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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.50 no.1 Bogotá ene./jun. 2014

 

Sylvia Broadbent: una mujer polifacética

Marianne Cardale de Schrimpff
Asociación ProCalima para la investigación arqueológica, Colombia
marianne@procalima.org

Sylvia Broadbent es una antropóloga que ha desplegado su talento a través de las distintas ramas que componen la disciplina, como la lingüística, la etno-historia y la arqueología. Se graduó de la Universidad de California, donde fue discípula del destacado peruanista John rowe, quien la consideró una de sus mejores alumnas. Como todos los estudiantes de John, ella admiraba mucho a su profesor y él ejerció una importante influencia en su vida profesional. Para muchos puede ser una sorpresa enterarse de que el tema de la tesis de doctorado de Sylvia no fue arqueológico sino lingüístico: un estudio de la lengua miwok de la sierra sur de California, el cual terminó en 1960. Sin embargo, para esa época también tenía experiencia en la arqueología, puesto que figura en la lista de becarios de 1955 de la national Science Foundation, bajo el ítem "archaeological Sampling designs".

Sylvia nació en inglaterra siete años antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, y en 1947 llegó a California con sus padres y un hermano. Venían huyendo del mundo gris y deprimido de la posguerra, en busca de una vida mejor. Se instalaron en Carmel, una ciudad muy prestante del estado. a principios de los años sesenta, Sylvia empezó a venir a Colombia por temporadas, financiada por becas de distintas partes. Manejaba sin problema la letra y la ortografía de los documentos del siglo XVi, lo cual le permitió producir su libro Los chibchas, organización sociopolítica, que fue publicado en 1964 por la Facultad de Sociología de la Universidad nacional de Colombia, puesto que el departamento de antropología aún no existía. Para esa época, la investigadora ya publicaba en una gama muy amplia de revistas especializadas y series académicas, como lo atestigua su bibliografía. Como dato curioso, aunque presentaba puntualmente los informes sobre sus investigaciones arqueológicas, solo publicó cuatro artículos en la Revista Colombiana de Antropología, el primero de ellos en 1962. En la introducción a su libro sobre la organización sociopolítica de los chibchas, Broadbent explica cuáles fueron las razones para emprender tal estudio:

Los chibchas, habitantes antiguos de los actuales departamentos de Cundinamarca y Boyacá [...] siempre han gozado de una posición destacada entre las culturas indígenas de las américas, de acuerdo con muchos historiadores y antropólogos. Wissler, por ejemplo, los denominó como uno de "los tres grandes centros de alta cultura [...] junto con los incas y los mayasnahuas"; según Bennett: "Con frecuencia, los chibchas se comparan con los incas... la cultura chibcha era tan avanzada que con frecuencia se clasifica como la tercera alta cultura de las américas". Pero en comparacion con lo que sabemos de los incas y los aztecas, la alta reputacion de los chibchas no surge de un fondo copioso de informacion detallada [...]. además, aunque la literatura moderna es bastante amplia, sufre de un defecto lamentable [...] casi nunca se han basado en fuentes historicas primarias [...]. (1964, 9)

Esta era la situación a principios de los años sesenta. Para su investigación, Sylvia trabajó tanto en el archivo General de la nación como con los libros parroquia-les de algunos pueblos; viajaba en flota a Gachancipá, Sopó, Chocontá y Guatavita, y pernoctaba, algunas veces, en las casas curales. Sus investigaciones le permitieron entender las bases de temas que hoy día se dan por comprendidos, como las formas de herencia del cacicazgo y las capitanías, y la sinonimia de las palabras parte, parcialidad y capitanía, entre otros. Se apoyó, en cada caso, en documentos conservados del siglo XVii o anteriores. Se interesaba también por conocer la organización sociopolítica de los muiscas para entender mejor la de los campesinos actuales. Esto la llevó a documentar algunas continuidades y cambios que, años más tarde, consignó en un artículo que examina específicamente la formación de la sociedad campesina en la región (Broadbent 1971). Ha pasado más de medio siglo desde que se conoció el estudio pionero de Sylvia, y resulta agradable constatar el amplio progreso que ha habido en ese tema, puesto que hoy disponemos de numerosas investigaciones históricas basadas en fuentes primarias y de excelente calidad.

En 1963, se fundó el departamento de antropología de la Universidad de los andes. Gerardo y alicia reichel invitaron a Sylvia Broadbent a formar parte del grupo de profesores y ella se instaló en un pequeño apartamento que quedaba en frente de la universidad. En esas condiciones, tuvo amplias oportunidades de profundizar sus investigaciones, que fueron de gran impacto para las generaciones futuras. Hoy es de conocimiento general que la Bogotá de los muiscas no se localizaba en el mismo lugar donde los españoles fundaron Santafé de Bogotá, sino en la zona que actualmente ocupa el municipio de Funza. Sin embargo, a principios de los años sesenta, aunque tradicionalmente se asociaba la Bogotá indígena con Funza, escaseaban las pruebas documentales (Broadbent 1974c, 4).

Sylvia revisó cuidadosamente las obras de los cronistas que, aunque no muy precisas, dan varias pistas en cuanto a la localización de Bogotá en relación con el río del mismo nombre y las chucuas o humedales. luego examinó los libros parroquiales de Funza en donde encontró una documentación clara acerca del cambio, en el siglo XiX, del nombre de Bogotá al de Funza (nombre que ha sido utilizado tradicionalmente para el río Bogotá). En esos mismos libros parroquiales, también descubrió que la Bogotá indígena estaba compuesta por no menos de trece partes o parcialidades. Hizo excavaciones en un sitio arqueológico, por entonces recién descubierto, en la hacienda la ramada y los documentos consultados le permitieron asociar este lugar, en forma tentativa, con la parcialidad denominada Catama. la extensión del sitio arqueológico investigado le llamó la atención, razón por la cual comenta: "Si una localización de dos kilómetros de largo por un kilómetro de ancho es solamente una de las trece partes del Bogotá indígena, la declaración de Piedrahíta de que tenía 20.000 casas o familias deja de ser irrazonable" (Broadbent 1974c, 126).

Como toda buena investigación, esta conformó una base para estudios posteriores, como los de ana María Boada (2006), Francisco romano (2003) y Fernando Bernal (1990). Este último investigador logró ampliar en forma considerable la información que obtuvo Sylvia sobre las parcialidades y sus localizaciones, y apoyarla con recolecciones de cerámica muisca en muchos de estos terrenos, que sirvieron de evidencia para proponer una ocupación anterior al periodo Herrera.

Sylvia hizo unas excavaciones bastante extensas —40 trincheras de 2 x 1 m cada una— en la hacienda la ramada. Se trata de una zona que en esa época estaba orientada a proporcionar forraje al ganado vacuno, así que el horizonte cultural precolombino estaba todavía bien conservado. El horizonte consistía en "tierra parda oscura que contenía tiestos y otros artefactos. Este depósito variaba entre cuarenta centímetros y 1,50 metros de espesor [...]" (Broadbent 1974c, 122). debajo se encontraba un horizonte de arcilla compacta, de color amarillo ocre, en el cual se habían excavado numerosos hoyos de poste y pozos.

Tengo entendido que Sylvia nunca publicó estas excavaciones en detalle, aunque se refirió al material en publicaciones posteriores. Una vez más, sus investigaciones fueron el estímulo para otras: en este caso, las excavaciones de Sylvia de Gutiérrez y lieselotte de García en la misma hacienda (1975).

Infortunadamente, para esta época el cultivo de flores había remplazado los pastos forrajeros y la adecuación del terreno para los nuevos cultivos ocasionó, en gran parte, la desaparición del horizonte cultural. En los terrenos próximos a la casa de la hacienda, los hallazgos se reducían principalmente a una larga, sinuosa y enigmática hilera de pozos en forma de pirámide invertida, excavados en la arcilla amarilla. aun así, en una visita a las excavaciones, Pedro Botero detectó una capa de suelo bastante compacta, de aproximadamente 15 cm de grosor y de color negro, que se extendía aproximadamente 2 kilómetros a la redonda con respecto al sitio ex-cavado. Botero consideraba que esa capa resultó del constante pisoteo a que fueron sometidas estas tierras durante mucho tiempo, por gran cantidad de personas1. Un número importante de excavaciones arqueológicas que se han realizado en las últimas décadas en varios municipios de la margen sur de la sabana, entre ellos Soacha, Bosa y Usme, confirman las apreciaciones de Sylvia en cuanto a la densidad de la población muisca en la región. la tragedia para la historia de los muiscas y del país fue la rapidez con que estos sitios arqueológicos fueron sepultados bajo el concreto del "progreso" y la modernización agroindustrial. Con ellos, se esfumó también la posibilidad de ahondar en nuestros conocimientos, aún incipientes, acerca de la antigua capital de los muiscas y sus poblaciones vecinas.

Aunque Sylvia aprovechó ampliamente las fotografías disponibles en el instituto Geográfico agustín Codazzi, la mayoría de ellas fueron tomadas desde alturas considerables y esto dificultó la fotointerpretación arqueológica. Consciente de estas limitaciones, en 1967 Sylvia consiguió financiación para sobrevolar en avioneta la sabana de Bogotá y los valles vecinos, con el objeto de aprovechar el vuelo a baja altura y las condiciones de luz o clima para buscar vestigios arqueológicos visibles desde el aire. Tal vez el resultado más importante de estos sobrevuelos fue el descubrimiento de extensos vestigios de campos de cultivo precolombinos en forma de camellones (figura 1), que permitían el uso intensivo de las tierras fértiles pero pesadas de la sabana de Bogotá (Broadbent 1968).

Posteriormente, hizo excavaciones en algunos de estos camellones o sus relictos, en la hacienda los arrayanes, donde ahora queda el club del mismo nombre, y en el aeropuerto de Guaymaral. Esa era la época en que los arqueólogos estaban empezando a reconocer campos de cultivo basados en camellones hallados en otras regiones del país y de Sudamérica, desde el río San Jorge hasta los llanos de Moxos. Una vez que los investigadores reconocieron los camellones de la sabana de Bogotá, lograron identificar relictos del mismo sistema conservados en otros sitios de la región, como los que estudiaron Fernando Bernal en Funza (1992) y ana María Boada (2006) en una investigación magistral. al excavar varios de ellos, estos investigadores pudieron contestar, hasta cierto punto, algunas de las preguntas que surgieron acerca de la manera exacta de usarlos. actualmente son contados los restos conservados de este sistema, antes tan extenso. Si no hubiera sido por las investigaciones de Sylvia, esta gran obra de ingenería y conservación ecológica habría pasado desapercibida, posiblemente hasta su destrucción final.

A pesar de sus importantes contribuciones en otros campos, su nombre se asocia sobre todo con la arqueología. Sylvia era una investigadora de campo incansable. Usualmente, llegaba en flota al municipio que quería investigar y de allí seguía a pie, generalmente en compañía de un campesino o de algún niño conocedor de la región. Cuando le preguntaban su nombre, contestaba y agregaba sonriente que en español su apellido traduce ancho-gancho. También contagiaba a otros con su entusiasmo, y por ello fueron famosos los "picnics arqueológicos" en compañía de alec Bright, quien en aquella época trabajaba en el Museo del Oro, su familia y las jóvenes Clemencia Plazas y ana María Falchetti. En sus discusiones, que amenizaban con abundante comida y vino, se referían a exploraciones minuciosas y recolecciones superficiales detalladas en la laguna de la Herrera.

En el campo de la arqueología, Sylvia es bien conocida por las clasificaciones que estableció para la cerámica de la región del altiplano. Salvo algunas excepciones, la tendencia general en la época en la cual Sylvia inició sus estudios era la de clasificar toda la cerámica que pareciera precolombina bajo el rótulo "chibcha" (Haury y Cubillos 1953). Cuando inició sus reconocimientos alrededor de la laguna de la Herrera, ella ya tenía un conocimiento bastante amplio de la cerámica de la sabana de Bogotá y sus alrededores. Ese conocimiento estaba fundamentado en sus extensos reconocimientos superficiales efectuados en muchos lugares distintos y en varias excavaciones.

El altiplano cundiboyacense es una región ideal para emplear el sistema clasificatorio de tipo-variedad. Bien por razones de conveniencia o bien por tradiciones culturales, la arena no era el desgrasante más utilizado. Esta situación contrasta fuertemente con la de regiones como el Valle del Cauca, por ejemplo, mi principal región de investigación durante los últimos treinta años. Salvo algunas excepciones, en esta zona la arena se utilizaba como desgrasante general en la cerámica de todos los periodos precolombinos —lo cual causa dolores de cabeza a los investigadores, que tienen que trabajar con recolecciones superficiales donde el material es escaso y no incluye bordes o fragmentos con decoración—. En contraste, en el altiplano cundiboyacense, los alfareros agregaron toda una gama de sustancias, tales como calcita, arcillolita (el famoso desgrasante gris), tiesto molido de más de una clase, etc. En jornadas largas, sin pasar por alto elementos como la forma y la decoración, Sylvia examinaba, uno por uno y con lupa, los tiestos recuperados en los sitios que estudió. así, llegó a distinguir varios tipos coherentes. de sus largas jornadas solía decirse que, cuando empezaba a ver desgrasante en las baldosas del piso, era indicador de que tenía que irse a descansar.

Esta atención al detalle le permitió empezar a distinguir diferencias, tanto geográficas como cronológicas, entre la cerámica de los límites suroccidentales de la sabana y la de la región de Guatavita. a la vez, buscaba información para crear un marco cronológico. Esto había resultado difícil por la escasez de sitios con horizontes culturales estratificados, si bien encontró algunos indicios preliminares en el sitio de Tunjuelito. a falta de estratigrafía, la región alrededor de la laguna de la Herrera tenía ventajas. Como ella misma nota (Broadbent 1971, 175), en el pasado la región habría tenido multiples atractivos para las poblaciones humanas y, efectivamente, en una área de 10 km2 se encontraron no menos de trece sitios arqueológicos, algunos de reducida extensión y otros por lo menos del tamaño de una aldea. debido a las condiciones de deterioro del terreno, estos sitios eran relativamente fáciles de localizar entre la escasa vegetación y la erosión. a la vez, era muy poco probable que todos hubieran estado habitados al mismo tiempo. Sylvia encontró marcadas diferencias entre la cerámica de los distintos sitios e hizo una seriación de estos según la frecuencia de los tipos de cerámica que preservaban. Esto le permitió apreciar que dos de sus tipos, Mosquera roca Triturada y Mosquera rojo inciso, se encontraban, precisamente, en aquellos sitios donde los tipos caracterizados como muiscas estaban ausentes o eran escasos, y viceversa. Con este estudio, se empezó a vislumbrar tanto una cronología para la cerámica y los asentamientos del altiplano cundiboyacense como, y en particular, la presencia de una población premuisca que posteriormente se denominó Herrera, en honor a esta laguna.

Con el paso de los años y el trabajo de numerosos arqueólogos, algunos aspectos de los tipos originales de Sylvia han adquirido mayor precisión. no obstante, la propuesta de esta pionera sigue siendo un instrumento esencial para cualquier arqueólogo que investigue en la región. En términos geográficos y cronológicos, aún hay que depurar varias de las evidencias que ofrecen los vestigios arqueológicos, si se quiere precisar mucho más la historia del desarrollo de las sociedades que la cerámica refleja.

En 1968, Sylvia aceptó ser profesora en el departamento de antropología de la Universidad de California en riverside. Como se trataba de una oferta que no podía rechazar, este nuevo compromiso la fue alejando de la investigación arqueológica en el altiplano. Pese a su amor por Colombia, la vida en California empezó a absorberla plenamente y sus intereses principales cambiaron. En la actualidad, es profesora emérita de la Universidad de California, donde fundó el Sylvia M. Broadbent Fellowship, para el apoyo económico de estudiantes de posgrado.

Las publicaciones de Sylvia Broadbent

1961. "excavaciones en Tunjuelito. informe preliminar". instituto Colombiano de antropología, Bogotá. inédito.

1962. "excavaciones en Tunjuelito. informe preliminar". Revista Colombiana de Antropología 10: 341-346.

1963. "Construcciones megalíticas en el territorio chibcha". Revista Colombiana de Antropología 12: 81-88.

1965. "Stone-roofed Chambers in Chibcha Territory, Colombia". Ñawpa Pacha (institute of andean Studies, Berkeley, California) 3: 93-110.

1968. "a Prehistoric Field System in Chibcha Territory, Colombia". Ñawpa Pacha (institute of andean Studies, Berkeley, California) 6: 135-154.

1970. "la arqueología del territorio chibcha ii: hallazgos aislados y monumentos de piedra". Antropología 4.

1971. "reconocimiento arqueológico de la laguna de la Herrera". Revista Colombiana de Antropología 15: 171-213.

1974a. "Conflict at Monterey: indian Horse raiding, 1820-1850". The Journal of California Anthropology 1(1): 86-101.

1974b. "Kunst in Kolumbien". Propyläen Kunstgeschichte (Propyläen Verlag, Berlín): 221-276.

1974c. "Situación del Bogotá chibcha". Revista Colombiana de Antropología 17: 117-132.

1985. "Chibcha Textiles in the British Museum". Antiquity 59 (227): 202-205.

1986. "Tipología cerámica en territorio muisca, Colombia". Revista de Antropología (Universidad de los andes) 2 (1-2): 35-71.

1987. "The Chibcha raised-field System in the Sabana de Bogotá, Colombia. Further investigations". En Prehispanic Agricultural Fields in the Andean Region, editado por William denevan, Klent Mathewson y Gregory Knapp, 425-442. Oxford: British archaelogical reports, international Series.

1989. "la prehistoria del área muisca". En Arte de la tierra. Muiscas y guanes, 10-16. Bogotá: Fondo de Promoción de la Cultura, Banco Popular.

1990. "More Chibcha Textiles". Antiquity 64 (245): 841-843.

Notas

1 Comunicación personal de Pedro Botero a Fernando Bernal (1990, 34).


Referencias

Bernal, Fernando. 1990. "Investigaciones arqueológicas en el antiguo cacicazgo de Bogotá (Funza, Cundinamarca)". Boletín de Arqueología 5 (3): 31-48.         [ Links ]

—. 1992. "Exploración arqueológica en el municipio de Funza (Cundinamarca)". Tesis, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá         [ Links ].

Boada, Ana María. 2006. Patrones de asentamiento regional y sistemas de agricultura intensiva en Cota y Suba, sabana de Bogotá (Colombia). I Proyecto Arqueológico "Luis Duque Gómez". Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República.         [ Links ]

Broadbent, Sylvia. 1964. Los chibchas: organización sociopolítica. Bogotá: Facultad de Sociología, Universidad Nacional de Colombia.         [ Links ]

—. 1968. "a Prehistoric Field System in Chibcha Territory, Colombia". Ñawpa Pacha 6: 135-154.         [ Links ]

—. 1971. "Reconocimiento arqueológico de la laguna la Herrera". Revista Colombiana de Antropología 15: 171-213.         [ Links ]

Gutiérrez, Sylvia de y Lieselotte de García. 1975. "Proyecto de arqueología de rescate, Funza III". Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República, Bogotá. Inédito.         [ Links ]

Haury, Emil y Julio César Cubillos. 1953. Investigaciones arqueológicas en la sabana de Bogotá, Colombia (cultura chibcha). Tucson: University of Arizona.         [ Links ]

Romano, Francisco. 2003. "San Carlos: documentando trayectorias evolutivas de la organización social de unidades domésticas en un cacicazgo de la sabana de Bogotá (Funza)". Boletín de Arqueología 18: 3-51.         [ Links ]