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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525On-line version ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.56 no.2 Bogotá July/Dec. 2020  Epub Aug 05, 2020

 

Cuestiones de método

Agua*

Lee Maracle** 

** Escritora, poeta y activista de la nación Sto:lo en el noroeste del Pacífico canadiense. Ha recibido numerosos reconocimientos y ha sido visitante distinguida de las universidades de Toronto, Waterloo y Western Washington.


En su libro The Hollow Tree, Herb Nabigon habla de ser humildes frente al agua. Había luchado con el concepto ojibway de humildad -ser humildes frente al agua- hasta este momento. Lo entiendo. Me entendí a mí misma mucho más completamente que en cualquier otro momento de mi vida. Gran parte de mi trabajo se ha centrado en el agua, pero nunca se me ocurrió que debería ser humilde frente a ella. Siempre he apreciado la memoria del agua, del océano, la fuerza que da vida, y he tratado de ser respetuosa, pero hasta que realmente no te vuelves humilde ante el agua, no puedes apreciar su magnificencia ni respetar la vida misma.

No he podido dejar de pensar en ello, de sentirlo, de despertar a eso. Nací y crecí en las orillas del océano Pacífico -el mar Salish-; sus ritmos, sus profundidades informan mi trabajo. En el momento en que leí "ser humildes frente al agua", pude sentir, ver y experimentar de alguna manera psíquica y espiritual la profundidad del agua en mi vida. Podía sentir mi pequeñez, mi intrascendencia, mi imposición al agua. Todo el día estuve observándome en mi relación con el agua: no abras el grifo tanto tiempo, el agua no tiene que cumplir tus deseos. No tiene que estar tan fría para que abras el grifo durante minutos. No necesito quedarme lujosamente de pie bajo la ducha por minutos. Incluso salí a comprar un grifo ecológico y un cabezal de ducha. Caminé hasta el borde del lago aquí, al final de Spadina, y solo miré el agua. Este lago comenzó como una sola gota de agua de una capa de hielo de 7.000 kilómetros de largo y 10 kilómetros de altura en su nacimiento. Descansó aquí, exhausta, incapaz de ir más allá. El sol vino y comenzó a derretirla gota a gota. A medida que el agua se derritió, ganó fuerza, las gotas se convirtieron en Hayaluq (una gran ola) y la ola arrancó la tierra, empujando parte de ella hacia el mar. De alguna manera formó estos lagos.

Estoy familiarizada con el agua en mi cuerpo. Mis ojos han derramado lágrimas, gota a gota; mi útero ha vertido un torrente de agua antes del nacimiento de cada uno de mis hijos. He sangrado gotas de sangre, mes a mes, como mujer. Entiendo el agua y la manera como cada gota es ganada con tanta dificultad; cada gota es tan luchada, tan esencial para mi ser. Sin ella estoy muerta. Sin ella soy una vieja ciruela arrugada, una cáscara vacía.

Me vuelvo humilde ante el Sto:lo (río), el mar, las olas que nos han llevado de un lugar a otro e incluso ante los Hayaluq que nos han enterrado. Entiendo al océano. Es nuestra madre, nuestra fuente de alimento; ella es a la vez amorosa y peligrosa. Dependemos de ella, la apreciamos y la respetamos.

Cuando pienso en el agua, imagino cada río y su inicio. Una sola gota de lluvia se une a otras gotas de lluvia, se une con el polvo de la Tierra y forma un riachuelo que se convierte en un río que cae en cascada hacia el océano. El agua cumple con su deber, enviando cada vez más gotas al mundo del cielo para aferrarse al polvo del mundo de la Tierra que nuestra madre ha enviado y regresando a nosotros como una dulce lluvia. Entiendo la lucha de cada gota para despegar, para encontrar el polvo que la llevará; estas pequeñas gotas invisibles se abren camino hacia las formaciones de nubes. Se aferran juntas; se agregan en las nubes como lo hacemos en la longhouse (casa larga)1. Se unen entre sí, ganan fuerza en su unidad hasta que al final, lo suficientemente grandes, lo suficientemente pesadas, caen en la tierra. Están cumpliendo su deber con todos los seres vivos. Para limpiarse, el agua necesita elevarse, caer, filtrarse a través del suelo, encontrar otro arroyo, unirse a una corriente, que se une a un río, que se une al océano, que se une al cielo, y el proceso comienza de nuevo. Realizo ceremonias de infinito agradecimiento.

El área en Vancouver que ahora se llama False Creek y Kitsilano era la ubicación de la aldea de Khatsahlano. Khatsahlano venía de una época en que nadie había ido a las escuelas residenciales2 y durante los primeros diecinueve años de mi vida tuve el privilegio de estar viva cuando él todavía estaba vivo, con la mente lúcida y contando historias. Explicó que la costa oeste es el territorio Salish. También es un país. Cuando vienes a otro país, adoptas naturalmente las costumbres, las leyes y las prácticas de ese país. Bueno, la gente vino aquí y adoptó las leyes y prácticas de Gran Bretaña. Esto no es Gran Bretaña. Estás en el territorio de Coast Salish. La gente squamish simplemente lo llamó Squamish. Pero no terminaba en Snauq'w3. No terminaba allí al otro lado de False Creek. Comenzaba muy por debajo de Musqueam4 y pasaba por encima de Vancouver y North Vancouver hasta llegar al Squamish actual, donde están Whistler Mountain y todas esas hermosas montañas.

Regreso a Snauq'w, pongo mis pies en el agua como lo han hecho tantos miles de mis antepasados, le canto canciones, la reconozco, la honro y le ofrezco mi respeto.

Solo a través del agua clara podemos ver grabados de lobos

tallados en las paredes de las cuevas

mis ojos oscurecidos por viejas lágrimas se enceguecen.

Inclino mi cara

cae una lágrima

y vuelve al arroyo

las lágrimas pasan

agradecidas de ir a casa

para volver a ser útiles.

No puedo hablar de Snauq'w sin hablar de la destrucción deliberada del agua. La destrucción del agua estuvo acompañada por la ocupación y la profanación de la tierra, y la matanza desenfrenada de los animales. El objetivo era la eliminación de mi gente. La profanación de la tierra condujo a la destrucción del mundo vegetal. La matanza de los animales y la destrucción del agua llevaron al hambre de mi gente y a la desconexión de todo lo que nos daba poder. Si alguien les hubiera dicho a mis antepasados que se podía destruir las aguas, probablemente se hubieran reído -resulta que esto está en el reino de lo posible-. Las aguas de Snauq'w se han ido. Las viviendas, los muelles, los negocios, los apartamentos, las carreteras y la estación de ferrocarril lo han reemplazado, y el huerto que era Snauq'w ahora está destruido. No queda costa, por lo que las plantas que sustentaban la vida del agua también se han ido. Hay miles de personas viviendo encima del agua destruida. Esta destrucción debilitó severamente a toda la gente salish y seguramente volvió al agua impotente.

Los aldeanos de Khatsahlano no eran las únicas personas que dependían de las camas5, bayas, ostras, almejas y algas que crecían allí; los seres de concha, los peces y las medicinas, todos eran necesarios para que los salish fuéramos quienes somos y quienes siempre seremos. También los alces fueron asesinados; las focas, las ballenas y los grandes salmones primavera se han ido. Justo encima de Snauq'w crecían los árboles más grandes del mundo y ahora las montañas están desnudas. Los salmones sockeye han estado luchando por sobrevivir sin el cuidado y la gestión de los pueblos salish. No quedan grandes árboles en esta área. Nos alimentábamos mutuamente, nos encargábamos los unos de los otros mediante el cuidado y el compartir la riqueza.

Canadá es un huésped que se mudó a nuestra casa, nos echó y luego destruyó todo en la casa. Las longhouse fueron prohibidas y desmanteladas, y ahora apenas recordamos el sabor de las focas que comíamos, apenas podemos identificar las plantas que nos sustentaban y nadie recuerda cómo se mantenían los huertos de False Creek. Tenemos reservas, pero no territorio; sin territorio, estamos sin hogar.

Gran parte de nuestros territorios se convirtieron en poco más que basureros. Hay más de 4.000 vertederos de desechos tóxicos en este país y más de 3.000 están en nuestros patios traseros. Nosotros también hemos sido tratados como basura. Eso es lo que pasó con nuestros hermosos huertos. Una vez que arrojaron los desechos tóxicos, por supuesto que nos mudamos. Pero el movimiento dolió. La responsabilidad hacia Snauq'w se eliminó con nuestra expulsión. Nos duelen esos huertos; nuestros cuerpos no pueden sostenerse sin la comida que Snauq'w proporcionaba.

También nos duele saber cómo es que cualquiera puede encontrar aceptable la destrucción de grandes cantidades de agua y huertos. Por favor, no me digan que es el capitalismo o el colonialismo. Conozco el sistema que nos mantiene a todos en línea. También sé que mi familia y yo nunca lo hemos aceptado. Nos opusimos. Nos opusimos entonces y seguimos oponiéndonos ahora. La gente común no se opuso a nuestra destrucción ni a la destrucción de nuestros alimentos y tierras. La gente común hizo el trabajo de destrucción. ¿Qué ocurrió para que la gente común estuviera tan alienada de la tierra y que destruyera aquello de lo que dependerían sus nietos? ¿Cómo deja uno su hogar, llega a un lugar nuevo y destruye ese lugar? ¿Cómo se llega a aceptar la matanza de los habitantes de ese lugar?

Ahora está lleno de recién llegados y no tenemos derecho a negarles un lugar en nuestro mundo. Todas las personas tienen un lugar aquí. Les damos la bienvenida a ustedes a pesar de todo. No me importaría, pero en su mayoría los recién llegados estropearon nuestras formas de vivir, nos hicieron invisibles y destruyeron nuestras plantas, animales y peces. Nuestro asesinato continúa sin cesar. La privación de nuestra gente se trata como si fuera todo lo que merecemos.

Al mancillar nuestras formas de vida, fuimos separados del agua, la tierra, la cultura y las formas ceremoniales que nos mantenían sanos y vivos. Pasamos de ciudadanos de una confederación salish a mendigos en un paisaje que no podemos reconocer, buscando comida que nuestros cuerpos no reconocen. Hambrientos y desesperados, todavía anhelamos la restauración de Snauq'w.

Cambiaron todo, incluso la forma en que comemos -incluso cambiaron la forma en que comen las personas chinas-. Si comemos como ellos, viviremos como ellos y moriremos como ellos. (Khatsahlano)

Esto está sucediendo ahora. Tenemos hambre. Estamos desesperados. Somos difamados. Somos un pueblo sin país. He escuchado a la gente decir: "Agradezco a la gente de Salish por permitirme estar aquí". Al principio les permitimos a ustedes estar aquí pero ahora me pregunto si todavía nos sentimos así después de la historia que nos visitó. Según nuestra propia ley, no estamos autorizados a negar a las mujeres el derecho a construir un hogar, pero su sociedad persigue a las mismas personas que les dieron derecho a un hogar y lo hace con impunidad. La pobreza nos obliga a hacer concesiones nuevamente al país que se creó con nuestras pérdidas. Se nos pide que hagamos un tratado, no como una nación salish, sino como pequeñas reservas, aisladas unas de otras y empobrecidas y difamadas por quienes nos rodean. Se nos pide que no compartamos la riqueza de nuestra tierra sino que la abandonemos. Dejar ir a Snauq'w. Es historia, agua bajo el puente.

Pero el agua debajo del puente se ha secado, se ha ido -destruida-. Incluso cuando era niña vi el agua debajo del viaducto de Georgia. Vi cómo lo dragaban y ponían una nueva vía. Al igual que el agua, somos tan prescindibles. Como las camas, los cedros, las conchas, el salmón sockeye, las ballenas, las focas y los alces, somos tanta vida silvestre innecesaria.

Quiero decir que siempre estaré buscando los paisajes de Salish. Siempre anhelaré el agua que era False Creek, las marismas que eran Richmond, las marismas y los campos de bayas que estaban en John Hendry Park y en todo el territorio. Siempre anhelaré cómo la abundancia se consideraba de todos. Nos han negado tanto que nos aterra compartir con los demás. Las aguas de la ensenada (Tsleil waututh) todavía quieren ser agua, no quieren estar cubiertas de cemento e instalaciones portuarias. Cubrirlas con cemento no es progreso para nosotros ni progreso para el agua. Siempre querré nuestros árboles, siempre tendré hambre de nuestros alimentos. Y siempre querré soberanía. Como el agua, nunca la cederé. Y tengo hijos y nietos que se sienten exactamente como yo.

No somos dueños del agua, el agua es dueña de sí misma. Somos responsables de asegurarnos de no dañar el agua. No tenemos el derecho absoluto de usar y abusar del agua; debemos cuidar el agua y asegurarnos de tener una buena relación con ella. Esta relación se basa en el respeto mutuo.

Una amiga reenvió un correo electrónico que otra persona le envió: "El agua es de todos". He estado diciendo esto durante más de cuarenta años: NO. El agua se pertenece a sí misma. Tenemos que pedirle que nos acepte, que trabaje con nosotros, que nos permita consumirla, navegarla y cosechar sus seres. No poseemos la tierra, el agua, el cielo, el mundo vegetal, el mundo animal. Ellos se poseen a sí mismos. El agua es dueña de sí misma. Yo lo había dicho tres veces en el encuentro sobre el agua y, sin embargo, estaba este correo electrónico: "El agua es de todos". Fue enviado para educarme, inspirarme o algo así, pero me desinfló. Parece que muy pocas personas escuchan y aceptan lo que digo. Mis labios están cansados de repetirse. Nunca podremos llevar la conversación a ningún lugar nuevo siempre que la primera línea que salga de mi boca sea inaceptable: el agua se pertenece a sí misma. Somos responsables de cuidarla. A cambio, podemos usarla -con moderación-. En la tradición salish, tenemos una obligación con el agua.

De la intrusión a la invasión, a la destrucción, es un largo viaje, pero, como todos los viajes, comienza con un solo paso. Pero incluso antes de dar ese paso debemos permitirnos viajar en la dirección que deseamos. Debemos permitirnos hacerlo. Permitirnos poseer el agua es ponernos por delante, en frente y por encima -eso es invasión-. Nos permitimos usar en exceso lo que poseemos, destruir lo que poseemos -quemarlo si así lo elegimos-, pero si no lo poseemos, entonces solo podemos entablar una relación. Tenemos que pedirle permiso y para usarla debemos cuidarla.

EL AGUA ES DUEÑA DE SÍ MISMA.

Traducción de Juana Camacho Grupo de Antropología Social, ICANH

* Este texto fue publicado orginalmente en Downstream: Reimagining Water, editado por Dorothy Christian y Rita Wong (2017, Waterloo, Ontario: Wilfrid Laurier University Press). El ICANH agradece a la editorial por permitir la traducción y reimpresión del manuscrito para este número especial de la Revista Colombiana de Antropología.

1 La casa larga (longhouse) es un lugar sagrado y comunitario que tiene un papel central ceremonial entre las naciones indígenas de la Costa Salish (pacífica) en Norteamérica. [N. de las eds.]

2El sistema de escuelas residenciales operó en Canadá desde la década de 1880 hasta las últimas décadas del siglo XX. El sistema separó por la fuerza a niñas y niños indígenas de sus familias durante largos periodos y les prohibió reconocer su herencia y cultura indígena o hablar sus propios idiomas. Las escuelas fueron administradas por iglesias católicas y protestantes, y en ellas niños y niñas fueron víctimas de múltiples abusos. Se estima que más de 150.000 niños asistieron a estas escuelas. La Comisión de la Verdad y Reconciliación de Canadá caracterizó esta política y práctica sistemática del Estado canadiense contra los pueblos indígenas como genocidio cultural. [N. de las eds.]

3Snauq'w también se conoce como False Creek en Vancouver. [N. del original] Snauq'w fue el lugar de residencia del pueblo squamish, ubicado cerca del actual barrio Kit-silano en Vancouver, Canadá. Sus habitantes fueron reubicados por el Gobierno canadiense en la segunda mitad del siglo XIX. [N. de las eds.]

4La ciudad de Vancouver es el territorio ancestral de tres pueblos indígenas: Musqueam, Squamish y Tsleil-Waututh. [N. de las eds.]

5 Las camas son unas plantas cuyo bulbo, asado, hace parte de la dieta tradicional de los pueblos indígenas de la Costa Salish de Norteamérica. [N. de la t.]

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