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Revista Colombiana de Antropología

versão impressa ISSN 0486-6525versão On-line ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.59 no.2 Bogotá maio/ago. 2023  Epub 01-Maio-2023

https://doi.org/10.22380/2539472x.2427 

Reseñas

Placing Outer Space: An Earthly Ethnography of Other Worlds

Yusmany Hernández Marichal* 
http://orcid.org/0000-0002-8842-9981

* Universidad Iberoamericana, Ciudad de México yusmanymx@gmail.com https://orcid.org/0000-0002-8842-9981

Messeri, Lisa. ., Placing Outer Space: An Earthly Ethnography of Other Worlds. Durham: Duke University Press, 2016. 248p. ISBN: 978-0-8223-6203-6.


Reseñar un libro de antropología titulado Colocación del espacio exterior: una etnografía terrestre de otros mundos es un reto, pues para los neófitos en la materia puede parecer forzada la relación entre una ciencia donde el humano está “asentado” en la Tierra y la cosmología, que se refiere al estudio del universo. Lisa Messeri, profesora asistente del Departamento de Antropología de la Universidad de Yale en Estados Unidos, aclara esta aparente oposición.

La obra está compuesta por una introducción, cuatro capítulos, cada uno con conclusiones parciales, conclusiones generales, un amplio respaldo bibliográfico, apoyado por notas aclaratorias, citas y un importante material ilustrativo que validan lo imprescindible del texto a la hora de abordar estos temas desde una perspectiva antropológica amplia.

Después de un extensivo agradecimiento a las instituciones y científicos(as) que la apoyaron y la acompañaron en este bregar, la investigadora aborda el tema con disímiles enfoques disciplinarios y teóricos, así como con diferentes técnicas que se complementan entre sí con una mirada siempre analítica, según ella misma explica. Escribir, intencionalmente, sobre la fotografía de dos niños (pensemos con ellos en las nuevas generaciones) mirando el cielo, formula un primer interrogante: ¿Al ser humano le interesa algo más que su espacio vital? Muchas preguntas surgen de un guiño a una ilustración; a todas, la autora les da una posible lectura dejando por sentado una afirmación: sí, el ser humano se interesa por el lugar que ocupa en el universo, por eso a las(os) científicas(os) les incumbe la investigación del cosmos con la esperanza, tal vez secreta, de encontrar algo más para que el ser humano no se sienta tan solo.

Recurrir a la recreación del mito de Ícaro, exhortar ese deseo de volar hacia el cielo, advirtiendo que no tendrá en cuenta el destino trágico del protagonista, es un pretexto de la escritora para alimentar estas investigaciones con una mirada antropológica crítica.

En la introducción la autora plantea que la mayoría de los exoplanetas conocidos hasta la fecha son extraños, pero afirma que en el futuro de este joven campo de estudio se espera observar planetas similares a la Tierra, y argumenta que los científicos reconfiguran un cielo nocturno como un lugar repleto de mundos potencialmente habitables. Los astrónomos ya hablan de los planetas como lugares, con lo que se transforma el vacío del espacio en un cosmos lleno de mundos susceptibles de conocer y explorar. La escritora plantea el lugar como una forma categórica de conocimiento y sentido, que se convierte en mundos que se construyen de manera única y propia. La práctica científica cambia los planetas en lugares que se imaginan aptos para ser habitados por los humanos y otros seres.

La investigación comienza con los estudios sobre Marte y se extiende a otros planetas completamente desconocidos: los exoplanetas de los que se tienen noticias desde 1990. La autora incluye el término imaginación planetaria y lo emplea con comodidad para referirse a planetas y mundos científicos.

La antropóloga explica que los científicos aluden al término planetariedad para recordar la naturaleza del hombre como habitante de la Tierra, que va más allá del concepto de globalización, y afirma que, en vez de pensar como agentes globales, se debe pensar como sujetos planetarios.

La imaginación planetaria incluye el pasado y el futuro de los planetas y nociones de cómo sería estar y vivir en ellos. Para Messeri el término “lugar” se usa en la antropología para dar sentido a expresiones culturales o hechos científicos y no puede ser considerado como una palabra estática, sino que es múltiple y variada, en constante creación y modificación. Todos los entendimientos parten del lugar y solo el conocimiento de lo local enmarca el sentido de lo global. Precisamente, esto acentúa su interés en que otros planetas puedan ser reconocidos como lugares porque su estudio permitiría cambiar la forma como los humanos vemos nuestro lugar en el cosmos y lo que este puede decirnos de nosotros mismos.

Messeri señala que en los recientes estudios del siglo XXI hay una nueva geografía que está suplantando al espacio sin lugar: los lugares planetarios están poblando la cosmología porque la Tierra se convierte en parte de esa vasta red interplanetaria.

En el capítulo primero “Narrando a Marte en los desiertos de Utah”, relata su experiencia con el simulador virtual localizado en ese desierto, que guarda un particular parecido con el planeta rojo. Para el efecto, describe diferentes paisajes del desierto que configuran un ambiente marciano. El estudio de esta parte de la Tierra sirve para comprender otros lugares y se ha llegado a demostrar puntos de contacto entre la Tierra y Marte que pueden ser extensivos, por qué no, a otras partes. En el capítulo segundo “Cartografiando Marte en Silicon Valley”, la autora demuestra la similitud del mapa de Marte con algunos paisajes terrestres. En la actualidad, son mapas de alta resolución que siempre están cambiando porque lo mismo está sucediendo con los sitios que quieren representar. Hace un recuento de los diferentes mapas hasta llegar al mapa tridimensional que facilita un mejor estudio del planeta rojo. Realza el uso y la utilidad de la tecnología avanzada en la comunicación con el desarrollo de las ciencias informáticas y sus diferentes plataformas y con el auge de la tridimensionalidad (3D), para concluir que estas herramientas han contribuido a “democratizar” el conocimiento y a que la gente explore Marte -dinamizado, tridimensional y dinámico- sin salir de su casa.

Esta creación de mapas tridimensionales asequibles a todos(as) los(as) interesados(as), demuestra que la ciencia planetaria no está aislada, sino que se integra a las actividades del mundo contemporáneo. Las cartografías en 3D permiten conocer mejor los cambios operados en Marte, que se asemejan a los procesos cambiantes en la Tierra, lo que también complementa y profundiza los estudios de nuestro planeta.

En el capítulo tercero “Visualizando mundos alienígenas”, la escritora profundiza en la investigación de los exoplanetas, es decir, planetas que están fuera de nuestro sistema solar y son invisibles para el ojo humano, puesto que ni siquiera se detectan con los telescopios más sofisticados. Solo los astrónomos más entrenados pueden traducir datos abstractos de visualización con la interpretación de la curva de luz de una estrella que sugieren la evidencia de un exoplaneta. A pesar de tener pocas semejanzas con los de nuestro sistema solar, y menos con la Tierra, los planetas extrasolares se imaginan como mundos y se elevan por encima de una cosa científica, marcándolos como algo, en algún lugar, que se relaciona con nuestra propia experiencia y existencia.

En este capítulo la investigadora examina tres modos diferentes de ver: con el sistema, más allá de la señal y por medio del lenguaje. En la nueva cultura visual las(os) astrónomas(os) recurren a analogías y metáforas para dar sentido a lo desconocido; estas asociaciones pueden crear nuevas realidades y mayor comprensión de la temática.

En el capítulo cuatro “Habitar otras tierras”, Messeri describe reuniones, contactos e intercambios en un laboratorio de la región central de Chile con un grupo de especialistas en el estudio exoplanetario. Se refiere de nuevo a la imaginación planetaria como la manera de vivir en un mundo que algún día los humanos podrían habitar; en ese sentido, introduce nociones como “zona habitable” y se refiere también a la clasificación de la Tierra como un exoplaneta, si se observa desde un punto de vista extraterrestre imaginario.

Para Messeri la búsqueda de un planeta similar a la Tierra es la misma que el ser humano ha idealizado en torno a una añoranza de la Tierra que no conoce.

Las conclusiones del libro se titulan “Navegando por el Cosmos Infinito”. Aquí, define de nuevo el lugar como una forma activa de conocer el mundo y no como lienzo pasivo donde se ejecuta la acción. El lugar les da significado a los mundos extraños y los hace más familiares (es decir, algo físicamente explorable), y por último, sugiere que la cosmología astronómica de hoy se presenta como un modo de conexión, que se hace posible mediante la transformación de los planetas en lugares para conocer también nuestro propio lugar en el universo, más interesante en la medida en que se vuelve más familiar.

El libro de Lisa Messeri representa una contribución novedosa al campo de la antropología del espacio exterior, tema del que se ha publicado muy poco en español. Las(os) estudiosas(os) de la antropología en Latinoamérica quieren y merecen consultar textos con este enfoque. La ensayista recuerda la manera como las y los científicos hablan de planetariedad y no de globalización, para enfatizar la solidaridad entre todas las especies, humanas y no humanas. De esta forma, exhorta a pensar como sujetos planetarios en lugar de agentes globales. Este llamado de atención es uno de los aspectos más importantes del libro, porque la autora, pionera en este campo, abrió una brecha en un camino enrevesado.

También es importante su disertación sobre la tecnología satelital para la defensa de territorios indígenas y campesinos, y cómo los estudios astronómicos pueden advertir sobre los nefastos efectos del cambio climático. Además, este libro es uno de los primeros intentos etnográficos que detalla y comprende el valor científico y humanístico de una cosmovisión que abarca todo el universo. Situar el espacio exterior es dibujar un nuevo cosmos y visibilizar de qué modo a los habitantes de nuestro planeta les importan otros mundos. La autora manifiesta la necesidad, a veces convertida en anhelo, de conexión de los habitantes de la Tierra con otros lugares del universo, que el humano se sienta menos solo cuando participe en estos procesos de integración.

Lisa Messeri evidencia la preocupación histórica -desde los filósofos griegos (pensemos en Epicuro y su teoría de mundos infinitos)- por la existencia de otros mundos, aunque, consecuente con su posición de antropóloga, insiste en que esta inquietud no debe ser simple curiosidad astronómica. Asegura que el legado de la era espacial no debe limitarse a la presencia prolongada del humano en el espacio ni a la exploración de planetas cercanos o lejanos, sino que debe ser una nueva forma de observar y estudiar la Tierra. La conexión y la futura interrelación harán del humano un ser más completo, y advierte, para no perder la perspectiva, que se debe mirar al cielo, pero con los pies en la Tierra. Volvamos al guiño de la fotografía de la conferencia y todo quedará explicado.

Recibido: 20 de Junio de 2022; Aprobado: 28 de Octubre de 2022; Publicado: 01 de Mayo de 2023

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