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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.52 no.2 Bogotá July/Dec. 2016

 

Reseñas

Tz'aptz'ooqeb'. El despojo recurrente al pueblo q'eqchi'

INGRID DÍAZ MORENO1 

1 Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia ingridiazmo@gmail.com

Grandia, Liza. Ciudad de Guatemala: Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (Avancso), 2010. 402 páginasp. Traducción de Alejandro Arriaza,


Tz'aptz'ooqeb'. El despojo recurrente al pueblo q'eqchi' es la versión en español de la tesis de Doctorado en Antropología de, profesora del departamento de Native American Studies de la Universidad de California, en Davis 1. El libro es producto de una investigación de más de dos años que cruza la indagación etnográfica con el análisis histórico. También se alimenta del trabajo que la autora ha desarrollado desde 1993 en programas de planificación y reproducción sexual, agricultura y justicia ambiental en Guatemala. Esto explica por qué la última parte incluye recomendaciones de política para la administración de tierras. En esta reseña hago un recorrido por la estructura del libro para mostrar los principales argumentos de la autora en relación con el despojo q'eqchi' y, al final, destaco algunos elementos para pensar el despojo en el contexto colombiano.

En Tz'aptz'ooqeb' la autora analiza el despojo histórico sobre el pueblo maya q'eqchi' del Petén, en Guatemala. Grandia usa el término despojo, en singular, para hablar de los procesos mediante los cuales los q'eqchi' han perdido el control de su tierra y su fuerza laboral, lo que derivó en su migración hacia las tierras bajas del Petén. Le interesa dar cuenta de las continuidades y rupturas de este proceso, desde la invasión española hasta la implantación del modelo neoliberal. Para ello aborda las causas estructurales que sustentan y reproducen el despojo, así como las respuestas individuales y colectivas de los q'eqchi'. Es, entonces, un ambicioso libro que aborda cinco siglos de dominio y despojo. En el camino, dialoga y cuestiona varios cuerpos teóricos: literatura sobre despojo, teoría de las migraciones, antropología económica, los postulados maltusianos sobre la demografía, los hardianos sobre la tragedia de los comunes y la ecología política. Al mismo tiempo, el trabajo se enmarca en estudios sobre reforma agraria, sociedades rurales indígenas y campesinas en Centroamérica, agroecología, crítica al desarrollo y análisis del capitalismo corporativo.

El examen de Grandia tiene la gran riqueza de mostrar una amplia y diversa gama de actores involucrados en el despojo q'eqchi', al tiempo que los ubica en contextos históricos específicos que operan en muy variadas escalas, lo cual es, sin duda, uno de los elementos más importantes del trabajo. Esto le permite al lector situar al pueblo q'eqchi' entre múltiples relaciones de poder que entran en juego para producir y reproducir el despojo de la tierra y el trabajo. Así, el libro se desarrolla en siete capítulos divididos en dos partes. La primera analiza las continuidades del despojo y se centra en dos grandes momentos: el periodo colonial, donde destaca la participación de la Iglesia, las reformas liberales del siglo XIX y los patrones migratorios de los indígenas q'eqchi'. La segunda parte aborda las luchas actuales de los q'eqchi' contra la ganadería y los movimientos de cercamiento de la tierra, la propiedad y los recursos de la selva por cuenta de ganaderos, compañías interesadas en ejecutar proyectos de infraestructura, minería e hidrocarburos, empresarios del sector agroindustrial, proyectos de conservación ambiental y, especialmente, las reformas estatales a la propiedad apoyadas por el Banco Mundial.

En el primer capítulo Grandia expone los que considero son sus argumentos transversales. El primero señala que “nuevas estructuras de poder han sido añadidas sobre las asimetrías coloniales, produciendo una historia aterradoramente repetitiva para los q'eqchi'” (p. 2). El segundo afirma que el despojo se ha valido tanto del control de la tierra como de la mano de obra q'eqchi'. Esta relación profundiza un sistema agrario desigual que ha favorecido a las élites políticas y económicas, en su mayoría urbanas y extranjeras, y obliga a los indígenas y campesinos a vender su mano de obra barata, lo que limita su independencia y autonomía. La presión ejercida sobre la tierra y el trabajo indígena derivó en la migración de muchos indígenas del pueblo q'eqchi' hacia las selvas del norte de Guatemala.

En el segundo capítulo, Grandia profundiza en la migración q'eqchi' durante las reformas liberales de finales del siglo XIX. Argumenta que, si bien esta es producto de las presiones por la tierra, también es una manera de resistir al evitar la venta de mano de obra indígena en condiciones desiguales y permitir la reproducción de prácticas culturales y la cohesión social. Con esto, cuestiona que la migración interna sea vista como un problema tanto en la teoría sobre migraciones como por parte de los funcionarios estatales, pues pone en evidencia las clasificaciones sobre quién puede migrar y quién no. Señala que el Gobierno y el Banco Mundial fomentan el movimiento del capital, del turismo y de las empresas multinacionales mediante políticas económicas neoliberales y la flexibilización de las fronteras, pero critican y restringen la migración de la población rural que escapa de la presión sobre la tierra y su subsistencia.

El tercer capítulo analiza la historia de la reforma agraria impulsada por los presidentes Juan José Arévalo (1945-1951) y Jacobo Árbenz (1951-1954), y la contrarrevolución agraria apoyada por el Gobierno estadounidense después del golpe de Estado en 1954. Se centra en dos programas de colonización promovidos por el Estado, hacia fronteras consideradas vacías y despobladas, para disminuir la presión por la tierra y con la esperanza de llevar el progreso a esas regiones. Al igual que en otras experiencias latinoamericanas, Grandia muestra cómo la colonización profundizó las mismas desigualdades que la motivaron, mientras que los mayores beneficiarios de las legalizaciones de tierras fueron los empresarios, ganaderos y terratenientes. No obstante, a pesar de todos los intentos gubernamentales por evitar la titulación a los indígenas y campesinos y de las dificultades burocráticas, algunos q'eqchi' lograron hacerse a tierras al tiempo que desarrollaron un sistema interno para controlarlas y distribuirlas declarando derechos de usufructo.

La relación entre los discursos conservacionistas y el despojo es el tema del cuarto capítulo. Siguiendo postulados de Malthus y Harding, en estos discursos se argumenta que la destrucción de las selvas que hacen parte de la Reserva de la Biosfera Maya obedece al aumento de la población y al uso comunal de los recursos por parte de los q'eqchi'. En nombre de la conservación ambiental, se han legitimado la privatización y restricción del acceso de los indígenas a la zona. Grandia compara la historia de los q'eqchi' en Guatemala y en Belice y señala que la particular historia agraria guatemalteca es lo que los ha llevado a ejercer presión sobre el ambiente. Esto es a lo que denomina la trampa de la propiedad: la dependencia del monocultivo de maíz y la pérdida de prácticas más diversas de uso y distribución de la tierra, la migración hacia la selva para encontrar tierra para ellos y sus hijos, y el aumento demográfico en medio de limitaciones para acceder a la tierra. De ahí que Grandia argumente la necesidad de reconocer la presión de la población en el ambiente, pero en relación con la distribución desigual de la tierra y la riqueza, la ruptura de prácticas tradicionales y las limitaciones en el acceso a programas de planificación familiar reproductiva.

En el quinto capítulo, Grandia relaciona el despojo con la llamada reforma agraria con asistencia del mercado, impulsada por el Banco Mundial desde finales de los noventa. Este proyecto se enfocó en la expansión del régimen de propiedad privada a partir de la regularización del catastro nacional y la titulación individual de predios, con el argumento de que este régimen ofrece mayor seguridad en la tenencia y el alivio de la pobreza. Sin embargo, en tanto instrumento técnico, la titulación no planteó soluciones para la distribución desigual de la tierra, las estructuras de precios desfavorables para indígenas, las desigualdades en la infraestructura de la región y los sistemas de endeude que hicieron que muchos campesinos tuvieran que vender la tierra titulada. Esto, en medio de un mercado especulativo de tierras que favoreció su concentración en manos de terratenientes, narcotraficantes y ganaderos. El resultado: indígenas y campesinos sin tierra, endeudados, que se convierten en mano de obra barata y flotante, que es aprovechada y explotada por los grandes terratenientes.

La ganadería, que ocupa la mitad de las tierras del Petén, es objeto de análisis en el sexto capítulo. Grandia muestra cómo grandes ganaderos se apropiaron de la tierra del pueblo q'eqchi' a través del endeude, la compra de tierras a bajos precios, el daño a cultivos y pastos, y amenazas. Además de requerir poca mano de obra y poca inversión económica, la ganadería ha sido una práctica de adquisición voraz de tierras por parte de finqueros ausentes, poderosos inversionistas (élites urbanas, oficiales del ejército, grandes propietarios de otros departamentos) y narcotraficantes. Grandia argumenta que esta acumulación ha facilitado el ingreso de nuevas actividades económicas: agroindustria, cultivos forestales, hidrocarburos, minería y narcotráfico.

En este sentido, el capítulo séptimo analiza el Plan Puebla Panamá (PPP) y el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (TLC Causa). Los dos programas buscaron integrar económicamente la región con el fin de “desarrollarla”. Esto se expresó en la flexibilización de procesos legales, la apertura de las fronteras y el apoyo a ciertos sectores económicos a los que Grandia llama el poder corporativo. Este se refiere a empresas transnacionales que ejecutan proyectos de infraestructura vial, hidroeléctrica y minera con recursos públicos y gracias al endeude de los Gobiernos centroamericanos. Pero también incluye al sector turístico que se apoya en los discursos de conservación para ofrecer planes de turismo arqueológico y de naturaleza. Tanto el PPP como el TLC reproducen una tendencia histórica que favorece la privatización y la inversión extranjera, a través de políticas neoliberales sustentadas en la idea de que lo extranjero es el mejor y único camino hacia el desarrollo.

Grandia concluye el libro señalando que la histórica relación entre el despojo de la tierra y del trabajo ha llevado a que hoy en día los indígenas dependan de un salario y cada vez menos de sus propios recursos y tierras. Identifica tres elementos constantes en la historia q'eqchi' que profundizan esa dependencia: el control ideológico que se impone sobre la autonomía y las prácticas indígenas, en primer lugar, a través del cristianismo y la “civilización occidental” y actualmente del desarrollo; segundo, la facilitación legal y burocrática que ha permitido la explotación de la mano de obra por y para extranjeros; y tercero, la violencia utilizada históricamente para controlar a los q'eqchi' y para favorecer y proteger la riqueza privada. Ante este panorama la autora retoma a Polanyi para señalar que si bien la historia q'eqchi' ilustra “la gran transformación”, es decir, la liberación de la economía del control social, cultural y gubernamental, también muestra que las sociedades se pueden proteger del mercado. Por ello, siempre que los ciclos del mercado fallaron (banano, petróleo, café, especias), los q'eqchi' usaron la migración hacia las fronteras como una manera de volver a la seguridad de la producción de subsistencia.

A continuación quiero destacar cinco elementos claves del trabajo de Grandia para pensar el despojo en Colombia. Primero, si bien puede ser cuestionable su rápida síntesis de trescientos años de dominio colonial, es necesario analizar el despojo como un proceso de larga duración con estructuras enraizadas históricamente y no como un fenómeno reciente o coyuntural. Esto se suma a su llamado a considerar cómo diversos procesos de despojo profundizan y agudizan desigualdades históricas. En segundo lugar, en términos metodológicos es valiosa su sugerencia de hacer trabajos comparativos que permitan encontrar recurrencias y dar cuenta de las particularidades en los procesos de despojo, regionales o nacionales, así como de la manera en que distintos grupos responden a dichos procesos.

Otro de sus aportes más destacables es pensar el despojo más allá de las discusiones por la tierra. El trabajo etnográfico de Grandia presenta este asunto en varias dimensiones. Por un lado, la tierra no es lo único que se despoja. Al relacionar el control de la tierra y el control de la mano de obra, la autora evidencia que con la tierra también se despojan la autonomía, la sostenibilidad y la independencia de los sujetos. Por otro lado, cuestiona que el desplazamiento -el abandono de la tierra- sea el mayor problema del despojo; a partir del caso q'eqchi', muestra que la migración es una forma de resistencia y permanencia cultural. Finalmente, devela etnográficamente los efectos del despojo en la vida espiritual, las relaciones de género, las expectativas de vida y la permanencia y transmisión de conocimientos.

Un cuarto punto es el lugar que Grandia le asigna al Estado. El Petén es una zona de frontera nacional agrícola, aparentemente aislada y con menor desarrollo que otras, situación que comparte con muchas regiones de Colombia. Mediante la etnografía, Grandia muestra múltiples articulaciones e interacciones cotidianas entre los q'eqchi' e instituciones estatales, y señala cómo las políticas nacionales y la implementación de programas estatales han reproducido y causado el despojo. Si bien el libro no se inscribe en discusiones de la antropología del Estado, y por supuesto no se agota ahí, es un llamado a analizar el papel del Estado en regiones consideradas de frontera y aparentemente vacías, lo que en Colombia se ha llamado la presencia diferenciada del Estado (González, Bolívar y Vásquez 2002; González y Ocampo 2006).

Grandia hace énfasis en la expansión del régimen de propiedad privada y arguye que la titulación individual es un paso hacia el despojo. Al respecto, el quinto elemento que quiero resaltar, a pesar de que no es explícito en su argumentación, es que su reconstrucción histórica deja ver que el despojo a los q'eqchi' también se ha valido del reconocimiento de ciertas tierras como estatales, baldías o de interés público. Esto es particularmente claro en el caso de las reformas liberales de mediados del siglo XIX, cuando se permitió que ciertas tierras fueran reclamadas y usadas por empresarios cafeteros extranjeros con apoyo gubernamental. En esa medida, su trabajo es una invitación a pensar de manera más amplia las relaciones entre despojo y los múltiples y variados regímenes de propiedad; no solo para mirar hacia el pasado sino para cuestionar procesos actuales donde el despojo y acaparamiento de tierras se dan sobre tierras de interés público y con el beneplácito del Estado. Por todo ello, el libro de Liza Grandia no les habla solo a los interesados en Guatemala, sino también a quienes, en países como Colombia, nos inscribimos en las mismas dinámicas globales desarrollistas, expansionistas y desiguales que agobian a los q'eqchi'.

Referencias

González, Fernán, Ingrid Bolívar y Teófilo Vásquez. 2002. Violencia política en Colombia: de la nación fragmentada a la construcción del Estado. Bogotá: Cinep. [ Links ]

González, Fernán y Gloria Isabel Ocampo. 2006. Globalización, cultura y poder en Colombia: una mirada interdisciplinar. Medellín: Universidad de Antioquia. [ Links ]

1Dos años después de esta publicación, apareció la versión en inglés del libro, titulada Enclosed: Conservation, Cattle and Commerce among the Q'eqchi' Maya Lowlanders (2012). Esta incluye una discusión teórica sobre acumulación primitiva, enclosures y teoría sobre los bienes comunes que no tiene la edición en español. Sin embargo, la versión en inglés carece de un extenso capítulo, el número tres, en el que Grandia explica la participación del Gobierno estadounidense en el golpe de Estado de 1954 y en el impulso de la contrarrevolución agraria.

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