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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.48 no.2 Bogotá jul./dic. 2012

 

EN EL EVANGELIO Y EN EL PARTIDO: TRAYECTORIAS POLÍTICAS DE PASTORES EN EL GRAN BUENOS AIRES

IN THE GOSPEL AND THE PARTY: POLITICAL TRAJECTORIES OF PASTORS IN GREAT BUENOS AIRES

 

MARCOS ANDRÉS CARBONELLI
MAGÍSTER EN CIENCIA POLÍTICA, UNIVERSIDAD DE SAN MARTÍN
BECARIO DOCTORAL DEL CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS (CONICET)
m_a.carbonelli@yahoo.com.ar

Recibido: 4 de enero de 2012 Aceptado: 6 de junio de 2012


Resumen

Desde el año 2001 los evangélicos han ensayado diversas modalidades de aproximación al mundo partidario en Argentina, que se distancian de los intentos realizados por partidos confesionales en un ciclo de movilización que se extendió entre 1980 y 2001. Los nuevos intentos se orientan por estrategias para insertarse en las estructuras partidarias y territoriales. En el presente artículo analizaremos el itinerario político de dos pastores que participaron en competencias electorales en 2007 y que adoptaron estrategias diversas de construcción política. Identificaremos las motivaciones de sus proyecciones electorales, los recursos simbólicos y materiales de su praxis política y sus incidencias en los resultados obtenidos. Finalmente, daremos cuenta de las diferencias y los denominadores comunes entre estas experiencias y sus antecedentes.

Palabras clave: evangélicos, partidos políticos, Gran Buenos Aires.


Abstract

As of year 2001, the evangelical have tried diverse modalities of approach to party world in Argentina that are distanced of those assembled by denominational parties in a cycle of mobilization extended between 1980 and 2001. The new attempts are oriented by strategies of insertion in parties and territorial structures. In this article we will analyze the political itinerary of two pastors, who participated in electoral competitions in 2007 and who adopted diverse strategies of political construction. We will identify the motivations of their electoral projections, the symbolic and material resources of their political praxis, and their incidences in the attained result. Finally we will give an account of the differences and the common denominators between these experiences and their antecedents.

Keywords: evangelical, political parties, Great Buenos Aires.


INTRODUCCIÓN1

En la década de los noventa la participación de actores evangélicos en el ámbito partidario argentino se destacó por la organización de partidos confesionales. Este fenómeno formó parte de un ciclo de movilización social activado por evangélicos sin cargos pastorales o con cargos pastorales de segunda línea, que se extendió entre 1980 y 2001 (Wynarczyk 2006, 2010). La densidad histórica de las identidades partidarias y la competencia, en el interior del propio espacio evangélico, entre los liderazgos pastorales y los candidatos postulados influyeron en el fracaso de la experiencia2.

En el nuevo milenio diversos estudios señalan la primacía de un formato de participación individual (Algranti 2010) caracterizado por la dispersión de los políticos evangélicos en diversas estructuras partidarias, en las que construyen sus proyecciones políticas sin el respaldo de las estructuras eclesiásticas. Este hecho marca un punto notable de diferenciación con otros escenarios políticos latinoamericanos, como el de Brasil (Campos 2006). En el análisis de estos casos es preciso destacar que varias de las mediaciones evangélicas en el espacio partidario comprenden toda una red de intercambios informales con diferentes estratos de las dirigencias políticas partidarias, que funcionan como condición de posibilidad de la competencia formal por cargos públicos.

En este sentido, analizaremos los formatos de la acción política evangélica sustentados en el anclaje territorial de sus iglesias en dos planos diferentes: a) la competencia electoral por la obtención de cargos públicos y b) la articulación de líderes evangélicos con redes políticas barriales, que a su vez inciden en las configuraciones del poder a nivel local. Por anclaje territorial entendemos la gravitación del trabajo social de las iglesias evangélicas en los barrios populares, que habilita la constitución de sus líderes como referentes y que permite la ponderación, en sus proyecciones políticas, de demandas vinculadas a una agenda social.

Tras una descripción del contexto socioeconómico en el cual se inscriben estas trayectorias religiosas en política, nos centraremos en la candidatura del pastor Carlos Castro3 para la alcaldía del municipio de Malvinas Argentinas en las elecciones generales de 2007. Precisaremos las motivaciones que impulsaron la proyección política de este actor religioso, los recursos simbólicos que se encontraron en la base de esta participación y la incidencia de estos elementos en el resultado electoral. En segunda instancia abordaremos la inserción del pastor Claudio Flores en una disputa entre dirigentes peronistas en el barrio El Ceibo, en el partido de Lanús, también en el marco de las elecciones municipales de 2007. Nos enfocaremos en la configuración identitaria del pastor como líder barrial y mediador entre los vecinos de El Ceibo y la intendencia, y en la construcción de un formato de representación sustitutiva.

En las conclusiones daremos cuenta de los puntos de continuidad y de ruptura entre los casos presentados y las modalidades de participación evangélica de décadas anteriores. Los denominadores comunes se encuentran en la reconceptualización de la política como espacio de misión, en la afinidad simbólica con el peronismo y en el desarrollo del trabajo social como eje de inscripción política. Las rupturas se sitúan en el plano estratégico, en particular en el abandono de la propuesta de partidos confesionales y la opción por la inserción en estructuras partidarias seculares y por un trabajo religioso sobre el lazo representativo, que excede a la comunidad religiosa de referencia. Finalmente, señalaremos cómo la adecuación a las reglas implícitas y explícitas del campo político y la inexistencia del voto evangélico abren interrogantes sobre el margen de autonomía de estas proyecciones religiosas en el ámbito partidario4.

CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS CASOS

La iglesia La Hermosa del Barrio El Ceibo, que preside el pastor Claudio, se encuentra en el barrio homónimo, ubicado en la localidad de Monte Chingolo, en el extremo sur del partido de Lanús5. Monte Chingolo es una de las localidades más empobrecidas del distrito, con uno de los registros más altos de asentamientos o villas6, entre los que se cuenta El Ceibo. La ocupación progresiva de este barrio se realizó en la década de los ochenta, en la zona lindante con el cementerio del municipio. Esta ubicación geográfica, además de sus características edilicias -casas mayoritariamente de chapa, sin cloacas, y un diagrama general compuesto principalmente por la superposición anárquica de pasillos-, redundan en una estigmatización generalizada por parte de los vecinos de barrios lindantes, que califican a El Ceibo como un barrio peligroso. Según cálculos aproximados, el barrio está conformado por 16 manzanas, en las cuales viven alrededor de 2.500 personas. En lo que se refiere a su morfología institucional, se destacan tres pequeñas iglesias evangélicas ubicadas en el asentamiento, una capilla católica posicionada en los límites con el barrio de Villa Mauricio y tres unidades básicas peronistas, dos de ellas situadas en la avenida Centenario (límite geográfico de El Ceibo) y la restante dentro del barrio.

Las características reseñadas de la iglesia La Hermosa del Barrio el Ceibo la inscriben en la tipología de pequeñas comunidades pentecostales, de fuerte inserción barrial en contextos de pobreza, surgidas en la década de los ochenta y consolidadas en la década posterior7. A pesar de su pertenencia a una red pentecostal más amplia, que incluye una iglesia "madre" en la localidad de Temperley (partido de Lomas de Zamora, Gran Buenos Aires), las dinámicas correspondientes a su organización interna y las actividades que en ella tienen lugar se encuentran fuertemente articuladas con la vida del barrio en su conjunto.

Por su parte, la iglesia Presencia de Dios, del pastor Carlos, se ubica en la localidad Ingeniero Adolfo Sourdeaux, partido de Malvinas Argentinas8. A diferencia de Lanús, no se trata de un distrito con índices altos de desarrollo industrial y población, sino que en su espacio coexisten áreas urbanizadas, countries (barrios privados, donde residen sectores de la clase alta nacional) y áreas despobladas o dedicadas a la actividad rural incipiente. Sourdeaux es una de las localidades más pequeñas del distrito, y el barrio en el cual se inscribe la comunidad Presencia de Dios respeta gran parte de su fisonomía general: un pequeño centro comercial ubicado en las inmediaciones de la estación ferroviaria, que a las pocas cuadras da paso a un conglomerado de casas bajas, de material, con terrenos amplios, e incluso hay quintas.

En lo que se refiere estrictamente al templo de Presencia de Dios, ciertos detalles de su aspecto edilicio evidencian sucesivas obras de ampliación. Entre ellas se destaca un gran salón, donde además de las ceremonias de culto tienen lugar las actividades de las organizaciones celulares que componen la comunidad, y eventos como recitales de rock cristiano y conferencias dictadas por pastores invitados. Estas reformas permiten reconstruir el proceso de crecimiento de la iglesia, que un primer momento tuvo una fisonomía semejante a la Hermosa del Barrio El Ceibo, pero que en la actualidad se estructura como una comunidad de mediano tamaño, con alrededor de 2.500 miembros estables. Un factor clave en este desarrollo es la conexión de esta comunidad en particular con la red ministerial también denominada Presencia de Dios, dirigida por Bernardo Stamateas, el pastor de una de las megaiglesias9 más importantes de Argentina en la actualidad.

El Gran Buenos Aires representa el área geopolítica donde se inscriben tanto la comunidad de El Ceibo como la de Adolfo Sourdeaux. Dicho espacio está conformado por los veinticuatro municipios que rodean la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, entre los que se cuentan los mencionados distritos de Lanús y Malvinas Argentinas. Según los últimos datos censales (Instituto Nacional de Estadística y Censos [Indec] 2012), en este espacio habita un tercio de la población argentina y sus fronteras comprenden realidades tan dispares como conflictivas: desde countries hasta villas y asentamientos, en los cuales subsisten las clases más afectadas por los embates del neoliberalismo. Este modelo reinante durante las décadas de los ochenta y los noventa dejó profundas secuelas, corporizadas en la desindustrialización creciente, los índices alarmantes de desempleo, la marginalidad y el deterioro profundo de los sistemas de salud y educación pública, entre otros fenómenos tangibles. A este heterogéneo mapa social se le superpone una dimensión política particular: la alta densidad demográfica hace de este el principal distrito electoral del país. Obtener los votos de los sectores populares del Gran Buenos Aires es una meta importante para todo aquel que pretende una proyección política exitosa, no solo a nivel local, sino también a nivel provincial y nacional. El Gran Buenos Aires constituye, así, un enclave estratégico en torno al cual se delinea gran parte de la dinámica política nacional.

Candidaturas pastorales: trabajo social y misión religiosa

Carlos Castro es un pastor joven (tenía cuarenta y cinco años en el momento en que fue entrevistado); no proviene de una familia evangélica, sino que se convirtió al Evangelio alrededor del año 1990. Antes de su consagración como pastor de la zona de Adolfo Sourdeaux, hace aproximadamente doce años, se dedicaba a una actividad comercial vinculada a la administración de una cadena de librerías. Durante su juventud, en el año 1983, participó en la campaña presidencial de Raúl Alfonsín10, en la plenitud del auge cívico motivado por el retorno de la democracia, aunque después abandonó toda militancia política a raíz de un profundo desencanto con las estructuras partidarias en general. Su iglesia pentecostal Presencia de Dios ostenta un importante grado de articulación con la vida asociativa barrial, gracias a las actividades y servicios que brinda, que se extienden más allá de las filas de la feligresía. El pastor Carlos sostiene merenderos11 para los niños del barrio que funcionan por las tardes, a los que se suman campañas de asistencia dirigidas a los sectores más necesitados de la zona. Otro elemento clave de su labor pastoral es el fuerte énfasis en el trabajo con jóvenes, a quienes se procura integrar en la vida eclesial por medio de un sistema de células12 que supone la dirección de un líder de la misma comunidad, y de los ministerios13 dedicados a la música. También se destaca la organización de una radio comunitaria, cuyos contenidos no son exclusivamente religiosos sino que comprenden noticias sobre el barrio en general y los estilos musicales de moda entre los jóvenes.

Tras esta breve descripción, profundizaremos en las motivaciones que impulsaron su proyección política: "Creo que ahora hay más gente convencida [de] que se puede producir un cambio desde el cristianismo en las bases políticas. A eso es hacia lo que apuntamos siempre: a producir un cambio social. Que la gente mejore su calidad de vida, utilizando en este caso los principios cristianos que conocemos y que aplicamos, llevarlos a la política" (entrevista con el pastor Carlos Castro).

En la respuesta del pastor se conjugan dos líneas argumentativas centrales. El principal interés que motiva la participación en política es una aguda preocupación por la cuestión social, por la realidad de los fieles pero también de los vecinos de los barrios de cuya vida también participan las iglesias. En la decisión de participar en política no se conjugan ni la resignificación de una militancia partidaria pasada, ni el cumplimiento de una orden pautada por una jerarquía eclesial interesada en la arena política. Se trata más bien de la intencionalidad manifiesta y particular de continuar, en el espacio político, una acción social que es representada como inherente a la misión evangélica de las iglesias.

Así mismo, la política es considerada como un espacio de poder que proporciona las herramientas requeridas para iniciar un cambio social profundo, con bases cristianas. Desde esta perspectiva, solo hace falta trasladar a dicho espacio los principios rectos y ordenadores del cristianismo para propiciar la recuperación de los valores perdidos y la apertura a una sociedad con mejor calidad de vida para todos sus miembros.

Finalmente, en la lectura del pastor sobre la realidad política del municipio subyace un juicio de valor que responsabiliza a la dirigencia política por la desigualdad social imperante y los casos de corrupción que empañan la correcta gestión pública. Estas críticas son explícitas en otros segmentos de la entrevista: "Mientras sigamos teniendo gobiernos de conveniencias, de tejes y manejes, de pactos secretos, de crimen organizado, o sea, mientras más lejos estemos de los principios de Dios, peor país vamos a tener; mientras más nos acerquemos a los principios cristianos, vamos a tener un país más justo" (entrevista con el pastor Carlos Castro).

En la perspectiva del pastor, la política de "tejes y manejes" se asocia con las prácticas impropias de la dirigencia política local: los intendentes, concejales y "punteros políticos", que no solo utilizan de manera indebida los recursos estatales para enriquecerse, sino que se valen de prácticas clientelistas para obligar a los ciudadanos de los barrios a votar por ellos y de esta manera asegurarse la continuidad en la cima del poder local. Por contraposición, la "nueva política" que traerá "un país más justo" aparece como patrimonio de la acción evangélica, cuyos agentes se encuentran "cerca de la gente" y son capaces de imprimirle un sello distintivo a su quehacer político.

En el juicio crítico a la gestión municipal se pone en evidencia cómo la participación política del pastor se estructura en un esquema dual: de un lado se encontrarían los políticos tradicionales, hacedores de una praxis carente de principios, que los hace responsables de la crisis social y del flagrante deterioro del bien común. Del otro lado se hallarían los políticos cristianos, quienes, por el contrario, aportarían con su participación las pautas y preceptos propios del campo religioso, que suplirían la carencia de valores del actual espacio político.

En la base de esta acción religiosa sobre lo político es posible identificar un cambio en la visión histórica de los evangélicos en lo que se refiere a la participación política. En términos de Wynarczyk (2006, 2009a, 2009b), lo que acontece en las comunidades remite a una concepción dualista en la que se da el paso de un marco interpretativo negativo, en el cual la política era asociada a un espacio pecaminoso y corrupto, (y por lo tanto, inaccesible al buen cristiano), a otro positivo, en el que las conferencias, los encuentros, las misiones y las charlas pastorales promueven la participación política del cristiano, en tanto extensión de su acción transformadora del mundo. Para estos actores, se trata de ganar la política para Cristo: hacer que la política, como espacio de vida, se someta a los principios extraídos de la ética religiosa14.

El análisis de la inserción concreta del pastor en el plano partidario nos introduce en una trama informal de relaciones, donde a su vez se producen y reproducen imaginarios particulares:

Mi iglesia es la más grande del distrito. Entonces todo político se acerca. En la campaña del 2005 nos pidieron prestado el lugar porque entra mucha gente, para que viniera Alicia Kirchner15. Vino Alicia Kirchner, que era en ese momento, al igual que ahora, ministra de Desarrollo Social, y claro, llenó, había tres cuadras de gente... Espectacular... Hicimos una nota en la radio, charlé con ella. Y quedó una buena relación, yo en ese momento no pensaba en la política, pero quedó una buena relación. Algo pasó ahí con el Frente para la Victoria, que quedaron enganchados con nosotros. Quedaron enganchados con nosotros y nos vinieron a buscar... Yo creo que por eso, por el hecho que a la iglesia viene mucha gente, mucha gente escucha la radio... (Entrevista con el pastor Carlos Castro)

El trabajo social de las iglesias se presenta como uno de los factores que habilita el acercamiento entre líderes religiosos y políticos en el Conurbano Bonaerense. Asumiendo que el control del medio local es "fuente de cohesión y por ende de poder" (Merklen 2005, 157), el anclaje territorial evangélico se constituye en una vía de acceso a la dinámica política de los barrios populares, en la medida en que la injerencia en las redes sociales y el manejo de recursos se traducen en capitales simbólicos que posibilitan el diálogo de este modelo de liderazgo religioso con el conjunto de las fuerzas políticas vigentes en este espacio.

La búsqueda recíproca entre actores religiosos y políticos con fines electoralistas se afianza gracias a un segundo elemento: la hipotética capacidad de los pastores para traducir su convocatoria y su poder de movilización de fieles en recursos electorales, es decir, en votos. Esta representación, sostenida por ambas partes del binomio político-religioso, se fundamenta paralelamente en la coincidente referencia a la iglesia como espacio unívoco y aglutinante de las diferentes expresiones evangélicas, que habilitaría la presencia de una fuerza coordinada. Guiándonos estrictamente por los resultados obtenidos, existen escasos indicios que prueben un correlato empírico de este supuesto. A modo de hipótesis, podemos establecer que en la producción y reproducción de esta construcción social confluyen, por un lado, la acción estratégica de los pastores, quienes sobreimprimen una imagen de poder sustentados en su dominio territorial, y por el otro lado, la aplicación de una lógica pragmática, dominante en el campo de los políticos profesionales, que los orienta a vincularse con actores que potencialmente pueden acumular recursos e influencias en espacios electorales.

En el plano estratégico, es preciso destacar que el pastor no contempló una performance política por fuera de las estructuras partidarias seculares. El mencionado contacto con Alicia Kirchner se transformó en una candidatura formal con el sello del Frente para la Victoria16. Sin embargo, a pocos de meses de las elecciones (que se realizaron en octubre de 2007) el pastor Carlos decidió abandonar su candidatura por esta vía, en desacuerdo con el verticalismo de esta fracción del Partido Justicialista (PJ) y con sus consideraciones acerca del problema estructural de la pobreza:

Me presionaron para hacer algunas cosas que no van con mis principios como cristiano y yo dije que no, que no, que no, hasta que nos terminamos peleando [...]. Tuvimos una discusión muy fuerte por diferencias, por diferencias que se pueden llamar de principios... Me llegaron a decir, por ejemplo, uno de los casos, que no les importaba la gente pobre, de que a los pobres los iban a mantener pobres, y todo eso me hizo pensar que no estaba en el lugar correcto y abandoné las filas del PJ. [...] Y decidí formar nuestro propio movimiento, que se llama Movimiento Social Cristiano. (Entrevista con el pastor Carlos Castro)

El Movimiento Social Cristiano se concentró básicamente en tareas de prensa y convocatoria, a fin de difundir la candidatura de Carlos Castro en el municipio. Lejos de ocultar su investidura religiosa, el pastor la utilizó como eje de su nueva campaña política, intentando mostrarse como un actor nuevo en el ambiente político, y por lo tanto ajeno a la corrupción prevaleciente en él. Su autorrepresentación como outsider religioso configuró una estrategia de diferenciación que apostó, por un lado, a capitalizar el descrédito de la clase política entre los ciudadanos, y por el otro, a obtener el apoyo del resto de los pastores de Malvinas Argentinas. Con tales objetivos, realizó numerosas reuniones con los consejos pastorales de su distrito, en busca de un apoyo consensuado, promovió actos políticos en sus templos y apeló a líderes y pastores de su entorno para que ejercieran la función de asesores de su movimiento.

La construcción de un discurso orientado no solo a la comunidad de pertenencia (los evangélicos), sino también a un electorado más amplio, comprendido por los ciudadanos de todo el distrito, nos permite identificar un trabajo religioso sobre el lazo representativo que procura ajustarse a la especificidad de la arena electoral e interpelar a una diversidad de públicos. En el caso que estamos tratando, la reivindicación de demandas sociales y la lucha contra la pobreza constituyen los ejes de una oferta electoral que necesariamente excede las fronteras de la comunidad de referencia.

El Movimiento Social Cristiano no alcanzó a cristalizarse como un partido confesional, debido a la escasez de cuadros de militantes que proporcionaran el despliegue de un trabajo territorial acorde con la envergadura de la apuesta política proyectada. Estas deficiencias organizacionales propiciaron el acercamiento del líder evangélico a otra fuerza política, Propuesta Republicana (PRO).

Faltando escasos días para el cierre formal de las listas, las desavenencias con los líderes partidarios del PRO a propósito de la determinación de la lista de candidatos a concejales ocasionaron una nueva discontinuidad en la proyección política del pastor. Concretamente, Carlos Castro denunció un pacto espurio entre el alcalde y los dirigentes bonaerenses del PR para que en su propia lista fueran desplazados sus hombres de confianza y sus lugares fueran ocupados por funcionarios acordados entre las fuerzas políticas supuestamente enfrentadas.

Pese a las complicaciones que estos vaivenes representan para una carrera política en el corto plazo, el pastor de Sourdeaux no claudicó en su propósito de ser candidato a intendente de Malvinas Argentinas. Según el mismo pastor nos refirió: "Lo que yo quería, lo que yo necesitaba, era transmitir mis valores y mis principios a quien fuera, por eso no me importaba el partido con el cual teníamos que hacer una alianza". En esta perspectiva, sus elecciones políticas se estructuraron según un patrón de conducta orientado a cumplimentar una misión propia del orden trascendente. El perfil ideológico de los partidos posee una valoración menor, si se lo compara con la primacía de los criterios religiosos a la hora de determinar la praxis y las opciones políticas.

Finalmente, la candidatura del pastor Castro se efectuó por medio del Partido Unidad Federalista (Paufe), a raíz de los lazos de amistades personales que el líder religioso mantenía con dirigentes de esa formación partidaria desde hacía algunos años. Meses más tarde, el pastor confesaría que su presentación por el Paufe fue una de sus "peores opciones políticas", porque su referente nacional, Luis Patti, afrontaba severas denuncias judiciales por su presunta participación en casos de violaciones a los derechos humanos en la última dictadura militar en Argentina.

El resultado electoral de octubre de 2007 confirmó la hegemonía del peronismo en la comuna, y resultó reelegido el Poder Ejecutivo municipal. Los votos obtenidos por la lista del pastor tampoco fueron suficientes para incidir en la configuración del concejo deliberante, debido a que el coeficiente electoral no permitió la elección de un edil de las propias filas.

El pastor Castro explicó su derrota electoral con dos factores: a) el escaso apoyo que consiguió de pastores de otras comunidades, quienes, en sus propias palabras, "jugaron políticamente para el intendente" al recibir prebendas (exenciones de impuestos y ayudas materiales para la refacción de sus iglesias) a cambio de los votos de sus fieles en los comicios de octubre, y b) el peso del "aparato político del peronismo"17:

[...] El sistema político operante, acá por lo menos en el Conurbano Bonaerense, con los caudillos del justicialismo, es muy difícil enfrentarlos si no hay un respaldo económico, multitudinario, que te pueda llevar a... ¿Cómo se podría decir? El peronismo tiene un aparato muy fuerte en el Conurbano, esa es la realidad. Caudillos con mucho dinero, con muchos negocios y con mucho respaldo del gobierno de turno, y bueno, eso hizo que no nos fuera demasiado bien. (Entrevista con Carlos Castro)

Las elecciones municipales de 2009 y 2011 no volvieron a tener al pastor como protagonista. Sus actividades se concentraron en la dirección y proyección de la comunidad religiosa, tarea a la que se adicionó la organización de cursos de liderazgo, que no solo se difundieron en ámbitos religiosos sino también deportivos y empresariales.

DESDE EL BARRIO: POLÍTICA PASTORAL Y PERONISMO

La trayectoria política del pastor Claudio Flores se comprende en el marco de su historia como habitante del barrio El Ceibo y del ejercicio de su rol como pastor a cargo de una de las iglesias pentecostales más importantes de dicho espacio: la comunidad La Hermosa del Barrio El Ceibo.

De la iglesia barrial dependen tres hogares que funcionan como centros de rehabilitación para jóvenes que padecen adicciones o situaciones de desamparo y violencia familiar. Se denominan ministerio Un Encuentro con Dios y forman parte de una red ministerial pentecostal diseminada por todo el país y Latinoamérica, destinada principalmente a la recuperación física y espiritual de adolescentes. La mayoría de los habitantes de los hogares son jóvenes con edades entre los dieciocho y los treinta años, aunque ocasionalmente también viven personas que superan esta franja etaria. Todos ellos llegaron con problemas relacionados con el consumo de drogas o de alcohol. El programa de recuperación comprende la vivencia del Evangelio en una perspectiva comunitaria y el desarrollo de tareas y oficios orientados a favorecer su inserción laboral18.

En el caso de la iglesia La Hermosa del Barrio El Ceibo, los jóvenes hospedados en hogares trabajan en una panadería autogestionada, cuyos productos son comercializados por los propios chicos en los medios de transporte masivos (líneas de trenes y de colectivos) y en las calles de los barrios céntricos de Lanús, Banfield, Lomas de Zamora y Temperley.

El coordinador de este conjunto de actividades religiosas, sociales y terapéuticas es el pastor Claudio Flores. En el momento de nuestra entrevista tenía treinta y tres años, hacía cinco que era pastor y dos que se encontraba a cargo de la comunidad pentecostal. El itinerario biográfico de Claudio Flores se encuentra profundamente entreverado con la historia del propio barrio, y guarda estrechos puntos de contacto con la trayectoria de los jóvenes que tiene a su cargo en su tarea pastoral.

[...] Yo me crié en el barrio. Antes andaba en cualquiera... Nunca me drogué, pero tomaba, tomaba mucho y las cosas estaban muy mal con mi mujer. Ella no me podía ver a mí y yo tampoco la quería ver más a ella. Me iba a los bailes, paraba en la esquina... Mi vida era parar en la esquina y buscar pelea. Me amanecía borracho en las esquinas del barrio. Hasta que un domingo me amanecí en cualquier lado. Y luego a la tarde me fue a buscar mi hermano y me llevó a la iglesia. Yo antes iba, pero había dejado de ir. Y ahí mi vida cambió [...]. Yo antes era católico. Iba a San Cayetano, a las misas, hasta que conocí a Cristo y ahí mi vida cambió. Y ahora ya hace cinco años que me levantaron pastor. (Entrevista con el pastor Claudio Flores)

La experiencia de cambio y sanación de Claudio Flores durante su juventud es un tipo de conversión frecuente entre aquellos que conocen y se acercan "al Evangelio" en contextos de pobreza. Luego de su pasaje por el programa de rehabilitación comunitaria, Claudio Flores no solamente recompuso su matrimonio (actualmente vive con su mujer y es padre de tres chicos) sino que perseveró en sus actividades en la iglesia hasta ser "levantado" pastor y posteriormente encargarse de las tareas de evangelización.

El interés del pastor por transformar la realidad barrial constituyó el motivo de su inmersión en las agitadas aguas de la política barrial de El Ceibo, atravesadas por la competencia entre las redes políticas de punteros o mediadores políticos. De acuerdo con Javier Auyero (2001), esta categoría designa a los intermediarios entre los caudillos, "patrones" o dirigentes políticos poseedores de recursos materiales y simbólicos (acceso a planes sociales, distribución de bienes como chapas y materiales de construcción, información sobre campañas, etc.) y los "clientes", es decir, los habitantes de los barrios, que acuden a aquellos. Para Auyero, los mediadores o referentes "gozan del poder posicional que acompaña a su función mediadora y canalizan recursos desde el patrón a los clientes, y votos y apoyo desde los clientes a la persona que controla los recursos materiales y simbólicos" (2001, 98). El rasgo distintivo de los mediadores es su capital social, es decir, su posición nodal en una red donde circulan recursos, información, apoyos políticos y legitimidades, y que paralelamente configura un territorio o área de influencia (2001, 105).

El juego de fuerzas establecido por los mediadores políticos en El Ceibo replicaba la disputa en el interior del peronismo en el municipio. Esta se decidía entre la reelección del intendente Manuel Quindimil, alineado a la corriente peronista liderada por Eduardo Duhalde, y la propuesta renovadora de Darío Díaz Pérez, apoyado por el Frente para la Victoria.

En la antesala de la definición electoral, el líder religioso propició la visita del entonces candidato Darío Díaz Pérez a su propia iglesia, a fin de que los vecinos de El Ceibo le comunicaran sus necesidades prioritarias. La visita de campaña del futuro intendente de Lanús marcó también un quiebre en las relaciones entre los diferentes referentes del barrio:

Mientras Darío estaba acá, en la vereda de enfrente había como veinte del puntero Omar López, y cuando se fue Darío nos amenazaron, nos dijeron que cuándo ganaran iban a venir con mazas e iban a romper todo, que no iba a quedar nada del hogar ni de la iglesia. Al día siguiente nos apedrearon la iglesia. Pero me cansé: una vuelta que me estaban amenazando, como diciéndome que ellos tenían contactos con la municipalidad y yo no, agarré y les dije: "Andá y decile a Montenegro que ahora la política en El Ceibo la hago yo". (Entrevista con el pastor Claudio Flores)

La respuesta del pastor ante la acción violenta de los punteros, "Ahora la política en El Ceibo la hago yo", guarda, a nuestro criterio, una densidad simbólica sobre la cual es preciso detenernos. En primera instancia, "hacer la política en El Ceibo" da cuenta de un posicionamiento identitario múltiple por parte de Claudio Flores, en el que se articulan su figura de líder barrial y la de pastor. Su pronunciamiento en medio del conflicto en el interior del peronismo en Lanús encierra una demarcación territorial de El Ceibo como área de injerencia propia, en detrimento de la influencia de los punteros, representados como los artífices de una praxis política cuya orientación se cristaliza constantemente en la manipulación de los intereses de los habitantes del barrio. En contrapartida, el pastor Claudio plantea su manera de hacer política como la antítesis a la praxis de los punteros:

Yo conozco el barrio, porque yo paraba en sus esquinas. Le quiero mostrar a la gente que se puede hacer política bien. Hacer cosas por el barrio. Yo cuando voy a la municipalidad no pido nada por la Iglesia o por el hogar. No quiero que piensen que saco provecho de eso. No estamos muy bien, pero tampoco nos falta nada. Y Dios provee. No, yo cuando voy a la municipalidad y hablo con Karina [la mujer del intendente, encargada de la asistencia social] o con el secretario de Darío, o con el de Desarrollo, pido cosas para el barrio. Ahora estamos gestionando por el tema de las cloacas, que están todas tapadas y es un peligro. (Entrevista con el pastor Claudio Flores)

A los elementos mencionados, que guardan estrechas similitudes con los examinados en el caso del pastor César, cabe añadirles la identificación del pastor con la historia y la dinámica del propio barrio El Ceibo, que sostiene y alimenta su proyección política. Parte de la vocación de liderazgo del pastor Claudio es fruto de una herencia familiar: su padre fue presidente de la Junta Vecinal del barrio y ayudó en la construcción de la actual sala de primeros auxilios. En definitiva, conocer El Ceibo, haber nacido allí, "haber parado en sus esquinas" configuran una legitimidad de origen que facilita que los vecinos reconozcan el trabajo social que realiza el pastor Claudio con los jóvenes adictos de la propia comunidad barrial, y que lo postula como su referente legítimo frente a las autoridades municipales.

La victoria de Darío Díaz Pérez en los comicios municipales de octubre de 2007 representó un cambio profundo en el juego de fuerzas políticas del barrio El Ceibo. Desde entonces, el nuevo mediador entre los vecinos y los funcionarios municipales es el pastor Claudio Flores, quien se ocupa de gestionar los pedidos comunitarios de chapas y de arreglos para la red de cloacas, y así mismo controla el correcto funcionamiento del programa de recolección de residuos:

Nosotros, los de la Iglesia, nos hacemos cargo de la basura de esta parte de la avenida Centenario. Vamos y la juntamos en bolsas y la ponemos toda en el mismo lugar, para que no quede desparramada. Y cuando se junta basura en la esquina (donde termina la avenida Centenario, justo en el vértice del cementerio Municipal) agarro y llamo directamente a la Municipalidad para que la venga a buscar. [...] Un proyecto que tenemos es el club. Queremos recuperar el club para el barrio: techar los vestuarios, arreglar la cancha. Que los pibes del barrio tengan un lugar donde estar, que los saque de la calle, de la droga, etc. (Entrevista con Claudio Flores)

El registro de esta interacción barrial pone en evidencia la proximidad del pastor con la realidad comunitaria y su constitución como representante y portavoz de sus intereses ante las autoridades municipales. Sus contactos con la gestión municipal, allanados a partir de su pronunciamiento político a  favor del actual intendente, facilitaron su función como catalizador de las demandas de los vecinos, que desplazó a las anteriores redes clientelares. El circuito de mediación entre el municipio y los vecinos de El Ceibo gestionado por el pastor Claudio se completa con su participación en la supervisión de los planes de trabajo que la municipalidad provee.

La interacción político-religiosa en El Ceibo pone en evidencia un esquema triádico de confianza política, que redunda en beneficios recíprocos para sus diversos participantes. Mientras las autoridades municipales se aseguran un nexo eficaz en el barrio, que garantiza la visibilidad de la gestión gubernamental y su cercanía con las realidades de los ciudadanos más desfavorecidos del distrito, los habitantes del barrio encuentran en el pastor Claudio un mediador que observa y manifiesta ante los funcionarios las problemáticas comunales. Finalmente, la organización recurrente de estas interacciones refuerza el posicionamiento de Claudio Flores como un referente en el mapa político local. Las prácticas de intercambio de recursos materiales y simbólicos que se integran en la vida cotidiana de El Ceibo dan cuenta de su conversión en un nuevo mediador político que, en virtud de una combinación de capitales simbólicos (reconocimiento y trayectoria barrial, manejo del territorio, contactos políticos y liderazgo religioso), desplaza de la competencia a los referentes anteriores, pero observando las reglas de la mediación política informal preexistentes.

Las frecuentes alusiones a la búsqueda de una justicia social y del bienestar del barrio visibilizan un lenguaje de matriz populista que anticipa la afinidad simbólica establecida entre el pentecostalismo y el peronismo. Es posible identificar esta afinidad a partir de las raíces de la trayectoria política de líderes como Claudio Flores y en su evaluación de la existencia de un costado "cristiano" en el peronismo: "Me siento peronista... Mira, creo que Perón decía: 'Mejor que decir es hacer'. Y para mí, Perón leyó la Biblia, porque si vos agarrás lo que escribió Lucas: 'Querido Teófilo, vengo a narrarte las cosas que el Señor hizo entre los hombres', lo que hizo Jesús es lo mismo".

Las intersecciones entre imaginarios y matrices político-religiosas se explican, en primer lugar, por la incidencia común del peronismo y de las iglesias evangélicas en la construcción identitaria y en la estructuración de la vida asociativa de los sectores populares. Siguiendo a Semán (2000a, 157), el peronismo puede ser comprendido como una estructura de sentir o como una formación en el nivel de la cultura vívida que ha dejado profundas huellas en la memoria y en las prácticas de los sectores populares, con base en la reivindicación de los derechos de la clase trabajadora y mediante un discurso que observa puntos de contacto con la doctrina social del catolicismo. Estas huellas o marcas pueden activarse y actualizarse en trayectorias de líderes evangélicos porque, precisamente, el pentecostalismo fue la forma religiosa que tematizó de manera más acabada las situaciones de pobreza de esos mismos sectores populares durante su pauperización en la década de los noventa (2000a), apelando a categorías de profunda densidad histórico-política, como la dignidad del trabajador y la ayuda a la gente.

Otro punto de contacto entre ambas matrices resulta de su mutua referencia al rol central del líder en la construcción de un proyecto social. En la historia del peronismo, la figura de su fundador y su relación con los cuadros políticos y con sus bases sociales no solo son elementos centrales de su discurso, sino también un eje vital en lo que se refiere a su dinámica de adaptación a las sucesivas transformaciones de la arena política nacional. En el caso de las iglesias evangélicas el discurso del liderazgo adquiere particular relevancia en virtud de la perspectiva de apertura y transformación del mundo a la que hacíamos referencia en párrafos precedentes, y así mismo debido a la creciente gravitación de metodologías y discursos importados del área empresarial en las últimas décadas. La afinidad simbólica que hemos subrayado entre estas matrices político-religiosas habilita la construcción de un liderazgo religioso en el que la figura de un actor propiamente político como Perón sea tomada como punto de referencia.

Finalmente, en las dinámicas desplegadas en el espacio sociorreligioso estudiado, nuestro trabajo de campo dio cuenta de la existencia de un importante recurso, cuya puesta en acto completa la configuración de Claudio Flores como mediador político: las movilizaciones de fieles en los actos partidarios. Tras la elección de Darío Díaz Pérez, varios fueron los eventos y manifestaciones a nivel municipal y también a nivel nacional en los que el pastor Claudio y sus jóvenes participaron, convocados por las corrientes peronistas oficialistas.

La participación del pastor y sus seguidores en actos peronistas garantiza la reproducción del esquema tríadico de confianza política subrayado, y potencia una proyección política de mayor alcance. En el año 2010 el pastor Cristian orquestó una unidad básica peronista en las inmediaciones del barrio El Ceibo, con el fin de canalizar desde allí la ayuda social proveniente del municipio, y al cierre de las últimas elecciones nacionales, en 2011, se presentaba como candidato a consejero escolar por el oficialismo en el distrito de Lanús.

El recurso político de la movilización reviste simbólicamente una demostración de fuerza que resulta valorada por los "políticos tradicionales", y que da cuenta de la adaptación del pastor Claudio a los códigos implícitos de la política. En suma, las formas evangélicas de hacer política se configuran a partir de un anclaje territorial que constituye su vía de acceso a la dinámica política de los sectores populares. La injerencia en las redes sociales, el manejo de recursos como el reconocimiento de los vecinos, la afinidad simbólica con el peronismo y la movilización de fieles en actos políticos facilita la constitución de una proyección política que, nacida como una misión integral de carácter religioso, posteriormente se presenta como nexo nodal en el interior de la interacción situada entre ciudadanos, mediadores y funcionarios.

CONCLUSIONES

El análisis de los casos de los pastores Castro y Flores nos permite establecer puntos de continuidad entre sus trayectorias políticas y la modalidad de participación evangélica de la década de los noventa. En primer lugar, se acentúa el cambio del posicionamiento de los líderes evangélicos ante la esfera política, por medio del pasaje, en una concepción dual, de un marco interpretativo negativo por otro positivo (Wynarczyk, 2009). La política pasa a ser conceptualizada como "un espacio de misión", y en este giro, los actores construyen estratégicamente su figura como la antítesis del desempeño de los "políticos tradicionales".

En segundo término, las prácticas adoptadas por los pastores en el territorio de los barrios populares propician su inserción en la arena política. El trabajo social de las iglesias pentecostales barriales, cuya gravitación ya había sido destacada en la década de los noventa por los estudios de Míguez (1997) y Semán (2000), en el nuevo milenio se consolida como una de las vías de acceso de los líderes evangélicos al juego partidario, en la medida en que su anclaje territorial se traduce en una fuerza con capacidad de incidir en las configuraciones del poder a nivel local.

Finalmente, el peronismo aún constituye "un lenguaje, un medio para el pentecostalismo", por cuanto habilita una clave de lectura para el mensaje evangélico (Semán 2000a, 154-155), al mismo tiempo que establece un horizonte permanente para sus proyecciones políticas, dado el coincidente anclaje estratégico en escenarios territoriales.

Las proyecciones políticas de pastores (como candidatos o como mediadores barriales) y las afinidades entre matrices identitarias políticas y religiosas dan cuenta de la porosidad constitutiva de las fronteras de ambas esferas de la praxis humana. Lo religioso y lo político se interpenetran y se articulan, pues lo primero participa incisivamente en los procesos de configuración del orden social, a partir de la construcción de un capital simbólico. Dicho capital remite a la capacidad de movilización de grupos o clases sociales por parte de una autoridad religiosa (Bourdieu 2009, 71). Aun tratándose de campos con intereses, especialistas y lógicas de funcionamiento propias, "los actores de uno y otro campo recurren a legitimaciones, modos de acción y capital propio del otro en pos de afirmar su posición en el espacio propio" (Mallimaci y Giménez 2007, 57).

A la luz de los casos descritos, la particularidad de la participación política evangélica en el nuevo milenio se presenta en dos dimensiones: a) en el trabajo realizado sobre el lazo representativo y b) en el plano estratégico, con el abandono de la propuesta de conformar partidos confesionales (Wynarczyk 2010) y la apuesta por la inserción en estructuras partidarias seculares.

El trabajo religioso sobre el lazo representativo rebasa los límites del circuito de apoyo "cristiano", gracias al despliegue de un trabajo social de cuyos beneficios participan no solo los fieles evangélicos sino también vastos sectores del campo popular. En este sentido, la reivindicación de demandas sociales postergadas habilita el posicionamiento del pastor evangélico como un líder que no lucha únicamente por los derechos de su comunidad religiosa sino también por la realidad del barrio en el cual dicha comunidad participa.

Los itinerarios políticos de Castro y Flores grafican diversas modalidades de acumulación dentro de esta propuesta. Mientras el pastor Carlos optó por formalizar una candidatura, desarrollando una oferta electoral orientada tanto a la comunidad evangélica como a los habitantes del distrito y enfrentándose al "aparato del partido", Flores conjugó su trayectoria personal en el barrio y su rol de referente religioso con las herramientas propias de la construcción política territorial ensayadas por los mediadores políticos del peronismo, y así dio lugar a un formato de representación sustitutiva.

Más allá de las diferencias entre los rendimientos de uno y otro, la inscripción de actores evangélicos en la arena política no remite a la construcción de una nueva matriz, informada por novedosas estrategias, discursos y capitales simbólicos. Su registro de participación se efectúa más bien por medio de una adecuación a las lógicas y códigos inmanentes al campo político. La exhibición del manejo y el control del territorio en tanto recurso, la capitalización del poder de movilización y la apelación a una retórica que desprestigia a la clase dirigente recurriendo a argumentos morales, son recursos de acción y acumulación de capital político con notable densidad histórica.

El origen de esta adecuación se encuentra en la opción personal de integrarse a las listas de partidos seculares, desechando cualquier estrategia de inserción colectiva que represente un mayor margen de maniobra y negociación. Tanto como candidato de un partido inscripto en el arco ideológico del espectro nacional o como punto nodal en una red informal de mediaciones políticas, el líder evangélico reproduce la vigencia de un conjunto de reglas, explícitas e implícitas, que resultan constitutivas del campo político, tal como este ordena en la actualidad la sucesión de cargos públicos y las configuraciones del poder a nivel local. En su adecuación a las reglas formales e informales del juego político partidario, los pastores y líderes exhiben un nivel de flexibilidad y de adaptación en sus discursos y prácticas que ya ha sido destacado por análisis teóricos precedentes, centrados en otras experiencias latinoamericanas (Campos 2006; Freston 2001; Oro y Semán 2000).

A modo de hipótesis, planteamos que el ausente correlato empírico del voto evangélico y la adecuación flexible a roles políticos prefijados inauguran un punto de tensión en torno a la posible dilución de la identificación religiosa en las estructuras partidarias. Actores como el peronismo, que gozan de una mayor permeabilidad histórica en las identificaciones políticas populares y de una ostensible pericia en el manejo de las reglas implícitas de la praxis política en su modalidad territorial, imponen sus capitales simbólicos y materiales acumulados, definen los parámetros básicos del juego político y erosionan las expectativas de transformación social elaboradas por los líderes religiosos. En otras palabras: la capacidad de incidencia de las agencias religiosas en el plano político es directamente proporcional al nivel de autonomía que aquellas puedan gestionar. En la medida en que los actores religiosos configuren su inserción según roles políticos prefijados, su incorporación se signará con un rasgo de subordinación, con escaso margen de maniobra y de apertura hacia iniciativas de peso.


Notas

1 Mi investigación doctoral versa sobre la participación político-partidaria de actores evangélicos en Argentina, en la última década. Una primera etapa de este estudio se concentró en las experiencias partidarias de líderes y partidos evangélicos a partir de su inscripción territorial en la zona circundante a la ciudad de Buenos Aires, particularmente entre sectores populares. El presente artículo se inscribe en esta línea de tratamiento, recuperando su trabajo empírico y sus principales conclusiones mediante un estudio de casos.

2 Este ciclo de movilización fue, por otra parte, paralelo a otro de movilización en la esfera cívica, en reclamo por la igualdad de culto, conducido por pastores de perfil alto al frente de federaciones evangélicas, pero estos procesos sociales no se conectaron (Wynarczyk 2009a). Los dos ciclos de movilización, sin embargo, tuvieron la peculiaridad común de extenderse en el mismo lapso de dos décadas.

3 A fin de preservar la identidad de los protagonistas de los hechos y relatos que se mencionan a continuación, sus nombres han sido deliberadamente alterados, a excepción de los de aquellas personas que ejercen o han ejercido cargos públicos.

4 Siguiendo a Rosato (2009), nuestro trabajo se inscribe en una perspectiva etnográfica, orientada a comprender los sentidos subjetivos asignados por los actores a las situaciones de interacción político-religiosa en las que participan. Con este fin combinamos diversos recursos metodológicos: desde entrevistas en profundidad con los candidatos evangélicos, pasando por la observación participante en actos de campaña, reuniones políticas y charlas informales, hasta el análisis de plataformas electorales, documentos de los candidatos en Internet y entrevistas y reportajes en medios de comunicación. Esta estrategia de investigación tiene antecedentes ya experimentados en los trabajos de Wynarczyk (2010), con énfasis en el análisis específico del discurso y la trayectoria partidaria de actores religiosos, y en los intensivos estudios etnográficos sobre las iglesias evangélicas en dos localidades del cinturón de municipios que rodean a la ciudad de Buenos Aires realizados por Míguez (1997) y Semán (2000a).

5 Lanús es uno de los municipios que componen el Gran Buenos Aires. Con una población de 459.262 habitantes y una superficie de 48,35 km2, es uno de los distritos con mayor densidad de población (Instituto Nacional de Estadística y Censos [Indec] 2012). Se encuentra al sur de la ciudad de Buenos Aires y lo componen las localidades de Monte Chingolo, Remedios de Escalada de San Martín, Valentín Alsina y Lanús Este y Oeste.

6 A partir de criterios socioeconómicos, Denis Merklen (2005) define la villa como un asentamiento poblacional carente de los servicios mínimos para garantizar las necesidades básicas de sus habitantes.

7 Los estudios antropológicos de Pablo Semán (2000a, 2000b) y Daniel Míguez (1997, 1998) ya han señalado cómo, en el contexto de crisis económica, política y social característico de la década de los noventa, la espiritualidad pentecostal representó uno de los ejes tematizadores de las situaciones de pobreza y de desafiliación padecidas por los habitantes de los barrios populares. Para Semán (2000b), las iglesias pentecostales brindaron recursos simbólicos y materiales a los sectores populares que les permitieron resignificar su situación de exclusión y revertirla parcialmente, desde la perspectiva de una experiencia religiosa que habilitaba una revalorización personal y se orientaba al desarrollo de nuevas capacidades en el espacio comunitario religioso. En la misma línea, Míguez (1997) destaca el rol de las comunidades pentecostales de barrio como espacios identitarios de refugio ante la erosión de las matrices de sentido tradicionales, fundamentalmente el Estado, la Iglesia católica y los partidos políticos.

8 Malvinas Argentinas es uno de los municipios que componen el Gran Buenos Aires. Cuenta con una población de 322.375 habitantes y una superficie de 63,08 km2 (Indec 2012). Es uno de los municipios de creación más reciente en la región (1994), producto del desmembramiento del partido General Sarmiento. Se encuentra ubicado al norte de la ciudad de Buenos Aires y lo componen las localidades de Adolfo Sourdeaux, Los Polvorines, Pablo Nogués, Tortuguitas, Tierras Altas, Villa de Mayo, Malvinas Argentinas (centro) y Área de Promoción El Triángulo.

9 Las megaiglesias constituyen un formato de organización eclesial en el espacio neopentecostal, de notorio crecimiento mundial en las últimas décadas. Con una feligresía superior a los veinte mil miembros, dichos espacios religiosos se estructuran en torno a la figura de un pastor central y su esposa, y se caracterizan por su organización celular, en la que se articulan diferentes estratos de liderazgo. Además de la iglesia de Stamateas, en Argentina se destacan la megaiglesia Rey de Reyes, del pastor Claudio Freidzon, que ha sido estudiada en profundidad por Algranti (2010); Catedral de la Fe, de Osvaldo Carnníval; y el Centro Cristiano Nueva Vida, del pastor Guillermo Prein.

10 Presidente argentino en el periodo 1983- 1989. Su mandato fue el primero tras la recuperación de la democracia en 1983.

11 Los merenderos son espacios reservados para brindar una merienda a niños y adultos necesitados.

12 Las células constituyen un esquema de organización eclesial actualmente implementado por un número considerable de iglesias evangélicas (fundamentalmente las denominadas megaiglesias), que procura dividir a la comunidad religiosa en grupos pequeños, coordinados por un líder, con los que se pretende llevar a cabo un trabajo de evangelización más pormenorizado y personalizado. Para un análisis exhaustivo de este esquema organizativo en megaiglesias ver Algranti (2010, 102-110).

13 Los ministerios son organizaciones que funcionan en el interior de las comunidades evangélicas y que se dedican a ordenar estrategias de evangelización para ámbitos particulares: el deporte, la música y la política, entre otros.

14 Matt Marostica (1997) también se refiere a este proceso cuando sostiene que en las décadas de los ochenta y los noventa en el campo evangélico argentino se produjo el abandono de los modelos organizacionales diseñados por la actividad misionera fundacional (paradigma del misionero) y su reemplazo por un liderazgo local, que incluye en su toma de decisiones una perspectiva de diagnóstico de la realidad circundante y de misión en cada una de sus esferas.

15 Alicia Kirchner, hermana del expresidente de la nación, Néstor Kirchner, es la actual ministra de Desarrollo Social de la Argentina.

16 El Frente para la Victoria es la corriente interna del PJ fundada por Néstor Kirchner para respaldar su gestión presidencial (2003-2007), y la de su mujer, la actual mandataria, Cristina Fernández.

17 En Argentina, el término aparato político designa la red de alianzas informales entre referentes políticos territoriales y funcionarios que permite el desarrollo de un trabajo territorial para potenciar una campaña, al mismo tiempo que maniobras que obstaculicen el desempeño electoral de los candidatos rivales.

18 El trabajo pastoral de las iglesias evangélicas con jóvenes adictos, conjuntamente con la labor realizada en pabellones especiales en las cárceles, constituye la tarea evangélica de mayor reconocimiento social en la actualidad. Para un análisis de esta cuestión ver Míguez (2000), y para profundizar en el concepto de ampliación de funciones de las iglesias, consultar Wynarczyk (2009a, 147-152).


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