SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.43APOCRYPHAL ANTHROPOLOGY AND INDIGENOUS MOVEMENT: SOME DOUBTS ABOUT THE "TASTE" OF ANTHROPOLOGY MADE IN COLOMBIAPOTATOES IN COCONUT SAUCE: ANOTHER USURPING ETHNOBOOM? author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.43  Bogotá Jan./Dec. 2007

 

ANTROPÓLOGAS PIONERAS Y NACIONALISMO LIBERAL EN COLOMBIA, 1941-1949

PIONEER ANTHROPOLOGISTS AND LIBERAL NATIONALISM IN COLOMBIA, 1941-1949

 

MARCELA ECHEVERRI
INVESTIGADORA ASOCIADA, ICANH
me391@nyu.edu

Recibido: 10 de abril de 2007. Aprobado: 15 de agosto de 2007.


Resumen

EN LOS AÑOS 1930 Y 1940 EL PROYECTO LIBERAL DEL ESTADO INTRODUJO IMPORTANTES INNOVACIONES en la educación como medio de integración nacional, que a su vez facilitaron el acceso femenino al ámbito profesional. Cuatro mujeres, que estudiaron y trabajaron como investigadoras en el Instituto Etnológico Nacional (1941), son protagonistas de la profesionalización de la antropología en el siglo veinte. Sus investigaciones fueron claves para el desarrollo de una dimensión social del discurso nacionalista, al aportar argumentos, sustentados científicamente, sobre la prehistoria y la cultura nacional. En este artículo se discuten las principales contribuciones de Alicia Dussán de Reichel, Virginia Gutiérrez de Pineda, Edith Jiménez de Muñoz y Blanca Ochoa de Molina en relación con los objetivos del Instituto Etnológico, así como para la configuración de una nacionalidad moderna basada en el pasado indígena.

Palabras clave: liberalismo, mujeres, antropología en Colombia, nacionalismo, etnología, investigación, publicaciones.


Abstract

DURING THE 1930S AND 1940S THE LIBERAL PROJECT OF THE STATE GAVE WAY TO IMPORTANT INNOVATIONS in education as a means of national integration, which also enabled feminine Access to the professional world. Four women, who studied and worked in the newly created Instituto Etnológico Nacional (1941), were protagonists of the professionalization of anthropology in the XXth century. Their research was fundamental to the development of a social dimension in the nationalist discourse as it provided important arguments, supported by scientific evidence, about the nation's pre-history and culture. This article discusses the main contributions of Alicia Dussán de Reichel, Virginia Gutiérrez de Pineda, Edith Jiménez de Muñoz and Blanca Ochoa de Molina in relation to the Instituto Etnologico´s objectives as well as for the construction of a modern nationhood based on the indigenous legacy.

Key words: Liberalism, women, Colombian anthropology, nationalism, ethnology, research, publications.


ENTRE 1930 Y 1946, COLOMBIA VIVIÓ UN IMPORTANTE PROCESO DE PROMOCIÓN de la educación mediante una reforma educativa enmarcada en la campaña nacionalista de la república liberal (Bushnell, 1993: 181-200)1. Puede afirmarse, por supuesto, que el nacionalismo había sido un proyecto desde los años posteriores a la independencia, en el temprano siglo diecinueve. Las elites criollas, fundadoras de la república, enfatizaron en la construcción de un imaginario nacional que sustentara el proceso político de la independencia. Sin embargo, es obvio que ese discurso tuvo cambios profundos a lo largo de ese siglo y adquirió un nuevo carácter en el veinte. El marco de modernización propio de los gobiernos liberales de la década de 1930, en un contexto internacional de fortalecimiento de los gobiernos socialmente incluyentes, enfatizó el aspecto popular como base de la nacionalidad, lo que generó dos cambios en el discurso nacionalista: uno relativo a su difusión y otro a su objeto. El primero fue la estrategia educativa y el segundo la recuperación del legado indígena como base del pasado nacional.

Este proyecto político característico de los gobiernos liberales durante el periodo no será estudiado aquí en detalle. No obstante, es esencial recordar que los mismos intereses que llevaron a fortalecer la educación escolar se expresaron en la fundación de institutos de educación superior y profesional con diversos énfasis en el conocimiento (Cohen, 2001; Jaramillo Uribe, 1989)2. Uno de los institutos de mayor trascendencia en el proceso de formación de maestros fue la Escuela Normal Superior, fundada en 1936. Allí, y con el fin de ampliar el acceso educativo en las áreas de lingüística, ciencias sociales, ciencias biológicas y matemáticas, su director, José Francisco Socarrás, tuvo la iniciativa de promover la inclusión de mujeres en un controversial e innovador proyecto de coeducación (Pineda Giraldo, 2000: 28), cuyos antecedentes fueron las movilizaciones de mujeres durante las primeras tres décadas del siglo veinte. Tras los debates sobre las leyes de reformas civiles al régimen patrimonial en el matrimonio, promovidos sobre todo por el presidente Enrique Olaya Herrera (1930-1934), se dispuso el andamiaje que permitiría la transición de las mujeres hacia la educación secundaria y universitaria (Cohen, 2001: 127).

Como parte del proyecto de coeducación de la Normal, en 1941 se creó el Instituto Etnológico Nacional (IEN), donde hicieron sus estudios profesionales las pioneras de la antropología colombiana: Alicia Dussán, Virginia Gutiérrez, Edith Jiménez y Blanca Ochoa, quienes fueron a la vez parte del revolucionario proceso de incorporación de la mujer al ámbito de la educación superior, propio de las décadas de 1930 y 1940 en el país, y fundadoras de la práctica antropológica en Colombia. El surgimiento de la antropología profesional estuvo, pues, liderado por cuatro mujeres, parte del grupo de investigadores del Instituto Etnológico Nacional entre 1941 y 1949, con trabajos de investigación, publicaciones y proyectos de difusión. El presente recuento de sus aportes profesionales a la emergente disciplina en Colombia termina en 1949, por circunscribirse a la existencia del Etnológico, que a partir de 1950 se convirtió en el Instituto Colombiano de Antropología.

LIBERALISMO, INTEGRACIÓN Y EDUCACIÓN

EN LA DÉCADA DE 1930 LA COEDUCACIÓN TUVO UN IMPACTO PROFUNDO. A LA vez que cuestionó las concepciones reinantes de la división de los espacios laborales por sexo, abrió un campo de trabajo para las mujeres, legitimando su acceso a nuevos oficios. En un sentido ideal, pretendió avanzar hacia la igualdad de condiciones para hombres y mujeres en el mundo profesional. Para las de clase media que podían entonces acceder a aquel privilegio de formación profesional, tomar el camino de la educación superior representó una trasgresión frente a los esquemas que primaban en la sociedad colombiana (Cohen, 2001). Según recordaban Edith Jiménez de Muñoz, Blanca Ochoa de Molina y Virginia Gutiérrez de Pineda en sus entrevistas conmigo hace una década, ellas difícilmente fueron aceptadas de nuevo en los medios femeninos, porque se transformaron para siempre y radicalmente frente a sus compañeras de colegio en Antioquia y Santander. Jiménez y Ochoa, por ejemplo, fueron las primeras del Instituto Central Femenino de Medellín que hicieron una carrera profesional separándose, a la luz de los criterios sociales del momento, del camino de la mayoría de mujeres: ser maestra de primaria y formar un hogar cuanto antes (Cohen, 2001)3. Además, participar del nuevo mundo académico, bajo la presión de hacer un buen papel, hizo que para estas mujeres la prioridad fuera conseguir buenas calificaciones y demostrar "que una mujer puede hacer lo mismo que un hombre" (Cohen, 2001: 218)4.

Desde que eran estudiantes en el Etnológico, las cuatro mujeres habían viajado en conjunto con los profesores y los demás alumnos para efectos de las investigaciones etnográficas. Sabemos que eso causaba escándalos públicos, ya fuera por el hecho de viajar con hombres, o porque para mayor comodidad en el viaje ellas vestían pantalones, ropa no apta para señoritas. En el grupo de estudiantes de la Normal y del Instituto Etnológico la coexistencia de hombres y mujeres en las aulas creó, además, un "nuevo lazo, un nuevo territorio afectivo": el de la amistad. Según Virginia Gutiérrez, "en la época la mujer tenía o novio, o amante, o hermanos, padres o hijos, pero no podía tener amigos" (Herrera y Low, 1987: 20).

La entrada de las mujeres a la universidad estuvo marcada también por criterios sobre las cualidades particulares que les permitirían participar de forma activa, y adecuada, en el desarrollo de la sociedad (Fernández, 1994; Witz, 1992). Aun cuando en la época se buscó abrir paso a las ciencias naturales y a las sociales, fue más recurrente su incursión en las carreras de ciencias sociales que en las ciencias duras, medicina o las ingenierías (Cohen, 2001). En palabras de Virginia Gutiérrez, "el avance fue selectivo (...) se orientó a satisfacer aquellas carreras que parecían amoldarse a las cualidades predeterminadas por la cultura: literatura [y] docencia" (Gutiérrez de Pineda, 1975: 151-152). Las mujeres fueron acogidas en las carreras de pedagogía y etnología como una extensión de sus atributos "innatos" como madres. En el primer caso, porque eran percibidas naturalmente como educadoras5. En el segundo, y en relación con lo anterior, ellas se vinculaban con la representación histórica del mundo misional, dado que los indígenas -objeto primordial del estudio etnológico en el marco de los postulados de la escuela americanista liderada por el francés Paul Rivet- eran los menores de la sociedad colombiana. Ante la realidad de exclusión y maltrato que recaía sobre su historia, acercarse a lo indio era volcarse sobre los menores de la sociedad. Los etnólogos eran, para su época, una especie de misioneros. En palabras de Luis Duque Gómez:

El campo de la antropología social es muy sensible para las mujeres y no era tan arriesgado para una mujer estudiar antropología, que era estudiar los indios, y a los indios los manejaban las misioneras (...). Decir 'me voy a enfrentar una operación de alta cirugía o a defender a un reo en un tribunal en un estrado judicial, o a enfrentarme a hacer un tren o una carrilera', ¡eso no! (...). Pienso que la mujer se sintió un poco más cerca de este campo pensando en los indios, o en el estudio del pasado de los indios, un poco con espíritu de misionera6.

Frente a las diferentes metas que se establecieron al crearse la profesión etnológica, dentro del IEN las mujeres tuvieron una dedicación particularmente apropiada, acorde con sus afinidades femeninas. El ideal de igualdad, central al pensamiento liberal reinante en ese entonces, no expresa los principios históricos, en un esquema de división de las labores por género, que determinaron la construcción social de la disciplina profesional, desarrollada por hombres y mujeres (Munévar, 2004; Scott, 1988)7.

El principal objetivo del Etnológico desde su formación fue la recolección sistemática de información sobre los grupos indígenas del territorio de Colombia en los aspectos de antropología física, lingüística, etnología y arqueología. En esas cuatro ramas se especializaron los antropólogos del Instituto Etnológico Nacional, que además de las cuatro mujeres eran Milcíades Chaves, Luis Duque Gómez, Roberto Pineda Giraldo, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Eliécer Silva Celis. En el contexto de la escuela de Paul Rivet, la etnología se planteaba como una ciencia que apuntaba a hacer clasificaciones de la cultura material y a desarrollar análisis comparativos con el fin de ofrecer una visión teórica de lo humano (Echeverri, 1998; Pineda Giraldo, 2000). En el análisis e interpretación de los datos recolectados en las investigaciones se comparaba y clasificaba la información en función de preguntas globales sobre el origen y la difusión de los grupos humanos en la tierra, así como la comprensión de las diferencias culturales y raciales existentes (Echeverri, 1997).

Los resultados de las investigaciones de los miembros del IEN se difundían en la Revista del Instituto Etnológico Nacional (1942-1950) y en el Boletín de Arqueología (1945-1951). Con las  publicaciones se buscaba "informar a las personas interesadas y al público en general, sobre el movimiento de las investigaciones etnológicas en Colombia y dar a conocer algunos de los trabajos realizados" (Duque Gómez, 1945: 1). Esta dimensión del trabajo del equipo era parte fundamental de la legitimación del Instituto y de su actividad como científicos. Con este mismo fin, se consolidó la divulgación de los materiales y las conclusiones de las investigaciones por medio del Museo Arqueológico. Los ejes temáticos fueron las principales características de los grupos prehispánicos que habitaron el país, con un fin explícitamente educativo sobre los elementos fundacionales de la nacionalidad colombiana (Echeverri, 2003: 135-136).

La definición de la nacionalidad con base en elementos asociados con lo popular era una respuesta a los levantamientos indígenas y campesinos, y a las movilizaciones de los sindicatos obreros y de las mujeres, quienes representaban actores políticos activos en diálogo con el proyecto del estado liberal (Cohen, 2001; Giraldo, 2005: 189). La respuesta de las administraciones liberales en el periodo, comenzando con Alfonso López Pumarejo (1934- 1938; 1942-1944) y las alianza progresistas que estableció en 1934 dentro su partido (liberal) para aumentar el reconocimiento y la participación política, fue abordar el problema social viendo positivamente los intereses y las exigencias de los distintos grupos que conformaban la nación (Roldán, 2003: 35).

La política liberal apuntó a un proceso de integración nacional práctico mediante la educación, y otro simbólico en la representación histórica de los distintos legados de la nacionalidad. Aun cuando en la época eran comunes las teorías científicas que promovían la discriminación de los elementos indígenas y negros sobre la base de la raza, en Colombia las ideas liberales se contrapusieron al determinismo racial conservador y valoraron positivamente el potencial humano de la nación (Pineda Camacho, 1984; Pineda Giraldo, 2000: 28). El aspecto racial de esa política estuvo en consonancia con el pensamiento indigenista como una de las tendencias intelectuales en América latina (Giraldo, 2005: 191; Ramos, 1998). La participación de intelectuales colombianos vinculados a movimientos artísticos y literarios de corte indigenista, además de la clara orientación del Instituto Etnológico Nacional en el marco de los gobiernos liberales hacia la recuperación y reconstrucción del pasado prehispánico, fueron las circunstancias y las metas de los primeros etnólogos y etnólogas del país, cuyos trabajos contribuyeron a la legitimación de la ideología nacional sobre la base de una identidad común (Echeverri, 1997; Friedemann, 1984; Jimeno, 1985).

A continuación revisaré algunos de los trabajos de las cuatro antropólogas durante los años del IEN (1941-1949), con el fin de mostrar sus contribuciones a la etnología nacionalista de la época y al proyecto político liberal. El recuento parte de la igualdad en la importancia de la labor de las cuatro investigadoras en los distintos campos en que ejercieron su profesión, y no busca ser una comparación entre la producción de las mujeres y la de los hombres que trabajaron conjuntamente en el IEN, comparación que hice en otro momento (Echeverri, 1998). Dado que hay publicadas algunas biografías de las investigadoras que pueden ser complementarias en ese campo, el interés tampoco es biográfico (Henao, 1996; Echeverri, 2000). Más bien, en vista de la relativa menor importancia que se ha dado al contenido de la producción científica de las antropólogas pioneras, el énfasis está en la revisión de sus publicaciones como evidencia de las articulaciones entre la labor de las mujeres y el proyecto etnológico. El objetivo es mostrar cómo el trabajo de estas antropólogas contribuyó a ampliar y profundizar los dos principales fines de la antropología en el momento de su consolidación como disciplina en el país: investigar y educar.

DUSSÁN DE REICHEL Y GUTIÉRREZ DE PINEDA: MUJERES EN LA INVESTIGACIÓN

Alicia Dussán de Reichel y las manifestaciones del pasado indígena

ALICIA DUSSÁN NO ESTUDIÓ EN LA ESCUELA NORMAL SUPERIOR; AL TERMINAR el bachillerato viajó a Alemania, donde hizo la carrera de derecho. A su regreso se vinculó al Instituto Etnológico para cursar la especialización que estaba siendo creada por el etnólogo francés Paul Rivet (Dussán de Reichel, 1954). Como es conocido, ella se convertiría en la pareja de Gerardo Reichel-Dolmatoff, el antropólogo más productivo de la primera generación de investigadores en Colombia. En los mismos años en que Dussán entró al Instituto Etnológico, Reichel había llegado de Europa como refugiado de la guerra y se hizo discípulo de Rivet. Al poco tiempo había publicado el mayor número de artículos en las publicaciones oficiales del Etnológico y su labor investigativa se proyectó hacia un cubrimiento exhaustivo del territorio colombiano en las cuatro ramas de la antropología. Alicia Dussán le acompañó siempre en las expediciones al campo, y la pareja publicó algunos artículos y un libro en conjunto8.

Durante los años que nos ocupan, Dussán y Reichel-Dolmatoff publicaron dos artículos en los órganos de difusión del Instituto Etnológico. En el primer volumen de la Revista del Instituto Etnológico Nacional (1944) apareció "Las urnas funerarias en la cuenca del río Magdalena"9, trabajo en el que los autores afirman que la cuenca del Magdalena "debe ser la llave de muchos de los grandes problemas que se presentan al relacionar las antiguas civilizaciones aborígenes del continente", refiriéndose a su natural constitución como medio de emigración e intercambio cultural en el norte de Sudamérica (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1944: 209). Para sustentar su hipótesis, el estudio recopiló información ignorada antes por la arqueología científica e incluyó análisis de materiales importantes de la colección del Museo Arqueológico Nacional de Bogotá, en la década de 1930. En su análisis de las piezas, los autores señalaron que el método de incineración, es decir el entierro secundario, resulta "un elemento típico en las culturas americanas" (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1944: 210). Además de ese argumento general, el artículo describió los hallazgos particulares en los distintos sitios arqueológicos, clasificándolos según forma y material10. La importancia de este trabajo radica en su intención explícita de comprobar el lugar estratégico de Colombia en el plano etnológico. Estratégico en dos sentidos: primero, como punto de contacto entre las grandes culturas prehispánicas americanas -andina y mesoamericana-; segundo, por su semejanza frente a las características culturales de los principales ancestros americanos, lo cual permitía estudiarlos y clasificarlos en los mismos términos (Giraldo, 2003: 176). Este interés expresa los principios de la antropología del IEN, de realzar el legado aborigen en América en función de su valor histórico. Al proporcionar evidencia y clasificarla como parte del valioso acervo cultural objeto de la ciencia etnológica, este trabajo de Dussán y Reichel-Dolmatoff contribuyó al orgullo nacionalista en Colombia.

La antropología física, y más específicamente el estudio de los grupos sanguíneos, fue una de las metodologías y herramientas científicas de gran peso en el Instituto Etnológico. Las mujeres antropólogas por lo general no participaron en esas investigaciones, reservadas para los hombres (Echeverri, 1998). Por esto sobresale el artículo, ejemplo de la fase temprana de colaboración de la pareja Reichel y que aparece en el mismo número de la Revista del Instituto bajo el título "Grupos sanguíneos entre los indios pijao del Tolima" (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1944a). Decían los autores que, "a mediados del año de 1943 el Ministerio de Educación Nacional nos honró encargándonos la investigación sobre la posible existencia de un núcleo indígena pijao en territorio del departamento del Tolima". Que el estudio fuera comisionado por el Ministerio revela la intrincada relación de esa institución con el problema indígena, es decir, su papel en la integración de los habitantes del país que reclamaban el derecho a las costumbres y tierras ancestrales (Friede, 1972; Jimeno, 1985; Melo, 1989; Múnera, 2005; Safford, 1991). Ya en 1935 el Ministerio de Educación había fundado el Servicio de Arqueología y el Museo Arqueológico y Etnográfico, bajo la dirección de Gregorio Hernández de Alba, indicando su gran interés en el pasado prehispánico y en la revalorización de la ascendencia indígena de los colombianos, tanto racial como culturalmente (Botero, 1994). La investigación de Dussán y Reichel-Dolmatoff en 1943, por encargo del Ministerio de Educación, puso las novedosas teorías y metodologías científicas al servicio de aquellos fines.

La existencia en algunos municipios de la región de "comunidades que, aunque ya cristianizados vestidos y dedicados a la agricultura, han conservado hasta hoy día muchas características de su antigua civilización material y espiritual", era de especial interés para la investigación antropológica del IEN. La presencia indígena se identificó por las características externas de la población, como la evidencia física de deformación artificial del cráneo "típica para los pijao, como la describen los cronistas". Afirmaban Dussán y Reichel-Dolmatoff que ésta "aun se practica entre estos indígenas, así como ciertos ritos de iniciación, bailes y otras manifestaciones de su vida mágica" (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1944a: 507). A partir de esos testimonios y por medio de las muestras serológicas intentarían revelar una verdad científica sobre el pasado y la herencia indígena de aquellas comunidades.

La investigación se limitó a los municipios de Ortega, Coyaima y Natagaima. En el artículo presentaban los resultados de los exámenes de 1.289 personas de ambos sexos "que se declararon indígenas y que eran reconocidas como tales por sus respectivos cabildos y comunidades". Según los autores, los indígenas facilitaron la investigación sometiéndose "orgullosos al examen con el fin de evidenciar su carácter de indígenas pijaos autóctonos" (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1944a: 509). Los resultados de la investigación, que sustentaron con varias tablas y gráficas, permitieron a la pareja de antropólogos concluir que "los pijao, a pesar del contacto con la civilización que los rodea, han conservado su integridad suerológica (sic) primitiva" (Ibídem: 519). Es significativo que la investigación privilegiaba la muestra de sangre como evidencia de la veracidad de la identidad indígena y no la auto-identificación de los participantes. Aun cuando se oponía a una concepción subjetiva de la indianidad, a largo plazo la visión científica de los investigadores repercutió con sus resultados en la identidad de quienes de antemano "se declararon indígenas", al proporcionar argumentos de fuerza, aceptados por la institucionalidad oficial, acerca de la particularidad indígena y su consecuente derecho a reclamar su herencia en términos de tierras y costumbres11.

Figura 1

En consonancia con los resultados de otros investigadores del IEN12, la conclusión demostraba, "otra vez de manera evidente", la posibilidad de "trazar hasta su origen" la influencia del mestizaje entre los indígenas "por los elementos A y B" -tipos sanguíneos menos comunes entre los indios-. Además de la confirmación de la herencia "autóctona" de los pijao en el Tolima, el artículo insistía en la importancia del uso de la investigación serológica para la antropología del momento. El éxito de esta investigación reiteraba que "los datos bioquímicos pueden ser de alto valor para la antropología" (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1944a: 519). Con este aporte los investigadores sentaban las bases de una compleja comprensión de las poblaciones que habitaban Colombia en el siglo veinte, mediante varios niveles temporales. Demostraban también la existencia de usos y costumbres antiguas entre los habitantes contemporáneos del país. Como evidencia científica producida con su investigación e interpretación de los datos, la pervivencia de rasgos indígenas "puros" entre los colombianos rurales era esencial para reafirmar el proyecto etnológico y nacionalista. Este trabajo se complementó con otras investigaciones que el equipo del Instituto realizaba paralelamente en arqueología, lingüística y etnografía.

Familia, género y antropología: Virginia Gutiérrez de Pineda

DESDE EL COMIENZO DE SU CARRERA, VIRGINIA GUTIÉRREZ DE PINEDA SE dedicó a la investigación etnográfica. Su primera publicación corresponde a un extenso número de la Revista del Instituto Etnológico Nacional publicado en 1948 con el título "Organización social en La Guajira" (Gutiérrez de Pineda, 1948). La expedición durante la cual ella hizo esta investigación fue anunciada varias veces en el Boletín de Arqueología, pues comprendía a otros antropólogos del IEN: Milcíades Chaves, Roberto Pineda, José de Recasens y su esposa, María Rosa Mallol de Recasens.

Las investigaciones de los esposos Pineda estuvieron íntimamente relacionadas; mientras él trabajó sobre la magia ella se enfocó en el aspecto de la familia y lo que hoy denominaríamos el género (Pineda Giraldo, 1947). Ambos incluyeron referencias al trabajo del otro. Para Gutiérrez ciertos elementos del proceso de socialización no se podían entender sin contemplar la dimensión cosmológica expresada en la magia. Igualmente, Pineda Giraldo reconoció la importancia de los aportes de la investigación social de su esposa, y la participación de ella en su propio trabajo:

El trabajo a que sirven de introducción estas líneas se basa en fichas cuidadosamente recogidas por nosotros, en especial por mi esposa, señora Virginia Gutiérrez de Pineda, quien galantemente las cedió para ser estudiadas y complementadas con las nuestras (Pineda Giraldo, 1947: 8).

El propósito de la monografía de Gutiérrez de Pineda sobre La Guajira era mostrar "cómo funcionan en esta comunidad el individuo y sus instituciones". En un esquema dual de la relación individuo/grupo, la antropóloga abordaba todos los "estados" a través de los cuales transcurría la vida de un individuo, desde el nacimiento hasta la enfermedad y la muerte. La visión individualista que entendía "al individuo como célula primaria de la organización social" era innovadora para la antropología que se venía practicando en Colombia. Ésta adoptaba una compleja perspectiva "objetiva de las interrelaciones entre el individuo y el grupo, y de la manera como uno y otro se complementan", en la elaboración de un análisis sobre comunidades concéntricas en torno al individuo, como la familia o el conjunto "total". Con el interés de describir y analizar tales relaciones, Gutiérrez concluía su trabajo con un acápite sobre el "derecho, es decir, las instituciones que rigen la vida de sociedad" (Gutiérrez de Pineda, 1948: xviii). Aquella combinación de esferas pública y privada revela la dimensión política de su estudio, y el potencial excepcionalmente histórico de su investigación sobre la relación del grupo "cultural" guajiro con la sociedad colombiana y venezolana, lo que contrasta con los trabajos de corte estructuralista producidos en el Etnológico.

En lo cultural el texto ofrecía una comprensión "total" del imaginario social que se reproduce en la niñez y se marca con ritos de paso concretos como el matrimonio o la iniciación de las jóvenes, aspectos que según Gutiérrez expresaban, en el ámbito micro, el orden y la organización clanil de la sociedad guajira. Partiendo de las "prenatales" -prácticas anteriores al nacimiento-, que incluía una reflexión sobre la valoración positiva de los hijos como forma de aumentar el número de los miembros de la familia, el estudio se enfocaba en las mujeres. En su investigación cualitativa esta antropóloga, pionera del estudio del género, descubrió y demostró que "la mujer en la sociedad guajira tiene una importancia no menor a la del hombre ya que es ella la que transmite el parentesco y por tanto la que aumenta con sus hijos el número de consanguíneos". Además, Gutiérrez señalaba que la mujer "constituye una fuerza económica que ayuda a solventar la situación precaria del hogar, agravada por los veranos intensos que no permiten la agricultura permanente y debilitan la ganadería" (Ibídem: 3).

La comprensión de la organización social por medio de los aspectos estructurales como el parentesco y la consanguinidad, sumada a una visión histórica y económica sobre los roles sociales en la familia, hacen de este un trabajo complejo y arriesgado para su época. Recordemos que la escuela antropológica en la cual fueron formados los pioneros de esta profesión en Colombia era la etnología de tipo difusionista13, que interpretaba las culturas a través de los lentes social y funcional (Echeverri, 1997). Al abordar problemas de carácter individual y diferenciar las experiencias culturales de los habitantes de La Guajira por sexos, Gutiérrez incursionaba en la entonces escuela alternativa de antropología cultural estadounidense fundada por Franz Boas, que, a diferencia de la visión formal que tenía la etnología, dio un vuelco hacia la apreciación cualitativa de la especificidad cultural y de su carácter histórico. Cuando algunos de los investigadores del Instituto Etnológico Nacional comenzaron a abrirse a esa influencia hubo disputas internas. El concepto de "determinismo cultural" involucraba nuevas variables al estudio de los indígenas, dando mayor énfasis a la cultura -o a los significados- que a los rasgos físicos humanos, elemento central en la teoría y la práctica etnológica. En ese sentido, a su vez, se distanciaba del difusionismo14.

Así como sucedió en Estados Unidos, la aparición de estudios colombianos sobre la familia, la mujer y lo que hoy llamaríamos el género tiene que ver con la participación de figuras femeninas en la academia15. Con la vinculación de mujeres al trabajo etnográfico el espacio y el papel de la mujer como principal sujeto socializador se vuelve importante en tanto objeto de estudio. La cercanía de la mujer a la maternidad y la reproducción social, así como su acceso privilegiado a ciertos campos femeninos, contribuyó al desarrollo de los estudios antropológicos sobre la familia. Es necesario aclarar que el género como materia de análisis no aparece explícitamente teorizado sino hasta después de la década de 1970. Sin embargo, el acercamiento a la organización social, a la socialización y a los roles de la mujer y del hombre que vemos en el trabajo temprano de Virginia Gutiérrez fue un aporte esencial para el desarrollo conceptual y antropológico del estudio de los géneros en el país16.

En el estudio sobre La Guajira Gutiérrez dedicó un espacio al estudio de los hombres tanto como de las mujeres. A ellos les caracterizó como independientes porque a diferencia de las mujeres, a quienes encontró obligadas a las tareas domésticas desde pequeñas, contraían compromisos "a largo plazo con todos sus parientes y con la sociedad en general" sólo en la medida en que se acercaban al matrimonio. Con este fin "el hombre debe llenar una serie de requisitos sociales o legales estipulados tradicionalmente" (Ibídem: 60).

En su análisis de los juegos es visible también la incursión en el estudio de los géneros. Escribió la autora que, "las actividades lúdicas en que pueden participar los niños están en relación directa con la división biológica del trabajo". Como aspecto esencial de la socialización, los juegos son un objeto privilegiado para la antropología, porque expresan los principios diferenciales de reproducción de la organización social en las prácticas y los valores inculcados a hombres y mujeres desde la niñez:

El niño guajiro puede aprender y divertirse a un mismo tiempo y estos ejercicios le están permitidos porque sus familiares los encuentran provechosos, porque encajan dentro de las actividades que habrá de cumplir como adulto (Gutiérrez de Pineda, 1948: 23-25).

En la monografía sobre La Guajira, Gutiérrez proporcionó también una visión más compleja de la cultura, al incluir distintas dimensiones de la experiencia social y nuevas variables de análisis como la clase y la raza. El asunto de clase se incluyó mediante el estudio de las esclavas en la sociedad guajira, cuya existencia explicó como resultado de la guerra entre los distintos clanes, añadiendo que "su origen está en los grupos claniles que, debilitados por una quiebra en su economía y la escasez de elementos varones que lo respalden, se han ido marginando lentamente". Según Gutiérrez, las esclavas tenían un papel central en la socialización como nodrizas de crianza entre familias que por su estatus y fortaleza económica podían acoger mujeres sirvientas. Por el contrario, el estado de pobreza y vulnerabilidad de los integrantes de un clan débil hacía que las mujeres se vincularan como esclavas a una familia dominante, a cambio de alimentos y cuidados básicos (Gutiérrez de Pineda, 1948: 72).

Revista del Instituto Etnológico Nacional

La diferenciación de clase o estatus aparece también en el análisis del matrimonio ritual de compra, "donde el pago juega un papel social (...) es en la fijación del estatus personal de cada mujer y su descendencia". Gutiérrez puso en evidencia la dimensión simbólica de la economía mediante el reconocimiento de la existencia de otros tipos de "valoración social" alrededor de la mujer: en términos de sus cualidades y de los "resultados favorables" de su "engrandecimiento personal", es decir, su formación (Gutiérrez de Pineda, 1948: 64, 87). Este tipo de análisis revela los esfuerzos de esta pionera por profundizar en las explicaciones de los comportamientos y roles sociales en los términos particulares de la sociedad guajira.

Partiendo de su análisis de la posición de las mujeres en la sociedad la autora describió cambios en las actitudes hacia la familia en "la conducta de la mestiza y aun de la india pura, transformada por su situación económica y por el contacto del blanco" (Gutiérrez de Pineda, 1948: 4). Si bien esta apreciación revela cierta intención típica del lente antropológico de privilegiar lo puro como signo de tradicionalismo y autonomía cultural, Gutiérrez dio cuenta de los puntos de cambio de una sociedad en un territorio de frontera como La Guajira, que se desarrolló entre dos naciones: Colombia y Venezuela, y cuyos límites costeros con el mar Caribe la mantuvieron en contacto con diversas poblaciones e influencias culturales, políticas y económicas atlánticas desde cuatro siglos antes. En su conclusión planteó un punto más sobre el contacto visto como transculturación.

Es poco menos que imposible para una comunidad primitiva, puesta en contacto con focos de civilización moderna que la circundan y la estrechan cada día más, permanecer inquebrantable en sus sistemas de vida. Es apenas lógico que ella tenga que aceptar técnicas nuevas, sistemas económicos más modernos, ideas más acordes con los nuevos tiempos, y que por tanto se vea forzada a cambiar sus instituciones legendarias si no de manera conciente sí de manera inconciente y lenta en algunas veces, violenta en otras (Gutiérrez de Pineda, 1948: 242).

La preocupación por mantener una perspectiva histórica acercó la producción etnográfica de Gutiérrez de Pineda a la antropología cultural, con lo cual se diferenció y alejó de la tendencia de la escuela fundacional del IEN.

La tensión que surgió en la antropología entre la aceptación del proceso de integración a una sociedad mayor y la nostalgia de un pasado indígena aislado, puro y simbólicamente coherente tuvo que ver con la forma como se situaron los investigadores del IEN frente al "problema indígena" en Colombia. La escuela de Rivet definió la antropología como práctica científica neutral y su énfasis en las mediciones antropométricas y la cultura material habían hecho que pareciera más una ciencia natural17. Pero esto comenzó a cambiar cuando el maestro regresó a Francia y la mayoría de los integrantes del Etnológico se afiliaron al proyecto indigenista del Instituto Indigenista Colombiano18, organismo que planteó una perspectiva abiertamente socialista frente a la situación indígena en el país, y en el que los antropólogos vinculados comenzaron a darle un enfoque explícitamente político a las investigaciones (Giraldo, 2005: 194). Sólo entonces, además, la categoría de mestizaje se integró como temática válida de estudio en la antropología y aparecieron los estudios sobre folklor (Echeverri, 1997; Pineda Giraldo, 2000)19. En este proceso de rearticulación de las categorías y los fines de la investigación social, Virginia Gutiérrez de Pineda y su esposo, Roberto Pineda Giraldo, estuvieron activos. Dieron expresión a las particularidades del mapa social colombiano y enfatizaron en la necesidad de ampliar la visión etnológica, estructural y ahistórica existente, para incluir variables políticas y regionales en la antropología colombiana (Henao, 1994; Pineda Giraldo, 2000).

EDITH JIMÉNEZ Y BLANCA OCHOA: ARQUEOLOGÍA Y PREHISTORIA NACIONAL

COMO RESULTADO DE SU AFINIDAD CON EL CAMPO EDUCATIVO, DOS DE LAS pioneras se dedicaron a la difusión, en el Museo Arqueológico Nacional de Bogotá, y por medio de publicaciones. Después de hacer la carrera en la Normal, Edith Jiménez y Blanca Ochoa se especializaron en arqueología andina en Lima (Perú), "donde hicieron sus prácticas con Julio Tello y Rebeca Camellón y los grandes arqueólogos peruanos de la época, y al regresar entraron a trabajar en el Servicio Arqueológico como encargadas de museología en el Museo, ya que venían muy motivadas con la organización de colecciones" (Botero, 1994). Se trataba de una labor primordial para la puesta en escena de los resultados e interpretaciones de las mediciones craneométricas, las excavaciones arqueológicas y de la investigación etnográfica y lingüística en el campo. Sobre ellas recaía una gran responsabilidad. Al Museo llegaba la mayor parte de materiales arqueológicos y etnográficos, los que debían presentar adecuadamente para su exposición al público y para su interpretación como evidencia del pasado prehispánico, fuente de la nacionalidad. Esto se complementaba con un trabajo exhaustivo de investigación en materia de museología, al que se le dio un espacio en el Boletín de Arqueología para divulgar la importancia del Museo y explicar los criterios empleados en la clasificación y exhibición de los materiales. También se creó una sección para promocionarlo e informar acerca del estado de las colecciones (Ochoa, 1942; Recasens, 1942).

La publicación en el primer número de la Revista del Instituto Etnológico Nacional (1944) del artículo sobre la "Cerámica panche", de Edith Jiménez y Blanca Ochoa, es un ejemplo que ilustra su trabajo. En él informan sobre una colección del Museo Arqueológico de Bogotá la cual, "aunque de reducido número, es de bastante interés por ser representativa de la cultura material que se desarrolló en el valle del río Magdalena en lo que hoy pertenece a los departamentos de Cundinamarca y norte del Tolima" (Jiménez y Ochoa, 1944: 417) (véase el mapa 1). Con base en los trabajos de Paul Rivet, las antropólogas afirman que toda la región fue del dominio del grupo lingüístico panche y presentan abundantes descripciones técnicas y dibujos que reproducen las piezas y que tratan sobre el material -predomina la arcilla gris desengrasada con silex y cuarzo finamente molidos-, la técnica -rollos-, la forma -cónica y semiesférica-, la decoración -incisa, líneas y puntos se combinan con formas geométricas- y el color -sepia y rojo uniforme o rojo sobre fondo blanco-. Una lectura de su descripción detallada de las piezas de la colección muestra la importancia de la categoría Uso, que se dividía en dos subcategorías 1) cocción; y 2) urnas funerarias. Con ello se mostraba que los objetos cerámicos eran representativos tanto de la vida cotidiana de "los panche" como de la dimensión ritual. Mediante el análisis de la cultura material de los restos arqueológicos, el artículo buscaba revelar la "humanidad" de este grupo humano, al dar cuenta de su reproducción práctica -cocina- y simbólica -la muerte-. A la vez que los artículos de divulgación sobre el contenido de las colecciones del Museo eran redactados por las antropólogas con la mayor rigurosidad de las teoría arqueológicas y etnológicas del momento, que deducían el desarrollo cultural a partir del estudio de artefactos (Borja, 2005: 27), daban cuenta también de las características de los grupos y sociedades del pasado que los vinculaban con las del presente.

Mapa I

Las investigaciones arqueológicas y las colecciones resultantes se proponían dar cuenta del pasado nacional, por lo cual en el Boletín de Arqueología se creó la sección "Lecciones de prehistoria para primeros conocimientos", y cada número dedicó una lección a un grupo indígena diferente, con el fin de

dar un aporte a la cultura nacional [con] los datos más interesantes de las distintas culturas prehistóricas del país [con el fin de] servir a las personas que carecen de información [y a los] maestros de primaria [que son los] encargados de difundir en la niñez los sentimientos hacia la raza que poblaba América (Jiménez de Muñoz, 1945).

En 1946 apareció en el Boletín una "Lección de prehistoria" escrita por Jiménez de Muñoz sobre los anserma. Tratándose de un documento de instrucción elemental, caracterizaba la sociedad "prehistórica" describiendo sus actividades, la habitación, el vestido, los alimentos y las bebidas, los utensilios, las armas, la organización social y política, las costumbres especiales, las divinidades y creencias, el tipo físico y la cultura material. El artículo incluía un mapa de la región que resaltaba las divisiones y asociaciones políticas de los anserma, como fueron denominados por los españoles, en una "confederación" (véase el mapa 2). El conocimiento de aquella sociedad del pasado se basaba fuertemente en las percepciones de los conquistadores y los cronistas. Por ejemplo, en la categoría organización social y política, Jiménez de Muñoz afirmaba que "varios grupos sociales existían entre los anserma": jefes o caciques, hechiceros, servicio doméstico, comerciantes y la masa o pueblo en general. Según ella, los hechiceros eran una especie de médicos que "con actos de magia y hechicería hacían creer al paciente que el mal que los poseía ya se había alejado y que la curación se consumaría con el tratamiento que ellos indicaban" (Jiménez de Muñoz, 1946: 336-337). La perspectiva presentada no intentaba validar las creencias o prácticas de los indígenas del pasado, como se puede inferir del uso del término hechicero y la descripción de su actividad, poco crédula de los conocimientos que poseían y sobre los cuales basaban sus prácticas. En tono similar, las demás categorías contribuían al entendimiento de la sociedad indígena antigua con base en parámetros rígidos de diferenciación frente a la sociedad contemporánea, con lo que resaltaban su carácter de "pasadas". Es decir, por la carga evolucionista de los estudios etnológicos de la época las culturas indígenas se revelaban con una coherencia interna pero caduca para las condiciones de vida del presente (Borja, 2005: 28).

Mapa 2

El proyecto de las "Lecciones de prehistoria" ofreció a la población escolar una visión particular de la geografía y la prehistoria nacionales, mediante la divulgación que hacían los maestros y docentes de los textos escritos por Jiménez y Ochoa, y publicados en el Boletín de Arqueología, que se repartía gratis en las entidades oficiales y a los particulares interesados dentro y fuera del país. Además de proporcionar información selectiva sobre grupos indígenas que se remontaban al mundo prehistórico colombiano, la construcción de categorías para el conocimiento de "lo social" era innovadora, porque reflejaba la visión etnológica del Instituto en su momento. Esta enmarcaba la historia de las culturas americanas en categorías que les daban valor y ponían en evidencia su lugar en la evolución de la humanidad, y resaltaba su interés comparativo. La difusión de estos principios en los textos buscó tener consecuencias para el desarrollo de currículos escolares en las materias de historia, geografía y sociales. También se logró instruir al público general sobre el conocimiento antropológico en las presentaciones directas a los grupos de niños que visitaban el Museo con fines educativos. Esto lo resaltaba en 1945 Luis Duque Gómez, director del Instituto Etnológico Nacional, al señalar que: "se han beneficiado los distintos colegios que frecuentemente han visitado las salas destinadas a la exhibición y los particulares que han solicitado este servicio" (Duque Gómez, 1945: 226).

Jiménez y Ochoa se encargaron también de la elaboración de mapas, dado su perfil asociado con las tareas de divulgación, enseñanza y transmisión del conocimiento (Duque Gómez, 1945). Es conocido el poder que han tenido los mapas en la construcción de imaginarios nacionales (Anderson, 1991; Craib, 2004; Lacaste, 1977) y sería imposible perder de vista la estrategia de las representaciones gráficas que elaboraron las dos mujeres en sus artículos, tanto especializados como de difusión popular y escolar, para naturalizar la imagen de esas culturas del pasado y sus supuestos vínculos con la nación en el presente. Los mapas se dibujaron a partir de referencias históricas y fueron fruto de interpretaciones que se valían de documentos escritos por cronistas, como Juan de Castellanos, Lucas Fernández de Piedrahita y fray Pedro Simón (Jiménez de Muñoz, 1945a). Las crónicas proporcionaban narrativas sobre las cuestiones que las antropólogas buscaban identificar acerca del pasado indígena. Sin embargo, aquellos recuentos de la conquista son, como pensamos ahora, versiones basadas en la experiencia de los invasores españoles y en las categorías narrativas del siglo dieciséis. Por eso, aparte de ser un recurso de información empleado por las autoras, muchas de las ideas, los conceptos y las categorías que se exponían en los artículos científicos del IEN sobre la prehistoria nacional reprodujeron aquella mirada exterior sobre los nativos, heredada del mundo hispano medieval en tránsito al imperial. La búsqueda de "datos reales" o etnográficos en las descripciones de los conquistadores era común a la lectura "positivista" de las crónicas que hicieron los etnólogos y etnohistoriadores de la época (Borja, 2005: 29).

El medio cartográfico era ideal para materializar la existencia de aquellos grupos que representaban la prehistoria nacional. Pero los mapas de Jiménez y Ochoa combinan una serie de categorías que si las pensamos detalladamente parecen incongruentes: demarcaban un territorio indígena tomando como referencia los nombres de ríos, tal como se conocen en el mundo hispánico, con nombres de clara raíz nativa. Las antropólogas se valían de estrategias muy simples y no ponían escala ni referencia alguna a la ubicación del área en un plano más amplio. Esto tiene eco en las prácticas de la geografía escolar que, en palabras de Ives Lacoste, esencialmente convierte "una concreción mal conocida en una representación abstracta, eficaz y digna de confianza" (Lacaste, 1977: 8). Al no contextualizar el diagrama, se facilitaba la representación de un territorio arqueológico que surgía de las categorías etnológicas y científicas en combinación con las narrativas etnohistóricas. Por lo demás, la ambición educativa de este conocimiento se apoyaba abiertamente en el objetivo de proporcionar evidencia de los vínculos históricos y culturales de la nación colombiana con los habitantes prehispánicos del territorio.

CONCLUSIÓN

EN COLOMBIA EL CONTEXTO DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL DURANTE LA república liberal abrió oportunidades de educación y profesionalización a las mujeres, cuya participación se puede ver en su entrada a las profesiones y su producción constante en el campo laboral (Cohen, 2001). El aporte de las antropólogas colombianas de la primera generación, educadas en la Escuela Normal Superior y el Instituto Etnológico Nacional, está plasmado en los organismos de difusión del IEN. Con el fin de consolidar el proyecto científico nacional y disciplinar, la meta de difusión del conocimiento en los ámbitos especializado y educativo fue central a la antropología de los años 1940.

La investigación sobre lo indígena en etnología, arqueología, prehistoria y antropología física estuvo orientada a recuperar y redefinir el pasado nacional. En palabras de Hernán Henao, el Instituto Etnológico impulsó "los estudios socioculturales en todo el país, enfatizando en la riqueza arqueológica, en las etnias indígenas sobrevivientes a cuatrocientos años de colonialismo, y en la revisión de la historia colonial, especialmente, en las versiones de los cronistas" (Henao, 1994: xviii). Como muestra la revisión de los artículos publicados por Alicia Dussán de Reichel y por Virginia Gutiérrez de Pineda, la labor antropológica tuvo como objetivo recopilar información sobre las culturas que habitaron el país, tanto en el pasado como en el presente, y de integrar su conocimiento en un marco de estudio más amplio, el de la etnología. La difusión del conocimiento etnológico era parte de un proyecto político de mayor envergadura, consistente en la creación de una conciencia nacional, tal como se proponían los jefes liberales en el gobierno. Esa labor estuvo a cargo de las otras dos mujeres profesionales en el Instituto Etnológico en aquel momento, Edith Jiménez y Blanca Ochoa, en tanto la socialización de la población en los términos del nuevo conocimiento se concebía como una responsabilidad que debía estar a cargo de las mujeres (Echeverri, 1998).

Este artículo ha resaltado el trabajo de las cuatro mujeres pioneras de la antropología en Colombia, sin asumir su diferencia o inferioridad frente a los hombres. Antes que partir de la categoría género para demarcar la falta de poder de las mujeres frente a los hombres, en un contexto patriarcal, las he ubicado como actrices dinámicas en las relaciones dentro de las que se movían, definidas por otras variables como la edad, el estado marital, la raza y la clase (Scott, 1988). En este sentido, es evidente que las antropólogas colombianas conformaron una elite, porque tuvieron un lugar privilegiado como parte de la reforma educativa y la creación de instituciones de investigación y difusión científica como el IEN. El análisis de sus contribuciones a la disciplina y la práctica antropológicas, así como al proyecto nacionalista liberal, demuestra que el poder de las mujeres científicas a la vez que pudo verse mitigado por el contexto patriarcal de su producción (Echeverri, 1998) se acrecentó también sobre la base de las relaciones sociales más amplias en las cuales actuaron.

La meta de integración -simbólica y mediante la educación- de los sectores populares que regía a los gobiernos liberales de la década de 1930 y comienzos de 1940, planteó una contradicción para los investigadores del IEN: aun cuando se trataba de valorar el acervo cultural indígena, el discurso nacionalista amenazaba las diferencias culturales de sus portadores. En cuanto a su objeto de estudio, la etnología comenzó limitándose a los indígenas en una época en que las características principales del país eran el cambio acelerado y la urbanización. Fue en esta medida que las nuevas perspectivas interpretativas y el comienzo de los estudios de folklor reflejaron el enriquecimiento de la antropología en vista de la realidad social que se descubría. La oposición de las elites latifundistas al proyecto de reforma agraria de 1936, intento del presidente López Pumarejo por ampliar el reconocimiento de los derechos de los campesinos, enfrentó a los antropólogos indigenistas colombianos con un contexto pugnaz en el cual debían tomar decisiones políticas que superaban las herramientas y el discurso científico de la identidad nacional.

La tensión entre una visión científica del pasado y de las culturas indígenas, los esfuerzos políticos de transformación social y la denuncia recurrente de los abusos del estado y de las contradicciones del proyecto nacional -signos característicos de la antropología colombiana- eran ya evidentes en la fundación del Instituto Etnológico Nacional. A mediados de la década de 1940 la relación de la antropología con el estado sufrió cambios fuertes. Mientras en el contexto de la política liberal la investigación etnográfica y prehistórica -arqueología y etnohistoria- estuvo en consonancia con los fines nacionalistas que promovieron la construcción de una identidad nacional realzando el pasado indígena común, la ofensiva conservadora dio un giro radical a esos presupuestos. Ante un proyecto que privilegió el elemento hispánico como fuente única de la nacionalidad, los antropólogos y antropólogas dentro de los institutos de estudios sociales plantearon alternativas usando el lenguaje de la evidencia científica en sus investigaciones (Giraldo, 2003; Henao, 1994; Pineda Giraldo, 2000). Aun en condiciones precarias y de antagonismo ideológico, las bases de un pensamiento indigenista, culturalista y de los estudios de género sentadas por la producción de la antropología colombiana en su primera década, fueron fundamentales para el impulso del quehacer antropológico en el país.


Notas

1. Con este nombre se denominan los gobiernos consecutivos durante dieciséis años (1930-1946), con un enfoque liberal, cuyo proyecto de modernización se caracterizó por el énfasis en la consolidación del estado.

2. Dentro de la Escuela Normal Superior, además del Instituto Etnológico Nacional, en 1942 se creó el Instituto Caro y Cuervo.

3. Entrevistas personales con Virginia Gutiérrez, 17 de octubre de 1996; Edith Jiménez, 12 de noviembre de 1996; y Blanca Ochoa de Molina, 25 de octubre de 1996.

4. Entrevista con Edith Jiménez.

5. Véase, por ejemplo, el artículo de Carmen Rodríguez, "La mujer como educadora", que apareció en la revista Agitación Femenina (1945), en donde defendía la coeducación diciendo: "Difícil tarea la de educar un niño, pero esta tarea de suyo difícil y delicada, se simplifica grandemente si la mujer, que, como madre, hermana o maestra que ha de vigilar por la niñez de hoy, la juventud del mañana, las personas mayores de luego, está capacitada para educar y dirigir inteligentemente. Entonces sí hay razón para decir: edúquese, instrúyase, fórmese a la mujer colombiana". Citado en Herrera, 1995: 344.

6. Entrevista con Luis Duque Gómez, 17 de octubre de 1996.

7. Desde el punto de vista feminista liberal, la meta u objetivo de la transformación social a la que debe proyectarse su activismo, investigación y acción social es lograr que las mujeres adquieran un estatus de igualdad con los hombres. Esta perspectiva primó durante los primeros años de teorización y acción política feminista en el siglo veinte (Echeverri, 1998: 216-247).

8. Sin embargo, este caso proporciona elementos para recordar los límites que la profesión imponía a las mujeres, en relación con los hombres. En otras palabras, es claro que la pareja de antropólogos Dussán-Reichel fue liderada y representada por él, y que sólo con una mirada atenta a la historia de su conformación como equipo investigador puede devolvérsele a Alicia Dussán el mérito de su trabajo (Echeverri, 1998).

9. Más tarde, y por fuera del marco temporal de este ensayo, aparecieron publicados dos extensos documentos sobre los resultados de las investigaciones de arqueología de la pareja en el Instituto Etnológico del Magdalena, sobre arqueología del río Ranchería (parte I) y del río Cesar (parte II) (Dussán de Reichel y Reichel-Dolmatoff, 1951).

10. Primero se enfocan en Tamalameque, San Jacinto, Ocaña, Río de la Miel y Puerto Niño. En la región de Honda se describen también los sitios y hallazgos en Arrancaplumas, Pescaderías, Mesuno y Guarinó. Por último, se describen los sitios arqueológicos del alto Magdalena en Ricaurte, Girardot y El Espinal.

11. Como ha señalado Santiago Giraldo, el trabajo posterior de Reichel-Dolmatoff fue fundamental para la construcción de una idea de nación "opuest[a] al proyecto hispanizante, homogeneizador y monocultural" que plantearon los gobiernos conservadores desde 1946, porque cuestionó los presupuestos de la inferioridad indígena y resaltó los derechos de los grupos indígenas a partir de su "vínculo histórico cultural con el pasado" (Giraldo, 2003: 175-177).

12. Son comparados con los obtenidos en investigaciones paralelas de otros miembros del Instituto Etnológico entre los indios de otros departamentos, como kuaiker de Nariño, caramanta de Antioquia, páez del Cauca, guambiano-kokonuco del Cauca, sibundoy y santiagueños de Nariño y los indios de anganoya-cabrera-laguna de Nariño (Arcila Vélez, 1943).

13. Según caracterización útil de Jaime H. Borja, entre los presupuestos del difusionismo se encuentran los siguientes: "1) la cultura nace en centros motores primarios; 2) la cultura recibe un impulso hacia la periferia" (Borja, 2005: 25).

14. Entrevista personal a Roberto Pineda Giraldo, 5 de noviembre de 1996. Uno de los líderes en el cambio de orientación teórica fue el español José de Recasens. En una entrevista con Jaime Arocha en 1979, Recasens le decía que como etnólogos "ellos todavía estaban haciendo esquemas, midiendo cráneos y entreteniéndose con un compás y buscando el ángulo facial y estudiando formalismo". Esta apreciación revela la importancia del distanciamiento progresivo de la etnología y su visión material de la cultura, para el comienzo de estudios 'subjetivos' y 'cualitativos' en la antropología colombiana.

15. Desde el primer cuarto del siglo veinte, la producción antropológica estadounidense se caracterizó por la presencia de mujeres investigadoras como Ruth Benedict y Margaret Mead, quienes inauguraron los estudios sobre cultura y personalidad (Benedict, 1934; Mead, 1950).

16. Impulsados por el feminismo, los estudios sobre género afirman la construcción cultural y social de lo femenino y lo masculino, y cuestionan las explicaciones biológicas de la diferencias y los comportamientos que de aquellas se derivan. En Colombia, Gutiérrez de Pineda es pionera en el trabajo de familia (Gutiérrez de Pineda, 1968).

17. Entrevista de Arocha a Recasens.

18. Fundado en 1941 por Gregorio Hernández de Alba y Antonio García.

19. Entrevista personal a Roberto Pineda Giraldo.


REFERENCIAS

1. ANDERSON, BENEDICT. Imagined Communities. Nueva York y Londres: Verso, (1983) 1991.         [ Links ]

2. ARCILA VÉLEZ, GRACILIANO. "Grupos sanguíneos entre los indios páez". Revista del Instituto Etnológico Nacional, 1 (1) (1943).         [ Links ]

3. BENEDICT, RUTH. Patterns of culture. Boston y Nueva York: Houghton Mifflin Company, 1934.         [ Links ]

4. BORJA, JAIME H. "Hermann Trimborn: un lector de crónicas". En Señorío y barbarie en el Valle del Cauca. Hermann Trimborn. Popayán y Cali: Editorial Universidad del Cauca-Universidad del Valle. Biblioteca del Gran Cauca, 2005.         [ Links ]

5. BOTERO, CLARA ISABEL. "La apropiación del pasado y presente indígenas: conformación de colecciones arqueológicas y etnográficas del Museo Nacional (1823-1938) y Museo Arqueológico y Etnográfico (1939-1948)". Tesis de grado, Departamento de antropología, Universidad de los Andes, 1994.         [ Links ]

6. BUSHNELL, DAVID. The making of modern Colombia. A nation in spite of itself. Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1993.         [ Links ]

7. COHEN, LUCY. Colombianas en la vanguardia. Medellín: Universidad de Antioquia, 2001.         [ Links ]

8. CRAIB, RAYMOND. Cartographic Mexico. A history of state fixations and fugitive landscapes. Durham y Londres: Duke University Press, 2004.         [ Links ]

9. DUQUE GÓMEZ, LUIS. "El Instituto Etnológico Nacional y el Servicio de Arqueología en 1945". Boletín de Arqueología, I (1) (1945): 209-227.         [ Links ]

10. DUSSÁN DE REICHEL, ALICIA. "Paul Rivet y su época". Correo de los Andes. 26 (1954): 70-76.         [ Links ]

11. DUSSÁN DE REICHEL, ALICIA Y GERARDO REICHEL-DOLMATOFF. "Las urnas funerarias en la cuenca del río Magdalena". Revista del Instituto Etnológico Nacional, 1 (1) (1944): 209-295.         [ Links ]

12. --------------. "Grupos sanguíneos entre los indios pijao del Tolima". Revista del Instituto Etnológico Nacional, 1 (1) (1944a): 507-520.         [ Links ]

13. --------------. "Investigaciones arqueológicas en el departamento del Magdalena". Boletín de arqueología, III (1-6) (1951).         [ Links ]

14. ECHEVERRI, LIGIA. 2000. "Virginia Gutiérrez de Pineda, antropóloga colombiana". Noticias Antropológicas. Bogotá: Sociedad Colombiana de Antropología.         [ Links ]

15. ECHEVERRI, MARCELA. "El proceso de profesionalización de la antropología en Colombia. Un estudio de caso en torno a la difusión de las ciencias y su institucionalización". Historia Crítica, 15 (1997): 67-80.         [ Links ]

16. --------------. "La fundación del Instituto Etnológico Nacional y la construcción genérica del rol de antropólogo". Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 25 (1998): 216-247.         [ Links ]

17. --------------. "Nacionalismo y arqueología: la construcción del pasado indígena en Colombia (1939-1948)". En Arqueología al desnudo. Reflexiones sobre la práctica disciplinaria, editado por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini. Popayán: Editorial Universidad del Cauca. Serie Estudios Sociales, 2003.         [ Links ]

18. FERNÁNDEZ, ANA MARÍA. La mujer de la ilusión: pactos y contratos entre hombres y mujeres. Buenos Aires-Barcelona-México: Paidós, 1994.         [ Links ]

19. FRIEDE, JUAN. El indio en lucha por la tierra. Historia de los resguardos del macizo central colombiano. Bogotá: Editorial La Chispa, 1972 (1944).         [ Links ]

20. FRIEDEMANN, NINA S. DE. "Ética y política del antropólogo. Compromiso profesional". En Un siglo de investigación social. Antropología en Colombia, editado por Jaime Arocha y Nina S. de Friedemann. Bogotá: Etnos, 1984.         [ Links ]

21. GIRALDO, PAOLA. "Adiós a la inocencia. Crónica de una visita al estilo nacional de hacer antropología". Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, 1, 2005.         [ Links ]

22. GIRALDO, SANTIAGO. "Contranacionalismo y política en la arqueología de la Sierra Nevada de Santa Marta". En Arqueología al desnudo. Reflexiones sobre la práctica disciplinaria, editado por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini. Popayán: Editorial Universidad del Cauca. Serie Estudios Sociales, 2003.         [ Links ]

23. GUTIÉRREZ DE PINEDA, VIRGINIA. "Organización social en La Guajira". Revista del Instituto Etnológico Nacional, III (2) (1948).         [ Links ]

24. --------------. Familia y cultura en Colombia: tipologías, funciones y dinámicade la familia. Manifestaciones múltiples a través del mosaico cultural y sus estructuras sociales. Bogotá: Tercer Mundo y Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia, (1968) 1994.         [ Links ]

25. ----------. "Imagen y papel de hombres y mujeres en Colombia". En La mujer en América Latina. México: Sep/Setentas, 1975.         [ Links ]

26. HENAO, HERNÁN. "Virginia Gutiérrez de Pineda: una vida y una obra para la ciencia social". En Virginia Gutiérrez de Pineda. Familia y cultura en Colombia. 3a ed. Medellín: Universidad de Antioquia, 1994.         [ Links ]

27. HERRERA, MARTA. "Las mujeres en la historia de la educación". En Las mujeres en la historia de Colombia. Tomo III. Bogotá: Editorial Norma. 1995.         [ Links ]

28. HERRERA, MARTA Y CARLOS A. LOW. "Virginia Gutiérrez de Pineda: una vida de pasión, investigación y docencia". Boletín Cultural y Bibliográfico, XXIV (10) (1987).         [ Links ]

29. JARAMILLO URIBE, JAIME. "La educación en Colombia 1946-1957". En Nueva Historia de Colombia. Bogotá: Planeta, 1989.         [ Links ]

30. JIMÉNEZ DE MUÑOZ, EDITH. "Lecciones de prehistoria para primeros conocimientos. Los guane". Boletín de Arqueología, 1 (1) (1945): 249-255.         [ Links ]

31. --------------. "Lecciones de prehistoria para primeros conocimientos. Los quimbaya". Boletín de Arqueología, I (1) (1945a).         [ Links ]

32. --------------. "Lecciones de prehistoria para primeros conocimientos. Los anserma". Boletín de Arqueología, 11 (4) (1946): 333-342.         [ Links ]

33. JIMÉNEZ, EDITH Y BLANCA OCHOA. "Cerámica panche". Revista del Instituto Etnológico Nacional, I (1) (1944): 417-435.         [ Links ]

34. JIMENO, MYRIAM. "El estado, las políticas estatales y los indígenas". En Estado y minorías étnicas en Colombia, editado por Adolfo Triana y Myriam Jimeno. Bogotá: Cuadernos del Jaguar, Funcol. 1985.         [ Links ]

35. LACOSTE, IVES. La geografía: un arma para la guerra. Barcelona: Anagrama, 1977.         [ Links ]

36. MEAD, MARGARET. Sex and temperament in three primitive societies. Nueva York: New American Library, 1950.         [ Links ]

37. MELO, JORGE ORLANDO. "Etnia, región y nación: el fluctuante discurso de la identidad". En Memorias del Simposio identidad étnica, identidad regional, identidad nacional, editado por Myriam Jimeno Santoyo, Gloria Isabel Ocampo, Miguelángel Roldán. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología-Colciencias, 1989.         [ Links ]

38. MÚNERA, ALFONSO. Fronteras imaginadas. La construcción de las razas y de la geografía en el siglo XIX colombiano. Bogotá: Editorial Planeta, 2005.         [ Links ]

39. MUNÉVAR, DORA INÉS. Poder y género en el trabajo académico: considerandos para reconocer sus intersecciones. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004.         [ Links ]

40. OCHOA, BLANCA. "Organización de museos". Boletín de Arqueología, I (1) (1945).         [ Links ]

41. PINEDA CAMACHO, ROBERTO. "La reivindicación del indio en el pensamiento social colombiano (1850-1950)". En Un siglo de investigación social, editado por Jaime Arocha y Nina S. de Friedmann. Bogotá: Etnos, 1984.         [ Links ]

42. PINEDA GIRALDO, ROBERTO. "La antropología en Colombia". En Discurso y razón. Una historia de las ciencias sociales en Colombia, editado por Francisco Leal Buitrago y Germán Rey. Bogotá: Ediciones Uniandes-Fundación Social-Tercer Mundo Editores, 2000.         [ Links ]

43. --------------. "Aspectos de la magia en La Guajira". Revista del Instituto Etnológico Nacional, III (1) (1947).         [ Links ]

44. RAMOS, ALCIDA RITA. Indigenism. Ethnic politics in Brazil. Madison: University of Wisconsin Press, 1998.         [ Links ]

45. RECASENS, JOSÉ DE. "Notas de museología. Conservación de las cerámicas". Revista del Instituto Etnológico Nacional, 1(1) (1942): 27-37.         [ Links ]

46. ROLDÁN, MARY. A sangre y fuego. La Violencia en Antioquia, Colombia (1946-1953). Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia-Fundación para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología, 2003.         [ Links ]

47. SAFFORD, FRANK. "Race, integration, and progress: Elite attitudes and the indian in Colombia, 1750-1870". Hispanic American Historical Review, 71(1) (1991): 1-33.         [ Links ]

48. SCOTT, JOAN. Gender and the politics of history. Nueva York: Columbia University Press, 1988.         [ Links ]

49. WITZ, ANNE. Professions and patriarchy. Londres: Routledge, 1992.         [ Links ]