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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.46 no.2 Bogotá jul./dic. 2010

 

LIDERAZGOS Y ORGANIZACIONES SOCIOPOLÍTICAS INDÍGENAS EN PAMPA Y PATAGONIA NORTE DURANTE EL SIGLO XVIII.
UNA RECONSTRUCCIÓN A PARTIR DE LOS VÍNCULOS INTERÉTNICOS EN LA FRONTERA DE BUENOS AIRES

LEADERSHIP AND INDIGENOUS SOCIO-POLITICAL ORGANIZATIONS IN PAMPAS AND NORTHERN PATAGONIA DURING THE XVIIITH
CENTURY. A RECONSTRUCTION FROM INTER-ETHNIC RELATIONSHIPS IN THE BUENOS AIRES FRONTIER

 

FLORENCIA CARLÓN
LICENCIADA Y PROFESORA EN HISTORIA, UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA.
BECARIA DOCTORAL DEL CONICET. DOCTORANDA EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS.
MIEMBRO DEL CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES, UNIVERSIDAD NACIONAL
DE QUILMES, BUENOS AIRES
florcarlon@hotmail.com

Recibido: 16 de febrero de 2010 Aceptado: 9 de agosto de 2010


Resumen

Este trabajo indaga sobre los vínculos interétnicos forjados en la frontera sur de Buenos Aires, focalizando en el accionar de los caciques y postulando al siglo XVIII como un momento de emergencia de liderazgos y jefaturas entre los indígenas independientes de Pampa y Patagonia norte. La investigación realizada en el Archivo General de la Nación, Argentina, División Colonia, nos permitió analizar documentos inéditos pertenecientes a la "Comandancia de Fronteras", que funcionó durante el siglo XVIII, tras la creación de los fuertes borbónicos que protegieron la población de Buenos Aires de los indígenas independientes. Examinamos la correspondencia entre autoridades militares de frontera y el Gobernador (y desde 1776 Virrey del Río de la Plata), así como los diarios de expedicionarios y misioneros del período y reconstruimos algunos de los diferentes tipos de liderazgos en la región.

Palabras clave: liderazgos, jefaturas, Pampa, Patagonia norte, frontera de Buenos Aires, siglo XVIII.


Abstract

In this paper we analyze the interethnic relations forged in the southern border of Buenos Aires, focusing on the actions of the indigenous "chiefs". We propose the XVIIIth century as a time of "leadership" and "chiefdoms" emergency among independent indigenous people of Pampas and Northern Patagonia. We researched in the Archivo General de la Nación Argentina, "Division Colonia", in "Comandancia de fronteras" source. It functioned in the XVIIIth century, since the creation of defensive emplacements to protect Buenos Aires of the independent natives. We analyze the correspondence between border military authorities and the Governor (and since 1776 the Viceroy), and the diaries of explorers and missionaries of the period and we reconstruct some of the different kinds of leadership in the region.

Key words: leadership, chiefdoms, Pampa, Patagonia, Buenos Aires frontier, XVIIIth century.

INTRODUCCIÓN

Dos siglos y medio después de que España iniciara la colonización de América, todavía afirmaba su dominio sobre pueblos que aún no había logrado conquistar. En particular, a mediados del siglo XVIII buena parte del norte de Nueva España y las regiones del Gran Chaco, Araucanía y las Pampas estaban controladas por indios independientes cuyas sociedades habían experimentado transformaciones similares producto del contacto con los españoles (Weber, D., 2007). Dichos ámbitos, conocidos como "fronteras", fueron objeto de preocupación de los administradores borbónicos que buscaron incorporar a los indígenas no sometidos a través del comercio, la diplomacia (regalos, agasajos y tratados) y la colonización de dichos espacios (creación de pueblos, misiones y presidios defensivos junto a ejércitos profesionalizados).

En este trabajo1 indagamos sobre los vínculos interétnicos gestados en la frontera de Buenos Aires con los indígenas independientes de Pampa y Patagonia norte, durante el período borbónico inicial. Esto es, durante el siglo XVIII, previo a la presencia del Virrey Vértiz (1780), quien fue considerado el mayor exponente borbónico en la frontera, por la política defensiva aplicada. Esta región, como tantas otras fronteras coloniales, presentó particularidades en las formas de implementación de las directivas imperiales, así como por el tipo de sociedades indígenas con las que los hispano criollos interactuaron. En ese sentido, desde principios del siglo XVIII se introdujeron recursos estratégicos típicos de la política de fronteras como los fuertes2, el ejército regular y las misiones3, así como con los principales caciques4. Estos tratados fueron acompañados de una política de alianzas interétnicas, donde las autoridades coloniales en su afán por encontrar interlocutores válidos con el mundo indígena distinguieron a algunos caciques como "principales", otorgándoles "bastones de mando" y agasajándolos con ganado y objetos manufacturados o de origen europeo (añil, yerba, tabaco, aguardiente, indumentaria) que, para entonces, habían sido incorporados a las sociedades indígenas como bienes de uso o de prestigio y creando cierta jerarquización social.

El río Salado (ver mapa 1) fue el accidente geográfico que se erigió como la frontera natural con los grupos nativos independientes. El vasto espacio bajo dominio indígena, que incluía a las pampas, norte patagónico y precordillera andina, es estudiado en su conjunto como "área panaraucana" o "pampeano-patagónica" debido a la interconexión que desde tiempos prehispánicos existía entre los pueblos que lo habitaban.5 Mencionados en las crónicas de la época como "pampas", "serranos", "tehuelches" (o patagones) y "aucas" (en alusión a los araucanos),6 estos grupos se inscribían, por su organización, dentro de los denominados cazadores-recolectores (Politis, G., 2000). Sin embargo, para el siglo XVIII, producto del contacto interétnico, varias transformaciones habían afectado sus formas de organización. Por un lado, la incorporación del ganado europeo llevó a algunos investigadores a hablar de sociedades de "pastores nómadas" (Mandrini, R., 1987), al constituirse como criadores y comerciantes del mismo pero manteniendo una gran movilidad.7 Estos grupos se integraron a los mercados coloniales de Chile y Buenos Aires a partir de una "especialización regional" como productores de tejidos, sal, cueros y el mismo ganado que intercambiaban por yerba, tabaco, aguardiente e indumentaria. La incorporación del caballo, además, amplió la movilidad, la dieta y modificó las técnicas de caza y guerra (Palermo, M. A., 1991). Los malones, especie de raid que efectuaban los indígenas a caballo para hacerse de ganado y cautivos en la frontera, fueron una constante a lo largo del período (León Solís, L., 1991). Sin embargo, los mismos grupos que encontramos "maloqueando", en otros momentos establecieron tratos comerciales o acordaron paces con las autoridades coloniales. Respecto a su organización sociopolítica, esta es aún objeto de discusión entre la comunidad académica. Creemos, sin embargo, que a mediados del siglo XVIII las sociedades indígenas de Pampa y norte de Patagonia ya no eran igualitarias. Ciertos líderes y linajes controlaban, por entonces, determinados espacios y recursos, mantenían vínculos amistosos u hostiles con los principales centros de poder y en las fronteras coloniales. Algunos de estos líderes se erigieron como "interlocutores" o "mediadores" entre hispano criollos e indígenas, sacando provecho de ello para las jefaturas que lideraban.

METODOLOGÍA: LAS SOCIEDADES INDÍGENAS A TRAVÉS DE LOS ARCHIVOS HISTÓRICOS

En 1980, el antropólogo norteamericano B. Cohn sostuvo que la historia y la antropología tenían más en común de lo que las respectivas comunidades académicas creían, al mencionar que ambas disciplinas se ocupan de la "alteridad" -una en el espacio, la otra en el tiempo-, operan entre la textualización y la contextualización y buscan comprender y explicar el significado de las acciones sociales, produciendo conocimientos provenientes de un acto de "traducción".8

La propuesta del dossier de la revista remite a las relaciones entre la historia y la antropología, así como a la posibilidad de realizar "etnografías a partir de los archivos". Si bien la "etnografía"9 refiere al estudio directo de lo contemporáneo mediante observaciones prolongadas y los "archivos" representan un conocimiento indirecto de las sociedades del pasado, creemos posible realizar "etnografía en los archivos". Esto porque la "etnografía" no solo se presenta como un "método", sino que, desde la redefinición del objeto de estudio antropológico en las décadas del 60 y 70, se constituyó como un tipo de "enfoque" particular: el "enfoque etnográfico". Este remite a "una concepción práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros, entendidos como 'actores', 'agentes' o 'sujetos sociales'" (Guber, R., 2001, p. 12). En el caso de las sociedades nativas que nos ocupan -las de Pampa y Patagonia norte en el siglo XVIII-, estas no pueden constituirse como informantes directos al no existir en la actualidad. Es por ello que los archivos del período se nos presentan como la principal fuente de información sobre su organización sociopolítica y el rol de sus líderes. Si bien, los indígenas no dejaron testimonios escritos, creemos que los documentos que contienen referencias sobre ellos (aunque escritos por los hispano criollos), pueden ser decodificados así como el antropólogo interpreta y reconstruye una realidad a partir de sus informantes.10 Un reconocido etnohistoriador afirmaba hace unos años que "ya no es necesario abogar por la colaboración entre historia y antropología en la aprehensión de las dinámicas sociales de los pueblos indígenas". La producción americanista de las últimas décadas ha puesto de manifiesto cómo

el antropólogo empezó a tomar en consideración la historicidad de las configuraciones sociales mientras que el historiador comenzó a prestarle más atención al carácter relativo de las categorías y a la constitución de las identidades colectivas (Boccara, G., 2001).

Retomando la propuesta de este artículo, creemos necesario mencionar algunos de los interrogantes que orientaron nuestra indagación. Nos preguntamos: ¿quiénes eran los principales líderes étnicos de Pampa y norte de Patagonia en el siglo XVIII y qué estrategias desplegaron para relacionarse con el mundo hispano colonial?; ¿fueron esas estrategias determinantes para mantener sus liderazgos?; ¿qué características presentaba su organización sociopolítica por entonces?; ¿es posible hablar de jefaturas plenamente constituidas o se trata aún de sociedades tribales con escasa diferenciación social? Las preguntas que nos guiaron se relacionan con un interrogante más general sobre los cambios producidos al interior de las sociedades indígenas como consecuencia del contacto interétnico. La indagación documental fue realizada en el Archivo General de la Nación, Argentina, División Colonia, mediante la fuente Comandancia de Fronteras (Sala IX, Leg. 1-5-3). La misma funcionó desde comienzos del siglo XVIII, con el despliegue del sistema defensivo en la frontera de Buenos Aires. Nos abocamos específicamente a la zona sur11 donde se estableció el fuerte "El Zanjón" (reubicado luego de 1780 en Chascomús). Analizamos la correspondencia entre las autoridades militares y el Gobernador (desde 1776, Virrey del Río de La Plata), complementando la información de archivo con diarios de expedicionarios y misioneros del período, así como con bibliografía existente sobre el tema.

LAS ORGANIZACIONES SOCIOPOLÍTICAS INDÍGENAS EN PAMPA Y PATAGONIA: BREVE ESTADO DE LA CUESTIÓN

La historia de las sociedades indígenas pampeano-patagónicas ha sido incorporada de forma reciente al campo de investigación científica, por lo que la producción historiográfica en torno a dichas sociedades es relativamente nueva. R. Mandrini, M. A. Palermo y M. Bechis fueron pioneros en incorporar problemáticas indígenas al campo de la historia, aportando a la construcción de un relato crítico de concepciones heredadas del positivismo decimonónico que imperaron en el mundo académico y el imaginario colectivo, tales como la idea del nativo como "incivilizado" o del espacio pampeano-patagónico como "desierto" (Lastra, D., 1977). Las interpretaciones sobre el carácter sociopolítico de estas organizaciones son muy disímiles y las discusiones aún recientes. Tomando en cuenta, no el orden cronológico de aparición de los trabajos, sino el tipo de interpretación respecto al nivel de complejidad de las organizaciones indígenas pampeanas, podemos mencionar a K. Jones (1985), quien, aunque acepta el desarrollo de procesos políticos de concentración de poder, identifica a estas sociedades como una mera extensión de las "bandas". Por su parte, E. Sánchez y Juliá (1976), basándose en M. Sahlins (1972), caracteriza a estas como "sociedades tribales"12, donde las grandes confederaciones indígenas no serían más que la "integración de gran cantidad de partículas con grado de poder de decisión en forma horizontal" (Sanchez y Juliá, E., 1976, p. 13). También, M. Bechis (1989) propuso que las sociedades indígenas pampeanopatagónicas del siglo XIX, poseían una organización política de carácter "igualitario" o "segmental", sistema formado por "repetición de unidades casi iguales, autosuficientes en el aspecto político cuya división origina dos o más unidades independientes con pérdida de la estructura primigenia" (Bechis, M., 1989, p. 20). Adoptando los principios de "fusión" y "fisión" de E. Service (1984), la autora consideró las estructuras políticas pampeanas dotadas de una gran flexibilidad que impedían la concentración de la autoridad en una sola persona. Las confederaciones indígenas no serían más que "alianzas guerreras que desaparecen cuando se vuelve a la paz" (Bechis, M., 1989, p. 13). Por su parte, R. Mandrini (1987), continuando algunos lineamientos teóricos de R. González (1979), visualizó en la región pampeana elementos característicos de los "señoríos" o chiefdoms.13 Este proceso se apoyaba en el desarrollo de un complejo ganadero mercantil y guerrero que

habría fortalecido a aquellos grupos que controlaban los recursos claves para el tráfico de ganados -caminos, pastos, aguadas- y a los jefes que planificaban y dirigían los malones y organizaban el posterior traslado y comercialización de las haciendas, [favoreciendo la formación de] unidades políticas más extensas (Mandrini, R., 1987, p. 97).

En lo que hace al siglo XVIII, la discusión respecto el carácter de las organizaciones sociopolíticas indígenas en la región es más reciente aún, dada la escasez de estudios para el período. L. Nacuzzi (1993-1994,1998), planteó el carácter "dual" -con un jefe civil y otro de guerra- de dichas configuraciones a las que definió como "cacicazgos". Estos son entendidos, en consonancia con M. Fried (1968), como

un número de unidades de parentesco mutuamente interconectadas por lazos de afinidad, lenguaje común, un nombre para el grupo, la posesión y defensa de un territorio y una estructura de gobierno coronada por una autoridad suprema que encarnaba la autoridad popular (Nacuzzi, L., 2008, p.78).

Para la autora, en el transcurso del siglo XVIII, estos cacicazgos habrían tendido hacia la unipersonalización por el contacto con la sociedad hispanocriolla. Por su parte, M. A. Palermo (1991) identificó a las organizaciones políticas de la región como "jefaturas típicamente laxas" y donde los caciques carecían de verdadero poder, al necesitar ratificar su autoridad constantemente mediante sus dotes personales. A. Morrone (2004), esbozó el término de "jefaturas inducidas" como una forma de comprender la emergencia de organizaciones políticas y jefes étnicos por los "efectos sesgantes" del contacto con los hispano criollos y donde la fuente de la autoridad cacical sería "la posición específica que el Estado otorga a esos caciques" (Morrone, A., 2004, p. 754). A partir de nuevos datos sobre la práctica del suttee en la región, R. Mandrini (2000), propuso el uso de la categoría "jefatura"14 -y ya no el de "señorío"- como "la que más se ajusta a la información histórica disponible" e identificó el desarrollo de las mismas en la región a mediados del siglo XVIII, aunque menciona que "probablemente no podamos hablar de jefaturas plenamente constituidas" (2000, p. 250-255). Por su parte, L. Nacuzzi (2008), reafirmó al "cacicazgo", entendido como aquella organización donde conviven elementos de las "tribus" y las "bandas", como el mejor concepto para definir a las organizaciones indígenas del siglo XVIII. La autora coincide con R. Mandrini en que para este período los grupos pampeanopatagónicos no pueden ser considerados "sociedades igualitarias", aunque no cree posible hablar de "señoríos" o "jefaturas", tal como las interpreta Mandrini (2000).15

Respecto al rol de los líderes étnicos, M. Bechis (1989) plantea, para el siglo XIX, que la función básica de los jefes era la de "ser procesadores de información intra e interétnica" y "negociadores entre su parcialidad y los criollos, entre su parcialidad y otras parcialidades y entre los parciales que le siguen y fundamentan su liderazgo". El líder tenía más responsabilidad "ejecutiva y organizativa que deliberativa o decisional" y los consideró como portadores de 'autoridad' más que de 'poder', al "no tener posibilidad de obtener por la fuerza el consentimiento de los de su parcialidad" (Bechis, M., 1989, p. 21). Para R. Mandrini (1986), además de "redistribuidor" (Sahlins, M., 1972), el jefe era un "intensificador de la producción" (Harris, M., 1981). Vinculando un todo complejo de "intensificación-redistribución-guerra-comercio", las jefaturas serían "economías capaces de producir u obtener excedentes económicos, cuyo control y manejo constituye uno de los puntales del poder de los jefes", y "la redistribución la forma que asume la circulación de esos excedentes" (Mandrini, R., 1986, p.18).

En lo que hace al siglo XVIII, L. Nacuzzi (2008), más cercana a los posicionamientos de M. Bechis (1989) menciona que el líder asumía la voluntad colectiva y que había control del grupo sobre el jefe. Así, la función de los caciques era la de operar como "negociadores, intermediarios, facilitadores de bienes e influencias" (Nacuzzi, L., 2008, p. 92). La autora distingue también un proceso de transformación de los cacicazgos por el contacto interétnico, que determinó que los mismos indígenas buscaran otras cualidades en sus líderes. Así, si antes los jefes eran hombres mayores cuya función era dirimir conflictos internos y señalar derroteros de caza, luego del contacto con los españoles se transformaron en sujetos que debían dominar varias lenguas, habían viajado a los principales centros de poder y tenían lazos de parentesco con otros jefes regionales (Nacuzzi, L., 1993,1994). Finalmente, autores como E. Néspolo, et al. (2007), agregan una visión interesante al proponer que "el rol del cacique como informante, protector y negociador no lo inhibió de enfrentarse con la sociedad hispano criolla" (Néspolo, E., et al., 2007, p. 20). Aunque tomado como interlocutor "válido" desde los poderes estatales, sería en esencia un "enemigo político" al que la convivencia le demandó negociaciones y aliados. En síntesis, a pesar de los desacuerdos, la proliferación de estudios en los últimos años permite ahondar en un período todavía poco conocido como el siglo XVIII, así como esbozar ciertas características sobre la organización sociopolítica de las sociedades indígenas pampeanopatagónicas y el rol de sus líderes. Las trayectorias analizadas a continuación son tan solo algunas de las tantas formas de vinculación desplegadas por los líderes étnicos de la región. Esto no significa que fueran las únicas ni que se mantuvieran en el tiempo. Si algo caracterizó los vínculos interétnicos en la frontera bonaerense fue su inestabilidad y así como identificamos a ciertos caciques como "amigos" de los españoles a comienzos del período analizado, también los encontramos enfrentados.

LÍDERES INDÍGENAS Y ESTRATEGIAS DE VINCULACIÓN INTERÉTNICA: "CACIQUES AMIGOS, CACIQUES ENEMIGOS, CACIQUES EMBAJADORES" EN LA FRONTERA DE BUENOS AIRES

En el siglo XVIII, en la frontera de Buenos Aires se vivió una intensificación en los vínculos interétnicos causada tanto por la política borbónica como por los intereses de los grupos indígenas independientes, muchos de los cuales optaron por mantener una relativa paz16 que les permitiera acceder a las fronteras donde realizaban los intercambios comerciales. El incremento de los contactos se hizo visible en la presencia continua de caciques y "delegaciones indígenas" (Ortelli, S., 2003), representantes de los mismos en los fuertes y guardias de frontera, así como por la proliferación de tratados y alianzas interétnicas (Ver cuadro N° 1).

La figura de los "caciques" se encontró entre las primeras estudiadas por su carácter de "intermediarios" entre las comunidades indígenas y el Estado colonial. Los clásicos trabajos del mundo andino (Wachtel, N., 1973; Stern, S., 1986) destacaban cómo del éxito de los jefes étnicos -kuracas- para mediar con el mundo exterior dependía, en buena medida, la supervivencia de la comunidad indígena andina. En Pampa y Patagonia norte, aunque tratándose de un espacio fronterizo y de grupos no subyugados, las relaciones hispano indígenas también estuvieron centradas casi exclusivamente en la figura de los caciques, ya que "ellos representaban a sus grupos, hablaban en nombre de los mismos, asumiendo la voluntad colectiva en relación con otras sociedades" (Nacuzzi, L., 2008). La trayectoria de algunos de los principales caciques pampeanopatagónicos durante el período, sus vínculos con la frontera de Buenos Aires y con otros grupos y líderes étnicos, permiten divisar ciertos rasgos de la organización sociopolítica que por entonces poseían estas sociedades, así como algunas de las transformaciones que estaban efectuándose en ellas.

Caciques "amigos": Givar y Gualquen y la disputa por la jefatura de los "Bravo" (1752-1760)

Tabla
Fuente: Elaboración propia con base en: AGN, Sala IX, 1-5-3. Comandancia de Frontera El Zanjón, años 1752-1780 y Diario del Cap. Hernández de 1770. En Colección de obras y documentos Pedro De Angelis, tomo IV, Buenos Aires, Plus Ultra, 1969, pp. 145-163.

Los "indios amigos" fueron muy conocidos en la Araucanía chilena, donde algunos de los grupos no sometidos, desde mediados del siglo XVII, en lugar de oponerse a los españoles, como la mayoría de las parcialidades indígenas, optaron por colaborar con ellos, ya sea por la imposibilidad de resistir o por los privilegios que implicaba ser "amigos" (Ruíz-Esquide Figueroa, A., 1993). En las Pampas, dicha institución se desarrolló de manera similar en las primeras décadas del siglo XIX con la instauración del "negocio pacífico" (Ratto, S., 1994) que el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, desplegó con diversos grupos y jefes indígenas. En el período que nos ocupa, si bien los "indios amigos" no eran reconocidos institucionalmente como lo serían durante el siglo XIX, es posible identificar, bajo las denominaciones "indios amigos" o "caciques amigos" una de las formas elegidas por estos para relacionarse con los hispano criollos.17

Los caciques "Bravo", identificados como "tehuelches" (Falkner, T., 1774), construyeron su liderazgo con territorialidad en el norte patagónico y durante el siglo XVIII se extendieron, mediante alianzas intraétnicas, hasta la región pampeana (Arias, F., 2005), por lo que también fueron asociados a los "pampas, serranos". Si bien se los distingue en las fuentes desde fines del siglo XVII, los "Bravo" entablaron un contacto más intenso con la frontera de Buenos Aires a mediados del siglo XVIII, cuando el cacique Cacapol (Bravo I) mencionaba que sus territorios llegaban hasta las sierras bonaerenses y firmaba junto a su hijo, Cangapol (Bravo II), y otros caciques confederados las "Paces del Casuatí" (1741- 1742), acordadas con las autoridades de Buenos Aires. Las mismas dieron origen a las misiones jesuitas asentadas en la región y ubicaron a Cangapol como "cacique principal", al nombrarlo "maestre de campo de todas las sierras" (Marfany, R., 1940, p.78). El liderazgo de los Bravo ha sido muy estudiado y fue tomado tanto como un ejemplo de "jefatura", por la presencia de riqueza, estatus y poder entre los líderes (Mandrini, R., 1987, 2000), como de "cacicazgo dual" -aunque no por filiación- entre los caciques Cangapol y Calelián (Aranguren, C. y Marino, V., 2005). Producto de la estrategia del cacique Cangapol de presionar sobre las jefaturas que se vincularon con los jesuitas y organizar malones en alianza con los "aucas", se desintegraban las misiones y reforzaba la defensa de la frontera sur con la creación de fuertes y cuerpos militares regulares. Los informes emitidos desde el fuerte El Zanjón, creado hacia 1752 para hacer frente a los continuos malones sobre la frontera, indican la consolidación de otro tipo de vínculos con los "Bravo", tras producirse la muerte de Cangapol en 1757.18 A partir de entonces, en un lapso de ocho años (1752-1760) se hicieron presentes en el fuerte dos caciques de este linaje: Guibar (hijo de Cangapol) y Gualquen (hermano del mismo). A pesar del constante enfrentamiento que Cangapol mantuvo con las autoridades coloniales, estos optaron por la diplomacia y una política de alianzas.19 Nos interesa resaltar aquí la disputa generada entre ambos caciques por el liderazgo y la forma de resolución planteada. El pedido que realizaba el cacique Gualquen, hermano de Cangapol, en la frontera de Buenos Aires da cuenta del funcionamiento de los cacicazgos pampeanos a mediados del siglo XVIII, así como de la injerencia que las relaciones interétnicas tenían en la emergencia de los liderazgos. Hacia 1757 el cacique Gualquen informaba a las autoridades del fuerte El Zanjón:

[...] que Don Nicolás (Cangapol) murió, que biene a dar parte a V.M. para que disponga lo que fuese más conveniente el darle el Bastón de mando de dicho su hermano, Don Nicolás, porque su hijo del difunto no lo quiere dar porque lo tiene él[...].20

Si recordamos que Cangapol se había erigido como "cacique principal" de las pampas cuando las autoridades coloniales le otorgaron el "bastón de mando", tras firmar las paces del Casuatí, comprendemos el valor otorgado por el cacique Gualquen al "bastón" como símbolo de autoridad. Según D. Weber (2007), los líderes recibían de la corona "señales de distinción" que incorporaban simbólicamente a sus sociedades e incluían bastones de mando, medallas, ropa, ganado y manufacturas de metal (Weber, D., 2007, p. 277). Por otra parte, la disputa por el liderazgo de Cangapol entre miembros de un mismo linaje nos da indicios sobre las formas de adquisición de las jefaturas en el período. Si para el siglo XIX los liderazgos se irían consolidando como hereditarios, en el siglo XVIII parece más apropiado hablar de "familias que conservaban las jefaturas, se emparentaban entre ellas y reproducían sin llegar a afirmar que la jefatura era necesariamente hereditaria de padres a hijos" (Nacuzzi, L., 1998, p.184).

En definitiva, que Gualquen intentara obtener el aval de las autoridades coloniales para portar "el bastón" en lugar de Guibar, hace alusión a la injerencia que los vínculos interétnicos comenzaban a tener en la emergencia y consolidación de los líderes étnicos. El escenario planteado aquí podría asociarse con las "jefaturas inducidas" que identifica A. Morrone (2004). Si bien no sabemos cómo se resolvió el conflicto entre dichos caciques, hacia 1760 se los observa acampando en las inmediaciones de la frontera, pidiendo protección "de los teguelchuz y de los aucas y que ellos son muy pocos para poderse defender" y ofreciendo a cambio "estar prontos a cualquier salida que pretenda el español".21 De esta forma, percibimos la debilidad que presentaban por entonces los Bravo, un linaje que había mantenido su liderazgo en la región durante buena parte del siglo XVIII.

La confrontación como estrategia: los caciques "enemigos", Flamenco y Guayquitipay (1766-1770)

Las estrategias de los caciques con el mundo hispano criollo no siempre fueron las mismas. Así como muchos de ellos mantuvieron buenos tratos, establecieron alianzas y firmaron paces por escrito, otros optaron por la confrontación. En el período de análisis identificamos la trayectoria de dos caciques pampeanos: Flamenco y Guayquitipay, que fueron considerados "enemigos" por los hispano criollos y que generaron una serie de conflictos que culminaron en el apresamiento de uno y asesinato del otro.

La trayectoria del cacique Flamenco, identificado como "de nación serrano"22, ha sido trabajada por G. Taruselli (2005), quien destaca a este cacique por el manejo de información, lo que le permitió mantenerse como "amigo" ante el blanco y a la vez establecer alianzas con grupos tehuelches y aucas "enemigos" para efectuar un malón sobre la frontera. Los informes emitidos por diversos Sargentos Mayores y Capitanes de la frontera, luego de ser apresado, tenían la finalidad de dilucidar qué condena aplicar sobre este cacique, tras conocer sus intenciones de realizar un malón. Pero lo más interesante es lo que dejan entrever estos informes respecto de su estrategia. Varios hacían referencia al peligro que significaba su liberación por la cantidad de información que manejaba respecto el mundo hispano criollo, así como por el impacto en las relaciones con otros grupos indígenas. Flamenco era enemigo del cacique Lepín, con quien se habían concertado paces23 recientemente. Liberarlo podría desestabilizar la paz lograda en la frontera.

Una de las alianzas del cacique Flamenco fue con el cacique Guayquitipay, también considerado "enemigo" de los hispano criollos. Con territorialidad en el sudoeste pampeano e identificado como de los "aucas infieles", este cacique se encontró inmerso en una encrucijada, producto de su estrategia de vinculación con los hispano criollos, en un contexto interétnico particular. En 1770, el cacique Lepín, identificado como "auca" con territorialidad en las sierras bonaerenses se erigía como "cacique principal", tras recibir el "bastón de mando" y firmarse las "Paces de Laguna de los Huesos" con el Sargento Mayor Manuel Pinazo (Levaggi, A., 2001). A partir de entonces, los restantes caciques con territorialidad en el sur pampeano quedaron obligados a sumarse al tratado o ser considerados "enemigos" de los hispano criollos. Los partes emitidos desde el fuerte El Zanjón, muestran que, no habiendo asistido a la firma del tratado de paz, la estrategia política de Guayquitipay consistió, por un lado, en enviar "delegaciones indígenas" a la frontera solicitando firmar la paz pero no presentarse nunca a concertarla. Por otro lado, lo vemos aliarse con el cacique Flamenco y grupos tehuelches del río Colorado con el fin de avanzar sobre las tolderías de Lepín.24 El rescate de cautivos cristianos de entre los tehuelches puso al descubierto las intensiones de estos caciques.25 En la declaración que dio el cautivo Ramón Segovia identificó a los aucas en alianza con los tehuelches como "enemigos" de los hispano criollos, diferenciándolos de los "aucas de Lepín", quienes eran considerados "amigos".26 Luego de conocer las intenciones de los caciques se efectuó una expedición militar con ayuda de Lepín y los caciques firmantes de las paces de 1770, que culminaría con la muerte de Guayquitipay y parte de su parcialidad.27 ¿Qué decir entonces del liderazgo de Guayquitipay? Quizás su estrategia no fue la más conveniente, pero demuestra que no todos los jefes étnicos estaban dispuestos a pactar o a subordinarse a la autoridad de otro impuesta por los hispano criollos. Guayquitipay también se presentó en la Comandancia de El Zanjón como "jefe principal" y argumentaba poder influenciar a otros caciques como Currel para que firmaran la paz.28 La figura de Currel como cacique menor o subordinado a Guayquitipay es destacable en tanto que meses después fue este quien informó al Sargento Mayor Pinazo sobre las intenciones de Guayquitipay de "sorprender a las familias de Lincon [cacique bajo la autoridad de Lepín] y demás caciques", aclarando que "[...]se separó del dicho Guayquitipay y que yendo a sus tolderías nos guiaría a las del dicho".29 Esto nos hace pensar en la necesidad de los jefes étnicos de ratificar su autoridad constantemente o, en caso contrario, se experimentaba "un desgranamiento de su tribu, cuyas familias buscaban ubicación con jefes más promisorios" (Palermo, M. A., 1991, p. 178).

Caciques "embajadores": Inacayal, Thomás Yahatí y Negro (1774-1780)

La función que comenzaron a tener algunos caciques como "embajadores" está presente en varios estudios sobre la Araucanía. En el "Parlamento de Tapihue" firmado en 1774 por mapuches y autoridades coloniales, dos de sus capitulaciones se referían a la función de los "caciques embajadores"30 (León Solís, L., 1993). Por su parte, G. Boccara (2005) los ubica, junto con "el parlamento" y "la misión" como aquellos dispositivos de control del Estado que tendieron a crear unidades indias discretas para luego ser absorbidas por este. Aunque es poco lo que sabemos sobre los "caciques embajadores" pampeanos, creemos que esta institución no solo fue capitalizada por el Estado, sino que se inscribe dentro de las múltiples estrategias que los caciques desarrollaron para vincularse con los españoles, sacando rédito de ello para sus comunidades.

Uno de los caciques que aparece mencionado con el rótulo de "embajador" fue Inacayal. Hijo de Guayquitipay (Hux, M., 1991, p.197), este cacique se vinculó con la frontera de Buenos Aires desde 1774, cuando se lo mencionaba "gobernando la indiada de Guayquitipay por la muerte de este dada por Lincon y Manuel Pinazo".31 Ya conocemos la estrategia de confrontación de quien fue su padre. Sin embargo, a diferencia de aquel, Inacayal trabó una política de alianzas con el gobierno colonial, relocalizó sus tolderías en las inmediaciones del río Salado y adoptó funciones de "cacique embajador" ante otros líderes como Thomas y Negro para que firmaran paces con las autoridades.32 No obstante, la competencia generada entre jefes étnicos por posicionarse como "interlocutores" con los hispano criollos provocó que los mismos caciques que Inacayal había logrado acercar a la frontera lo asesinaran a fines de 1777.33 Del análisis de los liderazgos también es posible inferir la forma en que operaba el parentesco en la adquisición de las jefaturas en el siglo XVIII. La reconstrucción que realiza F. Bras Harriot (2004) del liderazgo de Lorenzo Calpisqui (1777-1796) nos da indicios de ello, al identificar a Guayquitipay e Inacayal como ancestros de los caciques hermanos Calpisqui y Cayupilqui. Los mismos conformaron un cacicazgo dual que fue determinante en las relaciones interétnicas del período, ya que a partir de una política de malones y alianzas en la frontera lograron la reapertura del comercio interétnico que el virrey Vértiz había prohibido hacia 1780. Podemos decir, entonces, que se trató de otro linaje que detentó una jefatura en el sur pampeano durante la segunda mitad del siglo XVIII.

Otro de los líderes étnicos que cumpliría funciones como "embajador" fue el cacique Thomas, a quien los documentos mencionan como "pampa serrano de los Yahati".34 Sabemos que bajo la denominación "Yahatí" (Hux, M., 1993) se hacía referencia a una caracterización parental. Los caciques hermanos Felipe, José y Rafael Yahatí habían mantenido cambiantes vínculos con las misiones jesuitas y con las autoridades fronterizas desde mediados del siglo XVIII (Irurtia, P., 2008). Así, mientras José actuaría como "amigo" primero y como "enemigo" después, Felipe sería tomado como rehén por las autoridades coloniales y Rafael acordaría una alianza con los hispanocriollos a cambio de protección frente a los tehuelches (Néspolo, E., et. al, 2007). Desde 1770 se hizo presente en el fuerte El Zanjón otro cacique identificado como Yahati: el cacique Thomas. Este parece haber tenido en claro el objetivo de posicionarse como un nuevo "interlocutor" entre los hispano criollos y las restantes jefaturas indígenas. Unos años después de haber concertado paces, por mediación de Inacayal, atacaba las tolderías de este y junto al cacique Negro lo asesinaban. Desde entonces, Thomas pasó a cumplir las funciones de "cacique embajador" que había tenido Inacayal. Entre sus gestiones, cabe destacar las negociaciones con los tehuelches del río Colorado para lograr la devolución de cautivos cristianos y el acercamiento del cacique Negro a la frontera bonaerense.35

El cacique Negro -también llamado Chanel o Llampilco (Hux, 1991)- fue estudiado por L. Nacuzzi (1993-1994, 1998) debido a los vínculos que mantuvo con el Fuerte Nuestra Señora del Carmen en el norte patagónico. Se lo destaca por su gran movilidad: "[...] podía estar en el Río Negro, en el Colorado o en el Arroyo del Sauce, en sierra de la Ventana o en Buenos Aires", así como por cambiar de adscripción étnica y presentarse como "diferente de los 'aucas', participar aliado con ellos en un ataque a Buenos Aires, ser amigo o estar emparentado políticamente con ellos" (Nacuzzi, L., 2008, p. 87). Para el momento de análisis, el cacique Negro lideraba 102 toldos de pampas y tehuelches entre los ríos Colorado y Negro (Hux, M., 1991, p.11). En la misma fecha que se vinculaba con el Fuerte del Carmen, en la costa norte patagónica se hallaba en tratativas comerciales en la frontera de Buenos Aires. Desde 1778 sabemos que mantenía vínculos amistosos, ya que por las hostilidades de los "aucas", las autoridades de la frontera de Buenos Aires dispusieron despachar "Alferéz con 90 hombres para escoltar al cacique Negro a los cerrillos".36 En otra ocasión se presentó informando de las intenciones de "aucas" y "tehuelches" que, bajo la excusa de devolver cautivos y pedir paces, pretendían "[...] avanzar este partido [Magdalena] que es donde hay aciendas que poder llevar [...]"37. Cuando en 1779 el virrey Vértiz propuso al Alferéz del fuerte El Zanjón que "[...] por medio de los indios más aliados lleven carta al Comisionado Superintendente Francisco Viedma [...] en el Puerto ubicado a los 42 grados sur en la misma costa"38, este envió al cacique Negro. Si bien la elección pudo haber estado fundada en su "baquía" (conocimiento del territorio), denota también la confianza que las autoridades tenían en él como "intermediario" o "interlocutor", lo que permite ubicarlo como "cacique embajador". Una función que tiempo después se adjudicaría a varios caciques pero que ya podemos encontrar a fines del siglo XVIII. Los cambios introducidos por el Virrey Vértiz en la política interétnica llevaron a Negro a integrar la coalición indígena que realizó el malón sobre Luján en 1780. Sin embargo, y pese a las relaciones hostiles que iniciaba en la frontera bonaerense, siguió comerciando en el fuerte del norte patagónico, lo que indica cómo los jefes étnicos podían mantener diversos vínculos en espacios diferentes y al mismo tiempo.

CONSIDERACIONES FINALES

En el siglo XVIII, los contactos con los españoles y la influencia de las mercancías y ganados provenientes de Europa habían alterado a las sociedades indígenas independientes que vivían más allá de las fronteras del imperio, cuya movilidad y dispersión las había hecho menos susceptibles de conquistar que las sedentarias.

En el caso de los indígenas no sometidos de Pampa y norte de Patagonia, los cambios experimentados en el orden económico no generaron el debate -que hasta hoy continúa presente entre la comunidad académica- respecto la organización sociopolítica de estas sociedades.

Los efectos de la incorporación del ganado europeo entre los indígenas de la región (ampliación de la dieta y movilidad, conformación de un núcleo de especialización "pastoril", incorporación de los grupos a los mercados coloniales mediante la comercialización del ganado, "araucanización" de las Pampas, no han provocado las discusiones que hasta hoy se mantienen respecto a las transformaciones en el orden sociopolítico que los "cazadores recolectores", sin distinción social más que de género o edad (Politis, G., 2000), habían experimentado tras casi dos siglos de contacto interétnico.

A partir del análisis de los vínculos que trabaron varios caciques en la frontera de Buenos Aires hemos intentado aportar datos que contribuyan a conocer la organización sociopolítica de los grupos indígenas pampeanopatagónicos durante el siglo XVIII. En ese sentido, consideramos que en el siglo XVIII estas sociedades ya no pueden ser consideradas "igualitarias" (Bechis, M., 1989). Sean definidas como "jefaturas" (Mandrini R. 2000) o "cacicazgos" (Nacuzzi, L., 2008), estamos ante organizaciones con presencia de jerarquías sociales y políticas. Los líderes se nos hacen cada vez más visibles porque las desigualdades se vuelven permanentes o institucionalizadas. Y si no es posible hablar aún de "grandes jefaturas" al estilo de las constituidas a mediados del siglo XIX, tampoco se trata ya de "bandas" (Jones, K., 1985) o "sociedades tribales" (Sánchez y Juliá, E., 1976), tal como las hallaron los expedicionarios a fines del siglo XVI.

En lo que hace a los liderazgos indígenas del siglo XVIII, los caciques no parecen haber sido ni muy poderosos ni únicos. A excepción de la jefatura de los caciques bravo Cacapol y Cangapol, las trayectorias analizadas muestran jefes étnicos que necesitaron reafirmar de forma permanente sus cualidades personales para mantener su liderazgo. Sin embargo, era justo la fragmentación del poder y los múltiples líderes lo que hacía difícil la dominación de estos grupos por parte de los españoles. En tal sentido percibimos, como lo hace A. Morrone (2004), una injerencia cada vez mayor del Estado en la constitución de los liderazgos, ya que los hispano criollos, en su afán por encontrar "interlocutores" con el mundo indígena, reconocieron a algunos jefes étnicos en detrimento de otros, reforzando, debilitando y hasta creando nuevos liderazgos (por ejemplo al nombrar "caciques principales" u otorgarles bienes simbólicos como "bastones de mando").

El contacto interétnico determinó también que los mismos indígenas buscaran otras cualidades en sus líderes. En el siglo XVIII los principales caciques debían dominar varias lenguas, tener lazos de parentesco con otros jefes regionales y estar en contacto con los principales centros de poder colonial. Esto generó un doble esfuerzo para los caciques, ya que debían actuar en un delicado equilibrio entre los intereses de su comunidad y los requerimientos de los hispano criollos con los que negociaban continuamente. Tal fue la situación de los "caciques embajadores", quienes, como Inacayal, Thomas Yahatí o Negro, se ubicaron como "intermediarios" hispano indígenas e intentaron sacar provecho de ello para sus parcialidades, aunque debiendo cumplir determinadas obligaciones con los hispano criollos como informar en la frontera sobre los movimientos e intenciones de los "indios enemigos" e integrar expediciones militares contra ellos, entre otras.

Asimismo, el análisis de los liderazgos permite hacer visibles algunos de los mecanismos de adquisición de las jefaturas en Pampa y Patagonia norte durante el período. Si bien identificamos cómo algunas se heredaron de padres a hijos (por ejemplo entre Guayquitipay e Inacayal), el conflicto generado entre los caciques Guibar y Gualquen (hijo y hermano de Cangapol), por liderar la jefatura de los "Bravo" reafirmaría que estas también podían adquirirse entre hermanos. En el siglo XVIII, entonces, nos parece más apropiado hablar de "linajes familiares" que detentaban cacicazgos en regiones determinadas (Ortelli, S., 1996) que de "jefaturas hereditarias".

Distinguimos, también, una gran movilidad de los grupos indígenas de la región que se evidencia en el continuo reasentamiento de sus tolderías y se asocia al patrón de movilidad dado por el tipo de actividad económica pastoril (Mandrini, R., 1987). No obstante, como ha mencionado L. Nacuzzi (1998), los caciques reconocían como propios y tenían jurisdicción sobre ciertos territorios acotados, donde a su vez controlaban determinados recursos. Esto no impidió que circunstancialmente se asentaran en espacios controlados por otros grupos con los que estaban aliados o emparentados. Es el caso de los caciques "Bravo" Cacapol y Cangapol, quienes, aunque provenían del norte patagónico, ampliaron su territorialidad mediante el establecimiento de alianzas con grupos pampeanos. Por su parte, al cacique Negro, aunque radicado en el norte patagónico entre los ríos Colorado y Negro, su alianza con el cacique Thomas Yahatí le permitió trasladarse a la frontera de Buenos Aires donde mantenía tratos comerciales.

En síntesis, durante el siglo XVIII la frontera de Buenos Aires vivió una intensificación en los vínculos interétnicos con las sociedades indígenas independientes de Pampa y norte de Patagonia. En ello influyó tanto una decisión imperial de pacificar las fronteras como el interés de los indígenas locales por mantener vínculos amistosos que les garantizaran el acceso a los mercados coloniales, a los que estaban ya plenamente integrados y, de los que, en cierta manera, eran dependientes.

Sin embargo, esta situación no fue excepcional de la frontera pampeanopatagónica.Tuvo su correlato, en otras fronteras hispanoamericanas como la novohispana o la chaqueña. Buena parte del norte de Nueva España estaba controlada por indios independientes como los comanches o los apaches que habían experimentado transformaciones similares a los pampas y araucanos y cuyas incursiones hacían difícil la vida de los rancheros, mineros y misioneros españoles (Weber, D., 2007, p. 111). Los comanches habían salido de la Gran Cuenca hacia las planicies de Nuevo México y Texas, atraídos por la posibilidad de apropiarse del ganado y los bienes manufacturados europeos. Allí, abundantes praderas permitieron a estos grupos criar mulas y caballos y comerciar los excedentes con los indios agricultores y españoles. Esto generó cambios similares a los vividos por los grupos pampeanopatagónicos como un aumento de la población, así como procesos de jerarquización social y consolidación de líderes étnicos. También los apaches presentan algunas características comunes con los grupos pampeanopatagónicos como la incorporación del ganado europeo a su economía. La presión ejercida por los comanches los obligó a dispersarse por territorios menos fértiles, al norte de Arizona y Nuevo México, lo que llevó -en un proceso muy similar al vivido en la frontera de Buenos Aires- a que alternaran incursiones violentas y tratos comerciales con los establecimientos españoles de Nuevo México. Asimismo, se divisa su expansión e influencia cultural sobre un territorio heterogéneo étnicamente que derivó en la conformación de la Gran Apachería al norte de Nueva España, proceso que se asemeja a la "araucanización" de las Pampas.

En las estructuras sociopolíticas también se evidencian cambios similares entre los indígenas independientes de las diferentes fronteras americanas. Algunos grupos como los araucanos, pampas, comanches y mocobíes conformaron organizaciones más grandes, pasando de las "tribus" que por entonces habían sido a "jefaturas", en la medida que los líderes emergían y las sociedades se volvían más estratificadas. Las uniones temporales de los grupos en confederaciones, hacían más efectiva su defensa de los españoles, sea para incursionar militarmente en las fronteras o negociar los términos del comercio y la paz. Entre grupos como los apaches en Nueva España o los chiriguanos y guaycurúes en el Gran Chaco no surgieron líderes únicos ni poderosos y la dispersión y fragmentación de los pueblos fue una constante que impidió a los españoles dominarlos a falta de una figura de autoridad con la cual negociar.

Analizar las estrategias de vinculación de diversos caciques en la frontera de Buenos Aires nos permitió entonces aportar al conocimiento de las relaciones interétnicas durante el período borbónico inicial, así como sobre los cambios en las estructuras sociopolíticas de los indígenas independientes de la región. Un proceso que en Pampa y Patagonia resulta todavía poco conocido y del que hemos delineado algunas particularidades así como similitudes con respecto a las restantes fronteras hispanoamericanas.


Notas

1. Las indagaciones en curso realizadas en el marco de una beca doctoral en Ciencias Sociales, financiada por el CONICET, desde 2008 y bajo la dirección de la dra. Silvia Ratto dieron origen a este artículo. Una primera versión del mismo fue presentada como trabajo final del seminario de doctorado "Señores de las Pampas. La formación de las grandes jefaturas pampeanas del siglo XIX", que dictó el prof. Raúl Mandrini en 2009.

2. Hacia 1752 se crearon los fuertes de Salto Luján y El Zanjón (y luego de su corrimiento, denominado Chascomús), sumándose a otros ya existentes como el de Arrecifes (1736). Estos alojaron a las compañías militares creadas para reforzar la defensa de la frontera junto a los cuerpos milicianos ya existentes.

3. Denominadas: Nuestra Señora en el Misterio de su Concepción de las Pampas (1740), Nuestra Señora del Pilar de Puelches (1747) y Nuestra Señora de los Desamparados de Tehuelches o Patagones (1749).

4. Se destacan las "Paces del Casuatí" (1741-1742) con los caciques Bravo; Paces de 1745 con los caciques Yahatí; Paces de 1768 con los caciques Lepín y Flamenco, Tratado de paz "Laguna de los Huesos"(1770) con el cacique Lepín y Tratado de "Laguna Cabeza de Buey" (1790) con los caciques Calpisqui (Levaggi, A., 2000).

5. La interconexión que existía desde tiempos prehispánicos entre los grupos que habitaban este espacio se hizo cada vez más pronunciada hasta constituirse en el siglo XIX una unidad cultural y lingüística en toda la región. Dicho proceso se conoce como "araucanización de las pampas" y data de varios siglos, producto de los intercambios comerciales, las alianzas matrimoniales, político-militares entre grupos de ambos lados de la cordillera y las migraciones que desde la Araucanía Chilena comenzaron a efectuarse hacia las Pampas y norte patagónico y que culminaron hacia el siglo XIX con la homogenización cultural de los grupos, cuyo mayor indicador fue la imposición de la lengua -el mapudungun- en toda la región. Ver R. Mandrini y S. Ortelli (2002).

6. L. Nacuzzi (1998) planteó que los rótulos étnicos como "auca", "pampa" o "tehuelche" remiten a las "grandes unidades culturales" donde los etnógrafos incluyeron a los grupos nativos de la región, cuando se trató de una realidad más diversa. Creemos que su propuesta de análisis "micro" de los grupos que integraban esas unidades mayores permite obtener una visión más adecuada del panorama étnico de la región. Tomamos la definición de grupos étnicos de F. Barth (1976), como "categorías de adscripción e identificación que son utilizadas por los actores mismos y tienen, por lo tanto, la característica de organizar la interacción entre individuos" y consideramos la autoadscripción eje de identificación de los grupos analizados, es decir, la forma en que estos se identificaban a sí mismos, aún como parte de las grandes unidades culturales pero con particularidades.

7. En los relatos de los misioneros jesuitas del siglo XVIII se los describe como grupos extremadamente móviles, pastores, habitantes de toldos (vivienda construida en base a palos y cueros), alimentados con carne de caballos (Cardiel, J., 1748).

8. El subrayado es nuestro.

9. El término "etnografía" se construyó a medida que se consolidaba la disciplina antropológica, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, y designó al conjunto de descripciones que los antropólogos producían para dar cuenta de las sociedades y culturas diferentes de la occidental, en clara asociación con el trabajo de campo y como resultado del contacto prolongado con la "alteridad cultural". Tanto B. Malinowski como A. R. Radcliffe Brown contribuyeron a hacer del "trabajo de campo" y la "etnografía" que se construía en ese contexto, el método distintivo de la disciplina. Tras la descolonización, la crisis del objeto de estudio y la incorporación de las sociedades "occidentales" a la problemática antropológica, redefinen a la etnografía como "un argumento acerca de un problema teóricosocial y cultural suscitado en torno a cómo es para los nativos de una aldea, una villa miseria, un laboratorio o una base espacial, vivir y pensar del modo en que los hacen" (Guber, R., 2001, p. 121).

10. Véase, por ejemplo, Stoler, A. y Cooper, F. (1997). Según A. Stoler, un enfoque del trabajo de archivo no "extractivo" sino "etnográfico" intenta recuperar las voces que habitualmente "se escapan".

11. Durante el período analizado, la parte sur de la frontera estaba compuesta por las localidades de Matanza y Magdalena. Estas eran las zonas rurales de mayor extensión en la frontera sur de Buenos Aires, siendo un área de poblamiento reciente que albergaba grandes y medianos establecimientos abocados a la producción pecuaria (Garavaglia, J. C., 1999). El fuerte El Zanjón pretendía proteger la población y producción de dicha zona, aunque no siempre se lograba, pues era un espacio muy amplio (casi 100 km de distancia entre cada fuerte) y las fuerzas militares escasas como para hacer frente a los malones indígenas.

12. M. Sahlins (1972) caracteriza como "sociedad tribal" a todo aquello que no se puede asociar con las "bandas" ni los "Estados". De allí que distinga dos tipos o momentos de desarrollo distintos en la sociedad tribal como son las "tribus segmentarias" y los "cacicatos". Los primeros se asemejarían al tipo de organización que otros antropólogos como E. Service (1962) definen como "tribus" y los segundos con las "jefaturas". La caracterización realizada por E. Sánchez y Juliá para las pampas pareciera ser la de "tribus segmentarias" más que "cacicatos" (Sánchez y Juliá, E., 1976, p.13).

13. Sobre la base de la práctica del suttee o necropompa (costumbre de inmolar y enterrar en la tumba de un jefe o personaje importante a su(s) esposa(s) y/o sus servidores), entre los araucanos de las llanuras pampeanas, R. González (1979) identificó un proceso de consolidación de grandes cacicatos en el siglo XIX a los que definió como "señoríos ecuestres". Esta hipótesis actuó como disparador de los planteamientos desarrollados posteriormente por R. Mandrini (2000), quién coincidió con R. González -a diferencia de M. Bechis (1989)-, en la estrecha vinculación entre la práctica del suttee y el desarrollo de sociedades complejas en la llanura pampeana.

14. R. Mandrini considera las "jefaturas" formas socio-políticas que se diferencian y preceden a las sociedades estatales. Tomando la definición de R. Carneiro (1981) como un punto de partida útil, este menciona la "jefatura" como a) una unidad política autónoma multicomunitaria, es decir, un agregado de comunidades cuyos jefes representan un nivel inferior de decisión, b) la presencia de una jefatura permanente ejercida por el jefe de la comunidad dominante sobreimpuesta a las comunidades y que marca el nivel superior de decisión, c) la presencia de una jerarquía de rangos tanto entre las distintas comunidades como entre los individuos que conforman la jefatura, determinada -o justificada- por la distancia genealógica respecto el jefe principal y que se manifiesta políticamente en los distintos grados de ejercicio del poder y d) el poder se apoya fundamentalmente en la figura del jefe -de allí el conjunto de normas llamadas suntuarias que lo rodean- y carece de mecanismos formales de coacción y uso legítimo de la fuerza, característicos del Estado (Mandrini, R., 2000, p.251).

15. Para un mayor desarrollo sobre la discusión mantenida entre L. Nacuzzi y R. Mandrini respecto los conceptos de jefatura y/o cacicazgo para denominar al tipo de organización sociopolítica indígena en Pampa y Patagonia ver los artículos de ambos autores en la Revista Española de Antropología Americana, 30 y 38.

16. La guerra, también constituyó un aspecto significativo de las relaciones interétnicas en la frontera bonaerense y fue el resultado de los roces que la mayor proximidad generaba y de la competencia por los recursos ganaderos ante la creciente demanda. Si los indígenas habían incorporado plenamente el ganado a su economía, en el siglo XVIII, el aumento de la demanda de animales desde Cuyo, Paraguay, el Tucumán y Chile, que coincidió con el agotamiento del ganado cimarrón en la Banda Oriental -actual Uruguay-, donde se proveían los vecinos de Buenos Aires, obligó a buscar una alternativa en el ganado de las pampas, aunque allí deberían competir con los grupos indígenas, lo que generaba permanentes conflictos interétnicos.

17. Aclaramos que las categorías "indios amigos" e "indios enemigos" son tomadas de las fuentes para analizar el tipo de vínculo (amistoso u hostil) que mantuvieron con los hispano criollos. Aclaración necesaria por la carga "peyorativa" que le adjudicó la historiografía tradicional a dichos conceptos, al considerar a los indios literalmente "enemigos" de la supuesta "civilización".

18. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. 22 de febrero de 1757.

19. Entre los años 1752 y 1760 contabilizamos seis delegaciones diplomáticas en nombre de los "Bravo" en el fuerte. Solicitaban acordar paces, protección de otros indígenas, permisos de comercio para asentarse en la frontera. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3.

20. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. Carta del Sto. Mayor Silva al Gobernador. 22 de febrero de 1757.

21. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón. 1-5-3, 1 de noviembre de 1760. Carta del Cap. José Zavala al gobernador.

22. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. 1765.

23. Tratado de Laguna de los Huesos de 1770, el cual se detallará más adelante

24. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. Años 1766-1770. También en Diario que el Cap. Juan A. Hernández ha hecho de la expedición contra los indios tehuelches en el gobierno del Juan José de Vértiz, Gobernador y Capitán General de las Provincias del Río de la Plata, 1° de Octubre de 1770. Colección de obras y documentos Pedro De Angelis, tomo IV, Buenos Aires, Plus Ultra, 1969, pp. 145-163. (En adelante) Diario del capitán Hernández....

25. José Santillán, cautivo en Magdalena por los indios teguelchus y aucas dijo: "Estando en el Río Colorado llegó un chasque de los Aucas a combidarlos para que fuesen a ayudarles a pelear con los españoles que estaban en la Salinas...y que iba mucha indiada a dar en la tropa". Declaración del cautivo José Santillán en 1767. AGN. Sala IX. Comandancia El Zanjón. 1-5- 3.

26. "Dice que en el zerro se hallan 4 caciques teguelchus y avia otros aucas que se han presentado como cosa de meses con determinación de venir a atacar este pago...que no puede saber el número de indiada porque es mucha [...] dice también que la indiada de la parcialidad de Lepín iba hacia la parte de las Salinas y dicha indiada no se mescla con ésta, que está proveniente a venir a atacar". Declaración del cautivo Ramón Segovia.1767. AGN. Sala IX. Comandancia El Zanjón. 1-5-3.

27. Diario del capitán Hernández...29 de noviembre de 1770.

28. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. 20 de junio de 1770.

29. Diario del capitán Hernández....20 de noviembre de 1770.

30. En las Capitulaciones se dejaba en manos de la asamblea el poder para relevar y fijar el período de desempeño de los caciques que asumieran la función de "embajadores", comunicando las disposiciones que había tornado para asegurar que fuesen tratados con el respeto que merecían.

31. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. 31 de abril de 1774.

32. La mediación de Inacayal en 1774 provocó una serie de acuerdos entre las autoridades coloniales y los caciques Thomás y Negro. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera El Zanjón, 1-5-3. 1774.

33. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera: El Zanjón 1-5-3: 260-261 y Luján 1-6-1, 730.

34. La primera alusión al cacique Thomas aparece cuando envió una delegación indígena pidiendo paces a cambio de devolución de cautivos. AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. Carta del Cap. de Mier al gobernador. 26 de Julio de 1774.

35. Sobre la negociación con los tehuelches por la devolución de cautivos ver: AGN, Sala IX, Comandancia de Frontera, El Zanjón, 1-5-3. 13 de noviembre, 1 y 18 de diciembre de 1774.

36. AGN, Sala IX, 1-5-3. 9 de diciembre de 1778.

37. AGN, Sala IX, 1-5-3. 20 de febrero de 1779.

38. AGN, Sala IX, 1-5-3. Carta del Virrey Vértiz al Alferéz del fuerte El Zanjón. 1 de abril de 1779.


REFERENCIAS

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