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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.42  Bogotá Jan./Dec. 2006

 

EDITORIAL


CON ESTE VOLUMEN FINALIZA UN CICLO DE NUEVE AÑOS EN EL QUE como editora estuve al frente de la Revista Colombiana de Antropología (RCA). Durante este periodo, la Revista experimentó cambios notables tanto en su formato como en la orientación de su contenido, que tuvieron como norte reflejar las tendencias de la producción antropológica nacional, entablar un diálogo con otras ciencias sociales dentro y fuera del país y adecuarla a los estándares internacionales de publicaciones académicas seriadas.

En 1998 emprendí esta tarea de la mano de mi colega Patricia Tovar, con quien, entre 1998 y 2000, compartí las decisiones que tuvieron que ver con la reestructuración de la Revista. Entonces, la RCA estaba atrasada dos años en su publicación, su formato de libro era inadecuado para dar agilidad a la divulgación de artículos y a su distribución, y los pasos de su proceso editorial no estaban estandarizados. Tras la elección de su nuevo formato y diseño interior, emprendimos la que tal vez fue la tarea más ardua de nuestra labor: impulsar el arbitraje por pares de los artículos publicados. En este empeño, el primer paso fue diseñar el formato de evaluación de los artículos para facilitar la tarea de quienes con gran generosidad y sin remuneración alguna han asumido el examen de los contenidos, la estructura y el formato de los textos publicados desde entonces. A pesar de las dificultades que hasta el día de hoy enfrenta la Revista para hacer más eficiente y expedita la evaluación de los artículos y su revisión por parte de los autores, puedo afirmar que ninguno de los publicados ha pasado sin el examen juicioso de, por lo menos, dos lectores anónimos. Por otra parte, si bien la mayoría de los y las autoras han aceptado y agradecido los comentarios críticos, no han faltado quienes decidieran retirar sus contribuciones antes que aceptar modificar su texto o ajustarlo a nuestras normas editoriales.

A este respecto, quisiera aprovechar la oportunidad para hacer explícita una de las políticas clave que orientó mi trabajo editorial. Salvo en los casos en que era evidente que un texto no tenía cabida en nuestra publicación, el criterio que primó durante estos años en la selección de artículos que ingresaron al proceso editorial fue la disponibilidad de sus autores para revisarlos cuantas veces fuera necesario. Dada la actitud diferencial que al respecto existe entre las generaciones más jóvenes y las ya establecidas de antropólogos y antropólogas, no sólo colombianos, sino incluso extranjeros, esta decisión, indirectamente, se convirtió en una invitación abierta para las nuevas generaciones que se acercaron a la Revista, a sabiendas que las evaluaciones constituían una garantía de que aquí encontrarían lectores comprometidos con empujar sus textos, quienes les indicarían cómo completarlos, revisarlos o reescribirlos. Así, jóvenes investigadoras e investigadores de diversa procedencia universitaria han divulgado sus trabajos de grado, de tesis de maestría o informes de investigación, al lado de estudiosos nacionales e internacionales de amplia trayectoria. Destaco este hecho dado el contexto en el que se desarrolla actualmente la indexación de revistas de ciencias sociales en el país, uno de cuyos criterios es el de conminar a las publicaciones seriadas de calidad a excluir a los profesionales sin doctorado para elevar sus puntajes y categorías. No por oponerme tercamente a estos criterios, que no sólo en este caso sino en muchos otros parecen olvidar las condiciones en las que se produce conocimiento en nuestro medio, decidí, apoyada por el comité editorial, incluir en cada volumen al menos un artículo de alguien de las nuevas generaciones. Me movió el convencimiento de que no hay experiencia más estimulante para quien comienza su carrera que ver los resultados de su trabajo publicados en un medio de calidad, después de un proceso de crítica generosa.

El rigor frente a la extensión de los artículos también nos reportó problemas con algunos autores, mas no con la calidad de la publicación. Por una parte, no ha sido fácil convencer a algunos de ellos que el número de páginas requerido no es un simple capricho de política editorial. Está comprobado que piezas de más de treinta y cinco páginas se leen, la mayoría de las veces, de manera incompleta, mientras que las que se mantienen alrededor de las treinta cumplen con estándares de extensión recomendables para estas épocas de premura permanente. Por otra, esta política ha redundado en volúmenes de contenido parejo en cuanto a la extensión de los artículos, lo que influye indirectamente en la calidad de la publicación.

Con excepción del volumen 40 sobre antropología y salud pública, para el cual extendí invitación a especialistas nacionales y a algunos internacionales en la materia, los restantes números de este periodo se nutrieron de los materiales enviados espontáneamente al ICANH. Sin embargo, siempre me esforcé para que las contribuciones que llegaban a la Revista vieran la luz en grupos de artículos que guardaban cierta relación entre sí. De este modo, los números misceláneos fueron quedando atrás y cada nuevo volumen se fue perfilando de acuerdo con la materia predominante en los grupos de artículos recibidos. Esta manera de organizar temas representó algunas veces largas esperas para la publicación final de los textos, esperas que no obstante siempre estuvieron compensadas con el realce que los artículos adquirieron una vez los pusimos a dialogar con otros. También así logramos que algunos volúmenes se convirtieran en referencia obligada para los interesados en cada materia. Esta tarea de armar dossiers con materiales que no siempre habían sido solicitados de esta manera, representó un momento culminante en la armada de cada volumen. Debo reconocer la perspicacia del comité editorial para proponer y escoger los títulos de cada dossier, combinando reflexión y buen humor en sus sugerencias sobre cómo los textos planteaban o reflejaban algo nuevo en relación con las perspectivas conceptuales y metodológicas de la antropología. Así surgieron los dossiers sobre antropología e historia; identidades y culturalidades; naturaleza y cultura; religiosidades; escenarios de la identidad; miradas y trayectos en la ciudad; tradiciones dinámicas y resistencias persistentes; indianidad e intelectuales indígenas en Colombia; padecimiento y género en la antropología médica; perspectivas antropológicas sobre salud pública; de vuelta al campo: nuevas aproximaciones a lo rural; y los que hoy tienen en sus manos: nuevas prácticas y representaciones de género, y economía y poder en el neoliberalismo.

La sección que comenzó llamándose Traducciones, se convirtió muy pronto en Cuestiones de método. Consciente de las barreras idiomáticas que dificultan el acceso a muchísimos colegas y estudiantes a textos clave publicados originalmente en inglés, francés e, incluso, portugués, decidí mantener esta sección, que se ha dedicado a publicar traducciones de piezas teórico-metodológicas ya clásicas en las ciencias sociales como "¿Puede hablar el subalterno?", de Gayatri Spivak, o "La importancia de Gramsci para los estudios de raza y etnicidad", de Stuart Hall, ambos con el beneplácito de sus autores y la autorización de las editoriales en las que estos textos se publicaron originalmente; así como reflexiones de antropólogos colombianos y extranjeros, originalmente escritas o ya traducidas al castellano, en las que los autores volvían la mirada sobre sus producciones iniciales, como "Repensando el mestizaje", de Peter Wade, o sobre la perspectiva etnográfica, como en "La mirada etnográfica y la voz subalterna", de José Jorge Carvalho; o desentrañaban el alcance de la vida y obra de intelectuales tercermundistas, como el texto de José Antonio Figueroa, "Edward Said, la periferia y el humanismo". Esta sección, que espero perdure, es ya un sello de la RCA.

Un temor me acechó permanentemente desde que Colciencias puso en marcha los criterios editoriales para la indexación de revistas académicas en el Índice Bibliográfico Nacional, Publindex, que muchos de ustedes han debido enfrentar desde la posición de autores o editores. Comités editoriales, árbitros y autores constituidos exclusivamente por integrantes con doctorado es, cuando menos, una utopía en un país en el que se acaba de abrir, con serias dificultades, el primer doctorado en antropología. Pero aun cuando restrictiva, la medida es susceptible de manejar todavía. Otra cosa sucede cuando el número de artículos se convierte en el criterio central de ingreso al Publindex. Así, el volumen anterior no clasificó porque contenía ocho en lugar de nueve artículos originales. Si cedíamos a la calidad que buscamos en la publicación o a las normas de arbitraje, lo hubiésemos logrado. Sin embargo, nuestro criterio fue privilegiar la calidad sobre la cantidad de artículos. Las alternativas que en cambio ofrecimos a las y los autoras(es) pueden no ser las más satisfactorias, pero representan un esfuerzo en el sentido de divulgar los contenidos de la Revista. Desde hace un año, la RCA hace parte de prestigiosos índices internacionales que no sacrifican la cantidad por la calidad del contenido, tales como Hispanic American Periodical Index (HAPI); Anthropological Index Online, del Royal Anthropological Institute de Inglaterra; Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales (Clase), de la Universidad Nacional Autónoma de México; Handbook of Latin American Studies (HLAS), de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos; y el Directorio de Latindex (Sistema regional de información en línea para revistas científicas de América latina, el Caribe, España y Portugal). La alternativa de aumentar la periodicidad de la publicación, anunciada en el editorial del volumen 40, para reducir la presión sobre el número de artículos, no ha podido ponerse en marcha. El magro presupuesto público con que el ICANH adelanta sus funciones no lo permiten por ahora. En cambio, la próxima digitalización de la Revista permitirá la consulta de clásicos de la antropología colombiana publicados en los primeros volúmenes, y de las producciones recientes.

Ejercí mi labor de editora con criterios de apertura y estímulo para quienes se decidían a contribuir con sus escritos y reflexiones a la existencia de la Revista, pero la mayoría de las decisiones sobre cómo responder a cada disyuntiva que aparecía en el camino recayó en las manos del comité editorial. Gracias a su excelente acompañamiento durante todos estos años, la RCA exhibe hoy una nueva presentación y un contenido de interés más global, con aportes teóricos y metodológicos de investigadores de diferentes latitudes, libres de jerga, testimonio de la mirada y el pensamiento antropológico del presente. Valga la oportunidad para agradecer la invaluable labor de cada uno de sus miembros: Zandra Pedraza, de la Universidad de Los Andes, Martha Zambrano de la Universidad Nacional de Colombia, y, más recientemente, Jairo Tocancipá, de la Universidad del Cauca, en calidad de miembros externos; y Franz Flórez, Santiago Giraldo, Víctor González, Mauricio Pardo y Patricia Tovar, colegas investigadores del ICANH, que en diferentes periodos a lo largo de estos años sirvieron como miembros internos. Especial agradecimiento merecen Santiago Giraldo y María Teresa Salcedo: desde que Santiago se vinculó al ICANH ha contribuido como traductor del inglés de resúmenes y artículos. Sus versiones al español de por lo menos tres de los publicados en la sección Cuestiones de método ayudaron enormemente a fortalecerla. María Teresa, por su parte, colaboró con la revisión de varias traducciones y tareas importantes.

Conscientes de que la Revista Colombiana de Antropología es la publicación bandera del ICANH y de la antropología en Colombia, Nicolás Morales y Adriana Paola Forero, coordinadores del área de publicaciones, procuraron siempre lo mejor para ella. Gracias en parte a sus malabares financieros, la Revista ha podido mantener el cuidado de la edición en las manos de Juan Andrés Valderrama, antropólogo renegado y lector furibundo, cuya revisión cuidadosa de los textos siempre nos permitió llegar al público sin preocupaciones. El diseño de la carátula y de las páginas interiores se lo debemos a Ángela Vargas, quien anualmente y de manera impecable las diseña y diagrama. Para todo este equipo editorial mis mayores agradecimientos.

Hace un mes Juana Camacho me reemplaza en las funciones de editora. Ella, y Claudia Vanegas, quien se vinculó recientemente como asistente editorial al equipo que trabaja para entregar al público la Revista anualmente, son garantía de que esta tiene un futuro promisorio, pues queda en muy buenas manos. Por eso me voy con tranquilidad.


Margarita Chaves
Investigadora del ICANH
Coordinadora del área de antropología social