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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525versión On-line ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.58 no.2 Bogotá jul./dic. 2022  Epub 01-Mayo-2022

https://doi.org/10.22380/2539472x.2343 

Reseña

Mekong dreaming: life and death along a changing river

Catalina Rivera Cediel1 

1 Universidad de los Andes, Colombia hc.rivera78@uniandes.edu.co https://orcid.org/0000-0002-9317-0097

Johnson, Andrew Alan. Durham: Duke University Press, 2020. ISBN: 978-1-4780-1082-1. 208,


El libro Mekong dreaming, de Andrew Alan Johnson, describe el trabajo etnográfico realizado por él desde el año 2014 sobre el río Mekong, sus habitantes ribereños, los impactos que las infraestructuras han tenido en el río, sus fronteras, las formas de vida humanas, no humanas y más que humanas que se articulan con el Mekong, las formas de poder construidas alrededor (o a propósito de este paisaje) y, en particular, las fuerzas ocultas, invisibles, y los sueños que giran en torno al río.

El autor argumenta que las represas allí ubicadas superan su dimensión material y se relacionan de maneras diversas con diferentes actores, de modo que se trata de infraestructuras conectadas con fuentes de potencia que se comunican, entre otras formas, a través de los sueños. Esas fuentes de potencia son objetos cuyas propiedades no se revelan nunca del todo al observador; son parte de una realidad que elude la captura y que se manifiesta como una serie de rarezas que hacen parte de la cotidianidad. Para el autor, el objetivo no puede ser pretender revelar un mundo cuya naturaleza precisamente es ser incognoscible, sino, más bien, aceptar lo desconocido como tal. En ese sentido, el libro espera responder a la pregunta ¿cuál es la relación entre infraestructuras y formas de vida que incluyen los sueños?

El texto de Johnson resulta potente de muchas maneras, pero vale la pena resaltar algunos aspectos en particular. En primer lugar, su abordaje etnográfico, el uso de los sueños del autor en relación con el río y su aproximación a la materialidad le permiten construir una mirada crítica con respecto a los estudios sobre antropología de las infraestructuras. La relevancia de esta visión tal vez radica en sugerir un puente directo con los estudios más recientes sobre el Antropoceno. Es decir, al preguntarse por la relación entre infraestructuras y formas de vida que se manifiestan en sueños, crea un escenario en el que se hacen presentes tanto los estudios sobre la materialidad como la latencia de la existencia de formas de vida humanas, no humanas y más que humanas, en el sentido en el que se presentan en los estudios más recientes sobre el Antropoceno (Haraway 2019).

En segundo lugar, esa relación entre infraestructuras y Antropoceno permite configurar una propuesta epistemológica que se aleja de las respuestas unívocas y más bien pensar en lo fantástico e inestable, en mundos que se presentan necesariamente como incognoscibles y en una realidad que resultará siempre extraña mientras se la mire con ojos humanos, en palabras del autor.

Y, en tercer lugar, la descripción que hace Johnson de los paisajes, de los conflictos en torno al poder y de los límites o fronteras le permite reflexionar sobre las formas inestables o cambiantes del poder, propias de los escenarios deltaicos, como lo han estudiado otros autores (Krause y Harris 2021).

En el libro, las reflexiones para una antropología de las infraestructuras surgen a propósito de los efectos de la construcción de una represa que atraviesa la corriente principal del Mekong, justo al norte de la frontera entre Laos y China. Los cambios en el río comenzaron a hacerse evidentes en el año 2006, cuando el río creció de manera inusual. Luego, en el 2015, el constante torrente terminó privando de sedimentos a las riberas del río y ahogó las plantas. Como resultado, en 2016 el nivel del río bajó a mínimos históricos. En julio de 2018 se rompió una presa en construcción en Laos, lo que dio paso a una inundación que arrasó con buena parte del distrito de Attapeu. Esas represas hacen parte de intervenciones ambientales y económicas pensadas por ciertas élites expertas1 que han llevado esa visión de desarrollo a lo que ellos mismos denominan la subregión del gran Mekong. En ese sentido, para el autor, la represa emerge como una nueva figura en la ecología, la economía y la cosmogonía de centros poblados como Ban Beuk, una de las poblaciones en las que se centra la etnografía. Los habitantes de Ban Beuk adjudican los cambios que ejerce la represa sobre el río -y por tanto sobre los peces, pescadores y agricultores- a una figura distante de la que dicen saber poco, pero cuya existencia es innegable por la evidencia de sus efectos en el curso de sus vidas. Sobre esa represa y sobre las entidades del río sueñan los ribereños. Incluso el mismo Johnson aprovecha un sueño propio para ponerse en relación con un poder invisible cuyos mensajes no son claros y para sugerir una conciencia fragmentaria de la experiencia que da cuenta de la existencia de un mundo que contiene personas, animales, agua y espíritus conectados en red.

En este sentido, propone el autor que los mensajes y la opacidad alrededor de lo que sucede en el río tienen lugar debido a que hay varios planos de la existencia, en los que diferentes seres habitan; un vistazo a un nivel superior revela, por lo tanto y necesariamente, un mensaje confuso e incomprensible. Allí introduce su propuesta fenomenológica, según la cual si la irrupción de lo inusual en lo cotidiano suele explicarse a través de las reglas mismas de lo que es usual, el río invita más bien a aprender sobre las reglas de un nuevo mundo. En ese sentido, en el Mekong hay una concurrencia permanente del mundo fantástico y del mundo cotidiano gracias a la existencia de fuerzas mucho más profundas, cuyos contornos permanecen opacos. Esas fuerzas se caracterizan justamente por no poder revelarse del todo, razón por la cual una buena parte del mundo se presentará siempre como incognoscible. En términos del autor, la realidad es necesariamente más que aquello que puede comprender el observador y, por tanto, no es una aspiración del texto reconciliar su rareza sino, más bien, abrazar al río por su alteridad.

De esta forma, la experiencia etnográfica del autor en el Mekong refleja muy bien el aparato teórico del Antropoceno de acuerdo con el cual la era actual se caracteriza por la existencia simultánea de la humanidad con agencias y fuerzas no humanas y más que humanas, sin cuya existencia los humanos ya no seremos capaces de mantenernos vivos. El Antropoceno es parte de la materialidad del río, de la experiencia en el Mekong, y la comprensión completa de esas otras formas y fuerzas es imposible; lo posible, de acuerdo con el autor, es la mediana comprensión de verdades siempre parciales construidas únicamente a través de los caminos propios de la exploración empírica. Aquello que se revela como lo desconocido a lo largo de la experiencia etnográfica en el Mekong no es para Johnson un problema ontológico por resolver, sino un medio para fracturar el mundo conocido y permitir la emergencia de nuevas posibilidades, para convivir con formas de vida cuya existencia está más allá de nuestro alcance2.

Otro eje central del texto podría leerse en clave del vínculo entre las infraestructuras y el poder político, o las tensiones propias de los Estados nación contemporáneos. Algunos estudios sobre antropología e infraestructuras del agua ya han abordado los conflictos en los deltas en relación con las tensiones políticas que pueden emerger por las condiciones particulares que atraviesa un Estado en medio de la toma de decisiones sobre los paisajes del agua3 y también con los conflictos sobre la tenencia de la tierra que surgen justamente en los deltas4. En Mekong dreaming una de las principales tensiones asociadas con el Estado nación hace referencia a la soberanía, categoría cuya existencia está determinantemente definida por el territorio que existe gracias a unos límites o contornos que, justamente, tienen como función delimitar aquellos lugares donde el poder se va a ejercer.

Allí, la etnografía sobre el río resulta crucial, pues, en el caso del poblado de Ban Beuk, el río da forma a la frontera entre Tailandia y la República Democrática Popular Lao. En ese punto el río se convierte en un “gran río”, o un paisaje de agua continuo que hace las veces de corazón ambiental, ecológico y agrícola del país. En ese contexto, los límites o las fronteras no pueden ser comprendidos como una línea en el mapa (menos aún cuando el río y sus bifurcaciones se mueven físicamente de una nación a otra obedeciendo a los cambios ecológicos y ambientales); más bien, resultaría útil verlos como divisiones ficticias o dispositivos a través de los cuales se puede elegir deliberadamente ver o no ver ciertos aspectos de la realidad.

El tema de las fronteras o los contornos se desarrolla a lo largo del texto, pero hay al menos dos sentidos que vale la pena resaltar. De una parte, la materialidad misma de los ríos y el papel que se les adjudica en términos de las fronteras políticas dan lugar a unas formas particulares de poder. De otra, los límites en todo caso trascienden lo geopolítico para extenderse a escenarios más ontológicos, a los cuales el autor se aproxima a partir de su experiencia con el Mekong.

Lo primero significa que el cauce del río atraviesa seis países y que, si comprendemos las fronteras desde la perspectiva del autor, los límites resultan ser divisiones pretendidas que no existen per se, sino que, más bien, son aprendidas. De hecho, la relación entre el carácter móvil de los ríos y su función fronteriza resulta útil para justificar la inacción de las autoridades frente a conflictos cotidianos. Es decir, el escenario del río permite múltiples formas de entender la autoridad y la soberanía, y propone una manera de territorialidad ajena a las formalidades cartográficas de los países. En ese sentido, por ejemplo, más allá de las divisiones jurisdiccionales, cobran especial relevancia los efectos de las represas río abajo y las afectaciones río arriba, de manera tal que las espacialidades propias de la materialidad generadas por las infraestructuras ponen en tensión las escalas y los contornos de los espacios que son considerados como relevantes para el Estado nación. Y, en el interior de esas escalas relevantes, lo cierto es que las decisiones no son homogéneas; es decir que, al igual que el agua, el poder permite ciertos flujos y distribuciones que ocurren de maneras diferentes en los lugares que, como Ban Beuk, son leídos como las márgenes del Estado nación.

Lo segundo implica que, en todo caso, hay otras fronteras que no solo separan naciones, sino que separan por ejemplo a unas personas de otras5, a entidades humanas de entidades no humanas, e, incluso, que nos separan a nosotros como humanos de relaciones o aspectos de nosotros mismos: nuestras relaciones con fuerzas no humanas, nuestras relaciones con fuerzas microscópicas, nuestras relaciones con fuerzas biológicas y, por supuesto, nuestras relaciones con las infraestructuras.

La materialidad del río y del agua pensada a propósito del Mekong nos permite concebir como “unido” aquello que hemos entendido como “separado”. Eso otro, eso diferente y concebido como lejano de nosotros, se presenta como lo oculto, lo inexplicable o lo desconocido a lo largo del río. Para Johnson, eso desconocido es una fuente de potencia que nos entrelaza con el mundo que nos rodea, un mundo con el cual en buena medida nos relacionamos a partir de comprensiones inconscientes, como uno de los canales a través de los cuales nos conectamos. Pero que se trate de una potencia que existe más allá de la comprensión humana no significa que no esté vinculada directamente con nosotros; o, incluso, no significa que no seamos parte de lo mismo. Así pensado, a medida que el mundo cambia, cambia nuestra comprensión inconsciente de él y, al hacerlo, cambiamos también nosotros.

Las infraestructuras no son la excepción a esa aproximación. Por ello, a pesar de tratar de ver en ellas solamente sus aspectos físicos, económicos o políticos, lo cierto es que su materialidad da cuenta de que también hablan, también se encuentran embrujadas, o son el hogar de espíritus o fantasmas. Las infraestructuras buscan comunicarse y, cuando lo hacen, sus mensajes o sus medios nos parecen incomprensibles. Pero puede ser, siguiendo a Johnson, que seamos parte de lo mismo y que las infraestructuras sean todos los seres que toman decisiones sobre ellas o se relacionan con ellas. Puede ser que lo ininteligible de sus mensajes sea otro tipo de potencia que intenta decirnos que otras formas son posibles.

Referencias

Camargo, Alejandro. 2017. “Land born of water: property, stasis, and motion in the floodplains of northern Colombia”. Geoforum (noviembre): 1-9. https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2017.11.006Links ]

Camargo, Alejandro y Diana Ojeda. 2017. “Ambivalent desires: State formation and dispossession in the face of climate crisis”. Political Geography 60: 57-65. https://doi.org/10.1016/j.polgeo.2017.04.003Links ]

Deane-Drummond, Celia. 2017. “Rivers at the end of the end of nature: ethical trajectories of the Anthropocene grand narrative”. En Rivers of the Anthropocene, editado por Jason M. Kelly, Philip Scarpino, Helen Berry, James Syvitski y Michel Meybeck, 55-62. Oakland: University of California Press. [ Links ]

Haraway, Donna. 2019. Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Bilbao: Consonni. [ Links ]

Krause, Franz y Mark Harris. 2021. Delta life: exploring dynamic environments where rivers meet the sea. Nueva York: Berghahn Books. [ Links ]

Lahiri-Dutt, Kuntala y Samanta Gopa. 2013. Dancing with the river. New Haven: Yale University Press. [ Links ]

Morita, Atsuro. 2016. “Infrastructuring amphibious space: the interplay of aquatic and terrestrial infrastructures in the Chao Phraya delta in Thailand”. Science as Culture 25 (1): 117-140. https://doi.org/10.1080/09505431.2015.1081502Links ]

Scarpino, Philip. 2018. “Anthropocene world/Anthropocene waters: a historical examination of ideas and agency”. En Rivers of the Anthropocene, editado por Jason M. Kelly, Philip Scarpino, Helen Berry, James Syvitski y Michel Meybeck, 101-115. Oakland: University of California Press. [ Links ]

1El texto dialoga permanentemente con literatura que está pensada desde la intersección entre deltas, infraestructuras del agua, Antropoceno y conocimientos expertos, de manera que para acompañar este libro resulta útil la revisión de textos como Delta life (Krause y Harris 2021), “Rivers on the Anthropocene” (Deane-Drummond 2017), “Infraestructuring amphibius space” (Morita 2016), “Anthropocene world/Anthropocene waters” (Scarpino 2018), además de los mencionados en Mekong dreaming.

2Uno de los textos clásicos que ejemplifica muy bien la intersección de literatura a la que se hizo mención antes, y que por tanto es un antecedente relevante de la propuesta epistemológica aquí mencionada, es el libro Dancing with the river (Lahiri-Dutt y Gopa 2013). Allí, las autoras exploran la existencia de los ríos como un nuevo terreno metafórico que representa la conjunción de la naturaleza como actor social y como un objeto socialmente construido. Además, abordan la comprensión de las fronteras en este tipo de paisajes, como el ejemplo por excelencia de la ambivalencia entre tierra y agua, tema que también trata Johnson en su libro.

3Véase, por ejemplo, “Infraestucturing amphibious space: the interplay of aquatic and terrestrial infrastructures in the Chao Phraya delta in Thailand” (Morita 2016).

4Este tema es ilustrado por textos como “Ambivalent desires: State formation and dispossession in the face of climate crisis” (Camargo y Ojeda 2017) y “Land born water: property, stasis, and motion in the floodplains of northern Colombia” (Camargo 2017).

5El ejemplo a través del cual Johnson expone la división entre personas es la migración. En el capítulo 3 muestra cómo la migración laboral, por ejemplo en Bankong, es un fenómeno social que, al igual que el Mekong, tiene sus reflujos y desbordamientos. Para el autor la migración es otro ejemplo de los movimientos de los seres humanos hacia fronteras que les son desconocidas y que, por tanto, son peligrosas. Allí la frontera adquiere un nuevo tono que pertenece a la misma opacidad, en cuanto hace parte de la fantasía de lo que se espera que haya al otro lado. Se trata de una distancia física y metafísica que moldea la vida de los seres que se encuentran allí.

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