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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.52 no.1 Bogotá ene. 2016

 

"Lo negro en algún lado está...": orden espacial-racial y candombe afrouruguayo en el barrio Refinería (Rosario, Argentina)

"Black is somewhere...": Spatial-racial Order and Afro-Uruguayan Candombe in Barrio Refinería (Rosario, Argentina)

Julia Broguet
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) / Equipo de Antropología del Cuerpo, Universidad de Buenos Aires (UBA) y Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina
lajuliche@hotmail.com

Recibido: 11 de marzo del 2015 Aprobado: 25 de noviembre del 2015


Resumen

Este trabajo se propone analizar el papel de la narrativa fundacional dominante de la ciudad de Rosario (Argentina) en la formación de particulares órdenes espaciales-raciales (Rahier 1999; Wade 1997). Tomaré como referencia un sector determinado de la ciudad que viene siendo objeto de megaproyectos urbanísticos a partir de convenios públicos-privados. Este espacio se fragmenta en dos marcadas franjas de paisaje: una de las zonas más modernas de Rosario y uno de los barrios ferroportuarios más antiguos. Desde hace cinco años, las peculiaridades del ala antigua de esta parte de la ciudad sirven de núcleo de un grupo de candombe afrouruguayo que, a partir de su performance, asume una serie de posicionamientos frente a la imagen blanca, alta e hipervisible que domina esa área, actuando desde lo oscuro, bajo y oculto.

Palabras clave: orden espacial-racial, candombe afrouruguayo, Rosario (Argentina).


Abstract

This paper analyzes the role of the dominant foundational narrative of the city of Rosario (Argentina) in the formation of particular racial and spatial orders (Rahier 1999; Wade 1997). I focus on a particular sector of the city, which has been the subject of mega development projects from public-private partnerships. This space is broken into two distinct landscapes: one of the newest and most modern areas of Rosario and one of the oldest ferro-port districts. The peculiarities of the "old" wing of this part of the city have attracted a group of Uruguayan candombe whose performances assume a series of positions that speak from the dark, low, and hidden against the white, tall, and hipervisible image that dominates the area.

Keywords: spatial-racial order, Afro-Uruguayan candombe, Rosario (Argentina).


Introducción1

El puntapié de este trabajo fue una hipótesis surgida de una investigación grupal (Broguet, Picech y Rodríguez 2014) sobre las apropiaciones y resignificaciones del candombe afrouruguayo, y recreaciones de un candombe afrolitoraleño2 en las ciudades de Paraná, Santa Fe y Rosario. Allí sugerimos que los particulares desarrollos histórico/sociales de las ciudades mencionadas, en relación con el proceso de construcción de una imagen de ciudad durante el periodo de conformación de la República/Estado-nación, así como con su posterior modernización, perfilaron diferentes órdenes espaciales, pero también raciales (Rahier 1999; Wade 1997), que pueden vincularse a la actual difusión de diferentes estilos de candombe en la región del litoral. Si en Paraná y Santa Fe los grupos de candombe afrouruguayo y afrolitoraleño buscaron y contribuyeron a darle visibilidad y difusión a la historia local de la población negra en Rosario, la pregunta por la presencia africana, y luego afrodescendien-te en la ciudad, no estimuló ni promovió búsquedas similares. En Argentina, el censo del año 2010 arrojó un resultado de 0,4% de la población a nivel nacional que se autorreconoce como afrodescendiente3. Pese al avance que significó la inclusión de una variable que no aparecía desde el siglo XIX, el resultado fue muy cuestionado por organizaciones de afrodescendientes e investigadores de la temática quienes criticaron su implementación y, en consecuencia, sus resultados.

El objetivo de este trabajo es comprender cómo las anteriores preguntas son susceptibles de ser formuladas -o no- de acuerdo a la imagen y la narrativa dominante (Frigerio 2005) de Rosario como una ciudad "moderna, receptiva y europeizada" -la cual simultáneamente especifica, modifica o actualiza la narrativa de una Argentina "blanca y europea"-. Esta imagen es la que el grupo de candombe afrouruguayo, que se reúne en barrio Refinería, retoma, interpela y resignifica a fin de fundamentar su práctica local y construir, a su vez, nuevas imágenes y narrativas4. El énfasis es el análisis de este proceso en un espacio social constituido con base en un ordenamiento racial-espacial particular, que se integra a un proyecto de urbanización público-privado más amplio y retoma íconos de un espacio previo que, paradójicamente, es el mismo que excluye en sus posibilidades actuales de acceso y uso.

Aunque este estilo de candombe, mayormente practicado por jóvenes socialmente blancos, de clase media, se ejecuta en la ciudad de Rosario desde finales de la década del noventa, en los últimos años se observan algunos procesos que interrogan la presencia africana y afrodescendiente en el ámbito local, en parte a causa de interacciones de grupos rosarinos con el candombe afrolitoraleño en las otras dos ciudades, o el candombe porteño en Buenos Aires5. Durante una entrevista, un candombero planteó: "como argentinos, el candombe no existe en realidad hoy por hoy, pero sí existía en Uruguay, y para mí eso hoy por hoy sigue siendo una búsqueda... el tema de lo negro en algún lado está" (Entrevista a candombero, Luis6, Rosario, 2012).

En Rosario, "lo negro en algún lado está" y, en contraste con lo que sucedió en Paraná y Santa Fe, "lo negro" en Argentina se puede rastrear a partir del candombe afrouruguayo y no retomando o recreando (pues, como se señala en la entrevista, suele desconocerse) lo afroargentino. La hipótesis es que esta invisibilidad se vincula con la narrativa fundacional rosarina dominante. Me centraré entonces en analizar el singular orden espacial-racial sobre el que se ha ido estructurando la zona de la ciudad que tomaré como referencia: Puerto Norte, un proyecto de renovación urbana emplazado en la costa central rosarina y parte de un convenio entre la municipalidad y el sector privado. Indagaré cómo el notable proceso de urbanización en esta área, al tiempo que es parte de cambios espaciales que promueven agentes propios de la era global en las grandes ciudades, afianza la imagen dominante de Rosario, y logra, con matices, dar continuidad a lo que algunos autores han analizado como su narrativa fundacional dominante: ser una ciudad "cosmopolita, laboriosa, laica, productiva, hija de su propio esfuerzo" (Megías et al. 2010)7. El resultado de los cambios urbanísticos producidos en la zona es haber fragmentado el espacio en dos franjas de paisaje muy marcadas y opuestas: edificios de alta gama en una de las zonas más modernas de Rosario y una zona de villa miseria, o asentamiento precario, en uno de los barrios ferroportuarios más antiguos. Son ciertos rasgos espaciales de esa antigua ala -donde se dieron los primeros asentamientos del barrio Refinería en torno a las fábricas (ver área menos amplia señalada con línea llena en el mapa de la figura 1)- los que nuclearon al grupo de candombe afrouruguayo. A través de la apropiación de algunos relatos, casi míticos, que circulan en el barrio, sus integrantes asumen una serie de posicionamientos y prácticas performáticas que se contraponen a la actual imagen blanca, alta e hipervisible que domina esa área, y actúan, por contraste, desde lo oscuro, bajo y oculto. Estas descripciones, basadas en notas de campo, resumen y destacan, a partir de rasgos espaciales y edilicios formales, algunos de los contrastes más salientes del lugar. Siguiendo el concepto de orden racial-espacial (Rahier 1999; Wade 1997) expongo cómo estos rasgos operan como una forma de racialización de los cuerpos. La radicalización de las diferencias (y experiencias) espaciales de esa zona del barrio es una forma efectiva de marcación de ciertos cuerpos que, por semejanza y contacto con ese espacio, se tornan oscuros, bajos (en un sentido tanto físico como moral), y preferiblemente deberían no verse u ocultarse. Lo que me interesa resaltar es que si la distribución de esos espacios constituye formas de marcación racial de los cuerpos, estos no son pasivos y tienen la potencia de (re)constituir dichos espacios. Teniendo en cuenta las formas radicales en que los megaproyectos públicos-privados reorganizan la trama de (dis)continuidades con el pasado del barrio y producen reconfiguraciones de ese espacio social previo: ¿Qué posturas asumen los candomberos frente a esto? ¿Cómo participa su performance de una trama histórica en la que, una y otra vez, se buscó la exclusión de lo oscuro y oculto para privilegiar lo blanco y moderno?

Este trabajo se propone como un ejercicio teórico-metodológico para pensar la producción de procesos de subjetivación grupales con base en las apropiaciones y resignificaciones de un pasado que siempre se actualiza. Articula una mirada histórica que le da profundidad tempo-espacial a las coordenadas presentes y una sensibilidad etnográfica, atenta a las experiencias propias de los sujetos involucrados.

El concepto de orden racial-espacial y su utilidad en el caso argentino

El concepto en torno al cual se estructuran estas reflexiones es el de orden racial-espacial, trabajado por Wade en Colombia (1997) y por Rahier en Ecuador (1999). Ambos consideran el papel fundamental que tiene la ideología de la identidad nacional en la fabricación de una "lectura racista del mapa del territorio nacional" (Rahier 1999, 75), y encuentran que "hay un distintivo patrón espacial en la estructura de la nación y su orden racial" (75). La raza no solo se "refleja" en categorías espaciales, sino que está fundamentalmente constituida por estructuras espaciales (Wade 1997, 86). Esta ideología de identidad nacional dominante da origen a (y se mantiene mediante) un orden racial-espacial (Rahier 1999) que determina qué grupos sociales, en qué circunstancias y con qué regularidad pueden exhibirse en determinados espacios sociales y no en otros. Esto lo puntualizó Frigerio (en Viotti 2014) en el caso argentino, y agregó que este orden espacial-racial supone cierta percepción del lugar que determinados cuerpos racializados8 deberían tener allí. La ocupación de los centros urbanos por "rostros oscuros" causa una "alteración social, un desequilibrio moral y/o requiere una explicación extra-ordinaria" (en Viotti 2014). Esto fue lo que comenzó a suceder en la ciudad de Buenos Aires luego de la crisis del 2001, con la presencia en barrios céntricos de grupos de cartoneros o recicladores callejeros. Me interesa esta dimensión constitutiva que tendría la organización espacial en la producción de cierto tipo de ordenamiento racial, al ser clave para analizar fenómenos como el que aquí describo, en los que la renovación y planificación de determinados espacios públicos y emblemáticos de la ciudad logran limitar, tácita y eficazmente, el acceso de ciertos cuerpos.

Algo similar a lo que sucedió en Buenos Aires en 2001 ocurre en esta área rosarina aunque, inversamente, ciertos cuerpos racializados tienden a ser expulsados de una zona que habitaban, por un tipo de reorganización espacial. La creciente ocupación del que fuera un barrio de clase media y baja por sectores de clase alta fue "compactando" a grupos que, lejos de ser un todo homogéneo -pues tienen características étnico-raciales, sociales y económicas que delinean realidades diferentes-, tuvieron históricamente sus propias formas de distinguirse y establecer jerarquías entre ellos, como se verá más adelante. Pero hoy se enfrentan a un tipo de orden espacial que tiende a radicalizar ciertas oposiciones (alto-bajo, luz-oscuridad, adentro-afuera, lejano-cercano), que son las mismas sobre las que ese orden logra fundarse. Vale resaltar que en Argentina el "color" se imbrica con clasificaciones sociales de clase, que son a las que usualmente se les adjudica la capacidad de reproducir las diferencias sociales (Frigerio 2002). Sin embargo, varios autores han señalado una racialización histórica -y superpuesta- de las relaciones de clase (Margulis et al. 1998).

El negar que la valoración social de índices raciales tenga incidencias directas en las posibilidades de acceso a recursos estratégicos y al ascenso social (Frigerio 2002) contribuyó también a la percepción de una Argentina "blanca y europea". Pero además, en tanto herramienta de clasificación social, ser negra o negro en Argentina ("de alma", como algunos añaden para agregar, a modo de justificación, que no se refirieren a negros "de raza negra") supone una serie de características de índole estética, moral y erótica que pueden ser relativamente independientes del color de la piel (Blázquez 2008). Es decir, sin ser reconocido como fenotípicamente negro, se puede ser identificado (y de manera circunstancial, autoidentificarse) como un "negro de alma" o por hacer "cosas de negros". El significante negro siempre ha estado vigente en Argentina, pese a la negación e invisibilización de la población afro del país, y fue resemantizándose sin perder implicaciones raciales, con connotaciones negativas hacia miembros de sectores populares -a veces reapropiado como operación de resistencia-, tuvieran o no ascendencia afro.

El espacio social que hoy se constituye en Refinería se basa en un tipo de ordenamiento espacial-racial que, simultáneamente, toma íconos del antiguo barrio para su conformación, al tiempo que lo niega y lo excluye en su precedencia. En este contexto, el grupo de candombe en principio no pertenece a los grupos que están excluidos de ese orden particular. Fundamentalmente, porque en su mayoría no son habitantes del barrio sino que se movilizan hacia allí semana a semana para realizar sus toques. Decisión que no fue caprichosa sino que se produjo a partir de relatos e informaciones y charlas grupales, que hicieron de ese un lugar significativo aun antes de su ocupación. Veremos a continuación cómo, a través de sus actuaciones semanales, se integran a la historia barrial mediante la práctica repetida de ciertas disposiciones performáticas atravesadas por valoraciones étnico-raciales que los ubican frente a los cambios que están produciéndose en la zona.

La imagen de una Rosario "moderna y cosmopolita"

Rosario fue obra de blancos, no de indios.
Juan Álvarez, Historia de Rosario (1689-1939), 1943

A partir de aquella primera hipótesis sobre la incidencia diferencial que las particulares narrativas fundacionales de tres ciudades del litoral argentino tuvieron en la formación urbana de diferentes órdenes espaciales-raciales (Rahier 1999; Wade 1997), que hoy se vincularían a la difusión de diferentes estilos de candombe en la región, se advierte que Santa Fe y Paraná comparten acontecimientos -con alguna vigencia actual- que las aproximan en sus procesos de conformación como ciudades y, al mismo tiempo, las diferencian de Rosario. Hay al menos tres hechos que considero relevantes. Uno de ellos es el proceso de poblamiento de la región de Paraná. La colonización de estas tierras fue tardía en relación con Santa Fe, y se produjo fundamentalmente a partir del arribo de pobladores santafesinos allí, tanto para alejarse de zonas anegadizas, lo que llevó a muchos a cruzar el río Paraná en busca de tierras altas, como por la conformación de estancias de hacendados santafesinos en la antigua Baxada, como se denominaba a Paraná, para la provisión de insumos básicos urbanos. Esta dependencia inicial de la ciudad con respecto a Santa Fe estructuró buena parte de la vida colonial y los primeros años de la Revolución de Mayo, hecho central en el proceso de independencia de España.

Segundo, hay una serie de hechos centrales para la historia de la república que tuvieron a ambas ciudades como protagonistas, y que hoy ocupan un lugar importante en sus narrativas fundacionales, vinculados al proceso de la Confederación Argentina, liderada por Justo José de Urquiza de 1854 a 1860. En ese contexto, se sancionó la Constitución de 1853 en Santa Fe, hecho del que no participaron los porteños, y que le dio el nombre de "Cuna de la Constitución Nacional" y, en 1854, Paraná se declaró "Capital de la Confederación Argentina".

Estos títulos se escuchan con frecuencia en eslóganes o publicidades oficiales, sobre todo en el marco de los bicentenarios celebrados en los últimos años.

Pero esta no fue la primera vez que distintos proyectos de nación enfrentaban a las provincias del litoral con Buenos Aires. Durante los años posteriores a la Revolución de Mayo de 1810, la Liga de los Pueblos Libres, liderada por José Gervasio Artigas, se opuso al centralismo porteño en continuadas guerras civiles. Estas ciudades apoyaron a Artigas y fueron escenarios privilegiados de acontecimientos ligados a este proceso9. Finalmente, en Santa Fe y Paraná, las narrativas urbanas fundacionales se centraron con mayor énfasis tanto en los vestigios coloniales como en edificios ligados al periodo referido, durante el cual jugaron un rol fundamental. En Rosario, las huellas de su pasado colonial -aunque de menor profundidad histórica que en las otras dos-, así como su papel en la formación de la república, no fueron tan enfatizadas como sus imágenes de ciudad pujante, moderna y autónoma, ligadas a su gran desarrollo económico-social durante la segunda mitad del siglo XIX:

Su peculiar condición la diferenciaba y hasta la enfrentaba con la capital de la provincia: Santa Fe, esta había sido creada a instancias de la ocupación colonial del litoral, eso la hacía dueña de un pasado colonial y de un abolengo que nadie podía impugnar. Rosario, por su parte, carecía de antecedentes nobles, de élites añejas, en definitiva, era huérfana de una historia que conmemorar. (Bonifazi 2012, 124)

A lo anterior se suma una temprana relación conflictiva con la capital provincial (Megías et al. 2010, 181), que contribuyó al mito de que es "hija de su propio esfuerzo", por cuanto de un caserío se transformó en una ciudad del "progreso": "sin pasado colonial, sin barniz aristocrático, una ciudad nueva y joven, obra única de la inmigración" (Múgica 2011, 280). Las discusiones en torno a su origen, que preocuparon a amplios sectores de la élite local en las primeras décadas del siglo XX (Glück 2009), muestran que los mitos fundacionales que dominaron esta polémica se centraron en el enfrentamiento al régimen colonial, y enfatizaron el espíritu democrático y receptivo de Rosario al inmigrante. Juan Álvarez, entrerriano de nacimiento y luego residente en Rosario, fue el historiador de la élite rosarina con mayor proyección nacional, uno de sus "próceres intelectuales", como refiere Glück (2009). Álvarez, en su libro sobre la historia local, analiza quiénes habrían sido "los primeros propietarios de tierras, y su primera certeza es que no hubo aldeas indígenas, ya que los que podrían haberlo elegido como lugar de asentamiento fueron tribus nómades" (Glück 2009). Concluye con una afirmación que busca ser un dato histórico pero pone de manifiesto valoraciones raciales que dan "tranquilidad" sobre la incidencia nula de estos grupos en el desarrollo de Rosario como ciudad moderna10. Cuando en diferentes relatos contemporáneos se imagina o describe cómo fue su poblamiento, se habla de su impronta "cosmopolita" adquirida más tardíamente con la llegada masiva de contingentes inmigratorios europeos, y se destaca de manera especial la presencia italiana y española. En estos relatos, por supuesto aparecen pocos o ningún dato sobre la presencia indígena y, aún menos, africana.

El hecho de que Rosario se presente como una ciudad moderna, le restó peso a la historia de la Colonia y en menor medida a la etapa republicana, lo que de algún modo quitó protagonismo a un periodo que en el sentido común nacional fue el que se asoció más frecuentemente con una presencia africana y afrodescendiente. Es decir, las pocas imágenes sobre estos grupos sociales que históricamente circularon en ámbitos institucionales, sobre todo educativos, fueron aquellas que representaban a negros y negras de zonas urbanas realizando oficios u ocupaciones subalternizadas (aguateros, empanaderas, entre otras) durante la Colonia y el periodo posrevolucionario. Esto en Rosario, por su narrativa fundacional, parece no haber sucedido, como si la ciudad hubiera surgido con los inmigrantes y los primeros indicios de industrialización. Ya en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, el puerto rosarino, y el tendido ferroviario ubicado también en la costa, fue un símbolo de la modernidad y el progreso de la ciudad (Ciudad 2010), elemento central en su crecimiento urbano y posicionamiento como polo industrial. Allí comienza a conformarse uno de los primeros barrios proletarios, compuesto por obreros argentinos y, en mayor número, extranjeros11. Se hizo conocido como Refinería, aludiendo a la principal actividad que dominó el paisaje portuario rosarino al menos hasta la década del treinta. La empresa Sociedad Anónima Refinería Argentina, de propiedad de Ernesto Tornsquit, fue el núcleo de esta industria. Este tiempo estuvo marcado por una intensa actividad portuaria y grandes desigualdades sociales, patentes en las malas condiciones laborales y de salubridad que organizaron a gran parte de los trabajadores en gremios y sindicatos (Ciudad 2010).

En síntesis, en las ciudades de Paraná y Santa Fe, tanto los grupos que practican candombe afrouruguayo como las recreaciones de un candombe "afrolito-raleño" retomaron parte de la historia de la población negra local para legitimar o reivindicar la práctica actual del candombe en la zona, a partir de diferentes registros historiográficos (periódicos, libros de histórica local y nacional) y relatos orales. En el caso de Rosario, la presencia de población de origen africano y luego afrodescendiente quedó durante años al margen de las discusiones sobre la conformación de la cultura ciudadana. La vinculación con el desarrollo de un candombe argentino se dio de manera reciente, y en parte por vinculaciones con grupos de las primeras dos ciudades. En este marco, y en la actual organización del espacio urbano en Rosario en la costa norte, se ve radicalizado un tipo particular de orden espacial-racial, frente al desafío de posicionarla como ciudad turística. Se producen alteraciones de la percepción del tiempo y el espacio, que dividen espacialmente a la ciudad entre aquellas franjas de paisaje que no pueden ser recorridas por turistas, y aquellas que sí (Vera 2013), ya que corresponden a "territorios más blancos" y "menos oscuros" donde residen y circulan personas no negras, de acuerdo con la configuración de una ciudad "blanca, moderna y europea" (Frigerio, 2009).

La costa norte hoy

[...] "lo de arriba" intenta rechazar y eliminar a "lo de abajo"
por razones de prestigio y de estatus, y entonces descubre que no solo
depende con frecuencia de ese Otro inferior [...], sino también que lo incluye
simbólicamente como elemento constitutivo.

Stallybras y White (1986, 18)

Llego en auto y decido entrar a la zona de las Torres Dolfines (figura 2). Autos de alta gama, personal de seguridad, iluminaciones dicroicas en cantidad, un banco, mucho vidrio y brillo. Una gran acera de un lado, y enfrente, atrás de una malla de hierro que ensaya un muro precario, un inmenso terreno baldío, despejado, algún caballo solitario que de día empuja un carro de algún cartonero pasta amarrado a un árbol. Solo a unos 400 metros se ve una avenida. No hay gente en la calle, solo alguna persona que baja de un auto e ingresa a los edificios. Para ver movimiento hay que alzar la vista, y quizás se atisbe algo por la ventana de un departamento. Voy lento para observar un rato más, pero llego al final, son unas tres cuadras en total, donde se ubican las dos torres, de forma oval, un edificio rectangular -con oficinas- un poco más bajo, completamente espejado, y una tercera torre, cuadrada, también residencial. Al fondo, hacia el río, una casa abandonada con varios carteles de inmobiliarias que dicen: "SE VENDE". Las torres están rodeadas por amplias avenidas y terrenos libres que las recortan claramente del espacio circundante. Cruzo una de ellas, porque es en esa zona que se reúne la cuerda12 de candombe. De ese lado se extiende una villa miseria, que se fue formando hacia los años noventa. Entro por Arenales, una calle muy angosta, de andenes muy reducidos, lo que provoca que muchos transeúntes caminen por la calle, alternándose con autos, motos, chicos jugando y bicicletas. La sensación es abismal. Si en la zona de las torres todo tendía a "tomar distancia", a percibirse a lo lejos, como una panorámica, de este lado, las casas se vienen encima. Algunas bastante antiguas, tipo chorizo13, otras más nuevas, de unos veinte o treinta años. Nada sobresale excesivamente en altura, es todo bajo, aunque irregular. Una pegada al lado de otra, distintas, alternan con kioscos o despensas instaladas en casas particulares, gente parada o sentada en reposeras, charlando, motos en la acera. Puertas o ventanas abiertas dejan ver lo que pasa adentro. Voy despacio, para ver con detenimiento, pero sobre todo atenta a no atropellar a nadie. Llego a un corazón de manzana con bares y comedores. Luces colgadas como guirnaldas decoran el lugar, con un aire nostálgico. Allí se concentran autos de gente que no es de allí pero va a cenar. La calle es empedrada. Doblo hacia la derecha y me alejo de las luces. Solo al fondo, a unas dos cuadras, se ve cierta iluminación que viene de la ancha Av. Carballo que envuelve (¿o cerca?) parte del barrio. Está todo muy oscuro, un gran paredón de un lado, de una fábrica que no funciona, una casa del otro, un lavadero de autos, entre árboles y sin luz. Me voy acercando y veo la figura de algunas personas, el fuego para los tambores, casi en la esquina. Están ubicados en una "frontera" del barrio, una zona iluminada por las luces de la avenida, pero antes de cruzarla. Hacia el fondo se encuentra la futura Ciudad Ribera. Detengo el auto, aprovechando la oscuridad y los árboles, cerca de la única casa. Observo a la distancia, tomo aire antes de salir, me da ansiedad. No conozco a las personas que adivino a lo lejos. Hay muchos hombres, creo que una mujer. Hace frío. Serán unas ocho personas. Comparten una botella de vino que va de mano en mano. No lo pienso más y bajo del auto. Camino por la calle empedrada y oscura. (Registro de participación, Rosario, julio de 2014)

Este fragmento describe el paisaje actual de la zona y delinea algunos de sus cambios más radicales: edificación de megaobras que dan una imagen urbana moderna, divertida y receptiva para el turismo; reubicación o desalojo de vecinos de la costa norte y demolición y venta de casas; extensión de una zona céntrica que empuja a clases populares hacia la periferia, y organiza un centro extendido como apéndice exclusivo de sectores de clase alta, donde ocio y negocio conviven en proporciones similares y en condiciones seguras.

Muñoz (2008) propuso pensar lo global en términos de procesos de estandarización y conmensurabilidad. Las diferencias de cada ciudad -sus divergencias, conflictos y resistencias- no se borran, sino que se gestionan: se vuelven comparables, medibles, y se estandarizan los criterios de comprensión. Esto contribuye a la producción de lo que llama paisaje urbanal: una imagen altamente estandarizada y común -que la iguala a otras grandes ciudades del mundo y a un consumo "tipo" para un público global-, pero que mantiene elementos del espacio físico y social previo que "distinguen" su oferta: un estilo antiguo hipermodernizado caracteriza a Refinería. El espacio previo combatido a nivel social se torna central a nivel simbólico. El perfil arquitectónico evoca en clave moderna -renovación de las construcciones de la Refinería Argentina (Ciudad Ribera)- a esos "otros" -viejo barrio Refinería- que socialmente vuelve periféricos, y que acaban siendo el suelo constitutivo de un "interior" exclusivo -delimitado por el área que dominan las nuevas construcciones- y, en gran medida, excluyente.

En efecto, ese proyecto urbanístico achata una heterogeneidad de realidades sociales, producto de más de un siglo de historia barrial. Estas comprenden a grupos que probablemente se identificarían como parte de una clase media, socialmente blanca, constituida por empleados públicos, de comercio, docentes o profesionales, que fue formándose con el primer peronismo. También a una clase obrera que estuvo ligada a la actividad industrial, ferroviaria y portuaria hasta aproximadamente los años setenta. Y a sectores empobrecidos con empleos de diferentes niveles de informalidad, como servicio doméstico, cartoneros, trabajadores informales o changarines. Estos últimos habitan desde casas sencillas de material hasta una zona de villa miseria, que comenzó a tomar forma a fines de los años noventa sobre terrenos fiscales, y a cuyos habitantes muchos identificarían como "negros villeros". También perduran algunos conventillos, un tipo de residencia colectiva que históricamente fue característico del barrio.

Aunque fueron cambiando, siempre existieron y existen en el barrio marcas sociales (lugares, formas de habitarlos) que sirvieron a la distinción de ciertos grupos sobre otros. Sin embargo, el barrio no había sido escenario de cambios tan radicales en su fisonomía ni en su modo de vida como los que se suceden desde el 2008, lo que tuvo el efecto de homogeneizar desde afuera al antiguo barrio. Es decir, sus fracturas históricas internas no se disolvieron pero se instaló una mirada externa tan dominante que volvió a estos grupos heterogéneos objeto de una misma percepción y accionar. Una realidad que no se da como un proceso aislado sino que se relaciona con los efectos de la globalización en grandes ciudades del mundo, caracterizables al menos en tres rasgos complementarios: suburbanización de los sectores medios, renovación de las áreas centrales e incremento de la pobreza urbana en áreas intersticiales de la ciudad (Herzer 2012).

Según Rahier (1999), la producción y reproducción, por parte de los grupos dominantes, de representaciones de ellos mismos y de los otros, sirven para justificar su posición de privilegio en la constitución de órdenes espacial-raciales (73). En esta zona rosarina, la predominancia de un estilo constructivo de altura y sus formas de distribución en el espacio producen nuevos significantes. Los centros extendidos de la ciudad se encuentran cada vez más asociados con una población de gran poder adquisitivo -pero también racializada como blanca- y enfatizan cada vez menos la utilización de amplios espacios públicos de esparcimiento por grupos subalternizados, en términos de clase -y como se destacó, más sutilmente, de color-.

El acceso a estos espacios no está explícitamente prohibido, pero sí se regula su ocupación al menos por dos vías: por contraste y modos de uso. La nueva organización espacial produjo distinciones constructivas, estéticas y ex-perienciales tan radicales y contrastantes que su exclusividad se define (y afirma) básicamente en todo lo que ese nuevo espacio ya no es -el viejo barrio-. Esto establece, a través de la repetición y (re)producción de formas diferenciadas de habitar, recorrer y experimentar el espacio público, las características y comportamientos de aquellos cuerpos que podrían recorrerlo y aquellos que no14. Por eso, el aspecto más sensible a verse modificado son los usos que se hacían del espacio previo. Así lo resalté en la descripción de mi llegada al ensayo de la cuerda.

Como sugiere Hall (2010a), lo que desestabiliza a una cultura, en este caso a un orden racial-espacial, es "la materia fuera de lugar" (241). Es esperable que en el nuevo complejo una persona tome un café en sus bares y se siente en las mesas dispuestas al aire libre. No así que algún vecino del antiguo Refinería cruce la avenida, traslade sus sillas de playa y reproduzca en ese espacio (que teóricamente sigue siendo común) una rutina habitual como la de tomar un mate u otra bebida en la acera de su casa. Tal práctica recontextualizada probablemente sería identificada como una "cosa de negros", expresión común en Argentina para referirse a personas o grupos con comportamientos socialmente reprobables.

Estos contrastes y usos diferenciales se observan con solo atravesar las avenidas. De un lado, una vida que solo se alcanza con la vista alzada hacia arriba, transcurre distante, en la privacidad de los departamentos de altura, sin que la acera sea una zona de mayor intercambio con el exterior que los circunda. La propuesta para el espacio público de este proyecto está definida por el esparcimiento deportivo en espacios verdes y una oferta de experiencias marcadas por franquicias nacionales e internacionales que ofrecen modos y espacios normalizados, y sugieren los comportamientos de un posible consumidor estándar. Del otro, llegan a los sentidos formas heterogéneas (que por su proximidad pueden olerse y tocarse) de habitar el espacio público, productos de una historia barrial.

Sin embargo, estos reordenamientos no se producen unilateralmente, son plurales y contradictorios. Son habitados, resistidos o reproducidos por distintos grupos sociales, como la misma cuerda de candombe afrouruguayo. Propongo seguir ahondando en el lugar que la imagen de ciudad que Rosario ha construido de sí misma históricamente, junto a los proyectos urbanísticos promovidos en los últimos años, otorga a otros rostros y a otras formas de vida que no responden al modo ideal de ser rosarino.

Apropiaciones candomberas de un pasado que retorna a desafiar al presente

Una calle me separa...15
Nestor en Bloque, cantante argentino

El candombe afrouruguayo inauguró en la Rosario de los años noventa, y aún más en los primeros años del siglo XXI, formas de ocupación del espacio público que a muchos jóvenes rosarinos les permitió elaborar, a partir de las consideraciones éticas y estéticas que subyacen a su performance, un tipo de reflexión e intervención sobre la ciudad, especialmente por sus modos de producir grupalidad. Un trabajo de imaginación del espacio urbano que, al buscar "lo negro", como manifestaba uno de los candomberos, o bien al hacer "cosas de negros", según lo resaltará otro, resiste a un modo ideal de ser rosarino, pero sobre todo a un cierto sistema espacial de segregación y discriminación.

La comparsa de Refinería se reúne regularmente los viernes, y ocasionalmente otros días de la semana, desde hace algunos años, a partir de las 9:00 p. m., aproximadamente, hasta las 12 a. m., horario consensuado con vecinos para evitar "ruidos molestos". Sus encuentros los realizan en una frontera del viejo barrio, la esquina que conecta con la avenida que lo separa de la antigua refinería, hoy Ciudad Ribera. El grupo, de unas diez a quince personas, enciende un fuego con maderas de deshecho en torno al cual se une, templa los tambores, conversa, comparte mate, algo de alcohol, mientras se organiza para hacer el primer toque.

Se juntan hombres y en menor medida mujeres entre los veinte y cuarenta años. Algunos viven en el barrio hace unos años (aunque no en la zona específica de este trabajo) o en zonas aledañas, y otros se trasladan desde distancias más largas hacia allí. Muchos de ellos no son rosarinos, aunque actualmente residen aquí, proceden de otras ciudades argentinas o bien de países limítrofes (Uruguay o Chile). Hay quienes pasaron por la universidad, en algunos casos la concluyeron, y otros realizaron estudios terciarios o técnicos. Buena parte son empleados en el ámbito privado o público, en oficios (pintura) o realizan alguna actividad particular vinculada al arte (fabricación de instrumentos o clases de danza). Casi todos comparten, como parte de su trayectoria previa al candombe, alguna práctica o vivencia intensa desde lo corporal o musical con la experiencia rítmica.

Uno se cuelga un tambor, invita a otro, van armando el toque, usualmente formando una ronda, a la que pueden entrar bailarines y bailarinas. Chicos del barrio, de clases populares, que viven en casas aledañas se acercan y conversan, agarran un tambor o bailan. A veces algún familiar se ubica en los alrededores para observarlos.

A esa hora la zona suele estar casi desolada y solo la pueblan los integrantes de la comparsa. Un auto particular que concurre a los bares de la zona o policial de la comisaría cercana circula por las calles. A eso de las 11:00 p. m. suele hacerse alguna salida16 que recorre el empedrado dentro de los límites del viejo barrio. A veces, al cierre, se comparte alguna comida: se pone una parrilla a un costado de la calle y se prepara algo allí.

Para una cuerda de candombe afrouruguayo, referenciar un lugar es parte de la producción de una identidad grupal que es actuada, y en este caso, creada y recreada en diálogo con lo que cita el espacio social17. Sugiero que el lugar de reunión de la cuerda evoca una escena: la del candombe montevideano. Barrio Sur18, ubicado en la zona centro-sur de Montevideo (Uruguay) y emblemático del asentamiento y de la historia del candombe afrouruguayo, repercute en Refinería. Las conexiones histórico-estéticas son varias: barrio obrero, zona ferroportuaria, emplazamiento de viejos conventillos, episodios de resistencia obrera, celebración de carnavales populares, recuerdos de infancia o adolescencia de algunos integrantes de la cuerda que alimentan un sentimiento nostálgico y barrial. Esto en paralelo con procesos de gentrificación y nuevas estrategias turísticas. Así describía uno de los integrantes de la cuerda algunos motivos de la identificación con el lugar de reunión:

Refinería... T. y J. andaban en el barrio de chicos, su abuela vivía por la calle Canning. Yo trabajé ocho años en Refi, mi viejo tiene su negocio ahí hace más de quince... es un barrio que geográficamente está entre el centro y el norte, dentro de todo, quedando cerca para todos. La historia del barrio nos interesó mucho: primer barrio obrero, zona de viejos conventillos, portuario, ferroviario, industrial... La historia de Cosme Bu-dislavich19, obrero inmigrante, primera víctima de la represión estatal allá por 1901, durante protestas ahí cerquita de la comisaria... la presencia de Virginia Bolten20 en esas revueltas... y todo lo que se sigue dando en las calles ahí... el bunker21, las torres [las Torres Dolfines Guaraní], el shopping, condominios, nos pareció un lugar muy interesante, con historia, resistencia... (Comunicación personal, candombero, Rosario, 2014)

Los cambios espaciales que se sucedieron en la zona aglutinaron al grupo, al exponer distintos proyectos urbanos frente a los cuales posicionarse y diferenciarse. Así lo describe un candombero, comparando Montevideo y Rosario: la planificación que le están dando a Rosario ahora es como Barcelona o New York. El candombe está sonando acá, Pichincha y Refinería, es un... enclave... las Dolfines Guaraní, Ciudad Ribera, el centro trasladado para acá, dejar la ciudad vieja allá, es muy parecido a lo que se está haciendo en Uruguay, ciudad vieja bursátil, vacía. Y eso es un proceso de diez, veinte años a acá, es una cuestión planificada, el candombe obvio que va a molestar, cualquier cosa que sea una cuestión entre comillas, "de negros" [para una] formación europeísta y pretensiones europeístas. (Candombero, Pablo, Rosario, febrero de 2012)

Hace unos años, en parte por la labor del Museo Itinerante del Barrio Refinería y sus talleres de historiadores barriales, empezaron a circular relatos sobre la probable presencia de prácticas de herencia africana en los antiguos carnavales de Refinería, historias inéditas en una ciudad "inmigrante y europea". De la memoria oral de vecinos antiguos, al recordar la primera mitad del siglo XX, surgieron menciones sobre una comparsa, Los Negros Escoberos, que habría participado de los carnavales rosarinos, aproximadamente entre las décadas del treinta y el cincuenta, ataviados como uno de los personajes emblemáticos del candombe afrouruguayo. Se desconoce la existencia cierta de esta agrupación, si estuvo conformada por descendientes de africanos o si pudo haberse tratado, como en otras ciudades del país, de "lubolos" o blancos que pintaban su rostro de negro. Lo que se sabe es que quienes fueron entrevistados la recuerdan como un fenómeno marginal y violento, y a sus integrantes, preparados con pequeños cuchillos escondidos en las escobas para el enfrentamiento con otros grupos. Quienes describieron esta comparsa nunca la vieron efectivamente, pero en sus relatos funcionaba como una manera eficaz de diferenciarse de grupos sociales que en ese entonces eran marginados en el mismo barrio -posibles habitantes de La Puñalada22-; una forma de afirmar: "yo soy blanco y pacífico, poniendo el fantasma del negro violento" (entrevista al vicepresidente del Museo Itinerante del Barrio Refinería, Rosario, julio de 2014). De manera fragmentada y contando con poca información, esa historia circuló en la cuerda.

Me interesa entender el lugar que tienen este y otros relatos protagonizados por clases populares que históricamente poblaron el barrio, en la presencia actual de la comparsa de candombe afrouruguayo. Considerando que la narrativa fundacional de Rosario también borra un pasado rosarino inmigrante, que sostuvo utopías alternativas y reivindicaciones populares ligadas en el barrio a la lucha obrera anarquista y socialista. Entonces, ¿cómo produce su actuación la comparsa y qué implicaciones tiene esto en los cuestionamientos, pero también en la (re)producción del ordenamiento espacial-racial aquí analizado?

La zona de referencia condensó -y condensa- las abismales desigualdades sociales que produce el "progreso", apelando a un pasado menos visible como realidad política-social que como evocación mítica y despersonalizada ligada a estrategias turísticas. Esa espacialidad es constitutiva de un tipo de valoración racial que produce lo que es, para el caso lo blanco, y también lo que no es. No es ese pasado de lucha obrera, no es la villa miseria conformada en los años noventa, no es todos los heterogéneos grupos sociales que ya habitaban, recorrían, disputaban ese espacio previo antes de esta formidable transformación. No es lo negro, ni en sus significaciones pasadas ni actuales en Argentina.

Mi lectura es que al existir en la zona tal radicalidad espacial, el hecho de que un grupo de candombe, ajeno al barrio, escoja posicionarse de un lado para realizar una práctica significada como negra y popular, forma parte de una definición ética. Las condiciones en las que el grupo ejecuta su performance dan pistas del posicionamiento respecto del ordenamiento espacial-racial. Primero, como sugerí, esta práctica cita con eficacia una escena original, la del candombe afrouruguayo en Montevideo, valiéndose de algunas similitudes espaciales e históricas con Refinería. Esa cita permite -además de legitimar la propia práctica- cuestionar "desde afuera" de las fronteras de la nación -es decir, vía una práctica "foránea", aunque con suficientes conexiones locales- la narrativa dominante argentina de un país "blanco y europeo". Me refiero a que el candombe es una de las prácticas que ha estado más comúnmente asociada a una presencia afroargentina, en términos históricos, pues la escuela pública tuvo un papel privilegiado al difundirlo en los actos escolares ligados a las fechas patrias (a través de fuertes estereotipos raciales), como una práctica usual de la población negra en los inicios del periodo republicano, que según su relato hoy ya no continuaría (ni la práctica ni la población). Y también a circunstancias actuales, por cuanto el candombe (porteño y afrolitoraleño) forma parte de algunas de las estrategias y acciones de visibilización que, desde mediados del 2000, llevan adelante varias agrupaciones afroargentinas (como Misibamba de Buenos Aires o la Casa Indoafroamericana de Santa Fe). Esto ha hecho que en los últimos años su estilo comience lentamente a difundirse y a reconocerse como propiamente argentino. Segundo -y siguiendo la propuesta de que la organización y las características formales del espacio constituyen formas de racialización de los cuerpos, y que esos cuerpos (re)consti-tuyen ese espacio-, las condiciones espaciales en las que se ejecuta el candombe también van caracterizando al grupo en una relación metonímica del espacio con lo significado, como algo nocturno, oscuro, fronterizo, grupal, poco visible.

Como contrapunto interesante para entender cómo lo espacial incide en la producción de la performance y, por tanto, tiene un papel clave en los cuerpos, usos y sentidos que circulan entre diferentes grupos de candombe, otra cuerda de candombe afrouruguayo existente en la ciudad escogió como lugar de reunión un amplio parque (figura 1). Aunque próximo a Refinería (a unos 400 metros), es relativamente nuevo en su parquización y ocupación y no se integra hoy a un barrio histórico de la ciudad. El grupo se encuentra el fin de semana en un horario vespertino (5:00 p. m. aproximadamente) en el que suelen concurrir adultos, jóvenes y familias con niños a esparcirse o realizar ejercicios. Muchos de los vecinos de los nuevos complejos edilicios transitan por el parque, que se publicita en los emprendimientos inmobiliarios como un "entorno relajado", cercano al río Paraná, a diferencia de la zona del antiguo barrio, considerado inseguro, y que a lo sumo esos nuevos pobladores recorren en auto. Además, por las características del lugar y el horario, allí no puede realizarse el tradicional y ritual templado de tambores, por lo cual después de varios años esta comparsa se mudó a un parque de la zona sur de la ciudad, al no lograr establecer intercambios con el barrio circundante.

A modo de cierre

Queremos que retumbe bien fuerte
tenemos mil ideas que se escapan de la mente
somos consecuencia de un mundo tan cambiante
encendamos la voz, no es hora de avergonzarse...
Es nuestra historia la que no se puede callar [...]
desde la conciencia... con las voces unidas, aquí se armó Refinería.

Tomás Carrizo, integrante de la cuerda de candombe de Refinería, 201523

En esta zona de la ciudad existe una trama histórica de segregación espacial/ social/racial que, al menos desde finales del siglo XIX, viene (re)produciéndose bajo diferentes lógicas y coordenadas socioculturales, y que ha puesto en juego, de manera simultánea y dicotómica, una serie de oposiciones autoexcluyentes entre progreso-atraso, futuro-pasado, blanco-oscuro, orden-desorden, legalidad-ilegalidad, alto-bajo. Juan Álvarez, en 1943, enfatizaba la comprobada "blanquedad" de los fundadores de Rosario. Décadas antes, una nota del diario La Capital de 1890 -periodo crucial, protagonizado por la Generación del 80, en el proceso de blanqueamiento de la nación argentina- recurría a la metáfora de la "civilización" que se "oscurece" por los "destellos de barbarie", aludiendo a cómo Refinería, el barrio obrero que se emplaza desde el siglo XIX, "puede considerarse como un diamante sin pulir, verdadera perla arrojada en el fango que produce su misma vida evolutiva. Aquí y allá chispazos de civilización oscurecidos por destellos de barbarie" (La Capital, 2 de agosto de 1890, citado en Megías et al. 2010).

Más cerca en el tiempo, una revista rosarina de arquitectura enfatizó la radicalidad del cambio en la zona recurriendo a contrastes valorativos en términos de pasado/presente, por ejemplo, obsolescencia/urbanización, oscuridad/ brillo, abandono/ocupación:

Eran muchos quienes hasta hace unos años no conocían sus calles oscuras, sus fábricas abandonadas, silos vacíos, edificios obsoletos. Hoy, el majestuoso recodo que el Paraná hace frente al barrio Refinería es la mejor gema de la ciudad, el ojo de la tormenta urbanizadora que transformó Rosario en unos pocos años. ("Puerto norte" 2010, 29)

Ambas citas recurren a metáforas de piedras preciosas en medio de un ambiente sucio, feo o caótico (fango o tormenta), al espacio como organismo vivo autosuficiente, a un borramiento de la vida social y las personas concretas que lo habitaron y habitan, a la oscuridad como condición de atraso, a un espacio previo destinado a transformarse frente a un progreso urbanizador inevitable y ascendente.

El grupo de Refinería desafía el privilegio de este orden desde una ética de la resistencia. La resistencia (como idea, praxis, experiencia) es altamente sensible y significativa en la memoria del candombe afrouruguayo y es un aspecto relevante para entender los usos del candombe entre argentinos iniciados en esta tradición entre fines de los años noventa y mediados del 2000. Cuando en sus discursos aparece asociada a la historia de los afrouruguayos, suele estar algo idealizada, en el sentido de no incluir, como ha señalado Ferreira (2003), su contradictoria (e incómoda) contraparte de acomodación, su lugar como parte de una "cultura política de acomodación y resistencia" (246), de estrategias étnicas acumuladas a lo largo de una particular historia nacional. Quizás por este modo de comprender las formas de resistencia, la definición espacial del grupo de Refinería se basa más en la voluntad de invertir esas jerarquías espaciales presentes, que en lo que Hall (2010a) definió como una estrategia desde adentro, que enfrenta las complejidades y ambivalencias de los regímenes racializados de representación.

El grupo de Refinería resiste desde su posicionamiento estratégico, presencia y práctica semanal, a ese régimen espacial que lleva a un extremo las oposiciones binarias entre lo alto y lo bajo, lo luminoso y lo oscuro. No es una ética de oposición abierta a ese orden sino que asume como propias, frente a un particular contexto nacional y local que ha invisibilizado el legado y la presencia afro, algunas "estrategias subterráneas" de la cultura popular negra (Hall 2010b, 5). Con su presencia semanal marca un contrapunto con el espacio circundante: en una frontera interna del barrio, se muestra realizando un conjunto de acciones que no armonizan con la propuesta del nuevo proyecto urbanístico.

Stallybras y White (1986) advirtieron sobre la interdependencia y naturaleza contradictoria de las categorías culturales de lo alto / lo bajo en cuatro dominios: las formas psíquicas, el cuerpo humano, el espacio geográfico y el orden social. He querido subrayar que las oposiciones binarias que hasta aquí describí como características del nuevo espacio barrial no son solo simbólicas sino corporales y espaciales. Estos mismos autores señalan que la alteración de "las normas de la jerarquía y del orden en cualquiera de (esos) dominios puede tener importantes consecuencias en los otros" (16; énfasis propio). La cuerda define actuar desde el extremo socialmente no valorado24 de esas oposiciones: agrupándose, oscureciéndose, privilegiando lo bajo y poco visible. Y es interesante cómo ese posicionamiento espacial fue provocando alteraciones en la percepción de la propia corporalidad de los candomberos. Cómo, con sus traslados semana a semana al barrio, la percepción también se desplazó hacia ciertas marcas corporales que son (re)interpretadas como índices de descendencia afro o de pueblos originarios, a veces relativamente independientes del color de la piel, como el pelo o los ojos. Así, una parte de ellos se propusieron dar reconocimiento y valoración al componente mestizo en sus historias familiares y a la afirmación grupal de una conciencia "afromestiza".

Insisto en esto. Pienso que aquí no solo se interroga -como vemos, por la vía de producir identificaciones con las exclusiones que esta misma genera- la narrativa argentina dominante sino también los modos en que esta produjo una Europa "blanca" que reniega incluso de los largos procesos de mestizaje cultural a partir de los cuales se constituyó25. Esto generó un abismo al que se precipitaron historias y experiencias que no son ni recordadas, ni narradas ni revividas. La lógica que estructura ese orden espacial-racial es la de constituirse en torno a antagonismos que siguen haciendo más visibles a quienes ya lo son y ocultando a quienes ya estaban, más o menos, ocultos. Por lo pronto, la pregunta sigue siendo si estas éticas de la resistencia logran desanudarse de las lógicas binarias y dicotómicas que al (re)fundar la blanquedad argentina también producen, una y otra vez, su contracara oculta, oscura y baja.


Notas

1 Este artículo se basa en mi investigación doctoral en antropología, sobre la performance del candombe (afrouruguayo y afrolitoraleño) en el litoral argentino, que incluye la ciudad de Rosario y Santa Fe (provincia de Santa Fe) y Paraná (provincia de Entre Ríos). Desde el 2000 estoy familiarizada con los desarrollos del candombe en la zona (en ocasiones como bailarina y, en menor medida, como tamborera).
2 Este estilo es producto de un proceso de recreación (mediados del 2000) por afrodescendientes (la Casa Indoafroamericana de Santa Fe, dirigida por Lucía Molina, quien participó activamente en el proceso) y no-afrodescendientes de las ciudades de Paraná y Santa Fe ( parte de ellos practicantes de candombe afrouruguayo).
3 De esa cifra, el 49% son mujeres y el 51%, varones. El 67,9% tiene entre 15 y 64 años de edad. Un 70,3% se concentra en Buenos Aires, Ciudad Autónoma, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. El 92% de los censados son nacidos en el país y un 8%, en el extranjero, lo cual cuestiona la afirmación de que en Argentina no hay afrodescendientes. Datos tomados de Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (2014). 4 Ver Frigerio y Lamborghini (2009) sobre el desarrollo y la expansión espacial del candombe afrouruguayo en la ciudad de Buenos Aires, en contraste con el presente análisis. Los autores proponen que estos procesos han sido parte de un "trabajo de imaginación" (94) por parte de los candomberos locales, a fin de proponer imaginarios urbanos alternativos al que ofrece la Buenos Aires "blanca, moderna y europea" (94).
5 A diferencia del estilo litoraleño, este candombe tuvo continuidad desde el periodo colonial hasta la actualidad a través de formas orales de traspaso intergeneracional.
6 En el caso de los entrevistados se utilizan nombres ficticios para proteger su identidad.
7 Las narrativas dominantes proveen una identidad nacional esencializada al establecer las fronteras externas de las naciones y su composición interna, y proponer el ordenamiento correcto de sus elementos constitutivos (étnicos, religiosos y de género). Contienen (y justifican) el presente a través de la recreación y apelación a un pasado que lo legitima (Frigerio 2005). Son permanentemente cuestionadas por otras contranarrativas y, como espero exponer, necesitan reconfigurarse para continuar siendo actuales.
8 La noción de raza representa un legado del proyecto colonial europeo (Restrepo 2012). Segato (2007) señaló cómo cada nación formó su matriz de construcción de alteridad, produciendo gramáticas raciales particulares. Me resulta imprescindible su uso como categoría analítica en Argentina, donde la raza ha sido un "factor ocluido y poco enunciable" en la interpretación y comprensión de las formas que asumen las desigualdades sociales (Frigerio 2002, 16) -en la vida cotidiana y en la investigación académica-. Respecto de la racialización, Segato (2007) y Restrepo (2012) señalan la relevancia del cuerpo en la asignación de raza. Segato lo considera como locus privilegiado del racismo: marca en el cuerpo de la posición que se ocupó en la historia. Restrepo agrega cómo esas marcaciones, derivadas del orden colonial, son constitutivas de los cuerpos, que cargan en ciertos rasgos corporales la jerarquización de grupos humanos. Aquí señalo que los mecanismos espaciales también contribuyen a esa racialización de los cuerpos.
9 Esta podría ser una coincidencia histórica entre las tres ciudades. Sin embargo, la relación de Rosario con esos acontecimientos fue esporádica y lejana y reivindicada más tarde por organismos oficiales locales. Para conocer apropiaciones actuales de la narrativa artiguista en Argentina ver Broguet (2015).
10 Al tratar el proyecto artiguista y la aspiración a la independencia de las provincias del litoral, Glück (2009) llama la atención sobre la indiferencia de Juan Álvarez frente a estas disputas. Además subraya el menosprecio por las características "bárbaras" de este movimiento en el que Estanislao López, caudillo santafesino que apoyó a Artigas, había cometido "el error de mezclar a los salvajes en las discordias de los blancos", aludiendo a la población indígena, y, también sabemos, de origen africano, que conformó este movimiento político.
11 En el periodo de 1858 a 1895 la población extranjera en Rosario pasó del 22% al 46%; estaba compuesta principalmente por inmigrantes italianos y españoles, y en un 11% por argentinos nacidos en otras provincias (Vera 2013).
12 Célula básica de los tres tambores (chico, piano y repique) del candombe afrouruguayo. También se usa para designar a un conjunto de tamboreros.
13 Tipo de casa que a principios del siglo XX comenzó a dividirse por la mitad, para formar dos viviendas con habitaciones una tras la otra, como los chorizos en una ristra.
14 Los nuevos complejos lograron, con la distribución de sus edificios, producir una experiencia de exclusividad, un espacio interior que aisla relativamente al visitante del Refinería previo. Esto se observa en la propuesta de recorridos 360° de Ciudad Ribera (ver http://www.ciudadribera.com/home.html). El punto de vista en el que ubican al visitante es un lugar desde el cual no atisba lo que existe "más allá" de la frontera que marcan las nuevas edificaciones.
15 Un grupo rosarino musicaliza con esta cumbia un audiovisual que usa los contrastes a uno y otro lado como metáfora de la transformación sufrida en la zona. Para consultarlo ir a: https://vimeo.com/74222605.
16 Caminata que se realiza con los tambores por el barrio algunos viernes y domingos. La frecuencia de los encuentros aumentó en los últimos tiempos por inconvenientes con la policía y por la voluntad de profundizar su relación con los vecinos de la zona antigua del barrio; avizoraban un potencial desalojo de su actividad, pues el terreno baldío frente al cual tocan pertenece a una empresa constructora que en breve levantará un edificio.
17 Retomando a Derrida (1989) y Butler (1993), asumo que toda performance implica dimensiones performativas, lo que supone considerar sus capacidades (re)productivas, vinculadas en parte al estado de citacionalidad o iterabilidad en la que esta se produce una y otra vez, con diferencias y deferencias, con mayor o menor éxito. En Refinería, el candombe montevideano es citado performática y espacialmente.
18 Barrio Sur y Palermo son dos de los barrios de Montevideo (Uruguay) más emblemáticos de la historia del candombe afrouruguayo. Ubicado sobre la zona centro-sur de la costa montevideana, Barrio Sur fue uno de los lugares donde se congregó gran parte de la población afrouruguaya.
19 Obrero austríaco asesinado por la policía en la puerta de la fábrica, hecho inédito en la Argentina de aquel entonces que provocó una gran movilización (Ciudad 2010).
20 Las ideas anarquistas se afianzaron en el Refinería del cambio de siglo. Virginia Bolten, obrera de la provincia argentina de San Luis, quien residió en Rosario, fue una mítica exponente de aquellas.
21 Tipo de construcción dotada de cierto mecanismo de vigilancia, destinada al desarrollo de actividades ilícitas tales como la venta de drogas. En este caso, alude a uno de los más conocidos, polémicos y céntricos de la ciudad.
22 La Puñalada habría sido el primer asentamiento del Refinería del siglo XIX y se habría ubicado en las actuales Torres Dolfines (figura 1), rodeando las fábricas. Entrado el siglo XX, este asentamiento nucleó a los pobladores más antiguos del barrio, en buena parte criollos ligados a los primeros tiempos de actividad ferroportuaria en la zona (entrevista al vicepresidente del Museo Itinerante Refinería, julio de 2014, Rosario). En Argentina, el término criollo se emplea como sinónimo de nacido en el país en contraste con los inmigrantes europeos llegados masivamente desde fines del siglo XIX. Pese a que el discurso del criollismo colaboró con "el borramiento de las diferencias étnicas de los habitantes del país", también fue vehículo para exponer "la presencia de marcaciones étnicas o "raciales" no-blancas en las representaciones de lo criollo/gauchesco", en particular en la cultura popular del primer peronismo (Adamovsky 2014, 51-52). De estos grupos se diferenciaban quienes llegaron al barrio en el siglo XX y representaban una emergente clase media.
23 Texto de reivindicación afromestiza que tuvo acompañamiento del artista e investigador afrouruguayo Ernesto Costa Robledo.
24 Aunque poderoso en términos de la extraña fascinación que genera la diferencia, "porque es prohibida, tabú, amenazante para el orden cultural" (Hall 2010a, 422).
25 De modo similar a lo que sucedió con el discurso del criollismo (ver nota 22), busco resaltar la negación del mestizaje en Argentina. A diferencia de otros países latinoamericanos en los cuales forma parte de la construcción de una homogeneidad racial y cultural, aquí lo mestizo puede funcionar como una expresión de lo diverso que ayuda a desmontar la narrativa de un país blanco-europeo (Domínguez 2008).


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