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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525

Rev. colomb. antropol. vol.53 no.2 Bogotá jul./dec. 2017

 

Reseñas

Penser global. L'humain et son univers

EGUZKI URTEAGA1 

1 Universidad del País Vasco. Sociólogo con doctorado de la Universidad Victor Segalen Burdeos 2. Profesor de sociología en la Universidad del País Vasco e investigador asociado en el Social and Business Research Laborator y (SBRlab), centro de investigación de la Universidad Rovira i Virgili. Entre sus más de treinta libros publicados se encuentran: La Communauté Pays Basque. L'institutionnalisation du territoire (2017) y Figuras sociológicas (2013). eguzki.urteaga@ehu.es. País Vasco, España.

Morin, Edgar. París: Robert Laffont, 2015. 180p.


Edgar Morin ha publicado su libro titulado Penser global. L'humain et son univers (Pensar global. Lo humano y su universo) en la colección Le Monde comme Il Va de la editorial Robert Laffont. Conviene recordar que este pensador galo es uno de los investigadores más innovadores del panorama intelectual internacional. Tras realizar estudios universitarios en varias disciplinas pertenecientes a las ciencias humanas y sociales, formó parte de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, ingresó en Le Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), donde ha desarrollado toda su carrera profesional, entre 1950 y 1989, como maestro de investigación, director de investigación y director de investigación emérito. Además de asumir la codirección del Centro de Estudios Transdisciplinares de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS) entre 1973 y 1989, fue presidente de la Agencia Europea para la Cultura (Unesco), presidente de la Asociación para el Pensamiento Complejo y presidente del consejo científico del Instituto de las Ciencias de la Comunicación del CNRS.

La originalidad y pertinencia de su obra han sido reconocidas a escala internacional. De hecho, la larga lista de premios, condecoraciones y títulos de doctor honoris causa obtenidos por el autor1 recompensa una obra rica y múltiple, marcada por la interdisciplinariedad, la multidisciplinariedad y, sobre todo, la transdisciplinariedad, al beber de diferentes fuentes y al intentar integrar las ciencias humanas, sociales, naturales y físicas. A lo largo de su obra, que consta de más de sesenta libros traducidos a veintiocho lenguas, ha desarrollado un pensamiento complejo teorizado y sistematizado en los seis volúmenes del Método, su obra maestra. Aborda lo humano desde una perspectiva física (1977), biológica (1980), cognitiva (1986), antropológica (1991), filosófica (2001) y ética (2004). A su vez, a menudo en colaboración con otros autores, desarrolla una reflexión sobre el planeta, la ecología y la civilización, tanto en Terre-patrie (1993), Une politique de civilisation (1997) como en La voie: pour l'avenir de l'humanité (2011). Durante sus primeros años como investigador, estudió temas considerados marginales en esa época, pero que adquirieron una importancia creciente con el transcurso del tiempo, tales como el cine (1956), los famosos (1957) y el rumor (1969). Últimamente, preocupado por transmitir su visión a las nuevas generaciones, se ha interesado por la educación, lo que ha dado lugar a numerosos libros como Les sept savoirs nécessaires à l'éducation du futur (2000), Éduquer pour l'ère planétaire (2003) o Enseigner à vivre. Manifeste pour changer l'éducation (2014).

La obra titulada Penser global. L'humain et son univers se inscribe en esta voluntad de exponer su pensamiento complejo en la era de la globalización y de acercarse a un público que no sea estrictamente académico. De hecho, como lo subraya Michel Wieviorka en el prólogo del libro, la idea de esta publicación surgió del deseo de Edgar Morin de ser miembro del Colegio de Estudios Mundiales (CEM), recién creado e impulsado por la Fundación Casa de las Ciencias del Hombre (FMSH), y de colaborar con esta institución. Wieviorka, que dirige la FMSH, le propuso realizar un ciclo de seis conferencias sobre el tema que ha dado su título a esta obra. En ese sentido, Penser global. L'humain et son univers recoge, una vez remodeladas y reescritas, las conferencias impartidas por Morin que suscitaron un gran interés del público.

En el primero de los siete capítulos que componen este libro, el autor se interesa por lo humano desde “la trinidad bio-socio-antropológica” (11). Observa que dicha cuestión no es considerada por el sistema educativo y que “lo humano, en su unidad y diversidad, está ocultado, ignorado, olvidado en nuestro conocimiento y en nuestra enseñanza” (11). Sin embargo, lo humano es inseparable del individuo, de la sociedad y de la especie humana como ser biológico, de modo que lo humano sea el 100 % individuo, social y biológico (12). Estas tres dimensiones son indisociables, dado que una no puede funcionar sin la otra, y “la aparente simplicidad de semejante trío esconde en realidad interacciones complejas” (15).

El problema es que el sistema educativo separa estas dimensiones, diferenciando las ciencias humanas y sociales, por un lado, y las ciencias naturales y físicas, por otro. Además, las primeras están compartimentadas, lo cual reduce drásticamente las conexiones entre ellas y provoca una disociación de la idea de ser humano (15). Esto genera un empobrecimiento que no da cuenta de la complejidad de las personas y que oculta su relación con la naturaleza y su pertenencia a ella (18).

En ese contexto, Morin subraya varias características de lo humano, a saber, el principio hologramático, en la medida en que el ser humano es un pequeño elemento de la sociedad, pero “la sociedad como totalidad está en su seno” (13). El segundo principio alude al bucle recursivo, que consiste en un proceso en el cual los productos son necesarios para su propia producción, es decir, que el individuo produce la sociedad que lo produce a su vez a él (14). El tercero se refiere al sistema, siendo consciente de que el todo no es la adición de las partes sino que, con respecto al todo, se constituyen unas cualidades que son emergentes (14).

En el segundo capítulo de su obra, el pensador galo se centra en el “individuo humano”. Observa que, como seres sociales, la sociedad está contenida en cada persona con su cultura, sus costumbres, su lenguaje y sus leyes. El individuo y la sociedad son inseparables y están relacionados entre sí de manera compleja (23). De hecho, las personas están determinadas socialmente de modo parcial pero, a su vez, pueden transformar la sociedad en la que viven y de la que forman parte. La afirmación del Yo, que conduce al individuo a defenderse, a protegerse, a desarrollarse, a alimentarse y a priorizar su propia existencia, se compagina con la adhesión al Nosotros, de modo que sean complementarios (24). “Vivir es un movimiento perpetuo donde la persona pasa constantemente del Yo al Nosotros y del Nosotros al Yo, incluso en este momento histórico marcado por el sobredimensionamiento del individualismo” (25).

Morin pone de manifiesto el hecho de que el ser humano es simultáneamente un homo sapiens, faber, economicus, demens, religiosus, mythologicus y ludens (30), de modo que es necesario tener una visión más compleja que dé cuenta de su unidad y diversidad. Esto va de la mano del “sentimiento de pertenecer a una humanidad común y de respetar al prójimo” (35), así como de la necesidad de contextualizar y de no encerrarse en las certidumbres.

En el tercer capítulo de la obra, consagrado a la emergencia de lo humano, Morin constata que la distancia que separaba la historia humana y la evolución biológica se ha ido reduciendo con el avance del conocimiento, de manera que, más allá de las discontinuidades y de los saltos temporales, se ha establecido una continuidad histórica (38). A lo largo de milenios,

[...] una sociedad de primates se ha convertido en una sociedad humana a través de transformaciones genéticas, con el aumento del volumen del cerebro, la creación del lenguaje [articulado], el desarrollo del instrumento, la domesticación del fuego, y a través de la razón y del mito. (41)

Y añade que “esta misma continuidad-discontinuidad se ha establecido entre el mundo de la vida y el mundo de la materia físico-química” (43).

En el siguiente capítulo, que se interesa por el lugar del ser humano en el universo, Morin muestra que múltiples vínculos unen la historia del universo y la historia de la vida y el nacimiento de la humanidad (47). La existencia humana, así como el mantenimiento y la evolución del universo, obedecen a la trilogía orden-desorden-organización (49):

  • • El orden permite la organización.

  • • El desorden y la desintegración constituyen un principio básico de la termodinámica.

  • • La organización nace del desorden y de la unión de elementos en función del principio de orden (50).

En ese sentido, nos dice Morin, la vida es un fenómeno creativo, que se ve afectado por catástrofes, y la coexistencia de una variedad de seres vivos crea un ecosistema que se regula por sí mismo en las relaciones entre los seres vivos (53).

A su vez, “la historia no avanza nunca de manera frontal como un río majestuoso sino que avanza de manera transversal [...] por ramificaciones desviantes. Es la razón por la cual es tan difícil de prever” (62). Además, nuestra concepción del futuro consta de numerosas imprecisiones, lagunas, enigmas y misterios. A pesar de ello, el autor cree que es posible desarrollar un pensamiento global que, en lugar de ocultarlos, tome en consideración los enigmas, los misterios, las improbabilidades y el hecho de que numerosas tesis serán revisadas por nuevos descubrimientos, pensamientos y teorías (63). Considera, entonces, que podemos elaborar un relato global que conste de los elementos que componen lo global (64).

En el quinto capítulo, sobre la era planetaria, Morin subraya que, a partir de los años noventa del siglo pasado, se produce una unificación tecno-económica- comunicativa que va de la mano de una balkanización creciente del planeta. De hecho, “la unificación tecno-económico[-comunicativa], sobre la base de la occi- dentalización de las civilizaciones, provoca una reacción en diferentes culturas para salvaguardar su identidad” (67).

En esa reflexión, aconseja distinguir las nociones de globalización y de mundialización, aunque estén íntimamente interrelacionadas.

La mundialización significa la extensión y la amplificación de un proceso de interconexiones, de interdependencias, y esta amplificación crea una realidad de tipo global. Hay interretroacciones permanentes entre las naciones englobadas y la realidad global. Lo global modifica lo local, pero un evento local [...] se repercute [igualmente] en la realidad global. (68)

En ese sentido, la realidad global no afecta solamente a los territorios, las economías y las sociologías de las naciones, sino también a cada individuo. Para Morin, el proceso de mundialización consta de tres aspectos inseparables: la mundialización, el desarrollo y la occidentalización (70).

A menudo tenemos dificultades para pensar lo global y, por lo tanto, la articulación entre el todo y las partes, y la complejidad de las relaciones entre ellos. Esta dificultad encuentra su origen, al menos parcialmente, en la propensión a fundamentar estos análisis en datos cuantitativos que son incapaces de pensar lo global (77). “La cuantificación es la piedra angular de nuestras civilizaciones, a pesar de que lo esencial de los seres humanos escape al cálculo” (77). Morin estima que la cuantificación, la segmentación y la compartimentación, que les son a menudo asociadas, son los enemigos de la comprensión (77). De la misma forma, a su entender, es preciso abandonar el pensamiento binario que está especialmente extendido en la actualidad, y recurrir al concepto de metamorfosis que significa la ausencia de una ruptura total con el pasado y la utilización del legado cultural de la historia de la humanidad (83).

En el sexto capítulo, dedicado al futuro, Morin cuestiona algunas ideas difundidas en la sociedad, e incluso en parte de la academia, tales como el fin de la historia y el choque de las civilizaciones. También considera necesario tomar conciencia de los límites del crecimiento y de la racionalidad, así como de la inducción y de la deducción (95). Insiste, igualmente, en la dificultad, por no hablar de incapacidad, de prever el futuro. De hecho, “todos los acontecimientos importantes del siglo pasado y del inicio de este siglo han sido imprevistos” (97), de modo que es preciso considerar el futuro con cautela y vigilancia. En todo caso, la anticipación del futuro implica considerar que “la crisis económica actual es el componente de una crisis que tiene múltiples caras: crisis de civilización, crisis de sociedad, crisis del planeta, crisis de la humanidad” (100).

En el séptimo y último capítulo, sobre el vínculo que une pensamiento complejo y pensamiento global, el autor recuerda los principios básicos de su teoría. Así, incide en la tendencia creciente a privilegiar el pensamiento reduccionista, es decir, la reducción del conocimiento del todo al conocimiento de las partes, así como la visión parcelaria que oculta la continuidad y unidad de los fenómenos, troceándolos en disciplinas y especialidades (113). Morin recuerda que

[...] el conocimiento del todo exige el conocimiento, no solamente de los elementos que componen ese todo, sino también de las acciones y retroacciones que se producen constantemente entre las partes y el todo cuando ese todo es activo, está vivo, es un todo social, un todo humano. (114)

En ese sentido, es necesario contextualizar, aunque no sea suficiente para pensar lo global, ya que requiere reintegrar la noción de sistema (114). Para ello es imprescindible considerar que la organización transforma el conjunto de las partes en una totalidad (115). Al tiempo, pone de manifiesto las propiedades emergentes, es decir, el advenimiento, “cuando existe un todo organizado, [que goza] de cualidades que no existen en las partes consideradas de manera aislada” (116). En esa óptica, el sistema social es un conjunto de individuos que interactúan entre sí y, a través de ellos, se constituye un todo social que crea un lenguaje, produce una cultura y se dota de instituciones. Estas cualidades emergentes, a su vez, retroactúan sobre los individuos. En suma, el todo es más que la suma de las partes y engloba las peculiaridades de las partes. Además, goza de una capacidad autorreguladora (120).

De la misma forma, la finalidad del pensamiento complejo no consiste en destruir la incertidumbre, sino en identificarla y reconocerla (123). Igualmente, la certidumbre absoluta es inalcanzable en la medida en que el ser humano se enfrenta a sus límites cerebrales, mentales e intelectuales (123-124); sin olvidar que cualquier conocimiento es objeto de una construcción y reconstrucción permanentes. Más allá, el pensador galo considera necesario abandonar el paradigma de la reducción y disyunción para privilegiar un pensamiento que incida en la distinción, la vinculación y la contextualización (127).

Al término de la lectura de Penser global. L'humain et son univers, es fácil reconocer el esfuerzo titánico de Edgar Morin por integrar las ciencias humanas y naturales en una óptica transdisciplinar. En ese sentido, el programa de investigación y de reflexión llevado a cabo por este pensador francés a lo largo de las últimas siete décadas es uno de los más ambiciosos de la ciencia contemporánea. Eso implica un amplio conocimiento de la literatura y producción científica en todos los ámbitos y una cultura enciclopédica. Pero, lejos de caer en la ilusión generada por la acumulación de conocimientos, Morin busca y encuentra los conceptos y las teorías pertinentes y extrapolables hasta el punto de crear un nuevo paradigma: el pensamiento complejo. A su vez, intenta articular ese paradigma con el reto de pensar lo global. Dado que la presente obra está compuesta por una serie de conferencias, aunque hayan sido remodeladas para adecuarse al formato de un libro, las tesis del autor no son expresadas con la misma sistema- ticidad y coherencia que en los volúmenes que componen El método u obras más divulgativas, como Introduction à la pensée complexe (1990). En cualquier caso, la lectura de esta obra se antoja ineludible para cualquier persona deseosa de tener una visión global de lo humano en su complejidad.

Referencias

Morin, Edgar. 1956. Le cinéma ou l'homme imaginaire. París: Minuit. [ Links ]

______. 1957. Les stars. París: Seuil. [ Links ]

______. 1969. La rumeur d'Orléans. París: Seuil. [ Links ]

______. 1977. La nature de la nature. París: Seuil. [ Links ]

______. 1980. La vie de la vie. París: Seuil. [ Links ]

______. 1986. La connaissance de la connaissance. París: Seuil. [ Links ]

______. 1990. Introduction à la pensée complexe. París: Seuil. [ Links ]

______. 1991. Les idées. París: Seuil. [ Links ]

______. 2000. Les sept savoirs nécessaires à l'éducation du futur. París: Seuil. [ Links ]

______. 2001. L'humanité de l'humanité. L'identité humaine. París: Seuil [ Links ]

______. 2004. Éthique. París: Seuil. [ Links ]

______. 2011. La voie: pour l'avenir de l'humanité. París: Fayard. [ Links ]

______. 2014. Enseigner à vivre. Manifeste pour changer l'éducation. Arles: Actes Sud. [ Links ]

Morin, Edgar y Anne-Brigitte Kern. 1983. Terre-patrie. París: Seuil . [ Links ]

Morin, Edgar y Sami Naïr. 1997. Une politique de civilisation. París: Arléa. [ Links ]

Morin, Edgar , Raul Motta y Emilio-Roger Ciurana. 2003. Éduquer pour l'ère planétaire, la pensée complexe comme méthode d'apprentissage dans l'erreur et l'incertitude humaine. París: Balland. [ Links ]

1Treinta universidades le han otorgado el título de doctor honoris causa, entre las cuales figuran las de Perugia, Palermo, Ginebra, Bruselas, Odense, Lisboa, Natal, Porto Alegre, Río de Janeiro, La Paz, Laval, Guadalajara, Veracruz, Milán, Mesina, Bérgamo, Cracovia, Santiago de Chile, Valencia y Barcelona. Además, ha recibido numerosas condecoraciones y premios al ser nombrado comendador del Orden de las Artes y Letras, comendador de la Legión de Honor (2001), oficial del Orden del Mérito Español y Gran Cruz del Orden de Santiago de la Espada (Portugal). A su vez, ha recibido el Premio Europeo de Ensayo Charles Veillon (1987), el Premio Viareggio Internacional (1989), el Premio Mediterráneo de la Generalidad de Cataluña (1994), la Medalla de Oro de la Unesco (2001), la Medalla de Oro del Centro Pio Manzu (2001), el Premio Internacional Federico Nietzsche (2002-2003), el Premio Nonino (2004), el Premio Averroes (2009), el Premio de Bertalanffy (2012) y el Premio Ibn Khaldoun (2015).

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