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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525versión On-line ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.59 no.2 Bogotá mayo/ago. 2023  Epub 01-Mayo-2023

https://doi.org/10.22380/2539472x.2582 

Introducción

Antropología y espacio exterior desde Latinoamérica

Anthropology and Outer Space from Latin America

*Universidad Iberoamericana, Ciudad de México https://orcid.org/0000-0001-8758-9169 anne.johnson@ibero.mx


Presentación

Martin Heidegger estaba horrorizado al ver las primeras fotografías de la Tierra tomadas desde el espacio. Para el filósofo alemán, salir del planeta implicaba un desarraigo profundo de la humanidad de su hogar. Pero Hans Blumenberg, contemporáneo de Heidegger, reaccionó de manera más matizada. Después de las primeras misiones Apolo, Blumenberg hizo una llamada por la creación de un paradigma que denominó astronoética, un sustituto en clave humanista para la astronáutica, cuyo propósito sería encontrar un equilibrio entre “la curiosidad centrífuga” y “el cuidado centrípeto” (Harries 2001, 320). Esta combinación de mirar hacia arriba con los pies plantados firmemente en la Tierra tiene ciertas resonancias con los estudios antropológicos del espacio exterior. Al igual que la astronoética, la antropología gira alrededor del cuidado y la curiosidad, al lado de una dosis saludable de reflexión crítica. Pero, a diferencia de la filosofía, campo disciplinario de Heidegger y Blumenberg, la antropología tiende hacia lo empírico, ya que sus practicantes producen conocimiento mediante sus interacciones con actores sociales en situaciones particulares.

Se vale preguntar ¿cómo puede esta disciplina centrada en lo humano y la Tierra contribuir al estudio del espacio exterior? ¿Y por qué debería intentarlo? El espacio es frío, inhóspito, lleno de radiación cósmica, sin la gravedad que ancla a los seres humanos a la Tierra. Y el método central de la antropología, la etnografía, se ha basado en la experiencia de “estar allí” que difícilmente puede aplicarse a los contextos extraterrestres. Pero el boom reciente en los estudios antropológicos del espacio exterior nos exige verlo con otros ojos y a los alcances de nuestra propia disciplina. La antropología y los estudios del espacio exterior comparten algunas preocupaciones: ¿qué tenemos en común y qué nos diferencia como seres humanos? ¿Cómo nos definimos ante “los otros”? ¿Cómo nos adaptamos a condiciones y situaciones particulares? ¿Cómo reflexionamos sobre nuestros pasados? ¿Cómo imaginamos nuestros futuros? ¿Cómo nos limitan o empoderan las estructuras sociales, políticas, económicas y tecnológicas? ¿Cómo se justifican, resisten o transforman estas estructuras? Todas estas preguntas pueden ser, y en muchos casos han sido, aplicadas al estudio del espacio exterior.

Un acercamiento antropológico al espacio se entiende mejor si reconocemos que, en general, las prácticas y los imaginarios relativos al espacio exterior se crean en la Tierra, constreñidos y posibilitados por las condiciones sociales, políticas, económicas y ecológicas terrestres, y creados dentro de contextos culturales, históricos y geográficos. Por tanto, gran parte de la antropología del espacio exterior se ha enfocado en la vista desde abajo. Para las y los antropólogos que trabajan con estos temas, investigar el espacio exterior no significa abandonar la Tierra; al contrario, se ha convertido en una forma de reflexionar sobre lo que está pasando en nuestro planeta, a partir de diversas escalas geográficas y temporales.

Antropología y espacio exterior: un breve repaso

No es sorprendente que uno de los primeros textos antropológicos sobre el espacio haya sido escrito por Margaret Mead. Apasionada por el futurismo y la tecnología, Mead fue una de las científicas sociales que participó en el proyecto El Hombre en el Espacio, que se llevó a cabo entre 1955 y 1964 en el contexto de la Guerra Fría. El programa fue organizado por el psicólogo social Donald Michael de la Institución Brookings, con el objetivo de rastrear (e influir en) las actitudes de las y los estadounidenses con respecto al espacio exterior. Antes y después del lanzamiento del Sputnik, Mead y sus colegas, reutilizando metodologías usadas para la investigación de procesos sociales emergentes durante la Segunda Guerra Mundial, emplearon encuestas para medir el conocimiento de la ciudadanía sobre satélites, con el fin de estudiar “la historia y los procesos del cambio cultural” y su impacto “en los aspectos más amplios de la sociedad, y también en los cambios en los valores, las actitudes y la conducta individual” (Mead et al. 1958, 212). A partir de las respuestas de la encuesta, Mead encontró que después del Sputnik, el público estadounidense exhibía un alto grado de interés en la exploración espacial, pero que sus puntos de vista acerca de la tecnología satelital, la importancia de ir al espacio y las habilidades comparadas entre Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraban todavía maleables (Price 2020, 332).

Dentro de las áreas de investigación que propusieron para profundizar se incluían la opinión pública, las perspectivas de expertos en el campo espacial, las expresiones de la exploración espacial en las artes, los problemas específicos del bienestar del viajero espacial, el desarrollo de nuevas tecnologías y el efecto de la exploración espacial “sobre la concepción cambiante de los seres humanos con respecto al comportamiento político y económico en todo el mundo” (Mead et al. 1958, 213)1. En sus reportes, los miembros del equipo de investigación utilizaron información antropológica relacionada con procesos de contacto cultural en la Tierra para especular sobre los posibles efectos del contacto con alguna especie alienígena. Es importante recalcar que, en sus conclusiones, el equipo enfatizó los aspectos utópicos del futuro humano en el espacio e intentó minimizar los intereses militares del gobierno de los Estados Unidos que subyacían a muchas de sus actividades espaciales.

A pesar de la pasión de Margaret Mead, en la disciplina antropológica del siglo XX había poco interés en el tema de la exploración espacial. La única excepción fue la publicación en la década de los setenta del libro Cultures Beyond the Earth (Maruyama y Harkins 1975). Si el lanzamiento del Sputnik motivó la pasión por lo espacial de Mead y sus colegas, el programa Apolo de misiones tripuladas a la Luna también proporcionó campo fértil para imaginar sociedades cósmicas. Sin embargo, aunque contaba con un prefacio del conocido futurólogo Alvin Toffler y un epílogo escrito por el eminente antropólogo Sol Tax, este volumen de cuentos y ensayos cortos no trascendió.

Después del declive del programa Apolo y la disminución del interés del público en temas espaciales, dos décadas pasarían antes de que la disciplina retomara al espacio exterior como campo de estudio. Hoy en día, gracias en gran parte a la explosión de actividad espacial del sector privado, hay una cantidad importante de obras de antropología espacial que versan sobre un amplio abanico de temas. De hecho, a estas alturas la bibliografía antropológica sobre el espacio es demasiado extensa para citar en su totalidad, por lo que aquí se presenta solamente una muestra.

La humanidad cósmica

Pocos humanos han estado arriba de la línea de Kármán que demarca la frontera oficial con el espacio, 100 kilómetros arriba de la superficie terrestre. Al escribir estas líneas, solamente 628 personas han cruzado esa frontera a lo largo de los siglos XX y XXI y diez personas se encuentran orbitando la Tierra en este momento dentro de las dos estaciones espaciales en operación. Pero si definimos espacio en otros términos, más allá de la presencia física, los seres humanos siempre han estado allí. La antropóloga Rayna Green, por ejemplo, trabajó en Alaska con una comunidad inuit. Cuando les habló del alunizaje de Neil Armstrong en 1969, sus interlocutores respondieron con risas: “No sabíamos que esta era la primera vez que ustedes los blancos habían ido a la luna. Nuestros chamanes han ido durante años. Van todo el tiempo” (citado en Young 1987, 272). En este sentido, Jane Young llama la atención sobre la distinción entre la noción occidental de espacio exterior y la conceptualización de muchas poblaciones indígenas según la cual no hay un exterior que se puede separar del interior, citando el ejemplo de los navajos para quienes “el cosmos es una entidad; los seres dentro de ella operan según los principios de la continuidad y la semejanza -principios evidentes en la unificación del espacio interior y exterior-” (1987, 279).

Desde los estudios arqueo y etnoastronómicos de larga data a temas más novedosos, como el libro editado por Debbora Battaglia sobre culturas extraterrestres y tecnoespiritualidad (2005; y ver González y Reyes en este volumen), el estudio de Deana Weibel (2020) sobre las experiencias religiosas de las y los astronautas y las reflexiones de Susan Lepselter sobre la poética de las teorías de la conspiración alrededor de avistamientos de ovnis y abducciones alienígenas (2016; y ver Murillo en este volumen), los acercamientos cósmicos de la humanidad tienen una presencia añeja en la antropología, ya que son expresiones de la búsqueda humana por trascender la existencia mundana, además de índices de preocupaciones identitarias y procesos de inclusión y exclusión.

Artefactos espaciales

Por otro lado, si bien es cierto que no han viajado muchos cuerpos humanos al espacio, los artefactos humanos abundan en el espacio, como evidencian los satélites, los róveres y robots, las sondas, una cantidad en crecimiento exponencial de “basura espacial”, y hasta el Tesla Roadster lanzado por Elon Musk como carga útil de prueba de uno de sus cohetes. Desde la perspectiva de la cultura material, entonces, el espacio es campo fértil. Obras como el libro de Janet Vertesi sobre las misiones robóticas de la NASA en Marte nos alientan a “ver como un róver” (Vertesi 2015; y Carassale, Contreras y Martínez en este volumen). Joshua Barker narra la historia del sistema satélite en Indonesia y su importancia para la creación de un imaginario nacional del “progreso” (2005; y ver Johnson en este volumen).

Alice Gorman, arqueóloga y experta en patrimonio, escribe sobre el significado de los artefactos humanos fuera de la Tierra: objetos con valor cultural como los que quedaron en la Luna después del programa Apolo, además de los deshechos que orbitan nuestro planeta. Gorman y sus colegas también reflexionan sobre la importancia de los restos materiales de las actividades espaciales en la Tierra misma, sobre todo aquellos sitios donde se sitúan las ruinas de la tecnología, aquellos sueños futuristas abandonados o rebasados (Gorman 2019; y ver la reseña correspondiente en este volumen).

Ciencia y tecnología

La ciencia, tecnología y administración de la exploración espacial también han sido objeto de la mirada antropológica. Lisa Messeri (2016; ver la reseña correspondiente en este volumen), por ejemplo, demuestra cómo científicos en los Estados Unidos han convertido el espacio exterior en lugar de significado por medio de una serie de prácticas discursivas y corporales como la toponimia, la cartografía y las misiones análogas. Valerie Olson (2018) analiza la conceptualización del sistema que subyace a la forma como la NASA entiende el funcionamiento de los materiales y cuerpos humanos en entornos extremos como el espacio exterior. Stacy Zabusky (1995) escribe sobre las complicadas relaciones interpersonales e internacionales que permiten la operación de la Agencia Espacial Europea. Götz Hoeppe (2012) estudió la construcción de espacios terrestres y extraterrestres en las prácticas de las y los astrónomos que trabajan en observatorios en varias partes del mundo. Y más recientemente, las y los participantes en un proyecto colaborativo que se está desarrollando en el Departamento de Antropología del Colegio Universitario de Londres estudian la vida en la Estación Espacial Internacional, “probablemente la sociedad extraterrestre en órbita baja más antigua”2.

Mediante el estudio etnográfico de la ciencia y sus practicantes, otros antropólogos han considerado cuestiones profundas sobre el papel de la humanidad en el universo. Steven J. Dick, por ejemplo, escribe sobre las posibilidades de la comunicación entre especies y la naturaleza de la inteligencia en su estudio sobre el programa SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence, Búsqueda de vida inteligente en el universo) (2006) y Stefan Helmreich pondera la esencia de la vida misma en su trabajo con profesionistas de la astrobiología en los lugares extremos de la Tierra (Helmreich 2006).

Finalmente, trabajos como el de Claudio Aporta y Eric Higgs sobre las prácticas de cacería entre los inuit, analizan cómo algunas comunidades locales han sido transformadas -por bien y por mal- por el uso de tecnologías satelitales como el GPS (Aporta y Higgs 2005).

Poder

Una de las maneras más potentes mediante las cuales la disciplina antropológica y otras ciencias sociales pueden contribuir al estudio del espacio exterior es el análisis de los efectos de las estructuras políticas y económicas sobre los discursos y las prácticas espaciales. En este sentido, Taylor Genovese ha examinado las relaciones laborales en la industria espacial, insistiendo en que las y los astronautas suelen ser trabajadores asalariados, y no simplemente ejemplares del heroísmo y las aspiraciones nacionalistas (en Giaimo 2017). Por otro lado, Peter Dickens y James S. Ormrod (2007) hacen una crítica profunda de la extensión del capitalismo y las actividades extractivistas al espacio a partir de la intensificación de la presencia del sector privado en el campo espacial. Y David Valentine (2012) realizó trabajo de campo intensivo con los tecnocapitalistas involucrados con la industria del NewSpace para entender cómo imaginan y proyectan la exploración espacial como parte del futuro de la humanidad.

Dentro de los pocos estudios antropológicos sobre los impactos negativos de la infraestructura espacial en las comunidades locales fuera de los centros históricos del desarrollo de la industria espacial, se encuentran los trabajos de Peter Redfield en French Guiana, sitio de lanzamiento importante para las agencias espaciales francesa y europea (Redfield 2000) y Sean T. Mitchell en Alcântara, donde está ubicada la base aeroespacial brasileña (Mitchell 2017; y ver reseña correspondiente en este volumen). Y trabajos recientes como el de Hiʻilei Julia Hobart (2019) quien examina cómo muchos hawaianos nativos han resistido la instalación del Telescopio de Treinta Metros en Mauna Kea.

Futuros alternativos

“Ten piedad en los indios y los búfalos del espacio exterior”, comentó un intelectual indígena estadounidense en una conferencia realizada en 1970, un año después del alunizaje del Apolo 11 (Young 1987, 271). Y ciertamente, la referencia a la memoria colectiva de imperialismo y genocidio nos exige examinar las formas como el discurso hegemónico de la exploración espacial replica nociones colonialistas de conquista, dominación y extracción. Este análisis puede ser una de las contribuciones fundamentales de la antropología del espacio exterior.

Otra contribución consiste en mostrar cómo el espacio proyectado como “la última frontera” es solamente una visión entre muchos imaginarios futuros posibles. Por ejemplo, William Lempert (2014) visibiliza la diversidad de obras que pertenecen al género del futurismo indígena que ofrecen alternativas radicales a las narrativas hegemónicas de la colonización del espacio, mientras Michael Oman­Reagan (2015) aboga por la “cuirización” (queering) del espacio exterior como una correctiva a las imágenes heteronormativas de cuerpos blancos, europeos, masculinos y heterosexuales en el espacio.

De gran importancia en todos estos casos es la insistencia en la gran diversidad cultural y el amplio abanico de posiciones y perspectivas humanas como señal de que existen muchos futuros posibles, aun con respecto a lo que pareciera ser un contexto apocalíptico del capitalismo tardío, marcado por los desastres ecológicos y las inequidades profundas. En este contexto, hay demasiado en juego para permitir que solo las voces de la élite se escuchen y que solo sus visiones sean válidas.

¿Y la antropología espacial en Latinoamérica?

La mayor parte de estudios espaciales sobre o desde Latinoamérica se han realizado en torno a la arqueoastronomía (o astroarqueología) y astronomía cultural (o etnoastronomía), campo fértil para la disciplina antropológica y arqueológica en virtud de las espectaculares evidencias de los conocimientos y prácticas de observación del cielo de las culturas prehispánicas (véase, por ejemplo, Broda, Iwaniszewski y Maupomé 1991; y ver Quijano Vodniza en este volumen). Y el impacto de las infraestructuras espaciales en las comunidades latinoamericanas ha sido tema de varios autores, entre ellos Redfield (2000) y Mitchell (2017), arriba mencionados.

En 2020 hice trabajo etnográfico en la Agencia Espacial Mexicana y con otros actores en el sector espacial en México. Javier Mejuto y sus colegas describen cómo un proyecto de desarrollo satelital en Honduras busca fomentar la inclusión de cosmovisiones indígenas en las actividades espaciales (Mejuto, Molina, Zorto y Ochoa 2020). Y el antropólogo chileno Juan Francisco Salazar ha buscado descolonizar la imaginación espacial al presentar visiones especulativas del futuro humano en el espacio y el presente humano en Antártida, mediante la producción de obras visuales innovadoras como Nightfall on Gaia (Australia­Chile 2015)3. Pero realmente poca antropología espacial se ha realizado en Latinoamérica ni publicado en castellano, en parte porque el espacio pareciera ser un tema muy alejado geográfica y temporalmente de nuestras realidades. Sin embargo, los impactos sociales, políticos, económicos y culturales de las actividades espaciales que van en aumento también se sienten en estas latitudes.

Este dosier reúne trabajos que retoman casos que contribuyen al análisis antropológico del espacio exterior desde Latinoamérica. El número inicia con el artículo de Santiago Carassale, Javier Contreras Alcántara y Liliana Martínez Pérez que gira alrededor de las prácticas tecnocientíficas, pero extiende su mirada desde la Tierra hasta Marte para indagar sobre los significados de la exploración robótica del planeta rojo. Enfocan su atención en las relaciones entre los seres humanos en la Tierra y los róveres que recorren Marte, además de las formas mediante las cuales los discursos de exploración constituyen dramas científicos con visiones particulares del futuro. Concluyen el trabajo con algunas consideraciones en torno a la exploración espacial desde Latinoamérica.

El texto de Anne W. Johnson trata sobre los satélites y sus posibilidades en tanto disparadores de sueños sobre el espacio y el futuro. A partir de un estudio etnográfico del sector espacial en México, se analizan las prácticas tecnocientíficas y artísticas cuyo fin es lanzar objetos hacia las órbitas terrestres y sus consecuencias para la configuración de tiempos, espacios e imaginarios.

Andrea Murillo reflexiona sobre las creencias en seres alienígenas y sus siniestras presencias entre las clases élites en la Tierra, a partir de una investigación antropológica sobre lo ominoso y lo extraño en el contexto de la modernidad y los procesos de modernización en Jalisco, México. Vincula estos procesos -y las promesas incumplidas de “progreso” que conllevan- con la construcción de teorías locales sobre el poder y la política, y con la sensación compartida de que existe un ellos extraterrestre que opera en las sombras.

En su indagación acerca de las expresiones culturales ligadas a la fantasía del espacio exterior, Vianney Reyes y Sergio González describen el mundo de los seguidores de la afamada serie de películas Guerra de las galaxias. Se concentran en los clubes de fanes en México para examinar las cosmologías y prácticas colectivas construidas en estas agrupaciones, y plantean que la emergencia de imaginarios internacionales fantásticos sobre el espacio resulta en procesos de desterritorialización y reterritorialización de la cultura.

En el último artículo del dosier, regresamos a un tema añejo en los campos antropológico y arqueológico: las observaciones astronómicas de las poblaciones indígenas. Armando José Quijano Vodniza indaga en patrones astronómicos vinculados con las Pléyades en la astronomía incaica. Su texto es el producto de una investigación exhaustiva de fuentes bibliográficas sobre el tema y muestra de la profundidad de los conocimientos sobre el cielo que existían en nuestro continente antes de las colonizaciones europeas.

En el afán de difundir algunas de las obras antropológicas publicadas en los últimos años que analizan temas relacionados con el espacio exterior, hemos incluido reseñas críticas de tres libros de interés para Latinoamérica. Yusmany Hernández comenta Placing Outer Space, de Lisa Messeri, que, como mencionamos arriba, indaga sobre las formas mediante las cuales los seres humanos convertimos el espacio en un conjunto de lugares de significación. ¿Es posible hablar de lugares latinoamericanos en el espacio? ¿O sitios espaciales en Latinoamérica? Esperamos que los artículos que aquí presentamos esbocen algunas respuestas.

La segunda reseña es de Ilse Sosa, quien reflexiona sobre la obra de la arqueóloga australiana Alice Gorman, Dr. Space Junk vs The Universe, una colección de ensayos sobre la relación entre patrimonio humano y cultura material espacial. Hay unos paralelos sugerentes entre su lugar de enunciación, Australia, y los países latinoamericanos. Por ejemplo, ambas regiones han sido marginales en las actividades de exploración espacial, pero están creando y consolidando organizaciones espaciales estatales y privadas, y han albergado discusiones críticas alrededor de la noción de patrimonio, en relación con las poblaciones indígenas. ¿Cuáles son las implicaciones de llevar estas discusiones al entorno espacial?4 ¿Es posible hacer una arqueología del futuro, no solamente del pasado?

Concluimos la sección de reseñas con los comentarios de Juan Camilo Portela sobre Constellations of Inequality: Space, Race, and Utopia in Brazil, de Sean T. Mitchell, el único libro reseñado en estas páginas cuyo sitio de estudio se ubica en Latinoamérica. Mitchell realizó trabajo de campo en Alcântara, sitio de la base espacial brasileña, y analiza los impactos de la construcción y uso de la infraestructura espacial en las comunidades locales, tema que debería ser prioritario para la investigación antropológica en nuestra región, ya que incorpora argumentos sobre la ciencia y la tecnología, la materialidad de la modernidad, sus promesas de futuro y las desigualdades que suelen agudizar los proyectos infraestructurales.

Líneas de fuga

Los cinco artículos que componen este dosier pretenden continuar una conversación sobre las posibilidades de la antropología para el estudio del espacio exterior y la importancia de realizar estas investigaciones desde Latinoamérica. Pero hay muchos temas que tratar, muchos casos que examinar, muchas posiciones desde las cuales se puede participar en esta conversación. Entre otros asuntos urgentes, me permito señalar: la consolidación de nuevas agencias espaciales, nacionales y regionales, su implicación en las relaciones internacionales y en sus discursos neocoloniales y extractivistas; la importancia de la tecnología satelital para la defensa de territorios indígenas y campesinos, el manejo de recursos naturales y el seguimiento de los efectos del cambio climático; contrariamente, el uso de tecnología satelital del Estado u otros grupos para vigilar los movimientos y las actividades de las personas en el territorio latinoamericano; los impactos de los proyectos estatales y transnacionales de desarrollo de la infraestructura científica y de la industria espacial en contextos locales; el cielo estrellado como referencia político­estética de organizaciones de víctimas de desaparición forzada5; el desarrollo de la ciencia y la tecnología y su relación con las epistemologías y ontologías indígenas; el reconocimiento del derecho al cielo nocturno oscuro como elemento del patrimonio cultural y natural (Unesco 2016) y la producción de obras de arte y literatura que permiten imaginar futuros alternativos desde el sur global6.

Para todos estos temas, la antropología es fundamental. Sus métodos y preguntas de investigación permiten un análisis fino que rompe con la simple exploración de discursos e imágenes mediáticos que exaltan abstracciones como la conquista espacial y el destino de la humanidad. Se abre a una diversidad de voces y experiencias, y reconoce fragmentaciones, contradicciones y fricciones. Ver hacia arriba desde la Tierra y pensar no solamente en el cuidado de lo que tenemos a nuestro alrededor, sino en la curiosidad inspirada por el cosmos, permite imaginar otras escalas y combinar lo enorme con lo pequeño, los pasados y los futuros, lo sublime y lo mundano. El estudio del espacio exterior también exige a las y los investigadores participar en colaboraciones novedosas, con interlocutores pertenecientes a una variedad de campos y disciplinas. Estos pueden incluir profesionales en los campos científicos, la ingeniería, la política, la planeación, la arquitectura, la comunicación, la teología, el arte, el derecho, entre otros, quienes, a su vez, traen a la mesa sus propios conocimientos, sus propias experiencias y opiniones.

La antropología funciona muy bien en los intersticios, en los espacios entre distintas formas de construir mundos e imaginar universos. En este número de la Revista Colombiana de Antropología intentamos ampliar esta veta de estudio en el contexto latinoamericano, para mostrar qué se ha hecho, qué se está haciendo y qué se podría hacer desde una perspectiva antropológica y astronoética que levanta la mirada hacia las estrellas, mientras mantiene los pies en la Tierra.

Referencias

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1Aunque Mead vio muchas posibilidades para la investigación antropológica en la emergente carrera espacial, algunos de sus colegas todavía no se convencieron. Julian Steward, por ejemplo, se preocupó por la posibilidad de “la relegación de las ciencias sociales a un lugar insignificante en el pensamiento nacional después de los Sputniks” (en Price 2020, 331).

2Proyecto EtHno-iss. An Ethnography of an Extra-terrestrial Society: the International Space Station. https://www.ucl.ac.uk/anthropology/research/ethno-iss

3De hecho, el cine documental ha sido un medio sugerente para pensar lo espacial en Latinoamérica. La película Nostalgia de la luz (Chile-Francia-Alemania 2010), del cineasta chileno Patricio Guzmán, combina una descripción del trabajo astronómico que se realiza en el desierto de Atacama con la presentación de la labor de un grupo de mujeres que busca, en la misma región, los restos de sus parientes desaparecidos durante la dictadura de Pinochet. En palabras de una de las mujeres entrevistadas por el director: “Ojalá los telescopios pudieran barrer la pampa para encontrarlos. Hacia abajo, no solamente hacia arriba. Y después darles las gracias a las estrellas que los encontramos”.

4El libro de Gorman me hace recordar el museo comunitario de un pueblo en Baja California que alberga un objeto de “basura espacial” que cayó en su territorio hace varios años.

5Además de la película chilena Nostalgia de la luz mencionada en una nota anterior, véase el proyecto “Ausentes, estrellas presentes”, organizado por asociaciones de víctimas de desapariciones forzadas y desarrollado en el Planetario de Bogotá. (https://www.justiciaypazcolombia.com/ausentes-estrellas-presentes-una-mirada-al-cielo-por-las-personas-desaparecidas/)

6Véanse, por ejemplo, los proyectos del colectivo mexicano Marsarchive.org (https://www.marsarchive.org/site/) y del laboratorio socioartístico SensoLab en Colombia (https://senso-lab.blogspot.com/), entre muchos otros.

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