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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.47 no.1 Bogotá ene./jun. 2011

 

RESEÑAS

¡A MÍ NO ME MANDA NADIE! HISTORIA DE VIDA DE TRINO MORALES

CHRISTIAN GROS Y TRINO MORALES

Bogotá: ICANH 2010, 319 p.


La historia de vida de uno de los pioneros de las luchas indígenas en el Cauca, suscitada por un investigador extranjero que ha seguido de cerca sus desarrollos, nos brinda una aproximación al actor comprometido con la creación de un mundo y de una historia culturalmente significativos, y a la presentación de la historia producida por su acción y por sus reflexiones retrospectivas sobre ella. ¿Cómo se tejieron las decisiones y las acciones que transformaron la vida de miles de campesinos e indígenas del Cauca y posibilitaron el nacimiento del movimiento indígena caucano y nacional? ¿Qué nos dice el retiro voluntario e intempestivo de este líder de la política indígena, a mediados de los años ochenta, sobre los escenarios que se han abierto para los indígenas después de su participación en la Constituyente de 1990? ¿Cuál es la naturaleza de esta historia de vida como empresa política y literaria dentro del género de la escritura etnográfica? Alrededor de estos tres ejes de reflexión, considero que se pueden agrupar los aportes más sobresalientes del libro ¡A mí no me manda nadie! Historia de vida de Trino Morales, de Christian Gros y Trino Morales, publicado por el ICANH.

Trino Morales partió de su natal Guambía a la edad de siete años hacia Medellín y luego hacia Bogotá, para acceder a la educación formal. A su regreso, después de nueve años, no pudo menos que sentirse comprometido con los reclamos de los más pobres ante su desprotección, por lo que terminó apoyando a las comunidades de múltiples maneras. De hecho, su narrativa lo sitúa como arquitecto de varias de las acciones que resultaron en la exitosa recuperación de tierras indígenas, que le dieron un vuelco histórico a las relaciones de dominación que soportaban los indios en el Cauca, para "levantar la cabeza y nunca más volver a inclinarla" (cf. p. 26), como lo dice Christian Gros en su introducción.

I.

Su participación en las acciones políticas durante los años que Trino Morales denomina los preámbulos del movimiento indígena se pueden enfocar desde dos ángulos: 1) el de su ascenso en la escala de la representación política y el liderazgo, y 2) el de los pilares de la estrategia política indígena.

En términos del liderazgo y la representación política, Morales narra una experiencia que va creciendo desde el nivel local (con las recuperaciones de haciendas en diferentes municipios), al regional (que abarca desde la conformación del Sindicato del Oriente Caucano hasta la creación del Consejo Regional Indígena del Cauca, [CRIC]), en primera instancia. Durante esos años formativos, accede a un conocimiento de las comunidades del área andina del departamento del Cauca, que lo posiciona para ejercer la representación indígena nacional en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, (ANUC). Este tránsito amplía el alcance de su mirada para incluir otras regiones y otras poblaciones indígenas, cuya situación política muestra puntos de contraste muy fuertes con la de los indígenas del Cauca. Es una vivencia que alimenta además su sueño de unidad indígena nacional, que se concreta en su propuesta de constituir una organización de escala nacional. Cambia la escala, pero la perspectiva organizativa forjada en los años iniciales de la lucha se mantiene: lograr la unidad indígena con apoyo externo pero exclusivamente indígena en el fuero interno.

En la narrativa se relieva una estrategia política nutrida de aprendizajes de los años iniciales: a) la necesidad de democratizar el cabildo, de manera que no sirviera a los intereses de los blancos sino a los de la organización naciente; b) la de construir una autoridad propia disciplinada. De Trino Morales surge la idea de formar una guardia indígena; c) el tremendo potencial de las cifras demográficas, de los lazos sociales y culturales entre la gente. No es lo mismo reunir a cien indígenas que a tres mil a la salida de una misa; d) el impulso de formas asociativas, tipo sindicatos y cooperativas, como soporte de acciones políticas de gran envergadura, como las recuperaciones; e) la urgencia de respuestas efectivas ante las encrucijadas más apremiantes de las personas. Morales obtuvo logros significativos con respecto a desafíos políticos que eran importantes para la gente (como tener un cura propio), y también derivó una enseñanza de iniciativas que fueron un fracaso, como los proyectos productivos puestos en marcha sin tener en cuenta el control del mercado. Todas, en general, experiencias que se adelantaron a partir de una estructura simple y bastante cercana a las bases.

Se revelaba en sus estrategias un pensamiento táctico que se podría definir, siguiendo a Scott (1985), como artes de la resistencia, pero que en su caso y para Guambía implicaban más un cálculo milimétrico sobre las escalas del poder, que una resistencia soterrada. Esto lo llevó por ejemplo a no confrontar directamente  a las autoridades ni los poderes establecidos, y a privilegiar la palabra oral por encima de la escrita (se opone a plataformas y documentos de ese estilo). No atacar la autoridad de los cabildos, a pesar de que muchas veces estaban al servicio del control de los hacendados, es una prueba de ello. Los cabildos, como nos lo cuenta Trino Morales, estaban muy permeados por el poder de las autoridades municipales y departamentales dominantes. Al mismo tiempo, eran las estructuras políticas con mayor tradición entre los indígenas, por lo tanto, no se podía ir en contra de ellas. No era conveniente. Su propuesta en los años sesenta es con los cabildos, no contra ellos. Esta misma estrategia es la que años más tarde Morales propone frente al Estado para todo el movimiento nacional que se gestaba. La misma que termina generándole problemas en su relación con el CRIC, que lo acusa de gobiernista, y con los asesores externos, a quienes responsabiliza de la radicalización de la posición del CRIC, que finalmente lo llevó retirarse.

Ahora bien, ninguna de las acciones propuestas por Morales y sus más cercanos colaboradores hubiera alcanzado el éxito frente a la dominación de los terratenientes y de la Iglesia, si no hubieran logrado darles la vuelta a los discursos que soportaban esa dominación. Sus apuntes sobre la recuperación de la hacienda El Gran Chimán, perteneciente a una de las familias más poderosas del Cauca, a mediados de los años sesenta, y de El Cobalo, en Coconuco, perteneciente al obispo de Popayán, a comienzos de los años setenta, evidencian el valor de la resignificación que los indígenas dieron a la Ley 89 de 1890 y a la propiedad (privada) de la tierra, para llevarla a la práctica y traducirla en una contrahegemonía.

Así, cuando los terratenientes los acusan de invadir sus tierras, los indígenas responden que de lo que se trata es de recuperarlas, pues no están usurpando el derecho de otro, sino reclamándoles lo que les habían usurpado antes. Los indígenas aprovechan las incongruencias de la ley para subvertirla con una habilidad asombrosa, basados en una experiencia de siglos que les permite sacar ventaja de la ley apropiada, en este caso, desde una posición disidente. Al narrar estos eventos, Trino Morales nos ubica frente al abierto y desigual terreno de las prácticas de significación de lo social y de lo cultural que hoy conocemos como la política de la cultura, y que en este caso resultó en la desestabilización de la hegemonía terrateniente.

A lo anterior se suma el papel ambivalente del Estado que, por una parte, respaldaba el poder de los terratenientes y la Iglesia y, por otra, introducía el discurso de la función social de la tierra, auspiciando así (no importaba si después daba marcha atrás) la reforma agraria para poner límites a la propiedad y hacer "posible jurídicamente las expropiaciones” (cf. p. 26), como lo señala Gros en la introducción. Aquí se encuentra otro de los elementos que posibilitaron la elaboración contrahegemónica, y que el autor denomina proceso de liberación cognitiva. Esta ambivalencia del Estado aparecerá nuevamente con la Constitución de 1991 y su propuesta de inclusión multicultural que hoy ocupa un lugar central en los debates antropológicos. Hasta aquí mis anotaciones a lo que identifiqué como el primer eje de reflexión sugerido por la historia de Trino Morales.

II.

Me referiré ahora brevemente al segundo eje: ¿a qué se debió su renuncia radical a los escenarios políticos que se abrían a finales de los años ochenta para las dirigencias étnicas? Muchos supimos de las diferencias entre la dirigencia del CRIC  y la de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), al finalizar el Segundo Congreso Nacional Indígena de Bosa; pero el retiro de Morales, como lo señala Christian Gros, ameritaba una reflexión en primera persona, que pasara revista a lo que muchos consideraron había sido la principal razón de sus diferencias con el CRIC: el papel de los asesores en el trazado de líneas de acción del movimiento. Morales los considera centrales al hacer el balance de los derroteros de las luchas indígenas y de la confrontación con la dirigencia del CRIC, que causa su retiro intempestivo de la actividad política. Sin embargo, su narrativa deja muchos vacíos que no permiten precisar las repercusiones de los asesores para examinar los acontecimientos de las últimas décadas. Son tal vez los anexos del libro (el documento de discusión sobre el marco ideológico del movimiento indígena propuesto por el CRIC, resultado del encuentro nacional en Lomas de Hilarco, en octubre de 1980; y el cruce de correspondencia del CRIC y la ONIC a propósito de la representación de Trino Morales en ambas y sobre su gestión) los que permiten especular sobre las diferencias de fondo entre ambos.

Ahora bien, vista desde el ángulo de los asesores, la renuncia de Morales contaba con el antecedente de lo que había provocado su retiro de la ANUC, cuando se insinuaron las diferencias ideológicas entre líneas políticas (radical y oficialista), auspiciadas en gran medida por la intervención de asesores externos. Para Morales, los discursos de estos resultaban completamente ajenos a los intereses indígenas y amenazantes para el trabajo organizativo en que estaba empeñada la Asociación. Además, sus planes de crear una coordinadora indígena que le permitiera proyectar su utopía de unidad indígena nacional ya estaban en marcha.

Para cuando la ONIC entró en funcionamiento, las dimensiones del movimiento indígena se habían ampliado, las luchas se habían vuelto diversas y más complejas. Las responsabilidades que Morales había adquirido durante tres décadas de actividad política sostenida, hasta llegar a la presidencia del la ONIC, lo confrontaron con una heterogeneidad de actores políticos y sociales ahora articulados al movimiento. Evidentemente, hubo en su retiro una muestra de resistencia a ceder esta responsabilidad  a los asesores externos, pero también una dificultad para trasladar estrategias que habían funcionado en el Cauca y ahora era complicado aplicar en otros contextos, como la Amazonia, La Guajira o el Chocó.

Como lo señalé más arriba, en el libro hay silencios y la narración no da el detalle de la primera parte. Si se pudiera volver sobre ella, sería interesante ir más allá de los asesores que están en la mira de la interpretación del retiro de Trino Morales de la política indígena, y evaluar el papel no solo de los asesores del movimiento sino de esa franja de mediadores entre este y el Estado que ha venido creciendo en los últimos años. Pero sobre todo considero necesario dilucidar por qué el movimiento indígena del Cauca, y el CRIC en particular, constituyen uno de esos raros casos en los que una agrupación, que lleva a la vez el sello étnico indígena y el de clase social subordinada, sigue siendo el único que se da el lujo de conducir una actividad política abierta y organizada. Cuando me refiero a esto estoy pensando en un período de más larga duración, que llega incluso hasta la articulación de organizaciones tan diferentes como CRIC, el Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia (AICO), y la Asociación de Cabildos de Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), en el presente. Definitivamente, factores históricos de orden social, económico, político, cultural, e incluso geográfico, presentes en esta región, se articulan para respaldar las acciones de sus líderes.

III

Unas palabras sobre la herramienta metodológica de las historias de vida. Sin importar qué tan sintonizados se encuentren con las posiciones de quienes conducen la lucha, los recuentos sobre los movimientos sociales en el país no pueden capturar las sutilezas ni los matices del momento histórico en el que se forma la conciencia de lucha, si no es por medio de estrategias investigativas como las historias de vida. La recreación de acontecimientos, pensamientos y sentimientos para poner en escena de nuevo eventos que han transformado de manera tan significativa la vida de tantas personas, por parte de quien fuera en parte el alma de estos movimientos, nos permite captar y repensar la acción política. ¿Cómo se produjo el vuelco histórico de las relaciones de los indígenas con la sociedad regional en el Cauca y cómo esta historia ha influenciado la de otras regiones del país?

Las historias de vida de las que hoy disponemos en el fondo editorial del ICANH, La fuerza de la gente, de Lorenzo Muelas y Martha Urdaneta; Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida, de Myriam Jimeno; y esta, de Trino Morales y Christian Gros, revelan el proceso de la formación de una conciencia indígena  de cara a un mundo cambiante en el que las voces que los investigadores rescatan han sido su empuje.

La narración autobiográfica de Trino Morales revela el desarrollo de su conciliación política y se muestra como un trabajo con más recompensas de las que probablemente Christian Gros y el mismo Morales podían imaginar antes de narrar la historia. El recuento de los eventos de su participación en la organización política de los indígenas del Cauca y de otras regiones del país revela los valores inconscientes que motivaron sus acciones. Tuve la sensación de que si en un comienzo Trino Morales pudo estar tentado a una usual autocensura como narrador, para conformarse con lo que asumía que su entrevistador quería escuchar, esta se suspendía a medida que quedaba atrapado en la rememoración de aspectos de su historia de vida.

Como toda historia de vida que debe ser interrogada e interpretada, tengo dos comentarios críticos relacionados con la configuración de las fuerzas sociales en un contexto con características particulares de género y clase. En primer lugar, la reflexión sobre el papel de las mujeres en la historia del movimiento indígena que se reconstruye en esta historia. Sabemos que hubo mujeres con capacidad de liderazgo (como Blanca Andrade en Tierradentro), que muchas estuvieron en primera fila en las recuperaciones de tierras en las haciendas, con el azadón en mano a la par que los hombres o preparando el café y la comida para los que estaban en el frente, y cuidando a los hijos mientras se fraguaba la lucha. Sin embargo, ellas están completamente ausentes en este relato. En segundo lugar, y en relación con lo anterior, los espacios privados, que son complemento de las luchas más públicas, quedaron completamente por fuera. Trino Morales narra lo que ocurría en el espacio público, pero ni él ni su entrevistador se interesan por pasar revista a lo que sucedía en los espacios más privados, de las familias y las veredas, que quedaron invisibilizados. La recuperación de tierras demanda una movilización y una capacidad humana inmensa y allí, como en cualquier empresa grande, las mujeres siempre hemos sido claves.


REFERENCIAS

1. SCOTT, J. C. (1985). Weapons of the Weak. Every Forms of Peasant Resistance. New Haven y Londres: Yale University Press.


MARGARITA CHAVES
Coordinadora Grupo de Antropología Social
Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH
mchaves@icanh.gov.co