl Nannetti

El pasado 25 de julio de 2022, luego de una larga enfermedad, falleció en Bogotá Ernesto Guhl Nannetti, académico de número de esta Academia reconocido por sus contribuciones al ambientalismo en Colombia. Aunque muchos miembros de la Academia conocen sus aportes, tal vez no saben cómo su vida personal se entretejió con su trayectoria profesional y académica. En este corto obituario me propongo describir algunos de los hitos más importantes de ese entramado.

Ernesto Guhl Nannetti nació en Bogotá en el seno del hogar conformado por Ernesto Guhl Nimtz, ciudadano alemán de larga trayectoria académica y uno de los pioneros de la geografía en Colombia, y Ana Luisa Nannetti, una de las primeras mujeres que obtuvo una posición permanente en la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Ernesto hijo fue el primogénito de los cuatro hijos de la familia Guhl Nannetti. Desde muy niño vio cómo su padre viajaba por todo el país, tratando de comprender la exuberancia y la diversidad de la geografía ecuatorial, tan distinta a la de su nativa Alemania. Cuando ya tuvo edad suficiente para acompañar a su padre, Ernesto hijo participó en muchos de estos viajes, que le ayudaron a entender las dimensiones ambientales y sociales del país. Ernesto Guhl Nannetti estudió en el Gimnasio Moderno, en donde la formación liberal basada en los métodos innovadores de Ovidio Decroly y María Montessori contribuyó a fomentar su curiosidad y su afán de aprender. Una de las cosas que mi padre mencionaba con más cariño de su paso por el colegio eran las clases de observación en que se llevaba a los estudiantes a algún lugar para que observaran cuidadosamente lo que ocurría allí y lo consignaran todo en un diario. En ellas mi padre desarrolló la capacidad de observación que lo caracterizaría el resto de su vida. También fueron importantes en su formación las excursiones del colegio a muchos lugares de la geografía nacional. Entre las que más honda impresión le causaron recordaba aquellas en que tomaban el barco de vapor por el río Magdalena y la visita en que conoció el mar, donde él se sentía siempre muy a gusto. También marcaron mucho a mi padre los viajes en los que los dos Ernestos pudieron participar, muchos de ellos con la anuencia del colegio. Mi papá rememoraba las anécdotas del viaje que mi abuelo y el padre Ramírez hicieron por tierra hasta la ciudad de Quito. Mi papá era el encargado de llevar la bitácora de viaje, en la que anotaba los tiempos de viaje, el estado de las vías y los lugares por los cuales pasaban y sus características. Esta misma tarea la tuve yo en muchos de los viajes que luego hicimos en familia.

Ya graduado como bachiller, en 1960 entró a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad de los Andes. En ese entonces los estudiantes de ingeniería de los Andes completaban su formación en alguna universidad de los Estados Unidos, por lo que mi papá se graduó de ingeniero civil de la Universidad de los Andes y de la Universidad de Notre Dame, en South Bend, Indiana, donde vivió dos años y se interesó en la ingeniería de transportes. A su regreso a Colombia se vinculó a la firma de ingenieros consultores Salgado, Meléndez y asociados y su primer trabajo tuvo que ver con la adecuación de la vía de Bogotá a Villavicencio. Recorrió y conoció la zona de influencia de la carretera con mucho detalle. Después trabajó en la Corporación Financiera del Transporte, donde estuvo a cargo de la construcción de los primeros terminales de transporte del país y desempeñó un papel importante en la modernización de los buses y camiones del país. Su trabajo en esta entidad lo llevó a viajar por todo Colombia, muchas veces con su familia. Recuerdo esos viajes a Popayán, Neiva, Ibagué, y cómo a lo largo del recorrido mi papá nos contaba sobre el paisaje, la gente y cómo vivía, y la historia de los sitios por los que íbamos pasando.

Posteriormente trabajó como ingeniero consultor en varias firmas, y a finales de la década de 1970 se vinculó como profesor de cátedra a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes. A pesar de su experiencia en transporte, el curso que dictó no era sobre este tema, sino de Geografía Económica de Colombia. En sus clases se empeñaba en que los jóvenes ingenieros comprendieran la heterogeneidad del territorio del país y pensaran en soluciones acordes con sus distintos contextos. Unos años más tarde se vinculó de manera permanente a esta Universidad, combinando las labores docentes con las administrativas. Fue decano de Ingeniería y en esa calidad impulsó la reforma de las mallas curriculares con el fin de incorporar un componente de formación humanística, y luego, como vicerrector, contribuyó al fortalecimiento de la institución.

Sus intereses de investigación fueron muy diversos durante su vinculación a Uniandes. Naturalmente, trabajó en temas de transporte e hizo publicaciones sobre los tiempos de viaje entre distintos lugares del país. Sus intereses en ciencia y tecnología lo llevaron a investigar sobre el tema, a colaborar en los cursos de formación humanística y, dado su conocimiento del país, diseñó con otros profesores un curso que se llamó "Colombia hoy". También en esta Universidad fueron consolidándose sus intereses en temas ambientales. A principios de la década de 1990 su contribución fue clave para que se publicaran libros como "Nuestro futuro común", "Por el bien de la Tierra", y "La Suerte de la selva", entre muchos otros; asimismo creó un Centro de Estudios Ambientales en el que se sembró la semilla del interés por dichos estudios en muchos profesores y estudiantes de la Universidad.

Durante el gobierno de Ernesto Samper Pizano fue designado como viceministerio de Medio Ambiente y contribuyó a poner en marcha la institucionalidad ambiental del país. Uno de los logros más relevantes de su paso por el ministerio fue la puesta en marcha de los institutos de investigación que conforman el Sistema Nacional Ambiental (SINA). Mi padre mencionaba cómo fue buscando a las personas idóneas para ejercer como los primeros directores de estos institutos, que, a pesar de todas sus debilidades, representan una gran fortaleza de la institucionalidad ambiental en el país. Desde el ministerio logró vincular a profesionales en distintas áreas y formar una generación de ambientalistas, muchos de los cuales están hoy a cargo de la gestión ambiental del país. Hasta los últimos días de su vida estuvo involucrado de manera muy activa con el Sinchi, el Invemar y el Instituto Humboldt.

En 1997 se retiró del Ministerio de Medio Ambiente y creó el Instituto Quinaxi para el Desarrollo Sostenible, que se convirtió en un espacio para centrar la gestión ambiental en los ámbitos local y regional y reflexionar sobre los retos ambientales del país. Fue desde Quinaxi que su pensamiento ambiental se fue retinando, y donde las interacciones con otras figuras del ambientalismo colombiano se profundizaron y contribuyeron de manera muy importante y pertinente a los debates ambientales del país. Fue en esta época cuando mi padre me ayudó a escoger mi camino en la vida, en la academia, la geografía y el ambientalismo.

Respaldado por su experiencia, el pensamiento de mi padre fue siempre muy agudo en la empresa de entender la dimensión ambiental desde la complejidad. Una de sus críticas frecuentes a la gestión ambiental era que las propuestas para enfrentar los problemas usualmente eran fragmentadas y su enfoque no reflejaba las interconexiones entre lo ambiental, lo político, lo social y lo económico.

Publicó tanto artículos y libros académicos como reflexiones en periódicos y revistas y desde Quinaxi continuó su labor docente como conferencista invitado en distintos escenarios. Pero tal vez es su último libro "Antropoceno: la huella humana. La frágil senda hacia un mundo y una Colombia sostenibles", publicado en coedición de la Pontificia Universidad Javeriana y la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el que plasma con más claridad sus aportes intelectuales al ambientalismo en el país. Como lo dijo él mismo en varios de los eventos de lanzamiento del libro, pasó 40 años pensando en él y tres años escribiéndolo. Este libro representa el legado de mi padre y, como lo han señalado distintos ambientalistas, su lectura debería ser obligatoria para cualquier estudiante interesado en el medio ambiente y en la relación entre sociedad y naturaleza.

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