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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.38  Bogotá Jan./Dec. 2002

 

RESEÑAS

DE QUEBRADORES Y CUMPLIDORES: SOBRE HOMBRES, MASCULINIDADES Y RELACIONES DE GÉNERO EN COLOMBIA

MARA VIVEROS VIGOYA

Ces, Universidad Nacional de Colombia-Fundación Ford-Profamilia
Bogotá. 2002. 384 páginas


EN LOS ALBORES DE LA DÉCADA DE 1990, LA FEMINISTA ITALIANA GUILIA Colaizzi proponía que la tarea epistemológica y política del feminismo era marcar sexualmente al sujeto. Frente a la supuesta neutralidad y universalidad del cogito cartesiano se imponía la tarea de historizar a los productores del conocimiento y situarlos en espacios atravesados por el poder. Aunque desde entonces mucha agua ha corrido en los debates e investigaciones feministas y en las corrientes críticas de la teoría y la práctica social, la propuesta de Colaizzi sigue vigente tanto por lo que los pasos en ese sentido han revelado como por lo que resta por hacer. El trono universalista y neutral del sujeto cognoscente ha empezado a resquebrajarse y entre los resquicios comienzan a aflorar las entrañas masculinas; en ellas se revelan las huellas de la historia, las fisuras del poder y las texturas del deseo. El sujeto singular se ha roto y sus partes ya no casan.

Aunque su autora no lo expresa de esta forma, espero no traicionar el espíritu del trabajo que reseño aquí cuando sugiero que Mara Viveros recoge el guante arrojado por Colaizzi, para indagar por las marcas sexuales del sujeto. La primera revelación es que el sujeto sexuado no es. No es uno. No es masculino. No es único. El sujeto es una. Una mujer que no elude ni silencia su propia marca sexual y racial en la indagación sobre las marcas sexuales y raciales de hombres de capas medias, maestros, comerciantes y profesionales de dos generaciones, en Armenia y Quibdó, y también en Bogotá.

Esta mujer pregunta y provoca. Pregunta por la masculinidad como objeto de estudio, por la socialización en relación con la construcción de las identidades y alteridades de género en Colombia y por la incorporación, o mejor, la encarnación de las desigualdades sociales. Provoca la memoria y la elaboración de relatos de varones y los comentarios, a veces solidarios y muchas veces escépticos, de compañeras, amantes y amigas.

La mujer está armada. Sus armas no matan. Propician. Propician la mirada o, más bien, la audición, pues con sus voces e historias los varones bajo estudio responden; y sus respuestas propician nuevas preguntas, reflexión y este sugerente libro que reúne las preguntas y las respuestas de la investigadora. Con armas interpretativas forjadas por la teoría social y los debates feministas, el psicoanálisis y la antropología, propicia, transcribe y traduce esas voces y relatos y encuentra varones plurales. Los sorprende en su especificidad, en sus diferencias, atados todos a juegos complejos de interdependencias regionales, generacionales e intergeneracionales, entrelazados con otros varones –padres, maestros, pares e hijos– y con las otras, las mujeres –madres, maestras, esposas e hijas–.

Con todo, esos varones no son. Devienen. Algo que llama la atención del trabajo es que no sólo arroja luz sobre las identidades y pertenencias masculinas sino sobre su producción, las tres auscultadas desde la crítica de género, ese significante primario de las relaciones de poder, en la feliz definición de Joan Scott, que recuerda Luz Gabriela Arango en el prólogo del libro. Aunque hace algún tiempo sabemos que volverse hombre (o mujer) no es un hecho biológico, sino un proceso social, histórico, cultural, este trabajo amplía nuestro entendimiento. Se detiene en las circunstancias locales, específicas, distintivas: las familias, la cultura de pares, la educación y en contextos urbanos diversos, Armenia y Quibdó, cuyo desenvolvimiento resulta inseparable de dimensiones más amplias: el lugar opuesto de estas ciudades y sus habitantes en el escenario territorial y en el imaginario hegemónico del país, o, en palabras de la autora, "en la geografía económica y simbólica nacional" (p. 191), en la circulación de proyectos globales y en los discursos y prácticas modernizantes.

Mara Viveros examina el profundo costo emocional y social que entraña para los varones la obligación de sortear las tensiones y ambigüedades generadas por modelos de masculinidad contrarios; la insidiosa presión de persistentes demandas que les exigen la demostración reiterada de su virilidad; la mutilación que supone la negación y subvaloración de su parte femenina; y los retos que para los modelos dominantes y las prácticas masculinas aceptadas implica la transformación de las posiciones de las mujeres.

Aunque pone en duda el machismo como ideología y práctica unívoca de los varones colombianos, quienes, más bien, vacilan y se debaten entre los modelos hegemónicos y subordinados de masculinidad, oscilando entre el desempeño como quebradores o conquistadores y cumplidores o protectores, la autora escruta también las condiciones de la dominación masculina. Ya desde posiciones dominantes, ya desde lugares subordinados en el plano social o cultural, a los hombres negros de Quibdó y a los varones blancos y mestizos de Armenia se los prepara en la familia, se les enseña en la escuela y entre pares, a controlar a las mujeres. El objeto se pluraliza, deviene sujeto.

Finalmente, el cuerpo tiene sujeto. Quiero mencionar aquí, de manera específica y breve, el capítulo VI del libro, que examina los estereotipos racistas en las identidades masculinas. Es el que conozco mejor; por azar, ya que tuve el privilegio de leerlo antes de su publicación, pero también porque despierta mi interés y porque considero que es representativo de los otros y, a la vez, uno de los mejor logrados. En este, como sucede a lo largo del libro, admiro la prosa cuidadosa, el manejo conceptual y el fino análisis de la autora. Aquí, como en cada una de las partes de la obra, cuyos tres ejes son la masculinidad como objeto de estudio (capítulos I-II), la construcción identitaria (III-V) y las inscripciones de las desigualdades sociales en el cuerpo de los varones colombianos (VI-VII), los conceptos, apoyados en la revisión de la literatura pertinente, introducen el problema bajo examen. De la misma forma como sucede en los apartes que involucran el análisis de casos (III-VII), se revela aquí la riqueza de la dimensión etnográfica del estudio mediante el diálogo matizado y el contrapunto incisivo entre las voces y enunciaciones de los entrevistados y de algunas entrevistadas, por una parte, y las de la investigadora, por otra. Como en los otros, ofrece un análisis cautivante de las intersecciones y solapamientos entre sistemas sociales y culturales que codifican, jerarquizan y articulan las diferencias y desigualdades entre clases, razas y géneros.

Pero en éste, desde su subtítulo, "Algunas reflexiones con hombres quibdoseños", hay más. La autora y los entrevistados se detienen en las marcas de los cuerpos negros, cuerpos masculinos calificados por gente blanca y por gente negra –aunque desde perspectivas diferentes– como viriles, diestros para el baile y para el desempeño sexual, y juntos discuten su trasfondo racial. De manera sugestiva, la autora sitúa su génesis en la dominación colonial europea, en la infame trata que desterró a millares de personas africanas; se refiere en particular a lo que algunos autores, como Victorien Lavou, denominan las huellas de la esclavitud, cuya terca impronta se hace sentir con fuerza hoy, precisamente mediante esas atribuciones estereotipadas y racializadas que configuran las identidades sexuales y sociales de la gente negra, hombres y mujeres.

De las conversaciones con los varones de Quibdó surgen posiciones divergentes: las de quienes resisten las inscripciones corporales dominantes invirtiendo su polaridad y las de quienes prefieren dejarlas de lado para resaltar, en cambio, el estudio, la capacidad intelectual y de trabajo. Estas posiciones se relacionan con los modelos de masculinidad vigentes: las segundas se plantan como identidades desracializadas mientras las primeras responden como identidades racializadas de resistencia. La autora encuentra y sustenta que en las dos estrategias se plasman modelos hegemónicos, con signos opuestos. De un lado, la re-valoración de las capacidades sexuales y corporales masculinas supone la aceptación y la promoción de las desigualdades de género en tanto ratifica la supuesta superioridad física y social y el dominio de los hombres sobre las mujeres. De otro, el énfasis en el estudio supone la aceptación confiada de los discursos que prometen la movilidad social en nuestra sociedad por medio de la educación. Pero en las identidades de resistencia, en particular, permanece intacto el modelo patriarcal de masculinidad y es frente a esta constatación que la autora reflexiona de manera crítica con los varones negros sobre cómo podrían construirse otras masculinidades y proyectos identitarios que no estén basados en la apoteosis de la virilidad, en la inversión de los papeles de dominación y, por ende, en la subordinación de las mujeres.

En pocas palabras, este libro es una contribución oportuna e importante para un arduo, apremiante y necesario proyecto en curso: la provincialización del sujeto universal.


M arta Zambrano
Departamento de antropología, Universidad Nacional de Colombia