SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.43DE LA CARIDAD BARROCA A LA CARIDAD ILUSTRADA. MUJERES, GÉNERO Y POBREZA EN LA SOCIEDAD DE SANTA FE DE BOGOTÁ, SIGLOS XVII Y XVIII índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.43  Bogotá ene./dic. 2007

 

RESEÑAS

MEMÓRIAS SANUMÁ: ESPAÇO E TEMPO EM UMA SOCIEDADE YANOMAMI

ALCIDA RITA RAMOS

São Paulo: Universidade de Brasilia, 1990, 343 p.


¿CUÁNDO SE PUEDE DECIR QUE UN DIARIO DE CAMPO CUMPLIÓ SU VIDA ÚTIL? Una respuesta posible a este interrogante la ofrece la antropóloga brasilera Alcida Rita Ramos en este libro, donde plantea que aún después de dieciséis años de mantener un diario inactivo y archivado, este no ha agotado sus posibilidades. La autora hizo trabajo de campo con los sanumá, un grupo yanomami del norte de Brasil, durante veintitrés meses consecutivos entre 1968 y 1970. A partir de la información recopilada en sus diarios de campo escribió su tesis de doctorado, presentada a la Universidad de Wisconsin en 1972. En los albores de la década de 1990 decidió reescribir su experiencia y publicar un texto en el que se puede evidenciar la relectura de aquellos documentos escritos en años pasados.

El libro inicia con las críticas hacia la etnografía modernista que ella misma produjo casi dos décadas antes. A partir de dichas estimaciones la autora decidió abordar desde otra perspectiva los datos consignados en sus viejos cuadernos y virar su anterior orientación de análisis y escritura. Este giro le permitió redactar su experiencia utilizando la primera persona del singular; resaltar la importancia de haber hecho el trabajo de campo junto a Ken Tylor, en contraste con la visión predominante en la etnografía clásica que supone la carpa con el investigador solitario en medio de las viviendas indígenas, la comunicación con otros investigadores sólo posible mediante las cartas u otras vías indirectas. La reescritura en este panorama contemporáneo le posibilitó también manifestar las limitaciones de su etnografía, así como las ambigüedades de los datos recopilados; incluso, reconoció las particularidades de su trabajo por ser ella una antropóloga blanca entre los yanomami.

Ramos conoció el devenir de los sanumá en los años 1980 sólo a partir de las conversaciones con Donald Borgman, misionero de la Misión Evangélica de la Amazonia (Meva), debido a las medidas del gobierno brasilero que le impidieron volver al campo durante ese periodo. Es tan notable este recorrido por diferentes tiempos que en el libro existe un presente etnográfico que se combina de manera insospechada con un pasado remoto que constató y con diversos pasados, más recientes, que le relataron.

El texto está organizado en tres partes. En la primera, que abarca más de la mitad del libro y contiene los capítulos 1 al 5, la autora analiza la organización social y política de los sanumá mediante las concepciones y manejos de sus tiempos y espacios. En la segunda parte, mucho más corta y que abarca tres capítulos, estudia la importancia de la nominación y la tecnonimia para este grupo. En la tercera, titulada "Alteridades", incluye tres artículos publicados después de escribir su tesis doctoral, en los que ensaya enfoques distintos de aproximación analítica a esta comunidad indígena.

En la primera sección del libro persiste el estilo innovador de escritura. Por ejemplo, el uso de la primera persona se extiende a lo largo del texto; trasciende su uso al de las etnografías clásicas que la utilizaban regularmente afincada en la introducción y en una breve exposición de las condiciones de trabajo de campo. Además, la autora no sólo presenta sus conclusiones, detalla también el camino a través del cual llegó a estas. Una clara muestra de ello es cuando describe la ruta que la llevó desde lo que ella denomina la visión fragmentaria de los datos que ofrecía el análisis sincrónico en torno a la configuración de linajes, hasta la necesaria reunión de tiempo y espacio para explicar la estructura sociopolítica sanumá y sus conjuntos residenciales. Describe el grupo como una entidad homogénea, pero además las acompaña de ejemplos que hablan de casos particulares, de voces de personas singulares e identificadas, de diferencias y heterogeneidades dentro del mismo grupo, como en los casos de Zeca, Lúcio, Kalioko y Jorge, integrantes de la comunidad. El análisis sociolingüístico de términos utilizados para designar tiempos, espacios, animales y personas es, en sí mismo, una vía de interpretación; así, las palabras escritas en lengua nativa no sólo se utilizan para fortalecer la autoridad etnográfica, sirven además como medios de explicación de realidades sociales.

A propósito de la importancia del lenguaje, la autora se aproxima en la segunda parte del texto hacia un aspecto que le generó dudas, incertidumbres y ambigüedades durante el trabajo de campo, pero que en esta oportunidad se arriesgó a explorar: la tecnonimia. El secreto con el que son tratados los nombres personales y los rituales de nominación le mostró cómo este aspecto puede dar cuenta de la organización social, aspecto que dos décadas antes pudo haber sido considerado trivial.

En la tercera parte, "Alteridades", Ramos propone otras tres miradas para estudiar a los sanumá. La primera, que recuerda los análisis de redes de significados planteados por Geertz -influencia teórica que se reconoce a lo largo del texto- describe cómo un rumor afectó las relaciones interétnicas y desembocó en muerte. Este evento se presenta ante el lector como el guión de una obra de teatro, y desde allí analiza sus símbolos y significados; en otras palabras, más que describir un acontecimiento lo sugiere como una posible "puesta en escena", un artificio con personajes y escenario que busca revivir la experiencia.

En un segundo ensayo la autora asume una posición de denuncia sobre los alcances de la dicotomía indio/blanco dominante e impuesta sobre las sociedades yanomami. Con una visión crítica de las categorías utilizadas para designar y construir a los "otros" y al "nosotros" muestra cómo esta reflexión conceptual tiene implicaciones políticas.

El tercer ensayo es un análisis de los escritos de tres etnógrafos que hicieron trabajo de campo en la región de los yanomami durante las décadas de 1960, 70 y 80. El estudio retrospectivo de Chagnon, Lizot y Albert confirma cómo de la perspectiva del etnógrafo depende en gran medida la caracterización del grupo estudiado, pero quizá más importante aún, muestra cómo estas perspectivas han tenido repercusiones directas en los yanomami, víctimas constantes de la exotización y la vulneración de derechos. En este punto la autora enuncia el compromiso político y el activismo que acompaña al trabajo académico de las antropólogas y antropólogos brasileros que son testigos de estas secuelas, una diferencia clara con la antropología propuesta desde el ámbito anglosajón.

La autora retoma en su epílogo la desventaja y las ventajas de la reescritura de una información recogida varios años antes. A pesar de la ausencia de contacto directo y actualizado con los grupos indígenas, la retrospección le permitió integrar sensaciones de campo con dimensiones renovadas construidas a partir de análisis posteriores, superar el soliloquio de un trabajo de campo no publicado, evidenciar sus propias transformaciones como investigadora, reafirmar la necesidad de un activismo indigenista y pensar en sus proyectos futuros.

Como se planteó al inicio de esta reseña, la revisión de lo elaborado dieciséis años antes promovió en la autora una escritura diferente; sin embargo, se pueden encontrar aún fuertes lazos con las etnografías tradicionales. Por ejemplo, el uso del presente etnográfico o la presencia de fotografías poco explicadas o retomadas en el texto y ubicadas al inicio de cada una de las tres grandes partes que lo conforman, dando sustento (¿o autoridad?) a lo escrito. Es evidente también la separación entre el análisis estructuralista, su visión de los sanumá espacializados, temporalizados y nombrados; y los márgenes, que la autora ha denominado "alteridades" pero que se asemejan más a "subalteridades", ya que plantean aún una jerarquización entre la etnografía, el libro -las dos primeras partes del texto- y los otros escritos o los artículos adicionales -la tercera parte-. Sin embargo, su riqueza se encuentra precisamente allí, en la manifestación de un tránsito, como un ejemplo de intersticio entre dos posiciones que parecen opuestas y excluyentes, las denominadas modernistas y posmodernas. Transición que considero importante estudiar en tanto muestra un proceso de diálogo, conflicto, asimilación y superposición, propio del final de los años 1980 e inicios de 1990, entre las nuevas propuestas o experimentos de escritura etnográfica y la denominada escritura etnográfica tradicional o modernista, y que incluso informa sobre postulados metropolitanos en Latinoamérica.

Quisiera terminar esta reseña con una frase con la que Ramos inicia el suyo: "Dieciséis años después de haber terminado mi tesis de doctorado, decidí embarcarme en la aventura intelectual de reescribirla" (p. 9) ¿Por qué es importante que dieciséis años después de su publicación nos embarquemos en la aventura de leerla? Considero que además del valioso interés para la historia de la antropología latinoamericana y de la ya innegable necesidad de tender puentes de comunicación entre las antropologías del sur, esta etnografía aporta elementos de análisis y de presentación de datos aún novedosos y poco retomados por la antropología colombiana. Incluso presenta lo que a mi modo de ver es una propuesta metodológica. Retomar las notas y el diario después de pasado un tiempo, posterior al afán, alejado de las pasiones propias del trabajo de campo y con la reflexividad característica de la remembranza a la luz de debates actuales, ofrece nuevas luces y posibilidades de desarrollo para la antropología. La relectura de los viejos cuadernos facilita una mirada hacia el pasado más contextualizada y matizada. Si muchos de nuestros antropólogos y antropólogas retomaran sus diarios de campo de una o dos décadas atrás, no dudo en afirmar que más allá de la nostalgia vendrían nuevas propuestas y que los diarios así revividos se mantendrían fecundos.


Elizabeth Bernal
Candidata a magíster en antropología
Universidad Nacional de Colombia