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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.52 no.1 Bogotá Jan. 2016

 

Pentecostalismo en contextos rurales de violencia. El caso de El Garzal, sur de Bolívar, Colombia

Pentecostalism in Rural Contexts of Violence. Case Study of El Garzal, Southern Bolívar, Colombia

William Mauricio Beltrán
Universidad Nacional de Colombia, Colombia
wmbeltranc@unal.edu.co

Ivón Natalia Cuervo
Universidade do Estado de Santa Catarina, Brasil
incuervof@unal.edu.co

Recibido: 1.° de octubre del 2015 Aprobado: 5 de abril del 2016


Resumen

Como en el resto de Colombia, el movimiento pentecostal está creciendo aceleradamente en los espacios rurales y en las zonas golpeadas por el conflicto armado. Este artículo explora, por medio de un estudio de caso, algunos de los impactos económicos y políticos de este proceso. En particular, se pregunta por la capacidad de las comunidades pentecostales de constituirse en espacios de organización social para hacer frente a la precariedad económica y a las amenazas propias del conflicto armado colombiano (secuestros, masacres y desplazamiento forzado). Según el caso estudiado, las comunidades pentecostales pueden facilitar la asociación de campesinos para el desarrollo de emprendimientos productivos y para la organización política desde la base, especialmente en procesos de resistencia pacífica.

Palabras clave: territorio, ruralidad, resistencia pacífica, pentecostalismo, Magdalena Medio.


Abstract

As in the rest of Colombia, the Pentecostal movement is rapidly growing in rural spaces and in places affected by armed conflict. Through a case study, this article explores the economic and political impacts of this process; specifically, the ability of Pentecostal movements to become spaces for social organization in order to confront economic precariousness and the threats associated with the Colombian armed conflict (kidnapping, massacres, and forced displacement). According to the case studied, the Pentecostal movement can facilitate the association of rural communities for the development of productive enterprises and for grassroots political organization, especially in processes of non-violent resistance.

Keywords: territory, rurality, non-violent resistance, pentecostalism, Magdalena Medio-Colombia.


Introducción

Como en el resto de América Latina, Colombia vive un cambio social relacionado con el proceso de pluralización religiosa y, en particular, con la expansión del movimiento pentecostal, que es el movimiento religioso de más rápido crecimiento en Colombia (Pew Research Center 2014). Aunque el crecimiento del pentecostalismo en el país es un fenómeno que toca a todas las regiones y estratos sociales, ha sido más rápido y notorio en los sectores pobres y excluidos donde las congregaciones pentecostales convocan cerca del 20% de la población (Beltrán 2012).

Investigaciones previas se han preguntado sobre el impacto que está teniendo el crecimiento del pentecostalismo entre la población colombiana que enfrenta la pobreza y la exclusión (Beltrán 2013; Brusco 1995; Castillo 2009; Moreno 2009; Pereira Souza s. f.; Rey Martínez 2008; Tejeiro 2010). Estas investigaciones, que se han llevado a cabo en su mayoría en contextos urbanos, coinciden en que los pentecostales desarrollan una mentalidad que les permite adaptarse rápidamente a las lógicas de producción y consumo del capitalismo, particularmente en su versión neoliberal. Las nuevas versiones pentecostales urbanas (mejor conocidas como neopentecostales) valoran el emprendimiento y consideran el éxito económico como la bendición divina por excelencia (la señal inequívoca de que han sido elegidos por Dios). Esta adaptación, que no implica una crítica de los pentecostales al sistema, sino por el contrario los hace funcionales a este, se expresa, entre otras, en las siguientes actitudes: 1) Su entrega al trabajo constituye una expresión de su virtud religiosa. En otras palabras, ser un buen empleado (honesto, puntual, obediente, agradecido, productivo, eficiente) agrada a Dios. 2) Al ser el éxito económico el mejor indicio de gozar de la bendición divina, los nuevos pentecostales priorizan sus proyectos productivos: ni en la pobreza ni en la escasez encuentran virtud, solo hay virtud (bendición) en la prosperidad material. 3) En cuanto condenan las adicciones (alcohol, cigarrillo, estupefacientes...), las fiestas y las licencias sexuales, los hábitos de consumo de los pentecostales se diferencian de los del resto de la población. Esto les permite gozar de mayores recursos económicos para invertir en mejores condiciones de existencia de sus familias o en proyectos productivos. 4) Si bien el éxito que persiguen los pentecostales es individual (la salvación y las bendiciones de Dios son individuales), este individualismo no es incompatible con las ventajas que ofrece la solidaridad pentecostal. En otras palabras, los pentecostales prefieren a sus hermanos en la fe como socios, empleados e incluso como clientes en sus empresas y negocios.

En asuntos políticos, los pentecostales se consideran pacifistas y progubernamentales. En general, consideran que las entidades gubernamentales son instituidas por Dios, por lo cual las apoyan y se someten voluntariamente a ellas. Además, rechazan toda forma de protesta o resistencia social que esté basada en la violencia física. Las ideologías afines al comunismo y al socialismo gozan de poca acogida entre pentecostales, especialmente porque las siguen asociando con regímenes políticos que han promovido el ateísmo y han puesto trabas a la expresión de la libertad religiosa (se destacan los casos de la URSS y de la Revolución cubana). Vale la pena recordar que el pentecostalismo se expandió en Colombia (y en general en América Latina) de la mano de misioneros norteamericanos, quienes a lo largo de la guerra fría promovieron entre los conversos una actitud anticomunista.

Ahora bien, ¿predominan estas mismas actitudes económicas y políticas entre los pentecostales rurales? ¿Se adaptan mejor los pentecostales rurales a las lógicas globales del mercado que también afectan la producción agrícola? ¿En qué medida el mensaje pentecostal se transforma en los escenarios donde predomina el conflicto armado? Pocos estudios se han ocupado de las dinámicas pentecostales en las regiones rurales colombianas golpeadas por el conflicto armado (se destacan, sin embargo, los aportes de Lozano [2005], Moreno [2009] y Ríos [2002]). La presente investigación busca contribuir a la comprensión de estos procesos a partir de un estudio de caso sobre la Iglesia Cristiana Cuadrangular, asentada en el corregimiento de El Garzal (Simití, sur de Bolívar, Magdalena Medio)1. Esta comunidad ha logrado una amplia visibilidad en la medida en que se ha constituido en un caso emblemático de resistencia pacífica frente al despojo paramilitar.

Nuestro análisis busca dilucidar el papel político que desempeñan las comunidades pentecostales en las regiones golpeadas por el conflicto armado y su potencial para constituirse en espacios de construcción de tejido social y de asociación para la consolidación de emprendimientos económicos.

La investigación fue de tipo cualitativo y el trabajo de campo se realizó entre septiembre del 2013 y junio del 2014. Se acudió a la observación participante, a diálogos grupales con los miembros de la comunidad y a entrevistas en profundidad. Fueron entrevistados campesinos y líderes comunitarios de la región, así como funcionarios del Estado y de ONG que los han acompañado. Al citar las entrevistas en este trabajo, los nombres de las fuentes se mantienen. La información fue enriquecida con la consulta de fuentes documentales escritas y audiovisuales: artículos de prensa, archivos legales y videos que se han realizado en torno al tema.

Este artículo se organiza alrededor de tres secciones. La primera describe de forma general el corregimiento de El Garzal, su ubicación, el proceso de colonización campesina y los problemas económicos y sociales que actualmente enfrenta. En segundo lugar, se presenta el papel que ha desempeñado la comunidad cuadrangular como eje de la resistencia pacífica frente a la amenaza paramilitar que buscaba desplazar a los campesinos del territorio. El artículo finaliza con un intento de analizar este caso a la luz de otros estudios que se conocen sobre el pentecostalismo.

Antecedentes históricos y contexto socioeconómico de El Garzal

El corregimiento de El Garzal está ubicado en el municipio de Simití, sur de Bolívar, al margen izquierdo del río Magdalena, que es la principal vía fluvial que atraviesa el territorio colombiano. Estas tierras fueron formadas por sedimentación, por lo cual el suelo se caracteriza por ser llano, fértil y húmedo, o como dicen popularmente los campesinos de El Garzal: "el río Magdalena es el que pone y quita tierra". La extensión del corregimiento es de aproximadamente 11.000 hectáreas y se estima que 4.000 de ellas son cultivables y las demás son ciénagas (Molano 2012).

La ubicación geográfica de El Garzal es estratégica para fines comerciales, dada la navegabilidad por el río Magdalena, que lo convierte en ruta de paso hacia el Caribe y Venezuela. Además, El Garzal goza de una amplia riqueza natural, debido a los recursos minerales y tierras fértiles con condiciones agroecológicas idóneas para diversos cultivos. En los años ochenta y noventa del siglo XX, las redes del narcotráfico hallaron en las tierras de El Garzal un lugar propicio para el procesamiento de cocaína. En este escenario, diversos actores armados ilegales se disputaron el control territorial. Entre estos, además de las bandas dedicadas al narcotráfico, se cuentan las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y las fuerzas paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Actualmente, la envergadura de los proyectos que se desarrollan en el Magdalena Medio (en infraestructura, vías, navegabilidad del río Magdalena, explotación minera y proyectos agroindustriales de palma de aceite) permite afirmar que esta región es también estratégica para el Gobierno central, tanto por sus riquezas naturales como por su ubicación privilegiada. Sin embargo, hasta hoy, la mayoría de campesinos de la región vive en situación de precariedad.

Aunque el departamento de Bolívar recibió entre el 2007 y el 2011 cuantiosos recursos para invertir en las necesidades prioritarias de sus habitantes2, la Gobernación de Bolívar en su Plan de Desarrollo del 2012 reconoció que "el 89 por ciento de la población de Bolívar tiene un NBI [índice de necesidades básicas insatisfechas] superior al 50 por ciento" (Gobernación de Bolívar 2012). En la práctica, los recursos mencionados han contribuido muy poco en el mejoramiento de las condiciones de vida de los campesinos de El Garzal, quienes hasta hoy carecen de un centro de salud, no cuentan con los servicios de acueducto y alcantarillado, no tienen líneas telefónicas y menos de la cuarta parte cuenta con energía eléctrica. La única vía de acceso a este corregimiento es el río Magdalena: es necesario navegar durante dos horas y media desde la ciudad de Barrancabermeja para llegar al puerto más cercano, ubicado en el corregimiento de Vijagual, donde se hace el trasbordo de la lancha a motor a una barca rústica (chalupa) en la que se navega otros quince minutos. Dentro del corregimiento, la única vía terrestre es el borde superior del dique (construido por la Alcaldía de Simití para evitar inundaciones) que los campesinos utilizan como camino para sus mulas y motos. Esta precaria infraestructura limita las posibilidades de transporte de los habitantes y las oportunidades de comercializar sus productos agropecuarios. Algunos de los niños de El Garzal deben caminar hasta dos horas para asistir a la escuela, la única del corregimiento, que solo ofrece formación hasta el grado noveno (último año de la educación media vocacional).

Hasta el día de hoy, la mayoría de los habitantes de El Garzal no cuenta con los títulos legales que los certifiquen como propietarios de tierras. En las veredas Nueva Esperanza y Garzal Alto más de 260 familias se han involucrado en el proceso de solicitar al Estado la titulación de tierras, pero solo la cuarta parte ya logró este objetivo. La importancia de la titulación radica en la estabilidad social y económica que esta otorga a los poseedores de la tierra. Además, las familias que no tienen títulos pierden la oportunidad de solicitar y acceder a los programas del Gobierno orientados a apoyar a los pequeños productores y los fondos de inversión que otorgan créditos a los campesinos, como el Fondo para el Financia-miento del Sector Agropecuario (Finagro) y el Banco Agrario.

A estos problemas que enfrentan los campesinos de El Garzal se suma la precaria presencia del Estado en la región, que parece limitarse al aumento del pie de fuerza del ejército, para debilitar el control que han tenido sobre el territorio las organizaciones armadas al margen de la ley.

La colonización campesina y pentecostal en El Garzal

Los asentamientos humanos en El Garzal son fruto de un proceso de colonización que se remonta a 1960, cuando campesinos provenientes de otros municipios de Bolívar y de los departamentos de Santander, Antioquia y Sucre llegaron a estos territorios en busca de tierras y oportunidades laborales. Sus hijos y nietos constituyen la primera generación de nativos de la región. Por otra parte, algunos de los actuales habitantes compraron estas tierras por medios informales (acuerdos de palabra y cartas de compra-venta). Las actividades económicas de estos colonos incluyen la extracción forestal y la minería artesanal, así como diversas labores agropecuarias con énfasis en la pesca, la ganadería y la producción de cacao, plátano y maíz, además de los cultivos de pancoger. Los ingresos generados por estas actividades les han permitido mantener una economía de subsistencia.

A pesar de que el pentecostalismo sigue siendo minoritario, los pastores pentecostales se han constituido en referente obligado para la satisfacción de las necesidades religiosas de los pobladores. A partir de la década de 1980, como expresión de la expansión pentecostal en el Magdalena Medio, llegaron a El Gar-zal las primeras familias pentecostales (Beltrán 2013, 193-198; López 2011, 154), entre ellos los fieles de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia3, la Iglesia Pentecostal Internacional y la Iglesia Cristiana Carismática Cuadrangular. Esta última empezó a celebrar cultos en 1983, y desde 1995 es dirigida por el pastor Salvador Alcántara, actor imprescindible del presente relato. Actualmente, de las cerca de 350 familias que habitan el corregimiento, 30 pertenecen a la Iglesia Cristiana Carismática Cuadrangular. Pero en la medida en que el corregimiento carece de una parroquia católica, los practicantes de esta religión se ven obligados a desplazarse al corregimiento de Vijagual para participar de la misa, enfrentando los mencionados obstáculos de desplazamiento en la región. La ausencia de institucionalidad católica ha facilitado la expansión pentecostal. Estas son algunas percepciones mixtas de católicos de Nueva Esperanza, que es una de las veredas del corregimiento de El Garzal, sobre la presencia de las comunidades evangélicas y pentecostales:

A mí, los cultos [evangélicos] me gustan. Yo no soy apático a las cosas de Dios. Soy católico, y de todas maneras no me siento raro porque es que yo soy seguidor, me gusta y yo voy a culto, hay veces no voy a la misa [en Vijagual] y me voy a culto. Y la gente ve que uno entra a una iglesia evangélica y ya todo el mundo lo ve.4

A mí no me gustan esos cultos. Primero, que esas son reuniones huérfanas ¿Por qué son huérfanas? Porque los evangélicos niegan a la Virgen María. Segundo, pues que desde que no saben que la virgen María es la madre de Dios, nuestro Señor ¿qué hay ahí? Yo no le veo nada a aprender.5

Organizaciones armadas ilegales y despojo de tierras

Entre los habitantes de El Garzal es frecuente la referencia a Manuel Enrique Barreto, terrateniente de la región (con supuestos vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo), quien según los relatos de los campesinos administró un centro para el acopio y embarque aéreo de cocaína en la finca La Sucumbeza en El Garzal (este centro fue desmantelado por la policía en 1989), y los amenazó con desplazarlos y apoderarse de sus tierras (Red de Iniciativas y Comunidades de Paz desde la Base 2011). Alias Julián Bolívar, jefe del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia (y cuyo verdadero nombre es Rodrigo Pérez Alzate), en su versión libre ante la Fiscalía de Justicia y Paz, precisó que Barreto le había pedido apoyo al jefe paramilitar Carlos Castaño para controlar, por la vía armada, el sur de Bolívar6. En las sucesivas versiones libres ante la Fiscalía, alias Julián Bolívar y otros exintegrantes del Bloque Central Bolívar declararon haber cometido masacres en esta zona del país. Uno de los abogados del equipo jurídico que acompaña a los habitantes de El Garzal en el proceso de titulación de los predios relata el problema de la apropiación ilegal de tierras:

El terrateniente Manuel Enrique Barreto llegó a El Garzal con otro narcotraficante llamado Martín Vargas Camelo, lo que hicieron fue buscar documentos con títulos históricos de la nación, apropiarse de ellos y empezar a hacer los trámites de compra de unas cuantas hectáreas y, a través de ventas ficticias en Notaría Pública, sin certificados de libertad y tradición, sin registro, englobaron más tierras. Los habitantes antiguos de El Garzal conocen a Barreto por el tema del narcotráfico y por los asesinatos selectivos en la zona, presionando a la gente para que vendieran tierras. Él se fue de El Garzal porque tuvo un problema con sus antiguos socios de la guerrilla. Cuando volvió, apareció aliado a los paramilitares, con alias Julián Bolívar [... ] Años después, Barreto procuró acreditar documentos de propiedad de las tierras de El Garzal. [Entonces] no solo usó una estrategia de despojo por la fuerza, por intimidación, sino que también empezó a trabajar en cómo legalmente se podía apropiar de los derechos de uso y explotación del suelo.7

En este escenario de violencia, donde algunos incluso han recibido amenazas de muerte, los habitantes de El Garzal afirman no haber tomado partido por ninguno de los bandos en conflicto (narcotraficantes, guerrilleros o paramilitares). De manera pacífica y, según sus testimonios, fortalecidos por su fe cristiana, han sufrido y han sido testigos del conflicto armado. Así lo relata Oliverio Ardila, campesino de El Garzal:

Yo siempre he sido neutral frente a los grupos armados porque, si miramos de fondo, ninguno de esos grupos armados nos beneficia, porque todos ellos tienen un interés personal: ellos se interesan es por el dinero, por los provechos personales, mas no ayudan a ninguna comunidad, a ningún pueblo [...] Ellos dicen que están luchando por el pueblo, eso es una mentira. Porque si colocan una mina [antipersona] y cae un campesino, ¿quién ha dicho que eso es trabajar con el pueblo? [...] Y así son todos los grupos alzados en armas, inclusive a veces hasta la misma ley obra de una manera injusta. Entonces, aquí en el único que confiamos es en Dios, nuestra protección y nuestra seguridad es Dios...8

Por otro lado, según la perspectiva de los campesinos, las políticas gubernamentales parecen estar orientadas a favorecer a los terratenientes y a las grandes industrias mineras, mientras que ellos quedan excluidos de las oportunidades económicas. En palabras del pastor pentecostal Salvador Alcántara: Lo que estamos viendo en la legalización de tierras en el sur de Bolívar es una situación totalmente injusta, porque los campesinos han pedido la legalización de sus tierras, que tienen muchos años de estar ahí, que son los colonos, y el Gobierno no les entrega un título a ellos, pero sí les entregan sus tierras a las concesiones mineras.9

La lucha por permanecer en El Garzal

En una situación de inseguridad jurídica, ausencia de oportunidades económicas rentables y presión armada, para los campesinos de El Garzal es inolvidable el día en que Manuel Enrique Barreto anunció que en enero del 2004 iniciaría la masacre de aquellos que no abandonaran el territorio: "el 26 de octubre del 2003, nosotros vinimos a saber claramente que las pretensiones de este señor eran sacar a la gente a sangre y fuego, pero desde 1998 había ese rumor..."10. "Los paramilitares dijeron que a todos los que estuviéramos en estas tierras, si no salíamos a las buenas, salíamos a las malas [... ] querían venir para acabar con nosotros, desaparecernos, y quedarse con las tierras"11.

Algunas familias huyeron para buscar refugio en las ciudades y en las cabeceras municipales, otras decidieron permanecer motivadas por su fe pentecostal. En ritos como el ayuno, la oración, la "guerra espiritual" (combate simbólico contra las fuerzas espirituales malignas), encontraron mecanismos para cultivar la esperanza y hacerles frente al miedo y la incertidumbre. Asimismo, se aferraron a la convicción de que la tierra que habitan es una "herencia recibida de manos de Dios". Samuel Crespo y su hija Alix, campesinos de la región, recuerdan así este proceso:

Cuando empezaron los problemas yo no era cristiana [pentecostal]. Había veces en la noche que sentía mucho miedo, porque decían que iban a venir. En ese tiempo eran los paramilitares que iban a venir armados, que nos iban a sacar en la noche. Entonces yo no era cristiana [pentecostal], pero yo veía que mi esposo se colocaba a orar y yo me colocaba a orar [... ] En la iglesia hacemos muchas cosas, buscamos a Dios de maneras como ayunos, vigilias, oraciones de casa en casa, oraciones en la propia iglesia. Y le pedimos a Dios todo el tiempo por lo del proceso, por lo de las tierras, que le cambie el corazón al señor Barreto.

Y sí, se ha visto bastante cambio porque ya no sentimos miedo como al principio12. Si aquí nosotros no hubiéramos hecho el pie de fuerza de estar ayunando, clamando a Dios, orando [...] El Garzal ya no existiera. Porque sí huyeron personas cuando hubieron las amenazas, se fueron de aquí, abandonaron los terrenos [... ] La gente salía por las amenazas. Pero no porque habían matado a alguien, únicamente porque amenazaron. Porque [los paramilitares decían que] tenían quinientos fusiles para masacrarnos y que el río Magdalena recibía a todo el que le tiraran. Entonces, por miedo de esas amenazas, algunos que no eran evangélicos, y algunos que son evangélicos de la Iglesia Pentecostal [Unida de Colombia] también se fueron. Pero quedamos nosotros aquí de la Iglesia Cuadrangular, quedamos clamando a Dios, y diciéndole "Señor, haz como tú quieras, tú eres el que vela por nosotros, tú eres nuestro protector y tú verás si nos vas a levantar". Esa era nuestra oración, era nuestro clamor día y noche. Estábamos allí y, a través de todo esto, todo fue cambiando de un día a otro y fuimos viendo la gloria de Dios...13

En medio de una tensión creciente, el pastor Salvador Alcántara (de la Iglesia Cristiana Carismática Cuadrangular) asumió el papel de líder social con la intención de proteger a la comunidad de las amenazas y buscar la titulación de tierras. Según su versión, aceptó esta tarea como respuesta a un llamado divino: a una misión que Dios le encomendó explícitamente. Así lo recuerda Nidia Alián, esposa de Alcántara y lideresa de "las damas" dentro de la congregación.

Cuando iniciamos este proceso, mi esposo estaba amenazado, lo estaban persiguiendo. Entonces, mis hijas y yo le llorábamos a mi esposo y le pedíamos que saliéramos de ahí, yo le decía a Salvador que dejara lo de las tierras, que tal vez Dios no nos había mandado para esa problemática de esas tierras, sino únicamente para predicar la palabra. Entonces, una madrugada, cuando estábamos clamándole a Dios, yo sentí que algo sobrenatural me pasó, y yo comencé a hablar de parte de Dios, en ese momento él nos dijo cómo teníamos que hacer, que no tuviéramos miedo, que él estaba con nosotros, que vendrían de otras naciones a apoyarnos. Nosotros antes de eso no dormíamos, era un miedo muy terrible para nosotros, pero de ese momento en adelante [... ] se nos quitó todo temor y yo dije "vamos a luchar, si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros?, nadie nos hará daño". Por esa razón es que estamos ahí metidos en ese proceso.14

Una de las primeras acciones de Alcántara fue convocar la solidaridad de los pentecostales y demás evangélicos en otras regiones del país, pidiendo inicialmente que "no los olvidaran en sus oraciones". Al mismo tiempo, empezó a buscar apoyo entre diversas entidades gubernamentales y no gubernamentales, entre las que se destacan: Swissaid15, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y la Defensoría del Pueblo. Desde entonces (2003), estas y otras organizaciones se han sumado para brindarles capacitación y asesoría jurídica en temas como la autoprotección no armada, la comunicación comunitaria, el desarrollo de iniciativas productivas y el uso de las rutas de protección que ofrecen las entidades del Estado.

En la medida en que la noticia de la situación descrita se difundía por las diversas redes religiosas y seculares, la comunidad de El Garzal empezó a atraer el apoyo de activistas y de organizaciones sociales de varias latitudes del planeta. Entre las organizaciones no gubernamentales (ONG) que aunaron esfuerzos a favor de esta causa, especialmente en la labor de incidencia política ante el Gobierno de Suiza, se destacan: Pensamiento y Acción Social (PAS), el Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia (Suippcol) y Peace Watch Switzerland (PWS)16. Posteriormente, se movilizaron ONG de base protestantes para solidarizarse con su situación y apoyar su resistencia pacífica; entre estas sobresalen los Equipos Cristianos de Acción por la Paz (ECAP)17, la Asociación Cristiana Menonita para Justicia, Paz y Acción No Violenta (Justapaz)18 y la Fundación Menonita Colombiana para el Desarrollo Social (Mencoldes)19.

Estas organizaciones han dado a conocer la situación de El Garzal entre sus contactos y redes nacionales e internacionales. Así, además de incidir políticamente en el proceso, han logrado convocar la solidaridad simbólica de otras comunidades cristianas. Además, a través de sus páginas web y otros medios divulgativos, han visibilizado los atropellos de los que los habitantes de El Garzal han sido víctimas y han denunciado esta situación ante entidades gubernamentales y las embajadas de Estados Unidos y Canadá. Este acompañamiento ha beneficiado ampliamente la causa de El Garzal. Por ejemplo, en la actualidad, la seguridad del pastor Alcántara, o de cualquier otro miembro de la comunidad, merece la atención de diversas organizaciones religiosas, ONG y agencias internacionales, además de las embajadas de Estados Unidos, Suiza y Canadá en Colombia. Todo esto ha contribuido a proteger a esta comunidad de masacres y asesinatos selectivos, eventos que han ocurrido en otras organizaciones campesinas que han emprendido procesos similares.

Como lo han mostrado otros estudios (Fortuny y Mola 1998; Ríos 2002), para un converso su identidad religiosa tiende a prevalecer sobre otras fuentes de identidad; particularmente predomina sobre las identidades nacional, regional y étnica. Esto funciona para conversos de todos los nuevos movimientos religiosos. Testigos de Jehová, mormones, adventistas y, en el caso que nos ocupa, evangélicos pentecostales, suelen sentirse más identificados con sus hermanos en la fe en otros países y regiones que con sus connacionales o paisanos. Por eso, están dispuestos a hacer por ellos mayores sacrificios que los que harían por vecinos suyos que no comparten sus convicciones religiosas.

En abril del 2013, 74 familias de El Garzal lograron que el Estado, a través del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder), les otorgara títulos de propiedad. Los beneficiados hasta ahora son tanto pentecostales como no católicos. Si bien es indudable que el camino de salvación de los pentecostales es excluyente, como ocurre en general con los caminos de salvación de todas las confesiones religiosas (en otras palabras, los pentecostales consideran que solo tienen garantizada la salvación quienes comparten su doctrina, que consideran "la sana doctrina"), los beneficios de la resistencia pacífica se han extendido, en apariencia sin conflicto, a los vecinos no pentecostales de El Garzal. Situación que, por lo menos en este caso, pone en cuestión el sectarismo y el aislacionismo, en cuanto características esenciales de las comunidades pentecostales. Actualmente, más de 200 familias de El Garzal procuran aún la titulación de sus tierras.

Emprendimiento económico

Gracias a la asesoría y patrocinio de Swissaid, los pentecostales y otras familias no pentecostales de El Garzal consolidaron la Asociación de Productores Alternativos de Simití (Asproas). Esta asociación ha logrado alianzas productivas con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Alcántara, quien es también uno de los líderes de Asproas, explica el alcance de esta asociación:

Somos 464 familias asociadas, ubicadas no solamente en el corregimiento de El Garzal, sino también en los corregimientos de San Luis y Ánimas Bajas. Apoyamos a las familias asociadas en todo lo que es la parte del mejoramiento de su calidad de vida, para mitigar el impacto de la violencia, porque ha sido una situación difícil para las comunidades allí, donde no hay una posibilidad de vida, donde no hay una alternativa de trabajo [... ] Apoyamos a las madres cabezas de familia con toda la parte de seguridad alimentaria, con las huertas caseras y el fondo rotatorio. Y en el eje de fortalecimiento de la agricultura tenemos el plátano, el maíz, la yuca, el arroz, el fríjol y el cacao. Y también estamos llevando a cabo otros proyectos de microempresa con los jóvenes, buscando mecanismos para que los jóvenes se queden en el territorio y que también tengan cómo mejorar su calidad de vida con los proyectos agropecuarios.20

Entre los proyectos productivos que han prosperado gracias a Asproas se destaca el cultivo del cacao. Las familias de El Garzal afirman que sus ingresos económicos han mejorado desde que pusieron en marcha este cultivo. Entre las familias beneficiadas está la de Samuel Mendoza, quien relata así los avances que han logrado con este cultivo:

Todo este cultivo lo hemos adquirido nosotros por medio de la asociación, el programa ADAM21 nos dio 1.500 matas de cacao para cada uno, para 55 beneficiarios, y en el año les bajamos aproximadamente 1.200 kilos de cacao por hectárea. Y este cultivo tiene siete años... nosotros de aquí nos sostenemos, de aquí, de este cultivo, sobrevivimos para el alimento diario, y también para sostener a nuestra familia.22

El cultivo del cacao tiene varias ventajas, un árbol de cacao puede durar más de quince años y la cosecha es permanente. Es posible sembrar cacao con cultivos transitorios como el maíz, la yuca y el fríjol, entre otros, y se puede combinar con especies forestales de aprovechamiento maderable.

En el tiempo de antes vivíamos del maíz y el plátano. Y el maíz era a los cinco meses que usted iba a ver la plata. En cambio, con el cacao [es] cada quince días23.

Si una persona tiene una hectárea, dos hectáreas, es un ingreso más o menos bueno. Y una de las cosas es que el cacao si viene el vendaval no lo tumba, si viene el verano, ahí está. Y es un cultivo a largo plazo: es un proyecto de vida. Entonces eso me llevó a ir hablando con los campesinos: "¿Por qué no sembrábamos cacao?, ¿por qué no cambiábamos la cultura de cultivar plátano, [de] cultivar maíz, para que cultivemos cacao?". Y al mismo tiempo el cultivo de cacao nos va a dar un arraigo en la tierra y nos afianza para defender nuestros derechos. Entonces la gente dijo: "[...] Salvador, si usted es el que tiene claro de que sembremos cacao, sírvanos usted como líder del comité de cacaoteros". [...] Entonces, el cacao hoy está generando una forma de ingreso y está mejorando la calidad de vida de los campesinos.24

El cultivo del cacao ha contribuido a arraigar a los habitantes de El Garzal en su territorio y a resolver, en alguna medida, sus problemas económicos sin acudir a los cultivos ilegales ni a los grandes proyectos agroindustriales: Nosotros desde un comienzo hemos visto que la coca y la minería traen violencia. No hemos permitido que la palma se siembre en este lugar, porque la palma es un cultivo que es a largo plazo pero que también daña la tierra y no es rentable para nosotros que somos pequeños productores.25

Estas ventajas han hecho que personas de comunidades vecinas se interesen por cultivar cacao y busquen la asesoría de los campesinos de El Garzal. Recientemente, Asproas logró contactos para empezar a exportar parte de su producción de cacao a Suiza.

Es pertinente subrayar que, a pesar de los beneficios de la producción de cacao y las ventajas que les ha traído consolidar Asproas, la situación de los campesinos de El Garzal está lejos de ser ideal: aún carecen de vías de comunicación por tierra, de energía eléctrica y de agua potable. Además no se han resuelto completamente los problemas legales de la titulación de tierras ni las amenazas de los grupos armados al margen de la ley. Sin embargo, sus logros políticos y económicos, sumados a su fe religiosa, les permiten mantener la esperanza en un futuro mejor:

Nuestro propósito es mirar aquí en esta región, donde hemos tenido una lucha permanente, cómo conseguimos electrificación, vías carreteables para comercializar nuestros productos, puestos de salud para atender a los niños en lo que necesiten, etc. Nosotros siempre hemos confiado en Dios y siempre decimos "Dios proveerá", porque entendemos que Dios tiene la capacidad para traernos estas cosas que necesitamos. Dios no nos las trae directamente, sino es por el corazón de las personas que él toca, como las organizaciones, las alcaldías y la Presidencia de la República. Dios toca los corazones de estas personas que tienen la capacidad para solucionar nuestros problemas, porque tienen poder para ayudar a esta comunidad y a muchas otras que han sufrido a manos de los terratenientes y de la violencia.26

Inspiración para otras comunidades

Para evitar equívocos, es importante aclarar que el caso de resistencia pacífica y de organización productiva de los pentecostales de El Garzal no es típico, sino excepcional. Es justamente la capacidad poco vista entre los pentecostales de vencer los prejuicios religiosos y las desconfianzas y lograr asociarse, incluso con no pentecostales, para perseguir metas que los benefician a todos, lo que ha llamado la atención de las organizaciones no gubernamentales que apoyan la causa de esta comunidad.

A mí El Garzal me parece un caso particular, pero estoy convencida de que esa gente que está en estos territorios si no tuvieran ese nivel de fe no podrían resistir. Para mí el caso de El Garzal y el caso de las Pavas son un ejemplo de que solo desde la fe es que ellos han logrado permanecer en su territorio y es un factor fundamental de protección. Cuando yo hablaba con don Salvador, yo le decía: "pero ¿cómo se está moviendo usted por ahí solo?", y él me decía: "es que yo tengo un ángel". Bueno, todo esto de la religión... y que Dios le habla, y que Dios le orienta [... ] ha sido bastante resaltado en este caso. Entonces esta gente se mantiene por una absoluta convicción de fe, y [confían] que desde ahí están protegidos; pero además, está la convicción de que están haciendo lo correcto.27

El Garzal es hoy un caso emblemático de resistencia pacífica y de asociación económica rentable, que otras comunidades toman como ejemplo; esto incluye a campesinos de otras regiones del país. Varias de esas comunidades campesinas están conectadas a través de la Red de Iniciativas de Paz desde la Base28. Por su parte, Salvador Alcántara y los demás líderes de El Garzal han manifestado su disposición de compartir con otras comunidades las estrategias que los han ayudado a permanecer en su territorio, a adelantar el proceso de titulación de tierras y a emprender proyectos productivos. Por ejemplo, los habitantes del corregimiento de El Guayabo, en el departamento de Santander, territorio vecino, acudieron a Alcántara para solicitar su asesoría para hacer frente a las amenazas de desalojo que recibieron29. Así lo relata Yesid Payares, líder comunitario de El Guayabo: Del proceso de El Garzal hemos aprendido que el territorio se pelea pacíficamente y que nosotros somos los dueños de las tierras, que es necesario que haya humildad entre los compañeros, porque uno ve que entre la gente de El Garzal hay mucho compañerismo [... ] Cuando Salvador Alcántara nos conoció y vio nuestra necesidad comenzó ayudándonos a contactar con las organizaciones nacionales e internacionales, para beneficio de esta comunidad.30

A modo de conclusión: pentecostalismo, pobreza y conflicto armado en Colombia

Para finalizar, presentamos un análisis de este caso a la luz de otras investigaciones, orientándonos por la pregunta sobre el potencial de las comunidades pentecostales para constituirse en espacios de construcción de oportunidades y de tejido social en las regiones rurales de Colombia que han sido golpeadas por el conflicto armado. Al respecto nos encontramos con cuatro aspectos que llamaron nuestra atención: 1) la capacidad del pentecostalismo para ofrecer sentido en situaciones de anomia e incertidumbre; 2) la afinidad del pentecostalismo con la resistencia pacífica y la legalidad; 3) el potencial de las comunidades pentecostales para la organización social desde la base; y 4) las ventajas que ofrece el pentecostalismo para la asociación productiva, el emprendimiento y la construcción de capital social. A continuación desarrollamos cada uno de estos aspectos.

Pentecostalismo, teodiceas y búsqueda de sentido

Desde la perspectiva de Durkheim (1982), los ritos pentecostales pueden ser interpretados como mecanismos sociales para alimentar la solidaridad interna: mantener a los fieles unidos alrededor de sus ideales religiosos y políticos. El éxtasis colectivo que persigue la experiencia pentecostal hace de los cultos espacios para el desahogo y la catarsis colectiva: de esta manera se liberan de los pecados cometidos, pero también del miedo, al mismo tiempo que ahuyentan a los demonios que, según ellos, son los verdaderos responsables de los males que los azotan. Como lo señala Geertz, los ritos religiosos alimentan "estados anímicos y motivacionales" y revisten estas experiencias "de una aureola de efectividad tal que [parecen] de un realismo único" (Geertz 1996, 89). Esto nos ayuda a comprender por qué para los pentecostales "participar en los cultos, orar, leer la palabra de Dios, escuchar la predicación del pastor y recibir el consuelo de los "hermanos" constituyen fuentes de "fortaleza y valor" para poder tolerar" situaciones como las que venimos describiendo (Uribe 2005, 36).

Por otro lado, como lo ha señalado Berger (1971, 72-103), frente al miedo y la incertidumbre las teodiceas religiosas pasan a un primer plano31. En otras palabras, los fieles se esfuerzan por darles sentido a las contradicciones de su cotidianidad a partir de sus convicciones y doctrinas religiosas. En el caso estudiado, los creyentes de El Garzal están convencidos de que las adversidades presentes hacen parte de "un plan divino", y que todo lo que están viviendo "lo permite Dios con un propósito", que traerá a la postre "bendición" para ellos. De esta manera, las teodiceas religiosas se constituyen en fuente de confianza ontológica que se traduce en seguridades psicológicas (Pereira Souza 1989, 215). Pues, por duras que sean las circunstancias, los creyentes confían en que Dios tiene un plan y controla la historia. Desde este marco, incluso amenazas de asesinato y despojo pueden ser interpretadas como "pruebas de Dios" o "ataques del diablo", que de ser resistidas acarrearán consecuencias positivas (bendiciones). Para los pentecostales de El Garzal, "la bendición prometida" en esta vida es la titulación de sus parcelas, así como una permanencia próspera y tranquila en su territorio.

Gracias a este tipo de teodiceas, en regiones de conflicto armado donde los pobladores parecen condenados a la anomia y a la desintegración social, las comunidades pentecostales se constituyen en espacios para la construcción de "sentido" (de explicaciones coherentes que les permiten a los fieles ordenar su experiencia y dar propósito a sus vidas), o lo que Berger y Luckmann denominan comunidades de sentido: comunidades en el seno de las cuales los miembros participan activamente en la producción y mantenimiento de un "acervo colectivo de sentido", que no es percibido por sus miembros como impuesto o ajeno, sino como propio y eficaz (Berger y Luckmann 1997, 101-102). Un ejemplo de esta construcción colectiva de sentido es la manera en que los pentecostales de El Garzal se acercan al texto bíblico (como en todas las expresiones del protestantismo, el estudio cotidiano de la Biblia es una práctica fundamental para los pentecostales). Estudian la Biblia usando su lucha política como marco interpretativo, lo que les permite afirmar, por ejemplo, que ellos, tal y como ocurrió con el pueblo judío del Antiguo Testamento, son herederos de la tierra que Dios les ha prometido, y que deben aferrarse a esta promesa y perseverar pacíficamente para merecerla.

Pentecostalismo: no violencia y legalidad

Como otras comunidades protestantes de Colombia, los pentecostales de El Garzal son pacifistas; condenan la violencia como una vía de lucro, protesta o resistencia pues, según ellos, ejercer la violencia es una conducta que Dios reprueba. Además predican el perdón y la reconciliación, y de esta manera contribuyen a desactivar los mecanismos de reproducción de la violencia. Incluso entre los fieles de algunas congregaciones pentecostales hay exmiembros de grupos armados antagónicos: exguerrilleros y exparamilitares que ahora conviven pacíficamente como "hermanos en la fe".

De modo similar a como ocurre en otras regiones del país sacudidas por el conflicto armado interno, los pentecostales de El Garzal evitan involucrarse en actividades que impliquen el uso de armas, así como evitan tomar partido por alguno de los bandos en confrontación (narcotraficantes, guerrillas, paramilitares o ejército). Esto, sin embargo, no les impide tener conciencia de las inequidades que viven y de la complicidad de los Gobiernos centrales y regionales con la reproducción de la pobreza, la inequidad y la escasez de oportunidades. Según los campesinos entrevistados, el uso de la violencia física por parte de los grupos guerrilleros (como las FARC o el ELN), en lugar de convertirse en un camino para mejorar sus condiciones de vida, ha contribuido a agravarlas. Especialmente porque a veces personas o iniciativas comunitarias terminan cooptadas por los intereses de pequeños grupos que se lucran de actividades que en Colombia han estado conexas al conflicto armado, como las extorsiones, los secuestros y la producción y tráfico de estupefacientes. Esta actitud pacifista ha permitido que en Colombia algunas comunidades pentecostales rurales se opongan a que sus jóvenes sean reclutados por parte de las guerrillas, lo que a su vez ha implicado que los grupos guerrilleros juzguen a los pentecostales como enemigos de sus proyectos políticos.

Los pentecostales de El Garzal se reconocen a sí mismos como "apolíticos", estrategia que usan con frecuencia los miembros de las comunidades religiosas asentadas en zonas de conflicto para no ser identificados como aliados de alguno de los bandos, pues esto implica inmediatamente ser catalogados como "objetivo militar" del grupo adverso (Osorio 2005, 294). Sin embargo, la comunidad cuadrangular de El Garzal, como toda organización religiosa, sin proponérselo desempeña un papel político en la región. Este, además de relacionarse con la promoción de la no violencia, afirma el valor de la legalidad y predica el respeto a los poderes políticos "legalmente instituidos" (Lozano 2005, 230-246).

En general, los pentecostales ven la legalidad como virtud (siempre y cuando la lealtad al Gobierno no entre en conflicto con sus dogmas religiosos, pues también consideran prioritario "obedecer a Dios antes que a los hombres"), y apoyan a las instituciones legales con la convicción de que los gobernantes de turno han sido designados por la voluntad de Dios32. No solo acatan la autoridad del Gobierno, sino que incluso oran por los gobernantes de turno, pidiendo, entre otras cosas, que Dios los guíe en sus decisiones. Reiteramos que esta actitud ha sido condenada como "reaccionaria" por parte de los grupos insurgentes, por lo cual, con frecuencia, han catalogado como "indeseables" a los grupos pentecostales, situación que en varias ocasiones ha desembocado en amenazas y asesinatos selectivos de pastores en zonas de conflicto (Arboleda 2002, 68-70).

En términos generales, la asociación entre legalidad y virtud también lleva a los pentecostales a oponerse a prácticas económicas ilegales como la minería ilegal, los cultivos de uso ilícito (coca, marihuana y amapola), el contrabando y el procesamiento y tráfico de estupefacientes. Esto se pudo confirmar en el caso estudiado y se refleja en el siguiente comentario del pastor Alcántara:

Nosotros necesitamos y agradecemos que nos acompañen, nosotros somos una comunidad [...] que hemos decidido trabajar con cultivos lícitos, no es que nos produzcan lo suficiente [...], pero los podemos sacar a comercializar y tenemos toda la libertad para hacerlo, además es comida, que es algo fundamental.33

Entonces, no es casualidad que las convicciones que orientan a los pentecostales de El Garzal converjan en diversos aspectos con los intereses gubernamentales, lo que no descarta que esto constituya una estrategia política deliberada de los pentecostales. Así, por ejemplo, a lo largo de su proceso de resistencia pacífica, han consolidado un discurso religioso que legitima su lucha política. Por ejemplo, aunque es posible explicar las razones por las cuales no han sido víctimas de masacres o de asesinatos selectivos desde una perspectiva sociológica, ellos creen que esto se debe fundamentalmente a "la protección divina", y que constituye una evidencia de que "Dios está de su parte" en esta lucha. Al respecto, su postura es comparable con la que han tomado otras comunidades pentecostales asentadas en lugares cuya cotidianidad está atravesada por la violencia armada y el narcotráfico. Incluso en las periferias urbanas controladas por bandas dedicadas a la delincuencia, el pentecostalismo representa una alternativa de convivencia, no solo porque aleja a sus fieles de las actividades ilegales (o delictivas) que suelen ser peligrosas, sino también porque los pentecostales encarnan una "autoridad moral" que define con claridad los límites entre lo permitido y lo prohibido, autoridad moral que se funda en sus convicciones religiosas (Pinheiro 2008, 204).

Pentecostalismo y organización social desde la base

Una interpretación superficial del caso que venimos estudiando nos podría llevar a la conclusión de que los pentecostales de El Garzal han "espiritualizado" sus actividades políticas y sus expectativas económicas. En otras palabras, que sus esperanzas están ancladas exclusivamente en la eficacia de sus prácticas religiosas: en que Dios responda a sus oraciones. Esta actitud correspondería a lo que La-live d'Epinay (1968) denominó la huelga social. Según este autor, las comunidades pentecostales chilenas en los años sesenta consideraban inminente el "retorno de Jesucristo" y la fundación de su "reino milenial", por lo cual se resistían a participar en movimientos políticos contestatarios y no encontraban motivaciones para perseguir la prosperidad económica o el poder político en este mundo.

Sin embargo, esto no parece ser lo que viene ocurriendo en El Garzal. Como ya lo han mostrado investigaciones previas, los grupos pentecostales facilitan formas de organización social desde la base (Gros 2000; Pereira Souza s. f.). Y en zonas de conflicto armado y marginalidad, se erigen como actores de primer orden en los procesos de organización social que tienen como objetivo satisfacer las necesidades básicas (salud, educación, seguridad, empleo...), y suplen de esta manera los vacíos que deja la debilidad del Estado en estas regiones (véase también Ríos 2002). En cuanto estas iniciativas se fundan en el voluntariado, fomentan la participación activa de los fieles.

Si bien en el caso de El Garzal todas las actividades relacionadas con la resistencia pacífica y el emprendimiento están articuladas alrededor de la fe y de las prácticas religiosas, el pastor Alcántara y la comunidad que lidera no han fundado el éxito de sus iniciativas exclusivamente en la eficacia de sus rituales religiosos, sino que se han organizado para enfrentar de forma pacífica las amenazas y para generar proyectos productivos. En cuanto a su lucha legal, han buscado asesoría y apoyo de diversas entidades (gubernamentales y no gubernamentales, laicas y religiosas), incluso han acudido a organizaciones internacionales. Por lo tanto, aunque su lucha reposa en un aparato simbólico y motivacional de tipo religioso, las estrategias de organización social que han implementado son similares a las de otros movimientos sociales que demandan por la vía pacífica sus derechos. Esto confirma las hipótesis que consideran que en el seno de las comunidades pentecostales pueden prosperar formas de organización política de base (Gros 2000, 162), iniciativas políticas no partidistas ni electorales y que, por lo menos en su estado germinal, no están cooptadas por los intereses clientelistas de caciques políticos regionales34.

Como es frecuente en el pentecostalismo (Bastian 1997, 127), los creyentes de El Garzal (en este caso campesinos con muy poca educación formal) aprenden a valorar la iniciativa y el talento individual. Además, en el seno de sus comunidades adquieren nuevas competencias relacionadas con el trabajo en equipo y con el liderazgo, competencias que resultan funcionales en la persecución de metas tanto de carácter político como económico.

Pentecostalismo y prosperidad económica

La conducta económica de los pentecostales de El Garzal puede ser tipificada como una forma de "ascetismo intramundano". Este, según Weber (1964, 429), contrasta con el "ascetismo negador del mundo". En otras palabras, el habitus religioso de los campesinos de El Garzal (la orientación sistemática de sus prácticas cotidianas hacia lo virtuoso en términos religiosos: hacia lo querido por Dios)35 considera el trabajo como virtud, así como considera legítima la expectativa de prosperidad material en el aquí y el ahora. Para ellos, ni el trabajo duro ni la expectativa de prosperidad económica contradicen o perjudican su búsqueda de salvación para la otra vida. Por el contrario, ambas búsquedas (la de la prosperidad material y la de la salvación del alma) convergen en un mismo camino de salvación. En cuanto los campesinos de El Garzal observan el trabajo y la prosperidad económica como bendiciones de Dios, no se inscriben en la lógica de "la huelga social" de la que habló Lalive d'Epinay (1968). Por el contrario, se esmeran por ser prósperos en esta vida, tal y como lo hacen la mayoría de los pentecostales urbanos36.

El habitus religioso pentecostal no solo promueve el trabajo y el anhelo de prosperidad material, también enfatiza valores como la honestidad y el ahorro, al tiempo que condena la holgazanería y las adicciones, especialmente los vicios del cigarrillo y el alcohol. Tal y como lo han señalado diversas investigaciones (Bastian 2004; Brusco 1993, 1995; Martin 1992; Rey Martínez 2008), en la medida en que los pentecostales promueven estos hábitos, los conversos disfrutan de mejores condiciones materiales de existencia, de mayores oportunidades educativas y de mayor estabilidad familiar, si se los compara con los no pentecostales en condiciones similares.

Sin embargo, la prosperidad pentecostal no busca un cambio estructural en la distribución de las riquezas y las oportunidades, ni se basa en un proyecto de revolución o de reforma social. Los pentecostales, como los demás campesinos, simplemente buscan estrategias para sobrevivir y el pentecostalismo, en cuanto sistema simbólico, les aporta un conjunto de hábitos y creencias que les permite adaptarse al sistema económico dominante, basado en la libre competencia y en el emprendimiento individual. Si bien en el caso descrito la fe pentecostal se ha constituido en un cohesionador que ha facilitado la asociación de los campesinos como acción estratégica para mejorar sus oportunidades económicas, los pentecostales persiguen la prosperidad económica individual, no la colectiva. Además, en la medida en que la economía de El Garzal está monetarizada, las iglesias pentecostales establecidas en el corregimiento se benefician del mejoramiento de las condiciones económicas de sus fieles, ya que estos mantienen a las congregaciones religiosas (y a sus pastores) por medio de sus donaciones: ofrendas y diezmos.

Capital social y solidaridad pentecostal

Alrededor de la fe y de las prácticas religiosas, los pentecostales de El Garzal han generado lazos de confianza y de solidaridad que han favorecido su organización social y sus dinámicas productivas. Como lo observó Weber en su clásico ensayo sobre Las sectas protestantes y el espíritu del capitalismo (Weber 1983, 205-229), las comunidades protestantes constituyen espacios donde los fieles, además de compartir una fe y unos rituales religiosos, emprenden proyectos económicos, gracias al capital social que han acumulado (las redes de cooperación, confianza y reconocimiento mutuo que han consolidado; véase Putnam 2000). Algunas de las virtudes que predican los protestantes, en este caso los pentecostales, como la honestidad, la honradez y el "valor de la palabra", suelen ser agrupadas en el argot religioso bajo la idea de "el buen testimonio". Este puede y debe ser corroborado por el pastor y por los demás miembros de la comunidad. Quien no exhiba las señales del "buen testimonio" quedará a la postre excluido de la comunidad, o será tratado como un "falso hermano" o como "débil en la fe". Quien exhiba estas virtudes, además de ser considerado un "auténtico creyente", será tratado por sus "hermanos en la fe" como digno de confianza para recibir créditos, hacer negocios o establecer asociaciones que persigan metas de todo tipo, especialmente económicas (véase al respecto: Berger, Neuhaus y Novak 1996; Freston 2008; Smidt 2003).

La solidaridad pentecostal no involucra exclusivamente a los miembros de una congregación local, pues cuando las situaciones son favorables puede convocar el apoyo o el interés estratégico de los pentecostales de otras regiones o países. Como ya se mencionó, la identidad pentecostal, como toda identidad religiosa, no está limitada por fronteras regionales o nacionales. En este caso, la causa de los pentecostales de El Garzal ha logrado convocar el apoyo de redes religiosas de carácter internacional, evidenciando una solidaridad que, además de expresarse en bienes simbólicos (oraciones y ritos religiosos), se ha objetivado en servicios prácticos: créditos blandos, asesoría técnica y asesoría legal. Además, gracias a estas redes, el caso de El Garzal ha dejado de ser un problema regional poco visible para la opinión pública y el Gobierno central, para merecer la atención de este último y de las oficinas diplomáticas. Tal visibilidad ha aumentado el impacto político de la lucha pacífica de esta comunidad y ha favorecido la seguridad y la integridad física de sus protagonistas quienes han enfrentado amenazas contra su vida, su integridad, sus propiedades y sus familias.

En el caso de El Garzal, el capital social acumulado está beneficiando también a los vecinos no pentecostales. Tal vez el mejor ejemplo de esto son los logros alcanzados por la Asociación de Productores Alternativos de Simití (Asproas), que fue fundada en 1997 por el sacerdote católico Clément Berel, quien debió exiliarse en Cartagena por causa de amenazas contra su vida (Plata y Cáceres 2015, 508). Por esta razón, la consolidación de Asproas quedó en manos de los campesinos que conforman la asociación. Actualmente son 464 asociados, entre los que se destaca por su liderazgo el pastor Alcántara, así como otros productores que son también miembros de la iglesia que él dirige.

Pentecostalismo y liderazgo carismático

En tanto los pastores pentecostales viven experiencias similares a las de sus feligreses (en este caso de pobreza, exclusión y amenazas), encuentran una fuerte empatía y credibilidad entre ellos, que sustentan en alguna medida la legitimidad de su autoridad. En este caso, que el pastor Alcántara sea también un campesino que ha vivido en carne propia la escasez de oportunidades y ha enfrentado las amenazas de actores que buscaban despojarlo de su parcela es un factor que debe ser considerado para comprender la lealtad que ha encontrado entre sus seguidores.

Sin embargo, no se pueden comprender plenamente los logros del liderazgo de Alcántara sin incorporar al análisis su dimensión de líder carismático según la tipología weberiana. Para Weber, la autoridad carismática se funda en la confianza que expresa un grupo de seguidores en un líder que demuestra cualidades extraordinarias, como por ejemplo, habilidades oratorias o poder sobre las enfermedades y los demonios. En el caso latinoamericano, este tipo de autoridad compite con la autoridad legal o burocrática propia del sacerdote católico (Weber 1964, 172-173; véase también Bourdieu 1971). El liderazgo de tipo carismático cobra protagonismo en situaciones sociales extremas, donde las referencias religiosas tradicionales se vuelven poco eficientes (Weber 1964, 856). En el caso que venimos analizando, la autoridad carismática de Alcántara se afianza en la confianza que depositan en él sus seguidores, quienes tienen la certeza de que es Dios mismo quien lo guía y lo protege. Esta confianza constituye también una fuente de legitimidad para la causa política que él lidera. Así, aunque los pentecostales de El Garzal saben que los grupos que los amenazan tienen el poder de las armas, también confían en que el poder de Dios está a su favor, poder que obviamente juzgan como superior.

La autoridad de Alcántara al parecer no depende exclusivamente de su rol como líder religioso, sino que ha sido alimentada por los logros de su gestión. Como lo señala Weber, la autoridad carismática debe ser validada y revalidada constantemente: el líder carismático debe demostrar continuamente a sus seguidores que aún goza de la gracia divina. Esto lo logra exhibiendo resultados positivos en su gestión. Por estos resultados y por la coherencia ética que ha demostrado, la autoridad de Alcántara ha vencido las resistencias de los no pente-costales, y hoy es reconocida por el conjunto de los vecinos de El Garzal y por otras comunidades campesinas cercanas, como la del corregimiento de El Guayabo (departamento de Santander) y el municipio de San Pablo (departamento de Bolívar). Así, más que como pastor pentecostal, Alcántara es considerado hoy como un líder comunitario en la región. Sin embargo, en la actualidad, la coherencia ética y la priorización de las necesidades comunitarias no son virtudes que se puedan atribuir al conjunto de los pastores pentecostales. Por el contrario, es frecuente la referencia a pastores que han privilegiado sus propios intereses e, incluso, se han aprovechado de sus fieles en el ejercicio de su autoridad religiosa, buscando por lo general su propio enriquecimiento material.

Por último, tal vez sea pertinente aclarar que la labor de Alcántara como líder comunitario nunca se ha desligado de su misión religiosa, puesto que el éxito de los proyectos sociales que él lidera favorecen, a su vez, el proyecto expansionista (o misional) de su iglesia. En el marco de su labor "evangelizadora", estos hechos se predican como "evidencia de que Dios está de su parte" y, por lo tanto, su doctrina constituye la opción religiosa auténtica. En otras palabras, estos logros alimentan los argumentos que usan los pentecostales de El Garzal en sus labores proselitistas, que constituyen uno de los ejes centrales de su actividad religiosa.


Notas

1 La Iglesia Cristiana Carismática Cuadrangular es una denominación cristiana de origen norteamericano (llamada originalmente International Church of the Foursquare Gospel) que hace parte de la corriente clásica del pentecostalismo. En Colombia, se estableció en la primera mitad del siglo XX (Beltrán 2013, 151), y sus primeras bases misioneras se fundaron en el departamento de Santander, en las ciudades de Bucaramanga (1943) y Barrancabermeja (1950), desde donde se extendió a centros poblados aledaños como San Pablo, Puerto Wilches y Rinconada (López 2011, 154). En la actualidad tiene presencia en todas las regiones de Colombia.
2 Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), entre 2007 y 2011 se destinaron regalías por 195.020 millones de pesos al año para la inversión en estos gastos en el departamento de Bolívar (DNP 2013, 3).
3 La Iglesia Pentecostal Unida de Colombia es una denominación pentecostal fundada por misioneros norteamericanos, llegó a Colombia en 1937 y se estableció inicialmente en el departamento de Santander (López 2011, 131).
4 Entrevista a Eugenio Bastidas, campesino de El Garzal, 5 de octubre del 2013.
5 Entrevista a Salomé Herrera, campesina de El Garzal, 5 de octubre del 2013.
6 Declaración hecha en la audiencia de control formal y material de cargos, 14 de febrero del 2012, citada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá. Sala de Justicia y Paz, 30 de agosto del 2013, 259.
7 Entrevista realizada a uno de los abogados de las ONG internacionales que asumieron el acompañamiento jurídico en el proceso de lucha por la tierra de los habitantes de El Garzal, 4 de noviembre del 2013.
8 Entrevista a Oliverio Ardila, campesino de El Garzal, 8 de noviembre del 2013.
9 Entrevista a Salvador Alcántara, pastor y líder comunitario de El Garzal, 22 de noviembre del 2013.
10 Entrevista a Salvador Alcántara, pastor y líder comunitario de El Garzal, 30 de noviembre del 2013.
11 Entrevista a Alix Crespo, campesina y lideresa comunitaria de El Garzal, 3 de octubre del 2013.
12 Entrevista a Alix Crespo, campesina y lideresa comunitaria de El Garzal, 3 de octubre del 2013.
13 Entrevista a Alix Crespo, campesina y lideresa comunitaria de El Garzal, 3 de octubre del 2013.
14 Entrevista a Nidia Alián, campesina y lideresa de la Iglesia Cristiana Cuadrangular de El Garzal, 1.° de octubre del 2013.
15 Swissaid es una organización suiza de cooperación para el desarrollo. Inició labores en Colombia en 1983 y tiene como misión: "aportar al empoderamiento de las organizaciones sociales a través del acompañamiento, apoyo y formación en la construcción de estrategias apropiadas al contexto, la diversidad cultural y biológica, fundamentadas en principios de democracia, buen gobierno, institucionalidad, cultura de paz, equidad de género para contribuir a un desarrollo rural sostenible". Consultado el 25 de abril del 2014. http://www.swissaid.org.co/node79.
16 Según la descripción institucional de la corporación Pensamiento y Acción Social (PAS), estas tres ONG están integradas por activistas nacionales y extranjeros que desarrollan "propuestas y acciones estratégicas con un enfoque desde la base, alrededor de sus tres líneas de trabajo: paz y derechos humanos; seguridad y protección y fortalecimiento de movimientos sociales". Consultado el 25 de abril del 2014. http://www.pas.org.co/#!acerca-de-pas.
17 Equipos Cristianos de Acción por la Paz (ECAP) es una organización fundada por las iglesias cristianas anabaptistas, entre ellas la iglesia menonita. Llegó a Colombia en 2001, por invitación de la Iglesia Menonita de Colombia, para acompañar a las comunidades y organizaciones sociales que se encuentran bajo amenaza por razones asociadas al conflicto armado en la región del Magdalena Medio. Tiene su sede actual en la ciudad de Barrancabermeja. Consultado el 7 de julio del 2014. http://www.ecapcolombia.org/quienes-somos/.
18 La Asociación Cristiana Menonita para Justicia, Paz y Acción No Violenta (Justapaz) fue fundada en Bogotá en el año 1990 como "un servicio de la Iglesia Cristiana Menonita de Colombia que actúa en seguimiento a Jesucristo desde la identidad anabaptista, con iglesias y organizaciones sociales en la promoción y construcción de saberes y capacidades encaminadas a la acción e incidencia transformadora desde la vivencia de la justicia, la no violencia y la paz para una vida digna y reconciliada con toda la creación". Consultado el 7 de julio del 2014. http://www.justapaz.org/index.php?option=com_content&view=article&id=126&Itemid=223. Desde el 2001, Justapaz y la Comisión de Paz del Consejo Evangélico de Colombia (Cedecol) han documentado los casos en los que el conflicto armado interno ha afectado directamente a líderes y miembros de iglesias evangélicas en Colombia. En sus documentos han quedado registradas las amenazas a los miembros de la Iglesia Cuadrangular de El Garzal. Ver la colección Un llamado profético. Consultado el 7 de julio del 2014. http://justapaz.org/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=23&Itemid=204.
19 Inspirada en los principios anabaptistas, la Fundación Menonita Colombiana para el Desarrollo (Mencoldes) "promueve la transformación social dignificando las condiciones de vida y el pleno goce de los derechos humanos de la población en situaciones de vulnerabilidad". Consultado el 7 de julio del 2014. http://fundacionmencoldes.org/index.php/quienes-somos.
20 Entrevista a Salvador Alcántara, pastor y líder comunitario de El Garzal, 22 de noviembre del 2013.
21 El Programa Áreas de Desarrollo Alternativo Municipal (ADAM) hace parte de la propuesta de desarrollo alternativo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) en Colombia. Consultado el 15 de marzo del 2016. http://www.ard.org.co/adam/default.aspx.
22 Entrevista a Samuel Mendoza, campesino y líder comunitario de El Garzal, 12 de noviembre del 2013.
23 Entrevista a Alix Crespo, campesina y lideresa comunitaria de El Garzal, 3 de octubre del 2013.
24 Entrevista a Salvador Alcántara, pastor y líder comunitario de El Garzal, 5 de abril del 2014.
25 Entrevista a Samuel Crespo, campesino y líder comunitario de El Garzal, 11 de noviembre del 2013.
26 Entrevista a Samuel Crespo, campesino y líder comunitario de El Garzal, 11 de noviembre del 2013.
27 Entrevista a Alexandra Loaiza, coordinadora de la alianza entre Pensamiento y Acción Social y Protection International, Protection Desk Colombia, 28 de octubre del 2013.
28 La Red de Iniciativas de Paz desde la Base se autodefine como "un espacio para el fortalecimiento de las comunidades y procesos a través del intercambio de sus experiencias, solidaridad en la defensa de sus derechos y sus territorios y eficacia en la incidencia política con miras a detener los impactos del conflicto social y armado en las comunidades, defender el Estado social de derecho y aportar a la construcción de una cultura y propuesta de paz". Consultado el 13 de enero del 2016. http://www.pazdesdelabase.org/.
29 Este proceso de resistencia pacífica se desarrolla en el corregimiento de El Guayabo, municipio de Puerto Wilches, departamento de Santander, donde "sesenta familias reclaman desde hace treinta años la posesión sobre doscientas hectáreas de una antigua hacienda". Según el portal de noticias Verdadabierta.com, la comunidad le reclama al Incoder la titulación por posesión y explotación económica de estas tierras abandonadas desde hace más de treinta años ("La historia detrás del desalojo" 2015).
30 Entrevista a Yesid Payares, líder comunitario del corregimiento de El Guayabo, departamento de Santander, 4 de abril del 2014.
31 Desde la perspectiva sociológica, las teodiceas son sistemas teóricos de tipo religioso que buscan otorgar sentido a los diversos episodios de la existencia, en particular, a los más contradictorios (Berger 1971, 72). Según Weber, en el caso del cristianismo, las teodiceas buscan explicar "cómo puede ser compatible el infinito poder de Dios con la imperfección del mundo que él ha creado" (Weber 1964, 412).
32 La inclinación del cristianismo por la legalidad y el respeto a las autoridades públicas son cualidades que Weber encuentra en el cristianismo primitivo. "Alejamiento de la vida política concreta, porque el participar en ella trae necesariamente pecado, pero reconocimiento positivo de la autoridad pública, incluso de la atea, como cosa querida por Dios..." (Weber 1964, 466).
33 Entrevista a Salvador Alcántara, pastor y líder comunitario de El Garzal, 30 de noviembre del 2013.
34 Sobre la relación entre pentecostalismo y clientelismo en Colombia, véase, entre otros, Cepeda van Houten (2007); Cuervo (2010); Helmsdorf (1996).
35 El habitus religioso es definido por Weber como la "regulación metódica de todo pensar y hacer, el dominio de los instintos, de los procesos anímicos y corporales y una reglamentación sistemática de toda la vida subordinada al fin religioso" (Weber 1964, 423).
36 Sobre la mentalidad económica del pentecostalismo urbano véase Beltrán (2013, 145-146) y Martin (2002, 8-9).


Referencias

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